CURRO. 4. Tercio de banderillas
Era un espectáculo ver a semejante semental sobre mi vestido de uniforme, con la guerrera abierta hasta medio pecho bajo la que se veía una camiseta verde militar de la que el vello castaño de su pecho asomaba.
CURRO
4
Tercio de banderillas
Nota del autor: he cometido un error al no numerar los capítulos y veo que se han publicado por orden equivocado, por lo que os debo informar de que el orden es el siguiente: el 1 es Paseillo; el 2, Tercio de varas ;el 3, Suerte de capote y el 4 (ya numerado), el actual, Tercio de banderillas. Espero que así no haya equivocaciones. Siento mi despiste.
Cómo le iba a decir a Bob, que su hermano era el hombre más maravilloso que había conocido. Teniéndole frente a mi en la mesa de una cafetería en el centro de la ciudad. Había insistido en que le hablara de Peter fuera de la comisaría, porque aquello le intimidaba. Asentí y allí estaba, frente al americano medio mirándome fijamente esperando la respuesta a su pregunta -Cuéntame de mi hermano. Tu le has conocido bien. Cuéntame de él.
Qué le iba a contar...cómo me follaba el cabrón que se había ido...cómo me dejaba hacer como si fuera un pelele sólo con mirarle...Qué era el prototipo de macho que cualquier maricón quisiera tener a su lado...alto, fuerte, con un cuerpo velludo que quitaba el hipo...con un pollón que te hacía feliz por la forma tan maravillosa de follarte... A parte de lo generoso, cariñoso, comprensivo y simpático que era. No sé´qué quería que le contara. Era un marrón que no sabía como afrontarlo.
Alargué la mano y le dije - Este Rolex me lo regaló el- dije con un hilo de voz y le miré los ojos. En lo único que se parecía a su hermano era en el color de los ojos.
Ese color de ojos que me volvía loco. Cada vez que me llamaba, allí estaba. Me recibía en su habitación en camiseta blanca con cuello V por donde asomaba su vello y boxer de tela blanca que se tensaba en la entrepierna. Nada más entrar me arrinconaba para besarme y abrazarme como un oso. Me dejaba llevar por el deseo para ser suyo. Casi todos los días durante meses estuvimos follando, haciendo el amor, duchándonos y amándonos. Al principio le cobraba las sesiones, pero llegó un momento que me pareció inmoral cobrar al hombre que amaba y se lo dije. -Es tu negocio, es de lo que vives, no puedo privarte de eso.
- Sería peor que me privaras de verte. Eso sería peor.
No volvimos a hablar del tema. A los pocos días me regaló el Rolex de acero que no me lo quito ni para dormir.
Qué quería Bob que le contara. Que nada más entrar en la habitación me desnudaba, me tiraba en la cama boca arriba y él se tumbaba sobre mi para besarme, acariciarme, susurrarme palabras excitantes al oído y morderme la oreja y meter su lengua en ella y notar que me excitaba con eso...Qué quería que le contara: cómo me follaba...lentamente, dándose placer él y dándomelo a mi mientras yo le besaba esos labios, le mordía el bigote, los lóbulos, el cuello, buscaba bajo su vello los botones rosas que eran sus pezones para pellizcarlos hasta que se contraían y luego los mordía mientras sentía como su polla entraba y salía de mi agujero dándome un placer inimaginable...
Qué quería que le contara el mierda de burgués que era su hermano sentado frente a mi.
Cuando me dijo que era catedrático de lengua en Columbia me dio un ataque de risa. Lo mismo que cuando me dijo que tenía dos hijos: chico y chica. Lo mismo que cuando me contó que su residencia era una casita en las afueras de la ciudad.
¿Te hace gracia lo que te cuento?.
La verdad es que si - le dije secándome las lagrimas de los ojos- Nada más verte pensé exactamente lo que me estás contando. Date cuenta de que nosotros sabemos mucho más de vosotros que vosotros de nosotros. Nos lo contáis todos los días. Yo se quién eres sin que tu me lo cuentes. Pero tu no sabes quién soy yo ni quién era tu hermano. Eso es lo que lleváis perdido.
¿Qué quería que le contara Robert Flynn, llamado Bob?. Que un día le dije a su hermano que me encantaría verle vestido de uniforme y al día siguiente me recibió en uniforme de campaña?...
...Y me abrió la puerta vestido con el uniforme de camuflaje?... ¡DIOS!.
Me dio un mareo. Lo digo de verdad. Cuando dicen: me he mareado de ver a tal o cual...es verdad. Creérlo...es cierto. Dicen que lo llaman el síndrome de Stendhal porque ese escritor francés perdió el conocimiento al ver una obra de arte maravillosa. Eso, exactamente, me pasó a mi. No perdí el conocimiento pero si me dio un mareo.
Me apoyé en la pared y le vi acercarse. Me preguntó si me encontraba mal y le contesté que en ese momento me encontraba en el cielo.
No se si contaros lo que ocurrió a continuación. Supongo que lo imagináis...
...Pero os lo voy a contar: aquel cuerpo inmenso enfundado en su uniforme de campaña se acercó y me lamió los labios. Abrí la boca para recibir su lengua que se encontró con la mía para trabajarla a conciencia. Me levantó en sus brazos y me depositó en la cama. Luego se subió a horcajadas sobre mi. Era un espectáculo ver a semejante semental sobre mi vestido de uniforme, con la guerrera abierta hasta medio pecho bajo la que se veía una camiseta verde militar de la que el vello castaño de su pecho asomaba.
Le miraba anonadado. Era tan guapo el hijoputa, tan viril. Su bragueta se tensaba por el bulto que ocultaba y sus muslos apretaban la tela del pantalón hasta casi reventarlo. Cerré los ojos y le dejé hacer. Me fue desvistiendo lentamente mientras me acariciaba y me besaba hasta dejarme totalmente desnudo. Me sentía indefenso ante semejante elemento. Menos mal que sabía que no me haría daño, todo lo contrario, pero me corrió un escalofrío al pensar en ser un prisionero al que le querrían forzar.
Una vez totalmente desnudo, comenzó a lamerme los dedos de los pies y luego fue subiendo por mis piernas hasta llegar a la parte interior de mis muslos, abrió mis piernas y me los mordió y lamió. Me revolví en la cama mientras el disfrutaba de mi reacción. Se quitó la guerrera quedándose en camiseta. Y dejó que le admirara. Le miré los ojos azules y luego mi vista fue recorriendo su cuerpo enmarcado por los tirantes verdes...sus brazos poderosos que ocultaban el bosque de sus sobacos, su pecho velludo, los pezones que sobresalían como dos botones bajo su camiseta, hasta llegar al cinturón y a la bragueta, donde ya se marcaba su maravilloso cipote que iba a ser mío en breve.
- Fóllame- le dije - No te desnudes. Fóllame así...como un dios de la guerra.
Se desabrochó el pantalón, se bajó la bragueta, luego los calzoncillos verdes dejando al aire el culo y su verga erguida mirando al cielo, me levantó las piernas entre sus brazos y me clavó su cipote que entró poco a poco en mi interior. Me folló mientras yo metía mis manos bajo la camiseta para sobarle, pellizcarle...sentir su calor, sentir la humedad de sus sobacos en mis manos para luego olerlas, mientras sentía su miembro entrar y salir de mi.
Me calentó de tal manera que creía que perdía el sentido, me revolvía de placer en la cama, le apretaba el cuerpo, le arañaba la espalda. Tal era la excitación que se corrió como nunca lo había hecho. Su cuerpo se inflamó sus venas casi estallan y sus músculos se tensaron hasta que se vació después de varias embestidas.
Cuando terminó, acercó su boca a mi polla, que estaba a mil, y la mamó hasta que me corrí en su boca y recibió mi leche en varias tandas.
Os contaré que otra cosa me gustaba de Peter y era ducharme con él. Ver correr la espuma por su espalda hasta que desaparecía por la raja de sus nalgas y que luego yo le masajeaba hasta que algún dedo entraba en su orificio. La espuma que caía por su pecho como un reguero por un manantial lleno de vegetación resbalando hacia la polla y los cojones para luego caer en la pila. Ese vello cubierto de espuma me excitaba de tal manera...que mi cuerpo se convertía en una esponja que acariciaba todo su cuerpo para limpiarle y mi boca lamía su piel disfrutándolo.
¿Quería Bob que le contara todo esto y más?
- Tu hermano era el hombre más maravilloso del mundo- le dije - Y el más guapo...- Se me humedecieron los ojos al pensar en el. Bob me cogió las manos. Unas lágrimas amargas cayeron de mis ojos. Y entonces se lo conté...
Se lo conté todo. Con pelos y señales. Quería saber quién era su hermano, pues yo se lo iba a contar...Y se lo conté.
Bob me miraba sin pestañear. Hasta que al final, cuando le narré los acontecimientos del último día, de como Peter se había puesto entre el atracador y yo para defenderme, de como se desplomó con la cuchillada en el corazón y de cómo en segundos murió mirándome a los ojos y sonriéndome me dijo algo en su idioma que yo no entendí pero que pensé, o quise pensar, que me dirigía sus últimas palabras...
Al hermano pequeño le resbalaron dos hermosas lágrimas que fueron las primeras de un tranquilo llanto.
Me fijé en como sus lágrimas caían por su cuello hasta desaparecer por el cuello de su camiseta por la que quería asomar el vello de su pecho. En eso también se parecía a Peter.
Me llamó al día siguiente para preguntarme si quería quedar con él y le contesté que si. Quedamos en la cafetería del hotel.
Quería conocer Madrid y no tenía a nadie que se lo enseñara por lo que había pensado en mi, si no me importaba. No me importaba. Me agradaba.
Subió conmigo a la moto y fuimos paseando por la ciudad lentamente mientras le contaba cosas curiosas.
Al final de la tarde me dijo algo que yo no quería oír. Quería ver los locales que frecuentaba su hermano conmigo. No pude negarme, pero no me agradaba que Bob viera el ambiente en el que nos desenvolvíamos. No un joven catedrático burgués de Los Ángeles con familia bien avenida. No me apetecía nada. No me gustaba. Pero accedí.
Continuará.