Dando el culo de vacaciones
En unas vacaciones lejos de casa, un tipo entró hasta el fondo de mi cabeza, mi concha y mi culo.
Hace un par de años fui de vacaciones con dos amigas fuera de colombia, a un país del sur, en pleno verano.
Allá nos reunimos con algunos amigos, y ellos nos presentaron a su vez a gente de allí, entre ellos un tipo que me gustó de inmediato. Muy alto, delgado pero firme, con mucha personalidad y una mirada y voz super sexys.
Entre el calor, el trago y la sensación de estar de vacaciones, lejos de casa, no le costó mucho envolverme y calentarme, y ya la primera noche de rumba me llevó a su apartamento e hizo lo que quiso conmigo. Resultó ser un gran polvo, afortunadamente, así que el asunto sexual parecía resuelto por las próximas dos semanas que estaríamos allí.
Además de coger hablamos mucho de sexo, así que sabiendo mi "apertura total" y habiendo experimentado personal y profundamente mi calentura, al día siguiente tomó el control de la situación y me pidió que me pusiera una minifalda. Me dijo que saldríamos, y cuando estábamos por salir del apartamento, me tomó de la cintura, besándome el cuello. Inmediatamente reaccioné mojándome y abriéndome, y pensé que me iba a dar verga antes de irnos, pero en vez de eso me dijo al oído que me sacara los calzones y se los diera.
En fin, un man ideal me iba hacia el baño cuando me dijo que no, que me los sacara ahí mismo. Eso hice, metí las manos bajo mi faldita y me bajé los calzones (blancos) despacio y moviendo el culo. Se los dí, los guardó en su bolsillo con una sonrisa maliciosa, y nos fuimos.
Ya en el carro yo seguía inquieta, muy caliente y expectante, pero el man hablaba de otras cosas y me enseñaba la ciudad, aumentando a cada minuto mi desconcierto. Podría haberme cogido como quisiera en su apartamento, pero en vez de eso me tenía dando vueltas en el carro, con la concha pidiendo verga a gritos.
Cuando por fin llegamos a una zona comercial y nos bajamos del carro, la minifalda llamaba la atención de más de alguno, que miraba descaradamente, y de vez en cuando, mientras caminábamos, me lanzaban algún piropo subido de tono que me ponía peor aún.
Hicimos un par de cosas sin importancia, y luego me llevó a una galería comercial, lo seguí hasta un segundo piso y entramos a un sex shop bastante sombrío. Sólo estaba el vendedor y un par de manes mayores con mala apariencia, que se quedaron viéndome descaradamente.
Ya había estado un par de veces en esos locales, y había comprado algún juguete, pero nunca acompañada por un hombre, y la verdad es que me gustaba mucho. El man, con toda naturalidad, comenzó a pasearme por los pasillos, sujetándome por la cintura, mirando y tocando los consoladores, vibradores, bolas chinas, las películas, etc. Hacía comentarios calientes y me tenía desesperada. Siempre detrás de mí, me metía las manos bajo la falda y pasaba sus dedos por mi culo y mi concha. Yo no me atrevía a voltear, porque sentía las miradas de los viejos que andaban por ahí y eso me ponía algo nerviosa, pero precisamente eso era lo que parecía gustarle mucho a este tipo.
Después de un rato yo simplemente no aguantaba más la calentura, tenía la boca seca y cada palabra que decía parecía un gemido de gata en celo. Tomó un consolador bastante grande, una verga muy bien hecha, con venas y una cabeza enorme, me hizo tomarlo y me pidió que fuera donde el vendedor y le preguntara el precio, aunque estaba claramente marcado. Entendí la idea y lo hice. El man se paró a un par de metros detrás de mí y miraba divertido, pero el vendedor sólo me contestó muy naturalmente que era el que aparecía en la etiqueta.
Luego tomó una caja que contenía unas bolas anales, 5 o 6 bolas negras de plástico (no las recuerdo bien), me pidió que fuera a pagarlas y me dió el dinero, mirándome nuevamente a cierta distancia.
Volvimos al carro y por fin me dijo que íbamos a su apartamento. En el camino me seguía enseñando cosas de su ciudad, cuando de golpe, mientras miraba hacia mi derecha, sentí sus manos entre mis piernas, que rápidamente abrí lo más que pude, para que pudiera meterme los dedos en el charco que era mi concha hacía rato, pajeándome mientras conversaba de cualquier cosa como si nada pasara.
Ya desesperada, agarré su bulto y traté de desabrochar sus pantalones, pero no me dejó, lo que ya simplemente me tenía al borde de hacerme una paja yo misma o meterme cualquier cosa. No aguantaba más, y en fin, ese era el plan.
Cuando llegamos al apartamento serían como las 2 de la tarde, hacía muchísimo calor. Apenas entramos me tiré encima del man arrastrándolo hacia el sofá del living, y nuevamente me separó diciéndome que me estuviera tranquila. A esas alturas ya estaba francamente molesta, pero cuando iba a empezar a reclamarle me tomó y me llevó hacia la ventana del living.
El apartamento estaba en un primer piso, y tenía vista a la piscina del conjunto, que estaba a unos 30 metros. Había varias personas, bastantes niños y matrimonios, y a unos metros de la ventana había un señor mayor, de espaldas a nosotros, con las manos en la espalda y mirando la piscina, seguramente viendo a sus nietos jugar o algo así.
El man me tomó por detrás y puso su paquete en mi culo, apretándome y sobándome las tetas, y me pidió que me arrodillara y me asomara por la ventana. Creo que ya adivinaba cual era el juego así que lo hice, levantando bien el culo, por supuesto. Corrió las cortinas y dejó sólo los visillos, que cerró, dejándolos sobre mi espalda, de modo de que se viera mi cara pero no lo que había detrás de mí, pero al mismo tiempo él podía ver hacia fuera.
Me subió la faldita hasta mi cintura, y empezó a pasar la mano completa desde mi culo hasta mi clítoris, despacio pero firme. Yo sentía como la empapaba con mis jugos, cuando escuché que me decía "a ver como te portas".
Traté de poner mi cara más digna, aunque no había nadie hasta ese momento que hubiera reparado en mi. En eso sonó el teléfono y ya estaba apunto de matar a alguien. El man se alejó, contestando el teléfono, y por lo que escuchaba hablaba con alguna nena, pero en fin, se tardaba bastante y yo me volteé, me hizo una seña para que me quedara quieta en esa posición, y lo hice.
Cuando por fín volvío, debe haberse calentado mirándome en cuatro patas con la falda en la cintura y el culo y la concha abierta y mojada tan expuestos, porque por fin sentí como me hundía la verga sin preámbulos, y obviamente me la tragué entera por la concha, mordiéndome los labios, cerrando los ojos y ahogando un gemido.
Una riquísima y tradicional cogida en cuatro patas, dura y profunda, pero con 30 o 40 personas a unos pocos metros que en cualquier momento podrían fijarse en como mi cuerpo, empujado por las embestidas de mi vergón voyerista, se movía hacia adelante y hacia atrás, y mi cara demostraba el esfuerzo por conservar la dignidad y no reflejar el polvazo que me estaban echando.
Como pocas veces, la situación me celentaba tanto que sentía chorrear los flujos por mis muslos y esa verga, de tamaño respetable, parecía nadar en las profundidades de mi cueva.
Pero este man quería a toda costa que me hiciera notar, y hasta entonces no lo estaba consiguiendo. Me sacó la verga y me soltó una nalgada sumamente fuerte y sonora, que me encantó, pero tampoco logró sacarme un grito.
Me siguió perforando un rato, cada vez más duro, y al rato me sacó la verga y sentí como me sacaba la concha con algo, que supuse eran mis calzones (luego supe que así era). Incluso los metió en mi concha con sus dedos, girándolos para absorber mis jugos, y luego me volvió a penetrar, ahora con alguna dificultad y produciéndome un dolor riquísimo en los labios menores y en las paredes interiores de la concha.
Entre el polvo y el calor, los dos sudábamos muchísimo, sentía las gotas caer en mi espalda y en mi culo, y pese a todo seguía disimulando razonablemente bien la culeada a la que me estaban sometiendo.
Me seguía dando verga, ahora casi con rabia, riquísimo, pero con su genial idea de secarme la concha me tenía bastante irritada. Ya casi me había olvidado de su jueguito de exhibicionista (de exhibirme a mí, en realidad), cuando descubrí a uno de los tipos que estaba en la piscina, de no más de 18 años, mirándome atentamente, pero a cierta distancia, que supuse no le permitía darse cuenta de mis movimientos hacia adelante y hacia atrás ni de mi cara de puta.
El man me sacó la verga y nuevamente me pegó una nalgada, esta vez seguida por dos o tres de la misma intensidad, y decidió aplicar su "plan B", mojando un dedo en mi concha y hundiéndolo en mi culo. Lo recibí con sorpresa, instintivamente mi culo se contrajo, pero presionó con algo de fuerza hasta que logró hundírmelo hasta el nudillo, y luego lo revolvió un rato en mi interior, casi con prisa, para luego sacarlo de un tirón y ponerme la punta de su tranca en el sorprendido agujerito de mi culo.
Entre asustada y caliente a más no poder, traté de disimular la ansiedad que me producía que me fueran a romper el culo, arreglándome el pelo y secándome el sudor de la frente, pero cuando me la empujó con fuerza en mi agujero apenas dilatado, no pude evitar soltar un quejido corto pero fuerte, el viejito que estaba de espaldas se volteó a mirar qué pasaba y por primera vez reparó en mi presencia. La vergüenza y el dolor me hacían mirar hacia otra parte, ignorando a este señor que para mi desgracia empezó a acercarse a pasos cortos hacia mí.
Por fin el man tenía lo que quería, le escuché una risita de complacencia y empezó a perforarme con toda su fuerza. Por más que trataba de estarme quieta, no podía evitar los movimientos propios de la culeada ni la expresión de profundo dolor.
El viejito seguía avanzando, me preguntó si estaba bien, y ya me pareció demasiado, así que levanté una mano del suelo y traté de empujar al man, que disfrutaba enormemente de mi culo y de mi exhibición, pero me sujetó el brazo y siguió hundiéndomela. Traté entonces de componerme lo mejor posible y contestarle al viejito que si, que estaba todo bien, pero apenas me salían las palabras, así que no quedó muy convencido y se quedó parada mirándome fijamente, con cara de preocupación. Probablemente pensó que me sentía mal, que me estaban asaltando o algo así.
No soportaba más, pero afortunadamente la situación calentó tanto al man que me culeaba que me la hundió hasta el fondo de mis intestinos y descargó por fin toda su leche en mi adolorido y agradecido culo, y apenas se descuidó logré zafarme y pararme.
Me dejó abiertísima, y aunque no alcancé a acabar como me habría gustado, luego ese mismo día y en varios días sucesivos me dio toda la verga que quería, siempre inventando juegos calientes y creativos hasta que terminaron mis vacaciones y volví a casa con una irritación en la concha y el culo que no olvidaré jamás.
De hecho, él sabe que pase lo que pase siempre que quiera cogerme estaré bien dispuesta, aunque esté con otro, esa verga siempre encontrará mis piernas bien abiertas, y mis relatos aquí mismo. Un beso.