Dando culito: mis inicios.
Mis tres últimos amantes comienzan a escribirme, enviarme fotos y a pedirme sexo anal, los mensajes me calientan y llegan los recuerdos de mis inicios en el arte de...
Bogotá nueve de la mañana. El taxi pasa por el frente del edificio donde la noche anterior cogí con un delicioso maduro que había conocido en una diligencia bancaria. Mi cuerpo se estremeció, llegaron imágenes de lo sucedido horas antes.
Mis senos estaban intratables por los besos y mordiscos de la noche anterior.
Mi vagina trajinada por los embates de Armando el sábado en la tarde y de mi amante maduro la noche anterior. Me sentía llena de placer, tranquila satisfecha. Con deseos de trabajar.
Los mensajes comenzaron a llegar. Todos querían verme, sodomizarme, incluían fotos de sus jugosos penes, semi erectos y erectos. Recordé los mejores momentos con estos amantes, recordé como perdí mi virginidad anal. Regrese a mis 18 o 19 años, a mis entrenos de natación en las piscinas Alberto Galindo, a mis aventuras con un grupo de señores, amigos de mi entrenador, quienes de la noche a la mañana comenzaron a charlarme, a querer llevarme a casa, a invitarme a salir.
Debo confesar que se los mamé a todos y me cogí a tres o cuatro de ellos, uno me sodomizó por primera vez. Después de esa experiencia solo quería cogerme por detrás, lo hicimos en varias ocasiones, pero se creyó con derechos y simplemente le dije adios.
Las invitaciones comenzaron después de los entrenos, uno de ellos se acercaba, se ofrecía llevarme a casa, en el camino me llevaba a tomar jugo, iban deslizando la conversación hacia asuntos íntimos. No se apresuraban, cada uno de ellos me dio confianza.
Una o dos semanas después se la chupe al primero. Quería saber si tenía relaciones seguidas con mi novio, si me masturbaba, quería los detalles. Cuando fuimos al carro, se notaba su bulto, arranco y uso el viejo truco de palanca de cambios toque de rodillas. Lo deje, fue subiendo su mano, no iba por la ruta acostumbrada a casa.
Su mano no demoró en acariciar mi vagina, mis senos. En un pare me mostró su pene, era largo y delgado. 20 metros después lo tenía en mi boca, se lo chupe hasta que se corrió en mis labios. La noticia se regó entre el resto del grupo, a la semana siguiente todos me asediaban para llevarme a casa. Entendí el mensaje.
Esa semana el novio de la época me pasó a recoger dos veces, martes y jueves, el miércoles acepte que el más cucho de los cinco me llevara a casa, era un hombre de 35 años.
Tomamos el jugo de costumbre, me hablo de lo linda que estaba, me preguntó si mi novio era celoso, que le dañaba la cabeza a muchos hombres. En el auto, fue directo me comento que le estaba dañando la cabeza, le pregunte cuál cabeza, la respuesta fue obvia: las dos.
Estiré mi mano y toque su pene, lo desenvaino, estaba muy erecto. Lo masturbe un poco, él me tomo de la cabeza y me llevo hacia su vergota, se la chupe y casi llegando a casa le saque sus chorros de semen.
Fueron varias semanas de sexo oral. Sabía que querían y que la última palabra era la mía. Comencé a escoger a quien le aceptaba la invitación, la segunda vez era más fácil, todo pasaba sin rodeos, charla, jugo y pene. En muchas ocasiones le ahorraba lo del jugo e iba por lo mío.
No tardaron en querer cogerme, también quería cogérmelos. No sabía quién sería el primero. El azar decidió, coincidí con uno de ellos, un hombre de unos 28 años. El tipo era rudo y tierno, bien dotado. Egresado de la universidad donde estudiaba, fue por unos certificados, nos encontramos, se insinuó, acepte.
Cinco minutos después estábamos en su carro, ni corto ni perezoso me dijo vamos a un motel. Comprendí que no sería una mamada, que me iban a coger. No respondí, continúe con la conversación, al cuarto de hora o 20 minutos se cerraba la puerta de un garaje. Me miro, lo mire y por primera vez nos besamos. Fue un beso largo y lujurioso, un beso de deseo y excitación.
Por primea vez besaba a este hombre, antes se la había chupado unas cuatro veces. Fue el último de los cinco amigos que recibió la primera mamada, pero sería el primero en penetrarme.
Bajamos del auto y seguimos besando. Por primera vez sentí sus manos en mi cuerpo, la combinación de rudeza y ternura en las caricias. Mi blusa cayo al piso, sus labios se posaron en mis senos, comenzó a devorar mis téticas, a morder mis pezones, mientras sus dedos recorrían mis glúteos. Me deje llevar por ese huracán de placer.
Minutos después estaba desnuda, muy mojada. Él me beso y paso a olerme, cuando sintió el aroma del sudor de mis axilas enloqueció, me besaba, me mordía, me olía. O hablaba, actuaba.
Después bajo, bajo y bajo, me olio profundamente, disfrutó de mis aromas íntimos, de la combinación sudor, orines y jugos de mujer excitada. Su lengua y sus labios se posaron en mi sexo, beso mi clítoris, dibujo mis labios vaginales, y comenzó a chuparme y comerme el coño. Gemí, los gemidos se redoblaron cuando bajo a mi ano, lo beso, lamio y chupo mientras sus dedos entraban en mi vagina. Cuando estaba a punto de correrme me penetró.
Su poderosa verga se deslizó en un mar de jugos y un coro de quejidos. No resistí y me corrí en esa tranca, él me la dejo adentro y disfruto de las contracciones de mi vagina.
No terminaba de recuperar el aliento por mi orgasmo cuando comenzó su mete y saca. No era un ritmo frenético, era acompasado, fuerte, constante. Hablo por primera vez, “tu coño es tan rico como tu boca”.
Continuó hablando, alabando mi coño. Me puso de lado y continúo dándome. No tenía clemencia con mi sexo, lo partía una y otra vez con su poderosa herramienta. Después me ordeno cabalgarlo. Que delicia montar este semental y sentir como su verga me abría mientras bajaba y la devoraba con mi chocho.
Mientras lo cabalgaba me chupaba las tetas y uno de sus dedos fue a mi ano. Comenzó a rodearlo, a tocarlo, a meterlo un poco. El triple placer, me sacaba gemidos y gemidos. Me preguntó si ya me habían dado por el culo. Solo pude decir no. Enloqueció, me mordió las téticas, me penetró con uno de sus falanges y con la otra mano me impulsaba fuerte sobre el tronco de su pene.
Me puso de costado y me fue llevado hasta quedar en cuatro. Primero me tomo de las caderas y me clavo duro, después del pelo y me dio nalgadas, su excitación iba en crescendo, la mía también.
Sin avisarme me soltó y me tomo de la cadera, sentí que caía escupa sobre mi ano, después un dedo lo presiono, entro y comenzó el juego. Su pene entraba y su dedo salía, su pene salía y su dedo entraba. Me corrí, el no paro de vergearme, el orgasmo fue más fuerte.
Le pedí su leche, me preguntó donde la quería, en la cara le respondí. Me siguió dando, después me la saco, entendí que iba a pasar me giré y el primer lechazo cayo en mi nariz y boca, el gemía, el segundo en el pelo, el tercero cerca en los ojos, sentí ardor. El cuarto en mi garganta, logre aprisionarlo con mi boca y sentir sus palpitaciones y escupitazos de leche, mientras sus gemidos recorrían los espacios del motel.
Nos bañamos y salimos, me dejó en la universidad. Tres días después sospechosamente volvió a aparecer en la U, volvimos a coger. En esta ocasión me penetró con dos de sus dedos, ese día tuve mi primer orgasmo anal.
Él descubrió como y donde encontrarme, cómo gozar de mi cuerpo. Sus cuatro amigos aún no resolvían este enigma. Pronto su poderoso pene me enseñaría los placeres del sexo anal, pero ese es una experiencia para otro relato.