Cursos de verano

Fui, sin muchas ganas, a los cursos de verano de una universidad española.

Os presento mi primer relato. Esta primera parte no tiene sexo, es una introducción. Agradezco comentarios y observaciones ;)

Había ido a aquella ciudad de la costa del mediterráneo para asistir a los cursos de verano de una universidad. La verdad es que no tenía muchas ganas de ir a estos cursos, sobre todo teniendo en cuenta el calor que hacía, pero bueno, todo sea por el currículum.

Los asistentes a los cursos nos alojábamos en una residencia de estudiantes que la universidad tenía en el mismo campus, a pocos metros del lugar de los cursos. Las habitaciones eran individuales con cocina compartida; y a mi llegada, el personal de recepción me informó de que compartirá dicha cocina con una chica.

Soy bisexual, y aunque últimamente me había acostado con algún que otro tío, llevaba bastante tiempo sin follarme a una tía. Por eso, cuando me dijeron que compartiría cocina con una chica mi mente calenturienta empezó a montarse películas.

Tras deshacer la maleta y dejar todo en su sitio, entre a la cocina. Al otro lado había una puerta que daba a la otra habitación. Toqué la puerta y salió ella. Se llamaba Sara. Era algo más bajita que yo (mido 1’86), mediría 1’70 o así, delgada. Tenía el pelo moreno suelto y corto, y unos ojos muy bonitos. Tenía los labios muy carnosos y aunque sus tetas no eran muy grandes, era evidente que no llevaba sujetador por debajo de la camiseta por lo que se notaban perfectamente sus pezones. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no quedarme mirándole las tetas como un tonto. Tras presentarnos, le propuse ir a hacer la compra, pues íbamos a pasar allí unos días y habría algunas cosas de la cocina que podríamos compartir. Se giro para coger su cartera y fue entonces cuando sí me quede mirándole como un tonto. Aquel pantalón de chándal corto le hacía un culo realmente apetecible, redondito y firme. Creo que se dio cuenta de que le miraba, aunque no me dijo nada.

Durante la compra, me dijo que era de Zaragoza y que había acabado la carrera aquel año. De pronto, sacó el tema de los novios. Me contó que ella lo había dejado con el suyo hacía unos meses, y me preguntó a ver si yo tenía novia, a lo que respondí que no. Sonrió. El hecho de que fuera tan directa y que se le escapase una sonrisa al decirle que no tenía novia hizo que se encendiesen todas las alarmas, y pensé que no volvería a casa sin haber probado ese culazo que tenía.

Los cursos empezaban al día siguiente, por lo que tras comer teníamos toda la tarde libre. Sara me dijo que se iba a echar una siesta, pues estaba cansada del viaje. A mi en cambio me apetecía salir a correr. Me calcé las zapatillas y salí a correr por el campus. Debido al calor que hacía, volví a la residencia sudando a mares. Entre en la habitación y fui a la cocina a beber agua. Sara estaba tomándose un café, con aquellos pantaloncitos y sin sujetador bajo la camiseta.

-       ¿Qué tal la vuelta? No se como no te ha dado algo, con el calor que hace

-       Bueno, la verdad es que aguanto bastante bien el calor. Eso sí, la sudada que llevo no es normal jajajaja Me voy a duchar.

Entre a mi habitación y me desnudé. No voy a engañar a nadie, no tengo un cuerpo 10 esculpido en el gimnasio, pero me mantengo bien. Soy bastante alto por lo que estoy bastante proporcionado. Tengo la espalda ancha, y las piernas fuertes. Respecto de mi rabo, no es especialmente grande, aunque no me quejo, ni se me han quejado. Mide unos 16cm, y tengo que decir que tengo unas erecciones realmente fuertes. Todas las personas con las que he estado siempre me han dicho que les encanta lo dura que se me pone.

Deje la ropa con la que había salido a correr a los pies de la cama, y me dirigí a la ducha. Puse música y me metí debajo de la ducha, dejando que el agua refrescara mi piel. Aunque después de haber visto a Sara en la cocina con esos pantalones de chándal y esa camiseta que no dejaba mucho a la imaginación, no había agua fría que bajase mi calentón.

Hacía bastante tiempo que no me comía un coño, y de solo imaginarla en mi cama a cuatro patas con el culo en pompa para mí… Solo había una cosa que no me hacía mucha gracia de follarme a mujeres. Me va el sexo algo guarro, dominar un poco, meter caña, unos buenos azotes, someter un poco a la otra persona… Y uno de mis mayores fetiches es la ropa interior usada, que huela a coño, a rabo, a lefa y a sexo. Y el problema es que las mujeres normalmente no son muy proclives a este tipo de sexo. En estas estaba, acariciando mi rabo, ya duro como una piedra, pensando en lo que le haría a Sara, cuando me di cuenta de que me había dejado el champú en el neceser, en el armario de la habitación. Sin cerrar el grifo de la ducha salí, me puse la toalla a la cintura, y salí a la habitación para coger el champú del armario.

Cuál fue mi sorpresa cuando vi que Sara estaba en mi habitación. No debí cerrar la puerta de la cocina con pestillo. Sara estaba apoyada de espaldas en la pared, con los ojos cerrados, con una mano acariciándose un pezón por encima de la camiseta, y con la otra sujetando en su cara ¡los gallumbos con los que había salido a correr!

Había hecho 6 horas de bus con esos gallumbos, y luego había salido a correr bajo el sol de levante. Debían oler a sudor y a polla una barbaridad. Sara daba pequeños gemidos mientras olía y les daba lametones.

Rápidamente pensé que no podía desaprovechar una situación como aquella. Me acerqué a ella sin que se diera cuenta, le agarré la mano y se la aparté de la cara. Abrió los ojos con pánico.

-       Lo siento mucho, por favor, perdóname, no sabía lo que hacía, no volverá a ocurrir…

Paró de hablar cuando vio mi sonrisa. Bajó la cara avergonzada y la volvió a subir cuando vio mi rabo, debajo de la toalla, a punto de reventar. Entonces hablé yo:

-       Mmm, veo que me he encontrado con una zorrita muy viciosa, ¿verdad?

-       …

-       ¿VERDAD?

-       Sí –respondió, avergonzada y mirando al suelo

-       Mírame cuando te hablo

Subió la mirada y la clavó en mis ojos, aún roja como un tomate. Seguí hablando:

-       Dime, te gusta el olor a rabo, ¿verdad? ¿Te gusta el olor de una buena polla de macho?

-       Sí.

-       Pues es tu día de suerte, porque los días que estemos aquí te vas a hartar de rabo. Pero tendrá que ser bajo mis normas, ¿de acuerdo?

Con una cara de zorra y de vicio increíbles, me respondió.

  • Sí.