Danesa
Confieso tras muchos años, como me estrené en el sexo anal.
Ya no bailo tanto, pero con 20 años... sí. Había observado bien, los contorneos corporales de los que, a mi juicio bailaban bien. No andar mucho por la pista, mover los brazos controladamente y unos movimientos sexys de hombros y pecho era el secreto. Además para llamar la atención, bastaba con bailar ignorando al resto, y sonreir simplemente si alguna vez cruzabas la mirada con alguien.
Hube de bailar así esa noche. Era joven, vestía bien y salí solo esa noche en aquella Fuengirola de finales de los 80, "la ciudad nocturna de la Costa del Sol", por aquel entonces. Tenía motivos pues, para encontrarme bien, pese a que no tuviera, muchas más cosas que hacer, que bailar en el pub "London", lugar de moda y de los pocos que aún sobreviven. La música era buena, el local lleno de gente guapa, y en el reducido espacio para bailar que existe en el pub, un variopinto grupo de jóvenes y otros más mayores, que se divertían verdaderamente bailando, entre los que me encontraba. Recuerdo que entre copa y copa, sin haber hablado con nadie, me animé bailando. De esas veces, que "te lo crees", y que sabes que te miran... Y más atrevidamente bailaba...
Llevaría una hora bailando, cuando una señora, que antes estaba más alejada, se terminó de situar, junto al señor que la acompañaba, en la parte de la barra más cercana a la pista de baile. Desde luego que me había fijado antes en ella. Bailar "distraídamente" no siempre significa, no saber que ocurre a tu alrededor. Fijarse en ella era normal. Destacaba por su cabello rubio platino, y el resto de su escandinavo aspecto: intensos ojos azules enmarcados en un rostro de rasgos nórdicos, su piel muy bronceada, sin marcas de traje de baño, y vestida con un elegante vestido blanco muy veraniego, de fino algodón, amplio escote, ceñido al costillar, y falda amplia. Sin embargo, no era muy alta, cuestión solventada con sus clásicos zapatos veraniegos descubiertos con tacón alto. Su figura, delgada, sus piernas de gimnasio, sus dientes blancos como perlas, su buen maquillaje, sus ojos, su bronceado, su vestido... le conferían el elegante porte de la "guiri" (extranjera) madura y adinerada que se arregla bien para salir. Además, su presencia resaltaba, por el acompañante al que hablaba de vez en cuando. Siempre al lado de ella, era el típico cateto español, igual de alto que ella, barrigón, moreno, medio calvo y con bigote, y vestido como quien se viste el sabado por la mañana para ir a la taberna a jugar al dominó. Efectivamente, de eso parecía haber salido, de la partida de dominó con los amiguetes. Y sin embargo estaba junto a ella, en una actitud que dejaba a las claras que estaban allí, juntos.
En fin, cosas extrañas se ven en cualquier sitio. No obstante, para ir a beber o dejar mi copa, debía visitar la barra en la parte en que estaban ellos, que no estaba ni a 2 metros de donde bailaba. Y allí estaba ella, apoyada su espalda contra la barra, mirándome como me acercaba y me situaba a su lado para beber o pedir algo al camarero. Que mirada, Dios!! La recuerdo y aun se me pone el vello de punta. Francamente no recuerdo cuantas veces me acerqué a ellos, o por cuanto tiempo me aseguré de que me miraba mientras bailaba, antes de que empezaramos a hablar. Lo que sí recuerdo es que hablé con ella muy cortés, sin pretensiones de "ligar", dado que estaba acompañada. Pero como fuera que cuanto más hablábamos, su pareja más se difuminaba, pasado un rato le dije:
-"Oye, quizás no te conviene hablar tanto conmigo, si no quieres que tu pareja se moleste". Ella, rompió en una adorable carcajada.
-"¿Mi pareja? risas-. Vengo sola. Este hombre se me pegó hace un rato, diciéndome que necesitaba protección aquí. Pero es tremendamente aburrido." Contestó, con su gracioso acento extranjero.
-"¿Protección? Ja!! Es la primera vez que oigo que alguien intente ligar así." Ella elevó los ojos en una expresión de hastío y comentó...
-"Lo siento por él. Si le di conversación es porque en verdad, no quiero que se me acerquen los hombres. Imagina, aguantar a muchos chicos pesados y tan aburridos como él. Ufff", volviendo a hacer ese gesto de elevar los ojos. Jajaja, era simpático comprobar como cuando, entre personas de distinto origen y lengua, se recurre tanto a los gestos.
Pero algo si había quedado claro de aquella conversación: que aun viniendo sola, le resultaba incomodo el acoso de los chicos. Así que solo me limite a hablar divertidamente, como si fuera una amiga de siempre, cosa que pareció encantarle. Y como al poco su cateto acompañante, hasta se fue del local, bailamos y jugamos como dos antiguos amigos. Bebimos, charlamos, y reimos, allí antes de ir a otro local más tranquilo, donde en una charla distendida, hablamos algo más de nosotros.
Era danesa, pero llevaba viviendo en Fuengirola unos 6 años. Trabajaba como comercial de una empresa de Multipropiedad. Divorciada, tenía 38 años, una hija que en verano pasaba la temporada con su padre en Dinamarca, y desde hacía año y medio mantenía una relación, algo estable, pero no formal con un finlandés adinerado algo que mayor que ella, que vivía en la Costa del Sol discontinuamente. Era tarde, y como había dejado su coche en su casa, me ofrecí a llevarla. Vivía en un barrio de adosados de las afueras de la ciudad, en la parte alta de Fuengirola. En el trayecto, ella, girada en el asiento con la pierna encogida y apoyada sobre el mismo, para mirarme de frente, hablábamos de lo que aun no habiamos hablado, de sexo, de las étapas por las que había pasado. Estaba cómoda. Fue en medio de la conversación cuando llegamos a la puerta enrejada de acceso a la urbanización privada donde vivía. Ella no bajó del coche y seguimos hablando. Yo paré el motor, dispuesto a seguir allí el tiempo que hiciera falta.
Me estaba contando, que lo que más le gustaba era el sexo anal, y que el finlandés se lo hacía salvajemente. Imagino que estaba gozando, al notar el rubor que causaba al dar detalle de todo eso, a un chico de 20 años como yo. De pronto me preguntó:
-"Estás excitado?" Y sin darme tiempo a contestar, se inclinó sobre mí y me besó. En medio del beso bajo la mano a mi entrepierna, para comprobar lo que seguramente intuía en la semioscuridad. Como su entrepierna estaba muy abierta, fue facil deslizar mi mano a ella, y comprobar a su vez, aún por encima de sus braguitas, blancas y caladas, que ella estaba igual de excitada que yo.
-"Tú estas igual o más que yo", le dije cuando apartó su boca de la mía.
-"Mmmm ronroneó-. Sí. Eh! Tienes un buen miembro". Me dijo con una sonrisa maliciosa.
-"¿Te gusta?¿Quieres verlo entero?- Como ella asintiera, me arriesgue: Pero, no será en medio de la calle, eh?".
Ella calló, seguía acariciándome pero, su mente la tenía en otro sitio. Al rato me dijo:
-"¿Puedo confiar en ti?". Por supuesto le dije, y ella me refirió que en su casa vivía con su amante finlandés, ausente desde hacía mas de medio mes, y que no quería hacer nada que echara a perder su relación. La deje hablar hasta que ella misma dijo: "Bueno deja el coche fuera, y crucemos la verja andando. Por favor discreción. Todos los vecinos nos conocemos". Y así hicimos.
Yo la seguí sin cruzar palabra hasta que entramos a casa. Tenia una casita no muy grande, pero muy bien decorada. Me ofreció un te con limón frío que acepte, y que tomamos en la cocina. Fue allí donde reiniciamos los abrazos... los besos. Yo apoyado en su encimera, y ella sobre mí, restregándose contra mi pene duro, me dejaba sus espléndidas nalgas de gimnasio, totalmente ofrecidas a mis manos, que las manoseaban a veces suavemente, otras con fuerza. No hablaba, solo me besaba, me agarraba del pelo, y se frotaba contra mí. En ocasiones levantaba una pierna, como si con su pubis quisiera atrapar mi paquete. Yo con mis manos por detrás, ya llevaba tiempo accediendo a todos sus espacios anales y genitales. No paraba de besarme aún cuando a veces, la levantaba desde su vagina con dos dedos mios dentro. Al poco, se separó un poco, me cogió, de la mano, y con un "ven", me dirigió a su dormitorio.
Mas besos, y me sentó en la cama. Se arrodilló y me abrió la cremallera. Sacó mi pene con cuidado, le pasó la mano para dejarlo limpio de pelos, lo miró y se lo llevó a la boca. Que suavidad. Con una mano me lo movía mientras con la otra me acariciaba el vientre o la pierna. Lo engullía, succionaba, lo dejaba libre, lo miraba, lo rodeaba con su lengua, o desde los testículos la subia hasta el glande, para volverlo a engullir. Tenía experiencia y yo no, aunque no fuese mi primera vez. Ella llevaba toda la iniciativa, mientras yo, apenas me movia. Solo mis ojos se cerraban de placer, o abría la boca... Por hacer o decir algo, se lo reconocí:
-"Lo haces como nadie me lo ha hecho hasta ahora". Me miró, sonrió mostrando sus dientes blanquísimos relucientes en la oscuridad, se incorporó y se desvistió. Dejó caer su vestido, quedándose con su ropa interior blanca, muy fina. Quise acariciarla, y me lo impidió. Decía que volvía enseguida, y fue al baño. Supongo que iría a mas cosas, pero también se lavó. Volvió al poco desnuda, y con sus genitales frescos. Bajó la persiana de la ventana, encendió la luz de la mesita de noche, y... se mostró a placer ante mi vista. Era fantástica. Cuerpo de modelo, un pecho menudo y elevado y su pubis... completamente depilado. Le dije que nunca había visto uno así y ella me contestó que lo hacía porque su pelo ahí era tan rubio como su cabello, y que no le gustaba. Se echó en la cama, invitándome al amor, cuando aun estaba vestido. La acaricié a placer. Los pechos, sus caderas, su sexo. La besé mucho en la boca, baje mis labios por su cuello, y mantuve sus pezones succionándolos largo rato. Sus gemidos, me invitaban a más, y bajé hacia su sexo, que ya había humedecido por mis caricias. Subio sus piernas abriendolas de par en par. Sus labios despegados ofrecían un espectáculo maravilloso, y hundí mi cara en él. Cuando lamía por abajo, ella levantaba sus caderas, haciendo que mi lengua le lamiera el ano. No me importaba. Lo tenia muy limpio, y todo para mi era muy excitante. Se incorporó y me ayudó a desvestirme.
Ya desnudo y arrodillado... se puso a gatas, y se tiró frenéticamente a mi polla. Esta vez me la meneó con delirio, chupó con vigor. Paso sus dos manos a mis glúteos y los abrio con fuerza. Yo exclamé un ruidito, mas de sorpresa que de dolor..., ella llevo sus dedos a mi ano, y me metio uno en el... luego dos. En la postura que estaba, no sentia dolor, estaba... muy excitado, y mi pene, alcanzó su máxima expresión. Noté como de complacida se sintió ella, como sonreía y la cara de gusto que ponía. Tumbándose en la cama y tirando de mis brazos hacia ella dijo:
-"Ven, quiero ese pollón dentro de mi"
Me eche sobre ella. Con mi mano dirigí mi dilatadísimo miembro y logre que el glande encajara en su entrada. Situé los dos brazos a sus costados, y empujé... La follé tranquilo. Quizás estaba sobrepasado por los acontecimientos de la noche, quizás algo intimidado por esa mujer, o quizás era el alcohol, pero no era normal que estuviera follandola tanto tiempo sin correrme. A ella creo le pasaba igual, gemía, pero... no daba señales de enloquecer... Me retire de ella, y de rodillas... me quedé mirándola:
-"No me corro".
Ella, me escucho y demostró su experiencia. Lejos de sorprenderse, se sento y empezo a comerme otra vez la verga, mientras esta vez se tocaba el coño con ambas manos. Ufff, que ritmo imprimió a sus manos... Yo estaba, gozando todo este espectáculo continuado de lujuria... Noté que de nuevo ella se acercaba a su climax, por lo salvaje que me la comía, tragándosela toda mientras gemía sin parar de masturbarse. Llegado un punto se giro y se puso a gatas frente a mi. Llevo sus manos a su ano, y metiendo dos de cada mano se lo abrió con fuerza.
-"Follame por aquí. Deseo tu polla bien dentro!"
Sí estaba como loca. Me acerque a ella, le meti mi dedo en medio de los de ella, y palpe su recto. Era suave, esponjoso. Jamás habia tocado nada igual! Ella encogió una pierna apoyando el pie sobre la cama, y su ano bajó. Mi capullo ya lo tocaba. Ella quito los dedos, y asiendome de mis caderas me atrajo hacia sí. Con mi glande en la entrada de su ano, empujé. Ella grito como loca. Creí que le estaba doliendo como a mi.
-"Espera, la saco y le unto saliva."
-"Noooo!!! Empuja fuerteeeeeee. Rómpeme!!!
La cogí de sus glúteos y empujé con fuerza. Me daba igual lastimarme, solo pensaba en alcanzar a lastimar llegado el caso, el ano de esa mujer. Le abría los glúteos mucho mas fuerte de lo que ella me lo hizo antes a mi. Se los azotaba, y ponía el cuerpo de forma que le entrara lo máximo. Ahora si que gritaba.. de placer. Se pellizcaba con fuerza los pezones, y repetía sin cesar "Sí, sí.. más, más", entre otras cosas en danés, supongo. Pocos minutos más tarde me corrí, ciego de lujuria, en un orgasmo asombroso. Me retiré de ella, y ella se quedó así a gatas y en pompa, con el ano abierto aún.
-"Ha sido asombroso. No tengo palabras..."
-"Jamás lo había hecho así. Ha sido la primera vez."
-"Deseaba esto por detrás, aun tengo ganas."
-"No te has corrido?" Le pregunté.
-"Si claro. Varias veces."
-"Pero yo necesito tiempo... no creo que pueda..."
-"No te preocupes..." Y dicho esto se levantó y se dirigió hasta su armario. Lo abrió y de un cajón saco algo...
Cuando lo ví, mi pene se me disparó de nuevo. Era un consolador, enorme, del grosor de mi muñeca, y largo, como de unos 40 cm, con bultitos desde la mitad de el hacia el final. Se tumbo boca abajo junto a mi, y me lo ofreció.
-"Mételo atrás de mi, y empujalo con fuerza. No pares hasta que yo te diga. Y haz lo que desees". Dicho esto se relajó, extendia cuan larga sobre la cama, con las piernas ligeramente abiertas. Llevé el consolador atrás, le abrí una nalga. Creí que elevaría el trasero para facilitar la introducción pero, no. Siguió relajada. No sabía que hacer, así que le metí los dedos para abrirle un poco el ano. Primero uno, luego dos, ...tres, y cuatro. Giré la mano, mientras ella, se tapaba la cara con la almohada. Ufff, jamás hubiera pensado que un ano pudiera estar tan húmedo. ¿De donde salió la humedad tan lubrificante?
Puse la punta del consolador junto a mis dedos que estaban dentro, y mientras los sacaba comencé a introdicirle el aparato. UHF, veía como los bultos del objeto rasgaban su ano. Ella gemía con la cara enterrada en la almohada. Terminé de sacar los dedos, y continué empujando... Empujando... Terminó de entrar la parte claveteada, y seguí empujando lentamente. Hasta que ella no dio un respingo no paré. Había entrado ¾ del consolador: unos 30 cm. Bien asido por la parte que quedaba fuera... , empece a sacárselo y a meterselo... cada vez, mas rápido. Ella mantenia su culo inmóvil. Uff, que espectáculo era contemplar aquello a medio metro de distancia. Como tragaba aquel culo aquella bestialidad. Empujaba con fuerza, para hacerle daño, y ella solo gemía transformando el dolor en placer.
Me animé. Mi polla estaba dura como una piedra. Le golpeé las nalgas, se las escupí, le metía los dedos en la vagina. Quise destrozarla, y ella... se corría una y otra vez. No aguantaba más. Me llevé mi mano a mi sexo y me lo masturbé con fuerza. Pocos segundos después me corrí sobre su consolador, sus nalgas, su ano, las sabanas, en una explosión de placer indescriptible.
Le deje el consolador dentro, mientras tumbado a su lado, nos mirábamos y sonreíamos. Se incorporó se lo sacó, y nos fuimos al baño a lavarnos. Tras de ello, me sugirió cariñosamente que me vistiera y me marchara. Estaba amaneciendo, y también quería llegar a casa antes de que mis padres se levantaran. No hablamos mucho. Nos dimos unos suaves besos, y me abrió la puerta, mientras con la cabeza escondida tras ella, me lanzó un beso al aire. Me di la vuelta, me abrió la cancela desde su casa, y me dio pena ver mi coche allí, esperándome, para hacerme despertar de aquel sueño.
No fue mi último coito anal, pero sí el primero y el mejor. Jamás la volví a ver, y con los años, ya han pasado 15 de aquello, me jode que habiendo sido una experiencia tan importante, ni siquiera recuerde su nombre.
FIN