[David/Diana] (Parte 2) Una nueva vida
Debo de empezar una nueva vida. Mi cuerpo ha cambiado completamente y tengo que acostumbrarme a el.
-Y por eso ahora David, será Diana.- Explicaba una científica delante de mi clase, conmigo al lado. Había tenido un par de días para asimilar lo ocurrido, y finalmente había acabado por aceptarlo. Allí estaba yo, vestido con mis ropas, las cuales me quedaban grandes. Tras la sorpresa de todos y sus miras sobre mí, me senté en mi sitio y comenzaron las clases.
Al terminar la clase, varios chicos se me acercaron e hicieron un corrillo a mi alrededor, y empezaron a preguntarme si era verdad todo lo ocurrió.
-Sí, soy yo David.- Les contestaba.
-Uau… te ves súper guapa, David.- Me decía más de uno.
-Ahora soy Diana.- Volví a repetir.
-Diana… ¿Nos dejas tocarte las tetas?- Me preguntó Javi, uno de los frikis de mi grupo.
-¿Pero qué dices?- Le respondí enfadado.
-Vamos, Diana. Seguro que tú ya te las has tocado.- Trataba de convencerme Miguel, otro del grupo. -Déjanos a nosotros, que nunca podremos tocar las tetas de una mujer.- Seguían pidiéndome. Habían llegado hasta el punto de agarrarme las manos para que no me pudiera mover, pero parecían respetar mis últimas defensas. Pero para mí desgracia, había perdido casi toda la fuerza que tenía cuando era chico, por lo acabé suspirando.
-Está bien...- Antes de que terminara la frase, dos manos apretaba mis pechos sin descaró alguno.
-Uau... Que tetas más suaves...- Comentó uno.
-Déjame a mí también...- Pedía otro.
Pero no sabía porque, aquello me estaba excitando. Y al no llevar sujetador, los chicos comenzaron a notar mis pezones duros.
-¿Esto te gusta David?- Me preguntó uno mientras pellizcaba mi pezón.
-Que soy... Diana...- Le contesté aguantando las oleadas de placer que venían desde mis pechos.
-Ejem... ¿Es esto algún tipo nuevo de juego?- Una voz femenina, apartó a todos los chicos, liberándome de aquella presión. Pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme delante de mí a Carla.
-¿Carla?- Le pregunté sorprendido.
-Veo que tus ropas te quedan muy grandes.- Comentó- ¿Quieres venir a mi casa y te pruebas algo?- Me sugirió y yo acepté asintiendo con la cabeza.
Sin quererlo ni beberlo había conseguido una especie de cita con la chica que había querido desde que la conocí.
Cuando acabaron las clases alrededor de las dos de la tarde, Carla me esperaba para llevarme a su casa. Aun sorprendido la seguí. Vivía en un grupo de casas cercanas a la universidad. Eran casas individuales con dos pisos con un pequeño jardincito y una piscina común para todas las casas. Cuando llegamos no había nadie y Carla me explicó que sus padres estaban trabajando.
Comimos tranquilamente mientras hablábamos de cosas banales, aunque de vez en cuando salía algo referente a mi cuerpo. Nada más terminar la comida, Carla me llevó hasta su cuarto y cerró la puerta tras de mí. Era una habitación amplia, con una cama apoyada en el centro de una de las paredes, una ventana que daba a la calle, un armario empotrado y un escritorio con un ordenador. Sin decir nada abrió su armario y buscó en los cajones. Segundos después su cama estaba llena de ropa interior.
-¿Qué haces con eso?- Le pregunté sonrojándome.
-Tenía pensado tirarlo todo, pero cuando me he enterado de tu situación había pensando en regalártelo todo.- Me explicó con una sonrisa.
-¿De verdad?- Inquirí sorprendido mirándola a ella y a su ropa interior.
-Venga pruébate este.- Me dijo cogiendo un sujetador y una braguitas azul clarito con encaje negro en los bordes.
Yo lo cogí con la mano temblorosa. Estaba paralizado y no sabía qué hacer. Miré a Carla a los ojos y ella me sonrió, como si me dijera que no pasaba nada. Comencé a desvestirme con torpeza y vergüenza hasta quedarme desnudo delante de Carla.
-Uau… Vaya cuerpazo tienes…- Exclamó ella sin dejar de mirarme. Tenía que admitirlo, estaba buenísima. Era pelirroja, de ojos verdes, unos labios carnosos pero no demasiado gruesos, más bien finos, unos pechos tirando a grandes, vientre plano, caderas que sobresalían pero sin ser nada exagerado, un trasero en su sitio pero con cierta redondez, junto a unas piernas largas y finas.
Por puro instinto traté de taparme, pero solo sirvió para que Carla comenzara a reírse escandalosamente, lo que hizo que me pusiera mas rojo.
-Eres una chica ahora, jajaja... Ya he visto otras chicas desnudas a parte de a mi misma.- Reía descaradamente.
Nervioso y sintiéndome como un tonto, me destapé y cogí la ropa interior para empezar a vestirme. Deslicé las braguitas por mis piernas hasta encajarlas en mi entrepierna, tapando mi zona íntima y mi trasero. Después cogí el sujetador, y pase los brazos por las tiras y metí los pechos en los aros, siendo estos tapados por la tela. Traté de atármelo, pero mi inexperiencia con los sujetadores, me hizo la tarea imposible.
-Espera, ya te ayudo yo.- Se ofreció Carla, acercándose a mí. Me ató el sujetador, y me miró por delante. -Mira, te lo has colocado mal- Me dijo, mientras metía la mano en el sujetador, para levantar el pecho y dejarlo bien colocado. El rocé de su mano en mis pechos me excito ligeramente. -Listo. Ahora está bien.
Yo me giré y me miré en el espejo que tenía el armario en una de sus puertas, en la parte de adentro. Me sorprendí por lo bien que me quedaba y pensé que si pudiera me follaría a mí mismo.
-Esta ropa interior es pequeña, comparada con mis bóxer de antes.- Le dije mirándome por todos lados.
-Piensa que ahora tienes un cuerpo más fino y delicado.- Me contestó mirándome.
-Ya veo…- Susurré.
-Uau… David, que buena estas…- Dijo sorprendido Alejandro, sin apartar su mirada de mi cuerpo, mientras yo daba una vuelta sobre mí, enseñándoles el modelito que me había dejado Carla.
Vestía una camiseta naranja de manga corta y un poco pegada, una falda con vuelos de color rojo, que llegaba hasta justo por encima de mis rodillas y unas sandalias con un poco de tacón. Además de la ropa interior azul clarito que me había probado en casa de Carla.
Debo de admitir que me costó más bien poco andar con los tacones, al no haberlo hecho nunca. No era una modelo que se pavoneaba, aunque mis caderas se movían ligeramente y mis piernas se estilizaban gracias al tacón.
-Ya lo creo.- Respondieron casi al unísono Javi y Miguel.
-Dejad de mirarme así ya.- Les dije viendo las caras de tonto que tenían. -Además, que ahora soy Diana.- Les volví a recordar.
-Pero es que joder…- Rechistó Javi, faltándole solo bufar como un animal.
Sin llegar a darme cuenta de cómo había pasado, me encontraba rodeada por mis tres amigos contra una pared. Por la calle pasaba alguna que otra persona, pero yo estaba completamente tapada y nadie podría verme a menos que se acercara o se fijara bien.
-Davi… Diana…- Empezó a hablar Alejandro, cogiéndome de una mano. -¿Saldrías conmigo?
-¿¡Pero qué dices!?- Le pregunté alarmado pero sin poder soltar la mano de su pequeño pero firme agarre.
-Pues aunque sea ayúdame a hablarle a una chica.- Respondió ofendido, Alejandro.
-¿Y qué quieres que te diga?- Acepté sin saber muy bien por qué.
-Respóndeme a la pregunta, por ejemplo.- Me contestó tras pensarlo unos segundos.
-Me… me gustaría… salir… contigo.- Le dije, tras respirar hondo, con cierto tartamudeo y vergüenza tratando de parecer una chica tímida.
-¡Uo!- Alejandro, sonrió emocionado como si de verdad una chica quisiera salir con él.
-Ahora tenemos que practicar.- Afirmó tajantemente Miguel.
-Como que prac… ¡Ay!- No pude quejarme, Miguel, comenzó amasar uno de mis pechos. Pero no lo hacía bien y me hacía daño. -Para de una vez. Me haces daño. Además, que nos pueden pillar en cualquier momento.- Me quejé, pero una de mis manos seguía agarrada, y con la otra no tenía suficiente fuerza para librarme de Miguel.
-Vamos Diana. Déjanos. Que nosotros te tapamos.- Me pidió Javi agarrando el pecho libre con su mano.
Yo no podía moverme. En mi cuerpo comenzó a despertar un escalofrió que recorría mi cuerpo débilmente desde abajo hasta arriba, ganado cada vez más intensidad a medida que las manos de Javi y de Miguel, mejoraban en su movimiento.
-Yo quiero probar aquí.- Dijo Alejandro levantando disimuladamente la faldita con claras intenciones de introducir su mano.
-Ahí no toques. Ahí no.- Le ordené. -¡Ah!- Un gemido se escapó de mi boca, cuando su mano comenzó a acariciar mi vagina, por encima de la ropa interior. Instintivamente llevé mis manos para tapar mi boca. “¿Eso ha sido mi voz? ¿Acaba de gemir?”
De pronto Alejandro apartó la ropa interior y su mano rozó mi húmeda vagina.
-Madre mía… Que mojada que estas…- Decía sorprendido, sin dejar de mover sus dedos.
El calor iba en aumento en mi cuerpo. Mis pechos siendo estimulados junto a mi vagina por primera vez, me estaba pasando factura. Tanto era así que mis piernas empezaron a temblar, y junto a los tacones, pronto me fallaron dejándome de rodillas, completamente exhausta y con la respiración agitada.
-David… Esto te lo pregunto por qué somos amigos, pero…- Comenzó a hablar Javi mientras empezaba a desabrochar su cinturón. -¿Podrías hacerme una mamada?- Me preguntó dejando justo delante de mi cara su miembro. Era grande, seguramente mayor a la media pero tampoco era una exageración.
-¿Pero qué dices? Aparta eso de mi.- Le dije mosqueado.
-Vamos, tio. Quizás nunca pueda sentir mi polla chupada por una tia.- Trato de chantajearme.
Iba a negarme de nuevo cuando Miguel metió una de sus manos dentro de mi falda directamente hasta mi vagina, estimulándome y encendiéndome aún más. Era increíble. Yo deseaba a las mujeres pero en aquel momento mi boca se abrió para dejar paso al pene de Javi.
-Me pones mucho, David.- Me dijo Javi cuando su pene estaba a la profundidad máxima dentro de mi boca.
“¿Mi amigo esta así de cachondo por mí? Que idiota.” Me reí por dentro.
Mi lengua se movió sola acariciando el glande mientras mi cuello iba de adelante para atrás, introduciendo y sacando el pene de Javi de mi boca. No sabía cómo hacerlo, por lo que mis movimientos eran torpes. Por el rabillo del ojo pude ver a Alejandro sacarse su miembro, de menor tamaño que el de Javi pero sin llegar a ser pequeño, y comenzar a masturbarse mientras Miguel seguía amasando mis pechos y jugando con mi vagina.
-Joder, David… Que buena eres…- Gemía Javi a medida que iba ganando cierta confianza en mí “trabajo”, pero aun así se me hizo muy raro el hecho de que mi amigo me felicitase por mi forma de hacer una felación.
Miguel tenía dos dedos introducidos dentro de mí mientras que yo seguían devorando con cada vez más ganas y más habilidad el pene de Javi. De nuevo por el rabillo de ojo miré a Alejandro, masturbase solo mirando la escena, sin “participar” en aquello y una punzada de pena me recorrió unos instantes. Los mismos que tarde en llevar una de mis manos hasta su erecto pene, para detener sus movimientos.
-Deja que te haga yo.- Le pedí con un fino hilo de voz casi pareciendo una súplica.
Sin perder más tiempo volví a introducirme el pene de Javi en la boca mientras masturbaba a Alejandro. Por su parte, Miguel, también había empezado masturbarse, pero como se estaba entreteniendo con mi vagina no le hice nada. El pene de Miguel no tenía nada que envidiar a ninguno de los otros dos.
-Me voy… a correr…- Avisó Alejandro.
-Y yo…- Respondió Javi.
-Yo también…- Anunció Miguel dedicándose solo a masturbarse aunque noté como levantaba más de lo debido mi falda para apuntar.
El primero en terminar fue Miguel que eyaculó en mis braguitas. Pude sentir cada chorro chocando contra mis ingles, la parte baja de mi vientre, ya que la faldita la tenía un poco levantada, o en mi propia vagina a través de la ropa interior.
El segundó en llegar a su orgasmo fue Javi el cual expulsó una cantidad enorme de semen en mi boca. Al principio traté de tragarlo todo pero me era imposible, por lo que al final saqué su pene de mi boca, recibiendo los últimos chorros en mi cara. Tragué lo poco que me quedaba en la boca.
“Quien dijo que el semen estaba rico, mentía” pensé analizando el sabor que se me había quedado en la boca, sin detener mi mano masturbando a Alejandro.
-Solo faltas tú, Alejandro…- Le motivé mirándole directamente a los ojos, tratando de provocarle a la vez que con mi mano libre estiraba del cuello de mi camiseta hacia abajo, dejando ver un gran escote. -Córrete en mis tetas…- Le pedí poniendo la voz más sensual que pude.
No hizo falta más para que Alejandro bañara mis pechos y parte de mi camiseta de semen. Cuando sus espasmos terminaron me apoyé contra la pared de mi espalda y por primera vez desde hacía rato mire aquella situación con otros ojos. Mi cara, mis pechos, mi camiseta, mi falda, mis piernas… Todo mi cuerpo estaba salpicado del semen de mis amigos y en ese instante tenía aun sus duros miembros delante de mí.
-Joder… Ha sido tan bueno que aun la tengo durísima.- Exclamó Alejandro.
-Ya te digo.- Contestó Miguel.
-Igual.- Dijo recuperando el aliento Javi.
Yo no podía creérmelo. Sentía mis bragas demasiado mojadas, para la cantidad de esperma que me había lanzado Miguel a esa zona, y para mi sorpresa me encontré con que yo también había tenido un orgasmo. Mi cuerpo vibraba por la tensión producida por el orgasmo.
-David… Que te parece si… Bueno ya sabes…- Empezó a decir Miguel.
-Ni lo sueñes.- Respondí enfadado cuando entendí su proposición. Querían que los desvirgara a costa de mi nueva virginidad. -Esto ha ido demasiado lejos y nunca debió de ocurrir.- Les dije enfadado, a lo que ellos agacharon la cabeza avergonzados. -Dadme algo para limpiarme, por favor.- Les pedí de buenas maneras para que no estuvieran mal.
Javi saco un paquete de pañuelos y me lo dio a la mano. Tuve que gastar casi todo el paquete, para limpiar, por lo menos las partes más visibles llenas de semen. Todos se volvieron a colocar bien el pantalón y yo traté de adecentarme un poco.
-No podíamos seguir con esto.- Traté de justificarme al ver sus ánimos tan alicaídos, “Aunque es algo que no debió de suceder”, pensé para mí. -Nos podía haber pillado en cualquier momento.
-Jode, pero… A saber cuándo volvemos a tener una oportunidad así.- Se quejó Javi mientras todos poníamos rumbo a mi casa, ya que querían escoltarme.
-Os entiendo chicos…- Una idea fugaz pasó por mi cabeza, pero igual de rápidamente desapareció. Me quedé sorprendido de cómo aquella idea podía haber aparecido en mi cabeza. “¿Me estaría trasformando en una mujer también en mentalidad?“ -Quizás un día de estos se pueda volver a repetir.- Solté de pronto sin entender muy bien porque, ya que había desechado completamente aquella idea.
-¿En serio?- Preguntaron los tres a la vez.
-Si…- Respondí en un suspiro de resignación por mi cagada y al ver sus caras de emocionados. -Pero lo decidiré yo. Así que no os hagáis ilusiones, y ni se os ocurra contárselo a nadie por qué sino os matare.- Les amenacé.
-De acuerdo.- Volvieron a contestar los tres a la vez. -¡Eres el mejor, David!- Exclamaron enérgicamente.
-Que ahora soy Diana.- Les dije en tono serio mientras les daba un capón a cada uno.
Los cuatro nos reímos como tontos y continuamos caminando y hablando como si no hubiera pasado nada. Al llegar a mi casa los despedí y vi como se marchaban entre risas y recordando lo ocurrido. Me fui directo a la ducha y para limpiarme y, aun a mi pesar, para masturbarme con el recuerdo. Al salir de la ducha llevé mi nueva ropa a la lavadora para tenerla lista lo antes posible.