Dando las nalgas (3) El Comandante pt2 Final

Tengo a tres mujeres viviendo en mi casa, dos embarazadas y una recién aliviada. ¿Sabes que necesito?

No respondí. Se hizo el silencio por unos segundos.

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-¿Hola? –Nuevamente habló Rafa.

Mi corazón se aceleró. De pronto sentí mariposas en el estómago. No sabía si eran de emoción, de miedo, de amor.

-Hola. –Hablé con una voz temblorosa.

-¿Julia? –Y me llevó al cielo. Extrañaba tanto su voz, su acento, su manera de decir “Julia” . Lo quería y lo necesitaba a mi lado. -¿Julia? ¿Cómo estás? ¿Dónde estás? –Dijo con una voz preocupada.

-Rafa… -Dije. Se me hizo un nudo en la garganta. Tragué saliva. –Rafa, te extraño tanto.

-Todos estamos muy preocupados por ti. –Me dijo. –Tus papás están muertos de la preocupación, no saben nada de ti. ¿A dónde fuiste?

Y lloré.

-Hay mi amor. –Dije. –Mi amor. Mi amor.

-July… Tranquila. –Y con su voz, me tranquilizó. Era como si nunca se hubiera ido; o como si yo nunca me hubiera ido y estuviéramos juntos, abrazados.

-Amor, estoy bien acá donde ando. Todo bien –Lo repetí para creérmela. Estaba muy nerviosa. –No te puedo decir donde estoy.

-¿Por qué? ¿Te tienen secuestrada? –Preguntó.

-No, estoy… madurando. Han pasado muchas cosas… -No terminé la frase.

-Sí, han pasado demasiadas cosas… -Silencio.

-¿Cómo está Olga? –Pregunté.

-Bien, tiene una enorme barriga. –Y sonrió. Reí.

-¿Cuándo se alivia?

-Entre octubre y noviembre. –Respondió. –Falta poco.

-Sí. –Dije. –Me dolió en el alma que hayas embarazado a mi hermana.

-Disculpa. –Dijo.

-No te preocupes. Para otras personas sería una traición, porque engañaste a tu novia con su hermana pero yo te permití que cogieras con ella.

-Yo también tengo parte de la culpa. No debí hacerlo, debí ponerme un alto. Nunca fue correcto que fueras mi novia y estuviera con Andrea, con Olga, y con otras. Te debí dar el respeto que te merecías. –Me dijo.

-Escúchame. ¿Me amas? –Pregunté.

-Con todo mi corazón.

-Quiero que seas sincero conmigo, ¿Te gusta coger con Andrea?

-Sí, Julia, mucho. –Respondió.

-Con ¿Olga?

-Sí.

-Y ¿Con todas las demás?

-Con todas pero nadie mejor que tú.

-Y yo también te amo por eso. ¿Sabes cuantas veces me masturbé pensando en ti y en todas esas mujeres que te cogías? Muchas. Yo te animaba a tener sexo con otras porque a mí me encanta que lo hagas y me cuentes. Y no me arrepiento.

-Pero Olga, tú hermana, salió embarazada.

-Y te lo dije en ese momento, salió porque te dejé solo por andar en mis… -No acabé la frase. –Te dejé solo y no te atendí como debías. Ella lo hizo mejor que yo.

-Tus papás ya saben que yo soy el papá.

-Y ¿Qué pasó? –Pregunté intrigada.

-Tú papá se enojó muchísimo. Por la edad, habló con la policía. Estuve detenido unos días, acusado de violación.

-Y ¿Luego?

-Tú papá todavía andaba preocupado y triste por ti, por tu desaparición. Olga empezó a hablar con ellos y al final retiraron los cargos a cambio de que… -Silencio.

-A cambio ¿De qué? –Pregunté y me imaginé su respuesta. Sentí un nudo en el estómago.

-De que me casara con Olga. –Y fue como si me dieran con un cuchillo en mi corazón. Sentí mareos, y no me caí porque estaba acostada. Estaba perdiendo a Rafa. –Tú mamá se ha convertido en una mujer diferente. No deja de hablar de ti y de lo puta que eres. Eres la peor mujer del mundo. Y también se expresa así de Olga. Tú familia está muy dividida con todo esto.

-Lo siento tanto. –Lloré. Saber que mi familia tenía todos estos problemas por mi culpa me hacía sentir la peor mujer del mundo. “Mi mamá tiene razón” , pensé. –Así como es Olga, imagino que se ha aventado unas peleas fuertes con mis papás.

-Fíjate que no. Entre todo esto, ella ha sido la persona más madura. Tus papás la tratan de la peor manera, porque ahí la tienen y se desahogan todo el tiempo con ella. Y ha aguantado. Tiene la esperanza de que esto pronto se arreglará y será todo como antes. Y habla mucho de ti también.

-Y ¿Qué dice? –Pregunté.

-Que me cuidará mientras nos estas. –Rio. -Esto de casarnos es solo para que tú papá no me meta a la cárcel pero dice que en cuanto sea mayor nos vamos a divorciar para que tú y yo podamos estar juntos.

-¿QUE? –Grité. –Pero si ella está enamorada de ti. Y ahora que está embarazada, casados y sola, contigo, tiene toda la oportunidad de tenerte, como siempre lo quiso.

-Desde que salió embarazada, ha cambiado mucho, te repito. Ella se quiere dedicar a nuestro hijo sola. Terminó con Miguel y no quiere tener nada conmigo. Y no digo que no me ame, pero ella ya entendió y quiere que tú y yo estemos juntos.

-Y realmente Rafa, te necesito. Eres mi apoyo, la persona que siempre está para mí, mi compañero, mi vida. –Dije. –Mañana haré algo y no sé cómo enfrentarlo.

-¿Qué harás?

-Algo… y te necesito conmigo, a mi lado, para que me des fuerzas.

-A veces las cosas pasan por algo. –Dijo.

-¿A qué te refieres?

-Dices que me necesitas, y quizá me necesitas o quizá necesites algo de mí que te ayude a explotar y ser más fuerte.

-No te niego que toda esta plática de Olga me causó mucha impresión. Por un momento sentí que te perdía pero al final todo salió muy bien. Sigues siendo mío. –Le dije animada. –Es una motivación para mañana enfrentar lo que viene.

-Andrea está embarazada. –Lo soltó rápido.

-¿Cómo? – Me agarró descuidada y por momento no entendí lo que dijo. Tardé en procesarlo. –Andy, ¿Tú prima? –Pregunté y sentí otra puñalada.

-Sí, ella misma.

-¿Tuyo?

-Sí… -Silencio.

-Espérame. –Dije. Solté el teléfono y bajé a la sala donde el guardia1 estaba acostado viendo televisión. Agarré un poco de cocaína. Esnifé y me llevé un poco. Subí a mi cuarto, agarré el teléfono y hablé. –Listo.

-¿Qué pasó?

-Necesitaba algo que me ayude a soportar esta noticia. ¿Cuánto tiene? –Dije con un tono enojada y duro.

-Dos meses menos que Olga. –Respondió.

-Tu familia, ¿Lo sabe? –Pregunté.

-Sí, están al tanto de la situación. De hecho Andrea no se ha cansado de presumir su embarazo a todo el mundo y de decir con orgullo que yo soy el papá. Ya la conoces…

-Sí, ella es una competencia fuerte... –Dije al aire.

-Nunca fue competencia, nadie es competencia para ti.

-Pero salió embarazada. –Dije molesta. Silencio. –Sé que viven juntos y que mantienen una relación como de pareja. ¿No se cuidaban en sus relaciones?

-Todo el tiempo, pero desde que se enteró que Olga estaba embarazada, se dedicó a buscar su embarazo.

-Y tú de tonto se lo diste. –Estaba furiosa con Rafa.

-Sí y no. Salió embarazada y eso no se puede negar. –Dijo. Agarró aire. –En ese tiempo yo andaba demasiado preocupado por el embarazo de… -Dudó. –Olga. Necesitaba algo para aguantar todo el estrés así que empecé a tomar y drogarme. Llegaba a la casa y uno borracho le despierta el lívido, y ver a una mujer como Andrea, con su cuerpazo y en ropa interior o desnuda, no podía desaprovechar la oportunidad. No recuerdo claramente si nos cuidábamos, era claro que Andrea no me ponía el condón o no me dejaba ponérmelo porque quería embarazarse. Fueron muchas noches así y luego de un tiempo, me dio la noticia.

-CHINGADA MADRE, RAFA. –Le grité. Estaba molesta, con el corazón partido, decepcionada. Estaba muriendo lentamente. Esnifé más cocaína. –Y ¿CUAL ES LA RELACION QUE TIENES ACTUALMENTE CON ELLA?

-Ahora más que nunca, vivimos juntos, ella ya lo ve como una relación formal y seria. –Me dijo.

-CORRELA, NO SEAS PENDEJO. –Le dije. Estaba desesperada por no poder hacer nada. Mi corazón se hacía añicos.

-Las cosas no son tan fáciles.

-NADA ES FACIL EN ESTA PUTA VIDA PERO DEBES AGARRARTE LOS HUEVOS Y CORRERLA. A SU HIJO NO LE FALTARÁ NADA PERO NO PUEDE ESTAR CONTIGO SOBRE TODO PORQUE YO SOY TU PROMETIDA, ¿LO RECUERDAS?

-Y ¿DÓNDE ESTÁ MI PROMETIDA? ¿DÓNDE ESTÁ LA MUJER QUE AMO? MI AMIGA, MI COMPAÑERA, MI VIDA. ME DEJASTE SOLO. NO SÉ DONDE ANDAS, NO SÉ CUANDO VAS A VOLVER PERO QUIERES QUE DEJE A TODAS CON MIS HIJOS POR ESPERARTE. NO LO PUEDO HACER, TENGO QUE ENFRENTAR EL PROBLEMA. –Silencio. Se escuchaba que estaba agitado. –TENGO UN HIJO, JULIA. UNA BEBÉ CHIQUITA

-NO ME INTERESA NADA DE ESO, DEJA A ESAS… -Escuché lo último que dijo. -¿Qué? –Me sentí mareada. Me levanté y vi la ventana. Por un momento sentí el deseo, el impulso de abrir la ventana y tirarme. Me acerqué y la abrí.

-Embaracé a una niña de la secundaria, a la de los videos, la que viste coger conmigo, ¿Recuerdas? –Todo se escuchaba muy lejos. El aire me empezó a faltar, estaba muy agitada. –Ella se fue a la ciudad de México y un día me habló que estaba embarazada. Fui por ella y me la robé, está viviendo conmigo y el mes pasado nació mi hija. Tengo a tres mujeres viviendo en mi casa, dos embarazadas y una recién aliviada. ¿Sabes que necesito?

Todo se puso oscuro.

Abrí mis ojos. El sol pegó en mi cara. Estaba acostada en mi cama. Me quedé un rato pensando en lo que había pasado. El rompecabezas era difícil de completar.

Me levanté y me asusté al ver un total desorden en mi cuarto. Como si un huracán hubiera pasado por ahí. Caminé hasta la sala. Ahí estaban el guardia1, guardia2, el taxista y la señora. Los vi y me vieron.

-Buenos días, señorita. –Me saludó el guardia2 como siempre animado.

-Buenos días. –Saludé a todos de manera fría. “Olga embarazada de Rafa y mis papás saben y se van a casar” , se me vino a la mente. La sonrisa, y el ánimo de mi gente se apagaron al escuchar mi respuesta. Por alguna razón, no me importó para nada que se asustaran con mi respuesta o la forma en que la dije. No sabía porque, pero no me importó. –Guardia1, ¿Puedes subir? –Le dije.

Me dirigí a mi cuarto, entré y pasé por encima de las cosas que había tiradas; todo mi maquillaje regado, y me dolió verlo. Ese dolor se unió a otro dolor que no entendía porque lo traía. “Andrea, mi mejor amiga y prima de mi novio, está embarazada de él” , y nuevamente sentí mareos. Me agarré de la puerta del baño para no caerme. Entré y también estaba todo regado. “¿Qué pasó aquí?” , pensé. Me asustó ver todo tirado.

-Digame. –Escuché al guardia1.

-¿QUÉ CHINGADOS PASÓ AQUÍ? –Pregunté gritándole.

-Anoche la escuché gritar y vine a verla. Cuando entré estaba todo tirado y usted estaba vuelta loca hablando por teléfono, gritando y tirando todo. La tuve que agarrar hasta que se tranquilizó. –Silencio.

Salí del baño, lo vi y luego vi todo el cuarto. “Rafa tiene una bebé con alguien y esa persona vive con él. Rafa tiene a tres mujeres viviendo en su casa” , y me fui de lado por el mareo que me llegó. Por suerte caí en los brazos del guardia1.

-Gracias, estoy bien. –Dije mientras me ayudaba a levantar.

-Debe ir al doctor. –Me dijo.

-No te preocupes, estoy bien. Sé que tengo. –Le dije. Agarré cocaína y esnifé toda la que quedaba. –Nunca más volveré a ser débil. –Caminé hasta la ventana y miré las casas que había. Algunas personas andaban rondando. –De ahora en adelante lograremos todo lo que queramos. ¿Ves esa ciudad? –La señalé. –En pocos días será nuestra; rondaremos esas calles a todas horas, tendrás todas las mujeres y el dinero que quieras. Y no importa si tengo que manchar estas manos de sangre. –Volteé a verlo. –Lo conseguiremos todo.

Vi como el guardia1 sonrió.

-Iré a preparar todo. –Me dijo.

-De acuerdo. –Dije. –Mándame al taxista. –Asintió y salió de la habitación.

Me acerqué al espejo en medio del desastre que había y noté ciertas rasgaduras en mi ropa para dormir. Al minuto entró el taxista. Lo miré y lo sonreí.

Sin decir palabra alguna, entendió lo que quería y se acercó a mí con una sonrisa llena de lujuria y deseo. Me tomó de la cintura y acercó sus labios a los míos. Apenas los rozó, volteé mi cabeza a un lado y tocó mi mejilla. Luego empezó a darme besos ahí, por la oreja y bajó a mi cuello.

Subí mis manos a su pecho y dándole un empujón un poco fuerte, lo separé de mí. Me juntó con él y nos miramos de cerca. Sus manos en mi cintura y las mías en su pecho. Empecé a acariciarlo y las subí a sus hombros para simular darle un masaje.

-Oiga, necesito un favor. –Le dije mientras miraba de manera distraída como mis manos jugaban en sus hombros.

Acercó nuevamente su cabeza y ahora sí nos besamos. Nuestras lenguas jugaron un par de segundos hasta que nuevamente lo empujé y nos separamos.

-Dígame. –Dijo. Lo miré y tenía una sonrisa llena de lujuria. Sus ojos no dejaban de ver mis labios.

De las tres personas que tenía a mi disposición hasta ese momento, sentía que el taxista tenía más disposición para hacer las cosas que yo le mandara. Y no porque fuera el más leal, sino porque me miraba como un trofeo, como un sueño hecho realidad. Yo era una joven de 18 años, tetona, con un buen cuerpo, con dinero y que estaba dispuesta a tener sexo con él. Estaba embobado conmigo.

Y en ese momento me iba aprovechar de eso y lo iba a mandar a hacer algo peligroso. Y no me causaba remordimiento.

Lo jalé y lo llevé a la cama. Lo tiré y cayó boca arriba. Me quité la parte de arriba de la ropa que usaba para dormir y el brassier. Mis tetas cayeron y el taxista abrió demasiado sus ojos. Me puse encima de él y llevé mis labios a los suyos. Nos empezamos a besar.

Rápido llevó sus manos a mis nalgas que apretó con desesperación. Dejé de besar sus labios y bajé a su cuello. Me levanté y agarré sus manos, las puse en mis tetas. Las masajeó lento, despacio y con fuerza.

Me incliné y mis tetas colgaron encima de su cara. Empezó a golpear mi pezón con su lengua. Me moví para que mis tetas golpearan su cara.

-Es que, ¿Sabe? Necesito hacer unas cosas, pero una es muy peligrosa. –Me dejé de mover y se metió a su boca una de mis tetas. Gemí. –Que rico papi, así sigue así.

Se hizo el silencio y pronto se apagó con mis gemidos y su boca llenando de saliva mis tetas. Agarré su cabeza y lo recargué contra mí. Movía su cabeza en medio de mis tetas. Lo separé y nos dimos un beso intenso, donde nuestras lenguas no desperdiciaron ni una parte de nuestras bocas.

Me levanté y nos vimos. Estaba ardiendo y necesitaba verga pero mi cuerpo no me dejaba. Entre mis piernas pude sentir como creció su verga.

-Dígame que necesita que haga y lo hago por usted. –Me dijo. Todo esto iba por buen camino. Me bajé de encima de él y caminé por el cuarto, con actitud preocupada.

-Se va a enojar pero no podemos hacerlo. –Le dije.

-¿Por qué? –Preguntó mientras se sentaba en la cama.

-Ando en mis días… -Dejé la frase en el aire. Se hizo el silencio.

-No importa, usted dígame que necesita que yo haga. –Dijo. Le di la espalda y sonreí. –Nosotros trabajamos para usted.

Volteé y caminé hasta sentarme a su lado. Sin decir palabra empecé a acariciarle la pierna y le sonreí. El taxista puso su cara de lujuria. Nos besamos. Luego bajó a mi cuello.

-¿Podría conseguirme los nombres y direcciones de todos los socios del negocio de taxis? –Le pregunté mientras desabrochaba su pantalón y sacaba su verga que estaba ya erecta.

Lo empecé a masturbar lento, arriba, abajo, dando vueltas y llenando mi mano de sus líquidos.

-Quizá sí, si le pregunto a mis amigos de ahí. –Me dijo. –Pero podría llevarme todo el día y tenemos una reunión.

Mis labios se acercaron a los suyos y le di un par de picos.

-No se preocupe, tómese todo el día de hoy para que investigue. –Le dije. Seguí masturbándolo. Gemía como loco el taxista.

-¿Qué otra cosa necesita que haga? –Preguntó. Me incliné un poco, abrí mi boca y me comí la verga de taxista. Me quedé un rato dentro sin moverme para llenarla de saliva, luego empecé arriba, abajo, rápido. El taxista acarició mi espalda y pude sentir como pasaba por todo mi tatuaje un dedo.

Me levanté y me puse frente a él. Me puse de rodillas y quedé frente a su verga. La tomé con las manos y lo masturbé.

-Necesito que entregué dos mensajes. –Le dije. -¿Cree que pueda ayudarme?

-Puedo hacerlo sin problema. –Me dijo. -¿De qué se trata y a quien hay que entregarlos? –Preguntó.

Me levanté un poquito y puse su verga entre mis tetas. Vi como desapareció completamente. Luego moví mis tetas para masturbarlo, arriba, abajo. La cabeza aparecía y se escondía. Mojaba con sus líquidos entre mis tetas.

-Necesito que vaya con la mano derecha del comandante y le diga que quiero verlo. –Apareció la cabeza de su verga y me la metí a la boca. Luego de unos segundos me la saqué. –Lo esperaré a las 10pm en tal restaurante. –Le dije. Le di un lengüetazo a la verga.

-¿Es todo? ¿Cuál es el otro mensaje? –Me dijo.

-El otro es muy peligroso. –Le dije en tono infantil.

-¿Qué es?

-Investigue donde vive el mano derecha, vaya y descargue un cartucho de balas en su casa… -Dije y me quedé esperando su reacción. Noté como se puso en blanco. -¿Cree poder? –Le dije.

Se hizo el silencio. Y sin darle oportunidad de respiro, sin mover mi cuerpo, empecé a mover mis tetas arriba, abajo. No recordé haber hecho esto a alguien, lo que si pensé al momento de ver mis tetas moverse de tal manera, fue que era un espectáculo increíble.

Ver como mis tetas rebotaban, sentir que su verga rozaba en medio de mis nenas y dejaba mojado y pegajoso. Mis pezones tocar y eso me llevaba al cielo.

El taxista gimió.

El placer que sentía, junto al placer que sin duda sentiría el taxista, junto a lo que estaba viendo, que sin duda era un espectáculo digno que una película porno, era algo que solo yo, una mujer con grandes tetas, podía hacer.

Perdí la noción de tiempo. Hipnotizada, hice una perfecta “O” con mi boca, la verga del taxista entró y resbaló de una manera que casi me provoca un orgasmo. Inicié con el mete y saca rápido y a los pocos segundos, mi boca se llenó de leche.

Sin sacármela de boca, tragué cada chorro que tiraba. Tragué hasta la última gota. Me quedé con la verga dentro un rato, hasta que sentí como iba poniéndose flácida y me la saqué.

Me levanté y lo vi. Me vio. Tenía una cara de entre felicidad y miedo. Por dentro me sentí feliz porque estaba logrando lo que quería.

Agarré una de las playeras que había en el suelo y me la puse. Sin decirle nada, salí del cuarto y bajé a la sala. Vi que el guardia1 y el guardia2 estaban subiendo la droga a la camioneta.

-Guardia1. –Le hablé.

-¿Qué pasó?

-Necesito una pistola, con cargador lleno. –Le dije. Sin decir nada, caminó a la camioneta y me la entregó. Caminé al cuarto y el taxista estaba levantado, viéndose al espejo. Pude notar que en minutos se había puesto muy viejo. Tenía una cara de preocupación. Me acerqué por atrás y lo abracé acariciando su pecho, le puse la pistola en su bolsa. –El trabajo es simple, solo dispare esta arma en su casa, y huye. Su recompensa no solo será el mejor sexo y con las mujeres que usted desee, sino que económicamente ya nada le faltará ni a usted ni a su familia.

Se volteó y me vio.

-¿Para qué hago esto? ¿Por qué lo necesita? –Me preguntó con una voz casi quebrada.

-Usted no pregunte, ese no es su trabajo. –Le dije. Y su cara cambió de preocupación a miedo. –El fin de semana ya estaré lista para coger, ¿Qué le parece si yo y dos amigas más lo atendemos? Y aparte, con el trato que cierre hoy, le doy una ayuda económica de 1 millón de pesos.

-¿Solo por… esto? –Miró el arma. Asentí. Respiró hondo y salió.

Tuve sentimientos encontrados, no sabía cómo reaccionar. Mandé a uno de mis trabajadores a atacar a una familia inocente y todo para lograr el objetivo que traía en mente.

-Necesitas hacer esto, Julia. –Me hablé en el espejo. –Estás sola, no tienes a nadie y necesitas ganarte todo esto tu sola. –Repetí. Pensé en Rafa y quise llorar por el dolor que me provocó en el corazón. Respiré hondo y agarré fuerza. –Concéntrate en lo que pasa aquí, en lo que vas hacer. –Me dije.

Me bañé y me maquillé. A la hora, estaba almorzando. Cuando terminé me fui a vestir. Pensé entre ponerme algo formal, o algo caliente. Me decidí por lo segundo.

Agarré un vestido rosa, muy ajustado. Estos vestidos levantaban mucho mis tetas y con el escote, casi se miraba todo. Me puse unos tacones del mismo color y encima una chamarra de cuero color negro.

Por un momento me vi en el espejo, quería dar la impresión de alguien serio pero al mismo tiempo, dispuesta a todo para conseguirlo.

Esto tipo de ropa cada vez me gustaba más y no porque resaltarán mis atributos o porque mi figura se marcara sino porque me empezaba a parecer a una de esas mujeres que traían los narcos como novias o esposas. Me sentí orgullosa.

Bajé y los guardias ya me esperaban en la camioneta. Apenas al salir, me topé con la señora que nos ayudaba en casa. Solo me vio e hizo una cara en señal de desaprobación. Levanté y puse recto mi cuerpo. Me puse unos lentes, agarré mi bolsa con el brazo y salí rumbo a la camioneta.

El guardia3 me esperaba en la puerta del copiloto. Abrió mi puerta y subí. Miré y atrás iba llena de paquetes de cocaína. Arrancó la camioneta.

-¿A dónde vamos? –Pregunté. Iba nerviosa, ansiosa y decidida. El miedo invadía mi cuerpo, pero apagaba el dolor en mi corazón. Esto era mucho mejor que la decepción amorosa.

-He investigado un poco, te arreglé una reunión. –Me dijo el guardia1.

-Perfecto. –No sé si era buena o mala idea esa reunión.

Pensé en millones de cosas que podrían pasar, sobre todo en la única. Que quizá era una trampa para asesinarme. Mi corazón latió a millón y sentí el deseo de vomitar. Casi podía escucharlo.

Empezamos a platicar sobre las cosas que diría para que todo saliera bien. Me dejaron en claro que era muy importante no alterarme y seguir una línea casi perfecta. Hablar fuerte pero no intimidar porque aparte de que no funcionaría, me mirarían como peligro.

Luego de 20 minutos, llegamos a una casa en medio de un barrio de muy clase baja. Vimos un par de camionetas fuera de una casa y fuera de esa casa a dos personas armadas. Nos detuvimos y se acercó a la camioneta uno de los armados.

Llevaba un short y una playera, tenis. El arma estaba más grande que la persona.

-Pónganle a la verga de aquí. –Dijo en cuanto bajamos el vidrio de la camioneta.

Inicié mi movimiento.

-Ve… vengo… a ver a tu jefe, tengo una reunión de negocios con él. –Traía los nervios a tope. Agarró un radio que traía en la cadera.

-Aguila1, aquí hay una persona que dice que viene a verlo. –Se hizo el silencio un rato. Luego le respondieron.

-Aguila2, pregunta el nombre a la persona y el motivo por el que viene. –Respondió.

-Soy Julia Rodriguez. –Dije viendo al guardia1 que asintió. –Es sobre la venta de cocaína. –El guardia2 bajó el vidrio y la persona vio la mercancía.

-Aguila1, Julia Rodriguez y trae la mercancía. –Habló por el radio.

-Aguila2, amarillo. –Dijo el radio.

-Enterado. –Y nos apuntó con el arma. –NO QUIERO QUE HAGAN NINGUN MOVIMIENTO, BAJENSE Y PONGASE RECARGADOS EN LA CAMIONETA. –Gritó. Vi como venía corriendo la otra persona con su metralleta y también nos apuntó.

Quise llorar al ver lo que pasó. Miré, con preocupación al guardia1. Estaba tranquilo.

-Vamos a bajarnos. –Me dijo. No entendía porque había dicho eso.

Las dos personas nos apuntaban con el arma y nos gritaban. Despacio bajamos y nos pusieron de espalda a ellos, pegados a la camioneta. Miré como buscaron armas en el guardia2, no encontraron nada. Luego uno de ellos empezó a manosearme. Y digo manosearme porque eso hacía. Incluso noté que agarró de forma casi descarada mis tetas.

No hice ningún movimiento, si permitir que agarraran mis tetas, salvaría mi vida, con gusto se las ofrecía.

Al guardia1 le encontraron una pistola y se la quitaron.

-Aguila1, limpios.

-Aguila2, procede. –Dijo. Me entró el pánico pero no dije nada. Esperé.

-Tú, muévete. –Le dijeron al guardia2. Se subió a la camioneta junto con una de las personas y avanzaron.

-Ustedes, avancen a la casa. –Nos dijo la otra persona mientras nos empujaba.

Entramos, estaba muy oscuro. Cuando mi vista de aclaró, la persona había abierto otra puerta por la que pasamos. Bajamos por unas escaleras y caminamos un largo camino, casi como 100mts. Subimos otras escaleras y llegamos a otra casa donde estaban tres personas; una sentada en la silla frente una mesa y los otros dos detrás de él.

-Siéntate. –Me dijo con voz fuerte la persona que estaba sentada. Temblando, lo hice. Sacó un arma y la puso en la mesa apuntando a mí. –Eres una niña. –Dijo en tono tierno. –No entiendo porque estás aquí, sin pensarlo puedo meterte una bala en la cabeza y acabar con esto rápido. –Mi corazón casi se me salía del pecho. -Sin embargo sería un desperdicio no tener a una mujer como tú. –Y con su mano, señaló mi cuerpo de arriba, abajo.

-Escuche lo que tengo para ofrecer…

-CÁLLATE. –Dijo interrumpiéndome. Se miraba muy alterado. Puso sus dos manos en la mesa y acercó su cabeza a mí. –LLEGAS Y LO PRIMERO QUE HACES ES PEDIR PROTECCION PARA HACER TUS NEGOCIOS. ME BRINCASTE Y NO SOLO ESO, QUIERES QUITARME LA PLAZA. –Agarró el arma y me apuntó.

No hice ningún movimiento y no porque no me diera miedo sino porque todo eso me tomó por sorpresa.

-Quie… -Tragué saliva mientras miraba el orificio de donde salía la bala. - …ro hacer dinero y creo que con mi ayuda usted también puede hacer más dinero del que gana ahorita. –Bajó el arma y sonrió. Las personas que estaban con él, sonrieron también.

-Soy el dueño de esta ciudad, hago dinero, mucho dinero y tengo el poder. ¿Por qué crees que debería aceptar tu oferta? –Preguntó.

-Mi forma de trabajar es diferente, es honesta y sin avaricia. Mírame, ¿Te parezco una persona que necesite dinero? –Dije con un poco de seguridad. Escuché el temblar de mi voz.

-Si no necesitas dinero entonces, ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué hacer negocios?

-Te explico, la droga que traigo es del norte y la consigo a un precio muy accesible. Hay una red de transporte muy segura ya que la gente de allá tiene controlado todo. No hay manera de perderle. –Dije. Agarré aire. Estaba nerviosa al ver a gente parada ahí viéndome y con ganas de matarme. –La cantidad de droga que traigo, ronda los 6 millones… yo la compro a mucho menos cantidad. Dame 4 millones, no, dame 3 y medio millones. –Me bajé mucho a lo que habíamos planeado pero estaba aterrada. Estaba comprando mi pase de salida. –Estarías ganando casi el 50% de tu inversión.

-Fiu. –Chifló y por primera vez sentí como se puso cómodo con mi visita. Eso me daba confianza. –Me estas regalando la mercancía. –Dijo. –Sigo sin entender porque tanta amabilidad de tu parte. Este es un trabajo peligroso y si duramos poco, al menos vivir ese poco como reyes.

-Yo no tengo la estructura para distribuir la droga. –Le dije. Entré en confianza y las palabras empezaron a salir solas. –Mira, yo soy de las personas que tratan de ayudar a la gente. Por tu compra yo le sacaré muy poco, pero estoy ganando poquito. En cambio tú, sacarás 3 millones.

Se hizo el silencio.

-Y ¿Qué estarías ganando tú en todo esto? –Me preguntó. Pensé mucho mi respuesta, “Él lo sabe todo, habla con la verdad” .

-Digamos que al venderte la droga a ese precio, estoy pagándote inmunidad. Traigo en mente algunos negocios personales…

-¿Cómo cuáles? –Interrumpió molesto.

-Prostitución. –Silencio. –Quiero que des el permiso para que personas con dinero y algunas peligrosas vengan. No van a intervenir en esto solo vendrán a disfrutar.

-Imagino que la inmunidad que buscas es para secuestrar.

-Mi idea no es llegar a tanto pero también depende del dinero. –Y ahí me di cuenta que me estaba convirtiendo en otra persona. Una totalmente diferente que no tenía nada de inocencia. –Tú también puedes ser beneficiado y sin mancharte las manos.

Se hizo el silencio. Al parecer todo estaba saliendo a la perfección. Vi como agarró aire la persona. Le calculé algunos 35-40 años.

-¿Cómo voy a justificar la baja venta de droga a las personas que les compro? –Preguntó.

-Ese es tu problema. Yo te puedo ayudar con lo mío. Como muestra de confianza, te dejo la droga completa y me voy de aquí sin un peso. Te traigo otro cargamento y con lo que saques, me la pagas. No le inviertes a alguien nuevo con el dinero que tienes, sino que sacas para uno nuevo. –Le dije.

-Y quiero el 50% de los saques con el prostíbulo más aparte barra libre para escoger a cualquiera de tus trabajadoras. Me tienes que dar prioridad.

-¿No te conformas con el regalo que te di? –Le pregunté.

-No te interesa el dinero. –Sonreímos.

-Te doy el 20% y vas a tener a las mujeres que quieras pero no te daré prioridad. Tendrás a las que estén libres. –Dije.

-Pero…

-Tendrás el mejor sexo que hayas probado. –Por primera vez lo interrumpí. Esta plática y esa persona ya eran míos. Un rato en silencio. Estaba preparando su oferta.

-Dame el 40% pero quiero a la jefa para mí. –Dijo y todos sonrieron. Ya era mío.

-Te doy el 25%, no seré tuya, pero me tendrás para ti cuando quieras. Aparte, podemos invitar a las muchachas cuando gustes. –Me levanté y le di la mano. Lo miré fijamente. Me miró. Luego de un rato:

-Está mujer sabe hacer tratos, es de agallas y me gusta. –Dijo mientras veía a sus amigos. Se levantó y me dio la mano. –Julia, soy Mar. Es mi nombre clave. Te voy a dar el beneficio de la duda. Espero que todo salga bien, por tu bien.

-Tenemos intereses similares, nos acoplaremos. –Le dije.

-Vayan ustedes por la droga a la camioneta. –Ordenó a las tres personas que tenía ahí. Salieron. –Te invito a tomar algo a mi bar. –Me dijo.

-Te agradezco la invitación. La rechazaré hoy ya que tengo otros pendientes. –Le dije. –Estoy arreglando mis papeles personales, estoy buscando mujeres, en fin…

-De acuerdo. –Dijo. -Pásame tu número de teléfono. –Cambiamos.

Timbró su teléfono y se alejó para hablar.

-¿Qué tal salió? –Le pregunté al guardia1 cuando quedamos a solas.

-Bien, pero te bajaste mucho. –Dijo.

-Estaba aterrada, muerta de miedo. Me apuntó con el arma. Sabe que estoy invadiendo su negocio y no lo querrá soltar tan fácil. –Dije sonriendo de nervios.

-Te entiendo.

-Despacio iré metiéndome. Primero quería entrar, ya estoy aquí. –Dije.

-¿Algún plan? –Me preguntó.

-Así es. –Y pensé en el taxista. No abundó más en el tema el guardia1.

A los 20 minutos, nos despedimos y regresamos por el túnel. Nos dejaron solos a los tres.

-Vamos a la otra ciudad. –Le dije al guardia2. –Necesito que me consiga la dirección del otro inversionista de la empresa. Creo que se llama Arturo, corríjame si me equivoco.

-Así se llama. –Dijo y salimos rumbo a la otra ciudad, todos más tranquilos.

Luego de casi dos horas llegamos a la ciudad. Dimos un par de vueltas hasta que llegamos a un fraccionamiento privado. El lugar, las casas, era muy parecido al lugar donde yo planeaba tener mi prostíbulo.

Nos detuvimos en la caseta.

-¿Qué hay? –Saludó el guardia2 al de la caseta. Se notaba amistad en ellos. Al menos se conocían.

-Todo tranquilo. –Respondió el de la caseta. –Escuché que renunciaste al trabajo.

-Las noticias corren rápido. –Dijo el guardia2.

-Don Arturo me comentó, me ofreció el trabajo. –Dijo. –Lo rechacé, estoy más tranquilo aquí. –Sonrió.

Al ver que la plática se iba a extender, carraspeé la garganta. El guardia2 me volteó a ver.

-Vengo a ver a don Arturo, me pidió unos papeles de la empresa, de la caseta. No había tenido tiempo de traérselos hasta ahorita. –Dijo mi guardia2.

-Salió desde hace rato. –Dijo.

-Bueno, entregaré los papeles a su esposa.

-Adelante, y no te pierdas mucho. Espero pronto me hables para echarnos una cerveza. –Le dijo el de la caseta.

-Yo te hablo. –Y dicho esto, entramos al fraccionamiento.

-¿No querrá unirse a nosotros? –Le pregunté.

-Es algo complicado de tratar, señorita. –Dijo el guardia2.

-Nada que una mujer no pueda resolver. –Dije.

-Sin duda. –Dijo el guardia1. Sonreímos.

El fraccionamiento estaba algo grande. Dimos un par de vueltas y nos detuvimos frente a una casa.

-¿Esta es la casa? –Pregunté. Asintió el guardia2. –Lástima que no esté, quería conocerlo. –Silencio. Miraba fijamente la puerta de la casa. –Necesito que lo investigues. –Le dije al guardia2.

Me vio y abrió mucho sus ojos.

-¿Cómo? –Preguntó sorprendido.

-Quiero que lo sigas, que veas lo que hace, los lugares que frecuenta, las horas, etc. –Le dije. –A él lo voy a abordar de diferente manera, no me conoce. –Dije al aire.

Nuevamente el silencio. Miré al guardia2 y me miraba asustado.

-Señorita… -Dijo.

-Por favor. –Interrumpí con una voz dulce. Dudó un momento, luego asintió. -¿Tienes auto? –Pregunté. Asintió. –Perfecto, a partir de mañana no te reportas conmigo sino que te dedicas a seguirlo y cada noche te espero en mi casa para que me reportes lo que pasó. –No dijo nada. -¿Entendido?

-Sí, señorita. –Dijo.

-Bien. Vamos a comer. Da hambre. –Y nos fuimos.

Llegamos a un restaurante y para seguir con mi dieta, pedí comida ligera. Tardamos una hora en comer.

Me llamó por teléfono Rebecca y quedamos en ir al gimnasio. Regresamos a la ciudad. Fui al gimnasio con mi amiga. Estaba un poco seria. No le hice mucho caso. Para las 7pm-8pm estábamos despidiéndonos. Y me fui a mi casa.

Durante el camino en el taxi, agarré el teléfono y vi que tenía muchas llamadas perdidas de Rafa, mensajes y algunas llamadas perdidas del taxista. Sin tomarle importante a Rafa, llamé al taxista.

-Señorita. –Me dijo con una voz temblorosa.

-Dígame. –Dije.

-Ya lo hice. Ya lo hice. Ya lo hice. –Repitió varias.

-Tranquilo. ¿Dónde está? –Pregunté.

-Ando huyendo, tengo miedo. –Me dijo.

-Mire, ando cerca de… -Miré el lugar por donde iba. -¿Qué tal si nos vemos en tal plaza? –Le pregunté. No respondió. –Ahí estaré. –Y colgué. Le di instrucciones al chofer y me llevó.

Llegamos y me bajé. Estaba algo oscuro, y a los 10 minutos llegó el taxista. Bajó y vi como corrió hacia mí. Me abrazó y escuché como lloró. Se acomodó en mis tetas como si fueran almohadas.

-Lo… lo… lo… siento. –Me dijo.

-Fue una persona muy valiente, lo felicito. –Le dije mientras le acaricia su cabeza.

-Había niños jugando, personas, adultos, se asustaron al ver que disparé, corrieron, y yo… -Mas lágrimas.

-No les hizo daño y eso es lo importante. Usted me cumplió esta noche como ningún otro hombre lo había hecho. –Le dije. Puso sus manos en mi cintura y se levantó. Nuestras cabezas quedaron casi juntas. Sus ojos estaban hinchados por llorar tanto y se le notaba un miedo enorme. –Usted será recompensado como ningún otro.

Y sin pensarlo, se aventó hacia mí. Me besó de una manera muy desesperada. A sentir su lengua golpear mis labios, los abrí y respondí a su beso. Al no poder acoplarme a su beso, a sus movimientos, seguí su juego y moví mi lengua y mis labios por toda su cara.

Sus manos se pusieron en mi vientre y luego subieron a mis tetas. Las empezó a apretar fuerte. Me incomodó un poco. Y al sentir dolor lo separé.

-Tranquilo papi. –Le dije mientras lo miraba. Se lanzó sobre mi cuello y empezó a besarme. Luego bajó a mis tetas y empezó a comérselas por encima de mi playera de deporte.

-Te quiero hacer el amor, chiquita. –Me dijo.

-Ya sabes que no podemos, pero sin falta el fin de semana te premio. –Seguía en mi cuello. –Necesito que me hagas un último favor. –Se detuvo. Se separó de mí y su cara, que había adoptado mucha lujuria, pasó a ser de miedo.

-Señorita… -Me dijo.

-Haciendo esto, te pago tu jubilación y puedes vivir en paz toda tu vida. –Le dije interrumpiendo. Me miró dudando.

-¿De qué se trata? –Se levantó y me dio la espalda.

-Si le diste el mensaje a la mano derecha del comandante, ¿Verdad?

-Sí, me dijo que a las 10pm la miraba en el restaurante. –Me decía mientras asentía.

-Perfecto. –Dije. –Búscalo y dile que tú fuiste la persona que disparó el arma en su casa y que lo hiciste por órdenes mías. Dile que lo quiero ver y que lo estaré esperando para arreglar el asunto como se debe.

-Y ¿Por qué haría eso? Se está entregando –Me dijo.

-No y te diré porque no. –Dije divertida. –Cuando venga a verme, vendrás tú con él… -Y le dije mi plan.

Luego de unos minutos, me dio la papelería de los socios del negocio de taxis y se fue. Y me quedé ahí, viéndolo. Nuevamente los nervios llegaron a mí. Y para los nervios, esnifé cocaína.

Arranqué a mi casa. Llegué y ahí estaban el guardia1 y el guardia2. Les pedí que se alistaran porque saldríamos. Y para las 10pm nos pusimos en marcha rumbo al restaurante.

Llegamos y estaba medio vacío. Pedimos un café y esperé.

-¿Qué hacemos aquí? –Preguntó el guardia1.

-Estamos esperando. –Dije mientras miraba nerviosa por la ventana.

A los 10 minutos, se escucharon sirenas de policía y mi corazón latió muy de prisa.

Vi luces azules y rojas entrar por la ventana. Eran de la policía.

-¿Qué habrá pasado? –Preguntó el guardia1.

-Vienen por mí. –Les dije.

-¿Cómo? –Preguntaron los dos guardias al mismo tiempo y me vieron. Los vi, con una actitud tranquila. Vi cómo se pararon las patrullas de policía frente al restaurante.

-No hay tiempo que perder. –Les dije. –Necesito que confíen en mí. –Tardaron en entender pero asintieron. –Ellos vienen por mí, me van a detener por algo que hice. Necesito que se vayan a esconder al baño, no salgan para nada hasta que se vayan.

-Pero… -Habló el guardia2.

-Rápido. Los veo más tarde en la casa. –Les dije interrumpiendo. –Rápido. –Se levantaron y de una manera tranquila, caminaron al baño. Los policías se organizaban fuera y caminaron tres, rumbo a la entrada del restaurante.

Entraron con el arma arriba y me vieron. Bebí café y les reí. Estaba nerviosa y al mismo tiempo ansiosa porque todo empezara.

-ARRIBA LAS MANOS. –Me gritó uno de los policías. Levanté las manos.

Uno de los policías corrió hacia mí mientras los otros dos me apuntaban. El policía agarró mis manos y las puso detrás de mí, y aplicando mucha fuerza, empujó mi cabeza contra la mesa tan fuerte que grité de dolor. Me puso las esposas de manera brusca y me levantó de un brinco. Sentí como escurría sangre de mi ceja y tapaba mi ojo.

Caminamos fuera y me llevaron a la patrulla donde estaban otros 4 policías.

-Regístrenla. –Dijo uno encapuchado.

Me recargaron contra la camioneta, nuevamente de manera violenta. Estaba de espaldas a ellos. Uno de los policías empezó a registrarme. Pero más que registrarme, estaba manoseándome. Agarraba mis tetas, luego bajaba por mi cintura y apretaba mis nalgas de manera descarada.

-Aquí siento algo. –Dijo el policía. Se acercaron dos policías y tocaron mis nalgas, luego subieron a mis tetas. Me empecé a sentir humillada y recordé en mi cabeza las veces que fui violada. Y ya no escuchaba con claridad lo que decían, solo escuchaba a lo lejos sus risas y murmullos.

Traté de forcejear pero era imposible. De pronto vi cómo se turnaban para tocarme. Mi cuerpo se llenaba de furia. Si querían coger conmigo los 7 policías, lo aceptaba, ya fuera uno por uno o todos juntos. Pero odiaba estar en esas condiciones, que se aprovecharan de mí, me sentía indefensa y sucia.

Volteé a ver a uno de los policías que estaba al lado de mí. Me tocaba sin pena alguna y se divertía haciéndolo. Lo odié tanto, a él, a todos.

Agarré saliva y olvidando la posición en la que estaba, le escupí en la cara. Cerró los ojos instintivamente y llevó sus manos a su cara. Apliqué más fuerza para que me soltaran, sentí como me jalaban del cabello y el policía que había escupido me dio una cachetada al mismo tiempo que el jalón de cabello me tiro al suelo. Al caer, sentí una patada en mi espalda.

Seguía escuchando a lo lejos risas. Solté una lágrima de dolor, de impotencia, de humillación. Me dejaron un rato en paz. “Esto es parte de mi plan, aguanta, todo tendrá su recompensa” , me decía en la cabeza.

Agarré aire y luego me puse boca arriba. Todos me veían divertidos. Como pude, me arrastré boca abajo y luego me levanté. Dejaron que lo hiciera. Me recargué en una camioneta.

-Vámonos. –Habló el de la capucha. Unos se subieron a una patrulla y otros a otra patrulla donde me subieron. Arrancamos.

-Que inocente eres. –Me dijo uno de los policías. –Debes aprender a buscar bien a tu gente, y no tipos miedosos como el que tenemos.

-Una cachetada sirvió para hacerlo hablar y soltar todo. –Dijo otro.

-Y dos cachetadas para callarlo porque no dejaba de hablar. –Sonrieron todos.

“Ojala haya hecho lo que le dije sino estaré muerta” , pensé.

-Si te va bien, te conviertes en la puta del comandante. Eres una muñeca. –Siguieron hablando.

-Pero a este negocio ya no regresas, la cagaste. –Silencio de mi parte. Me concentré en mi plan.

Luego de unas vueltas, llegamos a un lugar abandonado. Pararon las camionetas. Me bajaron con fuerza y a empujones entramos a una bodega.

Apenas entré y vi al taxista hincado, muy golpeado y frente a él a la mano derecha del comandante. Me empujaron y caí a lado del taxista. Se acercó la mano derecha y me dio una cachetada que me hizo caer, me volvieron a levantar, esta vez vi una metralleta venir a mi cabeza y me pegó de lleno en la frente. Este último golpe me hizo tambalear y batallé para mantener mis cinco sentidos.

-¿Cómo se te ocurre? No tienes ni una semana en tus negocios y te lanzas avariciosa a querer intimidar a las personas de aquí.

-Yo… -No pude hablar. Me levantó de los cabellos y puso mi cabeza frente a la del taxista.

-EXPLICAME ESTO. –Me dijo. La adrenalina corrió por todo mi cuerpo. Y sentí terror, pánico, estaba a punto de morir.

Respiré como pude. “Agarra fuerzas, no te caigas” , me dije.

-De… de… de… deja…me habla… hablar. –Dije entre jadeos. Me tiró a los pies del taxista. Como pude me levanté y vi al taxista. Con la mirada nos dijimos las cosas y al final asintió.

-¿Por… qué estoy aquí? –Pregunté.

-NO ME TRATES COMO PENDEJO. –Gritó. Estaba furioso.

-Ella… ella… no sabe nada. –Habló el taxista.

-CÁLLATE. –Gritó.

-Esta… persona trabaja para… mí. –Dije con más aire en mis pulmones. Otro golpe, con su puño golpeó mi estómago. Caí de rodillas y llevé mis manos a mi estómago. Perdí totalmente el aire.

-Lo que hice, lo hice por órdenes de tu jefe. –Dijo el taxista. Habló con total claridad.

-¿Cómo? –Dijo la mano derecha. -¿Crees que soy pendejo? ¿Crees que me voy a creer esa basura? –Yo seguía en el suelo.

-Te mira como una amenaza. Eres joven, con muchas cualidades y para tu edad, ya estás listo para tomar su lugar. –Quería ver lo que pasaba pero no podía moverme.

-Lo que hace esta persona para salvar su vida, escúchenlo. Está hablando mal de su jefe. –Todos rieron. –Lo que me dices no impedirá que te meta una bala en la cabeza y ahora peor con esa confesión.

-No me creas pero solo ponte a pensar, ¿Cuánto manos derechas ha tenido a su disposición? Y ¿Cuantos han durado? –Seguía hablando el taxista. –Él es el dueño absoluto de la ciudad y se está haciendo viejo, pero no quiere soltar el hueso y a ti te ve subiendo pronto a su posición.

-MIENTES. –Gritó. Pero se le notaba en su voz un poco de duda. Empecé a recuperarme despacio.

-¿Miento? El comandante y el dueño de la plaza llevan negocios durante años, y se sintieron amenazados con la presencia de la señorita Julia. –Silencio. Por primera vez escuchaban atentos todos. –Piensan que una nueva persona les va a quitar todo el dinero que están haciendo.

-¿De qué… es… estás hablando? –Dije.

-Lo siento señorita Julia, debí informarle cuando me contacto el comandante de la policía pero cometí un error por avaricioso. –Me dijo. –Me ofreció dinero para matar a su mano derecha.

-Cállate, cállate, cállate. –Dijo. –Te revuelves solo, no explicas nada y dices muchas cosas.

-Pregunte entonces. –Dijo el taxista. Me levanté y me le fui encima al taxista. Traté de darle unos cabezazos sin éxito. Llegaron unos policías y me separaron.

-Explícame como todo esto puede tener sentido alguno porque por lo que yo sé, están contentos con ella.

-A mí no me dan mucha información porque yo no soy tan importante. –Dijo el taxista.

-Habla.

-El comandante se quiere deshacer de ti porque no quiere perder su puesto. Él no puede hacerlo por obvias razones pero al ver llegar a la señorita Julia, se le abrió esa oportunidad.

-¿Cuál? –Preguntó.

-Están probando a la señorita Julia, como tú dices, están contentos con ella. Pero lo principal del comandante es deshacerse de ti así que me contactó. Así se deshace de ti y se deshacen de ella por “traer problemas a la ciudad”. –Silencio. –Tú sabes cómo es este negocio. Ella es foránea y no permitirán nunca que entre a este negocio.

Nadie hablaba, momento para hacer mi movimiento.

-Quítame esto de encima. No puedo creer lo que me hiciste, te voy a matar, perro. –Dije enojada o al menos fingía estar enojada. Realmente moría de miedo.

-Suena a una historia bien preparada por ustedes dos. –Dijo la mano derecha. No lo creía.

-Puedes creerme o no. –Dijo el taxista. –Tú tienes las armas, si crees que mentimos, mátanos y listo, se acaba este problema. Pero tú problema no se acabará. Lo que hice hoy, fue el comienzo para ti.

Escuché atentamente al taxista y sentí mariposas en el estómago. Era el primer hombre que me había demostrado que haría cualquier cosa por mí. Se miraba con muchas agallas y valiente, aunque por dentro quizá se estuviera muriendo de miedo. “Lo premiaré con todo lo que me pida” .

-Supongamos que te crea, te tendría que matar ahorita mismo sino irás con el comandante y estaré es más peligro. –Dijo.

-O puedes dejarme ir y trabajar para ti. Te conseguiré pruebas de que hablo con la verdad. –Dijo el taxista.

-Y ¿Ella? –Preguntó.

-Ella está igual en peligro.

-Entonces, lo que me dices es ¿Que tomé a la fuerza el puesto de comandante?

-Lo que te digo es que sobrevivas hasta pensar en un plan. –Silencio total.

La mano derecha hizo una seña a sus policías y nos quitaron las esposas. Rápido corrí sobre el taxista y con mis puños y mi débil fuerza, golpeé al taxista. Nos dejaron un rato hasta que me levantaron.

-TE VA A TRAICIONAR. –Grité. –ME TRAICIONÓ Y HARÁ LO MISMO CONTIGO. -La mano derecha se miraba muy preocupado, como que no sabía que creer. Me le acerqué y me dio una cachetada. -¿Qué te pasa?

-Me cuesta creer todo lo que me dicen. Acaban de poner en peligro a mi familia y no puedo perdonarlo.

-Yo no sabía nada. –Dije.

-Y ¿Cómo puedo yo saberlo? –Me preguntó. Y puse en marcha mi plan.

-Una mujer consigue más que un hombre, vamos a deshacernos del taxista y déjame investigar con el comandante. –Dije.

-Y ¿Cómo sé que no estás con él o no te pondrás de su parte? –Me preguntó.

Me acerqué a él.

-Conozco al taxista, conozco a su familia. Me gusta conocerlos y darles un trato amable porque quiero ayudarles en sus necesidades. –Le dije. –Pero me traicionó.

-Eso dicen, quizá todo sea inventado. –Agarré la metralleta de la mano derecha. La puso dura. –Deja ahí.

-Odio a esa persona que está ahí parada. –Le dije. –La odio por ponerme en peligro. Dame el arma y déjame demostrarte que puedes confiar en mí.

Nos vimos fijamente. Tomé la metralleta y la levanté hasta acercarla a mi cuerpo completamente. Vi cómo le hizo una seña a su gente.

Me volteé y vi al taxista. Levanté el arma y le apunté. Apreté el gatillo y sentí varios golpes en mi mano y mi cuerpo tembló.

Continuará.