Dalia
Aunque acepté acompañar a mi novio a lo que tanto estuve evitando, lo hice por el placer de saborear a tan preciosa criatura.
Dalia
No podía esconder la tremenda excitación que estaba teniendo en ese momento con aquella preciosa criatura de dorados cabellos que, tendida de espalda frente a mí sobre la amplia cama, me estaba brindando el más exquisito de los espectáculos. Allí estaba ella ante mis ojos, con sus piernas abiertas y sus rellenitos y bien contorneados muslos, mostrándome su abultadita vulva coronada de adorable y abundante vello amarillo. De su rajita brotaba un hilo de espeso liquido provocado por las caricias que minutos antes nos habíamos dado. Por fin la tenía para mi solita.
Este era el segundo encuentro de Dalia y yo desde el día que a Luis se le hizo realidad el deseo, tantas veces soñado, de tener sexo en pareja, cosa de la que me estuve resistiendo desde que me lo sugirió, a pesar de su permanente insistencia, hasta el día que llegó a mi apartamento con la noticia de que sus compañeros de trabajo, Dalia y Raúl, le habían propuesto un encuentro sexual con nosotros (ver mi relato "La alegría de Luis").
Tan pronto como Luis me habló de ellos y de sus eróticas intenciones, la imagen sensual de Dalia se clavó en mi mente, lo que fue motivo más suficiente para que a la mañana siguiente de esa larga noche lujuriosa que tuvimos, en que nos estuvimos comiendo de mil maneras como muy pocas veces lo habíamos hecho, mi respuesta a su petición fuera positiva.
No es que le tuviera miedo o sintiera una fuerte repulsión al sexo en pareja, sino que era necesario que hubiera un intenso motivo para que yo diera ese importante paso. El motivo, neceriamente tenía que ser una mujer que moviera mis instintos sexuales y Dalia reunía exactamente esas condiciones. Fue por ella, por acariciarla y probar sus deliciosos jugos, escuchar sus gemidos y sus ahogos orgásmicos, es que acepté hacerlo. Iría al encuentro por ella y únicamente para ella, aunque eso implicara que tuviera que meterme el pene de su esposo.
Dalia y Raúl es una pareja de casados, sin hijos, bastante jóvenes y atractivos que se ven muy felices, cosa que no se cansan de manifestarlo. Ella, con 22 años y él con 25. Les contaré brevemente sobre esta adorable nena, la verdadera causa de llevar adelante mi primera aventura en grupo.
Ella es una chica rubia, de cara angelical, con larga y lacia cabellera dorada. Su estatura es de 1.65, que aunque no tan alta, está muy bien proporcionada. Hijas de padre y madre rusos, lo que le dio esa tez blanca, unos ojos grandes y azules y el adorado rosado de sus labios y pezones. Sus senos medianos, muy firmes y redondos, son adornados por un par de botoncitos brotados que miran al cielo. Su vulva sobresale como una pequeña colinita desde su vientre plano, para bajar al valle poblado de amarillos pelos, lugar donde se encuentran guardados los más deliciosos placeres.
Luis había acordado con ellos vernos en su propio hogar, así que la noche del viernes siguiente ya nos encontrábamos compartiendo los cuatro unos tragos y una grata conversación en la sala de su preciosa casa. Por ser mi primera vez, me encontraba algo nerviosa e inquieta, sobre todo porque desde que conocí a mi novio nunca había estado con otro hombre que no fuera él. Luis me llenaba sexualmente. Sin embargo traté de acomodarme a la situación y entregarme a la orgía que inevitablemente se produciría esa noche.
Para romper el hielo, Raúl abrió los primeros fuegos con ardientes besos y caricias a su linda esposa, la que se entregó apasionadamente a los juegos eróticos de su esposo que incluía sobadas de senos y movimientos de dedos sobre la panty. Luis comenzó a hacer lo mismo conmigo, a lo que le correspondía con mi lengua y separando las piernas para sentir mejor sus dedos que ya se encontraban jugueteando con los pelos debajo de mí tanga.
De reojo observaba a los anfitriones. Como Raúl le había corrido la falda a Dalia hasta el vientre, todo el esplendor de aquellos nacarados muslos y de los dedos de su esposo que se hundían en la satinada tela de la tanga, entre los abultados labios de su sexo, quedaban expuesto ante mi vista. Dalia no guardó ningún tipo de compostura para abrir sus muslos, quien echada hacia delante del asiento del sofá, dejaba al descubierto toda la belleza de su parte más íntima. No se decir si el tamaño de su cuca era mayor que el triangulo de tela que la cubría, pero si me fijé que a medida que Raúl empujaba mas sus dedos sobre la panty, enterrándolos en la vagina, a los lados quedaban desnudos un par de rosados y gruesos labios que brillaban por los abundantes jugos que salían de su rajita. Ella gemía y movía sus caderas mientras su mano acariciaba sobre el pantalón la herramienta de Raúl, que por lo que se notaba, lucía de pronóstico. Para entonces, la boca de Raúl hacía su trabajo en los senos de Dalia, provocando en ella los más eróticos sonidos de excitación y de placer, los cuales se hicieron más intensos a medida que los dedos de su amante entraban y salían de su mojado canal. Era todo un experto cogiendo a su mujer con los dedos, que en número de tres, entraban y salían, moviéndolos a la vez en círculo, siguiendo el ritmo erótico que ella daba con sus caderas. Un perfecto coito bien acoplado que aumentaba de intensidad a medida que ella se iba acercando a su primer orgasmo. Se veía que lo habían hecho de esa manera muchas veces.
Por mi parte, no me encontraba en inferior situación que ella; también estaba a reventar. No fueron los dedos de Luis los que me tenían al borde la locura, era su lengua que palpitaba incesantemente sobre mi clítori, a la que yo correspondía moviendo mi cuca de abajo hacia arriba y en sentido giratorio, a la vez que presionaba contra la vulva la cabeza de Luis con mis manos. Aunque estaba a millón, disfrutando todo el placer de aquella mamada que solo mi amor me sabe dar, hacía esfuerzo por no perderme lo que estaba sucediendo con nuestros vecinos, en especial con ella. Vi como sus muslos comenzaron a vibrar como si miles de mariposas se agitaran dentro de su piel, a la vez que su cuerpo se arqueaba espasmódicamente y su cuca desesperada, fuera de control, se movía aceleradamente. Un ahogado sonido gutural, muy leve en un principio, comenzó a surgir de las entrañas de Dalia. El mío tampoco se hizo esperar. Lo estuve aguantando por un buen rato de la misma manera como estuve reteniendo el tremendo orgasmo que se comenzó a desprende de lo más profundo de mi ser.
Ahí se vino. Dalia soltó todo lo que tenía por dentro en un largo gemido y gritos de placer que se repetían de igual forma como el orgasmo se le iba desatando. Eso fue motivo más que suficiente para que yo soltara mi parte a la par de ella. Aquella acabada que estaba teniendo era tan grande que me parecía que no se calmaría nunca. El espectáculo de vivir este momento nuevo para mí me había calentado de tal manera que había hecho que tuviera una de mis más grandiosas acabadas. Fue fantástico, Luis tenía razón. Quedamos exhaustas, tendidas cada una sobre su respectivo sofá, con nuestros muslos mojados vulgarmente abiertos y nuestras cucas destilando. Así se dio inicio a nuestra primera que marcaría ese viernes por la noche.
Apenas habían transcurrido un par de minutos de ese grandioso final, cuando Raúl se dirigió a Luis.
-Oye, Luis, Dalia tiene su chocho y su culo tan enchumbados que no sería mala idea que vinieras a secárselos.
-Me parece magnífico. A la vez, tú se la secas a Belkys.
La acción se reiniciaba muy rápidamente. No teníamos escapatoria, ni tampoco queríamos que la hubiera.
Raúl se acercó hasta mí buscando mis labios y mi lengua, la que yo le di sin vacilación, al momento que cubría mi vulva con su mano izquierda. Después de saborear nuestras lenguas por unos minutos separo su boca de la mía para decirme:
-¿Quieres saber a que sabe Dalia?
-mmmmmm veamos
Sin mediar palabra, Raúl introdujo en mi boca los tres dedos que todavía chorreaban las mieles de Dalia. Aquello me sacudió tremendamente. El olor a su sexo, el fuerte sabor de su cuca. Todo esto despertó mi clítori, mucho más aún, por la lengua de Raúl que ya había iniciado la "limpiesa" de mi vulva y sus alrededores. Yo me concentraba en el espeso líquido de sus dedos que los buscaba con mi lengua por todos sus rincones, por toda su mano, por arriba y por debajo de ella. No solo saboreaba los líquidos de Dalia, era su cuca la que estaba disfrutando en mi mente, lo que, de inmediato me produjo un dulce orgasmo.
-¿Tan rápido? ¿Si apenas comenzamos? me preguntó Raul.
-Disculpa, estoy muy excitada. ¿Por qué mejor no nos ponemos cómodos los cuatro en la intimidad de tu alcoba? Todos en la misma cama debe ser más ardiente. ¿No te parece?
-Si me parece. Pues no perdamos más tiempo.
Apartándose de mi vagina les dijo a los otros que mejor buscábamos un lugar más íntimo, invitándolos de inmediato a subir a la alcoba. Así lo hicimos. Una vez dentro de aquella sensual habitación, cada quien se encargó de desnudar a su pareja. La cama era bastante grande; una super cama, especial para este tipo de batallas.
En un santiamén nos encontramos teniendo sexo los cuatro sobre la misma cama. Luis penetraba sin contemplación a Dalia, mientras Raúl hacía lo mismo conmigo. Siempre estuve convencida de que el pene de mi Luis era uno de los más hermosos ejemplares que había visto en este mundo, pero estaba equivocada, el de Raúl le ganaba en tamaño y grosor. Era una bestia de palo. Un verdadero tronco que lo sabía manejar muy bien. Yo lo comencé a gozar a pesar de que mi mente y mi intención de estar en esa cama era la cuquita de Dalia. Raúl me tenía boca arriba, con mis piernas bien abiertas, taladrando sin parar mi adorable almejita. Estaba sorprendida de la capacidad de mi vagina por soportar tan inmenso hierro incandescente, el que cada vez que entraba y salía rozaba mi erecta pepita. Mientras Raúl me cogía desesperadamente, su boca chupaba mis duros pezones, los succionaba y los golpeaba con la punta de la lengua. Se cambiaba permanentemente de un seno a otro. Yo le respondía con mi cuca, con mis movimientos de caderas, con mis expertas sacudidas de vientre y mis eróticos gemidos. Abría más mis piernas para que su tremendo animal entrara más fácilmente, a la vez que apretaba sus nalgas con mis manos para empujarlo contra mi vientre.
Me encontraba gozando inmensamente aquel instante, entregada totalmente con los ojos cerrados cuando unos labios calientes y húmedos se plantaron sobre los míos. Su boca abierta se posó sobre la mía que jadeaba en agonía y una lengua ensalivada y experta comenzó a buscar la mía. Instintivamente le respondí dándosela, entrelazándola con la otra. Mantenía mis ojos cerrados disfrutando de aquel delicioso beso y del pene de Raúl que no paraba de perforarme fuertemente, cuando de repente los abrí descubriendo los lindos ojos azules de Dalia que se clavaron en los míos. Esto era lo máximo. Ser taladrada divinamente por un descomunal pene y gozando a la vez los besos ensalivados de Dalia.
Mientras ella mantenía sus labios sobre los míos y las caricias de sus manos en mis pezones, Luis le estaba dando los más exquisitos placeres. Sentada sobre el vientre de mi adorado, con los muslos a cada lado de él, Dalia gozaba a plenitud de aquella clavada, moviéndose de arriba hacia abajo y circularmente. Pude apreciar con mayores detalles aquel excitante momento cuando se despegó de mis labios para acomodarse totalmente sentada sobre la estaca de Luis y de esa manera dar rienda suelta a los movimientos de su culo y su cadera. Luis le ayudaba empujando su pene para arriba y para abajo, sin embargo, Dalia, queriendo tener el control absoluto de esa cogida, le pidió que no se moviera, que ella haría el resto. Fue entonces cuando, con todo el pene completamente ensartado en su vagina, empezó a moverse sin parar. Mientras mas lo hacía, mas aumentaba la velocidad de su culo y sus caderas, lo que hizo que se acelerada mas rápidamente el final de aquel erótico encuentro. Era inevitable, nadie ni nada podía detener sus acabadas. Mientras Luis le llenaba la cuca con su leche caliente, ella se sacudía espasmódicamente. Se habían venido simultáneamente, lo que hizo que ella cayera abandonada y sudorosa sobre el pecho de Luis.
Ya yo me había venido dos veces, mientras que Luis no daba seña de terminar. La acabada que presencié boquiabierta de mi querida Dalia había elevado mi excitación al máximo, y creo que a Raúl también por la manera como aumento el ritmo del entra y saca, que me estaba haciendo gozar inmensamente. Yo le respondí con todo lo que pude, con mi cuca, mis manos, mis caderas, mi lengua y mis dedos que acariciaban su culo. Comenzó a emitir sonidos guturales fuertes los que acompañe con mis gemidos y con mis palabras entrecortadas de "duro no pares así así dame duro que me vengo ".
No podía pedir más ya que un tremendo chorro de leche caliente chocó en la entrada de mi útero y detrás de éste, muchos se sucedían inundando mi hambrienta cuevita. Apenas sentí la hinchazón y palpitación del pene comencé a venirme, lo que coincidió con su primera eyaculación. Acabamos divinamente al mismo tiempo.
Todavía Raúl se sacudía dentro de mi cuca y mis espasmos continuaban repitiéndose levemente en mi cuerpo cuando Dalia se movió rápidamente hacia nosotros apartando el cuerpo de mi improvisado amante del mío, lo que hizo que al salir el pene de mi vagina la leche chorreara fuera de ella. Sin pérdida de tiempo colocó su boca abierta sobre la rajita, para beber aquella mezcla de mis jugos y el semen ¡UUUFFF! Que sacudón el que se apoderó de mí cuando su lengua intentaba sacar el viscoso líquido de todos los rincones de mi cuca, o mientras iba limpiando con su lengua toda la vulva, aprovechando el momento para tocar el clítori. Sin despegarse de ahí, la agitaba por todos lados; la pasaba muy lentamente de abajo hacia arriba abriendo los labios vaginales con sus dedos para no desperdiciar ni una sola gota. Yo no había terminado de relajarme de la tremenda acabada con Raúl cuando ya estaba completamente encendida, abriendo mis piernas lo más que podía para mí adorada amante. Me encontraba muy feliz al sentir las caricias de la mujer que más deseaba, a quien agradecía con mis movimientos de caderas que cobraban cada vez más fuerza. Mientras me chupaba de una manera tan experta y deliciosa, yo acariciaba su cabellera con mis dedos y de vez en cuando tomaba su linda cabecita entre mis manos para presionar su cara contra mi cuca. Dalia se saboreaba sin detener las embestidas de su maravillosa lengua.
Por su parte, los hombres decidieron participar en aquel espectáculo que les estábamos brindando, por lo que Luis introdujo su pene en mi boca, metiéndolo y sacándolo como si me estuviera cogiendo por ahí; yo le respondía con la punta de mi lengua. Mientras Luis metía y sacaba su duro pene en mi boca, Raúl se colocaba en la parte posterior de mi querida Dalia, dispuesto a perforarla por su delicado culito. Me imaginaba que ella ya estaba acostumbrada a ese acto y que su ano aceptaría gustoso aquel enorme instrumento. La sentí quejándose, aunque sin separar su boca abierta de mí cuca, ni su lengua de mi clítori, lo que me estaba indicando que el tremendo pene de su esposo entraba, centímetro a centímetro, en su canal trasero y ella lo estaba aceptando con placer. Ya estábamos acoplados nuevamente los cuatro: Dalia con su culo lleno con el tronco se Raúl disfrutando su penetración y mi caliente cuca con la gran cantidad de líquido que de ahí destilaba; yo gozando como nunca con la lengua de ella que me estaba llevando a tocar el cielo, y Luis con las caricias que intensamente le estaba dando en la cabeza de su pene. ¡La locura convertida en placer! Todos comenzamos a gemir al unísono, cada uno gozando lo suyo y todos gozándonos al máximo. Mi cuerpo comenzó a vibrar una vez más, lo que anunciaba la fuerza volcánica que estallaría en pocos minutos en mi interior, y permitía que mi pequeña Dalia incrementara los latigazos de su lengua sobre mi clítori. Empecé a sentir ese corrientazo que se esparce por todo el cuerpo y que en esta oportunidad se hacía interminable, provocándome tremendos espasmos acompañados de violentas sacudidas. Mis manos se aferraban a la cabeza de mi linda rusita, empujándola hacia mi cuerpo para presionar con mayor fuerza su boca contra mi cuca y como respuesta solo recibía más latigazos sobre mi hinchada pepa. Mis gritos y vulgaridades comenzaron a brotar de mi garganta y mis caderas no paraban de moverse descontroladamente. Ya era imposible resistirse a aquel rico final, por lo que me entregué al descomunal orgasmo que estalló en mis entrañas y que lleno la boca de Dalia con los chorros que salían de mi vagina. No había terminado por completo cuando los demás comenzaron a agitarse y a gemir desaforadamente. Chorros de semen de Luis llenaron mi boca, los que saque complacida hasta la última gota. La acabada de Dalia también se hizo presente, la que manifestó aferrándose a mi vulva con sus dientes; aunque me dolía, el placer que sentía era inmenso. Al mismo tiempo, Raúl inundaba el culo de mi adorada con su leche. ¡Que riquísima locura!
El resto de la noche, hasta altas horas de la madrugada, la pasamos teniendo sexo de múltiples maneras. Ese día, Luis me había abierto el camino a uno los placeres sexuales más intensos que he vivido, y no estaba dispuesta a perderme sesiones similares por nada del mundo.
Con Dalia, hice realidad mis deseos de comerle su cuca y acariciar todo su precioso cuerpo, aunque lamenté no estar a solas con ella para hacerla gozar como yo quería, ya que me sentía algo incómoda por la presencia de mi novio. No quería que se diera cuenta de mis preferencias femeninas, es por eso, que al día siguiente me puse de acuerdo con ella para vernos a solas, en un lugar que yo escogería para nuestros placeres.
El deseo se cumplió. Así nos encontrábamos en nuestro nidito escondido, de la manera como inicié este relato, dispuestas a entregarnos sin contemplación; dispuestas a
en la próxima entrega les contaré con detalles por qué las sabanas de nuestro nidito quedaron de exprimir.
Escríbanme y coméntenme.
Besos, Belkys.