Danni, Amo Cash

Un perro con mucho aguante llama a un macho cabrón para que lo putee

Eran sobre las seis y media cuando llegue a casa de aquel perro, habíamos quedado a las seis en punto, pero me gusta hacer esperar a los perros, le muestra quien manda. No quería sexo, tan solo le gustaba que le humillasen y torturasen. No sabía dónde se había metido.

Antes de que me diese tiempo a llamar al timbre ya me había abierto la puerta, de rodillas, desnudo y con la pasta en la boca, tal y como habíamos acordado. Tenía puesto un collar de perro. Cogí la pasta y me la guardé, acto seguido le di una hostia. No había hecho nada malo, aunque tampoco necesitaba un motivo para pegarle, tan solo quería catarlo.

-          Llévame al salón, que me quiero sentar- le ordené

No dijo nada, ni siquiera se atrevió a mirarme, tan solo se limitó a ir a cuatro patas hasta centro del salón.

Me quité la cazadora y me senté en el sofá, el perro seguía cabizbajo mirando al suelo sin atreverse todavía a mirarme.

-          Perro- le dije mientras le indicaba con los dedos que se acercase a mis pies.

En cuanto estuvo lo suficientemente cerca le di un par de hostias.

-          ¿Quién te ha mandado ponerte el collar? - no dijo nada se limitó a seguir mirando al suelo

-          Contesta- le repetí, mientras se comía otra hostia - ¿Cómo tenías que esperarme?

-          Desnudo, de rodillas y con el dinero en la boca- se atrevió a decir todavía mirando al suelo y en voz baja.

-          Exacto- le reproché- ¿Y entonces por qué coño te pones un collar? – le preguntaba al mismo tiempo que le pegaba otra hostia

-          Porque soy un perro señor – me contestó por segunda vez, todavía mirando al suelo y en voz baja.

-          En eso estamos de acuerdo, quítatelo y dámelo – tan pronto como me lo dio lo utilice para azotarlo

Realmente no me importaba una mierda que llevase el collar, de hecho, hasta me gustó la iniciativa, pero esa tarde se iba a hacer lo que yo mandase y no le había mandado eso, así que se comió unas justas hostias con el collar de cuero.

-          Tráeme una cerveza perro- le ordené

Siempre les ordeno a mis chuchos que tengan birra para mí, Estrella Galicia o 1906, son mis favoritas. Creo que es muy varonil ver a un macho como yo bebiendo cerveza. Además, así tengo meo por si hay algún perro sediento.

-          No me dio tiempo a comprarla, señor, lo siento- Se atrevió a decir.

-          ¡¿Cómo?! – exclamé cabreado. Suspiré

-          – Mira, no me voy a enfadar, te voy a castigar. Te voy a dar dos castigos a elegir, “A” y “B”, pero tú no vas a saber en qué consisten, lo vas a elegir a ciegas, solo los vas a sufrir.

-

-          “A”- Dijo al cabo de un dudoso momento

-

-          Bien- respondí- Ahora vamos a la cocina - Él iba a cuatro patas naturalmente, yo me subí a su espalda y le dejé conducirme.

Al entrar a la cocina me dirigí a la nevera, al congelador en concreto. Cogí la cubitera llena de hielos y se la puse en los huevos.

Enseguida empezó a estremecerse y a gemir entrecortadamente.

-          Esto es lo que pasa cuando desobedeces al amo- le dije mientras presionaba aun con más fuerza el hielo sobre sus genitales.

-          Ahora vas a coger y vas a sostener tú los hielos- inmediatamente acató la orden

El seguía a cuatro patas, así que comencé a darle patadas en el culo

-          Yo quiero ser bueno contigo, pero lo pones muy difícil- le dije mientras hostigaba su culo. Cuando me canse de darle patadas le dije que se quitase los hielos. Se los quito casi al instante, yo lleve mi mano a su polla

-          Vaya, que fría se te ha quedado, habrá que calentarla ¿no? - Comencé a golpearle los huevos y la polla como si del saco del gym se tratase.

Me acabe cansando al cabo de un rato, el perro tenia aguante, a pesar del hielo y de mis hostias a penas se había quejado. Este perro era duro, pero yo soy más carbón.

-          Enséñame tus gayumbos, perro, vamos a ponerte uno- le dije mientras me volvía a subir sobre su espalda mientras me dirigía hacia la habitación

-          ¿Sabes por qué me llevas así? – le pregunte mientras entrabamos a la habitación- Porque yo soy un macho y tú eres un maricon, y los maricas como tu estáis para servir a los machos como yo- antes de terminar la frase el perro ya se había comido unos cuantos azotes.

Cogí unos gayumbos que había en el cajón y se los puse en la cabeza de manera que le tapasen la cara

-          Esto es para que no tenga que ver tu asquerosa cara perro- y le di orden de pasar por la cocina y luego al salón

Una vez en el salón de nuevo, cogí un par de pinzas y se las puse en los pezones. Debía tenerlos muy sensibles pues salto un poco cuando se las puse. Una vez puestas le dije que me besara las zapas. Estuvo un rato besándome las Nike, le ponía ganas el perro.

-          Ahora descálzame y masajéame los pies que vives muy lejos- antes de dejarme acabar ya me estaba masajeando los pies.

Mientras me masajeaba un pie yo jugaba con las pinzas de sus pezones con el pie que me quedaba libre. Se estremecía bastante, debía de tener mucha sensibilidad en esa zona, lo cual era malo para él. Estuvimos así un rato hasta que se me dio por mirarle la polla, estaba empalmado.

Tan rápido como lo vi me dirigí a su cara y le solté unos guantazos.

-          ¿Cómo es que estas empalmado perro? ¿Quién te ha dado permiso?

-          Nadie amo- respondió temeroso

-          ¿Entonces por qué te empalmas? – le recrimine

-          Porque soy un pervertido señor- contestó. No esperaba esa respuesta, hasta me gustó, había dado con un buen perro. ¿Y quien podía culparle por empalmarse ante un macho como yo? Pero hacia un buen rato que no lo puteaba y ya iba siendo hora

Le arranqué las pinzas de los pezones, lo cual debió dolerle, pues se retorció bastante, nada que un par de hostias no pudiera arreglar. Le volví a poner los gayumbos en la cara y comencé a ponerle pinzas en la polla. Por el capullo, bajando por el tronco del rabo y expandiéndome en sus huevos.

-          Adivina cuantas pinzas te he puesto perro. Piensa bien la respuesta- le advertí finalmente

-          Ocho- dijo tras un rato dubitativo

-          ¿Seguro? – le pregunté y comencé a arrancarle las pinzas mientras la iba contando.

Se retorcía mas a cada pinza que le arrancaba. Eso me puso el rabo duro como una roca. Termine cuando llegue a la pinza número 13. El perro había fallado

-          Pues no has acertado perro- le dije riéndome. Es divertido putear a los perros, para eso están.

Al terminar con las pinzas vi que tenía los huevos y los pezones todavía enrojecidos así que fui a por los hielos, le ordene que se cerrase de piernas y los eche. Empecé a restregárselos con la mano por toda la zona. El perro aguantaba como podía sin separar las piernas para que no le cayese ninguno.

Cuando ya se empezaban a derretir los hielos le dije que los volviese a guardar, que iba a mojar la alfombra. Le costó un poco recogerlos todos y dejarlos todos en la cubitera con los gayumbos en la cabeza.

Una vez recogidos todos los hielos y las pinzas, lo use de reposapiés un rato.

-          Ha llegado el momento de meterte algo por el culo perro, enséñame que tienes- naturalmente fui montado en su espalda hasta su habitación.

Por todos es sabido que este tipo de perros tienen dildos para meterse por el culo siempre que pueden. Y no fallé, en el primer cajón de la mesilla tenía alguna que otra polla de plástico, la verdad, no tan grandes como me habría gustado. Hasta que vi un plug de tamaño considerable.

-          Coge ese- le ordené.

Al mismo tiempo vi que cogía también un bote de crema.

Cuando llegamos al salón, cogí la crema y le pregunté por ella, para el plug me dijo tímidamente.

La verdad tenía pensado usar algún tipo de lubricación para meterle aquello por el ojete. No es que fuese para nada pequeño aquel plug y tampoco quería reventarle el culo, no tan pronto. Pero que tuviera la osadía de pensar en usar crema era algo que no podía permitir. Le di un par de hostias por su estúpida idea, le tiré el bote de crema y me dirigí a su culo. Estaba cerrado.

A pesar de ser de plástico, al plug le costaba entrar. Tuve que hacer fuerza para meter la punta, una vez que esta estaba dentro el resto fue entrando con relativa facilidad, no sin algún quejido del perro, pero eso no era mi problema. Una vez metido hasta el fondo seguí empujando. Me gusta que a mis perros se les claven bien los juguetes en el culo, tocarles bien la próstata, esto los vuelve locos.

El pobre perro acabo tumbándose en el suelo, le di un par de leches y le mandé ponerse a cuatro patas.  Lo use un rato de reposapiés mientras wasapeaba por el móvil. Cuando terminé deje el móvil y me dispuse a seguir jugando con mi perro.

Me fui hacia su culo, donde aún seguía el plug. Comencé a retirárselo lentamente, cuando ya casi estaba todo fuera se lo quité muy rápido, eso les produce una sensación de vacío a los perros que hace que se estremezcan mucho. Cuando ya lo tenía todo fuera se lo volví a meter. Esta vez entro con mucha más facilidad que antes, por lo que se lo pude meter hasta el fondo y volver a quitar con más rapidez.

Estuve repitiendo este mete saca un buen rato hasta que el perro empezó a gemir. Se estaba corriendo, cuando me di cuenta ya se había corrido por la alfombra.

-          Lo siento amo- alcanzó a decir

-          Y más que lo vas a sentir, pero otro día, ahora me tengo que ir.

Le ordene que me calzase, y me acompaño a la puerta a cuatro patas, desnudo y mirando al suelo. Me despedí de él con una última y sonora hostia.