DDLG- Invitados a un cumpleaños
Tumbé a Alejandra sobre mi regazo y el primer azote calló sobre su culo resonando por todo el jardín. -Te he dicho...(Azote)...que no puedes interrumpir a lo mayores...(Azote)...cuando están hablando...(Azote) ¡Y ni se te ocurra volver a llevarme la contraria! ¿entendido?-
Alejandra entró corriendo al jardín de la casa nada más se abrió la puerta y le entregó el regalo, que tan cuidadosamente habíamos envuelto unas horas antes en papel rosa con un gran lazo dorado, a su amiga Lucy. O al menos creo que se llamaba así, tampoco es que hiciera demasiados esfuerzos en aprenderme su nombre; sólo tenía ojos para mi pequeña princesa.
El jardín de la casa había sido decorado especialmente para el cumpleaños. Un enorme castillo hinchable de color rojo y azul había sido colocado en el centro del patio, a un par de metros de una mesa llena de regalos y un gran pastel glaseado en forma de mariposa con dos grandes velas formando el número 23. En la esquina más alejada habían colocado una alfombra aterciopelada donde algunas chicas jugaban con sus muñecas sin quitar los ojos a una llamativa piñata colgada a un par de metros sobre la rama de un árbol. Sin duda estaban deseosas de descubrir su dulce interior.
-¡
Dady! ¿Puedo montarme en el castillo, porfa?-
me preguntó Ale apretándome la mano.
-
Está bien. Pero primero tienes que quitarte los zapatos.-
Ale volvió a salir corriendo hacia la estructura de plástico y se sentó en el suelo para desanudar los cordones frenéticamente. Una vez sueltos, tiró fuerte de los zapatos hasta casi lanzarlos por los aires. Justo antes de abalanzarse dentro del castillo, giró en redondo para mirarme fijamente. Yo no moví ni un músculo. Le sostuve la mirada apenas dos segundos hasta que se dió cuenta de su error. Con resignación, volvió a acercarse a donde había lanzado los zapatos de mala forma y los colocó perfectamente alineados frente a la entrada de la atracción. Mi princesa me lanzó una mirada esperando que aprobase su comportamiento. Le guiñé un ojo para que supiera que lo había hecho bien. Nos estaba costando, pero poco a poco, mi pequeña trasto estaba aprendiendo a ser ordenada. O al menos lo intentaba.
Dejé que Alejandra jugase un rato con sus amigas mientras me tomaba una cerveza con el resto de Daddys. Conversamos de cosas banales: el tiempo, la cartelera, algo de deportes... En realidad no estaba muy interesado en nada de la conversación, sólo intentaba ser simpático mientras mi pequeña se divertía.
La observaba de reojo mientras conversaba con el Señor X, el Daddy de una de las niñas. El tipo, que rondaría los 40 y se conservaba bastante bien a pesar de las canas que despuntaban sobre sus sienes, seguramente se dio cuenta de la situación aunque no dijese nada. Él también estaría más pendiente de su peque que de sociabilizar.
Ale correteaba enérgicamente por todo el jardín. Había tardado más de lo normal en vestirse, pero sin duda había merecido la pena. Llevaba un peto negro de pernera corta que se ajustaba a ella a la perfección, marcando sus caderas y la forma de su trasero como si estuviera hecho de látex pero sin restringir sus movimientos. En la parte superior, lucía la camiseta que le había regalado apenas unas semanas atrás. En letras cursivas y de un negro opaco sobre el fondo blanco narraba “Satan is my Daddy”, coronando su cuello con su collar de cuero negro con un cerrojo de plata pulida en forma de corazón. A parte de sus zapatillas deportivas negras, no llevaba nada más. Había dejado sus tirabuzones pelirrojos sueltos al aire para que estuviera lo más cómoda posible.
-¡
Daaadddyyyyy
!- Con ese tono de voz exageradamente melódico, ya sabía que venía a pedirme algo.-
Dady. ¿Les haces unos globitos a mis amigas?
Porfaaaaaa...-
Ale agitaba la bolsa con el material de globoflexia frente a mi cara mientras hinchaba los labios para formar un puchero infantil.
-¿Quién te ha dado permiso para coger los globos?-
Sus enormes ojos azules se abrieron como platos enmarcados por una constelación de pecas. Estaba claro que había cogido la bolsa sin permiso y no iba a salirse de rositas.
Pasé la mano por detrás de su cabeza sujetándola por los mechones de la nuca. De un fuerte tirón, la atraje hacia mí lo suficiente para que su oido se quedase a la altura de mi boca.
-Muy bien, haré unos globitos para tus amigas, pero cada globo que use será un castigo-
-Sí Daddy. Lo siento, prometo no volver a hacerlo.-
Las niñas empezaron a agolparse a nuestro alrededor. Un perrito, una flor, una corona...Moldeaba los globos para hacer las figuras a la mayor velocidad posible sin perder la cuenta de cuántos utilizaba. Al final, fueron 25.
-Princesa, ¿cuántos globos han sido?-
-Eh...¿18?-
-¿Estás segura?-
Sabia perfectamente que había hecho mal cogiendo la bolsa de globoflexia sin permiso, pero sería muchísimo peor si intentaba mentirme.
-No...Han sido 25...Lo siento mucho, Daddy...-
Ale miraba al suelo conteniendo un sollozo. Al final, ella era la única que no tenía ningún globo.
-¿Quieres que te haga algo especial? Este te lo perdono-
Su expresión cambió drásticamente, iluminándosele la cara con una grandísima sonrisa. Sin duda, sabía como tenerla contenta.
Escogí tres pares de globos. Dos de color fucsia, dos violeta y otros dos plateados. Los hinché y moldeé hasta tener la forma deseada. Pasando los globos plateados por sus brazos a modo de mochila, dos gigantes pares de alas asomaban de su espalda. Había convertido a mi princesa en un hada que no paraba de corretear por toda la fiesta.
-
Parece que habéis triunfado con las figuritas esas-
comentó el Señor X mientras miraba divertido como nuestras niñas empezaban una pequeña batalla con algunos globos en forma de flores que habían abandonado en un rincón.
-
Eso parece. Tengo una pequeña muy consentida, pero se hace querer. A ver cuánto le dura el juguetito-
Como si lo hubiera invocado por tan sólo nombrarlo, empezaron a escucharse las primeras explosiones. En menos de 10 minutos no quedaba casi ninguna figura entera.
Decidí ignorar esta situación ya que no estaba de humor para ponerme a rehacer todas las figuras. Además, había comenzado una conversación interesante con unos cuantos Daddys sobre una nueva marca de cuerdas hechas de algodón con corazón de nylon bastante buenas para hacer shibari. Apunté mentalmente comprar un par de metros.
-
Tiene buena pinta. A mi juicio, las de cáñamo tiene un efecto visual más interesante, pero las de algodón pueden...-
-¡Daaadddyyy!-
Ale me interrumpió agitando de nuevo la bolsa con globos
-¡Se han explotado! Hazme otro-
-No puedes interrumpirnos cuando estamos hablando. Cuando termine, te haré otro-
-¡JOOOO...NUUUU! ¡YO LO QUIERO AHORA!-
No iba a consentir que le diera una pataleta en frente de todo el mundo, así que de un movimiento le solté los tirantes del peto y se lo bajé hasta la altura de los tobillos, dejando al descubierto su trasero de porcelana cubierto por unas ajustadas braguitas rosas con dibujos de Minnie Mouse. Tumbé a Alejandra sobre mi regazo y el primer azote calló sobre su culo resonando por todo el jardín.
-Te he dicho...-
Azote
-...que no puedes interrumpir a lo mayores...
-Azote-
...cuando están hablando...-
Azote-
Y ni se te ocurra volver a llevarme la contraria, ¿entendido?-
Estrellé con todas mis fuerzas la palma de la mano contra su culo tres veces más, acompañados de un grito de dolor con cada golpe. La silueta de mis dedos quedó dibujada de un rojo intenso sobre la piel que no estaba cubierta por la tela de su ropa interior.
La bajé de mi regazo, la desnudé completamente a excepción de su braguitas y la dejé arrodillada en el suelo. Usé uno de los globos para atar sus muñecas por detrás de su espalda y apresé uno de sus pezones entre mis dedos índice y pulgar, poniéndose erecto al presionarlo y pellizcarlo.
-La frente al suelo y el culo hacia el cielo-
Aunque había sido una orden, Alejandra no se movió ni un centímetro. Me sostuvo la mirada desafiante buscando que la castigase.
-Abajo-
dije retorciendo ambos pezones y tirando de ellos hacia abajo.
Alejandra dio un grito de dolor y su cuerpo descendió arrastrado por mi agarre.
Y así la dejé, con la cara contra la hierba y el culo en alto, dándoles a mis compañeros un primer plano de sus partes de princesa apenas cubiertas por la fina tela de sus braguitas, dejándola expuesta ante ellos.
Saqué otro globo de la bolsa y lo estiré tanto como pude entre mis manos. Lo acerqué hasta sus nalgas y solté uno de los extremos haciendo que el latigazo cruzase ambas nalgas.
-Te vas a quedar así hasta que yo lo diga. Y no quiero oírte ni una queja, ¿entendido? -
Volví a estirar y soltar un extremo del globo, haciendo que el sonido del impacto sonase incluso mayor que en el latigazo anterior.
-
¡Aayyy! ¡Sí, Dady! ¡Lo siento!-
Contestó apretando la cara contra el suelo por el dolor.
Volví a sentarme en la silla para recuperar la compostura.
-
Disculpen por el espectáculo. Tenía que darle un pequeño castigo.
-No te disculpes, es comprensible. De todos modos, esto parece muy divertido. ¿Me permites?-
dijo el Señor X.
Alargó la mano en dirección al globo que aún sujetaba entre mis dedos. Sin duda, el también quería aplicar un pequeño correctivo a mi pequeña macarra.
-Desde luego. Por favor, no te cortes. Y siéntete libre de hacer lo que creas necesario si escuchas la menor queja.
Una sonrisa sádica cruzó su rostro. Si tenía que humillarla delante de todo el mundo para que aprendiese la lección, así lo haría.
Los latigazos no tardaron en llegar, cayendo a un ritmo desenfrenado sobre su trasero y entrepierna con una precisión aterradora, dejando a su paso final lineas rojizas horizontales sobre su blanca piel.
Ale enterraba la cara en el suelo ahogando sus gimoteos, manchándose de hierba y tierra. Cerrando los ojos con fuerza, una lágrima caía por su mejilla hasta mezclarse con las manchas de suciedad. Con la mirada enterrada en el suelo no podía ver que el resto de Daddys se había congregado a nuestro alrededor para ver la escena. Algunos sólo observaban, otros disfrutaban del espectáculo con la mano perdida debajo de los pantalones. Incluso pude ver a uno de ellos que habían aprovechado para sentar a su Little sobre su regazo para que observara cuáles serían las consecuencias de imitar a mi princesa mientras la acariciaba suavemente la piel expuesta por debajo de una falda que apenas cubría más allá de las ingles.
Los latigazos caían sobre el trasero de Alejandra implacablemente, tan rápidos que no pude llevar la cuenta. Se esforzaba por mantenerse inmóvil, pero con cada golpe agitaba levemente el culo para apaciguar el dolor. Un sonoro latigazo hizo que lanzara un resoplido contra el suelo, apenas pudiendo controlar los gritos.
Con un gesto de la mano, indiqué al Señor X que parase. Al detenerse los latigazos, Ale relajó las caderas aliviada por el descanso momentáneo.
Me acerqué a la mesa donde habían dejado el picoteo y cogí una cerveza de un cubo con hielo. Volví hacia el círculo donde había dejado a mi peque y acerqué la lata helada a su dolorido trasero. Cuando el frío aluminio tocó su piel, un gemido se escapó de sus labios y levantó las caderas para darme un mejor acceso a su culo maltratado. Hice rodar la lata, dejando que las gotas de agua cayeran sobre su piel enrojecida. Recorrí entero su trasero hasta llegar a la hendidura de su sexo, que había comenzado a dejar marcas de humedad sobre su ropa interior.
Con delicadeza, aparté a un lado la fina tela de las braguitas e introduce dos dedos en su coño, moviéndolos lentamente para comprobar su grado de excitación. Alejandra gemía levemente mientras movía las caderas buscando aumentar la velocidad y fuerza con la que la penetraba.
Al sentir cómo se inundaban mis dedos, los saqué y se los introduje hasta el fondo de la garganta mientras con la otra mano la sujetaba por el cuello, alzándola hasta que volvió a quedar arrodillada en el suelo.
-Chupa-
E inmediatamente comenzó a lamer y mamar mis dedos hasta eliminar cualquier rastro de humedad como si se tratase de una felación, mirándome fijamente a los ojos en todo momento.
Finalmente, contento con el resultado, saqué los dedos y recuperé la lata de cerveza para darle un sorbo.
-
¿Recuerdas cuantos globos he usado?-
-Sí Daddy, han sido 25.-
Me respondió volviendo a fijar la mirada al suelo.
Sujetándola por el pelo, la guié para que volviera a apoyar la cara contra el suelo y levantara las caderas, dejando la lata equilibrada en lo alto de su trasero.
-Muy bien. Vas a recibir 25 azotes por haber cogido la bolsa sin permiso y no quiero que la lata se mueva ni un milímetro. Si se te cae, empezaremos de nuevo.-
Solté la hebilla del cinturón y tiré de él para sacarlo de los ojales del pantalón.
- Señor X, si es usted tan amable...-
-Desde luego-
Alargó la mano para coger la rígida tira de cuero y la dobló por la mitad, estirándola para comprobar su dureza
- ¿Empezamos por algún lugar en particular?
-Céntrese bien en la planta de los pies. Y no tenga prisa, quiero que esta malcriada cuente en alto cada azote-
Apenas había terminado la frase cuando lanzo el primer latigazo que impactó sobre la planta de su pie izquierdo.
-¡Aaahh!-
gritó mientras me lanzaba una mirada de odio por el castigo que había escogido.
-Creo que no ha entendido bien que tiene que contar en alto. Repítalo, por favor.-
-¡Aaayy! Uno. Uno. Lo siento, Daddy.-
gritaba Ale enterrando más la cara en la tierra al repetir el latigazo, sonoramente más fuerte que el anterior.
El señor X podía estar orgulloso de su puntería. Los chasquidos impactaron otras dos veces en la planta de su pie izquierdo. El cuarto fue dirigido a la hendidura de su sexo.
Ale soltó un grito ahogado y contrajo las caderas, haciendo que la lata volcase y vertiese parte de su contenido sobre su espalda.
-Desde el principio, por favor-
dije colocando la lata en su sitio.
Ale volvió a contar desde cero. Los tres primeros latigazos golpearon sobre su nalga derecha. Otros tres acompañaron a la izquierda. Las primeras lágrimas asomaron con cinco chasquidos rápidos sobre su espalda. Mi princesa gemía de dolor con cada golpe y contraía las nalgas para evitar volver a tirar la lata. Diez latigazos alternaron entre las plantas de sus pies. A estas alturas, mi pequeña lloraba desconsoladamente, creciendo aún más la macha de tierra y lágrimas sobre su cara.
-¡21!...¡Lo siento, Daddy!...¡No lo volveré a hacer!-
El cinturón había cumplido su función dejando gruesas líneas carmesí sobre su piel. Su cuerpo temblaba haciendo inestable la lata que coronaba su culo.
-Te quedan 4. Espero que con esto aprendas la lección.-
El señor X aguardó un momento y, a mi señal, propinó cuatro latigazos rápidos sobre su sexo.
Ale chilló y gimoteó, se estremeció y hundió la cara aún más en el suelo. Cuando su cuerpo se relajó, desaté sus muñecas y la sujeté entre mis brazos. Sentí su frágil cuerpo aferrarse a mi cuello mientras la estrechaba contra mí
-Gracias por la fiesta. Si me disculpan, creo que alguien necesita un baño.-
Cargando con Ale entre mis brazos, me dirigí a la entrada de la casa.
-¿Te lo has pasado bien, princesa?-
-Chi, mucho. Gracias Daddy-