Dando y dando

En un establo abandonado pillé a Raul recibiendo una buena cogida. Los observé excitado al saber que a ese morenote que yo deseaba le gustaba dar el culo.

DANDO Y DANDO

Tendría unos 2 años trabajando en la hacienda "El Toronjal", cuando en un momento de ocio me acerqué a las ruinas de un viejo establo. Escuché lo que creí inicialmente era una pelea. Pero espiando entre los maderos de una cerca pude constatar que los gruñidos y quejidos provenía del hijo adolescente del dueño de la finca y de un obrero cuarentón llamado Raul, quienes sobre una gran manta amarilla se apareaban cual perros. Y como un perro pekinés que se atreve a coger a un doberman, Gerardo, de corta estatura y flaco, enterraba su hueso en el voluminoso cuerpo de Raul, un macho musculoso, fuerte y alto. Ambos gozaban enormemente, tanto Gerardo clavando su verga como Raul dejando que su culo recibiera aquella pistoneada. Llegué tarde al encuentro, pues apenas me había sacado el güebo para masturbarme, cuando Gerardo gimió y se estremeció dándole las últimas clavadas a Raul. Los dos hombres se tumbaron en la manta, se pusieron frente a frente y se besaron apasionadamente. Las oscuras y veteranas piernas y brazos de Raul se abrazaron fuertemente al pálido y joven cuerpo de Gerardo.

Me quedé mirándolos masturbándome mientras se abrazaban y luego mientras se vestían. Gerardo era un joven bastante apuesto, sin duda todo un galán para muchas (y muchos). Pero era el cuerpo desnudo y maduro de Raul el que yo no dejaba de admirar. Al inclinarse para recoger la manta, me ofreció una mejor vista de la oscura pepa de su culo. Deseaba montarme en su espalda ancha y hundirme en su peludo trasero. Ya antes me había dado varias pajas por él, pues Raul acostumbraba laborar sin camisa con su panza al aire. Pero nunca lo había pillado desnudo y menos aún recibiendo una buena cogida. De haber sabido que a Raul le gustaba entregar el culo yo hubiese tratado de cogérmelo hacía mucho tiempo.

Ya vestidos Raul le pidió a Gerardo un último beso y se colocó la manta amarilla doblada debajo de su brazo. Ambos caminaron en dirección de la casa. Esperé a que se fueran para acostarme en el lugar donde habían hecho el amor, y me masturbé rememorando el espectáculo que había recién presenciado. Me rocié de semen el pecho imaginando que era yo el que se cogía a Raul.

Desde chico le agarré gusto al culo de los hombres, especialmente gordos y maduros, ya que un tío con esas características se enamoró de mi verga y pasé mi adolescencia chorreándole el culo y la garganta a él y a su amante que era el dueño de la panadería. Mi tío era 100% pasivo, pero el panadero (casado y con 6 hijos) gozaba dando y recibiendo por igual. Gracias a él aprendí a mamar güebo y probé leche por primera vez. El panadero también se encargó de estrenar mi culito virgen con una cogida brutal que me dejó sin muchas ganas de repetir. Sin embargo un año después, sin duda curioso por lo mucho que mi tío disfrutaba dando el culo, le pedí que me cogiera otra vez. Esa segunda culiada tampoco la disfruté en su momento, pero curiosamente siempre me excitaba mucho recordar esas dos cogidas del panadero.

Mi tío murió cuando yo tenía 17 años y yo me casé 2 años más tarde con una muchacha rellenita que gustaba del sexo anal. Pero no era lo mismo. Tuve unas escapadas ocasionales con el panadero, y pese al gozo que me daba derramar mi leche dentro de él, no me gustaba abrazar su cuerpo flaco y firme. Añoraba tener placer con un cuerpo robusto y grueso como el de mi tío, un cuerpo que provoca ser montado, abrazado y amado, un cuerpo como el de Raul.

Unos días después del incidente en el establo, me topé con Raul, descamisado y dando de comer a unos pollos. Cuando me daba la espalda o su cuerpote se inclinaba sobre los pollos me imaginaba agarrándolo por detrás y enterrando mi verga en su culo. Pronto mi erección no pudo pasar por desapercibida:

"Muchacho! Vos como que no habeis visto hembra desde que te divorciaste. Cuidado y te acercas a los pollos, que si me amanece uno muerto ya se que fuiste tú"

Yo sonreí y le dije que no eran los pollos los que me tenían excitado. Raul se quedó callado por unos segundos, como decidiendo si lo que había escuchado era una insinuación para luego decirme:

"Oye, pero cualquiera que te oye pensaría que te gusta coger con machos"

"Bueno, sólo te diré que cuando un hombre me ofrece el culo yo no lo rechazo"

"Ni yo tampoco, Claudio. Aquí trabajaba un mariquito llamado Cipriano. El muy puto se dejaba coger por todo el mundo. Yo me lo raspé más de una vez. Hasta que se enteró el patrón y lo botaron".

"Coño! Lástima que ya no trabaje aquí, porque te juro que no lo perdono"

Ambos nos reímos y después de un pequeño silencio me dijo: "Oye, Claudio, acompáñame que tengo que revisar la cerca del lado Oeste. Así hablamos más pendejeras".

En el camino pasamos por las barracas donde entró por un momento y reapareció con la manta amarilla debajo del brazo. Mientras caminamos sólo hablaba de Cipriano, detallando las veces que se lo había cogido como para mantenerme interesado en el tema. Por supuesto no llegamos a la cerca sino al viejo establo.

"Coño! Tanto hablar de sexo me ha puesto cachudo. Si quieres nos damos una cuca aquí los dos. Nadie nos va a ver aquí". Antes que yo pudiera responder Raul se acercó a mi y me agarró el paquete. "Sácatelo a ver que tienes ahí" y, nuevamente sin esperar que yo reaccionara me bajó el cierre del blue jean y sacó de entre los interiores mi excitado miembro. Empezó a masturbarme con una mano mientras con la otra sacaba su propia verga erecta y la empuñaba. Yo se la agarré para acariciarla y masturbarlo.

"Espera Claudio, vamos a ponernos cómodos para hacer barbaridades"

Raul tendió la manta amarilla sobre el suelo y tomamos unos segundos para desnudarnos completamente. El morenote se arrodilló y me empezó a mamar mientras se masturbaba ocasionalmente. Me hizo acostar para seguir chupando mi verga y lamer mis bolas. Se detuvo sólo para preguntarme si me gustaba.

"Está rico" le dije, "pero, dame el culo"

"Ay, papá! No faltaba más. Pero mira que eso es dando y dando. Quiero hacerle el amor a ese culito tuyo!"

Me sorprendió su respuesta. Cuando encontré a Gerardo clavando a Raul, quedé bajó la errónea idea de que Raul era 100% pasivo. Pero Raul me contaría más tarde que el encuentro que yo presencie era la primera vez que Gerardo se lo había cogido y que lo usual era que el morenote se lo empujara al joven.

Pero la propuesta de que me culiaran me excitó. La verdad es que tenía rato que no me daban una cogida. Igual le dije que no me lo habían metido desde la adolescencia y que no me había gustado mucho.

"Tranquilo, confía en mi que aquí vinimos vamos a gozar como sólo pueden dos machos" Me sonreí nerviosamente y él añadió: "Ven papá dame un besito"

Nos tumbamos sobre la manta, yo encima de él, y nos besamos. Raul envolvió mi cuerpo con sus piernotas. "Que rico estás, Claudio" dijo y me besó nuevamente sobándome la espalda y chupando mi lengua. Coloqué mi verga entre sus nalgas presionando contra su carne.

"Como que me toca dar el culo primero" sentenció el morenote.

Raul se puso en cuatro sobre la manta dándome libre acceso a su peludo, amplio, pero firme trasero. Las bolotas le colgaban tan sueltas entre las piernas que no resistí manosearlas. Le abrí las nalgas y escupí adentro (nunca he podido dar un beso negro). Mojé mis dedos con saliva y se los apliqué en su oscuro orificio, introduciéndole el pulgar. Entonces coloqué mi verga en el ojo de su culo y se lo empujé poco a poco. Raul respiraba profundo y repetía "Uy, rico!"

Al ensartarlo completo, empecé a cogerle. El hombre gruñía con cada clavada como si lo estuviera matando pero a la vez me decía lo rico que lo estaba culiando. Yo no decía nada mientras empujaba mi güebo una y otra vez dentro de su culo caliente.

"Ay que rico, Claudio, dale así, que rico culeas papi…".

Yo decidí seguirle el juego:

"Te gusta Raul? Te gusta que te den por el culo?"

"Ay si, métemelo duro, que verga tan sabrosa!" respondió él a la vez que meneaba el culo y lo empujaba para atrás tratando de clavarse aun mas mi enrabiada verga.

Me pidió que aguantara un momento, se acostó, y nuevamente empecé a deslizar mi verga entre sus nalgas perforando su ser con mi hombría.

Pronto apareció el cosquilleo familiar que anuncia el clímax, apuré mi cogida hasta que con un grito de desahogo lancé tres o cuatro chorros dentro de él. Me quedé un rato largo acostado sobre él mientras mi verga perdía fuerza. Nos volteamos de lado mirándonos y Raul me besó. Nos quedamos abrazados un rato. Que cuerpote tan rico. Nos intercambiamos caricias y besos. Empecé a masturbarlo. "Dame una mamadita"

Raul se acostó boca arriba. Le agarré la verga y se la masturbé un poco mientras se la miraba. Era un miembro hermoso, corto pero grueso y con un glande espectacular que parecía un casco de obrero. Lo lamí y me lo metí en la boca chupándoselo. Al rato me agarró la cabeza entre sus manotas y empezó a cogerme la geta. Se detuvo y dijo "Me toca"

Me hizo poner en cuatro. Raul empezó a lubricarse el guëbo y los dedos con saliva. Metió sus dedos uno por uno en mi trasero diciéndome que me relajara. Luego puso una mano sobre mi hombro y su tiesa verga se metió entre mis nalgas y sentí la cabeza contra el ojo de mi culo. Gemí, no sé si por temor o por placer. El negrote me pidió una vez más que me relajara. Entonces lentamente su poderoso miembro se abrió camino dentro de mí. Vi estrellas. "Tranquilo papá que en un rato vas a gozar. Relájate!". El negro siguió empujando hacia delante con lentitud, haciendo que el ojo de mi culo disfrutara cada milímetro de su pene. Luego sentí el pelo de su pubis sobre mi culo anunciando que me la había enterrado completamente. Raul se aferró a mis caderas y empezó un mete y saca sumamente lento.

"Te gusta, Claudio?" Al percatarme que ya no me dolía, le dije que si, con lo cual empezó a cogerme con menos delicadeza.

Su cogida pareció durar horas. Este macho se lo sacaba completo y luego me lo volvía a meter todito. Se meneaba cuando me lo tenía enterrado profundo. Culiaba riquísimo! Pensé por un momento que alguien pudiera acercarse y pillarme siendo sodomizado por el morenote, pero la noción sólo me excitó más.

Cuando pensé que él debía estar ya pronto a eyacular, apenas era el momento de cambiar de posición. Me puso de lado y montó una de mis piernas rozando sus suaves y peludas bolas sobre mi muslo mientras su güebo se deslizaba buscando meterse nuevamente en mi culo. En esta posición me mordisqueaba los hombros y me sobaba la espalda mientras me cogía. Finalmente me puso en cuatro y nuevamente el casco de su verga se abrió paso por el ojo de mi culo. Me sujetaba por las caderas y me clavaba una y otra vez. Entonces me acostó boca abajo en la manta y siguió metiéndomelo con su peludo pecho pegado a mi espalda. Qué sensación tan rica la de tener su panza calzada perfectamente sobre mi espalda! Y qué satisfacción tan rara extraordinaria la de entregarse de lleno a un macho. Cuando su respiración se hizo más frecuente y sonora, estiró sus brazos al lado de mi cuerpo, levantando su torso y empezó a cogerme rápida y furiosamente hasta que me clavó su machete hasta más no poder. Balbuceó incoherentemente y tembló como una hoja al inyectarme su esperma.

No aguanto las ganas de tener nuestro próximo encuentro, dando y dando.