Daños colaterales. 1. De rescate y seducción

Alba y Oliver no hicieron lo correcto pero, dejar de hacer lo correcto te puede hacer maravillosamente feliz y el precio a pagar son los daños colaterales a los seres queridos.¿Merecerá la pena? No esperen una gran historia, es una historia cotidiana que siempre quisimos plasmar.

1. De rescate y seducción

-          ¡Oli, Oli! –  me gritaba mi mujer mientras me zarandeaba - ¡Oli, despierta por  favor!

-          ¿Qué quieres? – conseguí balbucear mientras abría un ojo mirando al despertador- Son las cuatro…

-          Oli, es Alba, despierta por favor.

-          ¿Qué le pasa ahora? – me despabilé enseguida.

-          Me ha llamado llorando, quiere que vayamos a recogerla. No la he entendido muy bien, está muy nerviosa por lo visto está en el Polígono de la Veleta, no consigo entenderla bien…

Me levanté de un salto. Vicky ya se había puesto los vaqueros y una camiseta. Yo, nervioso, me puse unos pantalones de chándal y una camiseta cualquiera de entrenar. Ambos bajamos corriendo al coche para ir a buscar a Alba.

Por el camino intentaba que mi mujer me contara que le pasaba a su hermana esta vez, mientras mi mente no deja de mandarme flashes de alguien haciendo daño a mi cuñada, mi cabreo y preocupación iban en aumento.

Es cierto que Alba es un poco rebelde pero, yo llevo con la que ahora es mi esposa saliendo desde que teníamos 19 años, y entonces Alba solo tenía  6, la conozco bien. Es terca y cabezota en casa pero, en la calle cualquiera se la puede “comer por sopa” pues en el fondo es inocente y noble.

La quiero como parte de mi familia, y el solo hecho de pensar que le ha podido pasar algo…

Al doblar la esquina de la discoteca del polígono, entre el barullo de adolescentes, semiadultos y adultos que dejaban mucho que desear, pudimos verla sentada en la acera de enfrente, con un mínimo vestido rosa flúor ajustado a su extremadamente delgado cuerpo, los tacones en la mano, el rímel corrido y su larga melena sobre la cara intentando esconderse para que nadie la viera llorar desconsolada.

Vicky, que casi se tiró del coche, fue a socorrerla mientras yo aparcaba. Para cuando llegué donde estaban las dos, ya le estaba cayendo una gran bronca a mi cuñadita.

-          ¿Te puedes creer? La gilipollas esta, el susto que nos ha dado porque se ha quedado sin pasta, por irresponsable- me decía mi mujer con los ojos desencajados- Y encima llora por lo dolida que esta con Paulita, que la ha dejado tirada. ¡Es que son tontas las dos! Si a tu amiga del alma le sale un plan, dile que te deje 10 pavos para el taxi. ¡Qué ya no tenéis 15 años, coño! Qué son 21. Yo a tu edad ya me había…

-          Vamos, Vicky que solo tenemos 34, no le hables como si le doblaras la edad.- mi mujer siempre había sido muy madura para su edad, desde muy pequeña y Alba es todo lo contrario con 21 años, es toda una mujer para sus viajes, sus salidas y sus rolletes pero, aun una cría irresponsable para todo lo demás. Y a mí siempre me toca defender a la enana.

-          ¡Ay Oli! Tú sabes que yo no lo he hecho queriendo. Perdón, perdón, perdón, perdón,…- me repetía hasta la saciedad colgada de mi cuello, derramando lagrimones turbios de maquillaje, dándome besitos para hacerme la pelota.

-          Ya lo sé Bichito pero, tienes que tener más cuidado…

-          Eso. Y ahora tú, como siempre, la defiendes…Esto es el colmo. ¡Vayámonos para la casa! ¡Me vais a matar!-dijo mi mujer.

Tenía razón, Alba me puede pero, es que yo no tengo hermanos y siempre le he tenido un cariño especial. La llamo “Bicho” de forma cariñosa desde pequeña, y es que siempre ha sido un espíritu libre. Impulsiva y alocada, hace siempre lo que le manda el corazón con el inconveniente de que se olvida de usar su cabeza. Eso la hace una especie única y maravillosa pero, le llueven los desengaños.

-          Vicky ¿Me puedo quedar en tu casa a dormir? Es que papá y mamá están en la casa de la sierra y ahora no me apetece dormir en casa sola. Me encuentro mal.

Mi mujer, como siempre que se cabrea, mantenía un silencio sepulcral. Yo en cambio asentí guiñando un ojo a Alba en señal de aprobación.

De nuevo, mi cuñadita me abrazó bien fuerte, haciendo que llegara a mi nariz un tremendo olor a vodka y tabaco. Saliéndose con la suya que es otra de sus especialidades.


-          Buenos días Oli ¿Qué hora es? – Apareció por el pasillo con una camiseta mía que le había servido de pijama.

-          Las 2- dije sin apartar la vista de la F1 que daban por la TV.

-          ¿Y Vicky?

-          Se fue hace media hora a currar.

-          Pero, si es domingo.

-          Ya sabes que en la oficina de turismo, trabajan todos los fines de semana del verano. Y estamos en Junio. ¡Qué no sabes ni en qué día vives, Bicho!- dije picándola.

-          ¿Ya ha empezado con las rutas semanales por el Parque Natural?

-          No, las rutas son en Julio y Agosto, las dos primeras semanas de cada mes.

-          ¿Está muy cabreada conmigo? – Seguía hablando despistándome de la carrera.

-          Pues no hemos hablado mucho, yo me he ido a correr esta mañana temprano pero, me imagino que sí…

-          ¿Haces deporte los domingos también? ¡Qué Tío! Así estás ¡Qué eres el bombero más cañero de toda la ciudad! ¡Mira qué brazacos, que pectorales, que tabletita! Si es que tengo el cuñado más buenorro que se puede tener- insistía Alba mientras me sobaba con la coña.

-          Vamos, Bicho, no me hagas la pelota, que yo también me llevé un buen susto.  Dije cogiéndola para hacerle cosquillas. Ella intentaba zafarse y daba grititos pero, no era rival para mí con sus escasos 50 kg y su metro sesenta. Yo mido un metro noventa y estoy fuerte, mi curro de bombero lo requiere.

-          ¡Me haces daño! ¡Me haces daño! – insistía entre risas.

-          ¿Daño? ¿Y tú? Me diste un susto anoche, y me despertaste a mí y a tu hermana. ¡Me lo pagarás!- bromeaba mientras la tenía acorralada debajo de mí en el sofá.

-          ¡Tregua, tregua, tregua! Te hago el almuerzo y quedamos en paz.

-          Mmmm, eso pinta bien Bicho, sabes cómo odio cocinar y como adoro comer.

Al fin la liberé y se fue para la cocina a preparar algo.

-          Pero no seas tacaña con las raciones. Que yo no me alimento como tú en un dedal, canija.

-          Si, hijo mío, no sé como tienes ese cuerpo y no estás redondo con todo lo que tragas.

-          Lo quemo todo en el curro, haciendo deporte y en la cama ja,ja,ja - fanfarroneé

-          ¡Qué gorrino eres!

-          Soy pura fibra Bicho, pura fibra…Y de gorrino nada, pregunta a tu hermana verás cómo no tiene quejas…jajaja

Siempre estamos con esas coñas los dos. Es la hermana que nunca tuve.

Al cabo de un rato llegó a la mesa con un plato de pimientos asados, huevo y chuletas para mí y un pequeño bol de pimientos con huevo para ella. Eso sí, un par de botellines de cerveza fríos, porque comer no come mucho pero, la birra no la perdona.

Mi mujer también come poco pero no es tan delgada. Tiene buenas curvas. Alba en cambio es muy canija, a veces nos ha preocupado pero, desde pequeña ha sido así y está sana que es lo importante.

-          Esto está de vicio, Bicho – dije mientras devoraba mi plato. Y es que Alba estudia en la escuela de cocina.

-          El día  que tenga un marido, aunque yo sea la mejor Chef de España, que no se piense que voy a cocinar yo siempre para él, como mi hermana contigo.

-          El día, que tengas un marido. Primero, yo tendré que darle el visto bueno y  segundo no cocines para él nunca. Eso sí, a tu cuñado le vas a tener que mandar el tupper todos los días al curro, cuando seas Máster Chef.- bromeé

-          ¡Qué cara tienes! Pues ahora friegas tú, que yo he cocinado.

-          Sin problemas, yo friego, limpio,…pero, por favor cocinar no. Lo que hago puede llegar a ser tóxico.

Llegada mi hora de fregar me fui a la cocina, mientras Alba me arrimaba los platos.

-          ¿Tenéis helado?

-          En el último cajón del congelador hay algunos.

-          No los veo- me dijo Alba, mientras se mantenía agachada buscando.

-          Están ahí, busca bien Bicho. – dije señalando con la barbilla al lado del congelador donde tenemos los helados.

Inevitablemente en ese momento mi vista se fue a Alba.

Estaba agachada, con el culo empinado, mi camiseta que le quedaba enorme y se le había subido hasta la cintura, veía perfectamente su gracioso y redondo culito, con el hilito del tanga cruzándolo, se le habían separado las nalgas en la medida justa para dejarme ver como ese fino hilo rosa fucsia atravesaba su culo, terminando en una raja muy marcada por la tela incrustada en sus pliegues, asomando por el lado una porción jugosa de carne rosada y brillante. Esos labios tan marcados son de familia, pensé. Me venía a la boca el sabor de Vicky en ese momento y sobre todo me preguntaba si el de Alba sería parecido.

Toda la sangre de mi cuerpo parecía haberse ido para mi polla en ese momento y la erección fue de gran envergadura, me pegué a la encimera de la cocina oprimiéndola contra los muebles, mientras seguía fregando intentando disimular.

Me sentí un pervertido ¡¿Cómo se me habría ocurrido fijarme en el coño de mi cuñada?! De Alba!!

Quería zafarme de esos locos pensamientos, y terminar con las sartenes pero, ahora la veía ahí chupando el polo, mirándome con sus enormes e inquietos ojos marrones, disfrutando de su victoria. Otra vez se había salido con la suya, ya me tenía fregando. De nuevo había conseguido que hiciera lo que quería y ella admiraba su nuevo logro con un mohín de satisfacción innato.

Anoche ir al polígono a recogerla, otras veces llevarla a algún sitio, comprarle algo que sus padres no le compraban, ahora fregaba según sus ordenes,…No creo que fuese consciente pero, yo siempre terminaba haciendo lo que ella quería, estaba acostumbrada y solo había que mirarle la cara para saber que eso la hacía feliz.

Desde pequeña, había desarrollado ese sistema conmigo y disfrutaba de él.

Me detuve en ese pensamiento y concluí que yo jamás le había negado nada. Había concedido todos sus deseos a la caprichosa niña, y eso la satisfacía.

Al fin y al cabo a mí también me hacía feliz verla contenta.

El único problema en ese momento era separarme de la encimera, pues nunca había mirado a Alba como una mujer, siempre como ese Bichito caprichoso, pero, lo que sin querer me había enseñado había calentado mis motores internos y me había mostrado a una mujer delgada pero de cadera marcada, culo prominente, piel morena brillante y un coño bastante apetecible.

Ya no había más que hacer en la cocina, debía separarme de la encimera y ella seguía apurando su polo esperándome sobre el quicio de la puerta, no tuve más remedio que apuntarla marcando bulto a través del pantalón de chándal gris. Creo que ella se dio cuenta porque sonrió pícara antes de irnos para el salón.


Un enfermo, un auténtico enfermo me sentí al terminar de masturbarme en la ducha pensando en ella mientras, su hermana, mi mujer, me esperaba con la cena en el salón esa misma noche.

Aunque debo reconocer que el sentimiento de culpabilidad iba desapareciendo en las posteriores pajas que le dediqué, porque admito que esa solo fue la primera de tantas, no por ello dejaba de atender sexualmente a Vicky siempre en la medida que ella lo consiente pero, en mis momentos de onanismo solo pensaba en esa escena que me había brindado sin querer en la cocina mi cuñada.

Eso sí, pasado un tiempo, el recuerdo de los detalles eran cada vez más lejanos. Algo en mí me hacía pensar en volverlo a ver pero, aparte de sentirme un depravado sabía que solo podía ser una mera fantasía sexual. Eso ni era, ni podía llegar a ser factible. Una casualidad que no se volvería ni debería volverse a dar. Una casualidad que me había calentado tanto que me estaba volviendo medio loco.


Vicky y yo llegamos a la casa de verano de mis suegros cargados de aperitivos para pasar allí el día.

Teníamos costumbre hacer una comida familiar en Julio, aprovechando que llenaban la piscina. Como siempre estaban los tíos de mi mujer, mis suegros y algún que otro primo que vemos de año en año con su respectivas parejas y sus pequeños y a veces impertinentes hijos.

Es un poco tostón pero, siempre terminamos borrachos los hombres en la piscina, echando partiditos de waterpolo improvisados.

Rosa y Enrique, son unos suegros maravillosos, yo no tengo esa relación con mis padres pese a que los quiero mucho, no estamos tan arraigados.

Mi suegra cocina divinamente, eso lo han heredado de ella sus hijas y siempre prepara cordero asado con patatas y muchos aperitivos más para resaltar ese día.

Enrique, buen amante y entendido en vinos, abre siempre alguna botellita que otra de calidad para el evento. A mí, que no entiendo del tema, todos me saben bien pero, soy más de cerveza fría.

Él me recibe siempre como el hijo que nunca tuvo con un gran abrazo, y mi suegra me colma a besos.

-          Vamos, Oliver, hijo prueba este Vega Sicilia, antes que venga Julián y escurra la botella. – Insistió mi suegro.

-          Enrique, no hables así de mi cuñado. No es ningún borracho.- protestó Rosa

-          No, si no es ni borracho ni ninguna otra cosa. Si algo es, es tacaño como él solo. No gasta, ni suelas.

-          ¡Este hombre siempre igual!

-          Di que sí Enrique, yo estoy contigo. Ese no ve el cordero hasta que no llenáis la piscina. – reí siguiendo el juego a mi suegro.

Nos fuimos acomodando en la mesa, entre conversaciones transitorias hasta que fue llegando toda la familia para devorar el banquete.

Los niños, con los flotadores acaparaban toda la piscina y yo con la tripa tan llena solo tenía ganas de descansar, así que me tumbé bajo un naranjo en el césped  y me quedé dormido.

No era el ambiente más idóneo para dormir, esos críos gritan como condenados pero, había salido de guardia y me rendí en seguida.

Al despertarme, miré para la piscina y vi a Vicky que salía de ella como una sirena, con su pelito corto mojado hacia atrás,  el bikini azul claro que tanto me gusta, marcando sus caderas, tapando mínimamente su coñito con él, bamboleando esas dos buenas tetas con las que me premia a veces, sabe que muero por sus pezones y juega conmigo. Aun tenía mojada su piel morenita,…impulsivamente me fui hacia ella y la empujé al agua conmigo.

Cuando por fin salió a la superficie,  empezó a gritarme entre risas que era un bruto pero, capte en seguida que estaba jugueteando. Así que oteé el panorama:

Mi suegro daba lecciones de enología a su sobrino, mi suegra y su hermana habían ido a los rosales a mirar no se qué, los críos estaban jugando a la pelota,  Julián, el tacaño, había caído en un sueño profundo…y yo, me había despertado de la siesta bastante caliente.

Era mi momento. Me arrimé a ella para que pudiese notar mi durísima polla, la cogí contra la escalera de la parte honda de la piscina acorralándola, metí la mano por la braguita del bikini, le apreté el culo asiéndola hacia mí, rozándole la polla desde la base al capullo para que la notara en toda su envergadura, pasé mis dedos por dentro de su braguita hasta encontrarme con su vello haciéndome hueco entre ellos hasta hundírselos sin preámbulos bien dentro.

Ella se estremeció e intentó quejarse pero, ahogué su replica con mi lengua y nos fundimos en un beso caliente.

Vicky se dejó llevar un poco, comprobando que nadie nos prestaba atención, y metió su mano  en mi bañador, agarrando mi polla, moviéndola suave para que nadie pudiera percibir lo que hacía, haciéndome sentir unas tremendas ganas de  estar dentro de ella- mi boca se perdía por su cuello, mientras ella me pajeaba con destreza.

Solamente era necesario disimular un poco, y podía llegar correrme allí mismo.

Mi boca, estaba ya descontrolada, no me conformaba con su lengua y su cuello. Sentía que sus tetas me llamaban, quería apretarlas y chuparlas pero, si no era discreto, Vicky me frenaría en seco.

Me conformé con darles encarecidos besitos en lo que sobresalían de ellas por su bikini, alternándolos por sus hombros y cuello para, disimular.

Ella gemía en mi oído, dejándose llevar por las caricias y aceleraba con precaución los movimientos de su mano en mi polla,…

-          Mmmm, Vicky eso de que me gimas en el oído me supera y lo sabes…Me pones a mil.

-          Contrólate Oli, que está toda la familia aquí.

-          Necesito estar dentro de ti, …ahora

-          Esto es solo un juego, si no sabes jugar tendremos que parar. El postre te lo comerás en casa.

-          Pfff, a casa no llego. Vamos a una habitación.

-          Je, je, je. Eres demasiado bravo, cariño. Solo tienes que esperar un poco. Pronto nos iremos…

Nuestro juego fue interrumpido por una avalancha de niños, saltando a la piscina salpicando todo lo que podían.

De fondo se oyeron dos risitas al unísono.

-          ¡Vaya cuñado! Te han estropeado el romanticismo.- soltó Alba, que apareció de la nada con  su amiga Paula.

-          Eso, eso. Yo estaba a punto de gritar “Iros a un hotel” – dijo Paula, riendo a carcajadas junto a Alba.

-          Desde luego, estas dos, van a tener 60 años, y seguirán en la edad del pavo- Rompió mi mujer saliendo de la piscina.

-          Hola Bicho ¿Dónde estabais metidas? ¡Vosotras dos tan oportunas como siempre! – durante el día me había preguntado por mi cuñada alguna que otra vez pero, no me había dado tiempo a pensar mucho con tanta charla familiar.

-          Nosotras dos, estamos ya acostumbradas a veros daros el lote desde crías. ¡cochino! – siguió Alba bromeando.

-          Menos mal que esos tiempos pasaron, ya no te tenemos que llevar de lazarillo. Bueno, algunas veces todavía,…- Alba me hizo doscientos gestos en un segundo para que no soltara nada de su última escenita en el polígono delante de Enrique que empezaba a echar cuentas a la conversación.

-          Ojala, hubiera sido Alba la que encontrara un chico como Oliver. Si Vicky estuviera soltera me preocuparía menos, ella es más asentada. – He de decir que mis suegros tuvieron a sus hijas mayores y que él es un hombre, que lejos de ser machista es muy chapado a la antigua.

-          ¡Ala papá, que cosas sueltas! – Dijo Vicky.

-          Déjalo Vicky, ya estoy acostumbrada a ser la oveja negra de la familia- se quejó Alba.

-          Tu siempre vas de despechada, hermanita pero, lo cierto es que nos das mucho ruido. Desde que eras una enana. Es normal que papá no se fie ni un pelo de ti.- Continuó mi mujer con la discusión.

-          Ya me extrañaba que te estuvieses poniendo de mi parte. Hubiera sido la primera vez.

-          Otra vez la despechada ¡Qué dramática, chica! A ver si echas cabeza de una vez.

-          Si a mí me lo pusieran igual de fácil que te lo pusieron a ti…A mí no me ponen un piso para irme estudiar, al contrario: no paran de controlarme, no se fían de ninguno de los chicos con los que salgo,…

-          Quizá ese sea el problema, Alba. Que no estás capacitada para vivir sola porque eres muy inmadura, que hay que ir a recogerte porque no sabes ni el dinero que llevas y que no estás con un solo chico, ¡Los vas a probar todos!

Alba no fue capaz de contestar, sus enormes ojos marrones se llenaron de lágrimas, se arranco el vestidito rojo playero y se fue descalzando por el césped hasta tirarse a la piscina, intentando mantenerse debajo de agua.

Para entonces toda la familia estaba atenta a la conversación. Los padres habían empezado a vestir a los niños en señal de despedida. La tía de mi mujer se colgó el bolso y Julián empezó a insinuar que estaba cansado y que era hora de marcharse.

-          Alba hija, sal del agua corazón. – Decía con dulzura mi suegra- Te vas a lastimar.

-          Albita, sal del agua, cariño- Insistía Enrique.

-          Eso es, seguid así los dos a ver cuando madura la niñata esta. – Aportó Vicky.

-          Eres muy brusca con ella, ya sabes que ella…

-          Si mamá, no sigas, ya lo sé, ella para ti es de una pasta especial. ¿Es que no veis que es una caprichosa? No sabe ni encajar una opinión.

-          Victoria, quizá no te falte razón pero, tampoco creas que te sobra. Tendrás 34 años pero, siempre seremos tus padres y no me parece demasiado tarde para hacerte comprender que no puedes hablar así a tu hermana. No será una chica ejemplar pero, tampoco es todo eso que la has llamado delante de todos.- Dijo mi suegro, excepcionalmente. Pues él en estos casos, se limita a guardar silencio.

Vicky rompió a llorar, agarrada a mi brazo.

Sé lo importante que es para ella su padre y cuanto le habían dolido esas palabras.

-          ¡Dejad de pelear por favor! ¡Alba no sale del agua! – Gritó Paula.

Me lancé a la piscina con las chanclas, la saqué en peso muerto, esos escasos  50 kl se habían doblado en ese estado, estaba totalmente desplomada, como una muñeca.

Conseguí tumbarla en el césped y hacerle el boca a boca. Tuve que hacerlo varias veces. Por fin reaccionó, tosió expulsando agua, y abrió esos grandes ojos cogiendo todo el aire que pudo mirándome fijamente.

-          Me has salvado la vida- me dijo tosiendo.

-          Sssstttthhh! No hables Bichito, ya pasó.- le dije acariciándole el pelo.

Todos estaban muy nerviosos, mi suegra casi se había desmayado, Enrique le fue urgentemente a por sus pastillas.

Vicky arrodillada en el suelo abrazaba a su hermana pidiéndole perdón y Paula la abrazaba también.

-Chicas, dejadle espacio, necesita aire. – Interrumpí.- No intentes incorporarte  Alba, relájate un poco ahí.

Vicky y yo nos abrazamos fuerte y la besé,…

-          Id dentro, prepara tila para todos,…Lo hemos pasado muy mal, yo me quedo vigilándola hasta que pueda incorporarse. Necesita tranquilidad. Dile a tus padres que está fuera de peligro.

-          Menos mal que estabas aquí, Oliver. – me respondió mi mujer, devolviéndome el beso.

Ambas besaron en la frente a Alba y se fueron dentro a acompañar a mis suegros.

-          Me besan como si me hubiese muerto, como en las películas.- Balbuceó Alba aturdida.

-          No hables ahora Bichito, descansa. – dije sentándome a su lado y poniéndole una toalla enrollada a modo de almohada bajo su cuello.- pero, tampoco te puedes dormir.

-          Entonces, háblame tú, porque si no me voy a dormir.

-          Ja, ja, ja. Está bien. – La observé por unos instantes. Su bikini minúsculo rojo, su cuerpo contorneado pero, endeble a la vez, el pelo cayendo por uno de sus hombros casi llegaba a su cintura, sus minúsculos piececillos con las uñas rojas a conjunto, esa boca carnosa perfectamente dibujada a conjunto con su nariz, y los impresionantes ojos marrones adornados con larguísimas pestañas que siempre han sido tan llamativos, desde que era una criaja todo el mundo tenía que ver con esos pedazo de ojos. Siempre la había visto una chica preciosa pero, ahora no podía evitar ver una mujer preciosa.

-          ¿En qué piensas, Oli? ¿Por qué no me hablas?

-          Pienso en ti, y en el susto que nos has dado bicho.

-          Perdóname, yo no puedo controlarlo, cuando me saturan así me pongo nerviosa y no controlo. Es que mi hermana me ha dicho cosas…

-          No te embales, no te conviene ponerte nerviosa. Tu hermana y tú deberíais hablar como dos adultas un día con tranquilidad, de lo que esperáis una de la otra pero, parece que ninguna de las dos tiene capacidad. Las Orozco son muy temperamentales, siempre lo ha dicho tu madre.

-          ¿Tú también estás enfadado conmigo?

-          Yo no. Yo solo soy un pobre e indefenso Vega, ja, ja, ja a la merced de dos mujeres de carácter.

-          Bueno, estarás a la merced de Vicky que es tu mujer…

-          ¿¡Me vas a decir que tu no consigues de mi lo que te da la gana!?¡Lo haces desde que eras una migaja!

-          Eres el mejor hombre que he conocido en mi vida. Me alegro cada minuto de que formes parte de la familia,…debería haber por ahí un Oliver Vega para mí también. – dijo besándome en la mejilla sonriendo.

En ese momento, luchando contra mi consciencia, mi cerebro, mi cuerpo, mis labios y mi piel entera conseguí no besarla.

Para mí, de forma inevitable, lo que todos traducían en caprichos y locuras era pureza y autenticidad.

Pensándolo bien, Alba era la única persona en el mundo a la que nunca había  visto reprimir, ni disimular sus sentimientos y eso me cautivaba sin remedio.

Alguien tan auténtica, que me parecía ficción que existiera. Tan sencilla que era complicada. Tan paradójica y a la vez tan asequible, que me cautivaba sin proponérselo, hasta el punto de hacerme sentir indecente.