Dani en Brighton con su macho 10
Empieza la nueva vida de Dani como bottom de los machos duros de Brighton y sissy exhibicionista en fotos y vídeos.
(Hola, amigos. Este relato continúa al número 27990, "Dani sigue a su macho 10 a Brighton". Creo que he contestado a todas las preguntas y comentarios, por cierto, la mayoría muy "hots", que me hicisteis por e-mail. Siempre contesto a la dirección e-mail de procedencia, pero si preferís otra, indicádmelo. Me gusta recibir vuestros correos y entrar en contacto con los que os gusta la excitante y complicada vida de Dani, parte retocada y parte tal como es, ya sabéis. Sigue esta etapa caliente de mis aventuras).
Me quedé asombrado cuando, a las siete de la tarde, como me había ordenado Henry, salí del hotel y doblando la esquina entré al bar por las puertas, recién abiertas, que daban al paseo marítimo. Decenas de motos de grandes cilindradas, muchas de ellas del tipo Harley, ocupaban la mayor parte de la acera y unos espacios de aparcamiento junto a las puertas del bar. Aunque recién abierto, el bar, tan amplio que ocupaba casi toda la planta baja del hotel, estaba de lo más animado, repleto de hombres con rígido "dress code": pantalones vaqueros o de cuero, camisas vaqueras o camisetas negras, cazadoras y gorras de cuero, más botas que zapatos y mucho adorno de cadenas. Un lugar de reunión de auténticos machos, moteros, camioneros... muchas gafas de sol, tupidos bigotes y gestos duros y agresivos.
El bar se distribuía alrededor de dos amplias barras de copas y una pista un poco en alto para actuaciones y para bailar, con gran número de pequeñas plataformas rodeadas de taburetes. Junto a la pista, un espacio estaba ocupado por tres mesas de billar. Ocho televisores de gran formato colgaban en distintos sitios, de manera que podían verse desde cualquier parte del local. En ese momento, los televisores ofrecían un vídeo en el que dos rudos encuerados follaban de lo más explícito a un chico muy mono, rubio y delgado. En una de las barras, Tony, acompañado de otro chico, estaba en una de las barras. Otros dos chicos atendían la otra barra. Me hizo gestos de que me acercara.
Mi entrada no pasaba desapercibida. Deseando agradar a Henry me había vestido y acicalado bien para mi "estreno" en el bar. El top más pequeñito, apenas una banda de lycra sobre mis pechos, cerrado a la espalda, con los hombros totalmente al descubierto, marcando de manera muy sexy mis pezones erectos. El resto del torso y el vientre desnudos. Un tanga dorado de lentejuelas brillantes, unos zapatos también dorados de tacones finos y altos, un collar de varias vueltas de coral y cristal, una fina cadena dorada a la cintura, varias pulseras y una esclava de perlitas blancas al tobillo derecho, completaban mi atuendo. Las pestañas postizas acentuaban el efecto del maquillaje de ojos y labios. Los rizos del pelo, dorado a mechas, dejaban ver unos preciosos pendientes, de cintas también de coral y cristal.
El atuendo dejaba a la vista mis dos pequeños tatuajes: el signo de hembra, un pequeño círculo con una cruz en su parte inferior, sobre mi vientre plano, debajo del ombligo, y una bonita flor en mi nalga izquierda.
Tony se inclinó hacia mí sobre la barra y me dijo al oído: "Te has superado, zorra. Si no tuviera mucho que hacer ahora mismo te echaba un polvo". Noté una mano sobre mis nalgas. Era de un encuerado que se había puesto a mi lado y que habló a Tony: "¿De donde habéis sacado esta sissy tan fantástica, Tony?". Éste contestó alegremente: "Esta putita es española y está colgada de Bernie. Va a pasar una larga temporada aquí. Si le sacas un reportaje te la puedes tirar gratis, Ron". Luego se volvió hacia mí: "Ron hace los reportajes para la revista gay de Brighton. Es un fotógrafo estupendo y además tiene todo lo que te gusta, un pollón de formato super y folla duro". Los dos rieron alegremente.
La mano de Ron no dejaba de sobar y apretar mis nalgas desnudas y sus dedos, apartando un poco la cinta del tanga, exploraban descaradamente mi ano, abriéndolo y penetrando en su interior. "Vas vestida de diez, golfa. ¿Te hago unas fotos? Vamos a la pista para que puedas poner posturas sexy. ¿A que te estoy poniendo cachonda?". Miré a Tony, que me hizo un gesto afirmativo. Sin que Ron me quitara las manos de las nalgas fuimos hacia la pista, y allí fui adoptando las posturas que Ron me decía. Los disparos de los flashes me excitaban y acentuaban mi exhibicionismo sexual.
Un buen grupo de encuerados se habían reunido alrededor de la pista y seguían con evidente placer la sesión fotográfica. Mis pezones estaban hinchados y duros al máximo y notaba mi culito húmedo de excitación. Cuando terminamos había muchos "paquetes" hinchados a mi alrededor y sus dueños se los acariciaban con descaro. Tony me llamó desde la barra. Me acerqué. "Bueno, Dani, a trabajar. Te vas a estrenar con Ron, que ya verás que reportaje te saca en la revista. Ahora, sube con él a la habitación y le das servicio como una buena putita. No te olvides de poner posturas bien sexy, que te voy a grabar y os estaremos viendo en directo aquí, en los televisores".
Ya en la habitación, Ron me quitó el top y el tanga, pero me ordenó dejarme los zapatos de tacones y todos los adornos. Se había puesto bien salido haciéndome las fotos, porque me echó cinco polvos, corriéndose en todos ellos, uno tras otro. Yo procuraba poner posturas muy femeninas y moverme de lo mas puta, mientras mis gemidos de placer y mis gritos de dolor cuando Ron me mordía los pezones o me daba correazos en las nalgas le excitaban a tope. Como relámpagos de placer recorrían mi cuerpo desde el culo a los pezones, haciendo visibles los estremecimientos del vientre. Notaba el fuego en la cara interior de mis muslos, y todo mi cuerpo se erizaba cuando Ron me mordisqueaba el cuello y los hombros. Cuando bajamos, Tony me dijo que mi primer "directo" había sido un éxito y que tenía a todo el bar con las pollas tiesas. Me indicó quien era el siguiente en la cola y me advirtió: "No la tiene como Bernie, pero casi, y además tiene la mano suelta, nena, te va a dejar el trasero y la cara colorados".
Subí a la habitación con el encuerado, y luego con otro, y con otro o con otros... según me los iba indicando Tony. A las tres de la madrugada me habían montado como veinte tíos, porque algunas de las veces Tony me mandaba subir con dos o tres al tiempo. El momento más duro fue con uno de los grupos de tres, porque, mientras una me follaba la boca, los otros dos se empeñaron en hacerlo juntos por el culo. Sus pollas, sin ser descomunales, eran grandes, y dos juntas era demasiado, pero lo hicieron. Uno se tumbó boca arriba y me hizo clavarme en su polla tiesa, luego, cogiéndome los pechos me hizo tumbarme sobre él, dejando el culo con su polla dentro, pero disponible para que otro la metiera también. Grité como una perra, el dolor era terrible, pero el tío consiguió violar mi esfínter, introducirla y luego penetró del todo, deslizando su polla sobre la del primero. Cuando se fueron, al limpiarme tenía sangre entre mis nalgas.
Tony me dijo que a las tres tocaba "espectáculo en vivo", y riéndose me indicó una de las mesas de billar: "Súbete a ella, dejando el trasero en el borde, y déjate hacer". Muchos encuerados se agrupaban ya, excitados, alrededor del billar. Desnudo, me senté al borde de la mesa y uno puso la mano sobre mi pecho y me obligó a tenderme de espaldas. Me cogieron los brazos y los levantaron por encima de mi cabeza, sujetándolos. Otros dos tíos me cogieron los tobillos, levantaron mis piernas como una uve y las separaron mucho, como las bailarinas. En esa posición, mi trasero quedaba bien expuesto, ofreciendo bien a la vista el agujero del culo... y empezó el desfile. Los encuerados, uno tras otro, se ponían entre mis piernas abiertas, se sacaban la polla y penetraban mi culo rápidamente y sin contemplaciones. En cuanto uno terminaba de follar le sustituía otro, y así sucesivamente. Unos se corrían dentro de mi, otros lanzaban sus chorros de semen sobre mi vientre y mi pecho. Así me tuvieron durante casi una hora. Cuando todo terminó quedé literalmente exhausto sobre la mesa de billar, con las piernas colgando, incapaz de moverme.
Tony se acercó y me dijo: "Anda, haz un esfuerzo, levántate, sube a la habitación y date una buena ducha, que vamos a cerrar. Eres una maravilla, nena." Y luego, cuando ya me levantaba para irme, añadió: "¡Ah, esta noche eres mía! Dúchate bien que con todo lo que he visto tengo los huevos a explotar, y quiero disfrutarte al máximo. En cuanto cierre, subo". La verdad es que tuvimos una sesión estupenda de sexo y Tony se quedó a dormir conmigo.
Por la mañana, ya casi mediodía, me levanté descansado y me sentía de maravilla, aunque algunas partes del cuerpo todavía acusaban los efectos de la larga jornada de sexo. Notaba un dolor suave y agradable en el culo, las nalgas un poco ardientes de tantos azotes y correazos, y los pezones me dolían un poco más, porque habían sufrido muchos apretones y mordiscos. En el cuello, los hombros, los pechos y los muslos eran visibles las huellas enrojecidas de los mordisqueos de mis folladores. Me duché, me puse bien de crema hidratante por todo el cuerpo y las piernas, y una crema especial que me dio Tony para las pequeñas heridas del culo. Luego, como hacía buen tiempo, fui a pasear en tanga por la playa, recibiendo la caricia del sol. Llegué hasta el final, la zona más explícitamente gay. Mi cuerpo totalmente depilado contrastaba mucho entre tantos machos velludos y la mayoría con grandes bigotes. Algunos me invitaban a ir a una zona de jardines, tras la playa, que en el futuro visitaría con frecuencia para que me follasen, pero estaba demasiado cansado y rechacé las invitaciones. Además, recordaba que esa noche me esperaba algo muy especial... Bernie.
Regresé al hotel caminando por el paseo marítimo, junto a la playa. Es una vía muy transitada por los coches que entran y salen de Brighton, o que cruzan la ciudad. Me resultaba muy excitante caminar por la acera en tanga, muy erguido, con el vientre bien plano y un poco doblado por las ingles para echar el culo hacia atrás y hacerlo aún más respingón, sabiendo que me miraban desde los coches. Seguro que muchos estarían haciendo comentarios enfadados o despreciativos hacia "ese maricón", pero también seguro que otros estarían deseando darme un buen revolcón y disfrutarme.
Un poco antes de las siete, cuando estaba terminando de arreglarme para bajar al bar, se abrió la puerta de mi habitación y aparecieron Henry y el gigante negro jamaicano del que voluntariamente me había convertido en esclava sexual. Bernie, sonriente, me dijo: "Ya he visto cosas de los vídeos de anoche, putón. Se ve que no me echabas mucho en falta, porque te lo pasaste bien". Con todo mi cuerpo excitado y ansioso me eché en brazos de Bernie, que me abrazó con fuerza y me dio un beso intenso, profundo y largo que yo quería que no terminase nunca, mientras sus manos de acero recorrían mi espalda y mis nalgas. Noté en mi pubis la presión del tremendo "paquete" de Bernie y volví a estremecerme de placer y ansia.
"Todos están avisados de que a las ocho será el gran espectáculo. No va a caber un alfiler en el bar, para ver a la golfa Dani penetrada por la polla más grande de Brighton", dijo Henry, riéndose. "Vamos un rato al bar, Dani", me ordenó Bernie, y yo le seguí con los movimientos más sexuales y sumisos que pude. Tenía razón Henry. El bar estaba hasta los topes. Bernie era muy conocido y casi ninguna sissy de Brighton era capaz de dejarse penetrar por su gigantesco pene. Ron nos hizo gestos desde un extremo de la primera barra, nos acercamos y nos enseñó, en primicia, las fotos del reportaje que me había hecho la tarde anterior y que saldría publicado la semana próxima en la revista gay local. Eran realmente espléndidas. Yo no me veo nada del otro jueves, porque tengo vistos cientos de chicos más guapos y con mejores cuerpos, pero resulto extraordinariamente afeminado y un objeto sexual, me visto de forma muy provocadora y no me corto en maquillaje, adornos y todo lo que pueda poner caliente a un tío. El reportaje resaltaba todo esto de maravilla. Era difícil que quienes vieran las fotos no sintieran ganas de follarme.
La sesión de las ocho fue inenarrable. Bernie decidió que no quería follarme en la habitación, sino en directo, en la pista, rodeados por el inmenso gentío. Me desnudó, dejándome solo los zapatos de tacón y los adornos, mientras que él se quedó vestido, sacando sólo su inmensa polla y sus huevos. Los espectadores rugían viéndome lamer el gigantesco poco y cuando finalmente me hizo apoyar el pecho en una de las mesas de billar, con las piernas entreabiertas y el culo, acentuado por los altos tacones, bien en pompa, todos se apelotonaban para ver el momento en que la tremenda polla apoyó su glande sobre mi agujero entreabierto. Parecía imposible que un pedazo de carne tan grande pudiera entrar en ese agujero. Cuando noté la presión del glande yo sabía lo que venía a continuación y me preparé para soportar el dolor. Aún así, cuando las manos de Bernie sujetaron con fuerza mis caderas y el glande se abrió paso en mi esfínter con un violento empujón no pude evitar un grito largo y desgarrador. Por un momento me sentí mareado, mientras notaba como, centímetro a centímetro, la polla de Bernie avanzaba por mi intestino, hasta que casi la mitad de ella estuvo dentro, ofreciendo la excitante imagen de un gran cilindro negro entre mis nalgas blancas y temblorosas.
Todo mi cuerpo temblaba. Las lágrimas salían de mis ojos y bajaban por mis mejillas. Sabía que ahora venía lo peor. El empujón que hundiría el resto de la polla en mi culo. Bernie me habló suave: "Respira, nenita, relájate. Es sólo un momento y luego viene lo bueno". Y de repente volvió a cerrar la presión de sus manos de hierro sobre mis caderas y empujó. Mientras yo gritaba de dolor, noté el brusco deslizamiento del pene hacia mi interior y el golpe de los grandes huevos de Bernie contra mis nalgas. Ya estaba totalmente penetrado.
Luego, claro, vino lo bueno. Tras unos segundos, Bernie empezó a meter y sacar el pene, cada vez más y más rápido, y todo mi cuerpo explotó en un orgasmo de placer sin límites. Los calambres de placer llegaban, desde mi culo penetrado, a todas partes, al vientre, a los pechos, a los muslos, a la espalda... Todo yo era un orgasmo que alcanzó su cenit unos diez minutos después, cuando Bernie aplastó con más fuerza sus huevos contra mis nalgas y explotó en una corrida intensa, haciendo que los chorros de semen llenaran mi intestino y chorrearan entre mis nalgas y por los muslos cuando, ya satisfecho, Bernie sacó el gigantesco pene de mi dolorido y excitado culo.
Después de aquello, la noche fue interminable y no tengo la idea de cuantos tíos me pasaron por la piedra. Enloquecidos por la follada de Bernie, todos querían probarme, y aunque el bar cerró a las cuatro, muchos encuerados quedaron dentro y la fiesta con mi cuerpo duró hasta casi las seis de la mañana. Tuve que dedicar todo el día a descansar y reponerme. Ahora ya, sí, después del reencuentro con Bernie había empezado mi verdadera viva en Brighton, y empezaba a sospechar que iba a durar más de lo previsto. Según Tony, ya estaba en lo más profundo del infierno, pero yo me sentía en el séptimo cielo.
(En el próximo relato: Cuando se publica el reportaje, Dani, alias Vicky, se convierte en la sissy más deseada de Brighton, viaja con Bernie a Londres y es la estrella de una fiesta en el campo donde por primera vez le obligan a dejarse montar por un potrillo. ¡Lo más! No dejéis de escribirme, amigos lectores de esta serie sobra la vida de Dani)