Daniel y Yo (1. La Fiesta de Ricardo)

La primera de las cuatro partes de un relato que fue, considerado globalmente, el mejor valorado de mis escritos. Por consejo de una lectora lo he cambiado de categoría de "Gay" a "Bisexuales".

Capítulo 1. La fiesta de Ricardo

Ya era viernes por la noche, hacia poco que habíamos cenado y ya sólo la luz de las farolas entraba, junto con el ruido habitual del tráfico y de los peatones, por la ventana de mi cuarto mientras yo, que tecleaba palabras en el ordenador que no estaba seguro de haber pensado bien, intentaba no pensar en lo que me esperaba... No era de las personas a las que gustara sufrir por adelantado lo que sabían que estaba por llegar, y es que me sentía casi como un reo en el corredor de la muerte, esperando la llegada del minuto letal en que todo acabaría... Bueno. Quizá exageraba un poco y no era para tanto. Al fin y al cabo, sólo era una fiesta. Una fiesta a la que no quería ir.

-¿Cuándo piensas vestirte?-la voz de mi hermano llenó de pronto mi cabeza, impidiendo cualquier intento por concentrarme en lo que estaba haciendo-Porque supongo que no habrás planeado ir en chándal.

Aquí podrá haberle contestado algo ingenioso como que tenía mi Armani en la tintorería pero me limité a hacer como que le ignoraba mientras él, siempre tan poco respetuoso para con la propiedad ajena, se ponía a revolver la ropa de mi armario.

-Tiene que ser algo sencillo y elegante, pero informal-murmuraba más para sí que para mí-Algo que te haga atractivo a ojos de Marta.

-¿Aún sigues con eso?-le pregunté, molesto, pero queriendo fingir desinterés.

-Pues si no es para Marta, para cualquier otra chica que te guste. Habrá bastantes. Las chicas y el alcohol son dos cosas que nunca faltan en las fiestas de Ricardo. Te lo aseguro.

-Sabes que no bebo-le recordé.

-Quizá por eso eres tan soso.

Yo tuve que esperar un segundo antes de que se me ocurriera una respuesta que me pareciera ingeniosa:

-Quizá por eso me quedaré en casa.

-¡Venga!-me dijo, acercándose finalmente a mí-No iras a quedarte nuevamente en casa dejándome plantado como haces siempre, ¿no?

-¿Por qué no me puedes dejar en paz y vivir tu vida?-le espeté.

-Pues porque mamá quiere que intente sacarte de vez en cuando de casa y si no lo hiciera se pondría muy pesada.

-Ya lo es.

-Ya. Pero digo que se pondría pesada conmigo-precisó, haciendo hincapié en la última palabra-Así que anda, no seas cabezota y ponte,..., esto-dijo sacando ropa del armario y dejándola sobre la cama-Cuando te vistas nos podremos ir.

-Creo que me duele la cabeza-le dije como toda respuesta.

-A veces pareces una tía, Greg-soltó-Una tía estrecha-precisó-Puedo preguntarle a mamá si tenemos algo para el dolor de cabeza, o puede que lo mejor sea tomarse una cerveza o una copa en la fiesta. ¿Qué dices? Ya sabes que si me voy sin ti, mamá vendrá a preguntarte por qué te has quedado si habíamos quedado en que vendrías conmigo.

-Ya-asentí. Sabía que llevaba razón...-Una hora-le propuse-En una hora me traes a casa. Luego tú ya haces lo que quieras.

-¿Una hora?-preguntó, como escéptico-Parece poco. Mejor dos. No quiero tener que hacer un viaje de nuevo tan pronto.

-Me agobias-terminé por claudicar-Pero cuando sea el tiempo no habrá peros ni cinco minutos ni nada de eso.

-De acuerdo-asintió-Vístete. Te espero.

.

.

Finalmente, el sordo ruido del motor se apagó y el coche quedó totalmente quieto junto a la acera. Salvo junto a la que ya sabía que era la casa de Ricardo, la calle estaba casi desierta y del resto de las grandes casas que formaban aquella zona residencial apenas salía algo de luz por un par de ventanas. Por contraste, las luces y el ruido de la fiesta parecían resaltar en la oscuridad casi como Las Vegas en el desierto de Nevada. Y yo no tenía ganas de bajar del coche.

-Me siento muy incómodo-dije, sincerándome-¿Qué tal si me quedo aquí, leyendo, hasta que vuelvas?

-Eres demasiado inteligente-me replicó-Como para haber propuesto esa estupidez en serio. Además de que no tienes aquí nada para leer.

-¿Y no llevabas tu PSP en la guantera?-contraataqué.

-Hace tiempo que no la uso, de forma que sí está ahí tendrá la batería descargada. Pero ya te digo que no te vas a quedar aquí.

Hubo un momento de silencio. Él me miraba, esperando mi replica, y yo miraba por la ventanilla como si ignorara la situación.

-Casi todos los presentes son compañeros de clase. A los que ya conoces.

Me había girado para encararle y negarle esa afirmación que tan tajantemente había hecho cuando unos golpecillos en su ventanilla me sobresaltaron. Mi hermano abrió su puerta y una figura, que al principio no identifiqué, apareció de pie a su lado.

-¡Ey! ¡Buenas noches, Nacho!-dijo una voz, y no necesitaba verle la cara para reconocer a Carlos-Y veo que has arrastrado a tu hermano-dijo inclinándose, con lo que podía ya verle bien-Hola, Greg.

-Hola-mascullé más que salude, haciendo como que les ignoraba y cómo que no pasaba nada aunque estaba muy molesto por su repentina aparición.

-¿Qué tal la noche?-le preguntó Nacho-¿Acabas de llegar?

-No-fue la respuesta-Es que he visto extrañado que habías aparcado pero no bajabas del coche, por lo que tenía curiosidad de qué hacías.

-Ya vamos-le replicó mi hermano-Y,..., ¿sabes si ha venido ella?

-Ella, no. Pero sí su hermano y dice que vendrá.

-Bien-se limitó a asentir mi hermano antes de, para mi disgusto, salir del coche, lo que me obligó a imitarle.

Ellos se pusieron a caminar por la acera y luego a través del jardín hasta la puerta de la casa, que estaba entreabierta, y yo, algo distante pero a remolqué, les seguí. Hablaban de algo, no sé de qué porque sólo me llegaron unas palabras sueltas y tampoco tenía mucho interés en las palabras que intercambiaran, además de que con el ruido, mayor cuánto más nos acercábamos a la casa, se hacía más difícil escuchar sin estar justo al lado. Lo cierto es que además estaba un tanto distraído, pensando en lo largas que se me iban a hacer esas dos horas, por lo que casi choqué contra Ignacio cuando éste se detuvo junto a la puerta.

-¡Vaya!-Ricardo estaba en la puerta. Por lo que sabía de oídas y de una experiencia anterior, era un anfitrión muy atento, aunque más que por amabilidad mi instinto me decía que su interés era vigilar y tener controlada a la gente que metía cada dos por tres en su casa-Ya me parecía extraño que llegarás tarde, Nacho. ¿Qué tal te va, Greg?

-Bien-me limité a decir, incómodo de qué me hubiera preguntado.

-¿Bien?-repitió, como si no me hubiera oído claro-Pues tienes la misma cara que tu hermano cuando la de latín le dice que salga a la pizarra a traducir una frase.

Yo no sabía que decir, así que me quedé mirándome los zapatos mientras tragaba saliva y esperaba que los tres se distrajeran hablando de otra cosa, y me pareció que tardaban una eternidad. Era uno de esos momentos en que uno desea que le trague la tierra. Un leve codazo de mi hermano me hizo, finalmente, reaccionar.

-Sólo tengo algo de sed-dije finalmente.

-¡Eso se dice antes, hombre!-replicó Ricardo-¡Pasad, pasad! En el comedor lo tengo todo dispuesto. Puedes coger un vaso del montón y echarte lo que quieras. ¿Te gusta el whisky?-me preguntó.

-Le encanta-saltó mi hermano antes de que pudiera contestar.

-¿Qué dices?-no pude contenerme.

-Vale-replicó con un fingido tono de fastidio-Para mi hermanito un refresco.

-Hay en la cocina-dijo Ricardo-Fanta, coca-cola, lo que quieras, abre el frigo y elige lo que te apetezca. Si alguno quiere hielo, hay una fuente en la mesa. Y ahora, si me disculpáis, hay algo que debo hacer-dijo alejándose por el jardín, por lo que vi, al encuentro de un par de chicas que se acercaban.

-Vamos-me dijo Nacho, cogiéndome de la muñeca para obligarme a seguirme-Carlos-se dirigió a este-¿Quieres ir y cogerme una cerveza? Yo acompañaré a mi hermano a la cocina.

-Claro-asintió éste, entrando.

-Sígueme-me dijo entrando, cosa que hice. Tras el pequeño vestíbulo había una puerta abierta que daba a una sala atestada de gente, andando, quieta o sentada, alrededor de una gran mesa cubierta de botellas, vasos, fuentes y más cosas. Era de esa sala de donde procedía todo el estruendo pero no pude fijarme mucho. Cruzamos delante de esa puerta y pasamos a recorrer un pasillo-Podrías haber sido un poquito más amable-me reprochó de repente.

-He hecho lo que he podido-me limité a decir, pensando que eso bastaba. Pero ya sabía que ese tipo de respuestas no solía convencerles, ni a él ni a mi madre.

-Pues espero que luego lo hagas mejor-dijo, en tono de sentencia final, cuando llegamos a la puerta de la cocina que, por suerte, estaba vacía cuando entramos. Así pude preguntarle:

-¿Qué luego lo haga mejor?-esa forma de decirlo, como queriendo concluir la conversación, me resultaba más que sospechoso-¿A qué te refieres?

-Te he estado haciendo un favor-fue su respuesta.

-¿Qué favor?

-Es mejor que no lo sepas. Con sorpresa será más emocionante. Y lo pasarás muy bien-me miró detalladamente-Siempre que no metas la pata, como me temo que harás, visto el don de gentes que vas gastando.

-No me gustan las sorpresas-él me ignoró y, abriendo la nevera, sacó una lata y me la pasó. Yo la cogí antes de decir-Ya estoy en la trampa, así que desembucha.

-De acuerdo-cedió-Digamos que le he pedido algo a Sara.

¿Qué le había pedido algo a su novia?

-¿Qué le has pedido?-le pregunté, aunque ya me parecía sospechar algo.

-Ella más o menos te conoce. Le dije si sabía de alguna chica que pudiera presentarte. No creí que me fuera a decir que sí, pero tiene una amiga que dice que es perfecta. Se supone que va a venir a la fiesta y así la conocerías.

-Ya veo. Supongo que es la chica por la que le preguntaste a Carlos-dije un poco molesto.

-Sí-me miró-¡Venga! No puedes estar molesto. Te buscó una tía que está dispuesta a conocerte para que tengas una oportunidad de mojar y te indignas.

-¿Sabes que existe una palabra para definir eso que has dicho?

-¿Celestina?

-Proxeneta.

-Siempre tomándolo todo tan por la tremenda.

La verdad es que no me sentía tan molesto como él parecía creer. No podía dejar de sentir curiosidad y no tanto por los intereses que tuviese mi hermano en mi vida sexual (o mejor dicho, en la ausencia de esta) si no en esa chica que se supone que debía conocer... Yo nunca había tenido habilidad para relacionarme con chicas. Bueno, eso no es decir nada, ya que yo no me relacionaba bien con nadie, pero con las féminas esa dificultad era aún mayor. Y lo cierto es que no era tan indiferente al deseo como quería aparentar... Si de verdad había en aquella ocasión una posibilidad de probar algo de lo que tantas alabanzas había leído...

-¿Cómo has dicho que se llama?-le pregunté.

-¿La amiga de Sara?-dijo para molestarme, como presumiendo de haberme hecho ceder.

-Sí-me limité a decir, silenciando otras respuestas que había pensado menos amables.

-Elena.

-¿Y,..., la has visto?

-¿Preguntas eso para que te diga si está buena o es un orco de Mordor? No te imaginaba tan superficial.

-¿Y lo es?

-¿Cómo un orco de Mordor?

A veces mi hermano me parecía insoportable.

-¿Lo es o no?

-He visto una foto y es guapa.

-O sea que no la conoces.

-Pero Sara la conoce y dice que es adecuada para presentártela. Y eso que Sara ya sabe como eres-dijo para intentar picarme, pero decidí no caer en ese juego.

-Ya-me limité a decir.

-Pero, como te he dicho, tendrás que poner algo de tu parte, porque si no...

La puerta de la cocina se abrió repentinamente, interrumpiéndole a media frase. Era Carlos, que venía con dos latas de cerveza, una en cada mano.

-Te he traído lo tuyo-dijo, tendiéndole una a mi hermano, que la cogió-Perdona la tardanza.

-No pasa nada-dijo él, abriéndola y tomando un primer sorbo-Estábamos a punto de ir al comedor.

-Está muy animado. Va a haber karaoke-le contó.

-Por favor, dime que Sergio no va a intentar dejarnos sordo.

-Creo que sí.

-¿La gente ha olvidado lo del mes pasado?

-Pronto lo recordaran-dijo Carlos y los dos se echaron a reír-En fin. ¿Vamos a ello?

-¡Adelante!-dijo mi hermano saliendo el primero por la puerta, seguido de su amigo.

En un primer momento, después de la sensación de estar de más que siempre me ocurría en situaciones como esa, no supe que debía hacer. ¿Debía seguir a mi hermano y a Carlos hasta el comedor? ¿Para hacer qué? ¿Debía esperar a esa chica con la que esperaba liarme Nacho?... Lo cierto es que tras el primer momento de interés, no estaba seguro de querer ponerme a hablar con una auténtica desconocida. Estaba así, dudando sobre lo que hacer, cuando me sobresaltó la puerta y entró un chico completamente desconocido. Frente a la mayoría de aquellos a los que había visto, a los que reconocía por ser compañeros de clase aunque no me relacionara mucho con ellos, lo cierto es que nunca había visto al que acababa de entrar en la cocina...

Era un chico rubio, poco más alto que yo, de cabellos rizados. Destacaban sus dos ojos verdes en un rostro de líneas suave y su compostura, debajo de una sencilla camiseta y unos tejanos se percibía delgada, algo atlética... Lo cierto es que atrajo extrañamente mi atención y es que yo nunca me había fijado así en un chico antes... Algo incómodo por este hecho, le di la espalda y me concentré en tomarme mi fanta, esperando que él tomase lo que hubiera venido a coger y se fuera. Pero el plan no iba a funcionar:

-¡Hola!-me saludó.

-Hola-contesté.

-He venido porque es un poco agobiante estar en el salón con tanta gente desconocida-me empezó a contar sin venir a cuento-Es la primera vez que me invitan, pero mi hermana insistió en que viniera. Más que nada, para conocer gente nueva. Pero mi radar no ha captado nada de lo que busco, ninguna presa buena para ligar.

-Vaya.

-Y eso que mi hermana me dijo que en la fiesta de Ricardo podría encontrar algo.

Lo que me estaba diciendo me recordaba mucho a algo, me dije a mí mismo que no era el único con hermanos pesados.

-Ya.

-Como ella iba a venir también por primera vez-siguió hablando todavía, sin entender yo por qué me estaba dando tanto la tabarra si ni siquiera nos habíamos presentado ni nos conocíamos-Porque la ha invitado una amiga suya y no quería venir sola. Dice que espera conocer a alguien.

Y eso otro me sonaba.

-En fin. Me lo estoy pasando bien, pero necesitaba un momento sin tanta gente apiñada alrededor. ¿Sabes?

-Sí.

-¿Y tú? ¿También te acaba agobiando la gente?

-Un poco-contesté, aunque pensé un momento en soltarle un “No sabes cuanto”.

-Creo que me iré dentro de poco, cuando llegué mi hermana, que no sé que está haciendo-se sentó en un taburete que había cerca de una mesa central-Me dijo que vendría, pero puede que finalmente se eché atrás. Y eso que yo he venido por ella. Bueno, por ella, y para ligar. Pero no me ha ido bien la noche.

Yo le volví a recorrer, de un rápido vistazo, de pies a cabeza. Nunca me había detenido a mirar a otro tío, pero ahora no podía evitarlo... Era una sensación extraña... Pero, ¿me gustaba mirarle? Lo cierto es que era guapo y... No. No podía creer lo que estaba pensando. Nunca me había fijado así en ninguna chica ni intentándolo y ahora me pasaba con ese desconocido... Intenté alejar esa idea de mi cabeza. En cualquier caso me sorprendía su afirmación. Estaba a punto de intentar romper el silencio formado con alguna frase como “¿Qué, las chicas no están receptivas esta noche?” cuando él volvió a hablar:

-Por cierto, me llamó Daniel. ¿Y tú?

-Gregorio-respondí.

-Encantado de conocerte-dijo.

-Igualmente.

-¿Sabes una cosa...?-algo le hizo callarse repentinamente. Metió la mano en el bolsillo y sacó un móvil. No sonaba, pero sus vibraciones debían indicar una llamada-Un momento-me dijo y descolgó, llevándoselo a la oreja-Elena, ¿dónde estás?

¡Elena! Entonces él era el hermano de la chica que Nacho me había buscado.

-No me digas que al final no vienes-dijo tras un momento Daniel. Nuevo silencio, supongo que mientras ella le hablaba desde el otro lado-Ah. Bueno. Sí, es una buena razón. ¿Quieres que se lo diga a Sara? Creo que la he visto por aquí-otro silencio-Vale. Entonces nada. Nos vemos. Adiós-colgó-Era mi hermana. Finalmente no vendrá. Porque ella trabaja normalmente de canguro, y los vecinos le han pedido en el último momento que esta noche vigile a sus críos, y como le van a pagar bien, pues ha accedido.

-Lógico-asentí, sin entender porque era tan locuaz y daba tantos detalles sin que se los pidieran y a un tipo que acababa de conocer.

-No pareces muy hablador-comentó de repente, mirándome de arriba abajo, pero no como yo había hecho, intentando disimular, si no con todo descaro-¿Estás solo o has venido con alguien?

-¿Por qué?-le pregunté, siempre suspicaz de las preguntas de los desconocidos.

-Por curiosidad.

-He venido con mi hermano. Está en el salón, supongo.

-Por curiosidad-repitió-Y por ver si quieres ir a tomar algo.

-No me apetece nada-respondí. Y mostrando el bote de fanta, ya casi vacío, añadí-Estoy servido, gracias.

-¿Un refresco?-parecía extrañado.

-No me gusta el alcohol.

-A mí tampoco, la verdad. Aunque a veces, que beban mis presas puede ser útil.

-¿Quieres decir que las emborrachas?-me atreví a preguntarle. Me era más fácil relacionarme con los demás de uno en uno y además Daniel, no sé por qué, me inspiraba cierta confianza. Lo cuál, por otro lado y de forma ambigua, hacía que mi instinto me pusiera más sobre alerta.

-No exactamente-respondió-Lo único que digo es que el alcohol sirve para que algunas personas dejen de cohibirse, de reprimir sus deseos y accedan a llevarlos a la realidad.

-Pero hoy no has tenido mucha suerte, según dices, y no será por falta de alcohol.

-La mala racha no dura mucho. Al menos a mí.

Hubo un momento de silencio. Él parecía meditar algo y yo no sabía que decir.

-¿Quieres tomar una copa? Vamos al salón, sé hacer una mezcla con fanta que sé que te encantará.

-No, gracias-respondí-No tengo ganas de ir al salón-le dije con sinceridad.

-Sí. Ahora habrá mucha más gente. Al menos el mayor ruido que llega lo atestigua.

-Sí-dije, aunque yo no había caído en la cuenta de que el estruendo hubiera aumentado.

-Pero podemos ir a mi casa.

Eso sí que me dejo descolocado.

-¿A tu casa?

-Sí-asintió como si fuera lo más normal del mundo-Vivo en este barrio, a menos de veinte minutos andando. Y estaríamos tranquilos puesto que mi padre está de viaje, mi madre durmiendo con somníferos y mi hermana en la casa de al lado.

Y no supe bien que hacer... Ese chico tan simpático que ejercía sobre mí una extraña atracción que nunca había sentido me invitaba a su casa. Una parte de mí me decía que no perdía nada por ir y que podría ser entretenido... A la otra no se lo parecía... El tío era sospechoso, primero de ser un potencial asesino en serie, aunque eso lo descarté porque mi lado paranoico no me parecía de fiar, pero la alternativa es que fuera,..., de la otra acera... Y si era así,..., estaba intentando ligar conmigo... Y yo era normal, es decir, hetero, siempre me había considerado así.

-Y esa tranquilidad no la prefieres aprovechar para llevarte a alguna tía-le sugerí, aunque me daba cosa tener que decirlo.

-No-respondió sencilla pero no rudamente-Prefiero llevarte a ti, si quieres, para conocerte mejor. Me has caído bien. Y tengo coche, por lo que puedo llevarte a tu casa después, si quieres.

Lo cierto es que estaba dudando. Él se acercó.

-Oye. No soy ciego. He visto como me has mirado al entrar.

-No te sigo.

-¿No te parezco atractivo?

-Bueno-yo fingí que le miraba por primera vez-Supongo que a una chica se lo parecerías, pero no tengo ni idea.

-Tú también le parecerías guapo a una chica-replicó, usando mis palabras-Y también me lo pareces a mí, Greg-se acercó lentamente, con un tono más cálido que de pronto cambió por uno sencillamente amigable-No te importa que te llame Greg, ¿no?

-Todo el mundo me llama así-respondí.

-¿Te importa que te haga una pregunta?

-Supongo que no.

-¿Tienes novia?

-No.

-¿Alguna chica que te gusté?

-No tengo, bueno, mucha vida social.

-Eso no tiene nada que ver. Aunque no hables con ellas te la pueden poner,..., ya sabes, bien dura-yo estaba mudo-No me digas que te sonrojas por lo que he dicho-sonrío y su atractiva sonrisa me dejo algo absorto-Estoy esperando que me digas algún nombre.

-Marta-dije tras pensar un momento.

-Realmente no te atrae mucho.

-¿Por qué dices que no?

-Porque si fuera verdad no habrías tenido que pensar tanto.

-Quizá no haya encontrado a ninguna que sea mi tipo.

-O puede que no lo hayas estado buscando bien.

-No creo.

-Demuéstralo.

-¿Cómo?

-Ven a tomarte algo a mi casa.

-¿Y eso de que serviría?

-Te aseguro que para mucho.

No entiendo del todo por qué, pero lo cierto es que él me atraía de una forma misteriosa...

-No puedo irme sin decirle nada a mi hermano.

-Pues díselo-fue su sencilla respuesta.

-Esto...

-¿Por qué no?

-Oye. Vas a perder el tiempo si buscas lo que buscas.

-¿Y qué crees que busco?

-Supongo que eres,..., del otro lado de la acera, crees que yo lo soy y me invitas por eso.

-¿Del otro lado de la acera?

-Sí.

-¿Y qué te parecen los que son “del otro lado de la acera”?

-No tengo nada contra ellos, pero yo soy...-buscaba una forma de decirlo.

-¿Qué, normal?

-No quería decir eso.

-¿Entonces?

-Buscaba las palabras.

-Creo que la palabra que pensabas era esa.

-No. Quería decir que soy heterosexual.

-Mi instinto, que nunca ha fallado, me dice lo contrario.

-Te equivocas.

-Como te he dicho, demuéstramelo.

-¿Cómo?

-Ya sabes cómo.

.

.

Contrapuestamente a la casa de Ricardo, la de Daniel era silenciosa. Cuando entramos, el vestíbulo estaba vacío, apenas se oía el pasó de algún coche ocasional y algún sonido suelto, como el de nuestras pisadas, o el de los electrodomésticos cuando entramos en la cocina. Yo me sentía muy nervioso. Primero, por el mero hecho de haber ido sólo a casa de un extraño, por mucho que mi hermano supiese dónde estaba, y por otro, por lo que habíamos estado hablando en la casa de Ricardo.

-Siéntate, Greg-apartó un silla de la mesa y me la indicó-¿Te puedo servir algo?

-Un vaso de agua-pedí.

-¿Agua?-sonrió-Está bien-dijo sacando una botella de la nevera-¿Te sientes bien? Creo que estás nervioso.

-Un poco.

-¿Un poco bien o un poco nervioso?

-Lo segundo.

-Pues deberías relajarte. Estamos solos-dijo llenando un vaso de agua y procediendo a acercármelo-Y no voy a hacerte nada-cogí el vaso-Nada que tú no quieras, claro.

-Te dije, y no por nada, que perdías el tiempo-tome un sorbo.

-Admito que durante un momento dudé sobre lo ello, pero ahora estoy seguro. ¿Sabes por qué?

-¿Por qué?-pregunté, dejando el vaso en la mesa.

-Porque estás aquí-me dijo-Verás. Me parece que tú no eres una persona que tema ser descortés con las invitaciones ajenas ni realmente te importaría lo que yo pensase. No has venido, pues, para que yo sepa que eres hetero ni por miedo de resultar maleducado. Estás aquí porque tienes dudas y quieres convencerte a ti mismo de tu heterosexualidad. Y diría también que tienes curiosidad. Quieres ver que iba a hacer para intentar, como decirlo, seducirte.

-Creo que partes de demasiados supuestos-le dije, aunque lo cierto es que convincente parecía, pero no iba a admitirlo.

-Mira-se sentó junto a mí-El hecho es que tú sabes que me has atraído y lo que quiero. Y pesé a que dices que no tienes ningún interés, lo cierto es que has venido. ¿Cómo lo explicas?

-Pues-intenté pensar una respuesta convincente pero él, acercándose más a mí hasta que casi estábamos codo con codo, hasta que casi pude sentir su aliento en mis mejillas-Oye, perdona, pero no me dejas pensar-le dije, más que nada para ganar tiempo. No me esperaba su respuesta:

-Entonces te besaré.

Fue dicho y hecho. De repente sus labios estaban contra los míos, presionándolos. Sus manos aparecieron sobre mis mejillas, acariciándolas mientras su lengua pretendía ir más allá de lo que ya conocía. Mi instinto, supongo, debería haber sido el de apartarme, pero cuando note la suavidad y la dulzura de sus labios y al sentir sus manos,..., una extraña y excitante sensación me recorrió de los pies a la cabeza y dejarle hacer fue mucho más sencillo que intentar oponerme... Sobre todo cuando la único resistencia de mi boca cedió y noté como su lengua invadía, finalmente triunfante, mi boca y se adueñaba de ella, recorriéndola toda... Había visto besos así muchas veces en películas, pero nunca me había imaginado ni de lejos como eran en realidad...Casi estuve a punto de protestar cuando se separó.

-Dime, Greg-su voz, ahora suave, cálida, ondulada,..., seductora, influía en mí de una forma que nunca hubiera imaginado-Ya que te he dado tiempo para buscar una respuesta: ¿Qué se te ha ocurrido?

-Esto, yo,...-lo cierto es que seguía sin una respuesta y estaba claro que él lo sabía-No he encontrado la respuesta.

-Dime, ¿cómo te encuentras?

-¿Por qué lo preguntas?

-Me preocupó por tu “normalidad”.

-Una palabra que no he usado-conseguí decir.

-Pero la has pensado.

-¿Cómo lo puedes saber?

-Digamos que conozco la forma de pensar de gente como tú.

-¿Gente como yo?

-Ahora no es momento de hablar de eso.

-¿No? ¿Por qué no?

-Porque no tengo ganas de hablar, y creo que tú tampoco-dijo, acercándose nuevamente a mí, pero ahora lentamente, como queriendo darme la oportunidad de evitarle en esta segunda ocasión.

Lo cierto es que me sentía, aunque no había tomado nada, como si estuviera borracho o drogado,..., una noche que se suponía debía ser sólo aburrimiento se estaba precipitando demasiado... Desde el mismo momento en que le había visto en la cocina de Ricardo había tenido un mal presentimiento,..., y ahora parecía que se cumplía.

-Quizá deberías llevarme a casa-pude, no sin esfuerzo, murmurar, lo que le detuvo en seco.

-¿Estás seguro?-me preguntó-Yo haré lo que tú me digas, claro, pero deberías pensarlo.

-No lo tengo claro, eso es cierto.

-¿Qué has sentido cuando nos hemos besado?

-Querrás decir cuando me has besado.

-Bueno. La boca la has abierto tú. Así que diré que nos besamos.

-Ha sido,..., una sensación extraña.

-¿Has besado a alguna chica?

-No. Nunca. Así que realmente no puedo cotejar experiencias.

-¿Cotejas experiencias?-sonrió-Que ocurrencias tienes.

-Bueno. De todas formas, sólo ha sido un beso. No ha sido nada.

-Y por eso dudas.

-...

-Sí-su tono era firme, seguro en lo que decía-Un beso no es nada, pero si vamos a más no hará falta cotejar ni preguntar. Puedes haber besado a un tío por despiste, porque te abordó o por un momento fatal de dudas, pero en el momento en que te metas en mi cama, ya no habrá vuelta atrás. Serás “del otro lado de la acera”, y parece que esa posibilidad te asusta, y mucho.

-No tengo ningún problema con los gays.

-Te creo. Pero eso es una cosa, y otra aceptar que uno lo es. El mismo hecho de que dudes, de que quizá hayas pensado que no pasa nada por probar, es más que indicativo. Los heterosexuales no piensan en acostarse con tíos para asegurarse de que lo son.

-Yo no lo he pensado.

-Ya.

-Oye. A mí nunca me habían atraído los tíos hasta que,..., bueno, eso, que nunca me han llamado la atención los chicos.

-No, no. No dejes la frase a media, nunca te habían atraído los tíos hasta que qué. ¿Hasta que me viste?

-En serio. Debería irme.

-Como te he dicho, si de verdad estás seguro de que esto es un error, te llevó ahora mismo donde quieres. Pero si te vas por no querer afrontar la posibilidad de que te guste, deberías afrontar que es una equivocación. Así que, dime, ¿te llevó a tu casa o a mi cama?

No podía negarlo. La idea en esos momentos me era tan rechazable como excitante. Por un lado quería salir corriendo, pero otra parte en mi interior me decía que debía por lo menos probar,..., él me atraía como nunca nadie, como ninguna chica lo había hecho nunca... Estaba excitado y quería saber como continuaría... Pero temía las consecuencias de lo que pudiera descubrir. Finalmente, antes de que pudiera decir nada y tras un silencio que me pareció alargarse una eternidad, él se adelantó hacía mí y, sorprendentemente, sonrió antes de decir:

-Creo que en el fondo ya has elegido.

No pude replicar. Antes siquiera de que hubiera terminado de entender lo que decía, sus labios volvieron a posarse sobre los míos. Pero esta vez no se iba a contentar con un pequeño contacto... Sus brazos me rodearon, levantándome al tiempo que él también se ponía en pie. Yo, si no tanto por una sorpresa que realmente no podía ser tal, como porque realmente quería que lo hiciera, no intenté resistirme y cedí a sus impulsos. Él me abrazaba y sentía sus manos agarrándome, recorriéndome la espalda y hasta el culo, mientras volvía, con más pasión que antes, a comerme la boca. Sus labios aprisionaban los míos y su lengua se movía con agilidad por mi boca, haciéndome experimentar una sensación más intensa si cabe que en la anterior ocasión.

-Greg-me llamó, nuevamente con su tono sensual, en una pausa-¿Quieres que vayamos a mi dormitorio?

-Sí-contesté sin pensarlo.

No tardamos en hacerlo. Tanto él como yo estábamos como embriagados, llevados por la excitación y queríamos continuar cuanto antes. No me fije en nada mientras le seguí por el pasillo, la escalera, ni en su cuarto. No espero más que a cerrar la puerta y a correr el pestillo que había antes de, poniéndome contra la pared, volver a fundirnos en otro profundo beso. Yo estaba nervioso, sin saber que hacer y sólo me dejaba a sus iniciativas, pero él cogió mis brazos y me hizo rodearle... Sentía su cuerpo caliente contra el mío y me gustaba... Mientras él jugaba y me hacía responderle con mi lengua a la suya, yo sólo pensaba en lo que habría después, quería más y más. Él debió percibir, no sé como pero eso me pareció, que estaba dispuesto a ir más allá de un morreo.

Se despegó de mí, pero no me permitió seguirle sino que con una mano me mantuvo contra la pared.

-Espera un momento-me dijo, distanciándose un poco, como si quisiera que pudiera verle bien-Antes no me has dicho si te he parecido atractivo.

-Creo que-no estaba seguro de poder decirlo en voz alta-Que ya lo sabes.

-Ya-asintió-Pero me gustaría oírlo.

-Sí que me pareces muy guapo-admití.

-Guapo, ¿eh?-dijo antes de quitarse la camiseta y dejar a la vista un bien formado torso. Era delgado, atlético, pero sin tener los músculos marcados, cosa que no me hubiera gustado-¿Atractivo?

-Sí-asentí mientras no podía dejar de mirarle-Deseable.

-¡Ja!-río alegré-Deseable-repitió quitándose los zapatos y luego los pantalones y los calcetines de una sola vez. Ahora estaba casi desnudo y sólo quedaban unos boxer que no podían ocultar una tremenda erección... Lo cierto es que yo también la tenía completamente erguida bajo mi ropa-Guapo, atractivo y deseable-repitió suave y lentamente mientras se subía a la cama, sentándose contra el respaldo con las piernas abiertas y extendidas ante él-Ven-me llamó-Acércate.

Obedecí de inmediato. Subí sobre la cama y, a cuatro patas, me fui acercando, entrando entre sus piernas. Él me miraba a los ojos y cuando estuve lo bastante cerca se alzó un poco para fundirnos en un nuevo beso. Ambos fuimos rápidos en separarnos porque, aún no habiéndolo dicho, sabíamos que queríamos ir a más. Yo no estaba seguro de cómo, pero sabía que quería hacerlo.

-¿Te gusta lo que ves?-me preguntó.

-Mucho-respondí.

-Y todavía no te lo he enseñado todo-dijo, indicándome con la mirada el camino hacia su miembro-Pero puedes abrirte tú mismo el camino.

No necesitaba más. Dirigí mis manos a sus caderas y cogí lentamente el borde su ropa interior. Realmente ésta era la auténtica frontera, pero tome airé y la cruce. Empecé a tirar de la prenda hacia abajo y la piel fue apareciendo. Notaba su mirada clavada en mí mientras lo hacia... Yo no estaba seguro de que a dónde debía mirar, a su cara, a su,... Finalmente miraba a su cuello aunque cuando la tela bajó lo bastante como para que saliera, completa y erguida, lo noté perfectamente. Entonces sus manos sustituyeron a las mías y, primero una pierna y luego la otra, se quitó la prenda y la arrojó fuera. Sus ojos brillaban con lujuria y yo, aunque quería, no me atrevía a mirar.

-Adelante, Greg-me dijo-Acomódate.

Nuevamente obedeciendo, me tumbe, colocándome, entre sus piernas, y tuve por fin una buna vista de su miembro, que quedo justo frente a mi cara, un poco más abajo cuando me apoyaba sobre los codos. Quizá no es que fuera gigantesca, pero si era más grande que la mía y sobre todo, gruesa. La piel, muy blanca, subía desde el principio hasta casi la punta, cubriendo casi todo el glande, aunque dejaba la parte superior descubierta, dejando aquella puntita rosada... Me gustaba y lo cierto es que quería tenerla ya en mi boca. Como leyendo otra vez mis deseos, me animó a ello.

-¿Te gusta?

-Sí.

-¿Habías fantaseado alguna vez con chupar una polla?

-La verdad es que no.

-Pero quieres hacerlo.

-Sí.

-Pues complácenos a los dos.

No necesitaba más. Me fui acercando lentamente. Lo cierto es que no estaba seguro de que me fuera a gustar pero sí que me atraía. La rodee con la mano derecha... Estaba caliente y dura. Me acerqué y aspire su viril aroma... Y finalmente, la probé.

Primero apenas la toque antes de retirar rápidamente la lengua. Luego fui a su piel  empecé a recorrer la que estaba alrededor del glande, luego bajé hasta sus testículos y poco a poco fui yendo de abajo arriba. El siguiente paso fue volver al glande, desnudado y rosado ante mí, firme, como reclamando mis atenciones. Mis labios rodearon aquella cabecita y mi lengua se posó sobre esa punta, que empecé a recorrer en círculos... Y entonces intenté metérmela toda en la boca. Al principio había dudado, pero chupar aquella polla era una auténtica gozada.

Él al principio no dijo nada y se limitó a acariciarme suavemente el cabello mientras yo iba, paso a paso, descubriendo los sabrosos sabores de su lanza, pero cuando empecé a tragármela por completo, suaves gemidos empezaron a brotar de su garganta y sus manos me empujaron contra sí, queriendo que su barra entrara más en mí, hasta que sintiera sus testículos con mis labios. Sentirme así, usado, sumiso,..., me gustó.

-Sí, sí-empecé a oírle suavemente mientras, al tiempo que seguí tragando y chupando su miembro, comencé a acariciar sus testículos-No lo haces nada mal para ser tu primera vez.

Realmente me había encantado. Si justo en el momento previo había temido tener nauseas ahora lo veía como una tontería. Como si acabara de descubrir un nuevo sabor de helado que fuera tremendamente exquisito no podía dejar de lamer... Quería recorrerla por entero, saborearla,..., ¡um!, sentirla dura y caliente en mi boca me excitaba y hacia que la mía también estuviera más que a tono.

-¡Oh! Veo que más que gustarte, te ha encantado-le oí decir-Pero me temo-añadió al poco-Que tienes que parar un momento.

Sus manos me hicieron levantarme y por un momento me sentí un decepcionado y molesto porque me la quitara de la boca. Se acercó a mí y, después de un nuevo beso, me dijo:

-Antes de que puedas seguir, hay otras cosas que hacer-y de repente sus manos estaban quitándome la chaqueta, que ya se me había olvidado que seguía llevando-Como quitarte esto.

Sus manos se movían con agilidad y no tardó, prenda a prenda, en desnudarme, quedando mi ropa esparcida por el suelo alrededor de su cama... Y cuando me quitó la camisa empezó a besarme el pecho... ¡Uf! Su lengua fue bajando y la sentí recorrer mi vientre, sumergirse un momento en mi ombligo para luego terminar bajando hasta... ¡oh! A esas alturas estaba tumbado y él estaba encima de mí, entre mis piernas, con sus manos amasando mis testículos mientras su lengua jugaba con la punta mi glande...

Primero fueron como unas ráfagas aisladas que luego se convirtieron en una corriente continua de placer cuando él se la introdujo por completo en la boca. Sentía mi polla en su boquita cálida y húmeda, con su lengua jugueteando, bailando, bañando mi endurecido miembro, una sensación que no había imaginado ni en mis mejores fantasías al masturbarme. Sus manos además masajeaban de forma increíble mis huevos y sentía mis piernas estremecerse por la sensación de que se avecinaba el orgasmo. Él lo debió notar también y por eso rebajó el ritmo...

-Espera, espera-me dijo-Sé que es tu primera vez y estás ansioso,..., pero aún no hemos terminado, así que aguanta, pequeño.

-Lo intentaré-logré, no sin esfuerzo, murmurar.

-Eso es lo que quería oír-asintió-Ahora voy al siguiente nivel.

En un primer momento no supe a que se refería, pero realmente no necesitaba adivinarlo. Claramente lo iba a entender cuando uno de sus dedos apareció en la entrada de mi culito, presionando...

-¡Aú!-protesté, al sentir la parte superior de lo que suponía un dedo índice entrar en mi intimidad.

-Relájate y será más fácil-dijo sin dejar de presionar. Yo lo intenté... Lo cierto es que no había pensado desde que habíamos empezado a hacerlo en la penetración ni en lo de activo y pasivo... Pero parecía claro quién iba a ser el pasivo... Y la verdad es que, aunque me inquietaba algo, el morbo y el deseo ya eran imparables, lo deseaba-Así-le oí de nuevo, y sentí ya completamente su dedo dentro de mí-Ya hay uno dentro.

Así, mientras con la izquierda me masturbaba muy suavemente, poco a poco me fue inaugurando el culito con sus dedos. Primero sólo con el índice, luego se sumó el corazón y finalmente al anular. Hasta tres dedos a la vez, entrando y saliendo, abriéndome,..., preparándome.

Porque sólo eran un anticipo de lo que de verdad iba a llegar. Y Daniel pronto decidió que estaba preparado para el verdadero invitado. Yo también lo deseaba.

Se acomodó entre mis piernas, de rodillas, sobre mí. Yo no estaba seguro de que así se pudiera pero me limité a colocarle como me indicó, con las piernas casi hacia arriba, dejándole su objetivo al alcance, su pecho sobre el mío, su boca sobre la mía,..., sentía y podía oler y catar su aliento, sus ojos sobre los míos.

-Voy dentro-dijo sencillamente.

-Adelante-acepté.

De repente sentí la punta de su gruesa verga acercarse a mi ano, entre mis nalgas...Con sus manos la guió hasta que estuvo contra mi pequeña entrada, aún reducida a pesar de sus dedos para lo que era su grueso mástil. Suspiramos un momento y empujó.

Un fuerte y agudo dolor fue lo primero que sentí cuando su polla se dio, con energía, contra la entrada a mis entrañas. Cerré los ojos e intenté no quejarme mientras Daniel se esforzaba por romper la inicial reticencia y apoderarse de mi interior... No pude dejar de dudar sobre sí de verdad esto le podía gustar a alguien. Él, que paró un momento antes de volver a embestir, volvió a leer mi pensamiento y me dijo:

-Cuando el placer llegué no te arrepentirás.

Y a pesar de que, en su segundo intento me introdujo la punta no sin dolor, confié en sus palabras... Una vez que mi entrada había caído y su punta inspeccionaba mi intimidad, no le costo al grueso de verga entrar en ella, apoderándose de mi recto... Me sentí plenamente lleno y el morbo de ser penetrado, follado como una mujer... Era bastante para mantenérmela completamente firme.

-Ya está-me dijo inclinándose sobre mí, casi a mi oído-La he metido hasta el fondo.

Estuvimos un momento así. Un momento largo y delicioso... Estaba yo tumbado debajo, con las piernas abiertas y hace arriba y él encima mío, su cuerpo sobre mí, su firme verga penetrándome,..., éramos dos cuerpos calientes y sudorosos y un millar de sensaciones me llenaban... Me sentía como una mujer poseída por su amante,..., y eso me gustaba y excitaba. Penetrado, sodomizado, dominado,..., me regodeaba con esas palabras mientras le sentía taladrándome por completo...

-¿Estás a cien, eh?-me preguntó, jadeante.

-¡Oh, Dios, sí!-pude responder.

Él se alzó ligeramente, cogiendo mis pies que le llegaban por los hombros.

-¿Quieres que te folle?

-¡Sí!

-Pídelo.

-¡Fóllame!

Entonces comenzó a moverse, sacándola y metiéndola... Primero iba lento, muy lento, pero luego, aunque siguió así para sacarla, fue aumentando la velocidad de sus embestidas, de sus clavadas y finalmente, fue cada vez más rápido en sus movimientos. Sentía su duro miembro entrar y salir como dueño de mi culito, totalmente lleno, mientras el gemía suavemente... Y yo también...

-¡Oh!-decía-Nunca había cogido un culo tan estupendo... ¡Sí! ¡Sí!

Yo callaba. Estaba demasiado ocupado gozando de aquella cogida y quería retener en mi cabeza cada gota, cada más mínima sensación de gozo, de placer, de éxtasis... Sobre todo cuando su mano fue directa hacia mi miembro y, ahora sin cuidado ninguno, me masturbó fieramente, arriba y abajo con toda velocidad... Yo ya sí que empecé a gemir casi como una auténtica puta que gozaba siendo follada... Su polla partiéndome el culo y su mano masturbándome... A esas alturas era más de lo que podía aguantar y al poco me corrí con extraordinaria abundancia...Fue el mayor orgasmo que había tenido hasta la fecha, en que me sentí totalmente estremecido, como si una fuerte corriente me recorriera por completo... Nunca había acabado así. Sentí el semen, espeso y caliente, brotar con fuerza e ir regándome el pecho y el vientre...

-Así, así-le escuchaba decir, aunque cómo si me hablara desde muy lejos-Échalo todo lo que tienes dentro, toda la leche... Seguía masturbándome y estuvo todavía un rato más después de que las últimas gotas hubieran salido chorreando y derramándose sobre su mano.

Yo quedé repentinamente exhausto, con pocas sensaciones tras haberlas tenido todas, como la calma tras el paso del huracán... Me limitaba a respirar, sin dejar de sentir el semen sobre mi cuerpo, su mano en mi miembro y su pene dentro de mí...

-Espero que hayas disfrutado-me dijo.

-¿Disfrutado?-repetí-Ha sido algo...

-Aún queda terminar-dijo, saliendo de mi interior. Me costo entender a qué se refería, pero pronto lo recordé cuando se puso sobre mi pecho, sus piernas al lado de mis costados, con su erecta polla apuntando hacia mi boquita.

-¿Quieres continuar con lo que te quitado antes?

No lo dude y volví a introducirme aquella calentita polla en mi boca. Sin detenerme a pensar en el lugar del que acababa de salir me la introduje rápidamente en la boca y la recorrí con la lengua... De todas formas, no tuve mucho tiempo para pensar en si su sabor era “extraño”. Los gemidos de Daniel anunciaron sin posibilidad de error la llegada de la corrida. Sus manos aparecieron en mis mejillas, sujetándome la cabeza y de repente sentí su polla entrando y saliendo entre mis labios... Me estaba follando la boca... Yo me deje hacer unos segundos hasta que, cuando su rosado glande estaba entre mis labios, con un estremecimiento de todo su cuerpo, se corrió y su leche inundó repentinamente mi boca, cayendo sus primeros y calientes borbotones sobre mi lengua...

Él me miraba a los ojos y yo le mantuve la mirada mientras poco a poco, aunque había hilillos de corrida que se deslizaban por mis labios, me lo iba tragando poco a poco. Su sabor era algo extraño, pero el morbo lo compensaba todo y me tomé toda su leche tras saborearla. Una vez que hube terminado, el se retiró un poco para poder inclinarse y, antes de que nos volviéramos a fundir en un nuevo y apasionado beso, me dijo:

-Creo que está es la respuesta que buscabas.