Cursos de verano (II)
Segunda parte de mis experiencias en los cursos de verano de una universidad española
Os presento la segunda parte de mi historia en los cursos de verano de una universidad española. Espero que os guste.
Con una cara de zorra y de vicio increíbles, me respondió.
- Sí.
- Bien…
La agarré por la barbilla y la besé. Cuando sentí su mano sobre la toalla, acariciándome la polla, la agarre y la puse contra la pared, para que supiese quién mandama. Bajé mi mano hasta su coño y lo acaricié por encima del pantalón de chándal. Buff…notaba su humedad a través de la tela del pantalón. Tenía el rabo a reventar. Me aparté.
- Quítate las bragas y dámelas.
Siguiendo mis órdenes, se bajó los pantalones. Pude ver entonces el tanga negro que llevaba, y cuando se lo quitó, su coño rasurado. Estaba a mil. Dejó el tanga en mi mano y entonces sí que pude sentir lo húmeda que estaba. Como había hecho ella dos minutos antes, los llevé a mi cara para sentir su olor. Estaban mojadísimos, y no me pude resistir a darles un lametón. Los jugos de su coño eran verdaderamente deliciosos. Cuando los lamí, escuché un suave gemido de Sara. Le miré, y vi que se había empezado a masturbar. Le aparte la mano de un golpe.
- No me has pedido permiso.
- Lo siento. – me respondió con cara triste
- Encima de que entras a mi habitación para oler mi ropa interior usada, zorra, te crees con el derecho a masturbarte sin mi permiso. Ven que te vas a enterar de quien manda aquí.
La llevé hasta la mesa de la habitación, y le hice apoyar las manos sobre ella y sacar aquel culazo hacia fuera. Le di un azote en el culo con la mano abierta, a lo que respondió con un grito. Para evitar que eso se volviese a repetir y que alguien lo escuchara, me aparté cogí mis calzoncillos usados del suelo y se los metí en la boca para ahogar sus gritos, los cuales se convertirían rápidamente en gemidos de placer.
- Te has portado muy mal, zorra, ¡PLAS! y vas a tener que esforzarte para recompensarme ¡PLAS! ¡PLAS!
A medida que le daba azotes, los gritos fueron convirtiéndose en gemidos de placer, ahogados por los mismos bóxers usados que hacía unos minutos ella misma lamía con vicio. A esas alturas, la toalla con la que había salido de la ducha ya estaba en el suelo, y a cada azote mi rabo se balanceaba, captando la mirada de mi zorra.
Pase una mano por su coño, y vi que de lo húmedo que estaba, tenía mojados hasta los muslos. No pude evitar coger sus fluidos y llevar la mano a la boca para saborearlos. Aquello me puso a mil.
- Ponte las bragas. Quiero que las mojes bien. Cuando nos vayamos de aquí me las quedaré de regalo. – le saqué mis gallumbos de la boca - ¿Quieres tú mis gallumbos de regalo, putita?
- Sí, por favor
Cuando se puso las bragas, volví a pasar la mano por su coño, y me la llevé a la boca. Podría pasarme todo el día así.
Le quité los calzoncillos de la boca y después le quité la camiseta. Sus tetas aparecieron dando un bote, con los pezones bien duros. Me agache y comencé a comérselos; cuando pasaba por sus pezones y los mordía, ella daba pequeños gemidos. Estaba como una perra. Tras un buen rato comiéndole y sobándole las tetas, le obligué a ponerse de rodillas. Ahí la tenía, una perra viciosa ante mí, de rodillas con las tetas al aire, las bragas empapadas, y totalmente dispuesta a darme placer. Fue directa a meterse mi rabo en la boca, aunque la detuve tirándole del pelo. Le di una pequeña torta.
- Aquí chupas cuando yo te diga.
Fui al armario y saqué el cinturón. Vi en su rostro una expresión de miedo, seguramente pensaría que le iba a pegar, pero no, tenía otra idea. Le puse las manos a la espalda y las até con el cinturón. Me puse delante de ella, y vi su cara ansiosa. Le pedí que abriese la boca y fui acercando mi rabo poco a poco. Justo cuando estaba a punto de tocar sus labios, me dio un lametón en el frenillo, el cual hizo que me temblara todo el cuerpo. Le agarré del pelo y le metí la polla hasta el fondo, para follarle la boca bien fuerte. A pesar de que le daban arcadas, era una experta chupapollas. De vez en cuando, cuando notaba que estaba a punto, sacaba la polla y le daba golpes en la cara con ella, mientras Sara intentaba pillar mi rabo con la boca. Se la veía con ganas de mamar. La agarré de la nuca y la acerqué a mis cojones.
- Te gusta su olor, ¿verdad? Venga, huele y chupa, putita, babéame bien los huevos.
Sara me lamía los cojones con entusiasmo, mientras yo me pajeaba. De vez en cuando alargaba la lengua y la acercaba a mi culo. La agarré del pelo y le tire para atrás.
- De momento, los únicos agujeros con los que vamos a jugar son los tuyos.
La levanté, le quite el cinturón, y la obligué a ponerse a cuatro patas en la cama. Aquélla visión me volvió loco. Se percibía sin necesidad de tocarla la humedad de su coño, que había pasado a sus muslos. Y coronándolo todo, su culo, rosadito, pidiendo ser lamido y follado bien fuerte.
Acerqué mi cara y tras aspirar su olor a mujer, pasé mi lengua desde su coño por encima del tanga hasta su culo; a lo que ella respondió con un gemido. Le quité el tanga para poder comerle el coño más cómodamente. Vi su clítoris hinchado y no pude evitar lanzarme a chuparlo y darle pequeños mordiscos. A Sara le fallaban las piernas del placer. Iba alternando mi boca entre su culo y su coño, ocupando el agujero libre con mis dedos. Justo en el momento en el que llegó al clímax agarré su clítoris entre mis labios y le metí dos dedos lubricados por sus flujos por el culo. Tuvo que morder la almohada para que no se escucharan sus gritos.
Seguía sin darle tregua, acariciando aquel coñito tan delicioso, mientras me masturbaba con la otra mano. Tenía el rabo a reventar. Me incorporé y se la metí de golpe hasta el fondo.
- Ah, sí, cabrón, ¡fóllame!¡Más fuerte!
- ¿Quieres mi rabo, zorra? ¿Lo quieres dentro? ¡PLAS!
- ¡Sí!¡Azótame!
¡PLAS!¡PLAS!¡PLAS! La follaba duro a cuatro patas mientras le daba zotes sin parar. Tenía el culo rojo y con marcas de mi mano. Salí de su coño, me levanté y fui a por el cinturón otra vez. La tumbé boca abajo, y até sus manos al cabecero de la cama.
- Ahora vas a ser una buena putita, y vas a quedarte aquí para que tu macho te use como quiera. Y como pago adelantado para mi zorra, aquí tienes.
Cogí mis calzoncillos del suelo y se los metí en la boca, para ahogar los gritos que daría en unos minutos. Hundí mi cara en sus tetas, lamiéndolas y mordiendo aquellos pezones rosados y duros. Ella, por su parte, se contoneaba intentando acercar su coño a mi polla, que no dejaba de rozar sus labios vaginales. Con los bóxer en la boca, intentaba hablar, y aunque no podía vocalizar, el mensaje era claro:
- ¡FÓLLAME!
Puse sus piernas sobre mis hombros y cargué todo mi peso en ella, hundiendo mi polla en aquel coñito húmedo y estrecho. Gritó de placer.
Estuve follándola duro un buen rato, sin parar de gemir. Los dos sudábamos. Mientras la follaba, me incliné para morder los pezones y en aquel momento se corrió de una forma bestial. Al sentir su coño apretando mi rabo supé que yo también me iba a correr al instante. Salí de ella, le quite los calzoncillos de la boca, y le di de mamar.
Mientras comía rabo con ansía mirándome a los ojos, le eche un escupitajo a la cara, tras lo cual emitió un fuerte gemido. Cuando ví que me corría, le aparte la mano y me corrí sobre toda su cara.
- ¡Oh, sí! Toma leche zorra, toda para ti. Que buena putita estas hecha.
Tenía toda la cara llena de mi leche, e intentaba recoger restos con la lengua. Agarrando mi rabo, aún duro, fui acercando los restos de lefa a su boca, hasta que mi rabo quedo brillante con la saliva de aquella putita que había tenido la suerte de conocer.
Solté sus manos, y cada uno se fue a duchar a su baño. Nos encontramos en la cocina.
- Me ha encantado poder usarte, Sara. Es increíble lo zorra que eres y el vicio que tienes. Fuera de estas paredes eres libre para hacer lo que quieras. Pero desde el momento en el que entres, durante estos días estarás a mi disposición. Serás mi puta particular.
- Sí, señor.