De altiva señora a perra sumisa

Me trasladé a Emiratos por motivos de trabajo, una vida de glamour y lujo me esperaba.

La verdad es que siempre fui un poco déspota, en el colegio de pequeña donde dominaba a mis compañeras de clase haciéndoles constante putadas y humillando a las más débiles, después en la universidad donde la historia se repitió, más tarde con mis compañeros de trabajo y cuando llegué a la cima de mi carrera profesional a mis empleados.

Ha de reconocer que siempre fui una mujer dominante en la cama, yo era quien elegía que hacer y que no hacer, cuando hacerlo y como hacerlo cuando de mantener relaciones sexuales se trataba.  Por mil cama pasaron decenas de hombres, pero siempre quien yo decidía, no creo que ningún hombre pueda decir que me engatuso para echarme un polvo.

Con 48 me encontraba sin pareja y recibí una oferta irrechazable para dirigir una empresa multinacional en Dubái, reconozco que no me lo pensé mucho.  Con lo que me pagaban en cinco años podría retirarme y eso fue lo que me decidió definitivamente

La empresa se dedicaba a los microchips y salvo el CEO en Taipéi, yo era la máxima autoridad en la empresa.

En el Aeropuerto Internacional de Dubái me esperaba Ali, un joven hindú que la empresa había contratado para servirme de chofer, jardinero y guía.  El chico era fuerte, alto y con una mirada penetrante.  No me fijé mucho más en él.

Alí recogió mis cuantiosas maletas y me dirigió hacía el chalet que la compañía había puesto a mi disposición.  Allí conocí a Sarah, la asistenta domestica que también la empresa había puesto a mi disposición.  La verdad es que, a pesar de sus ropas sueltas, se la adivinaba una belleza.

Los primeros días fueron frenéticos, conocer a mi equipo, conocer la ciudad, conocer incluso a la competencia.  Pasaron tres meses en los que no levanté cabeza.  Alí y Sarah era de gran ayuda por que gracias a ellos no me tenía que distraer con nada.

Todo iba estupendo salvo la parte sexual.  Mi vida social era nula y aunque había en la empresa un par de ingles y un alemán que gustosamente me hubiera llevado a la cama, por temas de jerarquía lo veía como imposible, tenía que conformarme con el vibrador que me había comprado por Amazon y con tener un poco de paciencia para poder encontrar a un hombre que me me pudiese llevar a la cama en algún momento.

Me metí en la cama salida como la esquina de una mesa, me masturbé con saña y antes mi sorpresa, lo que esperaba como una noche de sueño profundo después de caer rendida, se volvió una noche de insomnio tremenda.  Puse la tele, gran error, comí galletas, leí algo y cuando apagué la luz para intentar cerrar la pestaña, a lo lejos, fuera de mi habitación, pero dentro de la casa, empecé a oír unos quejidos como si de un tormento se tratase.

Me puse la bata y con un poco de miedo abrí la puerta, los sonidos seguían estando lejos, pero eran más claros.  Salí de la habitación y me encaminé hacia ellos.  Llegaban de la zona de las habitaciones del servicio.  Los gemidos y quejidos se hicieron claros del todo.

Avancé por el pasillo que llevaba a las habitaciones de Sarah y Alí.  La puerta de la habitación de Sarah estaba abierta y vacía`.  Desde la habitación de Alí salían gemidos, no es que estuviesen follando, algo que no vería bien, sino que ahí pasaba algo más.  Podía abrir la puerta de la habitación y haber puesto orden, pero sin embargo simplemente miré por el agujero de la llave.

Me quedé de piedra cuando vi a Sarah desnuda con una bola en la boca, atada a una argolla que caía del techo de la habitación de mi chofer y en la que nunca había reparado, sus piernas estaban separadas por una barra que de cada lado salían dos tobilleras que hacían permanecer las piernas de mi asistenta totalmente abiertas.  Con un látigo Alí azotaba el enrojecido cuerpo de la chica.  Los latigazos se dirigían hacía la depilada entrepierna de la chica y esta se retorcía de dolor a cada golpe.  Me quedé de piedra, pero no podía dejar de mirar.

Alí desató a Sarah y la hizo ponerse de rodillas con el culo en pompa, sacó de un armario otro látigo de siete cuerdas y con él empezó a azotar sus cada vez más enrojecidas nalgas.  Sarah gesticulaba de dolor, pero parecía gustarle por que al contrario de lo que hubiera sido lógico, no se movía de su sitio.  Alí sacó la bola de la boca de la chica y sacándose un esplendido pene lo introdujo en las fauces de mi empleadas y le hizo comérselo hasta que mi chofer se puso en tensión, síntoma de que estaba descargando su corrida en la boca.  La chica no dejó escapar una gota.

Aquella noche no dormí, me la pasé hasta el amanecer masturbándome con rabia sin poder sacarme de la cabeza lo visto esa noche.

Volví a oírles un par de días mas tarde cuando me levanté para ir al baño.  Ni lo dudé, bajé en silencio hasta las habitaciones del servicio y de nuevo a través del agujero de la cerradura pude ver como en esa ocasión Alí sodomizaba a Sarah mientras con una especie de pala de cuero azotaba sus nalgas.  En los pezones de mi limpiadora dos pinzas se cerraban con fuerza.

Cada noche ponía el despertador pasada la una de la mañana para poder agudizar el oído, si los oía.  La principio por curiosidad, finalmente por que me masturbaba como una adolescente viendo como Alí descargaba todo su sadismo sobre la chica y esta lo aceptaba con devoción.

Fueron seis meses muy intensos hasta que un día Sarah me comunicó que debía dejar el trabajo por que tenía que volver a su Polonia local.  Le agradecí los servicios prestados y pedí a la empresa que buscase a una asistenta que la sustituyese.

Antes de poder encontrar a una candidata, Alí me propuso que contratásemos a una conocida suya, algo que medité porque una cosa es que se follase a Sarah y otra muy distinta que me trajese a casa a una con la que tenía mayor relación.

Le di esperanzas, y aunque viendo a la chica me di cuenta que con lo gorda y fea que era, era imposible que el guapo Ali tuviese nada con esa chica, lo cual no sabia si era mejor o peor.  Finalmente la contraté.

Los días pasaban y sinceramente echaba de menos poder presenciar las sesiones que hasta unas semanas antes había tenido dos y tres veces a la semana.  Como me supuse entre Ali y Zoraida nada pasó por mucho que pasé horas en vela intentado oír algo.

Desde la primera vez que les pillé mi nivel de pajas había aumentado, la verdad es que poco a poco fui buscando como hacía Sarah mi placer en mi dolor y además de masturbarme con fuerza a veces me esposaba, a veces me ponía pinzas en los pezones y a veces me las ponía en el clítoris.

Aunque mi relación con el servicio era distante a Ali cada día le veía con distintos ojos.

Un día salí a cenar con un amigo de una amigo, un ingles con el que me pasé con el alcohol, bueno, que en realidad el ingles me hizo beber mucho esperando una noche de sexo.  Dudé sobre follarmelo, pero finalmente me decidí por mi vibrador y mis pinzas en casa.  Despedí a John con una sonrisa indicándole que Ali, mi chofer pasaría a recogerme en 5 minutos.

El viaje de 15 minutos a casa aumentó mi cogorza, cuando llegamos me di cuenta que llevaba todo el viaje con las bragas al aire pues mi falda se había levantado y no me había dado cuenta.

Subí dando tumbos a mi habitación, ni recuerdo si cerré la puerta o no, simplemente me desnudé, me puse unas pinzas en los pezones, otra en el clítoris y a cuatro patas empecé a meterme el vibrador hasta el fondo.

Alí solía dar una vuelta a la casa antes de retirarse.  Entrando en un profundo orgasmo y con el cuerpo lleno de alcohol vi normal que alguien cerrase unos grilletes contra la muñeca que maneja el pene de goma que a todo motor me llevaba a golpe la gloria. Una mano cogió mi otra muñeca y me esposo a la espalda ambas manos.  No podía ver quien era, pero retiró el vibrador de mi encharcado coño y antes de darme cuenta un latigazo cruzo mi nalga derecha, a continuación, otro mi nalga izquierda y así se fue alternando.

Mi cabeza decía que me resistiese, pero mi cuerpo pedía más caña.  No quise mirar para atrás, simplemente me dejé hacer.  Aquella noche me azotaron las tetas, el coño y mis nalgas. Obviamente era Alí el que se dedicó toda la noche a martirizarme, pero sobre todo el que con sus dedos y mi vibrador me llevó a séptimo cielo.

Por la mañana creo que por primera vez en mi vida tuve vergüenza cuando salí de casa y fuera me esperaba Alí para llevarme a la oficina

-       Alí, lo que pasó ayer me gustaría que quedase entre nosotros y por supuesto no se va a repetir. – dije intentando dar un poco de autoridad.

-       Cállate perra, esta noche a las 12 de la noche quiero que estés de rodillas en la puerta de mi habitación, desnuda.

Y no dijo más.  Le hubiera despedido allí mismo, pero no tendría como volver a casa y todo el mundo sabe como están los taxis en Dubái.  A las 10 de la mañana, empecé a pensar que debía de hablar con él para pedirle que se fuese, a la una pensaba que debía hablar con él, a las tres pensaba que debía dejar de pasar su insolencia, a las cinco pensaba que quien sabía lo que podría pasar, a las siete, me estremecí al verle, a las nueve el coño me chorreaba y a las doce menos cuarto todo mi piel era de gallina.

La casa estaba desierta.  Me desnudé, y bajé hasta los cuartos del servicio, jamás me había imaginado arrodillarme ante alguien, pero fue como un acto mecánico.

Fueron las 12 y cuarto cuando mi chofer abrió la puerta y sin decir ni hola me metió allí como estaba aquel magnifico ejemplar de polla en mi boca.  La empecé a mamar mientras mi chofer me cogía mis manos y me las ataba con una cuerda mugrienta.  Dejó que le chupase el rabo un rato hasta que sacó bruscamente su morena polla y tirando de mis ataduras me llevó hasta un garfio que caía del suelo donde metió las ataduras de mis muñecas y elevó la cuerda hasta dejarme casi de puntillas.

Desde detrás me puso la bola que anteriormente había estado cada noche en la boca de Sarah y sin mediar palabra empezó a azotarme las tetas.  El dolor era tremendo, pero la excitación lo batía sin duda.  Solo dejo de azotarlas para con un rustico succionador de pezones me los estiró hasta el desmayo, después siguió tirando de látigo.

Cuando mis tetas parecían en carne viva, empezó a azotarme las nalgas no menos de una hora, yo no podía con mi cuerpo.  Cuando paró pensé que aquello había acabado, pero sin desnudarme empezó a azotar mi coño, a cada golpe con más fuerza.  Cuando soltó el garfio caí rendida sobre el suelo de baldosa.

Alí no me dio tregua, me tumbó sobre la mesa que tenía en su habitación, atando mis piernas y brazos a las patas de la misma.  Me tapó los ojos y sin ningún miramiento con una polla de goma penetró mi ano, sin precalentamiento ni nada.  Hacía años que nadie lo había profundo y desde luego como mucho más atenciones.  Iba a protestar cuando Alí empezó a retorcer uno de mis doloridos pezones, el dolor fue terrible, el dolor fue maravilloso.

El vibrador me rompía por dentro, lo sacó un rato y de repente Alí debió penetrarme con su dura polla por que vi las estrellas.  Unas manos de agarraron a mis caderas y empezaron a bombear sin piedad.  De repitente me quitaron la venda y la polla de Alí apareció ante mi cara.  Chupé no sin antes mirar para atrás y ver a Zoraida que desnuda y con un arnés me follaba el culo como loca.

Alí me hizo chuparle el rabo durante más de 20 minutos.  Paró en seco antes de correrse.  Me desató, se tumbó en su jergón, me hizo subirme sobre su polla a la vez que Zoraida volvía a penetrarme con el arnés.

Alí se corrió en mi coño sin ningún rubor, cuando la sacó morcillona, Zoraida salió ella también.

Alí hizo que me tumbase en el frio suelo, Zoraida como movida por un resorte se puso de cuclillas sobre mi cara, y cuando iba a empezar a comerle el coño, la hindú empezó a orinarme en la cara.

Desde esa noche, Alí se trasladó a mi habitación, Zoraida a la de invitados y yo cada vez que volvía del trabajo me dedicaba a hacer sus labores de la casa.  Yo arreglaba el jardín, yo limpiaba la casa y lo es peor, cada mañana bajaba en autobús hasta mi oficina, eso si, cada noche entre ambos sirvientes me llevaban al paraíso a base de sufrimiento y vejaciones.