Curiosilla y sus amigas
Las amigas de mi hermana me pillan fisgoneando y me castigan por ello.
- “¡Que alguien haga algo! ¡Tapadle los ojos a este mirón!” grita una de las amigas de mi hermana.
De forma casi inmediata aparece otra de las amigas con un pañuelo de cuello en las manos, con clara intención de anudármelo sobre los ojos al estilo de la gallinita ciega. Mientras lo hace, noto como sus pechos desnudos rozan una y otra vez con mi brazo y la espalda, lo que incrementa todavía más mi excitación.
Como en el fondo me siento culpable de haber estado fisgoneando mientras ellas se bañaban, ahora acepto con resignación el posible castigo y dejo que me tapen los ojos. Un instante después me siento totalmente indefenso, rodeado por cuatro chicas enfadadas con muchas ganas de darme un escarmiento y desahogar su rabia.
A pesar de estar temblando lleno de temor, mi excitación sexual no remite, y debajo del pantalón tengo una erección de campeonato. Las percibo a mi alrededor, muy cerca, semidesnudas hablando entre ellas tramando cual va a ser mi castigo por haberlas espiado.
En medio de mi nerviosismo no soy capaz de ordenar los hechos y trato de encontrar donde ha estado el error para ser descubierto cuando en teoría todo estaba bien estudiado.
Hace un par de días estaba hablando con mi hermana sobre lo buenas que estan sus amigas, que a todas les gustaba mucho la fiesta y que a mí me veían guapo pero demasiado tímido e inexperto. Me comentó que alguna se habría ofrecido para ser mi “tutora” en ciertos temas. Abundado sobre este tema y sabiendo lo buenas que están no tardé en ponerme a tono.
Mi hermana se dio cuenta y pronto me propuso organizar una sesión en nuestra casa para que me pudiese deleitar con la vista de sus jóvenes y lozanos cuerpos. Laurita sabe que mirar a escondidas a sus amigas desnudas me gustará mucho y me quiere regalar una sesión memorable.
Con excusa de preparar un examen, mi hermana Laura cita a tres de sus mejores amigas: Karla, Susana y Silvia. Las tres junto a mi hermana son de las más guapas del Instituto; allá donde van causan expectación.
Karla es de piel tostada, pelo negro a rabiar y un cuerpo felino muy bien proporcionado; forma parte del equipo de gimnasia rítmica. Susana es la típica rubia despampanante con un buen par de melones y un trasero que cuando se pone los legins te pone a cien con sólo mirarla.
Silvia tiene el cuerpo menudito, bien proporcionado y juguetón. La ves y parece que es una muñequita, muy simpática y divertida. Mi hermana para mi es la que está mejor, tiene un cuerpo armonioso, con curvas pero sin exagerar, salvo que tiene dos globos por tetas que desafían a la gravedad.
Después de comer han salido las cuatro a tomar el sol y bañarse en la piscinita. Alguna ha tomado el sol en top less pero con mucha discreción, pues saben que yo ando por la casa. Al rato se han puesto a jugar en la piscina subiéndose por parejas en los hombros de la compañera y tratando de derribar a la otra pareja.
Son muy escandalosas y si antes me asomaba a ver si podía cazar alguna teta suelta, ahora estoy disfrutando del espectáculo tras la persiana. En uno de los empujones la pareja formada por mi hermana y Silvia derriba a la pareja de Karla y Susana. Cuando Susana emerge de debajo del agua ha perdido el bikini y sus tetas lucen magnificas.
Sin perder tiempo a buscar el bikini se vuelve a subir sobre Karla y continúan la contienda. Ahora es Silvia la que sufre el tirón de Susana y pierde su bikini. Luciendo sus tetas al aire siguen jugando un rato más y yo no dejo de tocarme, pues se me ha puesto bien gorda mientras las miro.
Pasa el tiempo de juego, vuelven a las toallas y a tomar el sol. Al poco rato recogen y entran en la casa quizás a seguir preparando el examen. Durante un buen rato van del cuarto de mi hermana al baño y viceversa, desnudas o con alguna pieza de ropa interior.
Yo discretamente estoy escondido en un armario situado en el pasillo que domina el camino hacia la habitación de mi hermana y el baño. Tal como acordamos mi hermana y yo, si me quedo ahí podré disfrutar de la visión de sus cuerpos desnudos cuando vayan y vuelvan de la ducha.
Cómo ellas no se imaginan que las estoy espiando desde mi escondite, van y vienen del baño completamente desnudas con lo que el espectáculo es superior. Juegan, discuten, comentan sobre todo en el pasillo, allí donde yo las puedo ver mejor. No cabe duda de que soy un tío con mucha suerte, y la aprovecho dándome una buena sesión de culos, tetas y coños de las tías más guapas del instituto.
Mi hermana me ayuda haciendo que sus amigas se paren a charlar con ella en el pasillo, con lo que yo me estoy poniendo ciego y no dejo de tocarme.
De repente Karla deja de charlar con Silvia y se encamina rápido hacia donde yo estoy escondido. De un manotazo abre la puerta del armario de par en par y empieza a gritar como una loca al descubrirme allí agazapado.
De inmediato vienen las otras tres y me rodean de forma amenazante. Yo acojonado las miro una a una, tratando de averiguar de dónde me vendrá la primera ostia. Ellas lo interpretan de otra forma y Silvia grita:
- “¡Que alguien haga algo! ¡Tapadle los ojos a este mirón!” “seguro que se la ha estado meneando mientras nos espiaba”.
En medio del revuelo causado, Laurita se acerca y me susurra al oído:
- “lo siento mucho hermanito, pero se lo tenido que contar… son mis amigas y me debo a ellas, ¿lo comprendes, no?”
Con la confesión de traición por parte de mi hermana siento que mis posibilidades de sobrevivir a estas cuatro jabatas se reducen al mínimo y quedo a su disposición para que hagan lo que quieran conmigo, a condición de que no lo vayan contando por ahí, no quiero ser “el mirón” del instituto.
Se produce una divertida discusión entre ellas sobre cuál debe ser el castigo que se me impone por mi comportamiento. Antes de que se pongan de acuerdo, mi hermana se adelanta, deshace el botón del pantalón para que este caiga a plomo sobre mis tobillos. Mi slip cubre el generoso bulto pero solo durante un instante, que es lo que tarda Susana en darle un tirón hacia abajo para dejarme desnudo ante las cuatro chicas.
A todas les parece adecuada la propuesta que reciben entre risitas y expectación. A ciegas no distingo cual ellas es quien me toca. Me ha parecido reconocer a mi hermana la primera que me ha cogido con delicadeza la polla, me ha bajado lentamente el prepucio y me ha dado unos meneítos con su puño cerrado.
Después toma el relevo otra mano con otra sensibilidad y menos destreza. Percibo su excitación e impaciencia a través de sus risitas y comentarios sobre mi supuesto castigo, mi miembro y sobre todo la discusión entre ellas sobre su supuestas habilidades manuales.
Han establecido una especie de competición para, siguiendo un riguroso turno rotativo, ver quien consigue hacerme correr. A simple vista parece bueno para mí, pero son “malas” “muy malas” entre sí. Cada una utilizados tercios del tiempo asignado a darme meneos placenteros, y el resto… me hacen padecer sus dolorosas maniobras finales. No se lo quieren dejar fácil a la siguiente, así que lo que andamos en la primera parte del tiempo, lo desandamos en la segunda.
Con este juego, la paja se alarga mucho en el tiempo y empiezo a sentir dolor en los huevos y tengo el capullo hipersensible. Para aliviarme un poco alguna se llena la mano de saliva y otras directamente me hacen una húmeda chupada.
Estoy indefenso purgando mi travesura y no me atrevo a quejarme. Ahora solo deseo que alguna de ellas tenga la habilidad suficiente como para hacerme correr y así finalizar el castigo. La que lo hace mejor es mi hermana, aunque creo que cuando me nota cercano a la eyaculación, lo deja para que sea otra de sus amigas la que disfrute del éxito.
Visto que la situación se prolonga, las amigas buscan su propio detalle diferenciador que les permita obtener una ventaja. Karla se aprovecha de tener unas nalgas rotundas y un perfecto dominio del movimiento de sus caderas para restregar su culo contra mis genitales.
Susana guía mis manos sobre sus esplendidas tetas dándose un buen masaje en diferido. Silvia por su parte no duda en arrodillarse ante mí para tener al alcance de su boca todo mi miembro. Me lame el capullo pasando la lengua como si fuese un helado, antes de darme los imprescindibles meneos.
La rivalidad se ha incrementado tanto que mi hermana tiene que intervenir para poner orden. Todas quieren ser la que reciba el éxito de mi corrida, por lo que acuerdan que el turno pasa a ser de solo diez segundos para cada una de ellas, sin pausas ni interrupciones.
La intensidad de los meneos es tal que a mitad de la segunda ronda me corro en medio de la algarabía de todas ellas. Comentan el hecho muy contentas y satisfechas de haber contribuido en el éxito de la misión.
Yo estoy exhausto y roto completamente. Sin quitarme la venda de los ojos, una de ellas me ayuda a subirme el pantalón al que agarro como si fuera una bendita protección. A continuación me conduce hasta mi habitación y me abandona dejándome echado sobre la cama.
Poco rato después ya no se oye el jolgorio que tenían montado y creo que se han ido todas a sus respectivas casas. Lo he pasado bien y mal, todo se lo debo a mi hermana, mas no tengo claro si se lo debo agradecer o se lo tengo que cobrar de alguna manera.
Deverano.