Dando las nalgas (4) De dos a tres caídas pt1
Pensé en lo que había pasado y sin duda salí de ahí sin saber quién me había cogido; fue el luchador o mi tío o Rafa o mi papá o más de 20 personas entre conocidas y desconocidas.
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UNA SEMANA DESPUÉS
Unté aceite en su cuerpo atlético. Al estar de espaldas a mí, pasé mi mano por toda su espalda para esparcirle el aceite. Luego metí mis manos debajo de sus brazos y empecé a llenar su pecho de aceite. Estaba duro, firme. Choqué mis enormes tetas en su espalda y al ritmo de mis manos, moví mi cuerpo para que sintiera mis pechos. Bajé a su abdomen marcado y se lo acaricié y me detuve en donde empezaba su pants de lycra.
Se volteó y me tomó de la cintura. Yo puse mis manos en sus brazos grandes. Por mis tacones, quedaba más arriba que él. Traía una minifalda que llegaba un poco más arriba de mis rodillas y una playera muy ajustada para resaltar mis tetas.
Miré sus ojos y sus labios a través de la máscara. Intimidaba un poco, daba miedo y quizá eso lo hacía muy excitante.
Y por tercera ocasión en la noche, unimos nuestros labios en un beso. Mis labios tocaban su máscara y me llegaba su sabor. Mi lengua jugaba con su lengua, que salía por el orificio que tenía la máscara en su boca.
Llevó su mano a mis nalgas y levantó mi falda. Esa noche no traía tanga, traía un cachetero blanco.
Sus dedos grandes, abarcaban completamente mis nalgas. Besó mi cuello, momento que aproveché para hablar.
-¿Tienes que ir a luchar? –Pregunté.
-Lamentablemente sí. –Me dijo.
-Cuando termine la pelea, seré tuya. –Y nos separamos.
Terminé de ponerle aceite y salió. Me quedé en su camerino un rato. Tenía una semana sin coger por andar en mis días. Ese era el primer hombre con el que estaría y andaba muy caliente, ardiendo, deseosa.
Me senté en la cama. Me puse a pensar un rato. Apenas me iba recuperando de lo que había hecho…
-Diste un paso grande, diste un paso grande. –Dije. –Era necesario. Le diste mucho dinero a su familia. –Nada de eso me hacía sentir bien. Saqué cocaína y esnifé. Me acosté en la cama y miré el techo. Seguía con el dolor en mi corazón. Miré la cocaína. Después de haber tomado la metralleta y haber apretado el gatillo, me llegó un arrepentimiento enorme y lo que sentía era insoportable. A esto, había que sumarle lo de Rafa y sus tres mujeres. Todo esto me estaba matando. Había subido mi consumo diario de droga. –Y ¿Si me pasa algo? –La agarré. –Solo un poco más. –Esnifé más. Despacio, el dolor iba desapareciendo. –Gracias. –Le dije a la bolsita de cocaína.
Salí a ver las peleas.
El lugar estaba lleno. Miré en busca de un asiento vacío y no encontré nada. Me quedé detrás de las cortinas de donde salían los luchadores.
Los golpes que se daban se miraban muy violentos; Cuando los levantaban y los dejaban caer, los saltos de la tercera cuerda o alguna maniobra. Pensé en mi luchador, que terminaría muy cansado y adolorido.
En el camerino me comentó que ellos entrenaban para caer, los golpes eran más fingidos que dolor y que la sangre si era real pero nunca era un golpe para poner en peligro al luchador. No habría problema en las luchas.
La gente se divertía. Luego de un rato, me escondí un poco, y esnifé más de cocaína.
-Buenas noches. –Escuché a alguien decir. Volteé y vi a un señor de traje a lado de mí. Le calculé algunos 45 años. Miraba de manera distraída la pelea. Me dio la mano y nos saludamos de beso en la mejilla.
-Buenas noches. –Dije. La persona no era para nada atractiva, tenía un bigote grueso. Debajo de su traje se le notaba una barriga enorme. “El clásico señor de negocios” , pensé.
-¿Qué tal te la estás pasando…? –Me preguntó y se acomodó su pantalón.
-Julia. –Terminé su frase. -Bien, nunca había venido a unas luchas. Es la primera vez y son muy entretenidas. –Dije.
-¿No eres de por aquí?
-No. –Y le dije de que parte era.
-Y ¿Qué te trae tan lejos? –Preguntó. –Eres una niña. –Me dijo al comerme con la mirada.
-De niña no tengo nada, créame. –Le dije recordando al taxista. Saqué la bolsita de polvo blanco y esnifé. Le ofrecí. Agarró la bolsa e hizo lo mismo. –Ando en la ciudad por negocios.
-¿Negocios? –Dijo en tono sorprendido. – ¿Andas con tus papás? –Me estaba empezando a cansar que toda la gente que conocía me hiciera pasar por una niña chiquita.
Salvo por mis tetas, que eran enormes, era una niña de tamaño chico. Y para las personas, bien podría ser una niña de secundaria, de 15 años.
Levanté mis manos para acomodar mi cabello detrás de mis hombros. Mis tetas resaltaron más de lo normal y estaba segura que la persona me había comido con la mirada.
-¿Le parezco una persona que hace negocios con sus papás? –Pregunté. Vi como mi luchador salió volando del ring y caía encima de otro.
La persona sacó un cigarro y lo encendió. Me ofreció y empecé a fumar.
-¿En qué andas invirtiendo? –Me preguntó. –Esta lucha yo la organicé. –Fumamos. –Bueno, somos 3 personas. Organizamos peleas cada semana.
-Y por lo que se ve, es muy buen negocio. –Dije. Aun me costaba fumar.
-Organizamos peleas con gente de la ciudad, que son amateur y semi profesional y a veces traemos luchadores profesionales. –Dijo. –Tenemos más público con las luchas semi profesionales porque la gente apoya a los suyos para que llegue a los profesionales. Luchadores profesionales de esta ciudad no hay.
-¿Por qué? ¿Qué les hace falta? –Llené mi boca de humo. –Por lo que se ve, la gente apoya mucho.
-Más promoción. –Me dijo. Se empezó a escuchar mucho alboroto. La gente se levantó de sus asientos. Vi como un luchador agarró una silla y estaba a punto de darle con ella a otro en la espalda. El otro estaba tirado, indefenso. “El taxista indefenso…” .
-Vamos a un lugar más tranquilo para que me explique bien este negocio. Me interesa. –Le dije.
Sin decir nada, me agarró de la cintura. Sentí su mano firme jalándome y llevándome por el pasillo. No hice el mínimo esfuerzo por soltarme. La gente nos miraba pasar y a mí me gustaba ser el centro de atención y sobre todo me encantaba ser deseada por lo hombres.
Pasamos por las puertas de los camerinos de los luchadores. Subimos unas escaleras y llegamos a una puerta al final. Me abrió la puerta y entramos a la oficina.
Había un escritorio chiquito, unas sillas y en una mesa, un par de botellas con vasos y hielo.
-Toma asiento. –Me dijo. -¿Te ofrezco algo?
-Whisky. –Le dije. Me dio un vasito y él tomó lo mismo. –Me comentó de la promoción, ¿Qué le falta hacer? Explíqueme.
-Háblame de “Tú”.
-Explícame.
-En esta lucha tenemos unos cuantos luchadores profesionales y la organizamos para que pelearan contra luchadores semis de la ciudad. –Me dijo. Bebimos whisky. –Está arreglada para que ganen los luchadores profesionales pero con trampa, así podemos organizar una revancha más adelante.
-Y los luchadores de la ciudad quedan como grandes luchadores y la gente espera con ansías la revancha.
-Así es. –Terminó. –Pero siguen siendo luchas locales, los luchadores de la ciudad no salen, no los conocen en otro lugar.
-Y ¿Por qué no mandarlos a pelear a otra ciudad u otro estado? –Pregunté.
-Mandarlos por sí solos no levantan gente. Los conocedores no irían a verlos. –Bebimos. –Otra idea es que los luchadores profesionales se los lleven con ellos.
-Y ¿Por qué no los mandas con ellos?
-No quieren, les quitan reflectores.
-Me gustaría entrar al negocio. –Dije y me levanté a mirar por toda la oficina. Empecé a coquetearle. -¿Qué tengo que hacer para que me acepten?
Vi que se acomodó su pantalón.
-¿Hablas en serio? –Preguntó. –Te ves muy…
-Cállate. –Le dije hablando firme. Caminé a donde estaba sentado, pasé un pie por un lado y me puse encima de él. Rodeé su cuello con mis brazos. Entre la droga, el alcohol y las ganas que tenía de coger, decidí fajar con él para convencerlo. Le di un beso abriendo mi boca y metiendo mi lengua en su boca. Rápido me respondió. Puso sus manos en mi espalda y me empujó contra él. –Dime, ¿Qué debo hacer? –Le dije mientras agarraba aire.
-Tengo… -Beso en mi cuello. -…que… -Beso en mi cuello. -…hablar… -Mordió mis tetas. –…con los otros dos socios… -Seguía comiéndome.
Levanté su cabeza y nos volvimos a besar. Empecé a mover mi cuerpo. Mi panochita se empezó a mojar al sentir un bulto crecer.
-Vamos a organizar una reunión. –Le dije. –Mañana en la noche nos podemos ver los cuatro, voy a donde me digan. –Moví mis caderas para darle unos sentones.
La persona estaba vuelto loco.
-Me… parece… bien… -Me dijo entre gemidos.
-Perfecto. –Me detuve y me bajé de encima de él. Caminé a la salida.
-¡Hey! ¿A dónde vas? –Me dijo con un tono de desesperación y enojo.
-Te voy a dar un adelanto de uno de mis negocios. –Le dije. Agarré mi teléfono y marqué el número del guardia1. – “Oye, mándame a dos chicas”.
-¿Cuáles? –Preguntó.
-Las dos de pelo negro. –Le dije.
-Ahí van. –Colgamos. –Dile a tus guardias de la entrada que dejen pasar a dos muchachas que vienen, y las traigan. Por favor. –Dije. Me vio dudando, luego agarró su teléfono y dio la orden.
En 5 minutos estaban entrando dos muchachas delgadas como palos. Traían una minifalda a la mitad de las piernas y una blusa que enseñaba el ombligo.
-Ellas, ¿Quiénes son? –Me preguntó.
-Son mi regalo para ti. –Dije. –Me preguntaste por mi negocio, míralo aquí. –Se me quedó mirando un rato. Luego miró a las muchachas que le coqueteaban. Las chicas se empezaron a besar. –Ella tiene 20 años y ella 21 años. –Se las señalé.
Las muchachas caminaron hasta donde estaba sentada la persona. Una se puso detrás de él y sobo su pecho. La otra se acercó a besarlo mientras bajaba su mano a la verga del tipo.
La escena era muy excitante y mi calentura estaba al máximo. Quería unirme a ellos.
Como pude, abrí la puerta y salí de ahí muy agitada. Me quedé un rato atrás de la puerta a agarrar aire. Luego, bajé las escaleras.
-No sé cómo le hacen algunas mujeres para aguantarse las ganas de coger. –Dije mientras bajaba las escaleras temblando. –Yo necesito ahorita una verga, urgente.
Llegué a la planta baja y vi que todavía seguían luchando. Busqué a mi luchador pero no lo encontré. Me extrañó. Casi corriendo, fui a su camerino. Entré abriendo la puerta de un golpe y lo vi sentado frente al espejo.
Lo vi, sentí que me vio. Cerré la puerta y caminé hacia él. Se levantó y caminó hacia mí. Con fuerza, me cargó y sosteniéndome de las nalgas, me llevó hasta el sillón lleno de ropa y otras cosas. Me dejó caer.
Abrí mis piernas y él se acomodó entre ellas. Nos besamos al tiempo que nos empezamos a mover como si cogiéramos. Lo abracé con fuerza y puse su cabeza a lado de la mía. Sentí que pronto me llegaría un orgasmo. Sentí duro su paquete. Gemía.
De pronto se detuvo y se levantó.
-¿Qué pasó? –Pregunté agitada. Metió su mano debajo del pantalón y sacó lo que al principio no supe que era.
-Es la concha protectora, la uso para evitar dolor a la hora de los golpes. –Dijo. –La usamos todos. Me la quito porque algo ya me crece y no cabe ahí.
-¿Tan grande está? –Le dije dándole la mano para jalarlo hacia mí.
-Es chiquita. –Dijo en tono de broma y poniéndose encima de mí.
Nuevamente nos besamos. Por la máscara, sacaba mucho la lengua. Empecé a succionarla. Se volvió a levantar.
-Y ¿Ahora? –Pregunté.
-Tengo que regresar a las luchas. Es el show del final. –Me dijo. Y recordé las palabras del organizador.
-Irás a romper las reglas para que gane tu equipo, ¿No?
-Así es. –Me vio y vi que tenía una cara de sorpresa. –Eres más inteligente de lo que te ves.
-Me ofendes. –Dije.
-No era eso, sino que, es tan obvio y la gente aún se sorprende. –Reímos.
-Ni tan obvio, la gente quiere peleas y eso viene a ver. Lo demás en punto y aparte. –Me levanté junto con él. –Y otras venimos a ver a los luchadores guapos. –Pasé mis dedos de manera sutil por su espalda, bajando despacio. Sentí como su respiración se agitó y su cuerpo se calentó. –Pero bueno, te espero. –Le dije rompiendo toda calentura.
Caminé a la salida. Sentí como agarró mi mano y me jaló hacia él, volteándome. Saltó sobre mis tetas y con su cara jugó con ellas.
-Me calientas mucho, putita. Ya te quiero coger. –Me dijo.
-Y tú también me calientas, no había deseado tanto a un hombre como tú. Fuerte, duro, oliendo a hombre. –Lo besé.
Sus manos se perdieron entre mis nalgas. Sentí como las abría en busca de mi panocha y de mi culo. Y de pronto sentí un piquete en mi culo. Di un saltó.
-Que rico culito, apretadito.
-Tranquilo, papi. Ve a luchar, y cuando regreses, este culo te estará esperando. –Le dije coquetamente. Y con fuerza sorprendente, lo aparté y salí del camerino.
Caminé y me dirigí a la salida. Iba temblando de la excitación. Casi no podía mantenerme en pie. Mi entrepierna ardía.
Me recargué en una pared de fuera. Me empecé a echar aire en la cara. Despacio, me tranquilicé. Traía muy mojado mi calzón y sentía escurrir líquidos por mis piernas.
-¿Qué pasó? –Escuché una voz atrás de mi espalda que enseguida reconocí. Volteé y vi al guardia1.
-Nada. Salí a agarrar aire. –Dije agitada. –El ambiente dentro está de locos. –Reí. –Gracias por el chofer que conseguiste. –Le dije.
-Fue de las primeras personas que conocí al llegar a la ciudad. –Me dijo. –Es de confianza.
-El taxista también lo era, lástima lo que le pasó. –Dije y recordé lo que le hice. Y recordé a Rafa y a sus tres mujeres. Saqué cocaína y esnifé. Le ofrecí al guardia1 que hizo lo mismo.
-¿Para que querías a las chicas? –Me preguntó.
-Conocí a una persona dentro. Al organizador de este evento. Empezamos a hablar y mañana nos veremos para hablar de negocios. –Le dije.
-Muy bien. –Dijo y sacó un cigarro para fumar. Me ofreció y lo agarré. –El guardia2 llevó el dinero a la empresa. Le dijeron que en esta semana hacen los movimientos y estás dentro.
-¿Piensas lo mismo que yo? –Le pregunté.
-¿Qué te están estafando? –Asentí. –Claro. Pero vamos a confiar en nuestro abogado. Dijo que le diéramos para adelante.
-Y por dinero no nos detenemos. No creí que en tan solo una semana sacara tanto dinero. –Le dije en tono sorprendido, y era verdad, estaba muy sorprendida.
-Y esto es poco, pero recuerda que es dinero sucio. Necesitas negocios para lavarlo. –Me lo recordó.
-Sí, ya entendí eso de lavar dinero. Pensé que tan solo era de irlo a meter al banco.
-Y ya estuvieras en el bote. –Reímos. –Cambiando de tema, hubiera sido buen momento para estrenar a la nueva chica. –Volteamos a ver a la camioneta.
-Eso pensé, pero también te expliqué que me gustaría que las muchachas dieran un excelente trato, no solo que vayan a coger. –Despacio, el cigarro se iba acabando.
-Ya me explicaste. –Me dijo en tono cansado.
-Recuerda que este negocio es mi pasatiempo, así que quiero hacerlo bien. –Le dije. –Dinero ya no nos falta. –Y nos dimos la mano.
-Me estas sorprendiendo, has estado haciendo bien las cosas. –Me sentí muy bien al escuchar eso.
-A la mala, pero he estado aprendiendo y ganando experiencia. –Se hizo un silencio y nos terminamos el cigarro.
Caminamos a la camioneta y subimos a la parte de adelante. Atrás estaba una muchacha, se miraba muy jovencita.
-¿Estas lista? –Le pregunté y asintió con su cara de preocupación. –Relájate. Las personas no te harán ningún daño y lo otro solo déjalo fluir. –Volvió a asentir. –Y ¿Las otras muchachas? –Le pregunté al guardia1.
-El guardia2 dijo que ya tenía a una y la otra le confirmó que pasara por ella. –Me dijo.
-Excelente. –Dije. –En cuanto pueda, dile que las lleve a la casa y allá nos vemos. –Asintió.
Bajé y caminé rumbo al lugar de las luchas. Mientras caminaba, pensé en toda esta mi vida; negocios, estafas, abogados, drogas, asesinatos, guardias y ahora prostitución. Esta era la nueva yo.
Sonreí triunfante porque todo iba bien.
Entré y me espanté al ver mucha gente en los camerinos y en los pasillos. Las luchas se habían terminado y estaban tomándose fotos con los fans.
Caminé en medio de toda la gente y como pude llegué al camerino de mi luchador. Entré y había un par de personas desconocidas, entre ellos un luchador.
Al entrar, me comieron con la mirada, y sin quitarme la vista de encima, siguieron hablando. Me senté en el sillón donde minutos antes estaba abierta de piernas con mi luchador en medio.
Me crucé de piernas y se levantó un poco mi mini falda, y mostré un poco una de mis piernas. Estiré mi playera para que se marcarán aún más mis tetas.
-Buenas noches. –Me saludó el luchador. Este no traía mascara.
-Buenas noches. –Le dije.
-Y ¿Usted es…? –Me preguntó.
-Soy Julia Rodriguez. –Le dije dándole la mano.
-Julia… Julia… Julia… -Decía al aire, como que pensando. –No la había visto…
-Soy una fan. –Le dije interrumpiendo.
-Discúlpeme, y perdón mi atrevimiento pero pensé que era familiar de “este luchador”. –Me dijo.
-No, para nada. –Dije.
-Es que los fans tienen prohibido entrar a los camerinos. Pero a usted la vi entrar con mucha confianza.
-Desde la semana pasada hablé con este luchador y quedamos en vernos hoy para una entrevista. –Le dije y puso cara de excitación. Sin duda, en su cabeza, me vio empinada siendo devorada por su compañero de trabajo. –Soy alumna de una prepa y estoy escribiendo un artículo sobre las luchas.
-Muy bien. –Me dijo y no pudo ocultar su excitación. –Si gusta, cuando termine con mi compañero, puede darse una vuelta por mi camerino para platicarle algunas cosas, mostrarle algunos movimientos… sobre lucha, claro.
Y yo, al ser una mujer caliente, me encendí de inmediato.
-Lo pensaré. Quizá con los movimientos que me muestre “este luchador”, sea suficiente para mi… reportaje. –Le dije y me planteé en la cabeza la posibilidad de tener sexo exhibiéndome a más no poder. La idea hizo que casi me llegara un orgasmo. “Tranquila Julia. Aun no es momento de que te exhibas”.
-Mi propuesta ahí está. –Dijo.
-¿A dónde irán a luchar después de aquí? –Pregunté.
-Nos vamos a otra ciudad, al sur del país. –Me dijo.
-Sí, ¿A qué lugar? –Y me lo dijo. –Me gustaría viajar y conocer esos lugares. –Le dije.
-Si gusta, puede venir y le mostraría la ciudad. –Me dijo.
-¿Cuándo se van? –Pregunté.
-Mañana a primera hora. –Dijo con su respiración agitada. Por su cabeza habrán pasado miles de cosas.
-Muy bien, si a usted no le parece mala la idea, los acompaño. Para mí reportaje sería perfecto escribir sobre las cosas que hacen los luchadores fuera del ring. –Y ahí dejé la frase.
-Luchamos hasta dentro de 15 días. Me daría tiempo de darle muchas entrevistas y fotos.
-Y ¿Solo ustedes van? –Pregunté.
-Un compañero mío y yo nos movemos en una casa rodante y allá nos vamos a unir a otros luchadores. –Me dijo.
-Muy bien. –Dije. –Y ahorita ¿Contra quién lucharon?
-Luchadores semi profesionales.
-Y ¿Ellos no van con ustedes? –Pregunté.
-No, ellos no tienen poder de convocatoria, no venden. –Me dijo.
-¿Qué les hace falta para llegar a ser como ustedes? –Pregunté y me vio con cara sospechosa. –Estamos iniciando la entrevista. –Sonreí coquetamente.
-Foguearse más, viajar con luchadores profesionales, mejores representantes y patrocinadores. –Dijo.
-¿Usted cree que yo pueda ser una buena representante? –Me levanté y me puse frente a él. Le llegaba a la altura de su pecho aún con mis tacones.
-E… ellos necesitan más que una cara bonita. –Me dijo nerviosamente.
-No sé si es una ofensa o un halago. –Le dije en tono triste y bajé mi cabeza.
-No se ofenda. Este mundo de las luchas es muy difícil, necesita tener contactos para que no salga estafada. –Me dijo rápido.
-¿Usted me estafaría? –Pregunté.
-Para nada. –Levanté la cabeza y nos vimos.
-Le propongo esto. –Asintió. –Me gustan dos luchadores de esta ciudad pero nadie quiere sacarlos de aquí…
-Muy difícil… -Me interrumpió.
-Sí, eso lo entiendo. –Le dije en tono molesto. “Lo entiendo, no soy tonta” , pensé. – ¿Qué le parece si usted se lleva a mis dos luchadores por la gira que tiene? Consígale peleas con luchadores semi profesionales de otras ciudades. Que los conozcan.
-Necesitaría hablar con la gente que me contrata. No creo que quieran pagarles.
-Por el dinero yo me encargo, incluso con el transporte, usted solo dígales que habrá dinero si ayudan con esto. –Le dije.
-¿Quién es usted? –Me preguntó.
-Soy una alumna de prepa que vino hacer una entrevista, pero que tiene ambiciones grandes, como por ejemplo, ver a su gente sobresalir. –Le dije sin quitar la mirada de sus ojos. –Incluso, estaría dispuesta a hacer lo que sea por cumplirlo. –Vi como salía fuego de sus ojos.
-Mañana a las 10am nos vamos. La esperamos en tal lugar. –Me dijo.
-Ahí estaré. –Le dije. Me di la vuelta y caminé a la salida del camerino moviéndome mis caderas de manera exagerada sonriendo.
Salí y subí hasta la oficina del encargado. Traté de abrir la puerta pero estaba con llave. Toqué.
-YA LES DIJE QUE NO MOLESTEN. –Gritó.
-SOY JULIA, ABRA. ES RAPIDO LO QUE QUIERO DECIRLE. –Dije. Por un momento no se escuchó nada. Al rato, abrió. Traía mal puesto su pantalón y su camisa estaba abierta. Se le notaba una erección en su entrepierna. Entré y vi a mis dos muchachas sentadas en el sillón, tapadas con su ropa.
-¿Qué necesita? –Preguntó.
-Vengo a ver cómo le está yendo con mis niñas. –Dije mirando e imaginando la escena. El señor se acercó a las muchachas. Besó a una y luego a la otra.
-Son excelentes. –Dijo y sonreí triunfante.
-Sobre la reunión de mañana, no se va a poder hacer. –Le dije.
-¿Por qué? –Preguntó.
-Estuve platicando con unos luchadores y me dicen que patrocinarán a los nuestros, solo que los apoyemos con el pago y transporte. Ellos se encargarán de darles promoción. –Le dije.
-Muy bien, por el pago y transporte no hay problema. –Me dijo. –Me preocupa si hay que pagar algo más a los organizadores.
-Por eso mismo mañana no tendremos la reunión. Iré de viaje a la ciudad de las luchas. Yo me encargo del otro punto. –Se hizo el silencio un rato. Habló.
-Muy bien. ¿A qué ciudad irán? –Le dije. –Lejos.
-Así es. –Respondí.
-Bueno, yo me encargo de mis luchadores. ¿Cuántos van a ir?
-Dos. –Dije.
-Bien.
-Y ahorita platicaré con otro para echarle uno más. –Dije.
-Entonces te encargas de eso y me avisas. –Me dijo.
-Estamos en contacto. –Le di el número del guardia1.
Salí. Bajé y noté que había menos gente. Ahí ubiqué a mi luchador. Entré al camerino y ya estaba vacío. Me acerqué al espejo y me maquillé un poco. A los 10 minutos se abrió la puerta y entró mi luchador. Volteé a verlo, sentí como me penetraba con esos ojos bajo su máscara.
Le puso llave a la puerta. Y casi corriendo, se lanzó contra mí. Empezó a besar mi cuello y con sus enormes manos, a tocar mis tetas y nalgas. Sin decir nada, nos tiramos en el sillón. Nos besamos con mucha desesperación. Era incomodo darle un beso a su máscara pero al mismo tiempo era demasiado excitante.
Metió una mano por debajo de mi playera y buscó mis tetas. Desesperado me levantó el brassier y las dejó libres. Luego levantó mi playera y dejó al descubierto mis tetas. Se agachó a mamarlas. Empezó por el pezón, lamiéndolo, mordiéndolo despacio.
-Oye. –Le dije entre gemidos. Levantó su cabeza y me vio. -¿No tienes otra máscara? Quiero usarla mientras hacemos esto.
Pensó un rato y luego se levantó a buscarla. Me levanté detrás de él. Quité mi blusa y acomodé mi brassier. Luego quité mi falda y quedé en ropa interior, con mis tacones. El luchador regresó con una máscara.
-Quizá te quede grande, está hecha para el tamaño de mi cabeza.
-Vamos a probar. –Le dije. Le di la espalda y me puso la máscara. Antes de amarrarla, acomodé los orificios donde iban. Era muy incómodo ver con la máscara puesta. La amarró lo más apretada que pudo para que no se moviera. Y la verdad no me quedó nada mal. Me tomó de la cintura mientras me acomodaba la máscara.
Volteé a verlo y sonreí por dentro. Y luego abrí mis manos simulando ser una luchadora y empecé a golpearlo. Luego corrí, como pude con mis tacones y el luchador se lanzó contra mí y me tumbó en la cama. Caí boca arriba y él encima de mí.
-Eres una luchadora demasiado sexy. –Me dijo.
-¿Crees que les gane a las luchadoras? –Le pregunté.
-Si luchas en ropa interior, como la que traes ahorita, sin duda ganas todas las peleas. –Me dijo agarrando mis tetas por encima del brassier.
-Pero para ganar necesito aprender unas llaves y todo eso. –Le dije.
-Te muestro si gustas. –Se hizo a un lado y me levanté de un brinco de la cama.
Caminé al sillón.
-Si me pongo en esta posición, ¿Que llave harías? –Le dije. Puse mis manos en el respaldo del sillón y me empiné. Estaba en posición de perrito.
-Veamos. –Vi como caminaba hacia mí. Puso sus manos en mis caderas, puso su paquete en medio de mis nalgas y luego empezó a moverse simulando que me cogía. –Creo que esta llave queda perfecta.
-¿Tú crees? –Le dije soltando un gemido. Empujaba mis nalgas contra su paquete y despacio sentí que tomaba tamaño. -¿Cómo podrías hacerme daño?
-Podría hacer esto. –Se inclinó y pegó su pecho con mi espalda. Con sus manos agarró mis tetas. –A esta llave la llamo la metralleta. –Y empezó a moverse rápido. No tardó mucho en que su verga tomara tamaño grande y mi panochita al sentirla, soltara líquidos.
-Es una llave muy peligrosa. –Dije gimiendo. Soltó mis tetas y pasó sus manos por mi espalda. Luego con una mano me dio un estirón de cabello. -¡Ouch!
-Podría hacer eso y esto también. –Y empezó a nalguearme. Sentí un dolor delicioso. Nos detuvimos.
Me acosté en el sillón boca arriba y abierta de piernas.
-¿Qué llave podrías hacerme en esta posición? –Le dije excitadísima.
Me vio de pies a cabeza y pude imaginar su rostro lleno de lujuria. Vi su bulto. Se puso de rodillas en el sillón. Pegó su paquete en mi panochita que estaba tapada por la ropa interior que traía.
-Esta llave es muy peligrosa, podría hacerte daño. –Me dijo. Su voz había cambiado totalmente a una persona loca y caliente.
-Muéstrame. –Le dije en el mismo tono.
-Te agarraría de los talones, levantaría tus piernas y las abriría. –Me abrió y empezó a moverse. No le quitaba la mirada al choque de nuestros sexos y yo lo miraba excitada a través de la máscara.
-¡Uf! ¡Uf! –Decía gimiendo. Quería verga y la necesitaba ya, pero ese jueguito previo me tenía encantada y si seguíamos así, pronto tendría un orgasmo. –Más fuerte, dame más fuerte. –Le decía con tono violento.
Sin soltar mis tobillos, y sin cerrar ni un poco mis piernas, se movió más rápido y más fuerte. Nuestros gemidos inundaban el camerino y el sillón se movía a nuestro ritmo. Sus movimientos se hicieron lentos, pero no dejaba de darme.
-¿Qué te parece mi llave? –Me dijo apretando sus dientes.
-Tiene un fallo. –Le dije con su mismo tono.
-¿A sí? ¿Cuál es? –Preguntó.
-Mira. -Solté mis pies de sus manos y rodeé su cintura. Luego lo pegué contra mí y levanté mi cuerpo. -¿Qué te parece? Así es imposible de que te escapes.
-Me tendiste una trampa. –Dijo. Pasó una de sus manos por todo mi vientre y llegó hasta mis tetas. Las sobó por encima de mi brassier un rato, luego metió una mano por dentro y apretó mis pezones.
-Pero veo que eres hábil. –Le dije entre gemidos. Disfrutaba de sus caricias.
-Soy profesional. –No movimos nuestros cuerpos para nada. Únicamente movía sus manos y acariciaba mis enormes pechos.
Aflojé mi cuerpo y lo dejé caer. Me metí en un personaje de luchador y me lo imaginé: Dos luchadores estábamos fajando rico y de un momento a otro tendríamos sexo.
Mis piernas estaban en sus hombros, él estaba inclinado hacia mí y acercó su boca a mi boca para besarnos. Las máscaras impedían darnos un beso uniendo nuestros labios, pero nuestras lenguas se golpeaban. Y sentí su verga erecta, tratando de entrar en mi panocha, esta ardía de placer.
-Y ¿Un festejo? –Le pregunté. –El que haría cuando gane las peleas.
Se levantó y se quedó un rato pensando. Vi como su verga ya no cabía en aquellos pants de lycra que llevaba puestos. Se me hizo agua la boca. Se me antojó muchísimo.
Sin decir nada, me bajé del sillón y me puse de rodillas frente a su paquete. Tomé su verga con mis manos, estaba dura. Luego, como pude, abrí mi boca y empecé a comérmela por encima de su pants. La máscara me impedía abrir mi boca para comérmela mejor, pero eso no impidió que usara mi lengua, mis labios y otras técnicas manuales que sabía.
-Esa es tu llave más fuerte. –Gimió. –Ante esto, yo no puedo hacer nada. –Me dijo.
-Y sin máscara soy más letal, pero no podría sin máscara, me descubrirían. –Le dije y seguí comiendo verga.
Al minuto, me levanté y lo tomé de la mano.
-¿A dónde me llevas? –Preguntó.
-Ya sé mi festejo. –Le dije. –Acuéstate boca arriba en la cama. –Lo hizo. Me puse encima de él, lista para cabalgarlo. Y cuando sentí su verga tocar mi panocha, empecé a brincar encima de él. Levanté mis manos. –Sí, gané, gané, soy la mejor. –Decía mientras lo cabalgaba.
Miré al techo y no dejaba de mover mis manos. Sentía las manos del luchador acariciar mis piernas.
-Festejarías mejor sin el brassier. –Me dijo. Vi mis tetas saltar al ritmo que me movía y sin duda tenía razón: sin mi brassier, las tetas enormes que tenía, se moverían y se mirarían espectacular.
Me detuve y me quité el brassier. Cayeron mis tetas. Puse mis manos en sus rodillas y me moví lo más exagerada que podía. Vi como mis tetas se movían para arriba y para abajo y chocaban entre sí. Sentir los golpes era increíble, era una sensación única.
Le agarré ritmo y mis tetas, en coordinación con mi cuerpo, se miraba todo perfecto. En ese momento eché de menos una cámara para grabar esos movimientos que hacía.
-Necesito cogerte ya, me vuelves loco. –Me dijo
-Y yo estaba esperando que me dijeras. –Le dije levantándome. Me quité mi calzón y quedé desnuda completamente, solo en tacones.
Me acosté en la cama. Vi que buscaba algo en su maleta y sacó un condón que me aventó.
-Ábrelo. –Me dijo. Se sentó en el sillón y empezó a quitarse las botas. Abrí el condón, lo saqué y le empecé a buscar lado.
En eso estaba cuando tocaron la puerta del camerino e intentan abrir.
-¿Quién es? –Susurré. Me hizo una seña con sus manos de que no sabía.
-¿QUIEN ES? –Gritó.
-SOY YO WEY, ABRE. –Dijo la voz detrás de la puerta.
-Tápate. –Me dijo señalando las almohadas que tenía la cama. Solté el condón y agarré las dos almohadas, con una me tapé las tetas y con otra la entrepierna. -¿Lista? No lo dejaré entrar, no te preocupes. –Asentí. Abrió la puerta a la mitad y asomó solo la cabeza. -¿Qué pasó? Estoy ocupa… -Y no terminó la frase.
La puerta se abrió de un empujón y entró una persona. Andaba vestido de manera muy casual y le calculé algunos 30 años.
-Me voy a morir de un coraje. –Dijo al aire y caminó rumbo al espejo. Me asusté al verlo y traté de hacerme lo más chiquita que podía.
-E wey. –Le dijo mi luchador pero no escuchó.
-Aquel pendejo me acaba de decir que en las próximas peleas vamos a incluir a semi profesionales. –Dijo y se le notaba mucha molestia a la persona. -¿Quién se cree para decidir eso? Yo soy su representante y este paso hará que la gente se enoje y ya no nos contrate.
Volteó y se tiró en el sillón. Seguía sin darse cuenta de la situación.
-Mira, ¿Podemos hablarlo más tarde? Estoy ocupado… -Le dijo mi luchador.
-¿Tú también? De seguro ya se pusieron de acuerdo y… -Y se calló. De pronto dio un brinco al verme. –A cabrón, ¿Qué pedo? –Dijo asombrado.
-Es lo que te estoy diciendo. –Le dijo mi luchador.
-Disculpe, señorita. –Me dijo.
-No se preocupe. –Le dije viéndolo atrás de los orificios de la máscara. Lo miré y sin duda ese era mi objetivo.
-Más tarde los espero en la casa rodante, quiero hablar con ustedes. –Dijo mientras caminaba fuera del camerino. Lo seguí con la mirada y el representante nunca me la quitó de encima. Salió y mi luchador cerró la puerta.
-Él, ¿Quién es? –Pregunté.
-Es nuestro representante. –Caminó al sillón y siguió quitándose las botas. –Es la persona que nos consigue peleas y nos paga. –Se levantó y se bajó su pants de lycra junto a su ropa interior y saltó su verga erecta que apuntaba al techo. -¿Por qué la pregunta? ¿Te interesa? –Y noté cierta violencia en su voz.
-Para nada, papi. –Le dije mientras aventaba las almohadas al suelo y me levantaba. Caminé hipnotizada hasta él y me puse de rodillas frente a su verga.
Instintivamente traté de meter la verga a mi boca pero fue imposible porque el orificio de la máscara era muy chico. La tomé con mis manos y lo empecé a masturbar. La verga ya estaba húmeda, apenas la agarré y mi mano estaba llena de líquido pegajoso. Saboreé mis labios.
Acerqué la verga a mi boca y saqué la lengua, le di un par de golpes a la cabecita y probé su sabor. “No hay sabor más rico que el semen” , pensé mientras le seguía dando golpes con mi lengua y seguía disfrutando de sus líquidos.
No disfruté ni 30 segundos. Él, al igual que yo, andaba demasiado caliente. Me agarró de los brazos y me levantó y con gran habilidad me volteó y me empujó a la cama. Caí boca abajo. Me levanté y me empiné poniendo mis rodillas encima de la cama.
Sentí las manos del luchador abrir mis nalgas y su verga buscar la entrada de mi cuevita. Cuando la encontró, sin pensarlo y de manera rápido, me la metió de un golpe. Se quedó un rato dentro sin moverse y acarició mis nalgas.
-Aprietas rico, mami. –Dijo y me dio una nalgada. Se movió despacio, atrás, adelante. Al combinarse los liquidos de él y míos, la verga resbaló delicioso. El luchador lo sintió, me tomó de la cintura y de manera violenta, empezó a darme fuerte, rápido.
Empecé a gemir en cada golpe que me daba. Se escuchaba como golpeaban sus piernas con mis nalgas, mis gemidos de dolor y placer y los gemidos del luchador.
-Da… da… da… dame más. Dame fuerte. –Le dije. Me soltó una nalgada, que fue tan fuerte que di un grito de dolor. Volteé a verlo y me vio. Me dio otro golpe en la otra nalga. Solté un grito menos fuerte que el anterior.
Me habían dado nalgadas cuando me cogían en esa posición, pero nunca me habían pegado tan fuerte. Y en ese momento, no sabía porque, pero en lugar de quejarme o reclamarle, sus golpes me gustaban y quería que siguiera haciéndolo. Quizá era por traer máscaras y fingir que era luchadora lo que me provocaba el placer.
Mi luchador lo entendió. Me volteé y sentí como me soltó una de las nalgas. Cerré mis ojos y apreté mis labios. Me imaginé la verga entrando y saliendo, los líquidos saltando en cada mete y saca y su mano bajando a toda velocidad directo a mi nalga.
Sentí un dolor fuerte, y un placer inmenso. Sus movimientos dejaron de ser rápidos y se dedica a golpear mis nalgas con sus dos manos.
-¿Te gusta? ¿Quieres que siga? –Me preguntaba. Su tono ayudaba mucho, era muy violento. No podía hablar por tener los labios apretados, solo alcanzaba a asentir y gemir.
Se salió de mí y con gran fuerza me empujó hacia la cama. Caí boca abajo adolorida. Sentía mis nalgas calientes, ardiendo.
Sentí que me cayó algo encima de mí y vi que era la almohada. Rápido la puse debajo de mi vientre y mis nalgas se levantaron. Sentí como se subió y puso sus rodillas a lado de mis caderas y sus manos a lado de mi cabeza. La verga la sentí entre mis nalgas, buscando mi panocha. Cuando la sentí en mi entrada.
-Ahí es, ahí está. –Le dije entre gemidos. Empujó y sentí la cabecita dentro. –Sí, ahí exactamente. –Pujé.
Sentí mi cuerpo listo para recibir el orgasmo.
Se movió. Movía todo su cuerpo arriba, abajo. Sus movimientos eran más lentos, y pensé que eso pasó por la lucha que acababa de tener.
Podía escuchar sus gemidos salir de la máscara. Venía mi orgasmo, pero de alguna manera algo le faltaba a ese orgasmo. “Que me nalgueé, que me golpeé” , pensé. Al estar en esa posición era imposible.
De pronto sentí como estiró mi cabello muy fuerte y solté un grito, vi su cabeza y su lengua de fuera. Hice lo mismo y nuestras lenguas chocaron, jugaron, se golpearon.
El dolor que sentí, era lo que me faltaba para que me llegara el orgasmo que me imaginé. Y un par de embestidas más, se puso duro y nuestros orgasmos llegaron al mismo tiempo. Su verga se hinchaba dentro de mí mientras yo apretaba soltando mis líquidos. No soltaba mi cabello y eso me daba aún más placer.
Terminamos al mismo tiempo y los dos aflojamos nuestros cuerpos. Cayó a mi lado y yo me puse boca arriba. Estaba agitada, cansada, feliz y satisfecha.
-Muy… rico, me… cogiste rico. –Dije entre gemidos.
-No… no… creí que… fueras de las que… les gusta ser golpeadas. –Me dijo.
-No me gusta. –Reí y me tapé la cara con las manos. –Es… el ambiente. El ring, las personas, los luchadores, el olor, las máscaras. Es una fantasía…
-Esto… la fantasía completa hubiera sido hacerlo en el ring. –Dijo más descansado.
-Si se pudiera… -Dije al aire esperando una invitación.
-Se puede, entre semana nos dan oportunidad de entrenar, todo es cuestión de ponerse de acuerdo. –Me dijo.
-Entonces lo haremos. –Dije feliz por la cogida que había tenido.
Sufría demasiado en la semana en la que no puedo hacer nada. Coger me liberaba de toda bronca.
-Me vine dentro de ti. –Me dijo. –No usamos condón.
-Te harás cargo del bebé. –Le dije.
-Te tendrás que venir a vivir con mi esposa e hijos. –Me dijo sonriendo.
-Siempre y cuando tu esposa me acepte, yo feliz de aceptar. –Le dije y reímos.
Se hizo el silencio un rato. Nuestras respiraciones se escuchaban agitadas.
-¿Qué significa el ángel que tienes tatuado en tu espalda? –Preguntó. De manera perdida, llevé mis manos a la espalda.
-El ángel… digamos que soy el ángel de la muerte. –Sonreí. –Decido quien vive y quien muere.
-Y yo, ¿Viviré o moriré?
-Creo que… si me prometes que cuando tengas sexo con tu esposa, te ibas a imaginar que soy yo, te dejo vivir. –Le dije poniéndome boca abajo. Acomodé mis pechos en su pecho y lo vi a través de la máscara. Sentí el semen escurrir entre mis piernas. No respondió.
Este tipo de personas no me gustaban. Me había cogido rico pero no era abierto sexualmente. Respetaba a su esposa y eso lo respetaba yo por eso no regresaría con él. Me gustaban mis fantasías y él no me las cumplía.
-Me quedé con las ganas de darte unas mordidas en tus tetas. –Me dijo.
-Y ¿Qué te faltó? –Pregunté.
-Quitarme la máscara.
-¿Y?
-No quiero que veas mi rostro. –Me dijo. Se hizo el silencio un rato.
-De acuerdo. –Dije cuando se me ocurrió algo. –Prometo no ver tu rostro. Pondré mis tetas en tu cara, quítate la máscara y disfruta.
-¿Segura? –Preguntó.
-¿De qué?
-De que no mirarás mi rostro.
-Lo prometo. –Dije levantándome y poniendo mis tetas frente a su cara. Mis tetas colgaban más de lo normal. Levanté mi cara y cerré mis ojos. Sentí sus manos apretar mis tetas, lo hacía de manera lenta y fuerte. Soltó mis tetas luego de un rato y escuché el sonido de la piel de la máscara. Se la estaba quitando.
Nuevamente sus manos agarraron mis pechos y de pronto, sentí unos dientes clavarse en mis tetas. Solté un gemido de placer. Y no se separó, su boca empezó a comer mis pechos de una manera espectacular, las mordía y al mismo tiempo las apretaba. Se metía mi pezón en su boca y lo mordía despacio y luego lo chupaba y le daba golpes con su lengua.
Mi luchador apareció en mi cabeza, mamando mis tetas, disfrutándolas. Desapareció mi luchador, y en su lugar apareció el otro luchador, estaba enorme y tenía unas manos que hacían ver mis tetas chiquitas. Lo cabalgaba mientras mamaba mis tetas.
Apareció Rafa, haciéndome el amor. Cogiéndome como ningún otro hombre me cogía. Sentí unos dedos tocando mi rajita y luego entrando a mi cuevita. Mi luchador empezó a dedearme, y luego fue el otro luchador, y luego fue Rafa.
Solté líquidos, chorros.
Nunca había visto el rostro del luchador y eso me hacía que yo pudiera fantasear con quien quisiera.
Mi tío apareció y empezó a darme de perrito y Rafa mamaba mis tetas. Clara llegó y ahora era ella quien mamaba mis tetas. Nos dejaron solas y ella disfrutaba de mi cuerpo.
Los dedos del luchador entraban y salían rápido.
Victor era el siguiente y cogíamos junto con Marcela.
La fantasía era increíble. En mi cabeza aparecieron todos y cada uno de los hombres y mujeres con las que había estado y personas con las que quería estar. Todos me estaban cogiendo, todos mamaban mis tetas.
“Papá, te extraño, te necesito, ven y hazme el amor como aquella noche” , pensé. Y acomodé mi panochita caliente en la verga de mi papá y sin pensarlo, me clavé totalmente.
-Hija, estás riquísima. Siempre me has gustado y siempre te he deseado. –Dijo mi papá.
-Papito, yo deseaba tanto tu cuerpo. Deseaba que me cogieras. –Le dije.
-Lo haremos todos los días, pero debes prometer que esto será nuestro secreto. –Me dijo.
-Totalmente papi. –Gemí. –Mami no se va a enterar de esto.
-Mi princesa chiquita. –Dijo mi papá.
Y tuve un orgasmo. Abrí mis ojos sorprendida y miré el techo del camerino. Sonreí mientras disfrutaba del orgasmo. Los dedos del luchador penetraban mi panocha de manera lenta y ya no mamaba mis tetas. Mi cuerpo quedó flojito y como pude, volteé mi cara hacia el otro lado del luchador. Caí encima de él.
Me empujó a un lado y se bajó de la cama. Mi papi me había cogido riquísimo.
Tocaron la puerta y ni me inmuté.
-¿QUIEN? –Preguntó el luchador.
-Me mandaron decir que dejara de hacer lo que hacía y que fuera a la casa rodante. –Dijo la voz detrás de la puerta.
-Diles que ya voy para allá. –Dijo mi luchador. Escuché ruido en el cuarto. -¿Me esperas? Voy rápido y regreso. –Levanté una mano. –De acuerdo, cerraré con llave. –Escuché que se abrió y cerró la puerta.
Silencio total. Me quedé un rato acostada hasta que agarré un poco de fuerza para levantarme. La máscara estaba empezando a incomodarme pero no planeaba quitármela.
Busqué mi ropa y me la puse. Le di una mirada al camerino y luego salí. Cerré la puerta detrás de mí y me recargué un rato. Pensé en lo que había pasado y sin duda salí de ahí sin saber quién me había cogido; fue el luchador o mi tío o Rafa o mi papá o más de 20 personas entre conocidas y desconocidas.
Quedé totalmente satisfecha.
Y, sin darme cuenta de lo que estaba haciendo, salí dando brincos de ese lugar como una niña chiquita con una máscara puesta.
Vi mi camioneta y corrí hacia ella más alegre que nunca.
-Oye, ¿Por qué tanta felicidad? –Me preguntó el guardia1 al verme subir tarareando una canción.
-No sé, me siento feliz. –Dije como toda una niña inocente. Vi atrás de la camioneta y miré a tres muchachas. Dos eran las muchachas que habían atendido al organizador de las luchas y la otra era la muchacha que traía ahí para enseñarle. -¿Qué tal les fue? Chicas. –Les pregunté.
-Muy bien, cansadas.
-¿Lo atendieron bien? ¿Pusieron en práctica lo que hemos estado haciendo? –Pregunté con una sonrisa.
-Sí. –Dijeron.
-Y ¿Se las cogió rico? –De mi negocio de prostitución, esto era para mí lo más importante.
-A mí me faltó poco para llegar a un segundo orgasmo. –Dijo una.
-Yo, con dificultad llegué al primero. –Dijo la otra.
-Me habló el guardia2 y me dijo que estaba en la casa con las muchachas. –Me dijo.
-Vamos para allá, me dejas con la nueva muchacha y luego vas y dejas a estas dos muchachas a su casa o donde ellas te digan. –Le dije. Arrancó. Me quité la máscara. –Ahora sí cuéntenme, ¿Cómo iniciaron?
Y durante el camino, me fueron contando como se las cogió. Yo estaba encantada y me excité en el camino.
Llegamos a un fraccionamiento privado, y nos dejó pasar el velador.
Entramos y dimos un par de vueltas hasta llegar a una casa enorme. La miré y se me salieron lágrimas de los ojos.
Mi esfuerzo estaba dando frutos, había comprado la casa en la cual iba a llevar a cabo mi negocio de prostitución.
Entramos a la cochera. Me bajé junto con la otra muchacha y le di instrucciones finales al guardia1. Vi que se fueron y nosotras nos quedamos dentro de la cochera.
-¿Qué te parece la casa? –Pregunté en tono presumido.
-Estoy asombrada, nunca me la imaginé así. –Respondió la muchacha.
-¿Qué creías? Esto es grande y serio. –Le dije.
-Ya lo vi y esto me ilusiona más. –Dijo.
-El negocio es pequeño aún. –Le dije y caminamos por el patio. –Somos, yo la dueña y tengo a tres hombres encargados de mi seguridad. Está una mujer que me ayudará a administrar el negocio y hasta ayer teníamos solo 3 mujeres. Hoy llegaron dos más y tú.
-6… -Dijo.
-Exacto. –Entramos a la casa.
-¿Por qué no quisiste que yo atendiera al organizador? –Me preguntó.
-Porque no estás lista. –Respondí y subimos unas escaleras luego de caminar un largo camino.
-He tenido sexo, sé cómo hacerlo. –Me dijo.
-No lo dudo pero no quiero que tengas sexo… -Silencio. Caminamos otro largo camino y nos detuvimos en una puerta. –Yo quiero que seduzcan a los hombres, los enamoren.
-¿Para qué? –Me dijo. –Un hombre solo quiere coger.
-Así es pero no queda satisfecho, a veces un hombre quiere ser escuchado y las prostitutas no saben eso. –Dije y abrí la puerta. –Si lo supieran hacer, obtendrían lo que quisieran de ese hombre.
Entramos y vi a mis otras chicas acomodadas en un sillón.
-¿Dónde me acomodo? –Me preguntó.
-Siéntate con ellas. –Le dije. Caminé y me serví whisky. No les ofrecí a mis muchachas. –Las cité aquí y tan tarde porque esta noche, ustedes aprenderán a coger.
Continuará.