Damas casadas e insatisfechas

Aventura con casadas

DAMAS CASADAS E INSATISFECHAS

"El lenguaje del amante es su canto de cisne" Duran, Jorge Gaitán (1924-1962) Escritor colombiano

Cuando entró en el Restorán de la Plaza Real, eran ya las cuatro y media de la tarde, de un día de primavera. Aquella ahora solamente quedaba dos mesas ocupadas. El personal ya empezaba recoger las mesas vacías. Uno de los camareros se le acercó para decirle qué a aquella ahora ya tenía la cocina cerrada. Don Feliciano Armendariz, cómo si lo conociese de toda la vida, Le puso en el bolsillo de la chaqueta blanca un billete de doscientos euros I le pidió cortésmente que le preparará una mesa, y qué en caso de no haber ningún cocinero le hiciese ese mismo unos bistecs a la plancha. El camarero habló con el encargado y 20 minutos después en la mesa que ocupaban don feliciano este Tenía 2 bistecs como 2 boinas de las que llevan los vascos acompañados con una botella de vino tinto Gran Reserva, del Priorato mientras el nuevo cliente atacaba los bistecs, el mismo camarero se fue una pastelería cercana para traerle una tarta de chocolate que según les dijeron, era similar a la que se tomaba la reina de Inglaterra por su cumpleaños. Aquella ya regada con un champán, qué allí lo llamaban lava, Qué guardaban en la bodega para especiales ocasiones. Cuando el cliente Hugo acabado con todo seis hizo traer un habano como los que se fumaba el gran Fidel cuando terminaba unos de sus discursos Qué duraban horas y horas en que les decía a los cubanos lo que significaba una revolución como la de aquel país, qué plantó cara a los americanos imperialistas.

A todos cuántos atendieron su mesa don feliciano les fue dando un billete de cincuenta euros como propina independientemente de la factura del servicio. Cuando dejó tras la Plaza Real aquellos camareros les desearon lo mejor. Don Feliciano al pisar la rambla compró un periódico ya la sección de anuncios buscó y encontró un número de teléfono en el que le informaban de toda clase de servicios que le podían ofrecer unas damas, según le dijeron bellísimas y casadas insatisfechas, de lo más distinguido de la ciudad y sus alrededores, consiguiendo un taxi se fue hacia la dirección que le dieron.

Don Feliciano aquel día lo recordaría mientras viviese, no sería por los bistecs como boinas vascas, ni por el vino del priorato gran reserva, ni siquiera por la tarta de chocolate a semejanza de la que se tomaba la reina de Inglaterra por su cumpleaños. Don feliciano recordaría aquella fecha como el día que culminó una operación que le proporcionaría unos ingresos de más de treinta millones de euros netos. Insular un recorrido como Agente de futbolistas nunca había pasado por sus manos unas ganancias tan colosales como las de aquella operación con el fútbol chino, ni siquiera una quinta parte. Cómo se decía coloquialmente les había vendido la moto, que no era precisamente lo de engañarles como chinos. Más bien supo dorarle la píldora de un jugador que los últimos meses había conseguido meter tantos goles como los que hacía un balón de Oro en toda la campaña liguera. Por lo que se supo después el joven rubio y atlético jugador tenía encandilada a millones de chinitas que lo adoraban. Ellas cansadas de los hombres del país en donde eran más bien bajitos con ojos oblicuos y el pelo negro sin estilo, que el atlético jugador además de un cabello tan rubio como el oro y que la prensa amarilla de occidente lo ponía como un gran goleador a calzón quitado y sin botas.

Esto a ellas las enardecía. Después en cuándo es de ella jugó con los equipos del gran país asiático aunque no me tienes en un balón dentro de la portería contraria a ellas no les importaba. Por verlo correr con unas piernas de las más bellísimas a sus bajos y con su cabellera rubia al viento más que un jugador lo veían como un sueño inalcanzable. Sus corazones están con la que el dios de los estadios que siempre se llenaban de chinitas para verlo en directo mientras chillaban de placer y pasión mal contenida.

Don Feliciano tan pronto como entró en aquel recinto que según les dijeron eran señoras de buen ver y casadas insatisfechas sintió como su corazón palpitaba más deprisa. Sol de pensar en que tirando se las ponía los cuernos a sus incompetentes maridos lo hacían sentir como un mortal privilegiado. Un semental como los de antes. Un de vikingo de armas tomar.

Las damas que allí encontró sí eran unas preciosidades. Con unos kilos de más como señoras de su agradó, Don Feliciano no se le iban sus ojos tras los culos robustos de ellas y que no esperaban a él para darles lo que sus maridos no eran capaces. De las cuatro señoras que allí encontró no logro saber cuál era la que más le gustaba. Empezaría por uno que además de tener un culo como un baúl sus pechos se parecía a las de su abuela, Ya en el cielo, En los que más de una vez y encima de ellos soñó con las cosas más bellas de sus tiernos años. Cuando la casada insatisfecha quedase en cueros, Don Feliciano no daba crédito a lo que veía. Aquel inmenso culo era lo más bello nunca visto en su azarosa vida por los cinco continentes. A este ni le sobraba ni le faltaba nada. Don Feliciano, antes de que aquella casada insatisfecha se tumbara en la cama arrodillándose se lo fue besan apasionadamente mientas con sus manos le recorría una yo otra vez sin terminar de creerse que aquello iba a ser suyo. Cuando lo penetró solo de pensar que al incompetente marido de ella que no lograba satisfacerla Leiva poner unos cuernos como Hasta que una bandera al descargar esta rugió como un león. La enculada dama curtida en mil batallas como aquella le dijo que era el hombre más eficiente que había conocido. En Realidad le dijo lo que les decía a todos los que por su culo pasaban sin pena ni gloria.

Después de una copa de lava don feliciano ya descansado la emprendió con otra de aquellas damas casadas insatisfechas. Solo de pensar en el gran negocio que había hecho con los chinos, hacía pocas horas, noto como su polla se endurecía. Esta le sedujo más tirársela por delante. Su poblado último bosque que le llegaba a la mitad de su vientre le dio la sensación de entrar en una selva del Amazonas.

Esta le respondió bravamente como si fuese realidad que lo sintiese. Por lo bien pagadas que estaban debían de tener algunos cursos de actoras.

La tercera le costó un poco más y cómo no feliciano no lograba rematar la faena está optó por tu polla hasta que se la levantó. Se le notaba que tenía que ser una mujer casada en insatisfecha porque se aplicó a el asunto con toda la devoción y eficiencia contrastada.

La cuarta por suerte para don feliciano tenía un más recursos que las otras tres. Esta, al verque la tenía tan decaída, con su lengua en la cueva posterior logró el milagro de enderezarla.

Dónde feliciano bien podría decir que había sido unos de los días más importantes de su vida.

Ya agotado por tantos polvos y de emociones de los treinta millones de euros se fue para su casa a descansar y reponer fuerzas para el día siguiente que también tenía jaleo del bueno con un traspaso de un jugador recién llegado a Europa y que solo hablaba media docena de palabras en un dialecto africano y un idioma que no se entendía nada. Aquel negrito por aquellas zonas selváticas cuando cogía el balón podía tenerlo en sus pies más de 90 minutos sin qué nadie se lo quitase. A este negrito también pensaba venderlo, pero en vez de a los chinos a los afganos que gustaban de futbolistas habilidosos.

Cuándo con Felicia no llegó a su casa en esta solo estaba una sirvienta que solo sea tres semanas que contrataron la mujer de Don Feliciano, según le dijo esta había ido a ver una obra de teatro con unas amigas. A aquella negrita si algo le sobraba era un culo como un visón de 200 kilos.

Aquel día a Don Feliciano aún le parecía corto y sacándose un billete de doscientos euros del bolsillo, se lo enseñó a la exuberante negrita y con este en la mano y le preguntó qué haría para ganárselo.

-Por doscientos euros señor Feliciano, le dijo ella sonriente y servicial, poner culo a su servicio para que guste.

(La negrita aún no pronunciaba bien)

FINE