Daniela con Furia y Rabia

Viene de Me gusta exhibirme 14 y el sexo con mi primo. Amor filial. Debido a su contenido he creído más apropiado incluir esta parte del relato en esta categoría.

Por Daniela Besabien

Viene de Me gusta exhibirme 14 y el sexo con mi primo. Amor filial. Debido a su contenido he creído más apropiado incluir esta parte del relato en esta categoría.

Volvimos a quedarnos solas la duquesa y una servidora. Seguía haciendo mucho calor y propuse un baño. Entramos las dos en el agua y chapoteamos como niñas.

Salimos, nos secamos la una a la otra y nos dimos bronceador de coco también la una a la otra con lascivia y malicia. Ya llevábamos coco por todo el cuerpo y en alguna parte más de lo aconsejable. No habíamos terminado de jugar con nuestros cuerpos cuando apareció MCCAC con dos animales inmensamente descomunales que recorrieron el jardín al galope para terminar derribándonos al suelo.

-Furia y Rabia – gritó la duquesa – Al suelo- y se tumbaron.

Dos gran daneses de color gris de unos cuarenta kilos de peso y unos ochenta centímetros de altura cortaban la respiración con sólo mirarles a los ojos oscuros y penetrantes.

Quedé inmóvil tirada en el césped. MCCAC acudió a mi rescate mientras la duquesa se levantó por medios propios. Los animales seguían inmóviles esperando alguna orden.

La duquesa se acercó a ellos y les soltó un discurso que los canes parecían entender puesto que bajaron las orejas y arquearon los ojos. Al oír las últimas palabras de la duquesa pareció que se animaron. Levantaron las orejas y jadearon sacando la lengua.

-Y para que veáis que no soy rencorosa, mi amiga y yo os vamos a dar de merendar-. Dijo Margarita como colofón.

MCCAC se personó con una bandeja en la que habían tarros de mantequilla y mermeladas.

La duquesa sin mediar palabra ni pedir consentimiento se acercó a mí y me untó los pechos y la vulva con mantequilla y mermelada. Me cedió la bandeja e hice lo propio. MCCAC sujetó la bandeja y permaneció inmóvil a media distancia.

La duquesa se tumbó en el suelo y me pidió que la imitara.

-Vas a sentir una sensación única. No sólo no la olvidarás si no que desearás repetirla- Dijo abriéndose de piernas. Yo también las separé imaginando lo que venía a continuación.

No se quien era quien pero uno se lanzó sobre mis pechos y con lenguetazos de lado a lado fue lamiendo la mermelada y todo lo que encontraba a su paso. La fuerza que ejercía la lengua sobre mis pechos y en concreto al pasar sobre los pezones, me daban un placer descomunal. Me agarré un pecho y lo entregué al hocico del animal para que no buscara otra cosa que lamer.

Pareció entender mi deseo y se cebó con mi pezón. Tuve un orgasmo olímpico y la corrida fue detectada por el sabueso que como un rayo se metió entre mis piernas para lamer y mordisquear carne y flujos. Me sentía morir de placer. Otra vez la fuerza de aquella lengua hacía de mí un mar de líquidos. Juraría que estaba entrenado para dar presión sobre el glande del clítoris porque ni mi primo me come como ese perro.

Ahora el muy cabrón me metía toda la lengua dentro del coño. La notaba entera y removiéndose en mi interior hasta apretando el punto G.

Margarita gritaba – ¡Más más mermelada! Y El mayordomo le esparcía la gelatina dulce a la vez que el can no cesaba en sus envites.

Yo creo que no tenía mermelada pero el perro seguía follándome con la lengua y ya me estaba bien.

Se me ocurrió ponerme de espaldas para que me pudiera chupar desde detrás y me puse a cuatro patas pero con el tronco apoyado en suelo y el culo levantado. El perro me chupó el culo como un perfecto caballero. Yo peleaba con su lengua para ponerme un par de dedos dentro del culo y abrirlo para que su lengua entrara más adentro.

Pude meter tres y llegó a mis entrañas. Otro orgasmo y litros de mí que salieron por mi coño. El perro no dejó derramar una sola gota con la consiguiente mamada de coño que mataba más y más

( y tengo que parar porque me estoy empezando a correr y quiero que sea la corrida de la noche

. Ya está. Perdona pero no soy de piedra. Tu seguramente ya te la has hecho y ahora me ha tocado a mí )

No se como ocurrió pero sentí como la polla del perro me entraba en el coño y me follaba a una velocidad inaudita. Me vino a la cabeza cosas que siempre oí, que si se enganchan y no se pueden soltar. Que si tienen una bola y que... Yo lo único que me importaba en ese momento era el gusto que me estaba dando la follada de aquel perro que la tenía tan grande como mi primo y mi hermano juntos.

Grité de placer muchas veces. No acababa nunca de follarme hasta que noté que se le hinchaba dentro de mí y me retiré quedándole la polla al aire. La duquesa que se deshacía con las mamadas que aún le daba el suyo me animó a chuparsela al que tocaba a mí.

-¡No la mires Daniela. Cómetela sin mirar! - Y lo hice. Aquella textura no era como una polla de tío ni tenía que ver con nada de una mujer. Era cosa única y como tal la traté. Rosa, morada, gris, venas, capullo achatado y muy grande. Una polla enorme en mi boca y la lamí y la chupé como a una polla humana. Tardó un buen rato en descargar una cantidad bárbara de leche acuosa que me tragué la que pude y saqué por la nariz el resto. Me supo a suero de yogur. Cuando se terminó de correr me la coloque sobre el clítoris y me restregué hasta correrme para que me lo volviera a comer. Margarita seguía gritando. No se que le sucedía y en aquel momento no me importaba. Yo me estaba follando a un perro.

La duquesa Margarita no parecía un ser humano. Tenia la cara desencajada y los pechos con arañazos ensangrentados. Me reconocí y no observé tal desaguisado en mi cuerpo.

Me abracé a ella con dificultad la llevé hasta la piscina. Una bruma roja salía de su sexo. Metí los dedos en el interior del mio para comprobar daños y salió sólo semen.