David y Goliat (1)

Raúl Contreras, 38 años, artista de moda, autor de los conjuntos escultóricos de factura puramente geométrica que pueblan parques y jardines de nuestro país es homosexual y, no solo no lo oculta, sino que hace gala de ello y de su afición por los chicos jóvenes. Una mañana de tantas, iba paseando hacia su taller. Caminaba lentamente, observando a la gente y al mundo que se movía a su alrededor; decía que era su inspiración. Se detuvo en un semáforo como tantos otro días y entonces ¡lo vio!.

DAVID Y GOLIAT

-1-

Raúl Contreras, 38 años, artista de moda, autor de los conjuntos escultóricos de factura puramente geométrica que pueblan parques y jardines de nuestro país es homosexual y, no solo no lo oculta, sino que hace gala de ello y de su afición por los chicos jóvenes.

En una entrevista televisiva declaró sin ambages y entre risas:

"El mejor compañero de cama es un jovencito al que le dobles la edad. De momento no me faltan y aspiro a llegar a triplicársela e incluso a cuadruplicársela."

El editorial del día siguiente de la publicación más reaccionaria del país, se rasgaba las vestiduras y se preguntaba como era posible que se sostuviera con fondos públicos la vida a un pederasta que confesaba sus vicios públicamente y sin ninguna vergüenza.

Raúl respondió en las "cartas al director" de otro diario asombrándose de que dijeran esas cosas quienes eran compañeros de orgía y con los que había compartido jovencitos tantas veces.

Parecía que todo había quedado en eso, cuando volvieron al ataque con un titular de primera página:

"RAUL CONTRERAS SORPRENDIDO CON UN MENOR"

La revista publicaba unas fotos (recibidas anónimamente por la editorial) en las que se veía al escultor entrando en un coche con un chico de aspecto muy joven, como se besaban y como la mano del jovencito abría la bragueta de Raúl y se inclinaba sobre su sexo haciéndolo entrar en su boca. La cara del joven estaba difuminada (según decían, para mantener a la "víctima" en el anonimato) y un punto negro ocultaba el sexo de Raúl en todo momento (no querían herir a las personas decentes).

Un fiscal, ideológicamente próximo a la publicación, pidió a un juez que reclamara las fotografías para iniciar una investigación y no le costó conseguirlo. Creían que ya lo tenían; pero su alegría duró poco.

En otra publicación apareció en primera página una fotografía del chico, mostrando su documento de identidad y con el pie de foto:

"Soy mayor de edad, me gustan las pollas y la de Raúl me vuelve loco".

Remitía además a una página web en la que se podían ver la serie completa de fotos, sin censurar, y un video en el que se veía al chico mientras era sodomizado, gritando:

"Así Raúl, así. Hasta el fondo, métemela toda"

Discretamente, el artista exigió a la editora que publicara en lugar destacado la dotación de un cuantioso fondo para la ayuda a los grupos de gays y lesbianas del país, a cambio de olvidar el tema. En caso de negarse, los demandaría y, algunos de sus directivos, no iban a ganar para escándalos.

-2-

Las fiestas privadas de Raúl eran famosas en un círculo social. Solo una media docena de invitados y un número equivalente de chicos de alquiler.

En su magnífica casa en las afueras de la ciudad, preparaba con todo cuidado el ambiente, la comida, la bebida y escogía personalmente a los chicos. Pagaba bien, además de la tarifa de la agencia, recibían una buena propina; pero era exigente. Debían estar dispuestos a todo, siempre sin abusos ni prácticas denigrantes, no valía declararse "activo" o "pasivo" y algo muy importante, no había excusa para no correrse. Los que no satisfacían las expectativas, no eran contratados en nuevas ocasiones y la recompensa económica era demasiado jugosa para perdérsela. Se decía que él mismo, antes de alcanzar la fama como artista, había sido chapero para poder subsistir; pero eso es algo que nunca ha confirmado o negado.

Al inicio, Raúl se mantenía al margen, observaba como se iban formando las parejas, los tríos, los grupos. Se movía entre ellos siendo cada vez más partícipe de lo que iba ocurriendo. Siempre había una boca dispuesto a mamarle la polla, un culo donde meterla u otra polla que llevarse a la boca, siempre sin romper lo que ya estaba en marcha; pero sin pararse a distinguir entre invitados y alquilados.

El sexo en pareja no era la suyo, decía que los cuerpos (incluido el suyo) era para compartirlos y así solía actuar.

Una vez, Raúl fue invitado a dar una conferencia para los alumnos de la facultad de "Bellas Artes". Nadie sabe como lo logro; pero dos alumnos acabaron en su casa.

Todos desnudos, el sentado en el sillón, al que llamaba el "sillón de las mamada", y los dos chicos arrodillados entre sus piernas lamiéndole los huevos y la polla; mientras les decía entre gemidos:

"Muy bien muchachos. Esto sí que es arte. Mamar pollas es uno de los artes más antiguos de la humanidad, y como todas las artes, no se enseña. Continuad así y llegareis a ser unos maestros en este arte exquisito."

En un momento dado, tomó a ambos del pelo, y los separó de su polla y exclamó:

"¡Ahora quiero veros como folláis!"

Los chicos no se conocían y se miraron a los ojos, como dudando por un instante. Pero enseguida, el más joven se levantó, se giró, apoyando las manos sobre el brazo del sillón, y ofreció su trasero al compañero. El otro, sin dudarlo un momento, le separó los glúteos y hundió su lengua entre ellos.

Al sentir el suave contacto de la lengua en su ano, cerró los ojos, ronroneó como un gato feliz, a la vez que cimbreaba las caderas.

Raúl le beso en los labios y alargó la mano buscado su sexo. Lo encontró erecto y palpitante, y sintió como todo su cuerpo respondía a sus caricias.

El compañero se había levantado, la polla encajada sobre el ano. Ejerciendo una ligera presión, avanzó sin obstáculo hasta que sus huevos toparon con el trasero.

Entre los dedos de Raúl, la polla del jovencito estaba cada vez más dura y percibía la humedad creciente del glande con cada embolada. Se situó sentado en el suelo entre sus piernas observando con todo detalle la polla entrando y saliendo del culo y la verga moviéndose como la rama de un árbol mecida por el viento.

"Esto también es arte. No os han enseñado a follar, pero lo lleváis dentro"

Acercó su cara al sexo del muchacho hasta que le golpeó el rostro. La sujetó con las manos y se la llevó a la boca. El chico gimió de placer y Raúl comenzó una trepidante mamada. La verga entraba y salía de su boca de manera casi sincronizada con la polla que se hundía una y otra vez en su recto. Ambos jóvenes jadeaban y Raúl supo que iba a correrse de inmediato en su boca. Sostuvo firmemente la polla entre los labios, el chico gritó una y otra vez y sintió como la cálida riada inundaba su boca.

De pie, a la espalda del follador, le giró la cabeza y busco su boca. Una mezcla de saliva y esperma pasó de boca a boca, escurriéndose por las comisuras, a la vez que Raúl le ensartaba por el culo. Percibió los estertores del orgasmo y las contracciones del recto sobre su polla.

Ambos chicos se habían separado y Raúl seguía follándole, mientras el otro respiraba jadeante en el suelo. Las pollas de ambos muchachos goteaban y pronto sus culos lo harían también.

Pero no es esto lo quiero contaros

-3-

Una mañana de tantas, iba paseando hacia su taller. Caminaba lentamente, observando a la gente y al mundo que se movía a su alrededor; decía que era su inspiración. Se detuvo en un semáforo como tantos otro días y entonces ¡lo vio!.

Salía de un portal junto frente al paso de peatones, de aspecto joven, muy joven, alto, atlético, pero no extremadamente musculoso, una melena castaño claro, casi rubia, le rozaba levemente los hombros cuando se movía y enmarcaba una facciones suaves y extremadamente bellas y a la vez muy masculinas. No podía distinguir el color de sus ojos; pero seguro que eran azules, azul de mar sereno.

El semáforo cambió y la gente comenzó a caminar ligera, Raúl y su visión angelical iban acercándose. Cuando pasó por su lado, giró la cabeza siguiéndole con la mirada.

Parado al otro lado de la calle, Raúl contemplaba, incapaz de reaccionar, como esa maravilla de la naturaleza se iba alejando. Reaccionó de repente y cruzó de nuevo la calle corriendo tras él. El semáforo comenzó a parpadear, indicando a los peatones que no pasaran y Raúl aceleró su carrera, cuando los vehículos iniciaron su marcha.

Anduvo tras él, sin perderlo de vista; pero intentado pasar desapercibido hasta que lo vio descender por las escaleras del metro. Aceleró el paso y llegó justo para verlo pasar la máquina de control. Raúl no tenía billete y casi ni sabía como adquirirlo. Nervioso, consiguió uno y tras validarlo, bajo las escaleras tras aquel que en minutos se había convertido en su obsesión. ¿Derecha o izquierda?, se preguntó. ¿Hacía donde habrá ido?, musito, deteniéndose unos instantes. Tomo un camino al azar y, al llegar al andén, comprobó que había errado. Lo vio frente a él, al otro lado de las vías, justo un instante antes de que el tren lo hiciera invisible. Cuando el tren abandonó la estación, ya no estaba y era inútil intentar seguirlo.

Volvió a la calle y retomó el camino de su taller. Allí, trabajó un rato en su último encargo, un conjunto escultórico más para un parque de la ciudad.

Sus obras parecían diseñadas al azar; pero no era así. Todas tenían algo en común, algo hecho con toda la intención: El centro de su obra era accesible, pero no visible desde el exterior. Los diseñaba pensando en una pareja escondida de la vista de todos, follando en ese escondite que dotaba de elementos para facilitar el contacto sexual de los amantes. Superficies, que permitían apoyarse, reclinado hacia delante para facilitar la penetración anal; asientos bajos desde los cuales podía practicarse una felación con toda comodidad; o lugares elevados desde los que ofrecer tu culo, apoyando las piernas sobre los hombros de tu amante.

Había distribuido unos orificios circulares, que se podrían usar perfectamente de "glory holes", los miró sonriendo y, tras bajarse los pantalones deportivos que llevaba como única vestimenta, pasó la polla y los huevos por uno de ellos. El contacto del frío metal sobre su cuerpo sudoroso le produjo una agradable sensación, poco a poco la polla se le fue levantando imaginando una boca y unas manos acariciando su sexo; incluso llegó a sentirlo. Unas manos suaves tomaban sus huevos, unos labios carnosos rodeaban su glande, una lengua recorría el frenillo, la corona del glande y con la punta golpeaba repetidamente exactamente por el orificio del que destilaban gotas opalescentes de líquido seminal. ¿Quién me lo hace tan bien?, se preguntaba Raúl en su fantasía. ¡Es él, el chico de esta mañana! Saltó hacia atrás y se agacho mirando por el orificio que hace un momento atravesaba son su polla. Era estúpido, estaba solo; pero, habían sido unas sensaciones tan reales, incluso tenía la polla húmeda.

Estaba desconcertado; se vistió y, como un zombi, se dirigió al lugar de la aparición. Se sentó en la terraza de una cafetería y esperó. Era una estupidez, su cerebro se lo decía: no sabía siquiera si ese chico vivía allí, pasaba por ese lugar a diario y nunca antes lo había visto. Pero no se movió de allí hasta bien avanzada la noche.

Volvió al día siguiente al mismo lugar sin resultado. No era el felino que aguarda a la presa que habitualmente era Raúl; mas bien, era el creyente que peregrina a un lugar de aparición mariana con al vana esperanza de tener una experiencia mística, de ver a la divinidad encarnada. A la mañana siguiente, Raúl estaba allí desde primera hora haciendo guardia, y al fin obtuvo su recompensa. Lo veía como envuelto en un aura y lo siguió manteniendo una distancia prudencial.

De nuevo entró en el metro; pero ahora Raúl estaba preparado; subió tras él al mismo vagón del tren y lo observaba oculta la cara tras un periódico. Cambió de línea y por fin salió al exterior: Estaban en la Zona Universitaria. Caminó a su paso y entró con él, manteniendo la distancia, en un edificio.

Le vinieron a la mente sus recuerdos de cuando dejó la Universidad por que su padre quería que fuera abogado: "No va a haber un Contreras dirigiendo el bufete después de 4 generaciones" le bramó su padre cuando le explico que el quería dedicarse al arte. Su padre se negó a pagarle los estudios y Raúl se marchó de casa. La vida independiente fue dura, trabajaba de noche en un bar y de día estudiaba. Un cliente del bar, una noche le ofreció pagarle por dejarse mamar la polla y eso le cambió sus fuentes de ingresos.

Todo eso pasó por su mente en unos segundos, mientras seguía al chico con la vista. No hablaba con nadie, parecía ser transparente a los demás. Lo vio entrar en un aula y dudó. Si se quedaba fuera, podía llamar la atención; nadie le conocía y no cuadraba en el entorno. Así que siguió los pasos de su obsesión.

Era un aula en forma de anfiteatro y se situó en un esquina, fuera del contacto con otros los alumnos; pero sin perder de vista a su objetivo. Pasaron dos horas, en las que entraron y salieron dos profesores que hablaban sin parar, para al final marcharse con un "hasta el próximo día".

Después de la segunda clase, el muchacho se levanto y salió del aula. Raúl le siguió discretamente hasta que lo perdió de vista al girar en una esquina de un pasillo. Por un momento pensó que lo había perdido; pero un ruido de pasos en una casi invisible escalera le hizo recuperar el aliento. Bajó guiado por el sonido de los pasos, oyó una puerta que se abría y cerraba y al llegar al final comprobó que era un lavabo de alumnos masculinos.

Abrió la puerta con precaución y allí estaba, de espaldas con las piernas entreabiertas en un urinario. Observó con atención una vez más ese cuerpo, no había palabras para describirlo, era simplemente maravilloso. Con un cierto temor, se situó junto a él, se bajó la cremallera y sacó su verga, como si fuera a orinar.

El chico lo miró a la cara, mostrando sus dientes blancos y simétricos en una amplia sonrisa. Raúl le devolvió la mirada y la sonrisa; pero su vista se dirigió de manera casi refleja hacia el sexo del muchacho. No orinaba, sostenía con la mano derecha la verga semierecta, gruesa y sin circuncidar; pero con el glande descubierto, como un delicioso fresón. Se volvió hacia Raúl, dejo ir la verga; quedaron uno frente al otro, como dos cowboys en un duelo.

La polla de Raúl se elevo poco a poco y el chico volvió a sonreír. Alargo el brazo y lo tomó del suyo guiándole hacia el fondo. Entraron en un retrete y el chico cerró la puerta, se sentó en la taza y, sin más preámbulos, le soltó el cinturón, hizo caer los pantalones, bajó los calzoncillos (no sin cierta dificultad por la resistencia de la verga que asomaba por la bragueta) y se metió la polla de Raúl en la boca. Cerró los ojos y se mordió los labios mientas sentía su cuerpo estremecerse.

Movía la cabeza adelante y a tras, deslizando la polla entre sus labios una y otra vez, y simultáneamente le acariciaba los huevos y deslizó una mano entre las piernas hasta acariciar suavemente con la yema de los dedos el ano; pero sin hacer nada por penetrar en él.

Raúl se esforzó en no cerrar los ojos para contemplara aquella cara angelical mamándole la polla. Se sacó la polla de la boca y mirándole a la cara empezó a lamerle lo huevos, el tronco de la polla, el frenillo y la corona del glande; para seguidamente, tomarlo entre los labios y chuparlo como un cucurucho de helado que se va derritiendo. Raúl estaba como loco, aquello debía ser el Paraíso y estaba viendo la cara de un ángel de facciones maravillosamente bellas y la mirada azul profundo que había imaginado.

Sintió que se corría y el chico también los percibió. Sonrió levemente por un instante y volvió de inmediato a su tarea esperando la descarga. Los primeros disparos de esperma salpicaron los labios, la nariz y los ojos; y un instante después tenía la polla totalmente dentro de la boca del joven. Raúl sujetaba su cabeza y movía las caderas entre espasmos, jadeos y gemidos, mientras una mezcla de semen y saliva se escurría por la comisura de los labios hasta el suelo. Poco a poco, se detuvo; el chico, todavía con la polla en la boca, volvió a mirarle a la cara. ¡Señor que visión! ¡Aquel rostro surcado por regueros de semen y su polla entre los labios mirándole de aquella manera!

Raúl le tomo de los brazos y lo levantó. Cuando lo tuvo cara a cara, acercó su boca lentamente a la de él y lo besó con pasión buscando la polla del chico con su mano; pero él se separó. Raúl quedó totalmente descolocado:

Pero… ¿Y tú?. Mira como estás, ni te has masturbado. – Exclamó con su verga erecta en su mano.

Ahora tengo prisa. Si quieres, seguimos esta tarde. ¿me invitas a tu casa?

¡Como no!. Te espero a las 7.

Instintivamente, se buscó los bolsillos de los pantalones y torpemente se agachó buscándolos. El chico sonreía sardónico. Por fin, Raúl encontró una tarjeta de su taller.

Toma. En esta dirección a las 7 de la tarde.

De acuerdo. Hasta luego.

Cerró la bragueta ocultando su verga erecta y salió lanzando un beso al aire. Esa maravillosa sonrisa de nuevo iluminaba su bello rostro.

Raúl quedó como atontado, le costaba asimilar lo sucedido y se sentó a tomar aliento en la taza del retrete. Todavía notaba el calor de su cuerpo.