Damos una lección a un violador

Mi primer relato de ballbusting y algo más...No apto para todos los públicos.

Todo empezó una tarde de verano. Mi hija y yo con decidimos ir a una playa pequeña y más alejada de las que normalmente vamos por recomendación de una amiga.

La verdad es que era una playita deliciosa y con poca gente. Nos quedamos hasta tarde y éramos ya las últimas.

Vimos a un chico joven, de unos 20, que paseaba por la orilla y se nos acercó sonriendo. Mi hija y yo estábamos en topless aprovechando los últimos rayos de sol.

El chico se plantó delante de nosotras y empezó a hacer comentarios sobre nuestras tetas. Al principio lo ignoramos pero él fue subiendo el tono.

Al final le pedí amablemente que se marchara, pero él se burló y me respondió "A mí no me manda ninguna zorra como tú"

Le dije que si no se marchaba llamaría a la policía pero entonces el sacó una navaja y nos amenazó a mi hija y a mí.

En ese momento me puse muy nerviosa, no había nadie cerca y aunque gritara él nos podía matar sin que nos ayudara nadie.

Le dije que le daría el dinero que llevaba pero el dijo que no quería el dinero si no a nosotras. Nos ordenó que nos desnudáramos las 2.

Obedecimos sin rechistar, aunque yo vi a mi hija más tranquila que yo. Luego nos ordenó ponernos de rodillas y luego se bajó el bañador mostrando un pene algo pequeño pero 2 testículos enromes y colgantes.

Yo jamás había visto nada igual. Me agarro del cabello y me acercó a su polla. Entonces pude ver más claramente sus huevos peludos y colgantes que se balanceaban como 2 péndulos. Su polla era algo pequeña pero venosa y tiesa.

Yo sabía lo que quería y para evitar que nos hiciera daño abrí la boca y él me acercó más agarrándome por el cabello.

Note el cabezón entrando en mi boca y pude ver de reojo a mi hija arrodillada a mi lado. Yo cerré los ojos muerta de vergüenza pero en ese mismo momento oí como el chico gritaba y se arqueaba encima de mí.

Inmediatamente me aparté y vi a mi hija sonriendo con el puño cerrado. El chico había dejado caer la navaja y se sujetaba los huevos con ambas manos y con una expresión de dolor en el rostro.

Rápidamente cogí la navaja y la acerqué a él de forma amenazante pero vi que era innecesario, el chico apenas podía moverse del fuerte puñetazo que mi hija le había dado.

Sabía que el efecto del puñetazo duraría poco tiempo así que busqué algo con que poder atarlo pero lo único que encontré fue la parte de arriba de mi bikini. Le até las manos por detrás de la espalda esperando que fuera suficiente para inmovilizarlo.

El chico yacía en el suelo con las manos atadas a su espalda pero poco a poco se iba recuperando e intentó darnos varias patadas. Algunas acertó a darnos en las piernas, por lo que mi hija y yo nos miramos e hicimos lo mismo, darle patadas pero apuntando a sus huevos que ahora estaban desprotegidos.

Inmediatamente paró y volvió a retorcerse de dolor, esta vez sin poder protegerse ni tocarse sus partes. Usamos el resto de nuestros bikinis para atarle los pies, pero dejando a la vista sus enormes huevos, ahora más hinchados y su polla aun tiesa.

Miré a mi hija orgullosa de su reacción. Había sido muy hábil al darle el puñetazo y acertarle en los huevos. Ahora mirábamos las 2 de pie y desnudas a nuestro atacante, también desnudo en posición fetal gritando de dolor y maldiciéndonos.

Aunque estábamos solas en la playa, sus gritos eran muy fuertes, así que decidimos ponerle su propio bañador en la boca, para callarlo. Luego lo tumbamos entre nosotras y nos sentamos una a cada lado.

Yo estaba muy sorprendida de ver su polla aun dura a pesar del evidente dolor que sufría. La acaricié suavemente notando como palpitaba entre mis dedos. Luego fui bajando y acaricié los huevos que me habían llamado la atención desde un principio.

Ahora estaban más morados e hinchados. Los acaricie con las yemas de mis dedos, notando lo calientes que estaban. Luego intenté sujetarlos con una sola mano, pero era imposible. Así que me centré en sujetar a uno y amasarlo lentamente. Su tacto era agradable a pesar de estar visiblemente abultado.

Entonces sentí la necesidad de apretar ese huevo entre mis dedos y al hacerlo vi como el chico intentaba gritar de dolor pero no podía emitir casi ningún sonido debido al bañador que le rellenaba toda la boca. Pero también ví como su polla palpitaba. Pasé un dedo de mi otra mano acariciando todo su cipote de la cabeza a la base, notando las protuberancias de sus venas hinchadas.

Mi hija reía al verme. "¿Te gusta mama?" pregunto con cara de niña inocente. Solo pude sonreír y asentir a su pregunta. Luego pasé mi mano a su otro huevo y repetí la operación: primero amasándolo y acariciándolo para acabar apretando con todas mis fuerzas, pero esta vez observando más detenidamente como reaccionaba su polla.

Yo estaba alucinada al ver como a pesar del dolor que le causaba su polla se ponía aún más dura. La situación me causaba una gran curiosidad pero también, para que negarlo, un fuerte placer que casi hizo que me corriera sin tocarme. Noté como mis pezones se endurecían como jamás lo habían hecho.

Mi hija seguía arrodillada al otro lado del chico, desnuda como yo y observándome divertida. Pude notar sus pezones también duritos y tenía una mano acariciándose la entrepierna. No nos dijimos nada, pero sabíamos que la situación nos estaba excitando a las 2.

Dejamos recuperarse un poco al chico mientras nos mirábamos y sonreíamos. Él intentaba decirnos algo pero no podía al estar amordazado.

Yo era la primera vez que veía a un hombre desnudo desde mi separación y la primera vez en mi vida en la que yo tenía el control sobre el hombre así que decidí disfrutar el momento. Pasé mi mano por el pecho del chico acariciándolo suavemente. Tenía unos buenos pectorales aunque no estaba excesivamente musculado.

Mis dedos bajaron por su cintura y volvieron a acariciar su polla que para sorpresa mía, aún estaba dura. Decidí darle un poco de placer al chico y pajearlo lentamente con mis dedos. Vi la punta de su cipote babosa y no pude evitar sonreír aunque mi vista seguía fijada en sus enormes huevazos.

Miré a mi hija que sonreía y asentía y luego a la cara del chico, que aun quejándose del dolor, me miraba con los ojos muy abiertos y sorprendido. Bajé mi cabeza y con mis labios apreté su capullo suavemente. Era la primera polla que me llevaba la boca en 2 años y ya casi no me acordaba de lo mucho que disfrutaba yo mamando.

Esta vez no sentí vergüenza de que mi hija me observara y comencé a darle una buena mamada a esa polla dura que hacía un rato el chico había intentado introducirme por la fuerza en la boca. Chupe, besé y succioné hasta notar que estaba a punto de correrse.

En ese momento decidí parar y dejarlo con las ganas viendo su carita de decepción y su polla apuntando al cielo deseando descargar. Entonces volví a coger la navaja y se la enseñé al chico. Su mirada pasó de la decepción al pánico instantáneamente.

Pasé la hoja afilada por sus huevos, recreándome. Ejercí poca presión pero suficiente para que notara la fría hoja en sus huevos hinchados. Luego fui subiendo por su polla que iba volviéndose más fláccida y luego por su vientre.

La cara del chico era de horror y miedo, mientras intentaba balbucear algo ininteligible. Finalmente llevé la navaja a su pecho y presioné con más fuerza cerca de sus pezones, hasta hacerle un par de cortes, cerca de cada pezón. No eran muy profundos, apenas salía sangre pero sintió el dolor por la cara que puso.

"Mira como tiene la polla mamá" me dijo mi hija. Y efectivamente, su polla se había puesto blandita aunque aún conservaba algo de la excitación. Volví a usar mi técnica con la boca para ponérsela otra vez dura mientras paseaba la navaja por la piel desnuda de su cuerpo.

Esta vez su polla se empalmó dentro de mi húmeda boca. Y otra vez, cuando noté que estaba a punto de correrse, dejé de mamar. En ese momento yo ya estaba cachondísima. El tener a un hombre bajo mi control me estaba enloqueciendo de placer.

Sabía que de alguna forma esto acabaría mal para los 3 si lo dejaba irse. Era muy probable que nos denunciara y nos acabaran pillando y eso implicaba que yo iría a la cárcel y mi hija a algún centro de menores. Pero al mismo tiempo, yo era incapaz de parar. Estaba más cachonda de lo que nunca había estado y a la vez obsesionada con esos huevazos que tenía delante de mí. Volví a mirar a mi hija y las 2 asentimos a la vez. Era como si nos leyéramos la mente la una a la otra.

Acerqué mi boca a la oreja del chico y le susurré: "disfruta de tu última corrida...." mientras le daba un mordico cariñoso en su lóbulo. Dirigí mi cabeza a su polla aun medio tiesa y le di la mejor mamada que pude: mi lengua y mis labios recorrían hábilmente toda su polla, disfrutándola.

Mi lengua se enroscaba en su cipote y la punta acariciaba sus huevos. Como dije, era de un tamaño normal tirando a pequeña y me cabía perfectamente en mi boca. Mi mano estaba con la navaja en sus huevos pero él pareció no notarlo, ya que gemía de placer y se arqueaba. Volví a notar que estaba a punto, pero esta vez decidí no parar y dejar que se corriera en mi boca. Finalmente eyaculó en mi garganta, llenándome de semen espeso y caliente. Me corrí de placer al notar su líquido viscoso dentro de mí y recordando el sabor. Con el último espasmo, limpié su polla y me levanté.

Lo miré excitadísima, viendo como su cipote se volvía algo blando pero aun yo aún tenía la navaja en sus huevos. Con mi mano izquierda sujeté sus huevos algo más ligeros después de la corrida y con la mano derecha sujetando mi navaja empecé a cortarle la bolsa desde la base. No fue un tajo rápido, sino más bien como si lo serrara. Vi su cara de horror al principio y de dolor después. Sus ojos parecía que iban a salirse de sus órbitas y a pesar de tener el bañador en su boca, podíamos oír sus lamentos. No sé cuánto tiempo me llevó seccionar sus huevos, pero me pareció bastante. Me sorprendió ver la cantidad de sangre que brotaba. Mi hija y yo observábamos como se desprendía la bolsa con los 2 testículos dentro. Justo antes de acabar el chico se desmayó.

Finalmente separé los huevos del cuerpo encharcado en sangre del pobre chaval. Lo guardé en una bolsa como pude y luego hablé con mi hija de qué hacer con el cuerpo. Al final optamos por enterrarlo en la misma playa. Cavamos un hoyo bastante profundo y metimos el cuerpo ya sin vida del chico. Antes recuperamos nuestros bikinis para evitar dejar pistas.

Intentamos limpiar la arena manchada de sangre y nosotras mismas aun desnudas nos dimos un baño. Finalmente volvimos a casa y guardé los huevos del chico en un frasco con formol.

Muchas veces aun lo miro y me excito al recordar aquella tarde en la playa. No sé si será el primero de una larga colección de muestras... ;)