Dan

Un joven busca sexo en la noche

No es un relato propio, sino que está subido a petición de una persona muy especial


Dan estaba entonces convencido de que no era la mejor de las ideas. Su pelo oscuro, mal peinado pero queriendo dejarlo así, como si cada mechón hubiera estado perfectamente pensado para que quedara en su sitio incorrecto. No era un hombre musculado, casi que más bien los músculos que se le marcaban eran por delgadez, no por tenerlos trabajados. La cola para entrar en la discoteca se hacía eterna, y se frotaba las manos mientras esperaba, y el vaho salía de entre sus labios como si estuviera fumando.

Los pasos que daba eran cortos, y no tener a nadie que le hiciera compañía se le hacía un tanto raro. Miraba el móvil de vez en cuando por si llegaba algún mensaje. Nada. Y fue así como pasó los minutos hasta conseguir entrar en el abarrotado antro al que había decidido hincar el diente aquella fría noche. No iba a poder hacerlo si estaba tan sobrio como en aquel instante, por lo que su mirada se fijó en la barra y su mente pensaba más en las copas que iba a necesitar, y la pasta que tendría que soltar para que aquel plan pudiera llevarse a la práctica. Pero claro, tampoco podría pasarse, porque entonces tampoco respondería. Tenía que empezar a beber, dejar de pensar, y comenzar a actuar, que era lo más importante.

Un vaso de ron cola, del malo y barato. Paseó la mirada por la estancia, con cuidado. Sabía que no era el hombre más guapo con el que se iban a encontrar las chicas aquella noche, pero sus veinticinco años lo empujaban a ser un atrevido en esos temas, aunque no lo hubiera sido antes de aquella misma mañana. Un trago demasiado largo y un vaso que se vaciaba demasiado rápido. Los pies de Dan se dirigieron a la pista, torpe, pues nunca había sabido bailar, sin poner un rumbo fijo. Y sin saber muy bien cómo ni por qué, no había pasado mucho cuando había conseguido acercarse a una mujer, con el pelo rubio ya mal recogido a esas alturas de la noche. El traje no dejaba mucho a la imaginación, las tetas casi se le salían por el escote, y mientras bailaba tenía la manía de tirar del vestido hacia abajo, intentando tapar la ropa interior que Dan había incluso dudado que existiera. Quizás le sobraban unos kilos para estar en el peso ideal, o en ese estándar de 90-60-90 que buscaba todo hombre, pero al moreno le gustaba así, y mucho, eso no podía negarlo.

Había comenzado un baile torpe con el que se había ido arrimando a ella, pero ahora sus pies daban cortos pasos y sus manos grandes habían decidido posarse sobre las caderas de la rubia, que se dejaba hacer y sólo provocaba en el chico un calor incontrolable.  Se fue acercando y cuando menos lo esperaba, tenía los labios de la mujer pegados a los suyos. Dan era torpe, pero no estúpido, y con mucho disimulo fue subiendo una mano por las caderas, hasta llegar a una de las voluptuosas tetas de la chica, que rozó esperando un rechazo. Pero no fue así, por lo que más confiado, comenzó a magrearla como si no hubiera nadie más en aquella pista de baile.

No controló el tiempo que se llevaron ahí, pero no se pensó ni un segundo obedecer cuando escuchó a la chica gritarle en el oído ese “ven conmigo”. Jamás se hubiera imaginado que las cosas pudieran ser así de sencillas, pero no era momento de poner nada en duda. Apartando a la gente, y mirando el contoneo de las caderas de la chica sin nombre a la que agarraba una mano, Dan se vio metido en un largo baño, con diferentes cubículos, la música algo más apagada, pero gente que hablaba o hacía alguna que otra cosa no del todo legal. La rubia fue empujando las puertas, hasta que una se abrió y se metió dentro, atrayendo a Dan con ella. Cerró la puerta, el pestillo y se giró hacia él.

Se subió un poco el traje, lo suficiente como para que el joven desmintiera su idea sobre la inexistente ropa interior al ver el tanga fino de color blanco, que no se quedó mucho más tiempo en su sitio. La chica pasó las tiras del tanga por sus altos tacones con una risita malvada y lo dejó sobre la tapa del wc mientras ella se sentaba sobre la cisterna.

Lo atrajo hacia ella y comenzó a besarlo, rozando con la palma de su mano la entrepierna de Dan, que en el último minuto había crecido más de la cuenta.

― Vaya, mira lo que tenemos aquí. ― La sonría maliciosa de la rubia tetona sólo conseguía ponerlo más cachondo, a lo que respondió acariciando con cuidado uno de sus muslos, que, casi como si de un acto reflejo de tratara, provocó que la mujer subiera una pierna encima del baño, dejándole vía libre a las caderas de Dan. Este en cambió, sólo siguió con las caricias, y los besos en el cuello, y ambas cosas se interrumpieron para que se dedicara a sacar del enorme escote las tetas más increíbles que el moreno había visto jamás. Eran grandes, y los pezones eran perfectamente redondos, así que no se lo pensó mucho más antes de pasar la punta de su lengua por uno de ellos y escuchar el jadeo de la mujer desconocida que lo acompañaba en aquel reducido espacio. Llevó uno de sus dedos a los labios de ella, en un extraño intento de silenciarla, pero sólo consiguió que ella lo chupara, imitando a la perfección las succiones de una felación casi profesional.

― Joder… ― Fue la primera palabra que salió de la boca del moreno antes de volver a besarla y acariciar la cara interna de sus muslos. El pantalón comenzaba a hacerle un daño considerable, por lo que se movía algo incómodo.

― Méteme los dedos. ― Era casi un susurro, un gemido. Pero ahora el que sonreía con malicia era él. La hizo sufrir un poco más, rozando sólo con la punta de sus dedos, notando la humedad que aquella escena provocaba en ella, pero no aguantó ni un segundo más cuando ella lamió su oreja. Dos dedos se introdujeron  en la chica, arrancándole un gemido, a lo que él provocó chistando, buscando sus labios para volver a besarlos. Los movía con delicadeza, como si fuera un experto en el tema, hasta que comenzó a meterlos y sacarlos como si de sus propias embestidas se tratara. La rubia gemía en su oreja, y Dan sólo podía buscar con la mano que le quedaba libre el culo de ella, atrayéndola hacia sí, rozándose sutilmente con la pierna que ella aún mantenía en el suelo.

― Métemela. ― Sus ojos casi lo suplicaban, pero aquella había sido una orden en toda regla. Dan sacó sus dedos mojados, pero sin preocuparse de ello de desabrochó el pantalón con la ayuda de ella, con más rapidez y voracidad de las estrictamente necesarias. Estos cayeron al suelo con un ruido apagado por las voces que charloteaban fuera del pequeño espacio y ella comenzó a masajearle el miembro, que se alzaba en todo su esplendor al bajar los calzoncillos lo justo y necesario. Dan no esperó mucho más para hacer los deseos de la joven realidad; la besó como si le fuera la vida en ello, y, ayudado con una mano se la metió tal y como ella había pedido, con una embestida poco delicada, que arrancó de los mal pintados labios de la rubia un grito de placer.

Eso sólo lo incentivaba para comenzar con unas embestidas lentas, pero profundas, que hacían a la chica jadear al compás. Al otro lado de la puerta, alguien llamaba, pero el moreno estaba demasiado concentrado en sobar las maravillosas tetas de la rubia mientras la follaba como para atender a peticiones. Aumentó la velocidad, por lo que la chica tuvo que agarrarse a él para que el temblor de sus piernas no la hicieran desfallecer. Sus “sigue, sigue” susurrados al oído de Dan sólo conseguían motivarlo, provocando unas respiraciones profundas, y haciendo que él también tuviera que agarrarse a las estrechas paredes de su estancia. Se separó entonces de ella, y sin decirle nada, la obligó a darse la vuelta, a inclinarse levemente, dejándole a la vista todo lo realmente interesante en ese momento para volver a follarla, casi mejor que hacía unos instantes.

Los placenteros gemidos de la rubia sonaban apagados por sus propias manos, que intentaban sin mucho éxito no exteriorizar lo que estaba sintiendo mientras un desconocido la embestía como si en ello le fuera la vida. Un escalofrío, recorrió el cuerpo del chico, que la sacó entonces, corriéndose en el suelo de baño, con un sordo quejido. Dejó caer la espalda en la puerta del cubículo, mientras ella intentaba ponerse de nuevo el tanga y le daba algo a Dan para que se limpiara. Unos segundos después tiraba de la cadena y se subía los pantalones, saliendo de allí aún sin ponerse el cinturón.

― Ha sido genial. ― Le dijo a la chica antes de salir del baño donde muchos los miraban comentando. No recordaba haberle dicho nada más en toda la noche. Se coló de nuevo entre la gente, buscando hueco para salir de allí lo antes posible. En la calle seguía haciendo el mismo frío, pero el cuerpo ahora caliente de Dan se quejaba un poco más. Cogió el móvil y marcó.

― Cris, lo he hecho. ¿Ahora qué? ― Al otro lado de la línea sólo se escucho una risita juguetona seguida de un gemido, sin duda alguna, de placer absoluto.