DDLG- No puedo dormir, Daddy.
La puerta se abrió lentamente y ale apareció en el umbral de la puerta. -¿Qué sucede, princesa? +Lo siento Daddy...no podía dormir...y tengo que pedirte permiso... -¿Permiso para qué? +...para...ya sabes...jooo...
Eran las diez en punto, hora de dormir. Acosté a alejandra en su camita y la arropé fuerte con las mantas. Encendí la lámpara de noche en forma de unicornio que había ganado para ella hace unos días en una barraca de feria y le di a mi pequeña un besito en la punta de la nariz.
-Buenas noches, princesa.-
-Buenas noches, Daddy-
Apagué la luz del techo, que comenzó a iluminarse con pequeñas motas de colores provenientes del unicornio, y cerré la puerta suavemente.
Volví a mi habitación y encendí mi portátil para trabajar en un informe trimestral que quería adelantar. Me quité la ropa y, atenuando la luz, me senté en la cama recostándome contra el cabecero y comencé a teclear.
Casi lo tenía terminado cuarenta y cinco minutos después cuando llamaron a mi puerta con tres tímidos golpecitos.
-Adelante.-
La puerta se abrió lentamente y ale apareció en el umbral de la puerta. Estaba adorable con la cabeza baja mirando fijamente sus pies descalzos y jugueteando entre sus dedos con el dobladillo de la pernera de su pijama rosita, que consistía en un mono corto que se cerraba por dos clips de botón en la zona de la entrepierna.
-¿Qué sucede, princesa?-
-Perdona Daddy, pero no podía dormir y...tengo que pedirte permiso...-
respondió bajando aún más la mirada por la vergüenza.
-¿Permiso para qué?-
-Para...ya sabes, joo...-
sus mejillas se sonrojaron hasta casi difuminar sus pecas mientras agarraba con más fuerza el borde del pijama.
-¿Quieres tocar tus partes de princesa?-
Sus mejillas se iluminaron con más fuerza.
-...ss...-
respondió en apenas un susurró.
-No te oigo-
-Sí, Daddy. Quiero pedir permiso para tocar mis partes de princesa.-
Respondió cerrando fuerte los ojos.
Cerré la tapa del portátil y lo dejé en la mesilla a mi costado.
-Está bien. Empieza-
Limpié los cristales de mis gafas con el borde de la fina sábanas que me cubría y volví a colocármelas.
-...¿aquí mismo?...-
Preguntó ojiplática.
-Sí. Empieza.-
Tímidamente acercó la mano a su entrepierna y comenzó a acariciarse por encima de la ropa. Con cada roce apretaba un poco más fuerte, frotando desde la parte más baja de su pubis hasta prácticamente la entrada de su vagina, prestando especial atención a su clítoris. Suspiraba levemente con cada toque mientras una marca de humedad se empezaba a dibujar sobre la tela por donde frotaba.
-Ven aquí-
dije retirando la sábana que cubría mi desnudez y dando una palmadita sobre mi muslo.
- Súbete.-
Me obedeció sin rechistar y se arrodilló con las piernas abiertas sobre mi regazo, sujetándose con una mano al cabecero de la cama.
Desabroché los botones de su pijama y con cuidado se lo quité por encima de la cabeza, quedando completamente desnuda sobre mí.
-Sigue.-
No esperó para llevarse la mano al pecho y apretar sus pezones rosado que apuntaban firmes directamente a mi cara. Jugueteó con ellos un momento y volvió a deslizar la mano hacía sus partes de princesa. Volvió a estimularse lentamente mientras acompañaba cada caricia con el movimiento de sus caderas, aumentando la velocidad y dando una pequeña sacudida que la dejó aún más pegada a mi cuerpo.
Con cada toque rozaba ligeramente mi entrepierna y podía sentir la humedad de su interior sobre mi miembro erecto ante tal espectáculo.
Puse las manos sobre sus caderas para acompañar sus movimientos y darle mayor estabilidad, acariciando a su vez su suave piel. Dejé que las palmas de mis manos se deslizasen hasta su apretado trasero, haciendo que alejandra diera un respingo y acercase sus labios a mi oído. Ahora podía sentir su aliento chocando contra mi piel con cada gemido.
-Ahh...Daddy...ya...ahh....me voy a...ahhh-
Su final estaba cerca, así que la levanté por las caderas obligándola a ponerse en pie y dejar su suave y rosado coño justo a la altura de mi cara, permitiéndome hundir la boca en su interior y devorando todo el jugo que emanaba.
Los gemidos se transformaron en gritos de placer mientras la succionaba y su cuerpo quedó tenso cuando alcanzó el orgasmo. Estuvo así, completamente inmóvil, mientras limpiaba con mi lengua todo el dulce flujo que había salido de su interior. Cuando terminé, su cuerpo se deslizó hasta volver a quedar sentada sobre mi regazo.
Entre jadeos, comenzó a besarme el cuello mientras se aferraba fuerte a mí.
Con un leve movimiento de caderas comencé a rozar la húmeda entrada de su cuerpo con mi miembro.
-Daddy...no, por favor...para...-
dijo con un leve jadeo.
La agarré del pelo con una mano tirando su cabeza hacia atrás y me introduce entero dentro de ella de una sola estocada.
-Aún no hemos terminado. Sólo las zorras se corren y se largan. Y tú no eres una zorra, ¿verdad, princesita?-
La penetraba despacio pero con fuerza, haciendo que mi pene saliera y volviera a entrar completamente de dentro de ella.
-No, Daddy. Lo siento. No soy una zorra.-
La seguía sujetando del pelo mientras la embestía salvajemente. Unas lagrimas rodaron por sus mejillas acompañadas de unos gimoteos de dolor y placer. Toda ella se estremecía ante la fuerza de cada penetración.
-Duele, Daddy. Me haces daño.-
dijo entre lloros.
La solté del pelo para dejar que se abrazase a mí. Estaba desbocado y no podía parar.
Ella hundió la cara en mi cuello y sus lágrimas comenzaron a caer sobre mí. Sus gritos eran tan salvajes como mis embestidas, así que apreté su cabeza contra mí para amortiguar un poco el volumen. Respiraba agitadamente mientras cerraba la boca alrededor de mi piel, mordiendo mi hombro y clavando sus uñas en mi espalda para así soportar el dolor.
En ese momento entramos en un círculo vicioso en el cual yo la penetraba con mayor fuerza por la dureza de su agarre y ella mordía y arañaba con mayor fuerza por aumentar la rudeza de las embestidas.
Sentía que nos íbamos a romper mutuamente. Ella me desgarraba desde fuera y yo lo hacia desde dentro.
Finalmente, con unas últimas embestidas, me aferré a su cuerpo lo más fuerte que pude mientras me desbordaba dentro de ella con un gemido casi animal.
Permanecimos inmóviles en esa posición hasta que nuestros cuerpos comenzaron a relajarse y nuestras respiraciones se normalizaban. Abrazados mutuamente. Ella con la cara hundida en mi cuello y yo aún dentro de ella.
-Lo has hecho muy bien, princesa.-
dije mientras la acariciaba el pelo.
Ella se irguió para mirarme de frente, aún con la cara manchada por las lágrimas.
-Gracias Daddy. ¿Puedo quedarme a dormir contigo, por favor?-
-Claro, te lo has ganado.-
dije con una sonrisa dando un besito a la punta de su nariz.
- Te quiero, pequeña.-
-Yo también te quiero, Daddy.-