De acampada con los compis de clase (2).

Al acercarme parecía que todo estaba en silencio, pero al poco oí a alguien decir: - Enciende la linterna, que no vemos.- Era mi amigo, que ya tenía ganas de ver nabos, el muy cabrón.

Aquí podéis leer la primera parte, donde mis compañeros de tienda de campaña se cascan una de sus primeras gayolas:

https://todorelatos.com/relato/157092/

Ya estaba yo solo en la piscina, más tranquilo, aunque turbado por todo lo que acababa de presenciar. Había llegado con la toalla atada a la cintura, escondiendo mi tienda de campaña particular y el charco de precum en mi bañador. Y me había tirado directamente al agua.

Lo que más me impresionaba era haber visto a mi mejor amigo fuera de sí ¡rodeado de pollas! Pero… ¡¿qué era eso de meterle el pito de alguien en la boca?! ¡¡Qué puta locura!! Aunque un sentimiento extraño me hacía estar inquieto. ¿Podía ser una punzada de celos porque mi colega no me había agarrado a mí la picha? ¿O por no haber sido yo el que estaba ahí, de rodillas, recibiendo las corridas de los colegas…?

Yo hacía bien poco que había descubierto lo que era la masturbación, así que no tenía ni idea de casi nada. Pero mientras estaba apoyado en el borde de la piscina no podía quitarme de la cabeza el pollón moreno del mulato de mi tienda, ni esos cojonazos enormes que le colgaban hasta el colchón mientras mi amigo le pajeaba, ni la expresión de su cara escurriendo leche espesa y caliente… No pude más y me fui a las duchas, me encerré en una letrina y me pelé el rabo hasta que salieron unos chorros de lefa que dieron contra la pared. No era mucha cantidad, pero iban con una fuerza de la ostia.

Un par de churretones se quedaron pegados a mis dedos y me los llevé a la boca, supongo que influenciado por lo que había visto hacía un rato. Joder… era la primera vez que probaba eso que me salía del nabo cuando me tocaba y ¡estaba riquísimo… todo calentito y bastante espeso!

Al llegar la tarde, mi amigo actuó como si tal cosa. Hicimos la rutina normal, como si eso de hacerse pajas con los compañeros no hubiese pasado. Fueron pasando los días y se convirtió en una rutina que, de vez en cuando, los cuatro de la primera vez volvían a pelarse la banana como monos. El compañero más serio y yo solíamos pirarnos (¡mierda de vergüenza!). Aunque yo a veces me quedaba mirando y haciendo como que leía un libro o un tebeo. En estas ocasiones, cuando iban a acabar, siempre me hacían salir medio en serio, medio en broma. Un día descubrí por qué.

Por aquella época empezaban a darnos las primeras de educación sexual. Era una cosa divertida y vergonzante a partes iguales. También nos hablaban de la importancia de los condones y demás. Y los más avispados de clase tenían un preservativo en la cartera para vacilar e ir de machitos, aunque no hubiesen olido un chocho ni de lejos. El padre de mi amigo era ginecólogo, así que tenía uno de esos sobrecitos metálicos llenos de misterio y excitación. Me lo había enseñado alguna vez.

Volviendo al campamento, una tarde había acabado un partido de bádminton y me dirigía a la tienda de campaña. Estaba todo sudado y un poco caliente porque la noche anterior los viciosos habían tenido sesión de paja conjunta y yo aún no había podido descargar en el baño. Así que se me ocurrió mirar a ver si éstos estaban de gayola. Apenas había gente por el prado, así que fui por la parte de atrás de la tienda. Allí había una ventanita con mosquitera. Ya estaba oscureciendo y seguro que –de haber gente- tendrían alguna linterna encendida dentro. Podría ver sin ser visto y, con un poco de suerte, dejar la lona de la tienda llena de mi grumo. Jajaja.

Al acercarme parecía que todo estaba en silencio, pero al poco oí a alguien decir:

  • Enciende la linterna, que no vemos.- Era mi amigo. Ya tenía ganas de ver nabos, el muy cabrón.

  • Vale, pero tienes que hacer lo de ayer

  • Venga, vale. ¿Os falta mucho?

  • No, a mí ya me sale, ya me sale…

  • Joder, con el cabrón de mi colega. Ya le vale de mamar pollas.- Eso fue lo que pensé yo. Pero no.

Al asomarme estaban todos en su posición habitual: mi amigo arrodillado “midiendo” pollas y “pesando” huevos y el resto medio tumbados en los colchones apilados que eran los asientos. Pero hoy iban en pelota picada. Todos con el cipote bien tieso, que ya no se cortaban en magrear a saco. Como el otro chaval y yo nos habíamos apuntado al campeonato de bádminton se pensarían que íbamos a llegar más tarde y estaban confiados. Pero a mí me habían eliminado pronto. Jejeje… Mi amigo estaba buscando algo en su mochila. Parece que lo encontró y se acercó rápidamente al que decía que ya se venía. Y entonces lo vi.

El muy cerdo estaba arrodillado a los pies del chaval simpático -que se había levantado-, desatando el nudo a un condón que estaba lleno, por lo menos hasta la mitad, de corridas.

Cuando mi amiguito logró abrirlo, lo sujetó para que el otro metiera la punta del capullo en el preservativo. Levantó la mirada de vicio hacía su cara justo cuando empezó a lefar entre bufidos. La leche brotó a raudales dentro del condón, mezclándose con el producto que ya contenía. Recuerdo que me asombré de lo blanco que era el semen reciente y lo casi transparente del añejo. Por ahí ya me había sacado mi chorra y estaba magreándola despacito mientras me mordía los labios y me ruborizaba del vicio que tenían mis compis. ¡Por eso nos echaban de la tienda cuando iban a acabar sus sesiones! ¡Qué putos cerdos!

  • ¡Buah, campeón! ¡Qué bueno! Ya no se te cae ni una gota, eh… Jajaja- rieron todos, incluido el arrodillado.

  • La experiencia es un grado- contestó ufano. Y, mirando al mulato pollón, sin disimular el vicio que tenía encima dijo –Ahora te toca a ti- con una sonrisa de oreja a oreja.

El pollón moreno del chaval brillaba humedecido por su propio precum, pero seguro que también por las babas del mamón que tenía ahora arrodillado delante. Joder, si al muy cerdo hasta le escurrían por la barbilla. También colgaban de su rabo hilos de precum que iba dejando por el suelo de palés.

Ni corto ni perezoso, sabiendo que era el centro de atención de sus colegas por ese pedazo de cipote, se levanto con calma, sin dejar de pajearse a buen ritmo, y dijo:

  • Ya sabes que primero tienes que hacerme lo de la lengua y luego te lo echo donde quieras.- Dicho y hecho: mi amigo sacó la lengua como un perrito y el moreno empezó a frotarse por ella el capullazo mientras suspiraba y le daba aún más caña a su rabo.

Yo ya iba súper salido con mi propia paja, también escurriendo algún goterón a la pared de lona.

Al poco rato el moreno hizo un gesto y, rápidamente, se separó de la boca del mamón para agarrarse la polla. Entre los dos hicieron un acople perfecto del capullo en el preservativo y empezó a manar una corrida impresionante.

El rubito imbécil que todavía no echaba leche ya se había corrido y estaba enfocando la operación con la linterna. Todos concentrados en ese pequeño milagro.

Las dos primeras contracciones fueron rápidas y el semen salió con mucha presión hasta el condón. Después el chaval se quedó en tensión, miró a mi amigo a los ojos y este le respondió con su gesto de morderse el labio inferior; ese por el que le escurrían babas y precum. ¡Menuda cara de puto vicio, joder! Justo ahí yo me di cuenta de que también me venía el gustazo. No quité ojo de la escena porque el mulatito empezó a resoplar mientras sacaba la lengua. Ya llegaba el resto de su corrida: eran chorros laaaargos y gordos… como si estuviera meando con fuerza nata blanca y espesa. Cada cascada duraba dos o tres segundos. Y soltó tres… cuatro… cinco… seis… hasta siete. Ahí tomo aliento y dejó escapar otros dos churros de lefa más pequeños. Escurrieron lentamente por la pared del preservativo, que ahora estaba mucho más lleno.

Mientras miraba el espectáculo, de mi polla había salido también la corrida de dos días. Con los gemidos del colega no se había oído como caían en la pared de la tienda. Escurrían despacio hacía la hierba del suelo.

El que no había lefado aún era mi amigo del alma. Vimos como empezó a ordeñar los restos de la polla del mulato dentro del condón y como se manchó las manos en el proceso. Parece que lo hizo a propósito, porque ató un nudo rápido a lo que tenía entre manos y untó su capullo con los restos de leche de los compañeros.

Tenía un pellejazo oscuro y grande. Me encantaba. El esperma blanco resaltaba aún más sobre su piel. Mientras se cascaba un buen pajote (despacio, gozándoselo) se pasaba el condón lleno de leches por los huevos y el rabo. Supongo que ahora estaría bien caliente.

El moreno pollón, que se veía que era un buen vicioso, empezó como el otro día a amasar escupiña en la boca. Cuando le pareció oportuno estiró la cabeza, apuntó y fue soltando un buen lapo que fue a parar entre la polla de mi amigo y el condón lleno de lefa. Sonrieron todos con el sonido que ahora salía del pajote: choffff, choffff, choffff…

El rabo empezó a dar espasmos. Todos estaban (¡estábamos!) ensimismados esperando la corrida de mi amigo. Y llegó. Nadie se movió, así que el primer chorrete cayó encima del preservativo con forma de polla. Dos, tres contracciones más que mandaron una buena ración de lefa a la pierna y al pie del mulato. Ni se inmutó. Ya tenía el pie manchado de un par de goterones de su propia polla, que seguía morcillona pero escurriendo. Y se juntaron las dos leches.

Cuando todo pasó, mi amigo, como si fuera lo más normal del mundo, cogió unos pañuelos de papel, envolvió la cantimplora de semen que ahora era el condón y lo guardó en su mochila.

Volvió donde estaba antes. Se arrodilló encima de su propia lefa y empezó a lamer los restos de la corrida del pie del mulatito. Siguió subiendo por la pierna, por los huevos y, mientras tragaba, se metió el cipote en la boca moviendo bien la lengua.

Hizo lo mismo con las otras dos pollas. Se noataba que absorbía bien: sus mofletes se metían para adentro al hacer el vacío.

Justo cuando ya estaban vistiéndose, vi que el otro colega de tienda estaba acercándose. Me metí hacia la parte de atrás, hacia los árboles, y me puse a echar una meada para dejar que él entrase primero.

¡Qué gustazo, mear al aire libre!

Si os ha gustado, escribid y charlamos un rato de morbos y experiencias.

Aquí tenéis más de las mías: https://todorelatos.com/perfil/1468078/

¡A disfrutar del pajote!