Cursillo de verano con adolescentes (3)

Y más complicaciones...y más y más sexo desenfrenado.

CURSILLO DE VERANO CON ADOLESCENTES (3ª Parte)

Antes de leer este relato recomiendo leer las entregas anteriores para conocer a los personajes y la situación. Os dejo con el relato.

Apenas pude dormir aquella noche. No paraba de darle vueltas a lo que quería decirle a Migue al día siguiente, y tampoco podía quitarme de la cabeza el polvazo que acababa de echar con Álvaro. Ya había perforado el culo de mis dos alumnos adolescentes…¿qué sucedería ahora?

Al día siguiente, el cuarto día del cursillo, bajé a desayunar temprano y estuve charlando con los otros profes. Álvaro, Migue y Nacho no bajaron al desayuno, seguramente se quedarían durmiendo. Las primeras clases transcurrieron con normalidad. Casi era un alivio darles clases a los niños, que no te metían en ningún problema. Luego vino la clase de Álvaro. El muy cabrón se había puesto el pantalón más corto del mundo y una camiseta sin mangas que le quedaba muy ceñida. Así era imposible concentrarse. Aguanté la clase como pude, aunque entre sus guiños de ojo, sus miraditas y la cantidad de veces que se pasaba la lengua por los labios lascivamente poco me faltó para tirarme encima de él, desgarrarle la ropa y volvérmelo a follar. Al fin llegó la clase de Migue. Al principio empezó a tocar tremendamente bien, aunque se notaba que estaba tocando como con rabia, y eso no me gustó. Le dije si podíamos dejar estar la clase y hablar. No era muy ético ni profesional por mi parte, pero no aguantaba más aquella situación.

  • Oye Migue, ¿qué te pasa conmigo?

  • A mí no me pasa nada – me respondió mirando al suelo.

  • No se, pensaba que ayer volveríamos a pasar la noche juntos, y cuando fui a hablar contigo por la noche ya te habías acostado, además de que me evitaste todo el día.

  • No, me evitaste tú en la piscina. Que estabas todo el rato sobándote con Álvaro, si lo llego a saber no te cuento que él también es gay.

  • Pero tío, que solo estábamos jugando a hundirnos – le respondí -. Que yo no quiero nada con Álvaro, de verdad. Si me moría de ganas por volver a estar contigo y pasar la noche juntos.

  • Bueno, vamos a seguir la clase y después si quieres lo hablamos más tranquilamente, ¿vale? – me dijo.

  • Vale, después de comer que hay un rato de descanso – propuse -. Quedamos en la piscina y hablamos.

  • Vale.

Seguimos la clase ahora con un ambiente más relajado y recuperando el rol de maestro y alumno, como si ninguno de nuestros líos estuviera sucediendo. Antes de la comida, en la piscina, opté por no bañarme con los alumnos como el día anterior, no quería que nada se estropease más, y la presencia de Álvaro podía estropearlo todo. Me quedé en una mesita tomando cervezas con los profes. Después de comer esperé un rato y me fui otra vez hacia la piscina. Esperaba que Migue estuviera allí para hablar con él como habíamos acordado. Cuando llegué no había casi nadie. Algunos niños, un par de profes que se estaban tomando un café allí y Álvaro nadando. Ni rastro de Migue. Esperé un poco y me tomé un café yo también con mis compañeros, pero Migue seguía sin venir. Al final decidí preguntarle a Álvaro.

  • Oye, ¿has visto a Migue? Quería darle unas fotocopias – dije disimulando.

  • Se ha quedado en la habitación con Nacho – me contestó desde el agua -.

  • Vale, pues voy a hablar con él.

No entendía nada. ¿Por qué no había venido como habíamos acordado? ¿Tan enfadado estaba por mis tonteos de la piscina con Álvaro que no tenía siquiera interés en que lo habláramos y arreglarlo? Si por la mañana parecía dispuesto. Menos mal que no se había enterado de lo que había hecho con Álvaro por la noche. Mientras pensaba todo esto me dirigía hacia las habitaciones. Cuando llegué a la habitación de los chavales me paré delante de la puerta y estaba a punto de llamar cuando me quedé de piedra con lo que escuché. Me dio la sensación de oír la voz de Migue gimiendo. Agucé todo lo que pude mi oído y esperé sin llamar. Lo oía otra vez, los gemidos de Migue y de alguien más. No podía ser verdad. Me fui de allí con el corazón latiéndome a mil por hora. Desde el piso superior quizás había un lugar desde el que podría ver a través de la ventana lo que ocurría en la habitación de Migue, ya que en aquel albergue no había cortinas en las ventanas. Se trataba de unas habitaciones vacías que el primer día que llegamos me di cuenta de que estaban abiertas, y cuando ningún alumno las ocupó nadie se preocupó de cerrarlas. Esperaba tener suerte y que siguieran abiertas. Calculé cuál de ellas quedaría en frente de la de Migue, en una mejor posición. Intenté abrir la puerta de la que creí mejor situada, pero estaba cerrada. Maldición. Probé con la de la derecha. Cerrada también. Después la de la izquierda. Abierta, menos mal. No estaba tan bien situada como hubiera deseado, pero era suficiente para confirmar mis sospechas.

Migue estaba completamente desnudo, con las piernas abiertas, sentado encima de Nacho, que también estaba desnudo. Migue se movía arriba y abajo y ponía una cara de placer increíble. No podía ver más abajo, pero era evidente que tenía la polla de Nacho ensartada en el culo y estaba cabalgando sobre ella. Esa visión me provocó un agudo dolor en el pecho, mezcla de rabia, de pena y de impotencia. Pero también me provocó una excitación que no pude reprimir. De vez en cuando se besaban, y a veces Migue aceleraba el ritmo de la cabalgada y ponía cara de estar aún más poseído por e placer. Aunque estaba lejos distinguía la piel sudada de ambos, la piel blanquita de Migue y la piel morena y reluciente de Nacho. Nacho tenía un cuerpo de infarto también. Era el más delgado y el más alto de los tres compañeros de habitación. Besaba y lamía el cuello de mi alumno Migue mientras le clavaba la polla, y eso me ponía aún más celoso y más cachondo. Sin darme cuenta estaba empalmado a más no poder y sobándome el rabo por encima del pantalón corto mientras observaba la escena. Se cansaron de esa posición. Migue se levantó de la cama para volver a ponerse sobre ella esta vez a cuatro patas. Mi precioso Migue a cuatro patas ofreciéndole el culo a otro. Nacho no esperó y se puso detrás de él. Pude ver entonces por primera vez la polla de Nacho. Era enorme, larga y gorda, mucho más que la de Migue o la de Álvaro. Eses chaval tenía con 16 años prácticamente la misma o más polla que yo. La apoyó en al entrada del culo de Migue y la metió entera de un solo empujón. Se notaba que ya llevaba un rato abriéndole el culo. Empezó a follárselo a saco mientras con las manos lo cogía de la cintura fuertemente. No podía oírlos, pero por al cara de Migue supe que estaba gritando de placer. Yo ya había pasado de sobarme la polla a estar cascándomela en toda regla mientras espiaba, hasta que de pronto paré y pensé en lo que estaba haciendo. Estaba viendo cómo el chaval que empezaba a ocupar mi mente y mi corazón día y noche estaba follando con otro adolescente y yo estaba escondido espiándolos y pajeándome porque la excitación que me producía esa imagen no era menos intensa que el dolor. Me guardé de nuevo la polla dentro del pantalón y entonces sólo sentí rabia, rabia porque lo estaba perdiendo para siempre, rabia porque no había querido siquiera hablar conmigo, me había dejado plantado para follarse a otro. No podía soportar más aquello.

Como poseído por una especie de fuerza superior a mí abandoné aquella habitación y salí del edificio. "Follad todo lo que queráis", pensé para mí mismo. "Si se trata de follar cuanto más mejor, que así sea". Me dirigí hacia la piscina. Había puesto mi camiseta por encima del pantalón para disimular la erección que tenía, ya que entre el edificio y la piscina debía cruzarme con mucha gente. Cuando llegué busqué a Álvaro en el agua, que afortunadamente seguía allí.

  • Álvaro, ¿puedes acompañarme un momento? – le dije.

  • Sí, ¿a qué?

  • Luego te lo explico.

  • Vale, espera que salga del agua – me contestó.

Álvaro salió, se secó un poco por encima y le dije que me siguiera. Me lo llevé a una zona bastante alejada, donde la vegetación era más espesa y por donde no pasaba nunca nadie del cursillo ni de ningún lugar. Cuando consideré que estábamos lo suficiente lejos de todo lo saqué del camino y nos metimos entre unos árboles y arbustos. Cuando encontré un buen sitio me paré, apoyé al chaval contra el tronco de un árbol y me agaché. Le bajé los pantalones de golpe mientras él aún flipaba con todo aquello. Su precioso rabo quedó frente a mi nariz, así que no esperé ni un solo segundo, me lo metí en la boca entero, de la misma forma en que él se había metido el mío la noche anterior. Álvaro pegó un gemido de placer y me acarició el pelo.

  • Joder Iván, esto se avisa – me dijo sonriendo.

Empecé a comérsela como si me fuera la vida en ello, era realmente deliciosa. La tenía fría por el agua de la piscina, con gusto a cloro, y debido al frío no estaba todo lo dura que debía, pero la sensación no era nueva para mí, ya me había comido otras pollas en la piscina o al salir de ella, y en unos segundos su polla estaba hinchadísima dentro de mi boca. Se la comí con desesperación. No se si en algunos momentos llegaba incluso a hacerle algo de daño o era simplemente que emitía gemidos de placer, pero yo no podía parar, la imagen de Migue y Nacho follando seguía grabada en mi mente, causándome rabia y excitación por partes iguales. Yo sabía que mi forma de actuar era una mezcla de venganza y de deseo por saciar la calentura que tenía encima, pero tanto Álvaro como yo estábamos disfrutando al máximo de aquello. Y lo mejor estaba por llegar.

Me levanté y le dije que se tirara en el suelo. Álvaro me obedeció ciegamente. Estiró en el suelo la toalla que llevaba para no tumbarse en la arena y se acostó bocarriba de forma que su polla quedaba apuntando al cielo. Mientras él se tumbaba yo me quité los pantalones y los calzoncillos dejándome las zapatillas puestas. Después me senté encima de Álvaro, el cual me miraba absolutamente alucinado.

  • ¿Qué estás haciendo, Iván?

  • Calla y déjame hacer, ¿no quieres hacer esto? - le pregunté.

  • Joder, claro que quiero.

Le cogí la polla y la puse a la entrada de mi culo. Empecé a sentarme sobre ella y empezó a entrar, con toda la saliva que había dejado en su rabo no había problemas, además de que mi culo siempre ha dilatado de maravilla y siempre he podido hacer de pasivo sin ningún problema. Cuando llegué hasta el fondo dejé caer todo mi peso, estaba totalmente ensartado en la polla de Álvaro. Aquello era algo nuevo para mí, hasta ahora me había follado a mis dos alumnos adolescentes, pero siempre haciendo de activo, ahora por primera vez un alumno me la metía y me iba a follar él a mí, eso sí que me pondría bastante difícil el recuperar el rol de profesor suyo cuando tuviera que darle clases otra vez. No todos los alumnos se la meten por el culo a su profesor, ni todos los profes se abren de piernas como putas para sentarse sobre la polla de sus alumnos, pero en aquel cursillo todo se había desmadrado demasiado, y ya poco importaba nada más que entregarse al placer.

Empecé a cabalgar lentamente, sintiendo toda esa polla resbalar por las paredes de mi culo. Hacía bastante tiempo que no tenía sexo como pasivo, y volver a sentir un rabo dentro de mí me hizo estremecerme de placer. Además, la cara de Álvaro era un poema, tenía los ojos casi en blanco y gemía como un loco. Poco a poco fui aumentando la velocidad de mis movimientos, moviendo la cintura para conseguir una mayor sensación de movimiento. Álvaro a sus 15 años aguantaba como un auténtico campeón, otro con cuatro movimientos se hubiera corrido, de hecho me había pasado con tíos mucho más mayores que él. Sin embargo ahí estaba el chaval, gozando, sonriéndome. Me cogió fuertemente de la cintura y me dio un morbo terrible, era como si me dejara claro que él me tenía cogido, que él era el macho y que yo tenía que darle placer. Ni en mis sueños más calientes sobre Álvaro hubiera imaginado una situación tan extrema como aquella. A medida que yo aumentaba la velocidad, Álvaro iba haciendo pequeños movimientos de pelvis como podía para sacármela lo más posible y después clavármela hasta el fondo en cada embestida. Hubo un momento que paré, dejé mi culo semilevantado y le dejé hacer a él. Él me miró con cara de vicio total y empezó a follarme el culo sin compasión. Dios, qué bien follaba el chaval. Si con 15 años era así no quería imaginarme lo que sería echar un polvo con él cuando tuviera 18. Se notaba que había tenido muchas experiencias con Migue antes de que todo aquello empezara, y quién sabe si con alguien más. Empezó a acelerar más sus movimientos, yo volví a cabalgarle y noté que sus embestidas era cada vez más profundas, como si quisiese romperme del todo. Al poco rato noté su polla hincharse en mi interior y vi cómo su cara se descomponía de placer mientras se corría dentro de mí. Hacía tiempo que no notaba lo que era tener el culo lleno de leche, y ahora sentía la de mi alumno adolescente llenarme por dentro. Álvaro se quedó muerto, su cara era la del chaval más feliz del mundo. Empecé a notar poco a poco cómo su polla iba deshinchándose en mi interior, pero yo aún no había saciado toda mi calentura.

Me levanté sacándome su polla de mi interior. Tenía el culo muy abierto, así que sentí algo de su semen salir de mi culo y resbalar por mi pierna. Álvaro me miró sin entender muy bien la precipitación de mis movimientos. Me arrodillé entre sus piernas y se las cogí, después se las levanté y las coloqué sobre mis hombros.

  • ¿Qué haces, Iván?

  • Voy a follarte yo – le dije mientras untaba mi polla en saliva.

  • No, espera tío, un momento.

Empezó a retorcerse como si quisiese que no se la metiera, pero a tales alturas no estaba dispuesto a dejarlo correr, busqué su agujero con la punta de mi rabo y lo dejé ir todo adentro de un golpe que tuvo que dolerle a rabiar. Pegó un grito tremendo, agradecí que nos hubiéramos alejado tanto. Con una mano le tapé la boca para que se contuviera. Noté que de sus ojos salían lágrimas, probablemente del escozor que debía sentir, pero como he dicho antes, yo no era dueño de mí en aquel momento, así que sin importarme empecé a follármelo salvajemente. Mis embestidas lo aplastaban contra el suelo, se la sacaba hasta el límite y la dejaba ir hasta el fondo en cada movimiento. Notaba su culo tremendamente cerrado aún, pero eso, que a él le causaba dolor a mí me causaba más placer aún. El chavalín no paraba de gritar, yo no podía tener la mano todo el rato en su boca, necesitaba agarrarlo bien de las piernas para mantener el equilibrio. Cogí mis calzoncillos, que estaban en el suelo al alcance de mi mano, los arrugué haciendo una bola con ellos y se los metí en la boca. Él trataba de impedírmelo, pero yo necesitaba tenerlo callado hasta que acabara con él. Cuando conseguí metérselos me aseguré de que podía respirar sin problemas y seguí follándomelo con toda la fuerza del mundo. Estaba tan excitado con todo aquello que no tardaría en correrme, pero Álvaro aún debía de aguantar un poquito más. Mi polla lo perforaba sin compasión. Al rato de estar así noté como su cara era diferente. Sin duda aún le dolía, y aún le caían lágrimas, pero estaba disfrutando, lo veía en sus ojos, así que aceleré más y más. No importaba qué pasara a partir de aquel momento, ese era uno de los mejores polvos que había echado en mi vida, y creo que lo será para siempre, pues la situación fue extremadamente morbosa y límite. Álvaro siempre será para mí un campeón, una de las personas que más placer me ha dado en la vida. Cuando sentí que estaba a punto me eché encima de él, se la clavé hasta los intestinos y empecé a descargar. Dudo que alguna vez en mi vida haya echado los chorros que debí descargar en el culo de Álvaro. Aquello no terminaba nunca, le inundé por dentro con todo lo que llevaba contenido aquel día.

Cuando terminé tuve que luchar por recuperar el ritmo de respiración y devolver mi cabeza a su sitio. Se la saqué y vi cómo el semen escapaba de su culo abierto a más no poder. Saqué mis calzoncillos de su boca y me tiré a su lado. Estuvimos los dos así un buen rato sin hablar. Álvaro se secó las lágrimas de la cara y entonces yo me sentí como una auténtica mierda. Le miré a los ojos, temía ver en ellos el odio hacia mí por haberle forzado así, la repulsa, pero Álvaro comenzó a sonreírme.

  • Lo siento, Álvaro – le dije.

  • ¿Por qué?

  • Por haberte tratado así.

Álvaro me acarició el pelo mientras me miraba con unos ojos muy diferentes a los que solía poner. De repente dejó de parecer un adolescente sinvergüenza y viciosillo y me pareció tener delante a alguien adulto, con dos dedos de frente.

  • Ahora me vas a contar a qué ha venido esto, ¿verdad? – me dijo -. Es por Migue, ¿no?

  • ¿Qué quieres decir? – le contesté sin saber por dónde iban los tiros.

  • Le has pillado con Nacho, ¿no? Yo se que te gusta Migue.

  • No, eso no es verdad.

  • Sí que lo es, te estas pillando por él aunque no quieras, y se que si has venido a echar este polvazo ha sido por celos y rabia – me respondió -. Mira, la culpa de todo lo que ha pasado es mía.

  • ¿A qué te refieres?

  • Yo tengo la culpa de que te distanciaras de Migue ayer, y ha sido culpa mía que él no haya ido a vuestra cita y se haya acostado con Nacho.

  • ¿Cómo puede ser eso? – pregunté.

  • Vamos a vestirnos primero, después te explicaré todo lo que ha pasado entre ayer y hoy que no comprendes.

CONTINUARÁ

Perdonad una vez más la longitud del capítulo. Hasta aquí los líos, a partir de ahora el desenlace de la historia, intentaré no defraudar. Gracias por leerlo!!!