Curro, ¿por qué me haces esto?

Sinfonía sexual en cuatro movimientos.

Curro, ¿por qué me haces esto?

Sinfonía sexual en cuatro movimientos:

Allegro misterioso – Squerzo – Andante – Allegro vivace

1 – Me conocía de oídas

Aquella tarde estaba a punto de prepararme un café; me moría de sueño y tenía que seguir componiendo. El timbre de la puerta, a esas horas, me sacó de mi letargo. Sabía que casi todos los vecinos estaban de vacaciones. En agosto se quedaba el bloque prácticamente vacío. Me acerqué a la puerta con prudencia y puse el ojo en la mirilla, pero las luces de las escaleras estaban apagadas y no podía ver quién llamaba.

  • ¿Quién es? – pregunté.

  • ¡Soy yo! – oí desde fuera - ¡Su vecino Curro; del tercero D!

¿Curro? ¡Ese era el chico que me saludaba siempre amablemente en el ascensor pero casi nunca me hablaba! Tendría unos veinte años – así me lo parecía - pero siempre llegaba hasta su planta con la cabeza agachada y mirándome disimuladamente de vez en cuando dándome la sensación de que le gustaría algo más que mirarme. Cuando salía, me sonreía y se limitaba a decirme «¡Adiós!». Era el hijo de don Francisco, un ceramista viudo bastante cotizado con el que me unía una buena amistad. Pero… ¿qué querría su hijo?

Abrí la puerta con prudencia y fue entonces cuando encendió las luces de las escaleras.

  • ¡Hola! –saludó tímidamente-; supongo que sabe quién soy.

  • ¡Claro, hombre! – le hice señas para que entrase - ¡Pasa, pasa, que seguro que te envía tu padre porque hago mucho ruido a estas horas!

  • ¡Noooo! – exclamó -; vengo yo a verle ¡Me lo ha dicho mi padre! Como se oye algo su guitarra desde abajo, sabíamos que no estaría durmiendo la siesta.

  • ¡Vaya! – lo hice pasar al salón - ¡Siento mucho estar tocando a tanto volumen a la hora de la siesta! ¡No me doy cuenta!

  • ¡A mí no me importa…! – se quedó pensativo - ¡Ni a mi padre ni a mí nos importa! ¡No vengo a quejarme, sino a otra cosa!

  • ¡Siéntate, chaval! – quité de allí unos cojines -; me estaba preparando un café, pero supongo que tú no lo tomas.

  • ¡Sí! – puso sus manos entre sus piernas -; mi padre lo hace y lo tomamos los dos ¡Me gusta!

  • Pues entonces, si lo prefieres – dije -, vente a la cocina y me cuentas qué te trae por aquí.

  • Pues verá, señor

  • ¡Eh, eh, espera! – puse la palma de mi mano en su pecho cálido - ¡Nada de «señor»; me llamo Carlos!

  • ¡Sí, ya lo sé! – me siguió -; lo he visto muchas veces tocar en DVDs ¡Me gusta!

  • Pues a mí no me gusta que sigas hablándome de usted –me volví y le sonreí- ¡Se lo diré a tu padre!

  • ¡No! – se echó a reír - ¡Ya no me equivoco más!

  • Sigues sin decirme qué necesitas, Curro – comencé a poner la cafetera -; tu padre y tú deberíais estar en la playa y no aquí pasando calor.

  • Mi padre tiene trabajo – dijo – y yo leo. Ahora, cuando escuchábamos por el patio la guitarra, no he podido callarme ¡Le he dicho que me gustaría saber tocar así!

  • ¿Tocas la guitarra?

  • ¡Tengo una acústica imposible de afinar! – se quejó - ¡Así no aprenderé nunca! Le he dicho a mi padre que me ayude a comprarme una guitarra eléctrica, pero siempre me dice que no sabe dónde se compran esas cosas ni lo que valen. Hoy me ha dicho que subiera a preguntarle… ¡a preguntarte!

  • Pues si te esperas a que tomemos café – le señalé la puerta de la cocina -, iremos a mi pequeño estudio para que lo veas y te diré todo eso que quieres saber.

  • ¿Un estudio? – preguntó algo extrañado - ¿No ensayas con tu grupo?

  • ¡No, Curro, ya no! – le dije con misterio -; te daré una copia en DVD del último concierto que di. A lo mejor te asusta ver un escenario enorme sin nada encima ¡Sólo yo con mi guitarra! ¡Ni un solo cable! ¡Ni un solo instrumento! Ahora puedo ensayar solo aquí; en casa. Mi grupo es un ordenador portátil con muchos programas elegidos. El resto de ruido lo hago yo con un micrófono y una guitarra inalámbricos ¡Te gustará!

  • ¿Solo delante de tanta gente? – me miró espantado - ¡Me moriría de vergüenza!

  • ¡Venga, vamos a tomarnos este café y ya verás lo que se puede hacer hoy en día!

2 – ¡Lo que se puede hacer hoy en día!

Cuando entró en la habitación que tenía como estudio no pudo reprimir un grito contenido de sorpresa: «¡No hay casi nada!».

  • ¡Mira, Curro! – levanté mi Yamaha negra - ¡Esta es mi favorita!

  • ¿Esa? – se extrañó - ¿Es que tienes más? ¡Bueno, en el DVD llevas una de color madera!

  • ¡Tengo más! – la acerqué a él y lo miré a los ojos - ¡Cuatro!, pero he tenido hasta siete.

  • ¡Joder! – se quejó - ¡Y yo con una y no suena!

Miró con curiosidad a su alrededor y no vio otra cosa que un portátil con dos pantallas, un controlador de teclado musical y el amplificador.

  • ¿Esto es lo que suena a grupo de rock y tan fuerte? – me miró incrédulo - ¡Ojalá tuviese yo algo así!, pero con una guitarra como esta me conformaría.

  • ¡No creo, Curro! – me senté frente al teclado en mi banqueta y subí el volumen de la guitarra -; esta guitarra es cara y no suena sola; necesita un amplificador ¡Es eso de ahí! Si quieres que suene así… (toqué un corto solo), necesitas también una pedalera de efectos como esta y algunos cables. Si quieres acompañamiento, necesitas un ordenador con un buen sistema de sonido y programas que hay que saber programar

Conforme le hablaba y tocaba algunas notas, se fue colocando detrás de mí y noté sus codos apoyarse en mis hombros y su cara pegarse a la mía asomándose para ver la guitarra y apretando su cuerpo contra mi espalda. Me puse nervioso.

  • ¡La ostia! – exclamó susurrando - ¡Cómo suena esto!

No me volví. Me estaba poniendo enfermo y me estaba jugando una mala pasada. Mi polla se estaba endureciendo demasiado y mis calzonas, más bien estrechas, no lo disimulaban. Sus manos se posaron en mis hombros desnudos y, poco a poco, como si me acariciara, sus palmas fueron descendiendo por mi pecho hasta llegar a la guitarra y tocarla. De pronto, habló en voz baja en mi oído.

  • ¡Me gustaría tocarla!

Desde arriba tenía que ver la guitarra, sin duda, pero también estaría viendo un bulto en mis calzonas que resultaba bastante evidente. Curro sabía ya claramente que me estaba poniendo cachondo.

  • ¿Cuánto cuesta una? – susurró - ¡Una con todo lo que le haga falta para sonar así!

  • ¡Verás! – tosí nervioso -; puedes encontrar una para empezar por unos 250, supongo; una pedalera baratita por… 100… ¡Y un amplificador para estudiar! ¡Este es demasiado potente!

  • ¡Joder! – se desilusionó - ¡No sé si mi padre se gastaría tanto! ¡Tendré que seguir con lo que tengo hasta que yo pueda ganármela por mí mismo!

  • ¡Creo que sí! – no quería levantar la vista - ¡Tendrás que hacer algo para ganar dinero y comprarla!

Fue entonces cuando pegó su boca a mi oreja y volvió a hablar susurrando.

  • ¡Tócame algo! ¡Tócame lo que quieras!

Tragué saliva. Aquello que decía me sonaba a otra cosa distinta de lo que debería esperar, así que también le pregunté susurrando.

  • ¿Qué te gustaría que te tocara? ¿Tienes alguna preferencia?

  • ¡No! – habló despacio -; ¡tócame!

No le contesté; estaba petrificado. Volvió a rozar sus manos por mi pecho para subirlas un poco y toqué algunas notas; una melodía más suave. Su mano derecha se levantó de mi pecho y se posó sobre la mía impidiéndome tocar. Bajé el volumen de la guitarra y volví mi cara para mirarlo. Nuestros ojos estaban muy cerca y me miraba sin pestañear.

  • ¡Tócame, Carlos! – musitó - ¡Tocas muy bien!

  • ¡Claro, pero si no sueltas mi mano…!

Soltó mi mano, por supuesto, pero me besó en la mejilla.

  • ¿Puedo yo tocar también?

Su pregunta ya no dejaba lugar a dudas, así que asentí: «¡Sí!». Como pensé, su mano se deslizó despacio hacia mi muñeca y luego hacia el brazo y, lentamente, estiró algo sus dedos hasta rozar mis calzonas y lo que había debajo.

  • ¡Espera! – me incorporé un poco - ¡Voy a dejar la guitarra en su sitio!

No dijo nada; se incorporó, esperó a que dejase la guitarra en su soporte y se me puso delante pegando sus rodillas a las mías. Lo miré y me sonrió. Yo no sabía cómo reaccionar. Abrió sus piernas y se sentó sobre las mías dejando caer sus manos abiertas sobre mis calzonas y acariciándome con cuidado sin dejar de mirarme.

  • ¡Tócame!

3 – Descubriendo la armonía y los tempos

Respiré más tranquilo sólo de saber qué era lo que quería, pero pensé que hacía aquello pensando en otros intereses. Mis manos se posaron en su camiseta, en su pecho cálido, y tiró de ella hacia arriba rápidamente dejando sus pezones a la vista, a la altura de mis ojos, y colocando sus dos manos otra vez sobre mi polla. Mis calzonas estaban húmedas. Me sonrió. Volví a poner las manos sobre su pecho, pero esta vez estaba tocando su piel tersa, sin vello, de color claro. Como siguió acariciándome y sin dejar de mirarme, moví mis manos hacia sus costados y las bajé hasta su cintura.

  • ¿Puedo verla? – preguntó algo cortado -.

  • ¡Puedes, pero a mí también me gustaría!

Se puso en pie con las piernas abiertas sobre las mías y pegó su cuerpo más a mi cara. No hubo palabras, pero me estaba dando permiso para quitarle sus calzonas. Mis manos, que aún estaban en su cintura, se movieron muy lentamente y mis pulgares se introdujeron entre su piel y el elástico. Puso sus manos sobre mi cabeza y me besó los cabellos.

Volví a tragar saliva, pero ya sabía lo que quería y, en realidad, yo quería eso también. No dejé de mirar sus calzonas algo abultadas cuando tiré del elástico hacia los lados. No se movió. Agarrándolas con fuerza, comencé a bajarlas esperando alguna reacción suya, pero no se movió. Poco a poco, fui viendo unos slips grises y ajustados y, cuando seguí tirando, observé que también estaban húmedos.

Hizo un movimiento rápido y se quitó las chancletas que llevaba quedándose descalzo. Seguí tirando despacio y acabaron cayéndose y dejándome ver un cuerpo algo delgado, fuerte y de formas bien marcadas. Se sacó las calzonas de los pies y tiró él mismo suavemente de sus slips hacia abajo. Lentamente, fue asomando una polla joven, erecta, nada torcida y muy redondeada. No imaginaba que la tuviese así. No era muy larga y se mantenía algo inclinada hacia arriba con el prepucio a medio abrir. Me llegaba un suave olor de su piel. Acabó tirando de los calzoncillos y quitándoselos rápidamente.

  • ¿Y tú? – preguntó - ¿Vas a seguir sentado?

  • ¡Lo que quieras!

  • ¡Levántate, por favor! – volvió a acercar su rostro al mío -; así no puedo quitarte las tuyas.

Me puse en pie y retrocedió un poco. Seguí mirando hacia abajo y podía ver su polla rozando levemente mis calzonas. Puso sus manos en mi cintura, como yo hice, y tiró del elástico con cuidado. Lo que no sabía era que bajo mis calzonas no había slips y sonrió como sorprendido cuando vio cómo mi polla salía de allí y golpeaba suavemente la suya. Sus manos dejaron caer las calzonas al suelo y las saqué de mis pies, como él, y se movieron en seguida con cuidado hasta agarrármela como un tesoro muy deseado.

  • ¡Tócame! – repitió otra vez -.

También mis dos manos abarcaron su polla. Estaba muy dura y caliente. Empujó despacio mi vientre sin soltármela y supe que quería que me sentase. Me dejé caer despacio sobre la banqueta y se volvió a sentar sobre mí. Su polla y la mía estaban enfrentadas y nuestros brazos, entrelazados, acariciaban el miembro del otro. Hubo un largo espacio de tiempo sin palabras en el que estuvimos acariciándonos y tiré un poco de su polla hacia arriba hasta ver sus huevos. Su vello, de color claro, no los cubría del todo. Eran grandes y quedaban apoyados en mis piernas.

Se levantó un poco y se acercó más a mí. Nuestras pollas se rozaban cuando comenzó a mirarme fijamente. Introito .

  • La tuya – dijo – me gusta más que la mía. Es más grande.

  • Pues a mí la tuya me parece perfecta – incliné la cabeza mirándola -.

Acercó sus labios a los míos y me besó leve y rápidamente y comenzó a tirar de la piel de mi polla para descubrir el capullo. Inspiré seguidamente de placer y comencé a tirar de su prepucio. Se echó un poco atrás y se rió. No dijo nada, sino que se dejó caer al suelo de rodillas en un movimiento lento, Moderato , y tirando de mis rodillas hacia afuera para abrirme las piernas. Al mismo tiempo, fue acercando su boca a mi capullo y comenzó a lamer con cuidado. No pude evitarlo. Puse mis manos sobre sus cabellos claros y rizados y los fui acariciando llenándome de placer . Vivace .

El movimiento de su cabeza se fue haciendo armónico, acompasado, sin prisas y mis piernas se cerraron abrazando su cuerpo. Andante ma non troppo .

4 – Ad tempo

Un movimiento leve de mis dedos le estaba indicando que parase. El placer me venía demasiado pronto. Ad libitum . Paró, alzó su mirada a mis ojos y levantó su cuerpo hasta quedar otra vez sobre mis piernas, en pie y con su polla cerca de mi boca. No podía creer estar viendo aquello. Creí por un momento estar viendo la mía algunos años más atrás. La tomé con cuidado con dos dedos y abrí mi boca para que entrase rozando mis labios. Se encogió momentáneamente y se agarró a mi cuello empujando hacia adentro. Las palmas de mis manos abarcaron dos nalgas redondeadas y duras y tiraron de ellas hasta que mis labios no pudieron seguir más adelante; la tenía entera dentro de mi boca . Allegro assai .

Mi mamada fue como la suya; suave y lenta; Adaggio ; saboreando algo que me pareció un manjar exquisito hasta que también me hizo una señal para que parase; Ritardando .

Me puse en pié frente a él, alargué mis brazos y nos fundimos en un abrazo. Andante maestoso .

  • ¿De verdad venías buscando una guitarra?

  • ¡Sí! – musitó -; pero esta me gusta más ¡Por favor!, dile a mi padre lo que quiere saber de la guitarra y que me darás algunas clases durante todo el verano. Quiero subir todos los días y estar así contigo.

  • ¡Sinceramente, Curro! – lo miré muy serio - ¿Piensas en alguna «recompensa» por lo que estamos haciendo? Largetto .

  • ¡Sí! – sonrió - ¡Claro que sí! La recompensa de estar contigo aquí todos estos días. Si le dices a mi padre que subiré a dar clases contigo, me comprará la guitarra, pero tampoco quiero cambiar esto por clases gratis ¡No pienses en lo que no es! Simplemente, estaba harto de verte sólo en el ascensor y de vez en cuando. Sabía que te gustaría esto. Allegro assai .

Sin duda Curro, aquel joven aparentemente tímido, sabía muy bien lo que quería. Tiró de mi mano y me llevó tras él hasta la pared. Puso un pie sobre otra banqueta y se agachó despacio abriéndose las nalgas y dejándome ver su culo más rosado y, más abajo, sus huevos.

  • ¡Vamos! – seguía hablando en voz baja - ¡Métemela! ¡Métemela, por favor!

Observé sus formas redondeadas y duras y tiré yo mismo de sus nalgas abriéndolas más y acercando la punta de mi polla a aquel agujero que la esperaba mientras tiraba de mi prepucio. Se apoyó bien en la pared y fui empujando despacio hacia arriba; Larguetto . Entraba con suavidad y no dijo nada hasta que empezó a gemir de placer y a empujar hacia mí. Puse mis manos a sus lados y tiré uniformemente hasta que entró. Ad libitum .

  • ¡Así, así! – dijo - ¡Fóllame, fóllame todo lo que puedas!

Fui golpeando su culo acompasadamente y me pareció que a veces se levantaba del suelo. El roce de sus carnes en mi polla y el calor de su interior en mi capullo no me dejaron resistir demasiado; In crecendo .

  • ¡No aguanto más, Curro! ¡No aguanto!

  • ¡Sigue, termina!

Acabé empujándolo contra la pared y mordiéndole el cuello mientras me corría. Volvió su cabeza y metió su lengua en mi boca acabando en un beso feroz. Squerz ando.

5 – Da capo

Acabé cayendo al suelo de rodillas, casi agotado, dándole la vuelta y comiéndole la polla hasta llenarme todo de su leche caliente.

  • ¿Ves? – me besó - ¡Ahora ya sé que podemos hacerlo y mi padre me comprará la guitarra! ¡Tenemos dos cosas que hacer por las tardes! ¿Te gustaría?

  • ¡Por supuesto! – no me lo creía -, pero… ¿por qué me haces esto?

  • Porque estoy cansado de verte en el ascensor sin poder acercarme a ti. Porque estoy cansado de oír tu música y no llevarla dentro. No me importa si dentro de un mes no quieres seguir pero, por favor, déjame venir estos días y enséñame de todo un poco

Evidentemente, las cosas habían cambiado demasiado. Cuando yo tenía su edad ni se me hubiese pasado por la cabeza dar ese paso.

Coda.

  • Hablaré con tu padre. Los dos iremos a comprar lo que necesitas. El resto, ya lo tenemos.