Dana Scully; agente encubierta del FBI

En busca de un criminal, Scully se infiltra sola en un local. Pero, ¿hasta que punto esta dispuesta a comprometerse para proteger su tapadera?

Era un caso para salir de la rutina.

El FBI buscaba agentes para infiltrarse y detener a Alvarado, un narcotraficante colombiano que pasaría unas horas en Los angeles.

Dana se presentó aun a sabiendas de que no la iban a seleccionar por no tener experiencia en infiltraciones.

Pero su cara llamó la atención de los jefes del operativo. Un rostro comun que no llamaría la atención.

Como mujer que era, lo del rostro comun no agrado a Scully pero se tragó su orgullo y se unió al equipo.


Dana, junto al agente McGuinness se situó casi en frente de la puerta del club. Su tapadera era un pequeño puesto que alertaba de los riesgos del SIDA y su prevención. Vigilaban la entrada principal y el callejón por la que se accedía a la de servicio.

El equipo estaba a punto de introducir a una agente en el local en el que el hombre que buscaban iba a reunirse con otros tantos. Una llamada intervenida revelaba que se precisaban los servicios de una bailarina como entretenimiento. La policía se había ocupado de interceptarla para que el FBI pudiera entrar.


La agente Santiago caminaba hacía el club cuando, de la forma más tonta, tropezó y cayó estrepitosamente al suelo. Todos contuvieron el aliento. Cuando la mujer no se levantó, 7 meses de investigación se fueron a la basura.

McGuinness y Scully se abrieron paso entre los curiosos y los preocupados, la recogieron y la subieron al piso desde donde se dirigía el operativo. Los nervios estaban a flor de piel. Con un brazo, y puede que la rodilla, rotas; todo había acabado.

Solo había otra mujer en el equipo; pero no estaba preparado. Es más, ninguno creía que Scully tuviera actitudes para entrar.

  • Yo lo haré- afirmó Dana con seguridad.

Tuvo que repetirlo dos veces más antes que la escucharan.

Al miraron en silencio. ¿Scully como bailarina?

  • Estaras sola ahí dentro. Ni microfonos ni cobertura- explicó D´Armata, uno de los hombres al mando, cosa que ella ya sabía- Hablamos de gente peligrosa.

  • Hablamos de muchos meses de trabajo. Puedo hacerlo.

Un nuevo silencio. D´Armata sopesaba sus opciones.

  • Esta bien, mierda. Pero no puedes ir vestida así.

La ropa de Santiago le quedaba algo pequeña. La falda corta de color azul con motivos celtas bordados le constreñía la cintura. Tuvieron que rajar el top casi hasta la mitad por los costados. Se puso su chaqueta sport roja porque la que la otra agente llevaba no le servía. Y olvidarse de las medias y los zapatos de tacón. Santiago, pese a lo dolorida que estaba, la ayudó a maquillarse.


  • Hola, soy Abby- le dijo Scully al portero- Sam me llamó el miércoles.

El portero retrocedió y marcó una extensión en el telefono sujetó a la pared. Unos minutos más tarde, Sam, el dueño de club, salió a recibirla y la invitó a pasar.

El local estaba repleto. Muy buen ambiente.

El dueño la guió al piso de arriba; la zona privada. Insonorizada. Moqueta en el piso. Abrió una puerta y se encontraron con una mujer rubia de muy buen ver cambiándose.

  • Tu compañera esta noche- le dijo Sam a la mujer. Luego se dirigió a Dana- Vístete. Vendré a por vosotras en  unos quince minutos.

-  Shelly- se presentó la rubia extendiendo la mano cuando el hombre se marchó.

  • Abby.

  • No te he visto por ahí. ¿Nueva en la ciudad?

  • Soy de Virginia. Me vine hace unos meses- respondió agil Scully.

  • Aja. Bueno, esta gente hace las cosas a su manera. Ahí hay un vestido. Haber si hay suerte y es de tu talla.

Dana sacó el traje de una taquilla. Un vestido de noche negro. ¿Cómo se bailaba en un club con aquello? Falda larga abierta por un lateral. Espalda al descubierto. Generoso escote con los senos cubiertos por la tela que, a modo de tirantes se unían detrás del cuello.

No había lugar para el sujetador así que se volvió y se lo quitó.

Los minutos que siguieron tuvieron una incómoda conversación entre desconocidas. Para alivio de ambas, Sam regresó.

  • Bueno chicas, vamos allá. Recordad, vosotras a lo vuestro. No hablaís si no os hablan. Y oidos sordos a lo que se diga. ¿OK?

Las condujo por el pasillo hasta unas puertas dobles. Nada más abrirlas, Scully vio un pequeño escenario con algunos instrumentos donde supuso que bailarían.

Pero al entrar, se encontró con cama redonda con sabanas de saten rojas. No le gustó nada su presencia. Al otro lado de la habitación, sobre un par de mesas unidas, comida y bebida en abundancia. Otra puerta daba a una habitación contigua. Scully se situó de forma que pudo ver una gran mesa rodeada de sillas en su interior y algunos hombres cuyos rostros reconoció por las fotos que había visto.

Elementos criminales locales.

  • Tomad algo rapidito y segun veaís que van llegando, empezad.

Shelly se puso una copa. Dana no se perdía detalle de los recien llegados y pegaba el oido. Cuando más atenta estaba, Shelly la cogió de la mano y se la llevó junto a la cama.

  • Creo que ya podemos empezar- dijo situándo detrás de la agente encubierta y acariciando desde su hombro derecho hasta la mano.

Scully se sorprendió con el gesto. Pero no tanto como cuando Shelly besó su cuello.

Como un rayo, entendió lo que pasaba. No era un baile, sino un show. Un show lésbico.

Ante las miradas de los invitados, Dana recuperó la compostura. Las manos de Shelly rodearon sus senos y los masajearon. La agente estaba rígida, los brazos caidos, su mirada clavada en el suelo. Consciente de sus pasividad, llevó sus brazos atrás y posó su manos en las nalgas de la rubia.

Scully tembló de miedo cuando las manos de Shelly bajaron por su vientre camino de la entrepierna solo para desviarse en el último segundo hacía sus muslos.

Los hombres entraban y salían, tomaban algo y dedicaban unos instantes a contemplarlas. En realidad estaban más ocupados hablando entre si. Dana dividía su atención entre ellos y Shelly. Sus escuchas dieron resultados cuando oyó que el club tenía una entrada que el FBI no había previsto. Bajo el local discurría uno de los canales de desague de ls ciudad; lo suficientemente grande para que circulara un coche. Un pequeña perforación en el suelo y así era como los que no querían ser vistos entraban en el club.

Las manos de la profesional fueron tras su cuello y notó como soltaban el corchete. Antes de que pudiera reaccionar, la tela cayó y sus pechos blancos, tomaba el sol en bikini, quedaron al descubierto. Muerta de verguenza, cruzó sus brazos sobre ellos, tapándolos.

Shelly se situó ante ella y la contempló con rostro divertido.

  • ¿Vas a ir de tímida y cohibida? Por mi, de acuerdo- dijo mientras se arrodillaba.

Dana tuvo unos segundos para autoconvencerse de que podía aceptar aquello por el bien del operativo. La rubia abrió corchete y cremallera al final de  su espalda y tiró del vestido. Frunció el ceño al encontrase unas castas bragas color carne sin un solo toque sensual.

Scully levantó alternativamente una y otra pierna para terminar de sacarse el vestido. Luego ayudó a Shelly a desvertirse. Quedó claro hacía donde miraban los ojos de los tios. El cuerpo de la rubia estaba mucho mejor que el de Dana.

De pronto, uno de los hombres llamó la atención sobre las servilletas rojas y provocó risas generales. Y otro lo hizo sobre los posavasos de idéntico color.

¿Qué sería lo que los distraía de los cuerpos semidesnudos de dos mujeres?

Casi de inmediato, los hombres regresaron a sus conversaciones o comenzaron a pasar y sentarse en la otra habitación.Estaba claro que los allí presentes no estaban por la labor de contemplarlas. La reunión debía ser muy importante.

Subitamente, su objetivo entró saludando a los presentes. Alvarado estaba en el club. Por fin podían dar caza al traficante.

  • Abby- la llamó Shelly haciéndole una ligera seña para que la despojara de su tanga.

Dana, sentada en la cama, quedó parada mirando hacía la ropa interior sin atreverse y tuvo que ser la mujer quien terminara de desvertirse. Ante los ojos de la agente del FBI quedó un sexo perfectamente depilado.

Suavemente, la mujer la empujó para que se tendiera en la cama. Con algunos hombres aun presentes y otros mirando desde el otro cuarto, Scully tuvo que hacer un verdadero esfuerzo emocional para permitir que le quitara las bragas. La piel blanca indicaba la forma del bikini que usó ese verano. Ella también estaba depilada pero prefería dejar un pequeño montículo de vello sobre su rajita.

Shelly se las arregló para que no se notara la compresa que llevaba y esconderla bajo la cama. Para ella estaba más que claro lo que pasaba. Pero no iba perder el dinero que había convenido. Se colocó por encima de Scully y acarrició sin pudor sus pechos y abdomen.

Dana necesitaba más tiempo. Tiempo que Shelly no le daba. Tomó sus muñecas y jugó a resistirse riendo un poco. Estaba a un paso de darle un par de bofetadas y quitarsela de encima. Se dio cuenta que uno de los hombres la miraba con el ceño fruncido. Comprendió que su cara debía reflejar la angustia que padecía ante el acoso.

Se estaba descubriendo a si misma.

Lentamente, dejó de reisitirse y la otra prosiguió su avance. Shelly separó las piernas de Dana y comenzó a acariciar su sexo con un dedo. La federal se estremeció. El hombre asintió y se fue con los últimos a la otra habitación sin perderlas de vista desde allí.

Dana luchaba por no echarse a llorar. Había sobrepasado el límite de lo que su deber le exigía. Iba a levantarse y se marcharse cuando, en un rápido movimineto, Shelly se agachó y metió la cabeza entre sus muslos. Scully no tuvo la menor duda de lo que venía a continuación.

¿Hasta donde iba a llegar para proteger su tapadera?

Para ella el tiempo pareció ralentizarse. Haciendo de tripas corazón, cerró los ojos y esperó.

El roce húmedo en su sexo tensó su cuerpo y un quedo gemido escapó de su garganta. Shelly se concentró en su parte superior, a la altura del clítoris. Trazaba círculos con su lengua. Scully se aferró a las sabanas y contempló, con espanto, como la rubia le comía el coño. En su interior combatía los efectos que aquella mujer le provocaba.

Ella no era de esas. Jamás se había  fijado en otra mujer de esa manera. En ocasiones, había fantaseado o imaginado como sería. En algun momento de su vida, todos lo hacen. Pero ella no quería realmente.

Pero las caricias de Shelly despertaban su cuerpo, solitario desde hacía tanto tiempo.

Si, eso debía ser. Llevaba demasiado tiempo sin estar con un hombre. Tenía que dominarse. Pensar en otra cosa. No perder detalle de lo que sucedía en la otra habitación. Pero los ojos que la observaban del otro lado eran lujuriosos. Parecían saber como se sentía y ansiaban más. Dejó de mirarlos.

Shelly separó sus labios y pasó a lamer toda la raja de abajo a arriba. Dana se estremecía de gusto y se mordía los labios para no gritar. Olvidó la habitación de al lado. Perdía su lucha interna. Shelly lamía como una posesa. Como si verdaderamente le fuera la vida en lograr que Scully se corriera.

El ruido de una puerta al cerrarse hizo abrir los ojos a la federal. La puerta que comunicaba con el otro cuarto había sido cerrada.

Estaban las dos a solas.

Dana miró a Shelly enfadada. Ya podía acabar con aquello.

Podía; pero decidió que la dejaría continuar un poco más. Solo un poco.

La experta rubia  le proporcionaba un inmenso placer. La agente ya no se contuvo y gimió de gusto. Shelly la miró desde abajo. Sus ojos transmitían la satisfacción que sentía al darle placer. Con una mano separó lo mejor que pudo los labios e introdujo dos dedos de la otra. Scully gimió larga y prolongadamente.

Se entregó totalmente a al mujer. ¿Qué importaba ya que ella no fuera lesbiana? No iba a dejar pasar el momento. Su mano izquierda tiró de la sabana hacía su cara para limpiarse el sudor. El dibujo de la tela le resultó familiar. Al observarlo bien vio que se trataba del símbolo del FBI.

De inmediato lo relacionó con las anteriores risas de los delincuentes ante los posavasos y servilletas rojos. Una gracia del organizador de la reunión.

Scully se dio cuenta de la ironia.

Una agente federal follada sobre sabanas federales.

Shelly continuaba con su tarea de penetración y chupadas al clítoris, siempre antenta a las reacciones de Dana. Esta, estaba ya a punto y por eso apresuró el ritmo de sus dedos y chupó con más fuerza.

El tono de los gemidos de Scully subió hasta convertirse en algo realmente agónico y al unísono con las embestidas de la profesional.

Dana se agarró fuertemente a las sabanas. Su último pensamiento claro fue de lástima por si misma. Había sucumbido tan deprisa a la lujuria.

Más que un orgasmo, Scully tuvo una corrida brutal. Gritó su placer a pleno pulmón, completamente liberada. Su cuerpo se sacudió duramente con cada contracción.

Y todo terminó. Quedó tendida; temblando levemente.

Shelly siguió comiéndosela hasta que Scully se quejó. Estaba tan sesnsible que ahora la lengua le molestaba.

  • Se nota que ha sido tu primera vez- le habló la profesional con voz dulce- Tu primera vez con una mujer y tu primera vez en público. ¡Solo así se explica que te dejaras puesta la compresa!

Aquel comentario devolvió a Scully a la realidad. Alvarado.

Se levantó y fue hacía la puerta. A traves del ojo de la cerradura vio que la habitación estaba vacia.

Entró llevándose la mano drecha a la cabeza.

Lo había perdido.


A las puertas del club, Shelly le dio dos besos en las mejillas para despedirse y luego estrechó su mano. Scully notó el pedazo de papel.

  • Por si un dia tienes ganas de continuar.

Luego se subió a un taxi y desapareció en la noche.

Dana miró hacía las ventanas del piso donde la esperaban.

¿Qué les iba a decir?

Se estremeció. Era probable que, algun dia, sus compañeros arrestaran a los presentes en la reunión y se enteraran de hasta donde había llegado para no ser descubierta.

Una profunda tristeza la embargó mientras subía. Casi al llegar recordó el papel. Sentimientos encontrados la confundían.

Lo tiró por la escalera.

Luego bajó, lo recogió y se lo guardó en el bolsillo de la chaqueta.

Por si un dia volvía.