Dama de honor
Para hacer un favor a una amiga que se casa, un chico tiene que decidir si asistir a la boda como dama de honor.
Era principios de este año (2006). Yo era un chico de mas o menos normal y corriente, de 20 años. Digo mas o menos porque solo mido 1'65 y tengo unas manos y pies muy pequeños. Soy delgado aunque tengo una complexión medianamente fuerte.
Sara es una gran amiga mía. Nos conocimos en el colegio a los 5 años, así que eran ya 15 años de amistad. Éramos mas bien casi como hermanos. Un día me dijo, "Hace ya dos años que salgo con David..." . Respondí "Es un tio bastante agradable y te trata bien. Se te ve feliz.". "Sí, los dos lo somos" dijo. "De hecho, me ha pedido que me case con él y le he dicho que sí". "Esa es una gran noticia", dije. "Esperaba que dijeras eso", dijo ella sonriendo.
"¿Cuando es el gran dia?". "Dentro de tres semanas. Nos casamos en la iglesia de mi pueblo." "Genial. ¿Pero es muy pronto no?"
"Quería que no tuvieras mucho tiempo para pensarte lo que te voy a pedir. La familia de él es bastante numerosa y además lleva muchos amigos, así que por mi parte vamos a ser bastante pocos", dijo. "No te preocupes Sara, estaré allí". "Lo sé", dijo Sara, "y es muy importante para mí. Lo que quiero es que se note que vienes de mi parte y que no eres uno de los amigotes de David. Si te vistes como ellos sera dificil distinguir eso.", dijo. "Así que tengo un gran favor que pedirte". "Pide lo que quieras". "Voy a tener varias damas de honor en la boda, y quiero que seas una de ellas."
Me quedé mirándola con la boca abierta. "¿Dama de honor?" "¿Harías eso por mí?", dijo. "Sé que es mucho lo que te estoy pidiendo." Mi mente estaba dando vueltas. "Pues sí, realmente es mucho.", dijo. Al mismo tiempo me sentía emocionado, por alguna razón. "¿Pero por qué no puedo ir en traje como los otros chicos?"
"Como te he dicho, quiero que sea obvio que vas a la boda de mi parte.", respondió. "Lo entenderé si dices que no, pero me sentiría muy decepcionada."
"¿Peró que quieres que lleve?", dije "Quizá una camisa de la misma tela que los vestidos de las damas de honor?"
"No. Las damas de honor irán vestidas todas igual."
"Pero sería el hazmerreír... ¿un chico con vestido?"
"Créeme, eso no será así. De hecho con un poco de trabajo pasarás perfectamente por una chica."
"¿Estas segura de todo esto?". "Sí", me dijo, "porque eres mi mejor amigo".
"Todo esto me da bastante miedo pero estoy seguro que no me vas a dejar en mal lugar. De acuerdo, si es eso lo que quieres, lo haré lo mejor que pueda." "Sabía que lo harias, que podía contar contigo. Será un gran día, créeme."
"¿Qué tengo que hacer ahora?"
"Las demás damas de honor y yo hemos quedado el martes por la tarde para decidir qué llevaremos. Podrás ir?"
Respondí que sí al tiempo que sentía un cosquilleo en mi estómago cada vez mayor.
El martes llegó y me planté en casa de Sara. Me saludó y me invitó a entrar, "Pasa, las demás están aquí y están ansiosas por que te unas a ellas."
Entré al salón y había cuatro chicas. Eran compañeras de estudios de Sara así que a mí también me conocían. Las otras dos eran dos sobrinas gemelas de Sara y tenían 15 años. Todas me saludaron como a una más.
"Estoy muy nervioso por todo esto", dije. Me dijeron que no me preocupara, que me cuidarían y que estaban asombradas de que hiciera eso por una amiga. "Pocos hombres serían lo suficientemente valientes para hacer lo que estás haciendo" dijo Silvia, una de las amiga de Sara. Todas las demás asintieron.
"Venga, manos a la obra" dijo Sara. Lo más importante son los vestidos. Según dijo eso empecé a darme cuenta de en lo que me había metido. Cuando me quise dar cuenta me estaban tomando medidas. "Muy bien, tienes casi la misma talla que nosotras", dijo Sara. "Y solo una 38 de pie", dijo Silvia.
"Entonces, que tipo de vestido quieres que llevemos?", dijo Elísabeth, la otra compañera de clase. "He encontrado unos vestidos maravillosos en internet", dijo Sara. Así que fuimos a su PC y cargamos la página. "Aqui está, vestidos de raso estilo años 50, con chal de raso a juego".
Me quedé de piedra. Los vestidos eran preciosos pero muy femeninos. Tenían los hombros al descubierto, y llegaban a la altura de la rodilla. Se ajustaba bastante a la cintura.
"Qué preciosidad", exclamaron las chicas a la vez. "Nos quedarán genial."
"¿Qué color os gusta más?", dijo Sara. Las chicas cuchichearon entre ellas y unánimemente eligieron el rosa. "Gran elección", dijo Sara. "Llevaréis tacones de seis centímetros, lencería de raso y medias con un pequeño bronceado para que os luzcan bien las piernas."
Para entonces yo ya estaba en estado de shock.
"Bien, sólo faltan dos semanas y media", dijo Sara. "Haré el pedido de los vestidos y los zapatos y pediré cita en el salón de belleza para la mañana de la boda".
"¿Salón de belleza?", pregunté. Sara sonrió, "No te preocupes, simplemente te haremos un peinado de chica, maquillaje y unas uñas postizas. He encontrado unos pendientes que no hace falta agujero en las orejas y que van a juego con los de las otras chicas."
Estaba totalmente estupefacto y seguí así durante los días que restaban para la boda.
Sara no me dejaba ver el vestido hasta que el día llegara. Llegué al salón de belleza tras estar prácticamente las dos horas desde que me había levantado en el bañoi, de nervioso que estaba.
Me saludaron cuando llegué y dijeron que el coche estaba aparcado detrás, de forma que pudiera ir hasta casa de Sara sin que nadie vierea mi extraño aspecto, ya que iría con maquillaje pero con ropa masculina.
Silvia me llevó hacia un lado y me susurró: "no te vamos a dejar verte en un espejo hasta que te hayan maquillado y te hayas vestido en casa de Sara, para no quitar la emoción. Espero que no te importe si me meto en lo personal, pero si te excita todo esto te sugeriría que vayas al baño y te masturbes antes de ponerte el vestido. No queremos ninguna mancha, verdad?" Me guiñó un ojo y se marchó. Casi me da algo al oir eso.
Empezaron a trabajar en mí.
Primero me dijeron que me duchara y me dieron una crema depilatoria para quitarme el poco vello corporal que tenía. El pelo de mi cabeza es bastante fuerte y bastante largo para un chico. La peluquera me lo recortó y le dio forma, después me lo lavó y me lo secó con el secador. Aparentemente ahora mi pelo tenía un femenino peinado con las puntas hacia dentro, pero no me dejaban verlo.
Por suerte para entonces la atención estaba centrada en Sara, despuñes de todo ella era la novia y estaba deslumbrante.
Mientras una esteticista me maquillaba la cara, lo cual se me hizo eterno, otra me ponía unas uñas francesas postizas. Eché un vistazo a lo único que podía ver de todo lo que me habían hecho y vi que mis manos tenían un aspecto grácil y delicado. Un temblor recorrió mi cuerpo.
El último paso fue el pintalabios, el cual necesitaría un pequeño arreglo más tarde, me pusieron los pendientes y salimos en el coche hacia la casa de Sara. Las gemelas nos seguían más atrás. Cuando llegamos me pareció que todas las demás estaban fantásticas. Las dos damas de honor mayores estaban estupendas, las envidiaba a ambas. Las gemelas estaban monísimas. Sara, por supuesto, estaba radiante.
"Bien," dijo Sara, "os veré en la iglesia. Silvia y Elísabeth, vosotras estáis en el cuarto de la derecha y las gemelas en el de al lado.
Dirigió su mirada hacia mí. "Tendré que llamarte de otra manera durante el día de hoy. Creo que Rosa será un buen nombre, porque vas a parecer una rosa con tu vestido.". En ese momento estuve a punto de decir que no era capaz de seguir pero me llevó al cuarto de la izquierda sin hacerme caso y me dijo, "Tu ropa y tu ramo están aquí. Una vez que te hayas puesto la ropa interior avisa y mi madre vendrá para ayudarte con el vestido y los zapatos."
Yo estaba como un autómata. No razonaba. Automáticamente me desnudé y miré la lencería que había sobre la cama. No había sujetador ya que era un vestido en el cual de llevarlo se vería. Sara me había dicho que su madre había cosido un relleno en las copas. Me puse el bonito liguero alrededor de la cintura y lo abroché. Los enganches colgaban alrededor de mis piernas. Enrollé una de las medias en mis manos tal y como me habían enseñado y me lo puse en la pierna. La sensación era muy agradable. Lo abroché al liguero e hice lo mismo con la otra media. Después me puse las braguitas de raso como me habían dicho. Para entonces me estaba agitando incontrolablemente y tuve que ir corriendo al baño, me bajé las braguitas justo a tiempo y empecé a echar chorros de semen sin siquiera tocarme. Me tuve que sentar ya que las piernas me temblaban por el orgasmo. Me limpié bien y me volví a poner las braguitas. Me acerqué a la puerta del cuarto y llamé débilmente a la madre de Sara. Entró en la habitación y vio que me daba vergüenza que me viera así. "No te preocupes, cielo. Estoy muy orgullosa y agradecida de que hagas esto por mi Sara. Ahora vamos a ponerte el vestido."
Me puse de pie mientras ella cogía el precioso vestido de la percha. Pasé las piernas hacia dentro, y ella me lo fue subiendo, tras lo cual subió la cremallera. La sensación era increíble. El tacto del vestido contra mis medias me hacía sentir tremendamente femenina y vulnerable. "Ahora los zapatos", me dijo. Me puso los zapatos, que iban a juego con el vestido y que tenían un tacón de unos seis centímetros, y me abrochó las hebillas. "Venga guapa levántate", me dijo. Me puse de pie y noté que los tacones me hacían erguirme de una forma mucho más femenina. Me dió el ramo y giró el espejo. "Ahí estas cielo, una auténtica rosa..."
Me miré al espejo y me tambaleé. No podía ser yo. "Estás tan linda como cualquiera de las otras damas de honor, Rosa. Solo mi Sara, la novia, está más hermosa que tú". Entonces pronunció unas palabras que me produjeron incluso miedo. "¡Así de guapa tendrás que tener cuidado cuando bailes con los chicos en la boda!"
Me sentía realmente rara y vulnerable, pero a la vez excitada según las cuatro salíamos para entrar al coche de la boda. Los tacones me hacían andar femeninamente según ibamos hacia el coche. Entré al coche y me acomodé el vestido debajo de mí al sentarme.
El coche llegó a la iglesia y tuvimos que pasar entre los invitados y esperar a la novia en la entrada. Todos decían lo guapas que estábamos según pasaban hacia sus asientos. El coche de la novia apareció y Sara, que estaba preciosa, recorrió el camino del brazo de su padre. Nosotras les seguimos después de que pasaran por nuestro lado, al tiempo que sonaba el órgano de la iglesia. Afortunadamente todos estaban mirando a la novia. Mis tacones sonaban contra el suelo y mi precioso vestido se deslizaba suavemente contra mis medias.
La ceremonia transcurrió a la perfección pero yo estaba tan nerviosa que no podía cantar de lo seca que tenía la boca. Por la puerta abierta de la iglesia entraba una suave brisa que se metía por debajo de mi vestido y acariciaba mis suaves piernas y mis braguitas.
La ceremonia terminó y empezamos a seguir a los novios hacia fuera de la iglesia. Un hombre de la familia del novio, que vestía muy elegante, me ofreció su brazo y caminamos juntos hasta el exterior. La toma de fotografías parecía no acabar nunca y mi mente estaba en una especie de estupor... había bastante gente que hablaba conmigo pero no me enteraba realmente de lo que me decían, estaba como mareada.
Volvimos a los coches y nos dirigimos al hall donde se haría la recepción. Cuando llegamos necesitaba ir al baño urgentemente. Silvia me cogió del brazo ya que estaba a punto de entrar al servicio de caballeros, y tiró de mí hacia el de señoras. Me sugirió que me arreglara el pintalabios. Así lo hice, y me sentía super femenina al ver mis manos con mis arregladas uñas cogiendo la barra de labios y aplicándolo sobre éstos.
Nos sentamos y comimos, tras lo cual vinieron los discursos. Yo permanecí sentada en silencio, tratando de pasar desapercibida y bebiendo probablemente demasiadas copas de vino. Cuando estaba escuchando las palabras de la novia, de repente la oí decir que pensaba que sus damas de honor estaban estupendas pero que quería dar las gracias especialmente a su mejor amiga Rosa, que había estado con ella durante muchos años y que hoy estaba encantadora con su vestido. Casi me desmayé.
Sara y su marido se levantaron y empezaron a bailar la primera canción, una maravillosa balada. Entonces, cinco hombres jóvenes vinieron y nos sacaron a las cinco damas de honor a bailar, ya que era la tarea que se les habia pedido. Ahí estaba yo vestida como una mujercita, en los brazos de un hombre atractivo, ligeramente bebida y dejándome llevar por él en el baile.
El baile continuó durante un largo rato y muchos hombres me pidieron bailar. Un hombre joven se acercó a mi y me preguntó si quería tomar algo. Le dije que sí y me trajo otra copa de vino. Estábamos charlando cuando los novios empezaron a marcharse. Sara lanzó el ramo hacia atrás y Ángela lo cogió. Entonces me di cuenta que me sentía mal por no haber sido yo la que lo cogiera. Empecé a sollozar. El hombre con el que estaba, cuyo nombre era Andrés, me preguntó si estaba bien. Dije que sí pero que había sido un día un poco estresante para mí. Pasó su brazo por detrás de mis hombros y me llevó afuera al jardín para tomar aire fresco. Me preguntaba por qué me sentía tan cómoda con esta situación. ¿Como terminaría el día?
Caminamos hacia abajo por el jardín y llegamos a una pequeña arboleda donde había un banco desde el cual se veía el río. Entonces me di cuenta de que me sentía realmente bien vestida así y con Andrés cuidando de mí. Nos sentamos y me dijo que conocía mi situación y que pensaba que estaba muy bien que yo hiciera eso por una amiga. Después dijo que si no se lo hubieran dicho habría pensado que yo era simplemente una joven y preciosa dama de honor. Empecé a llorar de nuevo, toda la tensión de los últimos días se me fue en ese momento, además me sentía halagada y realizada. Levanté la vista hacia él y de repende me besó. Me dí cuenta de que me encantaba esto y de que probablemente no tendría otra oportunidad como ésta. Cuando me pidió disculpas por besarme le dije que no pasaba nada y que me había gustado.
Nos besamos de nuevo y su mano empezó a acariciar mi pierna bajo mi encantador vestido de raso. Cuando sus dedos se encontraron con el liguero al final de mis medias sentí como le daba un temblor como de excitación y me sentí genial. Mi mano se dirigió a su bajo vientre y noté algo duro y bastante grande. Sentía que no debíamos estar haciendo lo que estábamos haciendo.
"¿Me deseas?" pregunté y me dijo, "Desde luego". "Pero ya sabes que no soy una chica", dije. "Nadie se daría cuenta a no ser que se lo dijeras", me dijo. Pensé en cómo me había metido en esto y supe que debía hacer caso a mis sentimientos. "¿Que quieres que haga?", pregunté. "Ábreme la bragueta y saca mi polla", dijo. Nerviosa, saqué su gran polla de sus pantalones. Allí estaba yo, vestida con un hermoso vestido de raso, con mis medias sujetas por mi liguero, podía ver mi pequeña mano con sus uñas arregladas agarrando su dura polla. Con delicadeza cogió mi cabeza y la guió hacia sus partes. Según iba bajando sentía que era natural, como si lo hubiera hecho toda la vida, su polla se deslizó entre mis labios hasta estar dentro de mi cálida boquita. Me sentía indefensa pero me sentía bien.
Andrés gemía al tiempo que entraba y salía de mi boca. Mis labios dejaban marcas de carmín en su miembro. Empecé a sentir un orgasmo creciendo dentro de mí y ni siquiera me había tocado.
Me preguntaba como iba a reaccionar si se corría en mi boca. Nunca lo supe porque la sacó de ahí, tras lo cual, suavemente pero con firmeza, me dio la vuelta, hizo que me inclinara hacia el banco, y levantó mi hermoso vestido de raso. Me bajó un poco las braguitas y antes de que supiera qué estaba haciendo empujó su polla dura y húmeda poco a poco dentro de mi prieto culo. Al poco rato sentí sus huevos tocándome y supe que la tenía toda dentro de mí. Me encantaba. Empezó a bombear dentro y fuera, mientras me decía lo guapa que era. Yo gemía y le decía que me hiciera suya.
Al mismo tiempo que pasaba por mi mente una imagen del momento en el que Sara me pidió ser su dama de honor, Andrés dejó escapar un gemido y sentí como su leche inundaba mi interior. En ese momento supe que ese era mi destino.