DCLV, batallón Van Helsing
Cristina despierta con resaca y dolor de cabeza, pero la que acaba de pasar no ha sido una noche de juerga normal. Ella sabe que algo fuera de lo normal ha pasado, algo extraño, atroz No quiere asumirlo pero, en el fondo, sabe que las consecuencias serán terribles.
UN MAL DESPERTAR:
¡¡¡Ehhh!!! ¡¡¡Ahhh!!! El maldito despertador suena como un maldito pinchazo, parece que me estuvieran perforando el tímpano… Parece como una aguja de calcetar, entrando por el oído y llegando al cerebro. Son las siete de la mañana… El cuerpo no reacciona y debo ir a trabajar. Mecánicamente, como una zombie soy capaz de llegar a la ducha y asearme mínimamente.
¿Quién me manda salir por la semana? Sí… sé quién lo propuso pero nadie me mandó… Maldita Yolanda… y yo por hacerle caso. Sí, que salir es bueno para olvidar una ruptura, pero ya pasamos la treintena.
¿Qué es esto? Tengo arañazos en las tetas y dos marcas rojas, pequeñas en la base del cuello. He perdido la memoria de la mitad de la noche… Sé que conocí a un chico de los que llaman la atención. Alto, pelo corto, rubio… piel muy morena. Para comérselo… ¿Me comió él a mí?
Me toco el coño… no está irritado… juraría que esta noche no ha habido sexo. Me visto un poco mosqueada.
En la cocina… el café va entrando. El zumo no me siento capaz de abrirlo… me da la impresión de que sólo el olor ácido me va a hacer vomitar. Tengo bollos ricos de la panadería del barrio pero no me apetece ninguno… Intento comer uno… ¡¡¡Ahh!!! Me entran arcadas…
¡¡¡Ahhh!!! Tengo una alucinación muy real… El chico que conocí me araña y me muerde… ¿¿Qué?? Me he visto desnuda de cintura para arriba en un apartamento desconocido. No hay signos de violencia, he llegado allí porque he querido. Pero él, de repente, se conduce de forma violenta. ¿Qué? Sus colmillos superiores parecen haber sobresalido… Parece el puto conde drácula. Le golpeo en la cabeza con un objeto que hay sobre la mesa… un busto de bronce horrible, pero pesado y duro. Huyo a toda prisa vistiéndome por el camino.
¿Ha ocurrido de verdad?, ¿Debo denunciar a este tío?, ¿A quién?, ¿Dónde fue?, ¿Por qué lo denuncio? Yo quería follar con él… de violación nada. ¿Digo que, de repente, se convirtió en vampiro? Me tomarían por loca.
Me voy a la oficina… Allí soy jefa de equipo. Los becarios dicen que me falta el látigo. Metro y medio de autoridad, cincuenta kilos de carácter. Hoy no estoy para muchos trotes… Me paso el día renqueando. Como en el bar de enfrente… por alguna razón pido un filete poco hecho… como sólo la carne, no toco el pan ni las patatas… no me conozco a mí misma. Acabo un botellín de vino de tres octavos. Por la tarde mucho mejor… me empiezo a sentir fuerte, energética…
Llega la noche, ceno en casa… De nuevo carne casi cruda… por alguna razón es lo que me pide el cuerpo. Después de la cena me siento delante del televisor y… algo me hace sentirme incómoda, me ahogo, se me cae la casa encima, tengo calor…
Necesito salir a la calle… Me quito el pijama, me visto, salgo…
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¡¡¡Ahhh!!! Otra vez no sé qué ha pasado… Pero ahora estoy tirada en un callejón. Tengo frío, el sol me hiere la vista como nunca… ¿Qué es esto? Manchas de sangre… ¿Qué?
¡¡¡Ehh!!! ¿Qué pasa? Dos hombres me agarran fuertemente por los brazos. ¿Qué? Me sujetan las manos con algo duro y cortante que me aprieta las muñecas. No son esposas, parece una brida. Protesto, chillo.. ¡¡¡Ahhh!! Siento un calambre terrible, me derrumbo de dolor… Vienen a mi mente alucinaciones terribles, me veo mordiendo a una persona, bebiendo su sangre…
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Despierto tumbada en un banco, similar al de una estación de tren. Al menos los asientos son blandos, acolchados…. ¡¡¡Ehh!!! Muevo mi mano izquierda y siento dolor. Estoy esposada al banco… Esposas de policía, tengo un par en casa, no diré para qué. Giro la muñeca histéricamente, intentando una liberación que sé imposible. Son dos brazaletes de acero unidos por dos pequeños eslabones…
¿Y esto? Ya no llevo mi ropa. Visto solamente un camisón de hospital muy simple de color azul claro. Sentada no me tapa las rodilllas, está anudado en la nuca, deja la espalda al aire... No tengo sujetador, llevo una especie de tanga negro, un triángulo y unas tiritas elásticas. Estoy descalza, siento las baldosas frías al sentarme.
Tenía reloj, pulsera, gargantilla, pendientes… Me han quitado todo.
Las paredes blancas, la puerta cerrada es una malla metálica, como la valla de un gallinero. Parece una comisaría. ¿Hice daño a alguien?, ¿Me han detenido?
Oigo pasos… llaves, abren la puerta, entran dos personas. Una mujer que me debe sacar la cabeza, con hombros anchos y brazos fuertes. No lleva uniforme pero sí un cinturón con una porra y esposas. La acompaña un hombre, no es alto. Para mí sí, pero no es alto. Sí es robusto y fuerte. Pelo canoso rapado, hermosos ojos verdes. Me siento derecha y trago saliva. No puedo evitar empezar a temblar.
- ¿Sois policías?, ¿Estoy detenida? -empiezo preguntando.
- No… Estás “retenida”.
- ¿Retenida?, ¿Qué sois?
- Servicio secreto. DCLV: Departamento de Control de Licántropos y Vampiros.
¡¡¡Licántropos y Vampiros!!! ¡¡¡No!!! Me ha secuestrado un grupo de locos. El hombre continúa hablando:
- Supongo que piensas que estamos locos. Es normal… Pero seguro que has tenido recientemente una experiencia donde alguien te arañó y/o te mordió. Lo recuerdas a ratos, como una alucinación… Pero algo dentro de tí te dice que es muy real. Desde entonces, no comes igual.. Prefieres carne muy poco hecha y rechazas el resto de alimentos. A lo mejor antes te daba asco pero no puedes comer otra cosa. Si no lo haces estás tirada, cansada hasta el extremo. Si consumes carne te sientes fuerte, activa… Por la noche no puedes quedarte en casa, algo te lleva a la calle pero después pierdes la memoria y despiertas como de una gran borrachera.
Yo me he quedado helada al oír todo eso… Ya no sé quién está loco. Describe a la perfección lo que me ha pasado estos últimos dos días.
- Posesión vampírica leve… eso es lo que te pasa. Un vampiro te arañó… con las uñas y con los colmillos. La doctora te ha visto las marcas. Si te hubiera bebido toda la sangre, estarías muerta. Si te bebe sólo un poco te transmite el vampirismo al cien por cien. Serías un alma no muerta. Te habríamos ejecutado con una estaca… Realmente, no hubiera hecho falta, porque ya te habría matado la luz del sol en el callejón.
- Estáis locos…
El tipo descorre las cortinas de la única ventana de la habitación… Hay sólidas rejas protegiéndola, el sol entra con fuerza… ¡¡¡Ahhh!!! Tengo que cerrar los ojos… parece que me quemara la piel. Yo que pasaba días enteros en la playa…
- ¿Sigues creyendo que todo es normal? La infección es parcial… Por el día, eres medianamente normal, por la noche, el monstruo te posee. Debemos averiguar cuál es el porcentaje de posesión.
- No… estáis locos...
El hombre tiene una carpeta. Me enseña fotos de un hombre inerte en el suelo, manchado de sangre, con dos heridas en el cuello… la piel blanca. También hay fotos de mi ropa, ensangrentada… Mi reloj apareció junto al cuerpo. Yo en un callejón cercano. ¿Y si no están tan locos? Parecen tener instalaciones y equipo muy profesionales. Si están locos, están financiados por un loco multimillonario. Me fijo en que él y ella llevan camisetas idénticas: grises con las letras DCLV en rojo sobre el bolsillo del pecho. Podría ver esa camiseta por la calle cien veces y no parecería nada especial.
- ¡¡¡DCLV!!! -digo, en voz alta, como intentando asimilar todo.
- O, como nos llaman los otros departamentos: batallón Van Helsing.
- María, creo que necesita reflexionar a solas -añadió el hombre.
La mujer suelta el grillete del banco y lo sujeta a mi muñeca libre. Así, esposada, descalza y medio desnuda me lleva por varios pasillos y escaleras. Ha agarrado la breve cadena y tira por ella para que no tenga más remedio que seguirla. Creo que descendemos a un sótano. Hay un pasillo con una especie de pequeñas celdas. Abre la última y me encierra allí.
La puerta es de malla metálica. Una vez la ha cerrado por fuera me obliga a sacar las manos por una ranura central y me hace el favor de librarme de los grilletes.
La estancia es cuadrada, de unos dos metros de lado. La mitad de azulejo blanco en suelo y techo, la otra mitad acolchada, como las celdas de un psiquiátrico. En la zona de azulejo hay un lavabo y un retrete.
Me tumbo en la zona acolchada y me hago un ovillo con los ojos cerrados. No sé qué pensar, no sé qué puedo hacer.
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No hay ventanas, todo el día con luz artificial. Horas después, abren la puerta y aparecen dos mujeres: María y otra chica más joven y menuda.
- Va a ser de noche y tenemos que tomar medidas especiales.
- ¿Qué medidas? -digo con miedo… María tiene un dispositivo en la mano, parece un mando a distancia, la otra mujer se acerca con una extraña prenda de cuero.
- ¡¡¡No, no, no…!!! -digo mientras pego la espalda a la pared y me coloco en una especie de posición defensiva.
- La primera noche siempre hay que usar esto...
Al decirlo, María me apunta con el mando y aprieta un botón…
- ¡¡¡AAAAhhhhhhhhhhhh!!!
Noto el mismo dolor que cuando me apresaron en la calle. Por una fracción de segundo soy consciente… El aparato ha lanzado dos agujas contra mi cuerpo. En cuando han atravesado el leve camisón una horrorosa descarga atraviesa mi cuerpo. Es como si me hubiese caído un rayo encima. La sensación es de ser quemada por dentro en todo el cuerpo al mismo tiempo. Noto como me caigo hacia adelante sin remedio. Por suerte, estaba sobre el suelo acolchado y me quedo en posición fetal. Creo que me he orinado encima, no soy consciente de más…
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Despierto con dolor de cabeza, ¿Cómo no? No sé cuánto tiempo ha pasado… Sigo en posición fetal. Intento moverme… no puedo. ¡¡¡Ehh!!! El camisón está tirado en el centro de la habitación. En su lugar tengo puesto una especie de camisón de cuero… tengo sujetas las manos, no sé muy bien cómo... Es una camisa de fuerza. Apenas puedo mover un músculo. Noto los pies juntos, no los puedo separar. Con dificultad veo que me los han atado con una correa de cuero. Me intento arrastrar hacia la puerta… no puedo. Un collar de cuero, unido a una cadena me retiene en la zona acolchada… la cadena no mide más de un metro y está fuertemente unida a una argolla en la pared. La colchoneta del suelo está agujereada, casi destrozada… ¿Qué ha pasado por la noche?
Al rato viene una de las guardianas. Me libera de las ataduras, me hace cambiar el tanga y poner el camisón.
Me dejan elegir un libro para leer. Me dan una radio. Me traen jamón cocido para desayunar. Curiosamente, entra bien…
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Aparece María, es una mujer autoritaria y físicamente imponente. Coge las esposas del cinturón mientras grita: “las manos”. Obedezco, no me queda otra… Me lleva a la sala de ayer. Me sienta en el mismo banco y engancha un grillete en él.
En la pared de enfrente hay un monitor de televisión, colgado de un soporte. Ayer lo tenían plegado, ahora el brazo está extendido.
La mujer se va… En un momento aparece el hombre de ayer.
No dice nada, sólo arranca el monitor. Aparecen el vídeo grabado en mi celda. Veo como me ponen la camisa de fuerza y se van. Salta media hora y se me ve despertar. Me muevo con horribles convulsiones, forcejeo, intento librarme. ¡¡¡No recuerdo nada!!!
Hay sonido, emito ruidos horrorosos. Comienzo a golpear paredes y suelo con la cabeza. ¡¡Dioss!! Si no fuera por el acolchado estaría muerta.
Veo como la cámara acerca la imagen. Alguien la estaba manejando… Veo mi propia cara convertida en monstruosa, mis colmillos crecidos no se sabe como… Me veo dando dentelladas al acolchado.
- ¿Ahora nos crees? -dice el oficial.
No sé qué creer. No puedo evitar llorar y taparme la cara con la mano libre.
- Sabemos que no eres culpable.
- ¿Y por qué me ponéis las esposas?
- Por seguridad de todos.
- ¿Y ahora qué?
- Primero hay que saber hasta qué grado te afecta el mal. Si colaboras podemos pasar a régimen abierto.
- ¿Régimen abierto?
- Te liberaríamos por el día con la promesa de volver por la noche…
- ¿En serio?
- Con un localizador… si a la hora marcada no has llegado, una patrulla te traerá.
- ¿Y no hay cura?
- Te curarás de inmediato si ejecutamos al vampiro que te infectó… Pero necesitaríamos tu ayuda para localizarlo.
Me quedo pensando… No sé si espera algo de mí pero le aseguro que colaboraré en lo que pueda. Necesito recuperar mi vida…
Una enfermera me extrae sangre y me llevan a la celda de nuevo. Han cambiado el acolchado. La mujer que me trae me avisa, las próximas noches te pondremos la mordaza. Con cara de resignada extiendo las manos para que me quite las esposas y me deje sola en mi encierro.
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Paso allí todo el día. Entre el libro y la radio, intento olvidar un poco la situación. La radio tiene un reloj digital… Se acerca la noche.
Oigo voces. Se paran en la celda de al lado. Las paredes laterales tienen una gran ventana cerrada con malla metálica. Se puede ver lo que ocurre en el habitáculo contiguo.
Entran dos mujeres. Una es María. La otra es una chica joven, morena… más joven que yo y que María, tan alta como ella, bien vestida. Bromean, parecen amigas.
- Llegó la hora, lobita -dice María.
- Sí… -dice ella sin mucho entusiasmo, parece resignada.
Ante mi sorpresa, la joven se desnuda por completo. Incluso las bragas. Se pone un tanga como el mío diciendo: “Son buenas, no quiero romperlas”.
María le pone una camisa de fuerza y ella consiente. Ya no bromean… casi lloran. Es una camisa de cuero que cierra por detrás. Veo como la asegura, con tres fuertes correas. En ese momento la chica me ve y me habla.
- Perdona mi mala educación, no te había visto, soy Rosa y tengo algunos problemas las noches de luna llena.
- Yo soy Cristina...
Las mangas de la camisa son largas y cerradas, los brazos y las manos quedan dentro. Además están rematadas con una correa que María usa para sujetarlas. Junta las dos manos delante, sobre el ombligo y las sujeta tensando las correas a la espalda. Por último, María pasa una correa desde delante hacia atrás, por toda la entrepierna y la tensa con fuerza.
Sumisa como nunca había visto, Rosa se arrodilla en la zona acolchada. María le ata los pies y la une a la pared con el collar de cuero.
- Llegó el momento, Rosa -dice María.
- Hazlo -responde ella.
María le pone una mordaza de cuero, realmente es como una cárcel para la boca, la parte central es una pieza grande con una rejilla metálica en el centro. La aprieta en la nuca. Ahora veo lágrimas en los ojos de Rosa. María le acaricia el pelo con cariño y abandona la celda.
Oigo llaves, María abre mi puerta. Entra con la mano en los ojos, ella también ha llorado un poco. Me mira de arriba a abajo. En el cinturón lleva esposas, porra y la maldita táser. Pone la mano sobre el arma eléctrica.
- ¿Será necesario que la use? -me habla con tono más suave que otras veces.
- No…
Yo desato el camisón y lo dejo caer en el suelo. La camisa y resto de ataduras de cuero las han dejado colgadas en un gancho de la pared. Extiendo las manos y cierro los ojos. Siento el cuero sobre mi piel. Noto como aprieta las cinchas en mi espalda. Me sujeta las manos… estoy indefensa. Me lleva al centro de la colchoneta. Me pide que me arrodille. No miro, pero siento como me sujeta los pies y el cuello…
- Hoy tengo que ponerte la mordaza.
Yo no contesto, cierro los ojos y abro la boca. Ella procede…
- Lo siento chica, es una putada -dice ella, yo ya no puedo hablar-. Rosa, seguramente, se convertirá antes que tú. Tranquila no podrá escapar.
Sale va y cierra la puerta. Antes de irse nos da un mensaje a las dos:
- Vampiros y licántropos han sido enemigos naturales durante un milenio. Intentad no armar mucho jaleo.
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Esto es muy incómodo, desearía salir a la calle, siento que me empiezo a ahogar. Ya sé que esos son los primeros síntomas de la transformación. Aun soy consciente de mí misma cuando empiezo a oír gruñidos provenientes de la celda contigua.
Puedo ver a través de la ventana. Algo pasa con Rosa, una enorme cantidad de pelo denso y negro le crecía por momentos por todo el cuerpo. Las orejas parecían crecer y volverse puntiagudas. Una cola peluda comenzaba a salir por debajo de la infame camisa de cuero.
¡¡¡Ahhh!!! Ha empezado a aullar con enorme fuerza. Con mordaza y todo puede emitir ese terrible sonido.
Ahora comienza a dar tirones de la cadena, a retorcerse con violencia. A intentar llegar a la ventana… Se para, olisquea… Me mira con brillantes ojos amarillos… Vuelve a aullar, babea…
El sofoco dentro de mí es insoportable… El calor me ha llegado al cerebro, parece que la cabeza fuera a estallar… es mi último segundo como una persona… al menos por esta noche.
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¡¡¡Ahh!!! Me duele todo. Despierto, no puedo moverme… Parece que haya estado toda la noche forcejeando. Seguramente, es lo que ha pasado. Veo a Rosa en la otra celda. Ya es otra vez una bella mujer.
Oigo pasos, llaves… María entra en la celda de Rosa. La libera. Veo como ella se viste deprisa. María la toma por la cintura y ambas salen juntas del recinto de celdas. Lo sospechaba, hay algo entre ellas. María no es tan dura cuando tiene que atar a su novia.
Otra agente ha entrado en mi celda… Me libera… ¡¡¡Gracias!!!
- ¿Podré ver los vídeos de esta noche? -pregunto mientras se va.
- Depende del jefe… Si te llama ya vengo por tí.
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Han pasado dos horas y viene por mí. Me llama desde la puerta. Toscamente señala la ranura en la puerta. Ya… saco las manos por ahí y ella me pone los grilletes.
- ¿Es necesario? -pregunto.
- Claro que sí…
A regañadientes, me dejo esposar. Me lleva a la sala de interrogatorios. Parece que lleva prisa y se va, no me amarra al banco pero cierra la puerta, me deja las manos unidas por las esposas.
Paso casi una hora esperando. Al fin llega el que parece el jefe, el hombre que ya me ha hablado más veces. Me encuentra moviendo frenéticamente las manos, no sé si en un pueril intento de fuga o, simplemente, para aliviar la incomodidad.
- ¿No me puedes quitar esto?
- La verdad es que no, no tengo las llaves.
- ¿En serio?
Realmente no llevaba nada en el cinturón, ni porra, ni esposas, ni táser… No contestó a mi pregunta y siguió a su rollo.
- El análisis demuestra un 30% de contaminación en sangre.
- ¿Y eso es bueno?
- Bueno no, pero podría ser peor. Por encima de 70%, la mayoría pierden la parte humana y se convierten en “no-muertos”. Por encima de 50% podéis contagiar a otra persona.
- ¿Y por debajo?
- Por debajo puedes vivir de forma casi normal, sólo por el día…
- ¿Me dejaréis salir?
- Tienes que empezar a tomar una medicación… Hay que esperar a que te haga efecto.
- ¿Qué efecto?
- Poder comer una alimentación normal… Comerás mucha carne pero no te dará arcadas el resto de cosas. También te comportarás mejor… Aunque no lo notes, ahora estás muy agresiva e irritable…
- ¿Por eso me ponéis las esposas?
- Es por seguridad de todos…
- Sí...
Entonces recuerdo que quería ver los vídeos grabados por la noche… se lo pido.
- ¿Seguro que quieres?
- Sí...
Vemos el vídeo en la pantalla de la pared. Realmente son dos películas, cada una grabada por la cámara de cada celda. Coloca las dos a la vez, a izquierda y derecha del monitor.
Sí… tal vez ha sido un error verlo. Dos animales descontrolados, dando tirones a lo loco, intentando liberarse para engancharnos en una lucha a muerte. Por eso me duele así el cuello. Hay sonido… aullidos por un lado, sonidos horribles, una especie de silbidos del otro… Mi cara debe ser de puro horror. El oficial cree que ya es suficiente y apaga el monitor.
Me tapo la cara con las manos, cierro los ojos y me quedo allí, desesperada. Él me deja llorar… Aún con los ojos cerrados noto una mano cálida sobre mi pelo… cálida y cariñosa. Suavemente, me toma una mano y me dice:
- Venga vamos a descansar.
- ¿A la celda? -digo llorosa.
- Así te quitarán los grilletes.
Por nada del mundo quería volver allí y quedarme sola. Abro los ojos, veo sus ojos verde oscuro, noto su tacto suave y cálido. Acerco mi boca a la suya y pego mis labios a los suyos.
Al primer instante escapa… después se deja llevar… las lenguas se tocan, intercambiamos saliva, me abraza ¡¡¡Ahhh!!! Se está bien así. Seguimos así varios minutos.
Suavemente, él se separa un poco…
- Vamos…
- ¡¡¡No!!! Quédate un rato aquí, conmigo.
Al decirlo llevo mis manos esposadas a su entrepierna… empiezo a tocarlo lentamente. Siento un gran deseo sexual por dentro.
Me gustas -digo- me gustas mucho...
El vampirismo aumenta tu libido, te gustaría un jorobado tuerto.
Sigo tocándolo… Él responde. Me planta un morreo… profundo, húmedo. El camisón no tapa nada… me recorre la espalda, el culo… Me agarra con fuerza. ¡¡¡Me encanta!!! Siempre me ha encantado ser el juguete de un hombre fuerte… Los galones no van con la fuerza física. Esposada y todo, ahora mando yo…
Le sigo tocando, me cuesta pero le bajo los pantalones. Ahora él no puede andar. Sus pantalones están atascados en sus zapatos… Me toca las tetas… Me encanta que me toquen las tetas…
Me tumba en el suelo. Como puede se desembaraza de zapatos y pantalones, se desnuda entero… Me quita el tanga. ¡¡¡Ahhh!!! Ha comenzado a chupar… Eso es lo mejor, un hombre que sepa chupar. Suave, húmedo… Comienzo a convulsionar, a retorcerme…
Ahora se coloca sobre mí. Con cuidado coloca el pene en mi vagina… ¡¡¡Ahhh!!! Ahí está… ¡¡¡Sí!!! Necesitaba uno de estos. Empieza suave, tímido, lento… Va a más… a más… fuerte, rítmico, rápido… ¡¡¡Ahhh!!! Convulsiono, grito, le acaricio el pelo… intento tirar del pelo… no puedo, demasiado corto. ¡¡¡Ahhh!!! Me voy… me fui… Él sigue un poco… eyacula, lo noto, húmedo, cálido…
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Llevo una semana viviendo en esta celda. Tomo la medicación. Me sacan sangre todos los días. Me sujetan y graban todas las noches. Desde que me he enterado que por el día apagan las cámaras, aprovecho para tocarme varias veces al día.
El oficial al mando se llama Jorge. Cuarenta años. Un madurito…. Bueno, yo cumplí treinta el mes pasado. He pedido hablar con él un par de veces. Me llevan con esposas. Él trae la llave… buen detalle. El interrogatorio siempre termina en polvo.
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Despierto en la celda… Sujeta como un animal, cansada, dolorida… Habré pasado toda la noche forcejeando.
Llega la celadora. Siempre tarda poco, lo agradezco.
- Eres como un reloj… - dice mientras me suelta.
- Ven conmigo -añade cuando ya estoy libre.
Extiendo las manos… Me va a esposar.
- Hoy vamos a probar sin esposas…
Vaya, hoy es fiesta… Me lleva a la ducha. Normalmente, me llevan más tarde y con grilletes.
A la salida me da mi ropa… La que llevaba cuando mi 'arresto'. La han lavado…
- No hay manchas de sangre… - comento.
- Tenemos mucha experiencia.
¡¡¡Ohhh!!! Braguitas suaves, sujetador de encaje… Es una sensación nueva tenerlas sujetas. Jersey blanco de cuello alto. Pantalón negro. Zapatos de tacón blanco… Chaqueta a juego con el pantalón.
¡¡¡Mi bolso!!! Todas mis cosas. Me veo al espejo… Otra vez persona…
Aparece María… Trae buena cara:
- La medicación funciona… -dice- Puedes vivir fuera por el día.
Lo suponía… Algo es algo. Me enseña pulseras y gargantillas. ¿Un regalo para celebrarlo? Maria me informa:
- Parecen joyas pero van montadas sobre un grillete interno de titanio. Una vez te lo ponga, no podrás quitártelo. Lleva un localizador electrónico. Tienes que elegir una…
Hay tres pulseras metálicas y dos gargantillas rígidas. Llevarlo en el cuello no me da buen rollo… Veo, aparte, una especie de muñequera… Un brazalete de cuero grabado. Me gusta…
- ¿Y éste? -pregunto señalándolo.
- Ese es de hombre… Pero, si quieres, vale…
Me lo pone… Lleva una argolla metálica por dentro. La ajusta y la cierra…
- Vamos a la calle -dice ella.
Me conduce a un garaje subterráneo. Subimos a la parte de atrás de una furgoneta. Sin ventanas…
- Hicimos una llamada a tu trabajo diciendo que estabas ingresada… Deberías decir que has tenido apendicitis.
La furgoneta arranca…
- No debes ver de dónde salimos -dice ella-. Por eso no hay ventanas. Poneros una capucha sería peor.
- Si…
- ¿Te portará bien, no? -al decirlo, me enseña las esposas, yo asiento.
Me deja cerca del curro. Me entrega un parte médico falso. Toda la mañana resolviendo marrones debidos a mi ausencia.
Voy a casa a mediodía… Comida estropeada en la cocina, nada peor.
Como un gran chuletón en un bar… Tarjeta de crédito ok…
Sigo en el curro hasta las cinco. Debo estar a las 18:00 en un bar del centro. Si no, “busca y captura”...
Camino lentamente… Llegó con media hora. Pido cerveza… La saboreo lentamente… como un condenado en el puente de los suspiros.
Una mano en mi hombro. Es María… Se sienta en mi mesa… El camarero le pregunta qué quiere..
- Nada, gracias, mi amiga y yo ya nos vamos.
Y nos vamos… Al levantarse, su chaqueta se mueve un poco. En su cinturón veo la táser, la porra extensible y los grilletes. En la esquina nos espera el furgón.
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La semana pasa lenta pero pasa… Trabajo por el día y me entrego sumisa al caer la tarde. No es vida… O hay una salida o salgo mediante suicidio. El sábado me dejan ir a casa. Me tumbo en el sofá… Todo se me cae encima. Recuerdo un número, un número de móvil que sé que me puede dar problemas. ¿Más problemas? Llamo… Jorge aparece en mi casa en media hora.
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¡¡¡Ahhh!!! El sexo me hace olvidar todo por un rato. Desnudos sobre la cama conversamos sin reservas.
- Se supone que no deberías venir a mi casa y menos follarme.
- Tampoco debería follarte en la sala de interrogatorios.
- Esto no es vivir… El primer día dijiste algo de una posibilidad de cura.
- Sólo hay una cura: matar con una estaca al “no-muerto” que te contagió… Nuestras patrullas rastrean la ciudad todas las noches, pero parece que hay un vampiro de nivel alto que no conseguimos localizar.
- ¿Nivel alto?
- Se dice que el vampirismo nació de una secta de fanáticos que practicaban magia negra y vendieron su alma a cambio de la inmortalidad. Esos son los primeros, los de nivel más alto, el primigenio. Tienen miles de años. Cada uno de los no-muertos que crean es de un nivel inferior al suyo. Cada vez que se ejecuta a uno (con una estaca en el corazón) arde como las brasas de una barbacoa… Cuanto mayor es su nivel, más tiempo tarda… Al arder, arderán todos los “no-muertos” que parten de él… y los contagiados se curan al extinguirse el fuego.
- ¿Y cuando capturaréis a ese demonio?
- Los de nivel muy alto son difíciles de capturar. Tienen poderes de camuflaje y gran experiencia… Hay una técnica pero es muy peligrosa.
- ¿Qué técnica?
- Usar un cebo…
- ¿Un cebo?
- Si han contagiado a una persona pero no lograron su sangre… desean fervientemente encontrarla para convertirla en “no-muerto”. Pueden olerla a gran distancia…
- Yo puedo ser el cebo…
- Eso lo tiene que autorizar el director nacional. Te dejaríamos en la calle por la noche y te seguiríamos… Es peligroso. Un contagiado es rápido, nos cuesta seguirlo. Y tendrías que llevar una jeringa con radiocontrol.
- ¿Qué?
- Utilizamos un narcótico muy poderoso capaz de dejar inconsciente a un vampiro. Para capturar a un “no-muerto” le disparamos dardos tranquilizantes. Si eres usada como cebo, llevarías una dosis que podríamos inyectar con un mando a distancia. Si te perdemos de vista la activaremos inmediatamente.
- Pero eso no me matará…
- Si él llega antes que nosotros y llega a chupar tu sangre pasarás a ser “no-muerto”. Mis hombre no dudarán y te clavarán la estaca.
- Bueno… o me curo o me muero… Creo que merece la pena arriesgarse.
Tras un minuto de silencio eterno me atrevo a preguntar…
- El día que me capturastéis… ¿Maté a aquel hombre de las fotos?
- No… le chupaste mucha sangre pero lo salvaron en el hospital con una trasfusión masiva.
- Y yo no puedo contagiar…
- No haría el amor contigo si pudieras...
Al llegar la tarde, él me lleva al punto de encuentro. Me deja allí y se va. No quiere que lo vean… Es el peor momento del día. Pero parece que hay una esperanza, por mucho que me asuste hay una esperanza.
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Por fin llega el día. Es viernes. Se sospecha que al demonio le gustan los viernes porque los jóvenes salen de noche, sobre todo LAS jóvenes. Hoy no me recoge María sino un comando especial. Han venido de otra ciudad. Me meten en una furgoneta enorme. Son bruscos, bordes… Abren la muñequera con el localizador. Allí, en el mecanismo, colocan la dosis… El dispositivo ya está diseñado para llevar el narcótico.
Al colocármelo de nuevo, me ordenan sentarme. Frente a mí hay un aro metálico colgado del techo. Me esposan las manos pasando la cadena por el aro. “Por seguridad”, dicen…
Veo como se preparan. Traje protector bajo la ropa, parece la ropa interior de una abuela de 1900. Cuello alto disimulando un protector. Armas escondidas, pistolas de dardos, táser, porras extensibles, esposas. Uno me enseña su móvil. Todos llevan en la pantalla, una aplicación con un botón enorme. Si lo tocan el narcótico se inyectará en mi sangre. Eso debería derribarme de inmediato.
Aún estoy consciente cuando llegamos al local donde empezó todo. Me dejan bajar… Entro y pido una copa. Falda corta, tacones, camiseta de sisas… salvo que llego muy temprano, soy yo saliendo de noche…
Empiezo a notar un sofoco… la maldición está ahí. Espero que para bien o para mal sea el último día…
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¡¡¡Ahhh!!! Una vez más despierto tirada en la calle. Siento calor… Hay como una hoguera delante de mí… Más bien como las ascuas todavía humeantes de una barbacoa. ¡¡¡Ahh!!! No puedo moverme, me han esposado con las manos a la espalda. Tengo los pies sujetos con algo que aprieta mucho, tal vez una brida grande.
Un hombre se arrodilla junto a mí… No parece del comando especial. Lleva guantes y pasamontañas. Con cuidado me abre la boca y “repasa” mi dentadura… Se quita el pasamontañas. ¡¡¡Es Jorge!!!
- Tiene la dentadura normal, venid a soltarla -grita.
Oigo pasos… Él sonríe y me habla suavemente:
- Es de noche y eres consciente de tí misma… Lo has logrado. Has atraído al monstruo, te ha traído hasta un callejón y el comando lo ha abatido. Le han clavado quince dardos narcotizantes.
- ¿Y a mí?
- A tí te narcotizaron al llegar al callejón… Los del grupo especial disparan antes de preguntar.
- Y me han puesto los grilletes…
- Bueno, a él le clavaron una estaca… Cuatro horas ardiendo.
- ¿Cuatro horas?
- Desde la una hasta ahora… -me enseña su reloj.
- ¿Nivel alto?
- Creemos que primigenio… el análisis de las cenizas lo confirmará...
Por fin llega una mujer del comando… No se da prisa pero me libera pies y manos. Estoy cansada, dolorida y me estalla la cabeza por el narcótico, pero estoy feliz.
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Domingo por la noche… Estuve un día entero descansando… Jorge y yo paseamos por el parque. Empieza a oscurecer… Pensamos en buscar algún lugar donde cenar.
- Me apetece pescado o algo vegetariano -le digo.
- Yo comería un buen chuletón...
FIN