De amigos a novios: cazado por mi propio amigo

De cómo dos chicos de distintas familias (uno de rancho y otro de ciudad) crecen en un apartado suburbio, compartiendo su afición por cazar insectos. Y de cómo uno de ellos se cansa de ensartar bichos y prefiere ensartarse a su amigo en un escondite secreto.

Me lo presentaron con la idea de que dejara mis libros y experimentos de laboratorio casero y que jugara más deportes y saliera más al sol. Cuando tratamos de congeniar me di cuenta que el chico, aunque era casi dos años mayor que yo, distaba de ser muy brillante. Tardamos mucho en encontrar un interés común, pero lo hayamos: fue la exploración. Ahí en el campo que rodeaba el fraccionamiento habitacional se emparejaban las cosas. Lo que yo sabía en teoría, él lo tenía de práctica. No sabía de nombres científicos de los insectos, pero sabía perfectamente dónde encontrarlos. Martín no era listo, pero si muy astuto. Y aun que al principio su fuerza física era una desventaja para darle alcance terminé por verme favorecido por ella y pronto empecé a llevar a cabo cosas que solo no hubiera podido hacer. Como habilitar una pequeña cabaña abandonada que adoptamos como refugio y estación de almacenaje para nuestras expediciones al bosque cercano. Todo fue bien los dos primeros años, pero un verano, cuando las largas horas de vacaciones nos permitían avanzar cada vez más en las exploraciones algo comenzó a cambiar en la actitud de Martín. Lo cierto es que más que nunca, lo veía preocupado por su físico, por lucir atlético y de cierta manera, masculinamente sexi.

Yo me regocijaba con nuestras diferencias físicas e intelectuales, y aun que no sabía de qué manera, el cuerpo de Martín me resultaba atractivo. Y más cuando hacia alardes de fuerza o exhibicionismo. Como desnudarse por completo para zambullirse en el lago mientras yo prefería observarlo mientras dibujaba o leía.

Me percate que su vista se mantenía insistentemente en mis piernas, y que seguido procuraba atrasarse para observarme de espaldas. La sensación de que conspiraba en mi contra era latente, más nunca hubiera imaginado, mucho menos teniendo escasamente 13 años de edad, que Martín, mi compañero de aventuras de la infancia empezaba a despertar un ansia sexual incontrolable y difícil de saciar, menos en aquel apartado suburbio residencial en el que el destino nos tendió algo más estrecho que una simple amistad.

Nuestros cuerpos cambiaron a distintos ritmos. Él ya comenzaba a mostrar una musculatura propia de un adolescente y su estatura me rebasaba por una cabeza de alto. Varonil y atlético, su piel morena contrastaba contra mi lechosa piel apenas dorada por el sol de aquel verano, mi semblante era infantil y afeminado. Martín venía de una familia ranchera pero acomodada y yo de una metropolitana venida a la provincia y finalmente esas diferencias hicieron que no le pareciera tan disparatada la idea de que yo podría ser un buen principio, un ensayo para estrenar su vigorosa sexualidad.

Caminábamos por un sendero de valle que se formaba entre dos cerros cercanos a la colonia, y en el que habíamos iniciado desde años antes la cacería de insectos para formar una colección entomológica. Yo con un espíritu de científico en ciernes y él con el de un futuro cazador de bestias. Aun que parecía que por la cabeza le pasaba cambiar de presa, pues mientras yo me distraía observando nidos de arañas, él se entretenía mirando mi trasero empinado en mi ajustado short de mezclilla, producto de haber cortado un pantalón vaquero y tener mayor comodidad en las incursiones al campo abierto. Se acercó fingiendo interés en lo que yo veía y sentí que recargó su cuerpo en mis nalgas. No le tomé la debida importancia pues al principio creí en su auténtico interés por ver como una araña se alistaba para atacar a la indefensa libélula que había caído en sus redes. La escena era emocionante, pero más fue darme cuenta de repente lo cerca que se encontraba Martín de mi. La araña empezó a enredar hábilmente a su presa.

Cuando avanzábamos en el camino, comenzó a intentar estimularme mediante un cuestionario con intención:

Oye Iván, Has sabido en esos libros que lees, de algún insecto que en vez de devorar a sus víctimas, se las folle.

Mmhh… No –contesté extrañado – que las folle no. Pero leí de una avispa que inyecta un veneno paralizante a sus víctimas, y después las incuba. Que si bien no es que las folle si es un tanto como si las embarazara. Luego las abandona para cuando nazcan sus crías, éstas devoren el cuerpo de su víctima, no es aterrador?

Eso en mi rancho se le llama perder por partida doble, jajaja

Y qué tal aquellas arañas que devoran a su macho después de aparear?

Oye, y no sabes de alguna especie de insecto o animal que cambie su sexo de macho a hembra para poderse reproducir?

Pues algo leí de ciertas especies, lo hacen cuando en su entorno carecen de hembras, algunos machos mutan de sexo para garantizar la supervivencia de la especie.

Órale, y cómo eligen a quién debe hacerse hembra?

No lo sé, supongo que es por alguna especie de superioridad, por alguna especie de dominación del más fuerte o del más apto.

O sea que a huevo se los empinan

Ja ja ja… no sé, supongo que debe haber alguna seducción de por medio, más que una violación. De mínimo un acuerdo no?

Si así fuera en el caso de los humanos, y Tú y Yo estuviéramos en esa situación. No sé, en una isla desierta quizá. Que preferirías para convertirte en chica, que te sedujera o que te violara?

Cuando dijo esto, me miró de una manera que logró ruborizarme y sentirme acosado. Tartamudeé pensando que en el suburbio en que vivíamos realmente no había chicas de nuestra edad.

Eh, pues no sé, que te hace pensar que yo podría ser una hembra apta para la reproducción? Quizá tu sería más adecuado para ser la hembra, eres más fuerte y podrías garantizar la protección de las crías – dije tratando de parecer audaz.

Jajaja, no pos yo creo que es mejor que tú seas la hembra, pues yo cuidaría de ti y de las crías – diciendo estos me rodeo la cintura con su abrazo y me atrajo hacia él haciéndome sentir su potente erección y de inmediato me dijo en tono galante – Anda por que no intentamos reproducirnos?

Me petrifiqué no tanto de la petición como de lo asombrosamente dotada de su virilidad. Hablaba muy enserio. De ahí no había salida mediante bromas. Quise soltarme de su abrazo, pero su fuerza me controlaba.

Espérate Martín, que me lastimas.

Prefiero seducirte que violarte – afirmó con un tono de voz que comprendí mi destino. O me convertía voluntariamente en la hembra de cortejo, o me violentarían a serlo. Recordé cuantas veces habíamos terminado peleando, las mismas que le me habría vencido.

Es que no sé, no sabría ni como empezar. Dije dejando de luchar. Y simulando un interés que le hiciera olvidar la violencia.

Yo si. Y de inmediato comenzó a besarme el cuello y la nuca mientras sujetaba con fuerza mis caderas y las meneaba rítmicamente hacia su pene.

Empecé a experimentar un agradable sensación de calidez. Una mano suya paso recorriéndome el abdomen y buscando desabotonarme el short. Me alerté, le pedí que parara pero al soltarme me arrepentí. Lo miré a los ojos y le pedí que fuéramos a la cabaña abandonada donde guardábamos los insectos vivos en frascos, y donde nos refugiábamos cuando nos atrapaba alguna lluvia repentina.

Vamos allá. Y me lo explicas con más calma si? Aquí puede vernos algún paseante. Allá me siento más seguro.

– Ok, pero no vas a rajarte, verdad?

Cuando dijo esto, ví mi oportunidad de hacerlo. Podría correr y escapar de una inminente penetración para la que no estaba muy preparado. No estaba seguro querer ser marcado por una experiencia homosexual. Asentí con la cabeza, entornando los ojos de miedo. Empezamos a caminar mientras él tomaba mi mano como nunca lo había hecho: ahora ante sus ojos yo era aquella hembra que él se había comprometido a proteger. Me guiaba con ansia mientras hablaba y hablaba sobre cómo debíamos actuar de ese momento en delante. Estableciendo el entendido de que yo debía actuar con más delicadeza y él con mas hombría. Empecé a olvidar la idea de escapar seducido por su interés y su deseo por mi.

Al llegar a la cabaña, apenas a unos metros, giró bruscamente sobre mi y me cargó en brazos. Me asombré de su fuerza física y de la habilidad con que abrió la puerta con una certera patada al cerrojo. Entro y buscó donde depositarme, vio el viejo sofá que habíamos arrastrado hacia tiempo y me puso en el. Velozmente empezó a desvestirse del torso mientras yo tiritaba de miedo. Qué rayos vamos a hacer? Pensaba mientras me recostaba pensando que todo esto me estaba gustando y que Martín era un macho que se estaba ganado a su hembra. Se sentó a mi lado y me miró engolosinado por su recién adquirido derecho de acariciar mis carnosos muslos.

Quiero besarte. Me dijo mojándose los labios.

Eso supuse, dije mientras cerraba mis ojos. Un electrizante beso unió nuestros labios mientras ya enrolado, crucé mis brazos por su cuello.

Estás sabrosita. Fue la primera vez que se refirió a mi en femenino y estremeció todo mi ser con esa frase.

Hazme tu hembra, entonces. Mi afirmación y mi entrega sorprendió a Martín y me sorprendió a mi mismo. Me besó durante un tiempo prolongado mientras desabotonaba todo botón en nuestra ropa.

Con la ropa ya flojita, me giro con violencia. En mi mente empezó a proyectarse el recuerdo de todos aquellos videos de la vida salvaje que tanto me gustaban: Vigorosos potros montaban a sus yeguas para el apareamiento, un fiero león penetraba a una sometida leona mientras ambos rugían de placer. Llegó incluso a mi mente el recuerdo de cuando al patio de mi casa logró escabullirse una jauría de perros callejeros que aprovecharon el celo de mi fina perra labradora para darse gusto follándola en mis propios ojos.

La escena sería por el estilo. Martín se paró detrás de mío bajándome el short y el calzón hasta las rodillas y luego me inclinó hasta ponerme en cuatro patas.

– Por ahí debo entrar . Dijo para si mismo en voz alta mientras mojaba sus dedos de saliva y estimulaba mi esfínter.

Sabes lo que estás haciendo? Le dije con voz temblorosa mientras sentía entrar en mi culo la punta de sus dedos y con la otra me sujetaba de la barriga.

Perfectamente, dijo. He comprado unos videos donde se ve cómo se follan culitos como el tuyo.

Aaaayyy… Sentí cerca mi destino

Venga, chiquilla. Te voy a preñar.

Eso sería imposible, le dije con un suspiro

Pues por lo menos lo intentaremos

Al decir esto, comprendí que su intención era correrse en mi interior. Esa idea me dio pavor. Quise renunciar.

Oye Martín creo que no estoy muy preparado para esto. Sentí un tirón en mis caderas como para direccionarme hacia su pene erecto.

No temas, prepárate que ahí voy. Dijo sin importarle mis palabras.

Creo que debes darme tiempo y pensarlo un poco y… aaaahhhhh!!!!! La violenta entrada de su punta me cerró la boca de un golpe.

Uuuuhhgggg!!!! Qué apretadita estás!!!

Aaaaaayyyyy!!!!! Eres un salvaje!!! Grité sordamente. Sentí como el cuello de su pene avanzaba abriéndome las entrañas.

Mmmmhhhhhhh.

Oooohhhh!!!

Ahora si eres mi hembra!!! Muévete chiquilla!!!

Aaaahh!-aaaahh!- aaahhh!-aaahh! Gemía casi entre sollozos de dolor y de placer. Mientras sentía las poderosas embestidas de Martín detrás mío.

Uughh!!! Así!!! Mmmh!!!

Empecé a sentir un calor húmedo, una comezón deliciosamente saciada en mi interior. Luego un ardor intermitente que dolía-aliviaba-dolía-aliviaba.

Me voy a venir!!! Empezó a anunciar con gusto

No, no, no… por favor no los hagas dentro de mi!!! Le rogué

Cómo rayos que no! sólo así serás mi hembra, sólo así me pertenecerás… Ahí te van!!! Ahh.. aaahh… aaahh

No!!! si lo haces seré tu hembra por siempre!!!

Aaaaaaaaaahhh!!!! Pues ya lo ereeeeeesssssssssss!!!

Ohhhh, nooo!!! Sentí su chorro cálido mientras en mi mente, la idea de volver a ser hombre ya no me agradaba. Quería ser su hembra por siempre. Entregarme por siempre a mi macho.

Cuando terminó. Caímos de tumbo acostados en el estrecho sofá. Me abarcó en un protector abrazo mientras mi culo palpitaba de dolor y sentía aun erecta su verga. Mi espalda quedó de completo contra su pecho. Sus atléticos brazos me rodearon y sus piernas se entrepiernaron a las mías. Nos quedamos dormidos por horas. Despertamos ya caída la noche. Me acompañó hasta el portal de mi casa en silencio hasta entonces. Me miró a los ojos con amor y me dijo: desde hoy serás Ivonee, serás mi novia y sólo yo podré tenerte. Cerramos el trato con un tierno beso. El se alejó como si todo fuera de los más normal y yo me metí a escondidas. Buscando el baño.

Martín continua con lo que comenzó, cada vez que puede me lleva la cabaña abandonada, donde debo convertirme en Ivonne para él. Iniciamos la practica íade fuerroles en las que me es cada vez más difícil diferenciar la fantasía de la realidad.

No quería salir de mi cuarto, me sentía arrepentido de lo que había hecho. Pero cómo disimular ante mi familia lo que sucedía. Mi trasero me dolía tremendamente, y tardé casi tres días en recuperarme. Por la noche soñaba lo sucedido y me despertaba al borde de la excitación deseando verlo y repetir "la preña", ese término tan de rancho que había usado para referirse a la copula de macho y hembra y que habíamos interpretado siendo yo la hembra a "preñar". Me acordaba de esos detalles y me daba risa y ternura. Abrazaba la almohada pensando en que esto podía y debía quedar como algo más civilizado pero su rudeza me resultaba atractiva.

Me solidarice con el personaje de Jane. La novia de Tarzán tratando de educar al hombre mono. Pero los imaginaba en la intimidad y se me hacia agua la boca en pensar que tremendas embestidas sexuales le daría a la inglecita.