Dalia - la esposa joven del viejo mecánico.

El viejo mecánico no supo valorar a su joven esposa, siempre le decía que para lo único que ella servía era para abrir las piernas. Ella siempre recordó esas palabras, así que se entregó, como la puta que siempre le dijo su esposo que era, a un extraño.

Aquella media mañana Dalia aún no había podido hacer el almuerzo familiar, una mirada a su rededor, le hizo pensar en lo cruel de su vida, normalmente solía tener lista la comida para esta hora, era 11.40 a.m y su marido llegaría para el medio día.

Pensar que su madre le dijo que ese hombre no se merecía su juventud ni su belleza, pensar que su familia desde un inicio rechazó su relación con Andrés, un tipo mayor para una bella joven.

Han pasado seis años desde aquella época, ahora ella tiene 24 años, dos niños, de cinco y tres años respectivamente, un esposo de 48 años, quien para su mala suerte fue operado por un problema en los testículos, motivo por el cual se le practicó una intervención quirúrgica, que trajo como resultado la extracción de un testículo, es decir en la intimidad su vida era un fiasco, ya que el único consuelo a su mala suerte se había ido en un quirófano.

Andrés, ahora esta cambiado, no tiene una melena larga, al contrario, ahora es raso de cabellera, no tiene un abdomen con el que enloquecía a chiquillas y a señoras, ahora tiene una espalda muy ancha con hombros caídos y una barriga que delata su vida parrandera, no tiene por último el dinero que manejaba en cantinas y antros de mala muerte, ahora no tiene clientes, usualmente se busca mecánicos jóvenes, hábiles con los dedos para arreglar modernos automóviles, los autos que él arreglaba al igual que él ya estaban fuera de servicio.

Andrés siempre llegaba al medio día para almorzar en su casa y ver a su esposa, en su mente lúbrica estaba que, ella no tendría tiempo a amoríos mientras este dedicada a cocinar, lavar, a los niños y ha otros quehaceres de la casa, pero en estos últimos meses, ya no traía a casa la cantidad de dinero que usualmente alcanzaba y sobraba para una vida de sin problemas.

Ahí estaba Dalia, pensando en el que hacer ahora que no tenía víveres, miraba a sus hijos, con una mirada inquisitiva, esperando encontrar respuesta en ellos, pero no, encontró al contrario una pregunta, ¿Mamá que vamos almorzar?, no supo que decir, se quedo callada y se dirigió a su alcoba, se paro frente al enorme espejo de su habitación, se observó, y vio a una mujer, una verdadera mujer, ya no era la niña que había entregado toda su inocencia a un tipo mucho mayor que ella, un tipo que había vivido tanto, y ella apenas empezaba a vivir.

Nuevamente recorrió su cuerpo frente al espejo, ahí estaba ella, de piel clara, de 1.65 cm de altura, de grandes caderas, era lo que resaltaba de toda su figura en conjunto, observó sus bien formados labios, su cabellera negra, algo descuidada, sus ojos medio rasgados, propia de las chicas de la selva, en fin se vio y por primera vez se sintió hermosa, se preguntó que había hecho de si misma, que había hecho al estar tantos años unida a un hombre que ya ni como hombre le servía.

Se acomodo el cabello, y se arregló un poco, quería verse ella misma bonita, quería sentirse bien con ella misma. Al salir a la sala, oyó una pequeña voz, la voz de su hijo que le decía: ¿mamá, que vamos almorzar?. Esto le devolvió a su realidad, olvidó que se había arreglado, y fue a la cocina, cuando en eso, suena el timbre, Andrés había llegado, recién al verlo se dio cuenta que se había arreglado, recordaba las miles de palabras que decía cada vez que ella deseaba verse linda, recordó que no tenía el almuerzo listo, recordó que tenía ropa limpia puesta, se encontraba sin salida, cuando Andrés pregunta ¿el almuerzo?, se quedó callada, sin respuestas, no tenía el valor de decirle que el dinero que le daba se acabo algunos días atrás, y el resto es poco para los niños, ya que tienen necesidades, requieren ropa, dulces y otros.

Dalia, le respondió que no hizo nada, Andrés reaccionó como alguna vez lo hizo cuando la encontró pegada en el teléfono, se acercó a ella y diciendo miles de palabras subidas de tono la golpeó, la dejó con el ojo morado y se regresó al trabajo.

Dalia estaba muy desconsolada, ya que en verdad no era su culpa; alistó a los niños como pudo y se fue de casa, se dirigió a casa de una amiga de muchos años atrás, una amiga quien quería mucho a Dalia ya que en más de una oportunidad supo de los maltratos y de lo desafortunada que fue su vida luego que este viejo lograra sus propósitos, lograra enamorarla y hacerla creer que toda su vida la pasaría comiendo en calle, pasándola horas y horas en un hostal al contrario no fue así, la felicidad de Dalia se acabó en cuando nació su hijo mayor y se complicó con el nacimiento del segundo niño.

Julia, estaba casada con Manuel quiera un tipo de cabello corto, ojos grandes de pestañas rizadas, de buen torso, blanco, de mirada muy profunda, de labios carnosos, era muy bien parecido, parecía sacado de un catalogo de modas, el tipo era abogado. Julia, era una dama de 32 años, amiga de toda la vida de Dalia, participaba en una iglesia cristiana, mientras que su esposa casi nunca le acompañaba a ese tipo de reuniones, no tenía niños, pese a esto Julia era algo subida de peso, tenía el rostro redondo y el cabello castaño, era de piel clara, de labios pequeños, de caderas estrechas, no era un monumento de mujer pero si irradiaba sensualidad al caminar.

Al llegar a casa de Julia, Dalia rompió en llanto, le comentó todo lo que había sufrido en estos años, Julia le propuso que se quede a vivir con ella, ya que ella no tenía niños no era incomodidad quedarse con ella un par de días, o el tiempo que sea necesario hasta que Dalia se estabilice de alguna manera en algún negocio.

Esa noche Dalia conoció a Manuel, le pareció un tipo normal, el la miró con algo de malicia, ya que a pesar de no estar tan arreglada como su esposa, ella era muy bonita, quizá a esto le hacía más bonita el modo característico de hablar que tenían las chicas de la selva peruana.

Se acomodaron en una recamara, durante la noche Julia comentó a Manuel toda la historia de su amiga, quien además de haberse fijado en Dalia, se vio interesado en su caso y ofreció a su esposa a ayudarle en cuanto pudiese, Julia se sintió comprometida ya que su esposo no solo le estaba comprendiendo en esta difícil situación que tenía su amiga, sino que éste le estaba brindando un apoyo, se sintió orgullosa de su marido por ser un ser de tan nobles sentimientos ante los desvalidos.

De esa fecha, habían pasado dos meses, Manuel era el único que afrontaba los gastos del hogar, incluso las mínimas necesidades de los niños. Ha todo esto, Dalia entre las pláticas y los ofrecimientos de ayuda por parte de Julia, decidió trabajar, y que mejor idea que pedirle a Manuel para que le ayude a conseguir un trabajo.

Una mañana, mientras Manuel se despedía de casa para ir a trabajar, Dalia, solicitó a Manuel para que le ayudase a conseguir un trabajo, ya que Julia se estaba ofreciendo ayudarle con los niños mientras que ella labore, entre los tres lograrían que muy pronto salga Dalia de este problema y pueda valerse por si misma.

Manuel, inquirió a Dalia sobre qué experiencias laborales tenía, Dalia, quien nunca había laborado en nada solo bajo la cabeza en señal de sentirse inútil a dar dicha respuesta. Manuel se percató de su cuestión, y solo atinó a decirle bueno no te preocupes, yo te ayudaré con algo.

Por la noche, Manuel solicitó que Dalia se acerque a su estudio, pidió para esto a Julia que no interrumpiese ya que era necesario platicar con ella muy seriamente para ofrecerle algún trabajo o recomendarle a algún conocido. Julia aceptó y se dirigió a la recamara de los niños a verlos mientras jugaban.

Dalia entró muy tímida al estudio de Manuel, no sabía que le iría a preguntar, y por último estaba segura qué iría a responder. Al entrar al estudio su mirada se encontró directamente con la mirada de Manuel, bajo la mirada, Manuel aprovechó esto para verla completamente.

Dalia estaba puesto una prenda de su esposa, cuando Julia era delgada, a diferencia que su esposa, Dalia llenaba por completo a la prenda, le daba forma haciendo resaltar sus formas.

Manuel la invitó a tomar asiento, y lo primero que le preguntó, fue si estaba cómoda en casa, a lo que ella respondió con algunos agradecimientos que sí, luego le dijo que al no tener Dalia ninguna experiencia, era difícil encontrar algún buen trabajo y casi todos los demás son para trabajos de limpieza o trabajos al cuidado de niños.

Dalia sabía todo eso, ya que su marido siempre le metió a la cabeza que para lo único que serviría, sería para abrir las piernas, quiso echar a soltar en llantos por su ineptitud, cuando sintió una mano en sus hombros que le dijo, no tienes porque ponerte triste ni menos preocuparte, nunca caerías mal parada si fueras más inteligente y sé que lo eres. Dalia trató de entender estas palabras, y miró a Manuel, este le dijo ponte de pie, y la dirigió a un espejo que tenía a un lado de una enorme biblioteca; este espejo era tan grande como la biblioteca, le daba al estudio la imagen de ser muy grande.

Al estar frente al espejo, la preguntó:

¿Que es lo que vez Dalia?.

A mi misma; veo mi imagen.

Sí esta bien, pero qué ves descríbelo, dime qué ves en esa mujer que tenemos frente a nosotros – por su puesto se refería a la imagen de ella.

Pues veo una mujer inútil, con dos niños que alimentar y no sabe cómo, una mujer fea....( Dalia empezó a mandarse miles de reproches a denigrarse como madre y como mujer).

No, te equivocas – Respondió Manuel-.

Manuel se paró exactamente detrás de ella, y la abrazó de este modo, aprisionó su vientre a su cuerpo, ella sintió que Manuel tenía una enorme excitación, quiso liberarse, pero a la ves quería oír que era lo que el la iba a decir.

Pues aquí, tenemos a una mujer muy linda, muy bella, de linda sonrisa, de hermosos ojos, de un bello cuerpo.

No, no, qué estas haciendo Manuel, no puedes hacerme esto (No sabía si era por el momento, o porque sabía que afuera estaba su amiga, aquella quien le había dado cobijo en su hogar, o por que deseaba sentirse aprobada por un verdadero hombre, dejo que Manuel siga con lo que estaba haciendo limitándose a decir un no, un no muy cómplice de un sí).

Pues desde que te vi, solo deseaba hacerlo.

En ese momento Manuel bajo sus manos acariciando esa deliciosa cadera, esos hermosas piernas y se detuvo al borde del final de la falda, para levantarla lentamente, muy lentamente con su rostro pegado por detrás de ella, susurrándole al oído que se dejara llevar por lo que su cuerpo estaba sintiendo en este momento.

Dalia reposo su nuca en el hombro de Manuel, esto significaba que el podía seguir hasta donde quisiera, al levantar la falda dejo expuesta ese par de hermosas piernazas que tenía tan bella hembra, su pene rozaba por encima de su ropa interior en el intermedio de sus nalgas, se acomodaba y se aprisionaba entre esas hermosas nalgas, era una sensación indescriptible, luego de tantos años Manuel disfrutaba de un delicioso cuerpo.

Empezó a desbotonar la blusa que Dalia traía puesta, lo hizo tan hábilmente ya que sabía a la perfección como hacerlo, puesto que en algún momento esa fue la que usó su amada esposa. Dejó liberado esas enormes masas de carne, sus senos, que bellos senos de una madre de dos niños, a pesar de haberles dado de lactar eran realmente hermosos. Manuel se acomodo delante de ella, quien solo vivía para dejarse hacer todo lo que ahora se le antoje a Manuel, para empezar a darle una mamada inolvidable, le chupo los senos, se deleito con sus pezones, su mano no perdía tiempo para quitarle las últimas prendas que tenía, para posteriormente conducirla al escritorio donde lamió todo su cuerpo, se detenía en algunos momentos en su vientre, en el contorno de sus senos, en sus brazos, en su codo, en donde el creía que era agradable para ella.

Manuel, con el rostro entre las piernas de Dalia, estaba dispuesto a darle el mejor sexo oral que hubiese dado en su vida, a su esposa hace mucho que había dejado de hacerlo, ya que no le llamaba mucho la atención aquella vagina que años atrás lo enloquecía. Se acomodo de tal forma que empezó a lamerlo por afuera, para luego separar con los dedos índices los labios vaginales de la esposa del mecánico, e introdujo su lengua, una lengua que buscaba deleitarse con el jugo que salía de esa recién bañada concha, aún conservaba ese sabor a fresco de jabón que lo enloqueció aun más, lamió desde su ano a su vagina, Dalia se retorcía evitando que sus gemidos salgan fuera del estudio, se entregaba sin decir no al intruso que se aprovechaba de su dolor, de su necesidad, y de la falta de cariño que era presa.

Finalmente se acomodó de pie cerca del rostro de Dalia, quien aún se mantenía echada en el escritorio, ella cogió su pene, lo empezó a lamer como por agradecimiento. Agradecimiento por haberla dejado entrar a su casa, por haberle brindado su ayuda, por haber cuidado de ella y sus niños, lamió ese carnoso, venoso y rosado pene, como antes lo hacía a su marido, cuando Andrés aún tenía sus testículos completos, ya que luego de la cirugía no quiso nunca más el sexo oral, lo lamió con añoranza, hace mucho que no sentía un gran pedazo de carne entre sus labios, en fin, lo lamió tan bien que Manuel sintió venirse, mientras que ella, sentía como su boca se inundaba de ese preciado liquido de quien de ahora sería su nuevo amante.

Manuel, se vino dentro de su boca, otra parte dejó caer por la cara de Dalia, al ver esta imagen, instantáneamente se excitó de gran manera, se acercó a la vagina de Dalia, para hacerle una vez más un delicioso sexo oral, al sentirse tan excitado y al sentirla tan excitada, sin más la empezó a penetrar, a ritmos suaves.

Manuel durante la introducción de su pene en la vagina de Dalia, sintió esta muy húmeda; era una vagina presta a ser penetrada, deseosa de sentir un pene dentro. El pene se perdió en tan delicioso hueco, se vio bañado de sus líquidos, se enterraba y desenterraba en esa selva negra, ratos a mayor velocidad, ratos de manera lenta, mientras, Manuel acariciaba las nalgotas de Dalia, le abría de piernas, buscaba la mejor manera de gozarla, que tal envainada que le daba a la esposa del mecánico abusivo, la hacía gozar como hace mucho lo hizo el abusivo, y el disfrutaba como hace mucho lo hizo con su mujer.

Quería seguir gozándola, así que le abrió un poco más y colocó sus piernas a sus hombros, se acomodó como pudo sobre el escritorio, y la empezó a penetrar como a una perra, le decía, que tonto quien no supo la rica hembra que eres, a esto le acompañaba como serenata los gemidos de Dalia, quien se mordía y mojaba los labios con la lengua, demostrando con esto que su amante le hacía gozar, estuvo otro buen rato sentada sobre el escritorio mientras el la penetraba de pie, succionaba sus senos como desesperado.

Finalmente Manuel no quiso perder la oportunidad, la inclinó en el escritorio, y se dirigió al hueco prohibid para muchos maridos, se dirigió al ano de Dalia, su pene apuntaba en la entrada de tan delicioso hueco, ella sabía que pronto sería envestida por dicho agujero, quería entregarse, sabía que dependería de ese hombre su vida adelante y quería darle en adelante el pago de su agradecimiento.

Manuel al sentir su pene dentro, atrapado en tan delicioso ano, empezó a moverse, al ver que Dalia solo lagrimeaba y se aguantaba un gran grito, apuro sus movimientos para que Dalia se amolde a la envergadura que era presa.

Era un escena indescriptible, el marido de Dalia para este entonces solo en su casa, deseoso de verla de nuevo en su cama, como la inútil mujer que no servia para nada, sus hijos, jugando en compañía de Julia, la esposa de Manuel, el ruido extraño que tienen las noches en una ciudad tan grande, el sonido del entrar y salir del pene del ano de Dalia, el olor a sexo que se desprendía en ese momento en el ambiente, el sudor que recorría por ambos cuerpos, y la mentira que se diría luego de haberse demorado ambos en el estudio del buen abogado.

Dalia de a poco sintió que el dolor desaparecía y se convertía en placer, era lo que le agradaba, ser la perra, ser la puta de alguien, eso le había enseñado su marido, la mujer solo para eso servia, y ella quería cumplir fielmente ese oficio, oficio que su marido le había capacitado, lastima que jamás tomo el examen de grado, ya que nunca le entrego su ano.

Los movimientos se volvieron acelerados, los dedos de Manuel apretaban los firmes senos de Dalia, el victimario mordía la espalda de su presa, como señalando que el era su dueño, ella se sodomisaba al dolor que se le causaba, él sentía un temblor que le recorría todo el cuerpo y un fluido viscoso ahora salía y se mezclaba con el resto dentro del ano de Dalia, finalmente Manuel había disfrutado de tan hermosa hembra, había disfrutado de un ano virgen. Quizá el ano que jamás le fue entregado por su esposa, quien debió haberle dado cuando pudo, o al menos cuando era atractivo ser desvirgado, ya que luego nada sería lo mismo en la cama para la buena amiga y su esposo el honesto abogado.

Ambos se entregaron por completo, fue una gran experiencia de sexo para ambos.... Continuara.