¡Dámela toda, mi amor! (17)

La pareja protagonista se entretiene con lecturas eróticas.

¡DÁMELA TODA, MI AMOR! (17)

  1. Sueños eróticos y un libro.

Macro y yo limpiábamos el local. Eran las cinco de la madrugada y era un modo más de amargar la existencia a ciertas personas. Así pensábamos después de escuchar la sonora orden de la boca de Rowena, la mujer de Miklos, a su vez aconsejado por el fastidioso Sándor. Cuando acabamos, Macro me dejó en mi apartamento y él se fue al suyo.

Aquella noche tuve unos extraños sueños, quizás se debían a la tensión de aquellas semanas.

Veo a Helga. Estamos en una cálida tarde de verano, en el campo, libres de las odiosas miradas de Sándor y Yumenos. Nos despojamos de nuestras ropas pronto, entre constantes risas, como si fuésemos adolescentes que descubrimos el mundo del sexo.

La muchacha desliza su mano hasta mi miembro y lo acaricia como si fuese un juguete. Por mi parte tampoco me inhibo y paso mi mano por su palpitante coño que ya está mojado. Siempre lo está... Velada de amor. Abrazos frenéticos. Besos enloquecidos... Me detengo en sus pechos, mi lengua los recorre interminablemente. Luego trabajo su coño ya preparado. Un coito explosivo. Sus gritos y su mirada lasciva me excitan todavía más. Sí, sí, Helga. ¡Ámame, salvaje mujer! ¡Ama a tu sombrío boxeador!

Practicamos diferentes posturas. Sí, hemos dejado la posición del misionero y el deseo nos excita realizando verdaderas acrobacias sexuales. Mi pene entra y sale con furia de su enrojecido coño. Helga me abraza, sus piernas rodean mi espalda y mi culo. Besos apasionados. Si, sí, un momento más. ¡Ah! Mi amiga continua gimiendo, para mí ese sonido es dulce y me anima a actuar con más fuerza. Pasión y desenfreno. Esta vez no puedo describir qué siento.

En aquel instante me desperté. Sudores fríos. Mi miembro estaba endurecido. Y yo, muy excitado. Me daban ganas de masturbarme, pero quizás una ducha de agua fría me tranquilizaría más. Si se lo cuento a mi Helga, se reirá de mí.

Por la mañana, después de un copioso desayuno, cogí un libro titulado Correspondencia del Barón Von Auer, una recopilación de cartas de un noble húngaro del siglo XVIII dedicado con fervor a sus privados vicios de vino Tokay y sexo con sus numerosas amantes. En este caso vivía un apasionado romance con la duquesa italiana Isabella, a quien conocó en una lujosa fiesta de Carnaval en Venecia. Debía ser un hombre de irresistible atractivo, pues muchas mujeres caían rendidas entre sus brazos. Decían que era un experto amante y conocía sus secretos, secretos que cuando era viejo, escribió en otro libro, difícil de encontrar, porque sus reediciones se agotaban pronto.

Siempre me fascinaba éste párrafo que a continuación transcribo:

"He descubierto, amada mía, la llave del placer imperecedero. No se trata de un sencillo afrodisíaco. Ven a mi majestuosa mansión y te enseñaré los nuevos caminos del amor. En los inmensos jardines que nos rodearán, te dejarás llevar por la magia del sexo y por sus embriagadores perfumes."

Me compré ese extenso volumen una mañana en un paseo con mi amiga, el único día de fiesta en el que no hicimos el amor. De hecho cuando pasamos por el escaparate de una pequeña librería lo vio y me lo recomendó pues lo había leído y le gustó mucho.

-Aprendí mucho de las técnicas sexuales que ese noble aplicaba a sus mujeres –decía Helga cuando tenía el ejemplar en sus manos y me lo mostraba-. Te recomienda cómo se puede aumentar de tamaño del miembro de un hombre, cómo retardar la eyaculación, sin necesidad de pastillas o hierbas de la época. Te cuenta los detalles que le gusta a una mujer antes de la penetración...

Francisco