David

El que juega con fuego... acaba quemándose.

Mi nombre es…, bueno, ¿importa…? y les escribo desde España. Tengo 31 años y vivo con una chica, a la que llamaré Ana por no proporcionar demasiada información sobre nosotros, también de 31. A continuación les relataré la experiencia que, propiciada por mí mismo, ha cambiado por completo nuestra relación, y todavía está por ocasionar consecuencias que quién sabe qué giro darán a nuestra vida en pareja.

Empezaré describiéndome. Me reconozco interesado por el cuidado del cuerpo y me mantengo en buena forma física, lo mismo que Ana. Me consideran interesante y dicen que ejerzo bastante atracción entre las mujeres. Así seduje a Ana, que cualquier persona la calificaría como una preciosidad si se la cruzara por la calle. No sólo es preciosa, castaña de pelo ondulado y ojos de ensueño, sino que además tiene unos pechos y un culo perfectos. Hay chicas que tienen buen aspecto vestidas, pero decepcionan en cuanto se desvisten: les aseguro que Ana no. Las tetas son de anuncio, gordas, duras y bien puestas, con una aureola hinchada que corona su pezón, grande y bastante salido hacia fuera y que se marca se ponga la ropa que se ponga.

No puede decirse de Ana que sea una reprimida en materia sexual, experimentaría conmigo cualquier perversión. Sin embargo, la idea de incluir a otras personas en nuestras relaciones nunca le había hecho gracia. Decía que se sentiría celosa de verme excitado a causa de otra mujer; y desde luego nunca se le ocurrió hablar de otros hombres, me quiere y respeta mucho y nunca daría a entender que no la satisfago por mí mismo. La idea de verla disfrutando con otro hombre la tuve en la cabeza desde varios años atrás.

Tras más de cinco años de relación, habituales ya a la píldora como método anticonceptivo y cuando nuestro sexo se hizo monótono y yo empecé a verla como compañera más que como amante, ese tipo de fantasías se me fueron metiendo en la cabeza. Poco a poco, con tacto, intenté llevarla a ese terreno. Empecé a alquilar porno en el que dos hombres se follaban a una mujer, o le proporcioné historias eróticas en la misma línea. Reconozco que al principio me avergonzaba un poco confesarle mi deseo, y fui tanteándola sutilmente. Cierto día conseguir llevar la conversación por esos derroteros.

Bajo el pretexto de meter a otra mujer en nuestra cama, fingí acceder a experimentar primero con un hombre. Siempre lo hablaba con ella estando en el cenit del orgasmo o próximo a él. Normalmente Ella no quería saber del tema, pero en esos momentos estaba más abierta a considerarlo y al final cedió, no del todo convencida, pero cedió.

A partir de entonces empecé a buscar al hombre adecuado, reflexioné sobre los gustos de Ana y quise encontrar a alguno que pudiera ser de su agrado, al menos en lo físico. Supuse que un chico delgado y musculoso, joven y con un buen culo, duro y que llene el pantalón sería la elección que ella tomaría para sí misma. Por mi parte, me calentaba mucho la idea de verla con alguien bastante bien dotado, verla manosear una polla enorme, estrujar unos huevos redondos y rotundos, llegar a hacer todo lo imaginable con un desconocido con una polla grande, dura.

Después de revisar infinidad de anuncios en periódicos, y no estar nunca seguro de mi elección, incluso llamar a los candidatos por teléfono y después ser incapaz de encontrármelos cara a cara para ver el material, al fin un día me decidí a acudir a una agencia de modelos de despedidas de soltera. Con un falso pretexto ante la dueña que me enseñó el libro, elegí al tipo que más me sorprendió. Descarté a hombres de color, porque yo sabía de la preferencia de Ana por los blancos. Escogí a un chico de cuerpo estilizado, pero muy musculoso, rubio y bien parecido, y con un paquete sorprendentemente grueso (en la foto vestía unos slips y sólo se apreciaba el bulto). Me permitieron contactar con él personalmente, habiendo pagado una buena cantidad en la agencia. Superé mi corte y, por teléfono, le conté al tipo mi deseo.

Él aceptó, tomándolo con mucha naturalidad, posiblemente hubiera participado en situaciones parecidas en el pasado. Más por iniciativa suya que mía, concretamos la cita para el siguiente sábado. Me pareció tan precipitado, tan próximo, que al principio pensé en echarme atrás. Al final, cerramos el acuerdo.

Preparé a Ana durante la semana, siempre le di a entender que esta experiencia sería un tributo a ella, que lo pasaría bien, y que yo transigiría. Imagino que a estas alturas, ella ya se habría dado cuenta de que era mi deseo el que iba a satisfacerse.

El sábado Ana dedicó parte de la tarde a prepararse.

Aún sin excederse en la indumentaria, se puso muy guapa y sensual. Cenamos poco y yo procuré emborracharla en cierta medida, a pesar de que ella nunca ha sido muy partidaria del alcohol. Al llegar la hora, el timbre sonó con mucha puntualidad. Dejé a Ana en la sala de estar y yo mismo recorrí el pasillo a abrir la puerta. El modelo me resultó un tipo muy atractivo, más corpulento de lo que parecía en la foto. Aunque parezca una estupidez a estas alturas, sentí celos por si era más del gusto de Ana que yo mismo, lo que me pareció muy probable. Yo soy atlético y de buen ver, pero sin duda él me superaba. Además, por supuesto yo no me podía comparar con el generoso bulto que le había adivinado en la foto. Vino con unos pantalones tejanos ajustados y una camisa moderna. Le saludé y pareció simpático, muy seguro de sí mismo. Le hice pasar y se lo presenté a Ana, a quien vi totalmente avergonzada.

El modelo, David, la miró fijamente y sonriendo, posiblemente pocas veces en su trabajo se había encontrado con tal belleza. Le invité a tomar un combinado, que aceptó. Hablamos de si le había resultado fácil encontrar la dirección. Él se volcó en atender a Ana, acercándose a ella e incluso rozándola como por casualidad. Mantuvimos el televisor encendido para relajar la tensión de la situación, David parecía el que se encontraba más tranquilo y a gusto. Charlamos de ligerezas y bebimos durante unos veinte minutos, el chico aprovechaba para insinuarse a Ana con sus maneras de experimentado seductor. No lo calificaría de demasiado brillante, pero era pícaro y tenía labia.

Cuando se hizo un silencio demasiado largo, le pregunté a David si le gustaría tomar una ducha, lo que supongo que sonó tan estúpido a ellos como me sonó a mí. Él accedió, y se alzó de la silla, tocando el hombro de Ana.

En el cuarto de baño tenemos una bañera circular muy amplia, un jacuzzi. La iluminación es pastel, benévola, y la estancia está decorada con varios espejos que la hacen parecer mayor de lo que ya es.

Invité a entrar a Ana con David en el baño, mientras yo me situé junto a la puerta, observando. Cuando Ana estuvo cerca de mí le susurré: "Esto parece que va a suceder de todos modos, así que siéntete libre y disfruta cuanto puedas". Apenas reaccionó a mi comentario, pero su comportamiento posterior me confirmó que había aceptado mi consejo. David se fue despojando de la ropa despacio y provocando a Ana, con la mirada y aproximándose a ella. Desde luego era atlético y bastante bronceado. Ana lo miraba con timidez. Él le hizo gestos de que desabrochara los botones de su bragueta, y ella le siguió el juego.

Palpó su vientre musculado y procedió a desabrochar aquellos botones, con parsimonia y picardía. Mi sensación ante aquello fue confusa, me sorprendió el arrojo de Ana, yo mismo comenzaba a estar muy excitado, mucho, a la vez que tenso y extrañamente celoso.

Ana iba acariciando su paquete con el revés de la mano a la vez que iba abriendo los pantalones. El bulto que se adivinaba era prominente y muy contundente. Cuando hubo concluido con los botones, descendió ligeramente los pantalones y miró acalorada el paquete que tenía junto a su mano. Acercó la mano lentamente y empezó a palparlo, primero el bulto de las pelotas y después recorriendo la silueta de la verga, que seguía hinchándose en sus manos. David se despojó del calzado y los pantalones con los slips aún puestos, casi incapaces de retener aquel gordo instrumento. Luego la invitó a desnudarlo del todo. Ella metió sus dedos bajo el caucho del calzoncillo y lo fue bajando. Yo miraba expectante y cachondo como pocas veces en mi vida. Apareció el pubis rasurado, y luego poco a poco el tronco de su polla, que parecía interminable; tanto, que Ana optó por meter la mano y sacar la polla ella misma. Era gorda y muy larga, David se encontraba a más de un palmo de Ana y aún así el glande se aplastaba contra el vientre de ella. Ana lo pajeó ligeramente y el miembro aún se le puso más duro y venoso. El tacto parecía suave, sin embargo. David gimió y empezó a sobar las tetas de Ana, sé que eso la encendió porque está muy orgullosa de sus pechos y encuentra placer en calentar a quien se los toca. Ella agarró con fuerza el tronco de la polla de David, meneándosela, y él estrujó las tetas hasta hacerlas rebosar el escote del vestido y ponerle durísimos y salidos al máximo sus pezones. Vi que Ana sujetaba con cuidado los huevos de David con su otra mano, justo antes de tomarle a él su mano libre y ponérsela entre las piernas. David le refregó la mano por la entrepierna, y ella se abrió un poco para ofrecérsele.

Después Ana se colocó la polla en la entrepierna y lo aprisionó con los muslos, para entonces balancearse adelante y atrás como pajeando a David con sus piernas. En poco rato, Ana se desvistió y ambos se metieron en la bañera. El brazo del grifo es extensible y dejaron el chorro de agua templada fluir encima de ellos mientras se entregaban a sus manoseos. Yo consideré la posibilidad de masturbarme en la distancia, pero finalmente decidí desvestirme y unirme a ellos. Entré en la ducha y me coloqué a la espalda de Ana, acariciando su cintura y trasero. A ella pareció calentarle mucho tener a dos machos a su disposición, pegó su cuerpo al de David cara a cara y me atrajo hacia ella para hacerla un sandwich. Los dos chicos nos dedicamos a palpar y estrujar a Ana durante largo rato, que se arqueaba y suspiraba como loca. Ella parecía sentir predilección por David, circunstancia que no le reprocho, y cuando agarraba nuestras dos pollas con las manos yo podía ver que se concentraba en la de él, que meneaba salvajemente arriba y abajo, apenas sujetando la mía entre los dedos.

Entonces nos fuimos a la cama. Yo los dejé actuar solos en principio. David tumbó a Ana boca arriba y él se sentó sobre su vientre. Los huevos y la polla descansaban pesadamente sobre las costillas de ella.

Ana se dedicaba a cogerle el culo, parte por la que ella tiene predilección, y estrujar sus glúteos duros y respingones. Así cogiéndolo firmemente del culo, con una mano en cada nalga, le hacía frotar sus genitales sobre el pecho de ella. David decidió agarrar con ambas manos las tetas de Ana.

Ella apenas tuvo que inclinar el cuello para meterse en la boca el glande de David, muy grande ya. Vi que Ana dedicó una de sus manos a masturbarse, y en tal actitud estuvieron bastante rato. Yo no había previsto la posibilidad de que este otro hombre penetrara a mi esposa, en mis fantasías siempre era yo quien la follaba mientras nuestro acompañante era apenas un espectáculo a los ojos o las manos de ella, pero en aquel momento deseé ver aquella polla descomunal abriendo de par en par a Ana, más de lo que nunca he deseado echar un polvo yo mismo. Busqué rápidamente condones y se los acerqué a David, quien entendió. Ana ni siquiera me miró, caliente y excitada como estaba, y desde luego dispuesta y muy deseosa de ser follada. David se colocó con muchos problemas el condón, todo y comprarlos más grandes que los que yo utilizo, me quedé corto, quedando muy apretado (demasiado?) y aún desenrollándolo completo le faltaron varios centímetros para llegar a la base de la polla. Ana viendo los problemas me recriminó no haber sido suficientemente previsor y me dijo que ella no se quedaba sin catar a David.

David besó a Ana, a quien colocó debajo de él, y mirándola fijamente le arrimó el glande a la vagina. Ella hizo un ruido como de animal en celo y se mordió los labios. David empezó a metérsela centímetro a centímetro, en vaivenes. Al entrar le arrastraba los labios hacia dentro, parecía imposible que aquel grueso cilindro pudiera estar entrando en su coñito, sin duda lo posibilitaba la por entonces abundante lubricación de Ana. Ella se impacientaba por tener todo aquel miembro dentro, y le atraía con fuerza del culo. David se agarró a las tetas de Ana mientras le metía dentro cuanto podía, y se puso a moverse sobre ella.

En ese momento David salió de Ana y hablándonos a los dos, pero mirando exclusivamente a ella dijo que él no podía seguir así, que el condón no era de su talla y le apretaba demasiado. Que lo sentía, pero si queríamos podía seguir con caricias con las manos y la boca… Ana sin mirarme si quiera, le empezó a besar y bajó sus manos a su polla, que aguantaba durísima y grande. Haciendo más intenso el beso, si cabe, le empezó a sacar el condón. Yo me había quedado mudo, no quería que pasara lo que iba a pasar, pero yo era el único responsable de que pasara, ¿qué derecho tenía a decir nada? Costándole bastante por lo apretado que estaba sacó el condón y pajeó a David al natural.

Sin dejar de mirarlo a los ojos y con una sonrisa muy morbosa y sensual Ana le preguntó si estaba así mejor. Y poco a poco se sentó encima de él, volviéndose a meter esa pollaza dentro de su ya muy caliente y mojado coño.

Así estuvieron follando varios minutos, después la levantó encima de él y, sentándose al borde de la cama, la fue ensartando una y otra vez. Ella se agarraba a los prominentes pectorales de él, mientras él alternaba su atención entre los pechos de ella y su culo, que manejaba a fin de controlar las penetraciones. Aunque Ana es alta, él era capaz de manejarla con ligereza. Con las manos bajos sus nalgas, que aprovechaba para abrir bien y facilitar la invasión, la manejaba como una muñeca. Aguantaron bastante rato más, que a mí se me hizo corto sin embargo. Ana llegó a correrse con mucha intensidad, la vi poner caras de éxtasis que ya no recordaba, le gritó vulgaridades que conmigo apenas si se atreve a susurrar en los orgasmos, se agarraba a él como si le fuera la vida. Al correrse, dejó escapar un gemido muy largo y articuló:

-Párteme con esa pollaza que tienes, hijo de puta. Quiero toda esa polla bien dentro de mí.

En cierto momento, David relajó el ritmo y dijo a Ana que se corría, preguntándole con la mirada que prefería. Ana le dijo que podía considerarse muerto si salía de dentro de ella, que él le estaba llegando donde nunca nadie antes lo había hecho e iba a seguir hasta el final, al acabar de decir esto me regaló una mirada hacia mí, no sabría decir si de reproche o de venganza. Ana empezó a moverse con muchísima fuerza y velocidad, casi con rabia. Él tensaba los músculos y la besaba agarrándola del pelo.

Cuando la corrida era inminente se tumbó hacia atrás sobre la cama, alzó las caderas, con lo cual su impresionante verga quedó ensartada bien dentro de Ana, y dejó que Ana le diera las últimas salvajes sacudidas hasta correrse. Vi la cara de puta de Ana siendo penetrada por aquella gruesa polla, orgullosa de sacar toda la leche de aquellos grandes huevos, notando uno tras otros inacabables chorros de esperma que la llenaban, gimiendo como poseída. Cuando acabó y se salió un reguero de semen increíble empezó a salir por el coño de Ana, que pasó un rato sobándole de arriba abajo la polla, e incluso besando el abdomen de David. En todo este tiempo ambos me mantuvieron ignorado del todo, sin fijarse para nada en mí.

Hablar de aquella experiencia con Ana es todavía difícil para mí. Después de aquello sólo hemos follado un par de veces, y esto ocurrió ya hace más de dos meses, y para colmo estos dos polvos me han resultado tan míseros ahora como supongo le han parecido a ella.

Creo que como pareja estamos acabados, aunque aún nos queramos y ninguno se atreva a decirlo. Me planteo si repetir de nuevo la experiencia, o si incluir a otra mujer en nuestros juegos esta vez. Creo que estas perversiones son la única salida a nuestra monotonía.