Da-nang

Continuación del relato Halong bay. Este relato es para los que esperan algo más que solo sexo. Es largo, el que avisa no es traidor.

Esta historia es la continuación de otra llamada “Halong Bay”, si no la habéis leído os recomiendo lo hagáis para poneros en  antecedentes de esta .

Habían pasado cuatro días desde la increíble experiencia y, aunque a la mañana siguiente nadie habló sobre lo ocurrido, la relación entre los cuatro se hizo más intensa. Sentíamos que nos unía un vínculo especial, habíamos roto las barreras de lo formal y, dado que nos habíamos entregado los unos a los otros, nos habíamos despojado de la máscara que todos usamos para presentar una imagen distorsionada de nuestra personalidad.

Aunque no habíamos vuelto a tener relaciones sexuales entre nosotros y lo ocurrido había quedado como una experiencia puntual que no tenía visos de repetirse, las muestras de cariño entre los cuatro eran constantes. Andábamos por las callejuelas de las ciudades que visitábamos cogidos a la pareja del otro y los abrazos y muestras de cariño entre nosotros surgían de la manera más natural sin que a los otros pareciera molestarle lo más mínimo. Aunque respetábamos la línea que separa las acciones meramente cariñosas de las que podrían parecer más sexuales, era como si ambas fueran mis mujeres y al mismo tiempo lo fueran de Fer.

Lo que seguía martirizándome desde aquel día era la casi inapreciable diferencia que existía entre la relación de Eva y Fer y la que manteníamos Lucía y yo. Entre ellos había un buen rollo natural y divertido, sin dar sensación de sentimientos ocultos que pudieran estropear el buen ambiente del grupo, en cambio, el sentimiento que nació entre la gaditana y yo aquella inolvidable noche de Ha-long, lejos de haberse disipado, se había ido haciendo más intenso. Cada vez que nos quedábamos solos volvía a aparecer esa sensación de atracción irrefrenable y aunque en cada una de ellas nuestra manera nerviosa de comportarnos mostraba nuestros esfuerzos por apartar el miedo de hablar sobre lo que en realidad ocurrió aquel día, nunca llegamos a romper esa barrera, unas veces por el hecho de desistir y otras por la inoportuna aparición de alguna de nuestras parejas. Incapaces de hablar nos limitábamos a permanecer abrazados durante largo rato intentando transferir nuestros sentimientos al otro.

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Días después llegamos a la ciudad costera de Da-Nang. Esta ciudad es una de las ciudades portuarias más importantes de Vietnam y es conocida por sus interminables playas de arena blanca. Es una de las ciudades más conocidas por los occidentales ya que ahí fue donde se estableció una de las más importantes bases militares americanas en el conflicto del 59.

Cuando llegamos al hotel quedé impresionado por el lujo de las instalaciones. Acostumbrado al encanto y a la austeridad del Norte de Vietnam, fue muy agradable el cambio de ambiente. El hotel, que estaba a pié de playa, era una construcción de madera de una sola planta compuesta por gran cantidad de edificios unidos entre ellos por caminos adoquinados custodiados por jardines maravillosamente cuidados. Las habitaciones eran lujosas villas individuales de madera con techos a dos aguas cubiertos de juncos. En cada una de ellas había un pequeño jardín particular con un estanque lleno de lotos bajo los cuales nadaban tranquilos gran cantidad de peces de colores. Unas escaleras llevaban al porche donde estaba la puerta principal. Colgado del techo por dos cadenas había un sillón desde el cual pude pasar largos ratos observando el mar y una de las puesta de sol más increíbles que he visto en mi vida.

A mi mente afloraban las imágenes que había visto en películas como Apocalipsis Now, Platoon,… Cerraba los ojos y podía ver perfectamente los helicópteros volando sobre la playa y las lanchas cruzando la orilla en dirección a los embarcaderos de madera. Incluso podía sentir el olor de las barbacoas que hacían los soldados en la playa. La sensación era increíble, había visto tantas veces ese paisaje repleto de palmeras en la gran pantalla que me parecía imposible estar ahí sentado disfrutando de ella en directo.

Pasamos dos días de relax prácticamente sin salir del complejo del hotel, básicamente dedicando el día a disfrutar de la playa, la piscina y los exóticos buffets. Desde nuestra llegada habíamos marcado en el calendario la noche del tercer día ya que en recepción nos avisaron que tendría lugar una fiesta en la ciudad. Nos hablaron de fuegos artificiales en el agua, una especie de pasacalles, cantinas y de más diversiones. Fer y Eva no se mostraron demasiado entusiasmados, ya que después del ajetreado viaje que estábamos teniendo estaban disfrutando de lo lindo de esos días de descanso, pero ante nuestra insistencia aceptaron un poco a regañadientes el ir esa noche a la ciudad.

El tercer día de estancia resultó de lo más divertido. Alquilamos una pequeña embarcación y nos dispusimos a disfrutar un día en el mar. Llevamos unas cestas de mimbre repletas de comida y bebida y alquilamos unos equipos de buceo. El día transcurrió entre inmersión e inmersión disfrutando del indescriptible fondo marino y cuando el sol comenzó a caer volvimos al hotel.

Ya eran las 8.30 de la noche y yo estaba a punto de terminar de vestirme mientras Eva se duchaba cuando ella salió del baño cubierta tan solo por una toalla.

  • Eva, llegamos tarde, haz el favor de darte un poco de prisa.

  • Puff, es que estoy muy cansada. Todo el día de aquí para allá me ha dejado para el arrastre.- dijo dejándose caer boca abajo en la cama.

  • Mufufummmuf mffuffufufmmmmm.- dijo con la cara pegada al colchón.

  • ¿Qué dices?.

  • Que podías ser bueno e ir tú con ellos a esa estúpida fiesta.- contestó levantando la cabeza de la cama.- Yo lo único que iba a hacer es estropearos la noche pidiendo os cada 5 minutos volver al hotel.

  • Eva joder, te habías comprometido a ir.

Ella se limitó a incorporarse en la cama y mirarme con esa cara forzada de tristeza.

  • No me pongas esa cara que no me lo creo, como de costumbre sobreactúas.- dije.

Ella reaccionó lanzándome un cojín mientras reía.

  • Venga, vete y disfruta tonto.

Era consciente que discutir con Eva cuando había tomado una decisión era una pérdida de tiempo, así que diez minutos después estaba sentado en uno de los taburetes de la barra del chiringuito de la playa esperando a que aparecieran Fer y Lucía.

La noche, como de costumbre en ese maravilloso país, era espectacular. El cielo estaba totalmente despejado y la luna iluminaba la playa dándole un toque misterioso, casi mágico. Los caminos, que recorrían como una enmarañada tela de araña el complejo, estaban custodiados por gran cantidad de cuencos en forma de medio coco de los que salía una llama semejante a la de una tea y una suave música oriental flotaba en el ambiente como si de  una cálida bruma se tratara.

Oí unos pasos y me giré, frente a mí a escasos cinco metros estaba Lucía. Permanecía quieta en medio de uno de los caminos iluminada por la luz de los cuencos. Llevaba un vestido blanco de algodón que le cubría hasta las rodillas, anchos tirantes y ceñido a su cintura por un imperceptible cordón del mismo color. Era similar a los típicos vestidos Ibicencos y he de reconocer que le sentaba realmente bien. Como de costumbre llevaba el pelo suelto, su negro pelo ondulado destacaba aún más sobre el vestido y su antaño blanca piel brillaba como nunca con un tono dorado por el reflejo de las teas y la acción del sol durante estos días. Y como no, aún en la distancia, sus preciosos ojos verdes, esas dos esmeraldas que me hipnotizaron el primera día que la vi.

Ella permaneció unos segundos quieta frente a mí sin acercarse, sonrió y extendiendo sus brazos en diagonal al suelo con las palmas de la mano en mi dirección, comenzó a dar una vuelta sobre sí misma luciéndose dando cortos pasitos. Cuando volvió a quedar frente a mí permaneció quieta esperando un veredicto al vestuario. Levanté mi antebrazo en su dirección abriendo la palma de mi mano y haciendo movimientos de un lado a otro y poniendo una cara de burla como diciendo: - Pshhhh, así asá.  Lucía rió lanzando una palmada al aire y se acercó a mí.

  • ¿Y Fer?.

  • Se ha quedado en la habitación.- contestó ella.- Dice que esta cansado y que ya me había dicho desde el principio que no le apetecía ir a la fiesta. Por cierto, ¿y Eva?.

  • Lo mismo, que el día de hoy ha sido demasiado para ella. No, si al final va a resultar que hemos equivocado las parejas, que nos deberíamos haber casado tú y yo, y no con esos dos muermos.- en el momento que estaba terminando de decir esas palabras fui consciente de lo que estaba diciendo.

Lucía agachó la cabeza algo incómoda y cambiando rápidamente de conversación dijo:

-¿Qué tomas?.

  • May Tay, está de muerte.- respondí. Levantando la copa extremadamente decorada que tenía sobre la barra- ¿Te pido uno?.

Lucía miró el reloj y asintió con la cabeza.

  • Todavía es pronto, una copa no me vendrá mal para coger energías.

Estuvimos casi una hora hablando en el bar hasta que al final decidimos dirigirnos hacia la ciudad. Nuestro hotel estaba situado dos kilómetros del centro urbano y aunque el recepción se ofrecieron a pedirnos un transporte que nos acercara, decidimos que sería interesante hacer el recorrido pié.

El camino que llevaba a la ciudad trascurría entre la exuberante vegetación típica de la zona. Parecía como si al salirte del camino corrieras peligro de perderte en la impenetrable selva que se cerraba frente a nosotros. Iluminados por la luz de la luna y el cándido  brillo de las farolas que nos encontrábamos cada veinte o treinta metros recorríamos charlando el trecho que nos quedaba cuando Lucía me cogió de la mano. Con una sonrisa burlona, le pegué un tirón y la atraje hacia mí pasando un brazo por encima de su hombro mientras ella me agarraba por la cintura. A partir de ese mismo momento y hasta llegar a las primeras casas de la ciudad caminamos en silencio absortos en nuestros pensamientos disfrutando de la compañía del otro.

Al llegar al pueblo recorrimos sus estrechas callejuelas iluminadas por coloridos farolillos de papel que cruzaban las calles sobre nuestras cabezas. Música y  fuegos de artificio brotaban de cada uno de los rincones por los que pasábamos y los niños corrían de un lado a otro sonriendo y gritando a toda velocidad. Paramos a comer algo en uno de los puestos que abarrotaban las calles. Como de costumbre la comida estaba exquisita y dedicamos un buen rato a degustar los manjares que nos ofrecían envueltos en tortas de arroz a un precio irrisorio haciendo verdaderos esfuerzos para no mancharnos con las salsas que chorreaban de ellos. Tras la cena pasamos por un par de cantinas antes de dirigirnos hacia el puerto, algo más ligeros gracias al alcohol que comenzaba a hacer de las suyas, para disfrutar de los famosos fuegos pirotécnicos.

Nos sentamos en el suelo apoyando la espalda contra un pequeño murete de piedra con las manos entrelazadas rodeados por la multitud que esperaba ansiosa el comienzo del espectáculo. Éste no se hizo esperar, y he de reconocer que fue uno de las experiencias más increíbles que puedo recordar. El negro cielo se tiñó de infinidad de colores y , explosión tras explosión, figuras de lo mas sorprendente tomaban forma en el firmamento. Corazones, estrellas, palmeras…. , incluso, ante mi mirada perpleja, aparecieron figuras complejas como flores y pájaros. Muchos de los cohetes formaban cortinas de fuego de colores que caían a mar y quedaban encendidas flotando sobre la superficie del agua .

No se por que, pero dejé de mirar al cielo para observar a Lucía. Estaba radiante. Su rostro se iluminaba en cada una de las explosiones que tenían lugar en el cielo de la bahía con una mueca de felicidad cincelada en él. Sobre sus mejillas sonrojadas por el intenso sol de los últimos días habían aparecido casi imperceptibles pecas que todavía le daban un toque aún más infantil a su cara. En lo que a mí me pareció un instante, el espectáculo toco a su fin y la gente comenzó a levantarse entre es estruendo, felices, imagino que comentando la belleza del show que acababan de presenciar.

  • Creo que ya es hora de volver.- dije incorporándome mientras miraba el reloj.

Lucía se limitó a sonreírme mientras alargaba el brazo en mi dirección mirándome con esa preciosa sonrisa para que la ayudara a levantarse. Una vez de pie se golpeó la falda para limpiarse el polvo y me agarró de la cintura mientras comenzábamos a andar en dirección al hotel.

Caminábamos en silencio hasta que, a las afueras de la ciudad, Lucía se detuvo al borde del camino. Frente a nosotros se erigía lo que al parecer otrora fuera un templo ahora parcialmente derruido y que comenzaba a ser devorado por la espesa maleza.

  • Ven.- dijo tirando enérgicamente de me mano en dirección a las ruinas.

  • Lucía, por dios, ¿se puede saber donde vas?.- espeté sorprendido.

Ella se limitó a girar la cabeza y echarme una mirada pícara mientras seguía tirando de mí. No había puerta, por lo que simplemente atravesamos el pórtico principal accediendo a su interior. La sala era grande, con varios pilares de madera que sostenían el parcialmente derruido techo y  el hecho de estar vacío y los restos de piedra y vegetación del suelo denotaban el estado de abandono en el que se encontraba. Lucía siguió tirando de mí internándose en uno de los pasillos laterales de la sala cuando se detuvo en seco haciendo me una señal levantando el antebrazo para después llevar uno de sus dedos hacia sus labios indicándome que estuviera callado. La luz de la luna y el reflejo de los faroles de la ciudad entraban por los huecos del techo iluminando levemente la estancia. Hice caso a Lucía y me paré en el más absoluto silencio cuando comencé a oír un sonido que provenía de una pequeña sala frente a nosotros. Ella se pego a la pared, y me lanzó una mirada furtiva antes de seguir avanzando sin hacer ruido. Al llegar al final de la pared se detuvo y con mucho cuidado asomó la cabeza. Ahí se quedó quieta, sin decir nada, sin hacerme ni una seña, simplemente se asomó y se quedó observando. Intrigado me puse a su lado y me asomé con la intención de ver que le había llamado tanto la atención. En el total silencio el corazón me latía con fuerza y podía oír su bombeo sobre el extraño ruido que provenía de la sala cuando frente a mí se materializó la escena.

La sala era mucho más pequeña que la anterior, pero estaba mucho más limpia y todavía conservaba los colores de las pinturas de las paredes, y junto a ellas puede observar a una pareja de jóvenes besándose. Ella estaba apoyada en la pared, mientras él la cogía de la cintura con un brazo y levantaba uno de sus muslos con el otro fundidos en un apasionado beso. Eran muy jóvenes y ,aunque era para mi bastante complicado determinar la edad de los vietnamitas,  no creo que tuvieran mas de 22 o 23 años. Viendo los movimientos rítmicos y pausados del chico deduje que la estaba penetrando contra la pared, lo que hizo que cierta excitación invadiera mi cuerpo. Ella era menuda y delgada, como la mayoría de las de su raza, pelo negro y liso por debajo de los hombros, como la mayoría de las de su raza, tez blanca y brillante, como la mayoría de las de su raza…., resumiendo que era la típica jovencita Vietnamita. De él poco pude ver ya que estaba de espaldas.

Rodee con el brazo desde atrás la cintura de Lucía que permanecía impávida ante la escena que se desarrollaba frente a nosotros y asomé la cabeza apoyando mi barbilla sobre su hombro. Pude notar su respiración entrecortada por lo que deduje su alto estado de excitación. Poco a poco ella fue bajando la mano y comenzó a acariciarse lentamente los muslos por encima de su falta mientras mordía levemente su labio inferior.

Frente a nosotros la escena continuaba. El chico volteó a la joven y hizo apoyar las manos contra la pared, terminó de bajarse los pantalones y levantándole el vestido desde atrás dejo al descubierto su pequeño culo. La luz de la luna que entraba por la abertura del techo hacía que su, ya de por sí, pálido trasero brillara con unos tonos grises casi metálicos. Tras unos instantes colocó su pene en la embocadura de su sexo y la penetró lentamente entre suspiros y jadeos. Poco a poco comenzó a acelerar el ritmo hasta golpear con fuerza su pelvis con el culo de ella, haciendo que los leves suspiros y jadeos se convirtieran en gritos de placer mientras la joven se retorcía de gusto.

La escena había hecho que mi miembro cobrara vida y se hiciera presente en mis  pantalones, cosa que Lucía debió notar ya que, haciendo un poco de fuerza, apretó su culo aún más contra mi pene y empezó a rozarlo con movimientos lentos. Su mano dejo de acariciar sus muslos y comenzó a recoger su falta haciendo que sus preciosas piernas quedaran al descubierto hasta la altura del tanga. Muy lentamente introdujo su mano bajo su ropa interior y comenzó a acariciarse lentamente mientras observaba la escena. Asomado sobre su hombro veía el suave movimiento de su mano en su entrepierna y tenía una excelente visión de su escote. Poco a poco pude ver como a través de su vestido se empezaban a vislumbrar la marca de sus pezones. La respiración entrecortada comenzó a dejar paso a casi imperceptibles jadeos y mientras aceleraba el ritmo de su mano sobre su sexo, con la otra comenzó a acariciar el mío. Levante la mano que tenía en su cintura y comencé a acariciarle uno de sus tersos pechos e inmediatamente me di cuenta que tenía los pezones como piedras.

Frente a nosotros continuaba el espectáculo, el joven alternaba las fuertes penetraciones con breves descansos para hundir su cabeza en el culo de ella no se si para lubricar aún mas su sexo o simplemente para chupar y gozar de las mieles que ella le ofrecía. Poco a poco la chica había ido haciéndose hacia atrás dejando resbalar sus manos sobre la pared hasta quedar de pié pero con su espalda recta paralela al suelo dejando que su pareja tuviera fácil acceso para poseerla desde atrás. El la agarraba de la cintura para asirla así lanzando con más fuerza las embestidas de su pequeña polla.

Bajé mi mano acariciando su barriga sobre el vestido en dirección a su sexo con la intención de relevarla en su actividad masturbatoria cuando de repente se giró y se quedó mirándome fijamente a los ojos. Acerco sus labios a los míos, con dulzura me besó y agarrándome de la camisa con las dos manos tiró de mí en dirección al interior de la sala.

  • ¿Pero qué haces?.- Gesticulé con la boca sin dejar escapar ningún sonido. Pero ella se limitó a seguir mirándome fijamente a los ojos con esa media sonrisa en la cara que me volvía loco mientras tiraba de mí. Quería negarme, quería parar y tirar de ella fuera de esa sala, pero estaba como hipnotizado por esas dos esmeraldas que tenía por ojos. No podía negarle nada, no tenía fuerza de voluntad cuando me miraba con esa expresión de femme fatale . Si en ese momento me hubiera pedido que matara por ella, lo habría hecho sin dudar ni un segundo.

Los dos jóvenes se giraron dando un respingo al oírnos llegar. El intentó agarrar sus pantalones sin mucho éxito mientras decía algo en Vietnamita con la voz entrecortada mientras su pareja se giraba instintivamente pegándose a la pared tapando como podía sus pequeños pechos con las manos. Lucía los miró y siguió andando hacia ellos como si no hubiera oído nada hasta ponerse a su lado, apoyó su espalda contra la pared, y sin dejar de agarrarme de la camisa me atrajo hacia ella para fundirnos en un apasionado beso ante la mirada perpleja de los jóvenes. La agarré fuertemente con los brazos y comencé a recogerle la falta hasta agarrar sus glúteos con mis manos sin dejar de besarla. Su lengua y la mía recorrían nuestras bocas como si fueran una sola mientras ella me desabrochaba la camisa.

Miré a nuestro lado y ahí permanecía la pareja abraza mirándonos fijamente. Ella parecía asustada y escondía su cara en el hombro de su pareja, pero en cambio él parecía tranquilo, de pié frente a nosotros abrazado a ella con su pequeño y oscuro pene en total erección. Era un joven de no más de 1.60, de piel clara, cosa que me sorprendió, pelo moreno y  ojos negros. Ahora que lo veía todavía me parecía más crío. Al momento acarició la cara de su acompañante como tranquilizándola y llevándola de nuevo hacia la pared comenzó de nuevo a besarla. Estábamos a menos de un metro una pareja de la otra y podíamos oír con claridad la respiración de los otros, lo cual hacía que la ya de por sí excitante situación nos diera aún más morbo.

Con pulso firme desabroché el lazo de la cintura de Lucía y con un movimiento suave de mis manos sobre sus hombros empujé sus tirantes haciendo que su vestido cayera al suelo, me quité los pantalones mientras ella se quitaba el tanga y quedamos desnudos uno frente al otro. Se que, aunque no habíamos hablado del tema después de lo sucedido en la bahía de Ha-Long, había entre los dos matrimonios un compromiso de no repetir lo sucedido, pero en ese momento entendí que era una tontería intentar contener lo inevitable. Lucía me saco de mis pensamientos empujándome suavemente contra la pared, me besó de nuevo, lamió mi cuello bajando hasta mi pecho, lamió mi ombligo y siguió bajando más y más hasta quedar arrodillada frente a mi verga. La cogió con suavidad con la mano y comenzó a masturbarme lentamente sin dejar de mirarme a los ojos con esa cándida sonrisa en su rostro. Con la mano libre acariciaba mi vientre mientras besaba y lamía mi pelvis hasta que note el roce de su lengua en mis testículos. El placer era indescriptible, deseaba que acelerara el ritmo para darme más gusto, pero ella seguía haciéndolo lentamente, casi con deleite, como un maestro toca el violín; la excitación contenida me estaba volviendo loco de placer. Su boca subió rozando el tronco de mi grueso pene hasta llegar al glande, lo lamió unos instantes para después engullirlo comenzando un movimiento lento y rítmico con su cabeza.

Miré al nuestros acompañantes  y ví que el se había arrodillado frente a ella completamente desnudo con su cabeza hundida en el sexo de la joven mientras ella nos miraba con los ojos entronados y la boca abierta por el placer que le estaba haciendo sentir su chico. Al instante el se incorporó tras coger algo del suelo. Mire con atención y pude ver como desenrollaba una estera y la extendía en el suelo, se arrodilló y tras girar su cuerpo quedo tumbado boca arriba haciendo una seña a su chica para que se acercara. En ese mismo instante, y con estupor, vi como Lucía se incorporó y agarro a la joven por el brazo impidiendo que se acercara a su novio, la empujo con suavidad de nuevo contra la pared y tras soltarla se giró en dirección al joven.

  • ¡ Lucía ¡.- grite consternado ante la situación mientras me abalanzaba sobre ella, pero se giró rápidamente y me detuvo en seco poniendo una de sus manos en mi pecho, volvió a mirarme a los ojos y con una sonrisa en los labios se limitó a negar lentamente con la cabeza. Quedé petrificado, podía oír como la joven profería quejas a su novio desde la pared, mientras este le contestaba sin dejar de mirarnos expectante.  Lucía se giró de nuevo y pasando una de sus piernas por encima del joven comenzó a bajar hasta quedar sentada sobre su estómago. Se incorporó sobre sus rodillas y agarrando el oscuro miembro del chico se lo coloco sobre su vulva hasta que, bajando lentamente de nuevo, este desapareció en el interior de su coño. Una vez la sintió bien dentro de ella, comenzó un suave movimiento hacia adelante y hacia atrás con su pelvis mientras hincaba sus uñas en los pectorales del joven.

La ira me invadió, estaba desolado, furioso, perplejo….. totalmente descolocado ante esa situación hasta que, en un arrebato, me giré en dirección a la joven que permanecía quieta contra la pared con las manos en la cara sollozando, la agarre de las manos dejando su preciosa cara al descubierto y comencé a morderle el cuello mientras intentaba colocar mi miembro en la embocadura del suyo. Por los nervios de la situación y lo alterado que me encontraba, lo que para mi era una cosa rutinaria se estaba convirtiendo en misión imposible. Mi glande recorría su sexo rozándolo en todas direcciones sin encontrar la entrada y al momento note como sus sollozos poco a poco fueron dando paso a profundos suspiros y gemidos.

Por fín, tras muchos esfuerzos noté como mi glande quedaba encajado en ella, y sin ninguna consideración la ensarté de un solo golpe. Ella gritó y se abrazó a mí con fuerza. Quería destrozarla, quería que probara una polla de verdad y no eso que tenía su novio; ese cabrón que ese mismo momento se estaba follando a Lucía. La penetré con furia levantando uno de sus muslos con mi brazo derecho y posteriormente haciendo lo propio con el izquierdo para dejarla colgada de mi cuello únicamente sustentada por mis brazos, la pared y mi polla. Lamí sus pechos y su cuello, pero cada vez que me lanzaba a besarla ella retiraba la cara enfureciéndome aún más. Lo intenté una y otra vez, pero ella se evadía como una anguila. Ciego de furia la empujé separándome de ella. No lo entendía, me dejaba lamerla y morderla sin objeción, me dejaba follarla sin hacer ni el más mínimo gesto de resistencia, pero en cambio no me dejaba besarla. En ese momento la odiaba, deseé golpearla, pero la poca sensatez que me quedaba en ese momento tomó el control de mi cuerpo y detuvo mi brazo.

Me giré en dirección al Lucía que seguía cabalgando al joven Vietnamita y la arranqué de sus brazos dirigiéndola hacia la pared. Escruté su rostro intentando comprender sus sentimientos, pero ella se limitaba a mirarme sonriente. No tenía ni la más mínima duda que se estaba divirtiendo y comprendí que estaba utilizando la situación para forzarme al límite y ver hasta donde era capaz de llegar. Le agarré la cara con fuerza y la besé, bajé lamiendo y mordiendo su cuello, me detuve un instante para saborear sus pezones para después seguir bajando hasta su sexo y sin esperar ni un instante comencé a lamerlo. Lo hacía con avidez, casi con ansia, recorriendo cada milímetro de su vulva, succionando su clítoris hasta hacerla estremecer. No sabía muy bien por que, no se si era simplemente por los sentimientos escondidos que tenía por ella, o por simplemente el placer de disfrutar ese precioso cuerpo, o por lo que es peor, por arcaico instinto animal que me impulsaba a borrar el mas mínimo resto del joven del cuerpo de Lucía, marcándola para mí y reclamándola como propiedad mía. Sinceramente, por el bien de mi propio ego, esperaba que fuera por una de las dos primeras razones, auque algo en mi interior me decía que no era así.

Ella me agarró del pelo y apretó mi cara contra su sexo hincándome las uñas en mi cuero cabelludo hasta hacerme sangrar para después explotar en un intenso orgasmo. Me incorporé de nuevo y la besé. Junto a nosotros los jóvenes habían retomado lo que habían dejado a medias. Ahora él la follaba de nuevo contra la pared, pero , tras unos instantes le dijo algo al oido y dio un paso atrás agarrando su miembro y comenzando a masturbarlo con fuerza. Ella se arrodilló frente a el y colocó sus manos unidas frente a su polla formando una especie de cuenco. El comenzó a jadear con fuerza y de su polla brotaron chorros de esperma que ella recogía con sus manos con devoción. Una vez acabó, ella juntó las palmas de las manos y el esperma resbaló entre sus dedos. Recuerdo que en ese momento pensé en lo raros que eran los Vietnamitas.

Sin dejar de besar a Lucía le introduje mi pene y comencé a follarla lentamente. Notaba como la furia había ido desapareciendo y su preciosa cara, su increíble mirada, tenía un efecto de lo más relajante en mí. Tras tanto sexo acumulado en mí, note que pronto llegaría al climax, así que cuando me disponía a sacar mi polla de su interior, ella, con un movimiento rápido me agarró del culo e hizo que la volviera a penetrar.

  • Quiero sentirte dentro de mí, quiero sentir como me llenas.- dijo con voz sensual sin dejar de mirarme a los ojos. No pensé en nada, no pensé en consecuencias…. Simplemente estaba perdido en el mar de sus ojos y era suyo. Note un cosquilleo dentro de mí, note como se iba abriendo paso por mi interior, rasgando mi carne, convirtiéndose en un escalofrío que me invadía por dentro, una descarga de electricidad recorrió mi columna hasta mi pelvis y finalmente toda esa energía se explotó abandonando mi cuerpo a través de mi sexo.

Los quedamos quietos unos minutos, simplemente mirándonos a los ojos con mi pene deshinchándose dentro de ella hasta que pegó sus labios a los míos besándome con dulzura. Los chicos se vestían nuestro lado, así que nosotros hicimos lo propio. Una vez vestidos juntaron sus manos y con una reverencia se despidieron de nosotros con una sonrisa en la cara.

La vuelta la hotel la hicimos en silencio, pensando y asimilando lo que había pasado. Llegamos a la puerta de su habitación, las luces estaban apagadas y una mágica calma inundaba la noche. La besé en la mejilla y me di la vuelta en dirección a mi habitación sin decir nada.

  • Oscar.- la oi decir a mi espalda.- me gire y ella se acerco a mí y me dijo algo que cambiaría mi vida para siempre.

  • Creo que te quiero.- y tras decir esto se giró y desapareció tras la puerta.

Como siempre espero que os haya gustado este relato y agradeceré vuestros comentarios aquí o en mi correo eanorum@hotmail.com .

Este relato lo dedico a tod@s l@s que habéis inundado mi correo pidiendo que continuara escribiendo. Gracias a todos, vuestras palabras me dan la energía para seguir escribiendo.