Dando una lección

La visita de su sobrino en plenas vacaciones, hace que despierte un interes nuevo hacia el.

Dando una lección.

Si alguien me hubiera dicho que me pasaría algo como lo que voy a contar, le hubiese dicho que se equivocaba, que yo nunca haría algo así.

El caso es que antes de nada empezaré por describirme. Soy alta, un metro ochenta más o menos, tengo el pelo largo, por debajo de los hombros, rizado y rubio. Unos ojos verde azulados grandes y luminosos, y unas medidas de modelo, aunque no lo soy, 95-65-95. Por mi profesión, soy monitora de natación, mi cuerpo es esbelto y atlético, nunca me han faltado pretendientes, aunque ninguno llamaba mi atención hasta que conocí a mi actual marido.

Vivimos en una casita a las afueras de la ciudad, no tenemos piscina pero si un acogedor jardín y mucha tranquilidad, pues el chalet está situado en una urbanización poco transitable.

Cuando ocurrió aquello, yo estaba de vacaciones y pasaba mucho tiempo en la casa. Cuando venía mi marido le esperaba tomando el sol en el jardín y, cariñosamente me besaba en el cuello.

Un día, estando en aquel momento tan tierno, sonó el teléfono. Era la hermana de mi marido que por lo visto se marchaba de viaje y necesitaba que nos quedáramos con su hijo durante unas semanas. En principio no hubo impedimento, pues no pensábamos ir a ningún sitio, así que aceptamos.

Al día siguiente, cuando mi marido regreso del trabajo, me dio la noticia de que se marchaba por espacio de cinco días fuera de la capital. El era abogado y había sido enviado por su bufete al otro extremo del país, para solucionar un trámite burocrático con los agricultores y sus trabajadores, a los que su bufete defendía.

El caso es que me tendría que quedar a solas con su sobrino, durante cinco días y sin saber como llevarme bien con él.

El Sábado, a eso de las doce del mediodía, llegó mi marido con Oscar. Salí a recibirlos a la puerta, mi marido traía su maleta y él una mochila, venía gastándose bromas y cuando llegaron a la puerta, se puso muy serio.

-Hola Oscar.-Y le di un beso en la mejilla.

Se puso muy colorado y solo atinó a decir un tímido:

-Hola tía.

El resto del Sábado lo pasamos en casa, viendo la televisión y riéndonos. El Domingo, como mi marido se iba el lunes, decidimos ir al parque de atracciones. Para la ocasión, y como era verano, me puse un vestido de tirantes que llegaba a la altura de las rodillas y con un escote no muy amplio. Me gustan los tangas y ese día, y por el vestido, me puse uno de tres hilos del mismo color que el vestido, azul.

Llegamos al parque, pagamos la entrada y accedimos al recinto. Recorrimos y montamos en muchas atracciones, y decidimos pasar un momento tranquilo. Para ello alquilamos una barca en el lago artificial y decidimos pasear por el agua.

Mi marido remaba, mientras Oscar y yo íbamos sentados al lado el uno del otro. Empezamos a jugar y nos salpicamos agua. Fue divertido y refrescante, pero la barca se cimbreó y Oscar fue a caer en mis brazos, apoyando inconscientemente las manos en mis tetas. Se puso colorado y su timidez salió a flote otra vez. Por más que le dijimos que no pasaba nada, que había sido un accidente, el no quiso volver a jugar. Después de un rato dejamos la barca y paseamos por el parque. Al llegar a la casa de drácula, Oscar preguntó si podíamos montar, Javi mi marido, no tenia ganas y, por que el niño no se sintiera triste, le dije que montaría yo con él.

Sacamos la entrada y nos pusimos en la cola. Al llegar la vagoneta a nuestra posición, entramos. Oscar se sentó en el lado de dentro y yo en el de afuera, bajaron el anclaje y el carrito se puso en marcha. Entramos por la primera cortina y todo estaba oscuro, agarré a Oscar de la mano, para que se sintiera tranquilos y, al sonar el primer grito, apretó mi mano. Con el segundo monstruo se abrazó fuertemente contra mi pecho y en el tercero hundió su cara entre mis tetas. Yo le acariciaba y le decía que no pasaba nada, pero el estaba asustado, separó su cara y, al ver la postura que teníamos se separó violentamente y se puso colorado. Me quedé sorprendida y no sabía que decirle, pero en el siguiente susto volvió a apretar mi mano y parecía que se le pasaba el apuro. Cuando salimos de nuevo a la calle, Oscar ya estaba tranquilo y me dijo:

-Tía, no te enfades.

-No tengo por que enfadarme, si no ha pasado nada.

-Pero tenía mi cara en....-y miró a mi pecho.

-Mira Oscar, no pasa nada. No le des importancia, yo no me enfado por eso. ¿Vale?.

-Vale tía, y me dio un beso en la mejilla.

El resto del día fue tranquilo y lo pasamos genial. Cuando llegamos a la casa, Oscar venía dormido en el asiento de atrás y mi marido tuvo que subirlo en brazos hasta su cuarto. Mientras Javi, terminaba de meter el coche en el garaje, yo desnudaba a Oscar para ponerle el pijama. Le quité la camiseta y, al quitarle los pantalones, vi que tenía una erección. Para su corta edad, trece años, tenía un buen bulto y, pensando que podía dolerle, le bajé un poco los calzoncillos. Él se removió un poco, dijo algo que no pude entender y comenzó a aflojársele su colita. Pero al volverle a poner los calzoncillos y, cuando comencé a ponerle los pantalones, comprobé que estaba otra vez erecto. Me puse colorada y, al sentir los pasos de mi marido subir por las escaleras, me apresuré en vestirlo y en terminar de acostarlo.

Esa noche y con motivo de que Javi se marchaba, tuvimos una sesión ardiente y placentera de sexo, aunque en muchos momentos mi mente dibujaba el bulto del niño en sus calzoncillos y me calentaba.

Al día siguiente me levanté y me puse la bata, que era corta y me llegaba a medio muslo. Como había pasado la noche haciendo el amor con mi marido, solo llevaba el tanga puesto. Abrí las cortinas y la ventana dejando el aire pasar a la habitación, salí de la misma y entré en la del niño. Para asombro mío ya se había levantado y había echo la cama, abierto la ventana y bajado a desayunar.

Entré en la cocina y le vi sentado en la mesa, con un vaso de leche y un libro, que parecía interesante pues no se percató de que lo miraba.

-Buenos días Oscar.- Dije suavemente entrando en la cocina.

-Buenos días tía.-Dijo sin levantar la mirada del libro.

-¿Has dormido bien?.-Insistí.

-Muy bien tía. ¿Y tú?.-Dejándome un poco sorprendida.

-Yo.., bien. Muy bien. ¿Qué lees?.

-Un libro que nos han mandado en el colegio para el verano. "Maleficio" de Stephen king, tenemos que hacer luego un trabajo sobre él.

-Debe ser interesante, como no levantas la mirada de él.

-Si.-Dijo, levantando la mirada por primera vez del libro.

Yo me di la vuelta y abrí un armario de arriba para coger el tarro de café. Al estirar el brazo para alcanzarlo, la tela de la corta bata se subió un poco y sentí como la mirada del niño se clavaba en mi culo. Me sentí halagada pero enseguida bajé el brazo. Me serví el café y me senté enfrente de él al otro lado de la mesa. Le miré a los ojos y él se ruborizó y volvió a la lectura. Me terminé el café y, levantándome de la silla, le dije:

-Voy a ducharme. Si quieres algo pídemelo.¿Vale?.

-Vale tía.

Y me fui al cuarto de baño. Como estaba acostumbrada a estar sola, inconscientemente no cerré la puerta, abrí el grifo y me desnudé. Entré dentro de la duche y me coloqué bajo el chorro de agua caliente. Al cabo de unos minutos cerré el grifo y abrí la puerta, pude escuchar unos pasos y me di cuenta de que Oscar me había estado observando. Eso me enfadó un poco y decidí que tenía que castigarlo. Pero tenía que ser algo que no olvidara.

Me sequé y me puse la bata, solo la bata, y salí del cuarto del baño una vez recogido. Bajé a la cocina y allí estaba Oscar, enfrascado en su libro. Se le veía un poco sofocado y aturdido. Me sonreí.

-¿Qué quieres de comer hoy?.- Le pregunté.

-Me da igual tía, pero si puede ser pasta mejor.

-De acuerdo.

Abrí un armario de la parte inferior y me agaché, sin doblar las rodillas, lo que hizo que la bata dejara ver, generosamente, mi trasero. Volví a sentir su mirada en él y me levanté despacio. Anduve hasta el fregadero y llené la cazuela de agua. Al girarme hacia la placa, hice como que tropezaba y derramé el agua de la cazuela sobre mi pecho, haciendo que se marcaran sobre la bata mis tetas y los pezones. Oscar se sobresaltó y se levantó para ayudarme y, al verme así, se puso colorado, muy tensó y salió de la cocina. Yo sonreí y, después de recoger el despropósito, salí en su busca. Entré en su habitación y le vi tumbado en la cama boca abajo. Entre y me senté junto él.

-¿Qué pasa Oscar?.

-Tía, es que eres muy guapa.

-Gracias, pero no me has contestado. ¿Por qué te pones tan nervioso?.

-Es que...,me da vergüenza.

-Pues que no te de vergüenza. Soy tu tía, puedes contármelo.

-¿Te acuerdas de mis primos mayores, Pedro y Antonio?.

-Si, me acuerdo de ellos.- Eran dos años mayor que él y siempre se estaban metiendo con el pequeño.

-Pues dicen que soy una niña. Que para ser un hombre tengo que haber visto a una mujer desnuda. Cuando se enteraron que venía aquí dos semanas, se metieron conmigo y me dijeron que tenía mucha suerte, por que con una tía tan guapa sería fácil ser un hombre. Que te podría ver desnuda en cualquier momento y...,

-Sigue, no te calles.

-Te he visto tía. Te vi desnuda mientras te duchabas, pero no me siento un hombre por haberlo echo. Me siento mal, te he espiado.

Y se le escaparon unas lágrimas. Le abracé y le dije que no se preocupara, que ya era todo un hombrecito, que para hacer lo que había hecho, había que ser un hombre muy valiente, sobre todo por habérmelo contado antes de que yo le castigara, por que sabía que me había espiado.

-Gracias tía. Si me castigas por esto lo entenderé, me he portado mal.

No podía castigarle, después de todo no podía castigarlo.

-Vamos a hacer una cosa, pero prométeme que esto no saldrá de nosotros dos.

-Te lo prometo tía.

-Te voy a dejar que me saques una foto, como si estuviera dormida. Y se la enseñas a tus primos, para que vean que eres un hombrecito. Pero luego me la devuelves para romperla. ¿Vale?.

-Vale tía.

Le agarré de la mano y lo llevé a mi habitación, abrí el armario y saqué la polaroid de fotos al instante que tenía mi marido. Comprobé que tenía carrete y se la entregué a Oscar, le expliqué como funcionaba y le dije:

  • Solo una, ¿vale?.

-Si tía, solo una.

Me tumbé en la cama, después de quitarme el camisón. Como la cama seguía sin hacer, me tumbé y me enrollé las sábanas en una pierna, cerré los ojos y le dije a Oscar:

-Haz la foto.

Y la hizo.

Cuando abrí los ojos vi que estaba colorado, solo llevaba puesto el pantalón corto y se le notaba un bulto importante en él. Estaba nervioso, temblaba un poco y sudaba. En la posición en la que estaba yo, le dije que se acercara. Le quité la cámara de las manos y le hice sentar a mi lado. Recordé como me sentía de caliente la noche anterior haciendo el amor con mi marido, mientras recordaba el bulto del niño, y ahora le tenía enfrente de mi.

-Esto que vamos a hacer debe ser un secreto, ni siquiera tus primos tienen que saberlo,¿vale?.

-Vale tía pero, ¿qué vamos a hacer?.

-Convertirte en un hombre.

Y le tumbé en la cama junto a mi. Cogí su mano y la puse en una de mis tetas, el estaba muy tenso.

-Tranquilo Oscar, no pasa nada. Sol déjate llevar.

Y mis palabras resultaron ser un bálsamo, por que en seguida dejó de temblar. Se puso de rodillas junto a mi cuerpo tumbado y me comenzó a acariciar las tetas con las dos manos. Suavemente, rozándolas tan solo, en pequeños círculos alrededor de los pezones. Con su mano derecha recorrió el canalillo y regresó al pecho que estaba, repitiendo la acción con la mano izquierda. Con sus dedos acarició mis pezones, que al instante, se erizaron eléctricamente. Me miró a los ojos y me acarició la cara. Sus manitas viajaban de mi pecho a mi cara lentamente, primero una y luego la otra. Estaba sintiendo como se me ponía la carne de gallina y suspiré su nombre. Sus manos bajaron rozando mi cuerpo hasta mis piernas, que fueron recorridas desde la cadera hasta la planta de los pies, volviendo a subir por la cara interna de mis muslos, provocando que mi rajita comenzara a mojarse. Con una de sus manos siguió recorriendo mi cuerpo y con la otra acarició mi rajita depilada. Tiernamente pasó la mano por mi vulva húmeda, mientras yo me mordía el labio inferior y comenzaba a jadear. Inesperadamente me besó una de mis tetas, lo que me hizo abrir los ojos y ver que estaba sudando y sufriendo. Tenía un norme bulto en los pantalones, se los bajé y vi que no tenía calzoncillos, por lo que el bulto era más grande de lo esperado. El sonrió, pero en seguida siguió con sus deliciosas caricias. Los besos comenzaron a viajar por todo mi cuerpo, primero de una teta a otra pasando por el canalillo, luego descendiendo lentamente, recorriendo mis piernas por fuera y por dentro de ellas, sacándome gemidos sonoros de mi garganta. Mientras yo le masajeaba su miembro, el me regaló infinitos besos en la entrada de mi raja, pequeños, continuados y cada vez más pícaros, pues se acercaban al delicioso botón de mi clítoris. Cuando lo encontró lo besó, lo acarició con la lengua y volvió a besarlo. Mientras hacía esta operación una y otra vez, puso un dedo en la entrada de mi raja y lo metió de golpe, arrancándome un sonoro grito de placer. Siguió con sus caricias, con su dedo entrando y saliendo una y otra vez, de repente entraron dos dedos y luego tres, estaba en el paraíso. Y, cuando metió el cuarto, grité y me corrí. Con el frenesí le había estado haciendo una paja descomunal al niño y, cuando grité, el también se corrió. Quedamos los dos exhaustos, tumbados en la cama, él encima mío, sudando y jadeando.

-Tía,¿ya soy un hombre?.

-Lo eres cariño. Envidio a la que sea tu novia en un futuro.

-Gracias tía. Te quiero mucho.

-Y yo Oscar, y yo.

Gracias a Dios todo quedó hay, aunque me hubiera gustado sentirle dentro de mi. Pero era un niño y además mi sobrino. No podía pasar nada más.

Después de esto, sus primos dejaron de meterse con él y nuestra amistad fue mayor. Nos llevamos muy bien y él, ahora, tiene una novia de su edad.

Hace dos años que pasó aquello y lo recuerdo como si fuese ayer. Como envidio a su novia.

Fin.