Dándole su merecido a un pasivo tragón

Quedo con un pasivo con muchas ganas de comer polla, pero la sorpresa que me encontré cambió algo las tornas.

Era una mañana de jueves tranquila, estaba en mi casa a punto de irme a clase cuando me entró el calentón. Era temprano, así que me daría tiempo a hacerme una paja antes de salir, pero por instito decidí abrir Grindr. Todo era más de lo mismo, tíos de más de 40 algo babosos, o tíos con "vida hetero", pero encontré a uno que tenía echado el ojo hace tiempo y decidí probar suerte.

Me contestó muy rápido. Se llama Javier, 1,85, un cuerpo normalito tirando a delgado, ojos marrones y pelo castaño claro. Es pasivo, algo que me venía perfecto, ya que buscaba que me la comieran bien, correrme e irme, no quería nada más. Se lo dije, algo que aceptó. Recuerdo que soy alto (1,82), con un cuerpo normal, ojos claros y un pelo castaño muy claro, casi rubio. Físicamente nos parecíamos, incluso teníamos el mismo corte de pelo.

Me dirigí a su casa, estaba algo alejada de la mía, pero me pillaba a medio camino de la Universidad, así que no me importó tanto. Me costó encontrar su portal, ya que vivía en una zona donde había muchas casas juntas y las calles eran algo enrevesadas. Cuando quise llegar, ya se me había hecho algo tarde, así que estaba algo nervioso por si no me dejaban después entrar a clase.

Llamé al timbre, y me abrió en unos boxers azules donde se marcaba un buen paquete y un culazo. De cuerpo, en persona salía ganando, estaba más bueno que en la foto.

  • Oye tío, con el lío de encontrar tu casa se me ha hecho algo tarde, así que no quiero tardar mucho, ¿vale?

  • Vale tío, no te preocupes. Yo solo busco unas mamadas rápidas, así que sin problema.

  • Genial entonces tío.

  • Pues vamos, ¿no? - me cogió de la mano y me llevó a su habitación -.

Por el camino fui soltando la mochila con cuidado y me quité las zapatillas. Su habitación era bastante grande, teniendo en cuenta que los pisos por la zona eran enanos. Se puso de rodillas en el suelo, listo para recibir su manjar. Al verle así, mi polla empezó a crecer muy rápido, tanto que cuando la saqué ya estaba completamente dura. No tardó en lanzarse y metérsela de golpe en la boca. Aguantó hasta que se quedó sin respiración.

Comenzó a hacerme una muy buena mamada, se notaba que el tío tenía bastante experiencia, porque la trataba con delicadeza, a la vez que era bastante intenso y sabía donde tenía que jugar con la lengua. Mis gemidos no tardaron en aparecer, y mi ropa en desaparecer. Me quedé completamente en bolas, mientras él seguía comiéndome el rabo con los boxers todavía puestos y de rodillas. Disfrutaba mucho, se le notaba en la respiración.

Le cogí del pelo, le levanté y le dí un buen morreo. Nuestras lenguas empezaron a jugar, y mi mano arrancó su boxer, dejándole como vino al mundo. Menudo rabo guardaba el pasivazo. Debía medir como 22 centímetros y eran anchos. Qué desperdicio. No tardé en cogerlo con mi mano y comenzar a moverlo. No pude resistirme y me puse de rodillas. No me entraba todo en la boca, y eso que he comido buenos rabos. Solo hasta la mitad. Pero daba igual, el tío gemía de como le comía el glande.

Cuando ya llevaba un buen rato comiéndosela me acordé de la hora y de lo tarde que iba a llegar a clase. Intenté buscar un reloj, pero su respuesta fue acercarse a mi y susurrarme al oído:

  • ¿De verdad te vas a ir sin probar este culazo? - me dijo mientras cogía mi mano y la posaba en una de sus nalgas-.

  • Tendrás que convencerme - le susurré-.

Se giró y colocó su culo pegado a mi rabo, y comenzó a moverlo lentamente. Todos mis centímetros se hundieron entre esas dos grandes nalgas, como si estuvieran hechas para que entrase a la perfección. Eso sirvió para convencerme.

Le tiré a la cama, colocándole a cuatro patas, me puse de rodillas y sumergí mi boca en ese agujero que pedía a gritos un buen remojo. Y tanto. Se dilataba con cada lametón, acompañado de un intenso gemido y varios suspiros. Podría haberme tirado así horas, pero mi rabo estaba deseando entrar.

Iba a pedirle un condón, pero se me adelantó  y me dijo que acababa de hacerse análisis y que estaba limpio. Como yo también acababa de hacerlo, se lo dije, a lo que me sonrió acompañando un "pues ya sabes lo que tienes que hacer". Escupí en mi rabo para remojarlo un poco, y comencé a introducir centímetro a centímetro todo en su culazo tragón. Debía de tener mucha hambre, porque no tardé ni tres segundos en meterla toda.

Él mismo comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás, y una vez más pensé que su culo estaba hecho para mi rabo. Qué placer desde el primer momento. Acompañé sus movimientos con los míos, acelerando el ritmo, y sus gemidos. Me encanta que giman. Le destrocé el culo con unas cuantas embestidas en diferentes posiciones: a cuatro patas, boca arriba, sentado encima mía, el misionero, contra la pared... todo lo que se nos ocurrió, hasta que mi rabo no aguantó más y le preñó entero.

Acabé derrumbado, tirado en la cama, pero seguía cachondísimo, y no podía parar de mirar su rabo.

  • ¿Qué? ¿Te ha molado mi rabo eh? - me dijo.

  • Tío, lo que tienes ahí está muy desaprovechado, anda que no puedes dar buenas folladas con eso.

  • ¿Ah sí? ¿Y quieres recibir una?

Mi cara cambió completamente, y expresaba entre una mezcla de deseo y pánico. Un rabo tan grande y gordo me podría destrozar.

Sacó el lubricante de uno de sus cajones y se lo puso lentamente. Con la cabeza me invitó a sentarme encima. Al principio dudé, pero finalmente lo hice. Me la metí poco a poco, muy lentamente, para evitar dolores. Cuando quedaban apenas unos centímetros, los clavó de una embestida, y solté un grito. ¡Cabrón! - le dije-.

Sonrió y comenzó a follarme lentamente. Bueno...lentamente los tres primeros segundos, después aceleró el ritmo a una velocidad sobrenatural. Al principio sentía como que se me partía el culo, pero después fue placer y más placer. No aguantamos mucho, ya que terminó dentro de mi, llevábamos un buen rato de sexo ya. Nos limpiamos, me duché y me fui a clase, no sin decirle antes que ese rabo tenía que repetir en mi culo otro día.

Y tanto. Hemos repetido varias veces ya, y no era él precisamente el pasivo.


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