Daddy

Todos siempre tienen aquella fantasía sexual con una persona más mayor, no soy la excepción.

Lo conocí en un evento. Yo tenía 18 años, él tenía 25 años. Pese a la diferencia de edad, intercambiamos números. En nada ya estábamos hablando por mensajes, me gustaba mucho hablar con él pero adoraba que me enviara mensajes subidos de tono. Adoraba esos mensajes con doble connotación. El mero hecho de pensar en un hombre nueve años mayor que yo enseñándome a ser su zorita me excitaba

No era moral que él pensase de una forma sexual en mi, una chica aún ilegal, pero él se sentía muy atraído a mi. Se sentía muy atraído a mi cuerpo, mi pequeño cuerpo delgado, se sentía atraído a mis pequeños pechos redondos y firmes, a mis sensibles pezones, a mi pequeña cintura y a mi culo que hacía que más que un chico se girase a verlo. Y yo estaba en la cumbre de mi despertar sexual en la que el simple pensamiento de él, hacia que mi coño estuviera húmedo, mojado y necesitado, deseando su dura polla en mi. La confesión de él diciéndome que su kink era el daddy Kink y el querer follarme como su zorita y su babygirl aumentó más mis ganas de ser follada por su dura y gran polla.

Eran altas horas de la noche, las dos o tres y yo no podía conciliar el sueño debido a que mi coño estaba muy necesitado, fluidos empapaban completamente las zonas cercanas de mi coño y yo solo podía moverme inquieta. Sin aguantar más, me deshice de mi pijama y mis bragas. Me recosté en mi almohada abrí mis piernas dejándome total acceso a mi coño, el cual me reclamaba más que un simple roce. Cerré los ojos y pensé en él, en él estando en mi cuarto, acercándose a mi para acariciar mi coño y encargarse de lo tan necesitada que andaba.

Mi dedo medio siguió acariciando solo mi coño, masajeandolo con todos los fluidos que expulsaba para empezar a acelerar el ritmo. Segundos después mi dedo se deslizó con facilidad adentro de mi y solté un gemido. Hacía bastante que no me masturbaba pero ese hombre no paraba de hacerme sentirme necesitada de él. Sentí como mi coño abrazaba a mi dedo mientras entraba y salía cada vez con más ferocidad, tan solo evitaba soltar gemidos pero alguno que otro gemido se escapaba de mi boca. Gimiendo de forma muy necesitada. Mi otra mano sólo acarició mi cuerpo, acarició mi cuello, para luego pasar a mis pechos y masajearlos para pellizcar mis pezones y que estuvieran más duros que antes. Solté un leve grito de dolor mezclado de placer mientras notaba como mi cuerpo empezaba a reaccionar con más sensibilidad.

La imagen de él comiendo mi coño como la perra necesitada que era me hacía querer más.

Mi dedo seguía follandome pero no paraba de sentirme insatisfecha, decidí embestirme con otro dedo más y meter el dedo medio también. Madre mía. Sí el embestir embestirme con un dedo hacia que mi virgen coño sintiera una molestia, dos dedos provocaba en mi algo de dolor. Pero seguí follandome con fuerza, sintiendo como mis dedos se mojaba más y como aumentaba la velocidad. La mano que se mantenía entretenida con mis pechos y pezones se fueron directos a mi boca para sofocar los gemidos que cada vez aumentaban de volumen. Solo se escuchaba el chapoteo de mis dedos embistiendo me en aquella habitación.

Era una zorra, una zorra muy necesitada. Y seguía siendo una zorra necesitada hasta que aquel hombre de 25 años me follara y me enseñase como de placentero sería una noche con daddy.

Quería más pero sabia que tres dedos seguían sin ser suficientes.  Paré  para dirigirme velozmente y silenciosamente al baño de mis padres, mi madre tenía un cepillo con un mango bastante alargado. Lo tome y volví a mi habitación para esta vez cerrar mi puerta. Volví a mi cama, para mirar el mango. Tan solo me lo metí en la boca hasta cubrir el mango por completo con mi saliva y luego meterme lo sin ningún preámbulo en mi coño. Sentir como las paredes abrazaba al mango y separaba las paredes de mi coño hicieron que soltaste un gemido tan fuerte. Una vez adentro por completo, suspiré para ponerme manos a la obra y follarme con ese cepillo, mi mano izquierda hacia que saliera casi por completo para embestirme otra vez con más fuerza que la anterior vez. Pese a que al principio dolia que mi como virgen fuera fallado con tanta fuerza luego se fue adaptando y sentí como cada vez era más satisfactorio y placentero. Mientras, la mano derecha que tenía cubierta de fluidos la pasé por mis lindos pequeños pero redondos pechos para masajearlos y apretarlos. Las oleadas de placer venían más rápido y con más intensidad.

Era un desastre. Con las piernas abiertas para que un cepillo me follase duro, mi mano derecha agarrando o masajeando mis pechos o culo haciendo que se quedasen fluidos míos en estos.

Todo eso solo por un hombre. Un hombre nueve años mayor que me había dicho que amaba el daddy kink pero amaría más que yo fuera su zorita y me pudiera follar en cuatro de forma dura.

Era una zorra. Una zorra necesitada y cachonda por él.

Lágrimas de placer ya estaban a punto de salir de mis ojos, mi boca entreabierta seguía soltando gemidos que eran inevitables entre tantonolacer que sentía y en ese momento no pude más.

El orgasmo llegó  a mi. Mi coño abrazó con más intensidad el mango del cepillo, sentí oleada de placer mucho mayor que las otra provocando que mis piernas incluso temblaron y un último gemido salió de mis labios. Simbolizando el fin de mi éxtasis y la llegada de mi clímax como acabada. Estaba jadeando con el mango aún dentro de mi. Tome el móvil para sacarme como pude una foto ahí, desnuda, con el mango dentro de mi estrecho coño y enviarlo a el hombre que me había hecho llegar hasta eso. Posteriormente saqué el mango del cepillo para ver lo tan empapado que estaba al igual que mis sabanas para luego lamer los fluidos que había dejado, probando el sabor de mi vagina y mi orgasmo.

Dejé el cepillo en la mesilla de noche y solo me dormí sabiendo que utilizaría ese cepillo más veces.