Cursillo de verano con adolescentes (1)

Mi historia con tres adolescentes en un campamento musical. Amor, celos, y sobretodo, mucho sexo.

CURSILLO DE VERANO CON ADOLESCENTES (1ª Parte)

Saludos a todos los lectores de Todorelatos. Mi nombre es Iván y vivo en Valencia. Tengo 20 años, aunque todos dicen que aparento 17 o 18. Soy moreno, con el pelo corto, no muy alto, dicen que tengo unos ojos bonitos y una cara de niño malo que pone a chicos y chicas. Soy músico, estudio trompeta, concretamente me falta un año para terminar la carrera, aunque eso no me impide que ya haya empezado a trabajar y a ganarme un sueldecillo a base de tocar aquí y allá y dar clases a chavalines. Hace dos años, un amigo mío que daba clases de trompeta en una escuela de música de un pueblo cercano al mío me dijo que se lo dejaba y que si me interesaba hacerme cargo del puesto de profesor. Yo le dije que sí, ya que nunca viene mal ganarse unas pelillas para pagarse la carrera y también ir cogiendo algo de experiencia. Así me convertí en el nuevo profesor de trompeta de la escuela, y tenía 12 alumnos. La historia que os voy a contar me sucedió el verano pasado, cuando acudí por vez primera a un cursillo de verano que la escuela organiza todos los años a finales del mes de Julio para que los chavales se lo pasen bien con la música y también para que no se pasen todas las vacaciones sin practicar con el instrumento.

El cursillo duraba una semana y tenía lugar en un albergue en la montaña, con piscina, mucho espacio para dar clases, un lugar ideal, vaya. Había chicos de todas las edades, desde enanos de 5 y 6 hasta adolescentes de 16 y 17. Los chavales dormían en habitaciones de dos y tres personas, con baños y duchas comunitarios, mientras que los profesores teníamos nuestra habitación individual con bañera en cada habitación (siempre ha habido clases, jeje). A las clases de trompeta se habían apuntado 9 alumnos, 8 de ellos alumnos míos de la escuela de todo el año y uno que no pertenecía a la escuela.

Ahora que ya os he situado un poco pasaré a contaros cómo eran los tres protagonistas junto conmigo de esta historia. De mis alumnos, 7 eran niños de 13 años para abajo, y dos era ya adolescentes hechos, derechos, y bien guapos. Uno de ellos era Álvaro, de 15 años, delgado, moreno, con el pelo a capita, culo respingón, cara de crío…una maravilla de chaval que me había inspirado montones de pajas desde que lo conocí. El otro era Migue, de 16 años, un rubio con el pelo rapado, de constitución grande, fuerte, un chaval precioso también que además sospechaba desde que lo conocí que era gay. Estos dos compartían habitación con Nacho, un alumno de saxofón de 16 años también, pelo rizado, muy moreno de piel, delgado, otra delicia que completaba una habitación en la que daría gusto perderse. Aunque a éste último no lo conocía mucho, durante el cursillo y dada la relación que tenía con mis dos alumnos hice amistad con él enseguida.

Ahora sí, presentado todo pasaré a contaros la acción.

El primer día del cursillo pasó sin nada a destacar, dimos clase colectiva en dos grupos, el de los pequeñajos y otro con los dos más avanzados, Álvaro y Migue. Por la tarde piscina, donde me harté a ver cuerpazos apetecibles y por la noche los chavales a dormir pronto y los profes y organizadores de fiesta en una habitación, lo pasamos bien. Lo bueno empezó el segundo día. Por la mañana, en las clases individuales con los alumnos, noté a Álvaro muy bien, en su línea, ya que siempre había tenido cualidades, pero la clase de Migue fue realmente bastante desastrosa. No quise darle importancia, seguro que era un mal día, pero me estuve fijando en él todo el día y me di cuenta de que estaba como pensativo, preocupado, encerrado en sí mismo. En la piscina apenas se bañó, y cuando lo hizo no estaba mucho con los demás. Esa noche pasé de la fiestecilla de los profes y decidí invitar a Álvaro, Migue y a su compañero Nacho a mi habitación. Ya eran más mayorcitos, no pasaba nada porque no se fueran a dormir pronto, ni porque los invitara a una cerveza de las que yo tenía, cosa a la que aceptaron inmediatamente. Me gustaba ser colega de mis alumnos así más mayores, no que me vieran como a su profe, sino como a un amigo. Total, estuvimos en mi habitación, controlé que no bebieran mucho y me fijé en Migue que seguía como apagado. Cuando se hicieron las 2 de la madrugada les dije que ya estaba bien, que se fueran ya a descansar y mañana sería otro día. Los tres se disponían a irse cuando le dije a Migue:

  • Oye tío, ¿estás bien?

  • Bueno… – me contestó - ¿por qué lo dices?

  • Porque hoy te he visto todo el día apagado, ¿quieres quedarte un poco y hablamos tú y yo?

  • Vale – me contestó.

Álvaro y nacho se fueron y yo me quedé con Migue, ese chaval necesitaba hablar con alguien, era evidente. Yo estaba medio tumbado en mi cama, y él sentado en el borde de otra cama que había, ya que pese a ser una habitación para mí solo en realidad estaba pensada como una habitación doble.

  • ¿Qué te pasa, tío? Cuéntamelo a mí.

  • Na, rollos.

  • Pero rollos de qué, ¿alguna chavalita por ahí? – le pregunté.

  • No, qué va – me respondió. Yo decidí indagar un poco más haciendo caso a mis sospechas y confiando en que él se abriera y me contara algo.

  • ¿Algún chaval? – le pregunté

  • ¿Qué dices tío? – respondió con una risa nerviosa y cara de circunstancia, como si hubiera dado justo en el blanco.

  • Ay, no se, tampoco sería tan raro, ¿no? – hubo como un momento de silencio en el que él se pensaba si zanjar todo aquello o abrirse finalmente, y por fortuna optó por lo segundo.

  • ¿No te parecería raro? – me preguntó

  • ¿A mí? ¿Raro por qué? – le dije tratando de dale confianza para que se animara.

  • No se – me contestó -. ¿Y si fuera eso, por algún chaval?

  • Pues si es eso no pasa nada tío. ¿Te crees que me voy a escandalizar yo por eso? Que es lo más normal del mundo, joder – le dije mientras le pasaba otra cerveza, era su segunda lata -. ¿Y bueno qué es lo que pasa?

Me empezó a contar que había estado durante los últimos meses de rollo con un chico, tonteando, pero que cuando él estaba empezando a sentir algo más por ese chico, el otro parecía no querer más que rollo esporádico, cosa que lo tenía a él deprimidillo, claro. Pensé en preguntarle quién era el chaval, si le conocía, pero tuve la impresión de que no quería hablar de él demasiado, quizás porque le entristecía. Cuando acabó de contarme le dije lo típico, que tratara de no darle importancia, de poner un poco de distancia con ese chaval, para no hacerse daño a sí mismo, que era muy joven para deprimirse por esas cosas. Él me dijo que le había aliviado mucho contármelo, que yo era genial y esas cosas, que pensaba que no podría contárselo nunca a nadie, y yo le empecé a decir que él sí que era genial, que era súper inteligente, que tocaba muy bien, cosas para subirle la autoestima, y además le dije que con lo guapo que era no tendría problemas en enamorar a otro. Él me lanzó una mirada con sus ojazos azules y una sonrisa preciosa que hizo que me derritiera por él, la verdad, y justo después se pasó a mi cama y me dio un abrazo de agradecimiento, de colegas…o eso pensaba yo en un primer momento.

  • Gracias Iván – me susurró al oído provocándome un escalofrío mientras se aferraba a mí.

  • De nada enano – le respondí sin dejar de abrazarle, el contacto con su cuerpo era celestial.

Noté un beso en el cuello. Aquello no podía estar sucediendo. Después noté otro, un poco más arriba, más hacia la oreja. Otro. Pensé por un instante en separarme de él y hacer lo más sensato, pedirle que se fuera, pero me fue imposible del todo. Siguió besándome, ahora podía notar además de sus labios el tímido roce de su lengua. Dios, aquello era demasiado, me tenía rendido. Separó su cabeza de mi cuello y aún abrazados nos miramos intensamente. Esta vez no fue él, fui yo el que busqué sus preciosos labios con los míos. Él ladeó su cabeza facilitándome el camino y nuestros labios se encontraron muy poco a poco, tímidamente, como tratando de no romper una magia delicada y frágil que se sostenía en un hilo tan filo que era casi imperceptible. Fuimos pegándonos más y más, presionando, nuestras lenguas se juntaron y al fin nos dimos un beso increíblemente especial, un beso que los dos recordaremos siempre, un beso que, pasara lo que pasara a partir de aquel momento nos uniría para siempre. Después empezamos a separarnos como si no quisiéramos hacerlo, muy poco a poco, hasta que quedamos otra vez mirándonos con unos ojos llenos de miedo, de incertidumbre, de ternura.

  • Migue… – le dije – no quiero que hagas algo de lo que después te arrepientas – me miró un rato mientras con su mano acariciaba mi mejilla.

  • ¿Tú te arrepientes, Iván? – me preguntó.

  • No.

  • Yo tampoco.

Ahora me besó él, pero el miedo había desaparecido, y nos dimos un beso apasionado fruto del deseo que sentíamos los dos en aquel momento. Nos tumbamos en la cama sin dejar de comernos los labios, abrazándonos, sobándonos, mordiéndonos. Yo quedé encima de él y empecé a besarle todo el cuello, lamiéndoselo mientras él gozaba como un niño. Nuestros paquetes estaban bien pegados, y pese a que los dos llevábamos la ropa puesta se notaba que nuestras pollas estaban a punto de reventar. Mientras le besaba restregué bien mi pubis contra el suyo, haciendo movimientos similares a los que haría si le penetrara, y él lejos de pararme abría las piernas como deseándolo. Paré de besarle aunque me costó y le quité la camiseta. Tenía un torso de infarto, era exactamente el tipo de chico que siempre me había gustado, grande, con carne. Estaba muy lejos de ser obeso, pero tenía donde agarrase. Un pecho perfecto, en su justa medida, y unos pezones enloquecedores. Me quité mi camiseta con algo de ayuda por su parte y me lancé a comérselos, chupándoselos como si quisiera arrancárselos. Migue gemía de placer y yo me esforzaba para que tuviera la mejor experiencia de su vida. Fui bajando con mi lengua por su barriga hasta llegar a su ombligo, el cual también lamí haciéndole estremecerse, y cuando me topé con la goma de su pantalón corto tuve la duda de si seguir adelante o no. Le miré buscando la aprobación en su mirada y le vi morderse el labio inferior y mirarme suplicando que no me detuviera en aquel momento, así que agarré la goma del pantalón y la del calzoncillo juntas y tiré de ellas con la intención de quitárselos. Él me ayudó con su movimiento de piernas, y cuando le liberé completamente de ellos los tiré al suelo mientras observaba el espectáculo que tenía frente a mí.

Un adolescente de 16 años entregado a mí, completamente desnudo, deseando que lo poseyera. Su polla era normal para un chico de su edad, unos 16 cm, pero realmente perfecta y bastante gorda. No podía esperar más, así que me quité yo también mis pantalones y mis calzoncillos y noté el alivio que supuso liberar mi polla de 18 cm de su cárcel. Inmediatamente me agaché y me metí el rabo de Migue en la boca. El chaval casi se me derrite del gusto al notar el contacto de mi lengua en su glande, empezó a gemir como si le fuera la vida en ello, y yo tuve taparle la boca para recordarle que no podíamos llamar la atención. Empecé a mamarle la polla poco a poco, tratando de tener mucho contacto de mi lengua con todo su tronco y su capullo. Tenía un sabor suave, de adolescente, encantador. Palpitaba en mi boca, la notaba hincharse y relajarse, estaba disfrutando y eso me ponía contento y cachondo a más no poder. Fui aumentando la velocidad, intentado tragármela toda. Debo decir que yo tenía bastante experiencia comiendo rabos, y puse toda la carne en el asador para que aquella mamada fuera fiel reflejo de mi sabiduría en el tema. Quería que aquella mamada la recordara toda su vida. Me la tragaba entera, subiendo y bajando a una velocidad considerable, usando la lengua lo mejor que sabía, además de aumentar su sensación de placer ayudándome con las manos, con una le pajeaba al mismo ritmo que mamaba y con la otra le sobaba los huevos y el culo. Separé durante unos segundos mi boca de su rabo para untarme el dedo en saliva. Mientras seguía comiéndosela, empecé a introducirle el dedo en el culo. Con el placer que le estaba dando no opuso ninguna resistencia, y mi dedo entró sin ninguna dificultad hasta el fondo del chaval. Probé con un segundo dedo. Ningún problema, aquel culo estaba preparado para recibirme, y a esas alturas yo ya no me planteaba la posibilidad de parar todo aquello, pensaba llegar hasta el final a menos que Migue me lo impidiera, y no se le veía en absoluto por la labor.

Dejé de comérsela y le saqué los dedos del culo. Su cara era un poema, estaba descompuesto de placer, y lo mejor estaba por venir. Volví tirarme encima de él para besarle apasionadamente. Mientras lo hacía restregaba mi polla contra la suya, el contacto de ambos miembros a punto de estallar era delicioso. Empecé a hacerle levantar las piernas y a buscar su agujero con los dedos. Él me ayudó, ya que deseaba todo aquello tanto o más que yo. Cuando sus piernas estuvieron sobre mis hombros y me ofrecía su culo plenamente empecé a ponerle toda la saliva que pude, aunque tenía la boca algo reseca. Él me ayudó metiéndose mis dedos en la boca y dándome su saliva, y yo se lo restregué bien todo por el culo y por mi polla. Por un momento pensé en levantarme a coger un preservativo, ya que siempre suelo tener relaciones seguras, pero pese a que recomiendo a todo el mundo que siempre lo utilice a no ser que sea con su pareja fija, no quise romper aquella magia. No estaba dispuesto a esperar más. Cogí mi polla y la puse a la entrada de su culo. Después le miré para asegurarme de que todo estaba bien y vi la aprobación y el ansia en su mirada.

  • ¿Estas seguro de esto, verdad? – le pregunté por última vez antes de lanzarme a por la traca final.

  • ¿Lo estás tú? – me contestó sonriéndome.

Presioné para romper la resistencia de su esfínter y metí la punta de mi polla en el interior de Migue. El chaval no pudo evitar pegar un gritito cuando mi rabo comenzó a entrar, yo tuve ganas de hacerlo también, pero conseguí reprimirlo. Paré ahí para que se acostumbrara, no quería metérsela de golpe, hacerle daño y que todo se fuera a la mierda. Cuando noté que se relajaba empecé a meter el resto, poco a poco pero sin parar. Su cara se empezó a descomponer, era consciente de que le estaba doliendo, pero también de que era un dolor soportable y por el que tenía que pasar. Además, él quería pasar por aquello. Cuando se la había clavado hasta el fondo y mis huevos estaban pegados a su culo me agaché y le empecé a besar de nuevo, tenía que conseguir que se relajara lo más posible antes de empezar a en serio. Sentía su respiración entrecortada, su frente sudorosa, todo su cuerpo desprendía un calor abrasador.

  • Vamos, adelante – me dijo al oído dándome luz verde para empezar.

Separé mi cara de la suya y le miré a los ojos. Sentí que me perdía en ellos. Él me miraba intensamente, en su mirada vi que confiaba en mí, que deseaba aquello con todas sus fuerzas, que me amaba aunque quizás solo fuera por un momento. Así, mirándole a los ojos comencé a hacerle el amor despacio. Su cara cambiaba cada vez que mi polla entraba y salía de él, lentamente, pero no dejábamos de mirarnos a los ojos. Aquella estaba siendo, probablemente la experiencia más bonita de mi vida. Empecé a aumentar el ritmo a medida que notaba que su culo se relajaba y se acostumbraba. Poco a poco, más rápido cada vez. Los dos gemíamos de placer, los dos sudábamos mientras yo me introducía cada vez más y más profundamente dentro de mi alumno. El se cogía a mi cuello, a mi cabeza, se aferraba cada vez más fuerte a medida que aumentábamos el ritmo. No dejábamos de mirarnos a los ojos. Me secaba el sudor de la frente con sus manos mientras gemía de placer, eran gemidos contenidos, pero intensos. Alcancé una velocidad y una profundidad increíble en mis embestidas. Era alucinante lo que el culo de Migue estaba soportando. No se cuánto tiempo estuve entrando y saliendo de él, pero me pareció estar en un sueño. Migue empezó a cerrar los ojos, a gemir más y más intensamente. Cuando me quise dar cuenta de su polla estaban manando chorros y chorros de leche que iban a parar a su propio ombligo, a su pecho, alguno incluso alcanzó su barbilla. Me excitó tanto ver a Migue alcanzando el cielo que tardé apenas unos segundos en ir tras él. Se la empecé a clavar hasta el fondo intensamente, como si quisiera aplastar su cuerpo contra el colchón y empecé correrme en el interior del chaval cuando él acababa de terminar de hacerlo. Puso una cara de sorpresa y excitación, se notaba que estaba sintiendo el líquido caliente en su interior, y que por lo visto yo estaba descargando abundantemente. Dejé mi cabeza caer sobre su pecho y luché por recuperar la respiración mientras mi polla empezaba a relajarse. Estuvimos así un rato, jadeando, volviendo a la realidad, y cuando me di cuenta de todo lo que había pasado, aún con mi polla en el interior de su culo, tuve miedo. Empecé a sacársela despacio y una vez la tuve fuera noté cómo mi leche se escapaba de su culo que estaba tremendamente abierto. Levanté mi cara para mirar al chico y vi que estaba llorando.

  • Migue…Migue, ¿qué te pasa? – le pregunté - ¿Por qué lloras?

Él levantó su mirada y no vi arrepentimiento en él, como había temido por unos instantes, sino felicidad plena y absoluta.

  • No se – me contestó sonriendo con una cara preciosa -, ha sido la hostia, ¿no?

Yo le devolví la sonrisa.

  • Sí, le contesté.

Me acarició la mejilla y el cuello y yo sentí que no podía estar más derretido por él.

  • ¿Mañana no te arrepentirás de esto, verdad? – le dije. Él me volvió a sonreír y negó con la cabeza.

  • ¿Te arrepentirás tú? – me pregunto él como respuesta.

Acerqué mis labios a los suyos y le besé como la primera vez, despacio, tímidamente, mágicamente.

Y así nos quedamos dormidos. Al día siguiente todo sería como siempre, pero radicalmente diferente, las clases, las actividades, todo. Tendría que darle clase a Migue, al adolescente que estaba desnudo abrazado a mí y al que acaba de hacerle el amor. Pero todo eso sería al día siguiente, y por aquel momento solo existía esa noche y nosotros dos juntos. Y aquel cursillo de verano con adolescentes no había hecho más que comenzar.

CONTINUARÁ

Hasta aquí la primera parte, siento que haya sido tan larga, pero me lié, me lié…Pero estoy contento con el resultado. Espero los comentarios para seguir o dedicarme a otra cosa, jejeje. GRACIAS!