Dando culito: dervirgada
Hola continuo con mi anterior relato y narro como perdí mi virginidad anal.
No imaginé que iba perder mi virginidad anal en un motel cualquiera a orillas de una carretera. Nunca pensé en un lugar especial para que un macho me enculara por primera vez, estoy segura de que quería algo mejor, más limpio, con mejor olor, con colores distintos. No fue así. Estaba en cuatro, mi vagina cargada del semen del hombre que literalmente me estaba rompiendo el culo.
Venía cogiendo con este hombre desde mes y medio atrás, me buscaba una, dos tres y hasta cuatro veces por semana en la universidad y me llevaba a un motel cercano. Dos de sus amigos habían comenzado a gozar de mi cuerpo, pero nunca imagine que en ese viaje a un municipio cercano a Cali terminara perdiendo mi virginidad anal.
El viernes en la noche me llamó, me dijo que lo acompañara a unas diligencias en un municipio cercano a Cali, no más de 30 minutos de viaje. Durante el viaje conversamos mucho, el tema fue llegando a lo sexual, se acercaba el medio día el sábado y sabíamos que una vez terminara sus vueltas íbamos a comernos.
Los besos y el manoseo fue parte del programa. Cada que posaba mi mano sobre su bulto lo sentía duro, inmenso. Los deseos de chupárselo eran inaguantables. Mi vagina lubricaba, se encharcaba, palpitaba con sus dedos rosándola.
Una vez inició el viaje de regreso y salíamos de la zona urbana, no resistí y se lo empecé a mamar. El olor de esa verga, su aroma a sudor de macho arrecho, me termino de calentar. Solo escuchaba sus palabras: mamona, perra chupadora, traga verga, como mamas de rico perra.
Espera que llegamos, detuve mi mamada y me incorpore, la chica que atendía la entrada al motel se quedó mirándome, su mirada era de complicidad, de envidia. No imaginaba el tamaño de verga que venía chupando y que en minutos me iba a abrir nuevamente. Entramos, el lugar no me gusto, le iba a pedir que fuéramos a otro sitio, pero su verga emergió al frente de mis ojos, se la chupe de nuevo.
Vamos a entro. La habitación era fea, olía a moho. Las sabanas no se veían limpias, estaban curtidas, amarillosas. Observaba y él me quitaba el short que llevaba puesto. Sus dedos recorrieron mi vulva. Sentí electricidad pura, me tomo por la espalda y me puso en cuatro sobre el borde de la cama. Me ensarto su poderoso y rico pene. Me lo trague sin escozor, hasta el fondo. Me abrió, lo saco, lo volvió a meter, me clavo muchas veces, me lleno de leche.
Con este man había cogido el jueves, cogíamos todos los jueves en la tarde noche. Aún tenía el rastro de esa culiada. La de ese sábado fue mejor. Él estaba más arrecho, más ganoso, su pene más duro, más imponente, más agresivo. La imagen me parecía surrealista, estaba en un motel de mala calidad, dejándome clavar por un cucho, que me daba sin tregua, él concentrado en su puto placer.
Gozaba con cada estocada de su verga, gozaba cuando me la hundía, gozaba sintiendo como entraba, como salía, gozaba esperando el siguiente pollazo. Nos corrimos juntos, sus gemidos y su leche inundándome mi hizo gemir como perra arrecha. Quedamos en silencio. Dormimos un rato. Me despertaron sus caricias.
Me beso muy lento, recorrió mi cuerpo con sus besos. Se concentró en mis zonas erógenas, sabía de la sensibilidad de mis senos, del abdomen, del cuello, de la nuca, de la espalda. Sus caricias me calentaban, deseaba que volviera a entrar, su pene iba despertando, solo era cuestión de tiempo.
Se deleitó con mi sexo, sus dedos chapoteaban en mis jugos, cuando estaba a punto de decirle que me penetrara, bajo a mi ano. Comenzó con un leve beso, después lo recorrió con su lengua, lo lamio, lo chupo. Su lengua recorría vagina y ano, sus dedos comenzaron a jugar con mis dos fuentes de placer.
Mis gemidos comenzaron a escucharse por toda la habitación, el tono subía y bajaba. Él seguía concentrado en mi cuerpo. Cuando estaba a punto de llegar, me giro, me puso de espaldas. Me mordió la nuca y me beso el cuello.
Sentí las gotas de aceite y sus dedos recorriendo la espalda. Lo mire de reojo, su pene estaba más erguido. Las gotas cayeron en mis glúteos, después abrió un poco y la sentí en mi ano. El deseo de que me diera era intensa, pero lo calle, quería que siguiera su juego.
El masaje fue delicioso, sus dedos entraron en mi ano sin dificultad, estaba relajada y ansiosa. Sabia que me iba a encular, estaba tranquila, esperaba en momento, tenía algo de ansiedad.
Me tomo por las caderas y me puso en cuatro, su verga entro en mi vagina de forma deliciosa, única. Después sentí como me castigaba el ano con ella, cada golpe era delicioso. Una nueva penetración vaginal, un intento o varios intentos de entrar por mi trasero, combinados con vergazos fuertes y directos en mi chocha.
Cuando sentí que su verga rozo mi ano y comenzó a entrar, me relajé, sabía que había llegado el momento.
Respiraba profundo para matizar el dolor, él acompasó la penetración con mi respiración. Sentí un quemonazo de dolor y placer cuando su glande superó el primer umbral, gemí, mordí la almohada, respiré. Él que se quedó quieto, me dijo respira, respira, relájate, que te la vas a tragar toda por el culo.
Sus palabras me arrecharon, eche mi cola hacia atrás, la quería adentro, sentir sus huevos en mi concha. “La perra quiere verga”, y continúo penetrándome.
El control de la respiración y sus palabras facilitaron el proceso, pronto la tuve a tope. La sentía dura, gruesa, tanto que me llenaba totalmente el culo.
Me la saco lento, solo dejo adentro la cabeza de su verga, me la enterró nuevamente con suavidad y dulzura.
Mi ano comenzaba a ajustarse, la ansiedad desaparecía y el placer aumentaba. El dolor era manejable, se combinaba con el gozó, era una sensación novedosa.
La lentitud fue desapareciendo, su chimbo empezó a entrar y salir de mi culo con mas rapidez. Sus dedos jugaban con mi clítoris, el placer era descomunal.
Le pedí cabalgarlo. Quería saber que era subir y bajar sobre una verga enterrada en el culo. Se acostó, me senté en ella. Se fue hasta el fondo, que delicia.
Él comenzó a pedirme que lo montara, que lo deslechara con mi culo.
No podía creerlo, solo gemía de la sensación de subir y bajar sobre esa verga enterrada en mi culo. Él olvido mi nombre, me trataba de perra, de puta de zorra, me decía que le estaba exprimiendo esa verga muy rica con mi culo. Que me la siguiera tragando.
Sus palabras me estimulaban para bajar y dejar entrar su pene en mi ano y para subir y dejarlo salir. El placer era infinito, era doloroso, acompañado por sus palabras soeces. Por primera vez en mi vida tuve un orgasmo anal. Mis gemidos resonaron por la habitación, sudaba y me estremecía en oleadas y oleadas de placer.
Caí desmadejada, mi macho no iba a permitir que me relajara, me tomo de la cintura y me puso en cuatro, sentí su saliva en mi ano, la cabeza de su chimbo entraba y comenzaba a abrirse paso en mi culo. Me la trague toda. Él comenzó a vergearme el culo muy despacio y a prometerme que me lo iba a llenar de leche.
Su primera nalgada me sacó de mis placeres orgásmicos. Fue dolorosa y deliciosa. Me acomodé un poco para facilitar y gozar de la penetración.
El tas,tas de cada nalgada, se combinaba con mis gemidos y con su vocabulario soez. La curva de placer volvía a incrementarse.
Me decía que era muy puta, que mi culo se comía su gran verga, que mi culo pedía y pedía polla, que no se cansaba de recibir chimbo. Que eran tan puta por el culo como por la boca y el chocho. Que me quería seguir y seguir dando por mi culo, que me quería sacar la mierda.
En medio de sus palabras, dejó de azotarme y me tomo de la cadera. La penetración era más firme, más fuerte, mas directa. Su pene iba y venía, entraba y salía, él comenzó a narrar lo que veía. Me contaba como me lo sacaba hasta la punta y lo volvía a entrar, que tenía el culo muy abierto, pero que él lo gozaba. Deseaba que nunca olvidara quien me rompió el culo por primera vez, quien me abrió. Qué más de uno en la piscina quería encularme.
Sólo le pedía que me diera más y más, que siguiera abriéndome el culo con su rica verga. Comencé a gemir, conocía esos gemidos, con ellos anunciaba que pronto se correría.
Le pedí que me diera duro, muy duro, que quería su leche en mi culo. Literalmente atenazó mis caderas, me inmovilizó y comenzó a darme verga con toda su fuerza. Gemí de placer, se arrecho más, seguí gimiendo, su chimbo se inflamó, me lo sacó y me lo hundió hasta el fondo. Lo sentí cabecear dentro de mis intestinos, escuché los gemidos de mi macho, sentí su semen inundándome el culo, sentí que me corría analmente. Gemimos, gritamos, caímos desmadejados... sentí que tenía que ir al baño… cuando regrese aún estaba en los umbrales de su orgasmo.
Cerré los ojos, creo que me dormí un poco…. me despertó, me dijo nos vamos… regresamos a Cali…