Daños colaterales.5.Bachata y confusión

"Ahora que tu te has marchado camino solo en la ciudad y aqui me pongo a comtemplar a las personas que vienen y va..." Ya nada es lo mismo y ningún gesto es inocente, al menos no para Oli. Bailar con Alba, estar tan cerca, paradójicamentelo aleja de ella.

-        ¿Eso te vas a poner?

-        Demasiado arreglado ¿Verdad?

-        ¡Me van a dar la noche!

-        Espera que me cambio,…

-        No, no. Así estás perfecto ¿Qué digo perfecto? Increíble.

-        Joder, ¿Cómo dices que te van a dar la noche?…

-        Sí, me refiero a mis conocidas, dando la brasa para que te las presente.

-        ¡Qué idiota eres!

-        Sí, sí,…idiota…Créeme, sé de lo que hablo.

-        Claro, que tus amigas se van a fijar en mí habiendo tíos de su edad a patadas.

-        Ejem, ejem. Soy una tía, y me relaciono con 200 tías mas a diario, te aseguro que sé lo que digo. Hazme caso- dijo burlona, citándome.- Deja que conduzca. Vamos en el cabrio…

-        ¿Para qué quieres conducir y que cojamos el cabrio? Vamos en taxi…

-        Pues para vacilar: descapotable, morenazo…A ver cuando me veo en otra.

-        ¿Morenazo? ¿No has visto que me están saliendo canas? Ya no soy el que era. Yo antes, ligaba un montón.

-        Ja, ja, ja. ¡Vives en los mundos de Yupi! Tú, con casi dos metros, cuerpo curtido, morenazo, con canitas interesantes, esa mirada a lo Richard Gere,…Se te van a rifar…

-        No me voy a dejar

-        Eso no va ser suficiente…

-        Ja,ja,ja ¡Estás loca!

Alba se había puesto un pantalón corto dorado, casi se le veía el culo y un top negro. Todo bien pegado al cuerpo, dibujando perfectamente su figura. Su piel brillaba y aun habiéndose puesto unos tacones muy altos, me llegaba solo al pecho.

Se pintó los labios rojos, estaba especialmente bonita y sexy. Parecía de esas fotos de chicas de los 60, con el pelo moreno y los labios rojos,…Quise decirle que estaba preciosa pero, no me atreví.

Las luces del pub me cegaban, el gentío me mareaba y no sabía adónde mirar.

Nos apartamos del barullo y fuimos a una terraza trasera donde había palmeras; decorada en plan tropical, allí había mesas al aire libre, había gente pero, menos que dentro  y sonaba música latina.

Alba, se encargó de explicarme que la discoteca iba por salas, una techno, una de pub con billares y la terraza latina, que solo la abrían en verano.

Caminábamos hacía una de las mesas del final, donde podía ver a Paula, Ginés y Fer, esperando.

La gran mayoría de la gente parecía estar mirándonos mientras caminábamos hacia la mesa y me empecé a cortar.

-        ¿Qué te pasa Oli? ¿Te noto incómodo?

-        No sé si son paranoias mías pero, tengo la sensación de que nos mira todo el mundo–dije entre dientes…

-        Porque estamos muy buenos, jajaja. Acostúmbrate, te lo he dicho en casa- No pude evitar sonreír ante su desparpajo.

-        Noooo, no lo hagas. No sonrías…

-        ¿Cómo? ¿Por qué?

-        Las vas a tumbar a todas, cuando sonríes eres irresistible. ¿No eres consciente de lo bueno que estás  verdad cuñado? Suma y sigue, eres un bombonaco y no lo sabes, ja,ja,ja Otra cosa más que añadir a la lista.

-        ¿Qué dices de lista, Bicho? ¿Hay una lista?

-        Sí, hay una lista en mi mente, en la que voy anotando tus cualidades. – ironizó.- ¡No te jode!

En ese momento me cogió de la mano y me arrastró para llegar rápido a la mesa.

Fer, me saludó con efusividad, no creía que fuese a llegar a salir y menos a ese tipo de sitio.

Alba y Paula, se saludaron como si no se vieran nunca y se sentaron juntas quedando Alba, al lado de Ginés. Él, en seguida, la empezó a halagar, tocándole el pelo, cogiéndole la mano, mientras ella lo miraba entusiasmada y sonriente.

Al verla así, comprendía su juventud y me sentía más lejos de ella, algo que por otro lado me tranquilizaba. Era un depravado que deseaba a una chica que prácticamente había criado, sin olvidarnos que es la hermana de mi mujer pero, me consolaba no sentir mierdas y celos al verla feliz con un tío de su edad. Aunque reconozco que en ese momento supe que el día que dejase de ir de uno a otro, y sentara la cabeza con alguien la iba a sentir tan lejos, que sin quererlo me iba a doler.

Intenté pedir una cerveza pero, la camarera, una mulata con una sonrisa de infarto y maciza como ella sola, me miró como si le hubiera hablado en chino al pedirle una kumblacher, le pedí una caña sin más intentando conformarme pero, Fernando intervino dándome un capotazo pidiéndome otra copa igual que la suya.

Por lo visto era cutre pedir cerveza en esos sitios finos pero, a mi es lo que siempre me apetece.

Miraba alrededor y sentía que desentonaba en el ambiente.

Alba y Paula reían con Ginés, Fernando no perdía oportunidad para saludar a unas y otras. Yo me limité a sacar el móvil, y pasar el tiempo mirando las poliadas del twiter, tomándome un ron negro con coca cola servido en una copa con veinte adornos, añorando una birra en mi sofá en calzoncillos, y no estar apretujado con esa camisa.

De fondo sonaban salsas y bachatas y la gente bailaba.

Me traía recuerdos de cuando Vicky y yo nos apuntamos a clases de baile para la boda. Echaba de menos a mi Vicky, a esa cariñosa y alegre mujer con la que me casé, me preguntaba si le estaba yendo bien todo en el trabajo, en el fondo me entristecía que se hubiera ido así pero, ella con el tiempo parecía que se iba volviendo más exigente y distante, todo eso me dolía.

Esos pensamientos y el aburrimiento, me hacían llamar a Yamisel, que así se llama la cubana camarera maciza, una y otra vez para llenar mi copa, y cuanto más bebía, más miraba a todas esas mujeres macizas de la pista de baile, rozarse con sus parejas con esos mínimos vestidos.

A Yamisel, yo le agradaba, contoneaba su culito cubano cuando me venía a servir, me guiñaba, y sonreía más de la cuenta. Nadie me echaba cuentas y yo le seguía el rollito como parte de la  diversión de la noche.

Sonó Santo Domingo Sin ti, de Daniel Santa cruz, y Yamisel justo me estaba sirviendo, yo aun estaba fresco pero, había bebido ya lo justo para perder un poco la vergüenza.

-        ¿Quiere bailar conmigo, Yamisel?

-        ¡Ay papito pero, ¿Usted también baila?!

-        Bueno, yo me sé cuatro pasitos y hace mucho que no bailo pero, lo puedo intentar.

-        ¡Vamos a la pista, y demuéstrelo!

-        ¿Te llamarán la atención tus jefes? No quiero molestar.

-        ¡Así me boten está misma noche! Jajaja no me pierdo el bailecito.

Bien pegados, como manda la bachata, me dediqué a hacer unos pasitos con ella mientras sonaba, la única bachata que creo que me gusta su letra.

Como se movía, con ese vestidito rojo, y sus piernas negritas. Como marcaba los pasos a golpes de cadera, luciendo su perfecto culo.

Ginés, Fernando, Alba y Paula pasaron de pasar de mí a dedicarme toda la atención, también nos miraban varias personas más. Yo no desaproveché la oportunidad y me acoplaba a ella por detrás mientras marcábamos una onda.

No se lo esperaban, no me lo esperaba ni yo pero, me estaba divirtiendo y para cuando hubo terminado la bachata ya tenía varias chicas esperando a ver si yo las sacaba a bailar. Yamisel, me dio un beso en la mejilla, yo le di las gracias por bailar conmigo.

-        Oígame una cosita, si no estuviera casada, ya iba a agradecerle a usted esta noche.

Me hizo reir, fui a sacar a otra chica a bailar pero Alba, no lo permitió.

Vino a mi rescate y me llevó a la mesa, donde todos me alababan sorprendidos. No sabía hacer gran cosa pero, no imaginaban que yo fuese a bailar ni lo más mínimo.

Su semblante había cambiado.

-        ¿Te pasa algo Bichete?

-        ¿No crees que has bebido demasiado?

-        Ja,ja,ja ¿Ahora eres tú la que me cuida a mí? Estoy perfecto.

-        No lo dudo, después de los refregones con la mulata.

-        Oye, no son refregones, así es la bachata.

Se encargó de sentarse a mi lado, debía creer que yo estaba muy borracho para haber bailado con alguien que no conocía, y no la culpo, yo mismo me sorprendí. Y me reprendía en voz baja para que el resto de la mesa no la oyera.

-        Prefiero, que esas tías que se te meten en la cabeza, no surjan estando yo presente. No creo que a Vicky le gustase la idea.

-        Oye, yo creía que habíamos quedado en que no se decía nada de eso.

-        Tranquilo tus secretos están a salvo conmigo pero, aquí no estamos solo como en el balcón, está Ginés y Fer, que curran contigo y luego Paulita, que la quiero mucho pero, tiene la lengua suelta. Tú pásalo bien pero, baila lo justito ¡Anda Patrick Swyze! Jajaja.

-        ¿Quién es ese?

-        El de Dirthy dancing

Al final rió pero, empezó a regañarme con un tono muy acusador.

-        Baila conmigo Oli- suplicaba Paula.

-        Yo no sé nada, pregúntale a Alba.

-        ¡Será mamón este cuñado mío! Baila con Paula, hombre…No te hagas de rogar.- Mientras me decía esto me hizo veinte gestos de cortarme el cuello diferentes, sé que no se refería con lo de no bailar a Paula pero, me apetecía ponerla nerviosa.

-        Venga Alba, que a ti te voy a enseñar yo a bailar- interrumpió Ginés, llevándosela a ella también a la pista.

Torpemente, intentaba seguir el ritmo de la música refregándose con ella más que otra cosa, intentando imitar mi baile con Yamisel, aunque he de reconocer qe ella lo miraba ilusionada, se veía que se divertía con él.

Paula intentaba aprender todo en una lección, y yo no soy ningún experto, con Yamisel quedó bien porque ella sabía.

Justo cuando acabó la canción, íbamos a sentarnos los cuatro, Ginés un poco harto de hacer el ridículo, intuyo. Y entonces empezó a sonar Loco, de Enrique Iglesias y Romeo Santos, ya digo que no me gustan las letras de las bachatas, ni es mi estilo musical pero, no se me ocurría una canción mejor para describir  lo que estaba viviendo.

No lo pensé, agarré a Alba del brazo evitando que continuara hacía nuestra mesa con Ginés y la cogí para bailar.

No debí hacer eso pero, la letra comenzaba “Te pido de rodillas, luna no te vayas,…” y nos miramos cómplices. Hubo algo, no sabría decir qué, que nos dijimos con los ojos al oír esa letra.

Puse su mano en mi pecho y sin perder su mirada, bailé con ella tarareando lo que me sabía de la canción.

Mi cara junto a la suya, sintiendo su respiración y su piel, la hacía girar, observaba su cuerpo y su pelo y comprendí que yo ya me había vuelto completamente loco, como bien decía la canción “Loco por besar tus labios, Sin que quede nada por dentro de mí, Diciéndotelo todo”.

No supimos que decir cuando terminó la canción, y no dijimos nada, supongo que para no equivocarnos.  Fuimos a la mesa y nos unimos a los demás, siguiendo sus conversaciones, jugando al despiste. Creo que en toda la noche no volvimos a hablar directamente el uno con el otro. Yo no podía

Fernando insistió que lo acompañase a ver a unos amigos al otro lado de la sala y fui con él.

Antes pasamos por la barra. Fernando, a pesar de mi negativa, pidió otros dos rones y un par de chupitos de aguardiente cubano, lo cogió para brindar conmigo me miró con determinación…

-        Por ti, para que tengas mucha suerte.- ambos bebimos aquel líquido abrasador y mi amigo continuó –No quisiera estar en tu piel, hermano pero, en estas cosas no se manda.

-        ¿Qué dices Fernando? ¿De qué hablas?

-        A mi tu no me engañas. Te mueres por ella.

-        ¿Cómo?

-        No te he visto mirar así a nadie en tu vida.

-        ¡Qué dices! ¿Eso crees?...- intenté defenderme pero, comprendí que él me conocía demasiado-¿Se me nota?

-        No creo que nadie se llegue a dar cuenta pero, yo te conozco demasiado bien.

-        Estoy confundido, me siento un sinvergüenza mientras otra parte de mí que no puedo controlar se muere por ella. ¿Qué hago?

-        Yo tampoco se la respuesta, en esto no puedo ayudarte hermano. Solo puedo decirte que llegados a este punto, lo que se avecina va a hacer mucho daño, tomes el camino que tomes, a mucha gente.

Al regresar a nuestro sitio, Alba y Ginés ya no estaban. Paula ya estaba con la chaqueta puesta esperando a que regresáramos para llevarla a casa.

Me sentí un auténtico mierda, Alba intentando conectar con Ginés y yo, reteniéndola para que bailase conmigo en vez de con él, menos mal que me fui para dejar a los chicos intimar.

No solo sentía cosas por la hermana de mi mujer, si no que me interponía para que ella, no estuviese con el tipo que le gustaba. << ¿Se puede ser más mierda?>> repetía mi cerebro una y otra vez.

Llegué a casa como una hora después, insistí en tomar una más de camino, en un sitio que ya estaba cerrando, después de dejar a Paula. Creía que la culpabilidad me iba a comer al llegar a casa y estar solo, así que hacía tiempo para no irme a casa.

La idea de Ginés y Alba, follando en ese momento me partía el cerebro y no quería aislarme.


De nuevo me levanté y estaba solo en casa. Era evidente, Alba había dormido con Ginés.

Esta vez decidí no darle vueltas al asunto, fui a sacar a Niam y a la vuelta me puse a ver deportes en la TV con una birra de compañera como ya había previsto hacer cuando se fuera Vicky, solo que dejar la mente en blanco iba a ser más complicado.

Sentí unas ganas inmensas de llamar a mi mujer, eran remordimientos ligados con echarla de menos pero, no podía bajarme del burro. Se había comportado como una energúmena por un jalón de pelos insignificante y si seguía dejando que se saliera con la suya solo podía ir a peor.

Así que me sentí solo, más solo que nunca. Porque me sentía frustrado, incompleto, abandonado,…Hice un repaso a mis últimos años y los había dedicado a mi trabajo, a Vicky y a complacer a los demás. Siempre comprensivo con los deseos del resto y los míos en un segundo plano ¿Acaso eso me hacía ser mejor persona? Solo me hacía ser uno más pero, mucho más idiota e insatisfecho.

Al fin sonó la puerta, la “Reina de Saba” llegaba de su fiesta, solo que esta vez no la esperaban sonrisas y complacientes lacayos. Sentía tanta rabia conmigo mismo en ese momento que no pude evitar descargarla con ella y con su exceso de felicidad.

-        Ya estoy aquí, Oli. Hola Niam.- llegó saludando Alba sonriente a las dos de la tarde aun con la ropa del día anterior.

-        ¡A buenas horas Mangas Verdes! – dije cabreado.

-        ¿Cómo?- respondió ella sorprendida.

-        Pues eso…

-        ¿Perdona? Este no es mi cuñado ¡Me lo han cambiado! – ironizó quitándole hierro al asunto, mientras cogía a Niam en brazos.

-        Lo que tu digas, en fin, tú sabrás lo que haces.

-        ¿En serio? Oye que una cosa es que me quede en tu casa y otra que eso te dé derecho a hablarme como el culo. No he pasado la noche aquí, lo sé pero, es que tampoco tengo porqué pasarla…Ya te dije que le decía a mis padres que estaba aquí para no preocuparlos pero, que yo me buscaba la vida si te venía mal.

-        Ya te lo he dicho Alba. TU-SABRÁS- LO- QUE- HACES. No teno ganas de oír historias hoy ¿Me he explicado ahora mejor?

-        Perfectamente Oliver. Voy a recoger mis cosas…

En unos quince minutos salió de la habitación con unos short vaqueros, una camiseta de tirantes blanca, su pelo recogido en un moño y la maleta rodando detrás de ella, como si la siguiera.

-        Gracias por todo. Y una cosa más, siento si te he molestado, no te lo mereces.- siguió su camino hacia la puerta.

Yo quería gritarle que no se fuera pero, no podía. La impotencia me enmudecía y siguió hablando el orgullo.

-        Alba- le dije para que me mirase otra vez aunque fuese con ese semblante triste, guardé silencio unos segundos hasta que mi boca siguió expulsando rabia- Búscate una excusa que contarle a tus padres pero, no le digas que estás en mi casa. No quiero que me responsabilicen de nada de lo que te pueda ocurrir.

-        Tranquilo, lo haré. Y gracias por dejar de fingir que tú eres el único que confías en mí y confesar que eres uno más de los que piensas que no se cuidarme sola.

El portazo retumbó en todo el portal, ahora además de todo lo que me estaba sintiendo me sentía inmaduro y gilipollas. Creo que en el fondo le hablé así para no darle la oportunidad de que me contase sus confidencias con detalle y tener que oír cuanto le gustaba Ginés.

Pronto me recorrieron remordimientos de conciencia, culpabilidad de sentimientos y arrepentimiento por haberla tratado así.

Debía dejarla tranquila, y no ser un mezquino que quería impedir que saliera con nadie.

No me importó el calor del verano, ni que fuesen las cuatro de la tarde cogí la bici y me fui a hacer la ruta de la Rana Verde por la montaña, era muy dura para tener que currar al día siguiente pero, necesitaba una buena dosis de adrenalina para liberar tensiones.

Me machaqué bien rápido hasta llegar a la laguna del río, allí, sofocado, me di un buen baño en pelotas para aliviar el calor.

Sumergirme renovaba mis energías y me despejaba la mente. Había tomado la mejor decisión alejándola de mí, sin duda, pero, las formas no habían sido adecuadas.

Mis pensamientos se aclaraban <<¿¡Qué coño estoy haciendo con Alba!? ¡Estoy casado con Vicky, joder!>> No iba a ponerle los cuernos a mi mujer, y menos con mi cuñada.

Me reía de mi mismo pensando las cosas que habían llegado a pasar por mi absurda cabeza.

No hubiese querido hablar así a Alba pero, ya se le pasaría. Para mí era una cura y debía mantener mi decisión.

Esa noche dormí como un bendito y al día siguiente fui al trabajo con otra energía, me creía que ya lo había superado todo y me sentía fuerte pero, siempre hay un capullo para estropearle a uno el día.

Aún me estaba poniendo el uniforme, en los vestuarios cuando entre el barullo identifiqué la voz de Ginés, vacilando con otros novatos.

-        A ver si aprendéis de mi, y empezáis a buscar mujeres de calidad. Con la tía que me lío ahora, tiene pilas alcalinas, no veas como cabalga ¡Y no se cansa la tía! Bfff, y es que no se corta un pelo, desde el primer día al pilón, jajaja Soy un sibarita, un privilegiado…Y mirad encima me manda el tupper ¡La tengo bien esnseñadita!, así que no me vaciléis de las que habéis conocido este fin de semana, que vosotros lo que sois es unos “pagafantas”…Tenéis mucho que aprender.

Solo oí esas palabras, ni lo de antes ni lo de después, decidí templarme un poco, pensé <>, así que me fui para afuera para evitar verlo, solo pensaba <>.Tuve la mala suerte de cruzármelo por el pasillo, él me saludó ajeno a lo que yo sabía y le di tremendo golpe en el pecho, que lo dejé sin respiración a modo de saludo.

-        Hola machote ¡Que macho eres!¡Qué fuerte estás! – así le conteste y de verdad que me estaba conteniendo para, no abrirle la cabeza. Lo disfracé de saludo de machos, y al menos descargué un poco de ira.

Seguí mi camino a echar el día de curro. Había llegado con buen rollo y ya me habían puesto de mala ostia.