¡Dame por el culo, marica!
Katrina se hallaba en el templo pero su mente no estaba con ella. Recordaba lo pasado la noche anterior y no podía evitar una leve sonrisa. Había ocurrido lo que tarde o temprano tenía que pasar, que el flamante novio mulato de su madre había visitado su trasero. Lo más natural del mundo
El cuerpo de Katrina se hallaba en el templo pero su mente no estaba con ella. Recordaba lo pasado la noche anterior y no podía evitar una leve sonrisa. Tampoco era para darle mayor importancia. Había ocurrido lo que tarde o temprano tenía que pasar, que el flamante novio mulato de su madre había visitado su trasero. Lo más natural del mundo.
La tarde en casa de Walter había transcurrido un poco tensa. Tenía que reconocer que no le caía bien el musculoso cubano de apenas diez años mayor que ella que se había agenciado su madre como semental de turno. El chaval se había desvivido por que la jovencita lo pasase lo mejor posible pero ella no le había concedido tregua alguna. Le odiaba a muerte por haberse interpuesto entre sus padres. No obstante, el ambiente se fue volviendo más distendido conforme las botellas de cava iban desapareciendo de la nevera. A pesar de que Katrina no tomó nada de alcohol comprobó que la conversación de los mayores fue subiendo de tono al tiempo que iba transcurriendo la velada.
Cuando llegó la hora de que Katrina volviese a su casa, la madre llevaba un pedo considerable. No dejaba de reírse compulsivamente y daba pequeños saltitos aun sentada en la silla. Lo cierto es que cuando Walter se ofreció a llevar a Katrina a casa de su exmarido apenas pudo articular palabra. Cuando su hija y su novio salieron por la puerta de la vivienda ella ya dormía sobre el sofá profundamente.
La actitud indiferente de Katrina en cuanto cruzó el dintel cambió radicalmente. Coqueteó con el hombre correteando en busca del pulsador de llamada. Intentó entre risas que él no alcanzase el botón. Bajando en el ascensor hacia el aparcamiento miró con descaro la entrepierna del mulato.
- Buen paquete sí que tienes. Y por los gritos que pega la vieja cuando te la follas seguro que sabes utilizarlo… - dijo sin rodeos.
El cubano se hizo el sueco y simuló a duras penas no la había entendido. Lo que sí que comprendió enseguida fueron las pretensiones de la chiquilla. Se intuían a la legua: quería ponerle a prueba. Sin duda pretendía calentarlo para ver si le ponía una mano encima y luego irle con el cuento a su madre. No era tan estúpido como todos pensaban. Dentro de aquella cara bonita y cuerpo de Adonis negro había cerebro.
Katrina comenzó a desabrocharse los botones de la camisa muy entallada lentamente. Miraba a lo ojos del hombre como si fuese una loba apunto de merendarse a un cabritillo. Al final tiró de las puntas hacia abajo para que la fina tela se ajustase a su busto de forma tal que la abertura dejaba ver la parte interna de senos casi en todo su esplendor. Los pezones y el resto de los pechos permanecieron ocultos, al menos de momento.
La combinación del alcohol con la visión de la zorrita rubia prácticamente con las tetas al aire, una minifalda roja plisada y las botas con tacón altas de cuero hasta casi la rodilla era demoledora. Hacía tiempo que el ascensor permanecía detenido en el sótano pero Walter ni se había enterado. Sus pupilas escudriñaban aquel escote centímetro a centímetro, como un viejo buscador de oro mira con ansia su tamiz a la espera de su tesoro.
- ¡Venga, marica! ¿O quieres que te dibuje un mapa? Lo deseas desde que me viste la primera vez. Ahora es tu oportunidad. - le susurró la chica en la oreja
Él tragó saliva y acercó sus manos temblorosas al busto de la chica que, soltando la tela mostró al caribeño la plenitud de sus deliciosos bombones.
Katrina se sintió un poco ofendida cuando el novio de su madre se limitó a abrochar el botón central de la prenda. No tuvo más remedio que en un rápido movimiento coger a Walter de las manos y estrujarse las tetas con ellas.
- ¡Date un homenaje, marica! ¡Hazme todo lo que la abuela no te deja! Con migo no tendrás problemas, complaceré a tu rabo en todo lo que quiera... ¡Todo y más! ¡Ni te imaginas lo mala que puedo llegar a ser!
- ¡Katrina, por favor! No sigas…- un destello de raciocinio hablaba tembloroso a través de los labios de Walter.
Pero la joven le había soltado y él seguía magreándola. Las manos de Katrina se dirigieron sin demora hacia el cubano, con intención evidente de bajarle la cremallera del pantalón. Afortunada o desafortunadamente para el infeliz, alguien llamó al ascensor desde una planta indeterminada. Reaccionó rápido e impidió que la puerta se cerrase por completo.
- ¡Sube al coche y vale de jueguecitos! – dijo ocupando la plaza del conductor.
- ¡Marica! – replicó al instante Katrina, sacándole la lengua y haciendo pucheros.
El potente todoterreno salió del edificio y enfiló una de las avenidas de la ciudad.
- ¡Voy a quitarme estas botas! Son nuevas y me están matando.
Y soltándose el cinturón de seguridad se descalzó no sin dificultad.
- ¡Katrina, no empieces…! ¡Mierda! ¡Ponte el cinturón! ¡Ya!
- ¿Qué pasa?
- ¡Carajo, un control de policía!
- ¿Y?
- Pues que he bebido, soy extranjero, es tarde y voy con una menor en un carro que no es mío...
- ¿Y?
- ¡Cállate…! – el hombre estaba muy alterado.
- ¡Tú déjame a mí! Verás como no pasa nada – y diciendo esto bajó la ventanilla del conductor con el mando situado junto a la palanca de cambio automático.
Se humedeció los labios, preparándose para actuar. Le hubiese gustado retocarse un poquito el maquillaje pero sabía que no era necesario. Estaba que lo rompía, como siempre.
- Buenas noches, caballero. ¿Me permite su documentación, por favor? – un joven patrullero con cara de pardillo le miraba seriamente tras la puerta.
- ¿Algún problema, agente? – dijo Katrina encaramándose al conductor.
De esa postura el policía podía verle sin ningún problema las tetas.
Además, aprovechó la coyuntura para ponerle la mano en el paquete al descompuesto cubano que no acertaba a articular palabra.
- Estoooo… - el hombre de azul hizo lo imposible para que no se le notase dónde miraban sus ojos, pero el haz de luz de su linterna lo dejaba bien claro - Nada señorita, le estaba pidiendo la documentación al caballero…
- Verá agente… seguro que me reconoce, soy Katrina, la hija del comisario Fuentes. Walter es el novio de mi madre y me llevaba a casa, nos espera mi padre – en tono mimoso le dedicaba al policía la más inocente de sus sonrisas al tiempo que frotaba el pene que comenzaba a crecer y crecer.
En efecto, el policía no la había reconocido a primera vista pero sabía perfectamente quién era. Recordó que se formó un pequeño revuelo en la comisaría cuando alguien llevó una fotografía de la última actuación de la chavala durante la fiesta de navidad del instituto. Decían las malas lenguas que se había marcado una danza tan sensual que parecía un strip tease en toda regla. Lo cierto es que viendo la foto nadie hubiese imaginado que aquel pedazo de hembra tuviese la edad que en realidad tenía. El mini trikini verde no dejaba nada a la imaginación y el fotógrafo había sabido sacarle todo el partido a tan insinuante pose. Incluso algún compañero de la comisaría tenía aquella instantánea en la puerta de su taquilla. Y en aquel instante estaba allí, delante de él, enseñándole las tetas con carita de niña buena.
- Claro, señorita Fuentes – dijo sin apartar la mirada del escote – Puede seguir, caballero.
Walter creía que se le había aparecido la virgen cuando volvió a ponerse en marcha. Katrína no paraba de reírse de la cara que había puesto tanto él como el agente.
- ¡Te lo dije! Pan comido…
- Claro, tu padre es su jefe…
- ¡Pareces tonto… ¡ ¡Aunque le hubiese dicho que era el Papa de Roma! No le has visto, no paraba de mirarme las tetas. Y eso que las tengo pequeñas. Los chicos me dicen que están mejor mis piernas y sobre todo, mi trasero…- cambió de tema radicalmente colocando sus pies desnudos sobre el salpicadero – pues tampoco parece que la tengas tan grande. La polla, me refiero. Se dice que los cubanos la tenéis enorme pero supongo que habrá de todo, como en todos los lados…
- ¡Katrina!
- En este cochazo se debe follar de puta madre…
- ¡Katrina!
Pero la chica no le hacía ni puñetero caso. Había abierto la guantera y buscaba algo.
- ¡Estate quieta! ¿Qué cojones quieres ahora?
- ¡Un paquete de chicles, joder!. Mi madre siempre guarda alguno… ¡Aquí está! – cogió uno pero no se lo introdujo en la boca - ¿Sabes lo más curioso? No me gustan. Sólo los uso después de haberme comido alguna polla. Me gusta el sabor a esperma pero después de un rato la boca te sabe a meada… pero eso tú ya lo sabes, como eres marica…
Walter se puso enfermo. De la media docena de veces que había coincidido con Katrina tan sólo aquella tarde no la había visto masticando aquel dulce pegajoso. No podía creerlo que siendo tan joven fuese tan activa sexualmente, seguramente le estaba tomando el pelo.
- Me estás vacilando... ¡Y deja de llamarme marica!
La chica iba a su puta bola.
- ¿Te han chupado alguna vez la verga mientras conduces? ¿No? No sabes lo que te has perdido. A los tíos que se lo he hecho dicen que es un subidón total. No sé qué os pasa pero os ponéis burros que te cagas, debe ser por la mezcla de velocidad y gusto en el pito. Una vez un mamonazo se corrió tanto que la leche se me salió por la nariz. Fue increíble…
- ¡Katrina ! Deja de inventar cosas…
- ¿Inventar? ¡Marica!. Una chica del instituto me enseño una cosa y es una pasada, se trata de no tragarte toda la lefa. Antes de nada se masca el chicle bien. ¿Ves? Así – dijo masticando con violencia– Se saca fuera de la boca, se hace la mamada y luego con la leche, se guarda un poquito y … bueno, como dice mami una imagen vale más que mil palabras.
Se puso de rodillas en su asiento y echó mano a la bragueta del alucinado conductor. Estaban entrando en la autopista de circunvalación de la ciudad.
Walter se resistió un poco, pero a la tercera vez que aquella chiquilla le apretó los testículos supo que era inútil. Había perdido la batalla.
Katrina liberó la serpiente de un solo ojo y comenzó a masturbarlo magistralmente. La soltura con la que ella manejaba su mano abrió los ojos del cubano. Aquella zorrita sabía lo que hacía.
- ¡Dale caña! Este trasto corre que te cagas. Tranquilo que si te multan, papi te la quitará… yo me encargo - le susurró al oído al tiempo que su suave mano hacía las delicias del falo del cubano.
El mulato estaba en la gloria. Ciertamente aquella manita tenía una gran experiencia masturbatoria. Comenzaba a pensar dentro de su calentura que era posible que lo que le había contado la rubia fuese cierto y eso todavía lo excitó más.
La lolita fue poniéndose en posición en el vehículo al tiempo que la velocidad crecía y crecía. Su última mirada al cuentakilómetros antes de agachar la cabeza le indicaba que el trasto superaba ya los 130 km/h. Respiró profundamente, aquel sin duda era el aroma que había marcado su corta vida. Hormona masculina al cien por cien. A Walter se le nubló la vista cuando notó un delicado besito en la punta de su capullo.
- ¡Hola preciosa! –a Katrina le daba a veces por hablar con las vergas que se trajinaba - ¡Qué mal te cuida Mami! No te preocupes bonita que Katrina va a tratarte mucho mejor que esa abuela. ¡Mira que no querer que entres en su culito…! ¡Con lo preciosa que tú eres! Empecemos por algo suave…
Walter siguió pisando el acelerador al tiempo que notaba una profunda succión en su aparato. La sensación de vacío era tan fuerte y el placer tan intenso que parecía que el asiento de cuero se le estaba metiendo por el trasero.
Si Katrina manejaba como nadie las manos, lo de la boca era tremendo. Su garganta no tenía fin. El mulato conducía como podía solamente agarrando el volante con la mano izquierda. Con la derecha se hizo un nudo con la larga cola de caballo de la putita y la obligó a llevar el ritmo que a él mas le convenía.
Entró en éxtasis.
A Katrina no le importó tragar hasta los testículos aquel rabo caribeño. No era ni con mucho el de mayor tamaño que había catado. Estaba más que acostumbrada a que le follasen la boca. Desde que entró la nueva directora a su orfanato tuvo muchas oportunidades de perfeccionar su depurada técnica.
El todo terreno volaba, al igual que lo hacía aquel duro aparato entre los labios de la jovencita. Walter comprobó en sus carnes la veracidad de cada una de las apreciaciones que aquella larguirucha le había comentado entre risas. La velocidad del vehículo y la maestría de la lolita resultaba una combinación letal. Zigzagueaba entre el escaso tráfico nocturno raudo y veloz, como alma que lleva el diablo.
- ¡Tu puta madre! ¡Traga, puta! – dijo el macho mientras un torrente blanco salía de sus entrañas y saciaba la garganta de Katrina.
La jovencita se concentró. Era el momento clave y sabía que hacer para no estropearlo. Aguantó la respiración con una polla en su boca, una mano firme sobre su nuca y una buena ración de esperma. Estuvo de esa guisa más de veinte segundos. Walter esperaba una arcada que no se produjo, al menos hasta que Katrina quiso. Lo cierto es que podría haberse tragado todo lo que aquel desgraciado hubiese sido capaz de darle pero no le dio la gana. Derramó casi toda la esencia del mulato sobre su pantalón y el asiento del coche de su madre. Hubiese dado todo lo que tenía por ver la explicación que aquel desgraciado le daría a la zorra de su madre la mañana siguiente, cuando viera todo aquel desaguisado.
Walter liberó a su presa lentamente tras la mayor corrida de su vida. Con el rabo afuera todavía erecto supurando esperma, poco a poco volvió a ser consciente de la situación a la vez que la velocidad del coche iba reduciéndose paulatinamente. Pero Katrina no había acabado su función y abriendo los labios le mostró al novio de su mamá que su boca todavía albergaba una porción de la leche que había mamado. Con sus dedos agarró el chicle que había dejado pegado en el salpicadero y se lo metió en la boca. Con sus manos, lengua y un poco de paciencia sacó de su boca un pequeño globito rosa con el líquido blanquecino en su interior y lo volvió a colocar con sumo cuidado en el salpicadero de madera de cerezo.
Walter respiraba trabajosamente con la boca abierta. Katrina se introdujo otro chicle en su boquita y tras hacer una sonora pompa preguntó como si nada.
- ¿A dónde vamos?
Walter volvió de repente al mundo de los vivos. No tenía ni idea de dónde narices estaban. La putita no paraba de reírse.
- ¡Venga, marica, que como se despierte la abuela y no te vea se va a liar parda!
- ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! ¿Dónde narices estamos?
- ¡Tú… tú sabrás! – se atragantaba la chica de tanto descojonarse - ¡Como comprenderás yo no podía ver nada…!
Cuando el cubano divisó la señal indicadora se puso blanco. Habían recorrido casi treinta kilómetros y todavía faltaban cinco más para la salida más próxima.
Unos minutos mas tarde, el vehículo negro enfilaba dirección contraria con el conductor jurando en hebreo. De repente miró de reojo y dijo:
- ¿Para qué narices quieres eso? – dijo mirando al chicle con su esperma - ¡Tíralo! Es… asqueroso.
Pero Katrina tenía mejores planes así que volvió a la carga.
- Así que la abuela no se deja que se la metas por el culo. ¡Será tonta!
- Pero…tu… tú ¿Cómo… - intervino él tartamudeando.
- ¡Venga, marica! ¿Qué cómo lo sé? En esa mierda de casa que tú tienes las paredes son de papel. Mi padre me ha dejado quedarme pocas veces allí pero siempre pasaba lo mismo. Tú te calentabas mirándome el culo y después intentabas rompérselo a la vieja. Y esas abuelas tienen muchas ganas de marcha pero poca imaginación. Seguro que apenas te la chupa. ¿Me equivoco?
- ¡Estooo! No creo que a ti te incumba, Katrina. Lo que hacemos tu madre y yo…
- El misionero y poco más. Que me conozco de sobra la historia. Mucho liarse con un cubano veinteañero y para qué, para nada. Vais con ellas por su dinero…
- ¡Oye, oye! Que yo a tu madre le quiero mucho…
- ¡Claro! Y por eso te acabas de correr en la boca de su hijita... ¡Por supuesto! – Katrina hizo una mueca impertinente mientras hablaba.
Walter se quedó sin argumentos y encendió un cigarrillo.
- ¡Eh, marica! Para en el parque del norte y dame por el culo, anda.
- ¡Te he dicho que no me llames así, puta! Además, eres demasiado pequeña para…
- Para qué. ¿Para que me quepa una verga grande y dura como la tuya? – le quitó el cigarrillo de los labios al acompañante, aspiró de él profundamente y continuó:
- Eres más tonto de lo que me pensaba. Marica y tonto. A ver si te enteras…” mi amol”. Vengo de un orfanato de Ucrania. Allí había un montón de chicas dispuestas a cualquier cosa por la más mínima tontería. Todo se conseguía con sexo. Para nosotras abrirse de piernas es como respirar y que te den por el culo lo más natural del mundo. Que sepas que ni recuerdo la última vez que dormí sola en aquel prostíbulo. Que me dieron por el culo hijos de puta de todo el mundo. Que hasta algunos maricas como tú, como no se les empalmaba la polla ni aún con el viagra ese de los cojones se traían sementales de todas las razas para ver con sus propios ojos y en exclusiva como Katrina, la “Lolita Siberiana” se dejaba taladrar el ojete con una sonrisa en su boca y ronroneando de placer. Que era la mejor… todos lo decían… todos lo dicen.
Lo que había dicho era rigurosamente cierto. Katrina calló el final de su historia. A punto estuvo de echarse a llorar. No pronunció las palabras que venían a su mente.
- Y lo hice todo para poder estar aquí, con mis nuevos padres y ser una chica feliz. Entonces llegaste tú, hijo de puta, y lo mandaste todo a la mierda. Tú y la zorra de mi madre- le hubiese encantado gritar.
Walter condujo como un autómata hacia el parque del norte. No era el lugar más recomendable para andar por las noches pero la dureza de su pene razonaba por él. Katrina le indicó el camino por un laberinto de sendas. Prostitutas, travestis, chaperos y traficantes se acercaban al vehículo a ofrecer su mercancía. El mulato no se atrevió a preguntar cómo alguien de su edad conocía semejante lugar.
Cuando llegaron Katrina le dijo tras colocarse las botas.
- No apagues las luces, así podrán vernos.
- ¿Vernos? ¿Quiénes?
- Los pervertidos, mirones que espían a las parejas. Tranquilo, son inofensivos. Me excita follar mientras me miran…
Salieron del coche sin detener el motor. Katrina miró a su próxima víctima al tiempo que se quitaba la camisa. El frescor de la noche y la excitación ante lo prohibido hacía que estuviera empitonada.
- Yo vengo mucho por aquí. – de dijo al cubano mientras se quitaba los elásticos que atenazaban su melena – verás qué ovación cuando nos vayamos.
Katrina se colocaba en posición reclinándose sobre el capó delantero del coche. Meneaba el culito alzándolo para calentar más si cabe al novio de su madre. La melena suelta ondeando al viento todavía resaltaba más su erotismo. Su postura indicaba la total sumisión frente a la inminente sodomía. Su cuerpo pedía a gritos que lo llenasen de polla.
Walter abandonó el coche tras ella como un perro en celo. Ni siquiera había escondido su herramienta que volvía a estar en plena forma. Sin dilación levantó la faldita roja dejando solo un pequeño tanga azul. Las estrellas pudieron ver de nuevo el glorioso trasero de la putita ucraniana. No pudo contenerse, casi nadie de los que habían estado antes delante de aquel monumento habían podido hacerlo. Le dio una sonora cachetada que la chica recibió con desagrado. Era una de las pocas cosas que no soportaba. Le recordaba demasiado a su niñez antes del orfanato, el la que su madre biológica le pegaba constantemente.
Katrina arqueó la espalda, con los puños cerrados relajó su esfínter como tantas veces lo había hecho y se dispuso a disfrutar con aquella mezcla especial de sensaciones que la penetración anal le proporcionaba. Placer y dolor en partes iguales. Vicio y sumisión.
Sin embargo el cubano erró el intento y penetró de una fuerte estocada el húmedo coñito de la adolescente.
- ¡Eh, marica! Deja eso para la abuela. – hizo una mueca de desaprobación - ¡Fóllame el culo hijo de puta, que mi padre me estará esperando!
Enervado ante su primer error, Walter afinó la puntería. Apartó sin quitarlo el tanga. Sin tanto ardor pero con mayor eficacia abrió las carnes de su amante con su bonita herramienta.
Katrina se relamía. Le escocía pero valía la pena el castigo. Si había en este mundo alguna hembra adicta al sexo anal, esta era sin duda alguna Katrina Fuentes. En aquel inoportuno momento se acordó de su madre.
Le hubiese encantado que pudiera ver como su flamante novio cubano le estaba dando por el culo. Tenía que reconocer que la puta de la vieja había dado en la diana con aquel musculoso cubano. Estaba lo suficientemente bien dotado y manejaba su herramienta con tal pericia que cualquier mujer de mediana edad lloraría de alegría al copular con tan soberbio espécimen.
- ¡Venga, marica! – continuó azuzando al semental – Métemela de una vez. ¡Ay, perdona! Ya lo has hecho. Lo siento Walter, apenas la he notado…
- ¿Que no la has…? – el caribeño se sintió herido en su orgullo - ¡Te vas a enterar, puta! No te sentarás en un mes.
Y tras decir esto se ensañó con el trasero que perforaba sin piedad ninguna. Katrina se dejó hacer, al fin y al cabo el tío se lo estaba currando. Los golpes eran tan fuertes que temió bollar el coche materno de las desmedidas embestidas que Walter le proporcionaba. El capó estaba caliente, pero no menos que el ojete de la lolita. Katrina se giró y todavía azuzaba más.
- Dame fuerte, marica. Noto como estoy sangrando por dentro. Me corro de gusto. Bésame. – dijo contorsionando su cuerpo para facilitar la maniobra
Sin dejar de bombear, Walter abrió la boca y recibió en su interior la lengua juguetona de la chica. La putita le pasó una bola con sabor a fresa con la ayuda de dicho músculo. El tío estaba a punto de rellenar a la pequeña con su néctar delicado. Mordió con fuerza el chicle a la vez auque descargaba en el intestino los restos de fluidos que quedaban en sus hinchados testículos.
Walter acabó rendido tumbado sobre la espalda de la ninfa. A traición, todavía tuvo fuerzas para un par de últimas arremetidas que hicieron mella en la maltrecha anatomía de la chica.
- ¡Haaaaaayyyyy! – a punto estuvo Katrina de hacer sangrar su labio inferior de tanto apretarlo.
- ¡Menuda follada tío! - dijo una voz de entre los arbustos – Hacía tiempo que no veíamos a la puta rubia de culo dulce.
- La última vez vino con cuatro cabrones que le dieron lo que no está escrito. –le contestó otro.
- ¡Oye, ese gilipollas me suena! Me parece que es el tío ese que se cepilla a la mujer del jefe de los maderos, el cornudo…
- Verás cuando se lo contemos a esa vieja zorra…
- Menudo cabrón.
- ¡Aprovecha, hijo de puta que cuando se entere tu novia te va a dar “pal” pelo!
Katrina estaba muy alarmada. Les habían reconocido. Aquello podía ser muy peligroso. Walter perdió su erección como por arte de magia.
- ¡Vamonos, tío! Marchémonos de aquí. Creo que te han reconocido…
- ¡Joder! Mierda – dijo el cubano mientras subía su bragueta y se colocaba atropelladamente en el asiento del conductor.
Katrina ocupaba ya el del acompañante y lloraba con la cara entre las manos.
- ¿Te das cuenta? Si mi padre se entera me mata. Primero te mata a ti y luego me mata a mí.
- Pero…
- ¿Sabes la edad que tengo? - apenas se le entendían las palabras entre sollozos - ¡Joder!. ¿Sabes lo que hacen en la cárcel a los pervertidos como tú?
- ¡Oye… que tú estabas de acuerdo! – el nerviosismo de Walter crecía a pasos agigantados.
- ¡No se puede reventarle el culo a una chica de mi edad ni aunque te lo suplique! ¡Joder! ¡Mierda! Me van a devolver a Ucrania… Me has jodido la vida, asqueroso – comenzó a pegarle hasta que derrotada continuó lloriqueando – he venido mil veces y jamás me reconocieron. Y has tenido que venir tú para cagarla. Cuando mi madre se entere dirá:
“No es posible. No pudo ser Walter. Mi Walter estaba llevando a mi preciosa niña Katrina a casa de su padre…”
- ...Y cuando le describan cómo era el amante…¡Blanco y en botella, leche! – concluyó el hombre alicaído.
No dijeron ni una sola palabra hasta llegar a la barrera de la urbanización.
- ¡Déjame aquí!
- Pero…
- ¡Que me dejes aquí, marica! ¿No te das cuenta? Si mi padre te ve a solas conmigo en el coche te mata. Yo que tú me largaría pero haz lo que quieras. Estás muerto.
Walter vio consternado como la chica abandonaba el coche, cruzaba los brazos intentando protegerse del frío y caminaba cabizbaja hacia el guarda de seguridad. En su frenesí mental pensó que lo más sensato era huir y así lo hizo. Se fue directamente al aeropuerto. Tuvo mucha suerte, era temporada baja y a las siete de la mañana salía un vuelo directo hacia La Habana con una plaza libre.
Katrina esperó sonriente a que aquel desgraciado se fuese. Estuvo un rato charlando alegremente con el guardia de seguridad. Al poco llegaron Leo e Iván con sus ciclomotores. Katrina los abrazó a ambos.
- Habéis estado estupendos, chicos. Ese no se vuelve a acercar a mi madre.
- Joder, cariño – dijo Iván, su supuesto novio - ¿Dónde narices os metisteis? Casi nos morimos de frío en la mierda de parque ese.
Les contó con pelos y señales todo lo que había pasado. Iván, lejos de estar celoso, alucinaba con las maquinaciones de la joven. Con razón ella y su hermana Sveta eran tan buenas amigas.
- Y no sabéis lo mejor.
- ¿Qué?
- Al marica ese le pasé el chicle con su propio esperma mientras me la metía por el trasero. Estaba tan excitado que ni siguiera notó el sabor ácido. Se ha corrido en su propia boca sin saberlo.
- Es marica, seguro. ¿A cuánto dices que ibais por la ronda norte?
- A todo lo que daba el trasto.
- ¡Menudo gilipollas! Hay por lo menos media docena de rádares de tráfico. Se le va a caer el pelo
- ¡Verás la cara de mi padre cuando le llegue la multa!
Los tres caminaban hablando y riendo tranquilamente. Cuando faltaban algunas manzanas para llegar a la casa del comisario Fuentes, Iván no pudo contenerse.
- Katrina, todo esto me ha puesto a cien. Echamos un culo rápido ahí detrás.
- Es tarde. Mi padre habrá llegado a casa…
- Venga, que Leo también se apunta ¿verdad Leo?
Cinco minutos después Katrina y Leo se trabajaban la polla de Iván con sus expertas lenguas, pugnando por ser el que se llevase el premio gordo de la esencia de Iván. Eso era lo que los chavales entendían como una relación abierta. Disfrutaban del sexo y punto, sin ataduras. Sexo en estado puro, sin celos, envidias y malos rollos. Era una pena que Sveta tuviese trabajo aquella noche. Los cuatro montaban unas orgías salvajes en casa de los gemelos. Hasta a veces Oleg, el padre de los muchachos de pelo blanco se apuntaba.
Una vez satisfechos los chicos, Katrina pudo por fin llegar a casa. Se preocupó un poco cuando entró y descubrió a su padre dormitando en el sofá. Tras cambiarse de ropa pensó en dormirse directamente. Pero antes tomaría un vaso de leche fresca. Mientras bebía a pequeños sorbos se colocó junto a su padre que roncaba plácidamente. Seguramente que se habría quedado transpuesto viendo algún partido de fútbol pero lo que había en la pantalla era un deporte al fin y al cabo pero de distinta naturaleza. Dos mujeres negras se estaban dando el lote entre ellas.
Katrina se recostó con cuidado en el hombro de su padre. Estaba muy cansada pero hizo un último esfuerzo y aguantó un rato observando la pantalla. A veces veía algo interesante en aquellas películas baratas, ideas que poner en práctica en sucesivas ocasiones. Con mucho cuidado, comenzó a acariciar el pene del comisario. Era pequeño pero no le importaba, era su siguiente objetivo. Todavía más sigilosamente corrió la tela del pantalón corto y ante ella apareció a penas una mínima porción del prepucio. Podría haberse lanzado a por él y darle a su padre adoptivo una mamada que jamás olvidaría, pero se contuvo. Katrina era paciente por naturaleza y sabía que forzar las cosas no era casi nunca conveniente. Se limitó a recoger con la punta de su lengua una gotita de orina que estaba a punto de derramarse.
Cuando una negra introdujo por completo su mano en la vulva de su compañera padre e hija dormían juntos en el sofá del salón.
Espero les guste.
Un saludo:
Zarrio01
Nota: Gracias por sus comentarios.