Curiosilla - Viendo la televisión

Acaricio los pies de mi hermana y ella me acompaña en el baño.

Es domingo, durante la hora tonta entre el almuerzo y media tarde que se suele usar para echar una dormidita en el sofá viendo la tele. Para mi es buen momento para oír mi música y contactar con mis amigos vía móvil o con el PC.

Salgo de mi cuarto para ir a la cocina a coger algo para beber. Paso por el salón y allí están mi padre y mi hermana viendo las vueltas finales de la carrera de Fórmula 1 que retrasmiten. Los dos están muy emocionados pues su corredor favorito está pisando los talones al primer clasificado.

A mí no me gusta demasiado ver por la tele las competiciones, pero en esta ocasión el comentarista transmite con intensidad la emoción del momento. Tras unos instantes de ver las imágenes me quedo enganchado y decido quedarme a ver el final.

Mi padre está sentado en su butaca habitual, mi hermana ocupa todo el sofá pues esta tumbada sobre él. Me coloco entre ella y la tele para interrumpir la visión ya que no me deja sitio libre para que me pueda sentar.

Mi hermana gruñe enfadada y me grita para que le deje ver la carrera. Mi padre interviene para sentenciar tajante de que Laurita se ponga de manera que me deje sitio para sentarme y así terminar la discusión.

Laurita, a regañadientes, recoge los pies lo imprescindible para dejarme un hueco donde sentarme compartiendo el sofá que antes tenía en exclusiva. Me siento tratando de ocupar todo el espacio posible para incomodar un poco a mi hermana. Ella me responde con una patadita, la miro, luego miro a mi padre y decido no crear más polémica.

Me pongo a ver la carrera que está muy emocionante pues los adelantamientos se alternan entre el primero y el segundo de forma continua. Laurita, sin querer, me va dando empujones con sus pies cada vez que se siente contrariada porque su corredor pierde la primera plaza.

Esto hace que mi atención se dirija hacia sus pies y deje de ver la tele. Ahora me gusta más mirar los pies y los tobillos de mi hermana. Laurita tiene los pies de tamaño mediano, ni muy huesudos ni muy regordetes. La forma es perfecta y sus deditos parecen pequeños apéndices con vida propia que dan ganas de chuparlos.

Los tiene muy cuidados, con una piel sin ninguna dureza y con las uñas muy bien recortaditas, pintadas de un color blanco plateado. Tiene unos tobillos muy poco pronunciados que dan lugar a una pantorrillas rellenitas pero estilizadas que se pierden debajo de la falda larga que llega hasta más allá de las rodillas.

Pongo mi mano sobre el pie más cercano, a lo que responde tratando de recogerlo hacia sí.

  • “No te muevas, no me molesta”, le digo para que ella vuelva a ponerlo donde estaba.

Con cuidado de no hacerle cosquillas en el pie, pongo mi mano sobre el y lo acaricio lentamente lo mejor que se. Cuando juego con sus deditos, estirándolos uno a uno y poniendo mi dedo índice entre su pulgar y el resto, da un pequeño tirón y me mira entre sorprendida y preguntándose por qué.

Le guiño un ojo que le cojo el pie con las dos manos haciéndole ver que me gusta mucho acariciarle los pies. Mi hermana se recoloca y me deja sus dos pies a mi alcance. En esto nos hemos puesto de acuerdo enseguida.

La carrera está a punto de finalizar y estamos a pocas décimas de segundo del primer puesto, mi padre y mi hermana están muy exaltados esperando un desenlace favorable. En cambio yo me entretengo manoseando los dos pies y las pantorrillas de mi querida hermana. Tiene la piel de seda que deja que mi mano vaya desde los dedos hasta la rodilla como si estuviese flotando.

A mí me encanta hacerle estas caricias a mi hermana y ella me deja hacérselas como algo inocente entre hermanos. La verdad es que para mí tiene un fuerte aspecto sexual que me está poniendo muy cachondo. De vez en cuando miro hacia ella y mis ojos se quedan anclados en el bulto de su cadera rotunda y redondeada resaltada por la postura de medio lado que tiene tumbada sobre el sofá.

La carrera finaliza y gana nuestro compatriota. Mi padre y mi hermana están eufóricos como si nos hubiese tocado la lotería, aplauden y dan gritos de ánimo. Aprovecho el momento en el que la tensión acumulada se libera de forma súbita, para darle una manotazo a la falda y así echarla hacia arriba.

Las nalgas de Laurita han quedado al descubierto aunque ella no es consciente de ello. Durante unos instantes disfruto de la contemplación de sus muslos s sus nalgas. Lleva puestas unas bragas blancas muy bonitas, con pequeños encajes en los bordes y que dejan sin cubrir la mayor parte de sus glúteos. ¡Uy, que buena esta mi hermana! ¡Qué piernas… y qué culo tiene!.

En la tele, sin ninguna pausa pasan de la emocionante carrera a la película típica de sobremesa que consigue dormir al más despierto. En nuestra casa sucede lo mismo y en pocos minutos mi padre ya duerme y Laurita parece que está todavía resistiendo pero buscando la mejor postura para dormir.

Yo sigo con sus pies en mi regazo, acariciándolos al tiempo que le voy echando una mirada a culote que queda expuesto la vista y al alcance de mi mano. A mi cabeza vuelven las escenas de hace unos días cuando por culpa del chivatazo de mi hermana, sus amigas me pillaron espiándolas en la piscina y en el baño.

Tuve que soportar estoicamente su castigo e internamente me prometí tomar algún tipo de revancha. Ahora puede ser un momento propicio para ello. Muy sutilmente, la mano que acaricia sus pies y se desliza subiendo por la pantorrilla, no se detiene al llegar a la corva de la rodilla, sino que continua alcanzando sus muslos y su culo.

Laurita culea un poco como tratando de espantar una molesta mosca, cosa que no consigue pues yo tengo muchas ganas de tocarle el culo. Finge estar dormida y me deja el campo libre para que mi mano recorra lentamente sus rotundas curvas. Yo también me hago el dormido manteniendo los ojos cerrados pero estoy muy despierto y excitado pasando los dedos por entre los cachetes encima de las bragas.

En este momento me gustaría poder acariciarle directamente el chochito pero me tengo que conformar con pasarle el dedo por encima de la tela. Mi hermana retoza disfrutando de mis tocamientos y con su pie busca tocarme el paquete con disimulo fingiendo un encuentro casual.

Aprieto con el pulgar entre sus piernas sobre su sexo buscando darle más intensidad a mis caricias. Parece que esto le provoca incomodidad, se incorpora sentándose en el borde del sofá y termina por levantarse dejándome solo con dos palmos de narices. Abandona el salón y oigo como se va al baño, yo me quedo perplejo y sin saber que hacer a continuación. Una buena paja seguro que me vendría bien.

A los pocos instantes, me da la alegría del día, pues vuelve con la intención aparente de volver a echarse sobre el sofá. Antes de eso con un gesto provocador, me mira lo que tenía apretujado en su mano… sus braguitas.

A continuación se echa sobre el sofá, acomoda la cabeza sobre un cojín y vuelve a poner sus pies sobre mi regazo poniéndolos en contacto con mi abultado paquete.

Al levantar la falda para descubrir sus piernas, puedo deleitarme viendo los pliegues de sus vulva desnuda y rasurada. Lentamente llevo mi mano desde el pie hasta su nalga recreándome en todos los rincones hasta que mis dedos alcanzan la humedad de su sexo.

Como mucha parsimonia le acaricio su sexo frotando sobre sus labios, metiéndole el dedo y rodeando su clítoris como he visto hacer en los videos porno. Pronto fluye de su coño el aguamiel que moja mis dedos y no tardo en llevármelos a la boca para chuparlos.

A medida que voy incrementando la intensidad y el ritmo,  va levantando la pierna para que quede más espacio para mi mano. Veo como muerde el cojín que ahoga sus gemidos y eso me anima todavía más pasa seguir insistiendo en mis caricias.

De repente deja caer la pierna sobre la otra, con su manos sujeta la mía inmovilizándola. Noto sus contracciones alrededor de mis dedos y veo que pone los ojos en blanco. Por fin he provocado el orgasmo de mi hermanita.

Pasados unos instantes, cojo un cojín para taparme, me saco la polla que está a punto de reventar y se la restriego por sus pies. Mi hermana por un instante pretende hacerme una paja con sus pies, pero ante la dificultad y el riesgo a ser descubiertos, desiste y me cita en el cuarto de baño.

  • “Toc, toc… abre por favor”, dice mi hermana tras la puerta.

Deshago el pestillo y la dejo entrar. Ella cierra con pestillo otra vez y sin decirme nada me enfrenta al espejo y se sitúa  a mi espalda. Un brazo me rodea a la altura del pecho y la otra mano se hunde bajo mi pantalón hasta encontrar mi polla completamente erecta. Me la toca despacio y la saca fuera dándole unos suaves meneos.

Laura me tapa la boca con su mano y con la otra me la menea con determinación. Sabe que solo me faltan unos cuantos toques para correrme y me los da con maestría. Empiezo a gemir como un gorrino y ella trata de ahogar los ruidos tapándome la boca con fuerza, sin dejar de darme intensos meneos.

  • “si, si… así… así…asiiiiiií”, balbuceo mientras mi polla no deja de echar leche sobre la pila del lavabo.

Laurita sigue meneándomela, ahora mucho más pausado y suave, hasta que saca la última gota. Durante unos instantes los dos miramos al frente para vernos reflejados en el espejo, yo delante la cara de ella sobre mi hombro, su brazo cruzándome el pecho en forma de abrazo y los dos con una expresión de profunda satisfacción. Estamos como en una foto familiar para regalar por Navidad.

Tras lo cual abre la puerta y antes de irse me recuerda con cariño:

  • “Déjalo todo bien limpito, eh... no me hagas enfadar”

Deverano.