De acampada
Ocurrió una noche en medio de una acampada a la que fui con un amigo.
Ocurrió una noche en medio de una acampada a la que fui con un amigo. Este amigo y yo siempre hemos sido como uña y carne. Aunque nos conocimos ya mayores nos parecemos mucho en la forma de pensar, en nuestras opiniones y tenemos edades similares, lo q ha hecho que hallamos pasado buenos y malos momentos juntos. Venimos a ser lo que se llama dos camaradas y con el paso del tiempo he llegado a ser uno mas para su familia, estando, incluso, en medio de muchas reuniones familiares: celebraciones, noticias aunque por mi naturaleza, de manera distante.
Uno de esos momentos fue, el pasado verano, una acampada en la playa organizada en el grupo de amigos que tenemos. Una acampada como tantas otras que hemos hecho salvo que en esta, se nos unió su hermana menor. Todo fue de lo mas normal hasta que llego la noche, la noche del tercer día en la que yo me retire antes que todos y deje a los demás para ir a dormir a la caseta en donde nos quedamos los tres: mi amigo, su hermana y yo.
Durante la noche, cuando ya todo el mundo estaba durmiendo yo desperté. Alguien se había arrimado demasiado a mi, me encontraba incomodo y pensaba empujarlo para hacerme hueco pero no lo hice. Resulto ser la hermana de mi amigo la que moviéndose en sueños vino a dar contra mí. Yo me ladee suavemente pero ella lo noto y, en sueños como digo, se movió también conmigo de forma que nos encontramos los dos colocados de lado, su espalda contra mi pecho.
Como había hecho calor la entrada de la caseta no estaba cerrada y por la mosquitera se filtraba la suficiente luz. Distinguí, aunque en penumbras, que estaba vestida con una blusa de tirantes y unas preciosas braguitas solamente. Me incorpore sobre mi codo y el roce de mi pecho y mis pezones contra la tela de su blusa hizo que algo saltase en mi interior, pero ella debió sentir algo de frío porque, buscando calor, inconscientemente se arrimo mas a mi. Ahora podía notar sus perfectas nalgas contra mi miembro y podía ver perfectamente su vientre, su elevado monte de venus velado por la ligera tela, los huesos de sus caderas suavemente marcados en su piel y el principio de sus contorneados muslos iluminados por la luna.
No hacía más que recordarme a mi mismo que ella era casi como mi propia hermana menor pero tampoco podía dejar de sentir lo erecto que estaba y el deseo que se había despertado en mí. Tampoco podía apartar a mis ojos de la visión que contemplaban, ni negarle a mis sentidos la realidad de aquel cuerpo terso y joven que irradiaba calor y respiraba junto a mí. Nervioso y excitado a la vez puse mis dedos sobre su pubis. Lo intente hacer suavemente para que no despertara, al menos tanto como me lo permitió mi contradicción interior que hacía que mi mano temblara.
Pero no la quite. Al contrario, la deslice hacia sus muslos y, siguiendo la curva, la fui metiendo entre sus piernas. Cuando mis dedos empezaban a encontrar sus labios y su clítoris ella, con un ligero estremecimiento, abrió sus piernas y las volvió a cerrar aprisionando delicada pero firmemente a mi mano en el lugar justo. El movimiento, aunque sutil y continuo hizo que me quedase quieto y no me moviese más hasta que comprobé que seguía completamente dormida. También me provoco una erección mejor, más dura y grande si cabe.
Cuando recupere mi confianza comencé a acariciarla; poco a poco, suave y se despertó. No me di cuenta hasta que con su mano cogió la mía y esquivando sus bragas la coloco directamente sobre su vulva apretándola fuertemente. No tardo en darse la vuelta y colocarse sobre mí mientras se introducía mi miembro casi salvajemente. Con un ultimo pensamiento razonable, temí que su hermano, que dormía a nuestro lado despertase, se lo señale, y entonces me di cuenta que la lucha interna que yo había tenido hacía mella ahora en ella, pero al igual que en mí, también en ella gano la excitación, y su única concesión a la precaución fue agacharse sobre mí y bajar el tono de sus gemidos. Y de esa forma, unidos nuestros labios y nuestros cuerpos moviéndose acompasados, llegamos al éxtasis. Unidos, como todo había empezado pero esta vez cara a cara.