Curiosidad Innata

Cuando estas entrando a la adolescencia muchas cosas se te hacen fáciles, o por lo menos no lo piensas tanto antes de tomar alguna decisión o de aventurarte en situaciones aún desconocidas para ti.

Curiosidad Innata.

Cuando estas entrando a la adolescencia muchas cosas se te hacen fáciles, o por lo menos no lo piensas tanto antes de tomar alguna decisión o de aventurarte en situaciones aún desconocidas para ti.

Dentro de ellas y una de las más importantes creo yo, son las que tienen que ver con nuestro cuerpo. Empezamos a tener cambios drásticos, las hormonas están cada vez mas fuera de control y el gusto por sensaciones y conocimientos nuevos están a la orden del día. Una de ellas es lo concerniente al sexo, tenemos una gama inmensa de posibilidades, tanto dadas al rechazo y a la curiosidad, al morbo o la ingenuidad, como al gusto y al miedo de enfrentarlo.

En mi familia como en muchas otras, hablar de sexo era muy difícil, casi impensado. Pareciera que esas cosas o cualquier tema relacionado con ello, estaba fuera de comentario familiar. Así que lo poco o mucho, fuera verdad o mentira, lo encontrabas fuera de tu casa, con amigos, en publicaciones, en películas, etc. Pero nunca vivido en carne propia. Hasta que me ocurrió a mí.

Soy el mayor de la familia y fue esa diferencia de edad, mi curiosidad innata y la inocencia por parte de los dos, lo que me llevo a conocer muchas cosas sobre el sexo, con mi propia hermana.

Todo empezó en unas vacaciones escolares de verano. Mi madre me pidió de favor que llevara mi hermana al médico, ya que llevaba algunos días enferma y le tocaba su revisión. Normalmente mi madre era la que la asistía, como llevarla, traerla, etc. pero aprovechando que yo estaba de vacaciones no quiso faltar una vez mas a su trabajo y me pidió ayuda, ya que mi padre, la mayor parte del tiempo se la pasaba trabajando. Mi madre me dio algunas indicaciones y salimos al consultorio del médico, tuvimos que esperar mucho tiempo para que nos atendieran ya que tenían bastantes pacientes. No recuerdo con exactitud cuanto fue, pero ya me había arrepentido de haberle hecho ese favor a mamá, cuando note que a mi hermana la fiebre nuevamente se le empezaba a elevar. Avise inmediatamente a la recepcionista y fue cuando por fin la atendieron. Entre con ella para decirle al doctor lo que mi madre me había indicado y mientras yo hablaba el empezó a revisarla. Le hizo algunas preguntas, le dio algunos medicamentos y le dijo que se quitara los zapatos, empezó a tomarle los signos vitales como presión, temperatura, altura, peso, etc. y todas esas cosas que los médicos hacen para colocarlo en tu historial. Después de un rato, yo ya estaba distraído con algunas revistas, cuando me llamó la atención la indicación que le dio el médico de que se quitara la ropa.

Inmediatamente deje de hacer lo que estaba haciendo y giré la cabeza como un resorte hacia mi hermana, ¿porqué?, no lo sé explicar, simple curiosidad supongo, pero sentí un nudo en el estómago al oír esas palabras. Mi hermana siguió las indicaciones del medico sin ningún reclamo, sin voltear a verme y como si yo no estuviera ahí. Llevaba un vestido que al momento de la instrucción empezó a desabotonarse de la parte trasera y se lo empezó a quitar muy lentamente sacando primero los brazos uno por uno y después bajándolo hasta sus rodillas, levantando cada una de las piernas hasta quitárselo por completo.

Me impresionó lo que vi.

Me sentí un poco incomodo por la situación y tome camino para salirme del consultorio, pero note la naturalidad con la que el doctor ya una persona mayor, seguía haciendo anotaciones en una carpeta parado junto a mi hermana, sin tan siquiera fijarse o tomar en cuenta que yo seguía ahí ni en lo que mi hermana estaba haciendo, al igual que mi hermana que sin ninguna malicia o pena había empezado a desnudarse aunque estuviera yo con ellos, supuse que era por lo mal que se sentía y no le diera importancia a mi presencia. Eso indicaba que el que estaba pensando y actuando con plena morbosidad era yo, pero no lo podía evitar. Me bastaron unos segundos al ver el cuerpo semidesnudo de mi hermana para excitarme enormemente. En cuestión de un instante la verga ya la tenía a tope.

Debo decir que aunque mi hermana y yo convivíamos todos los días juntos, cada uno era muy respetuoso en las cuestiones de intimidad física. Cada quien se cambiaba en su cuarto, en el baño etc, y nunca ninguno de los dos andábamos con poca ropa por la casa. O, por lo menos, yo nunca había caído en cuenta en esos detalles. Aparte que en ningún momento me había llamado la atención físicamente el cuerpo de mi hermanita. Yo en aquel entonces contaba con casi quince años y mi hermana con doce y en lo personal nunca había visto a una mujer ni chica ni grande semidesnuda en persona.

Me vinieron a la mente en esos momentos, los comentarios de algunos de mis compañeros de clase y otros amigos sobre lo bien que se estaba poniendo mi hermana, comentarios que yo rechazaba casi inmediatamente porque para mi seguía siendo mi hermanita pequeña.

Yo siempre he tenido la idea de que las cosas pasan por algo y que la vida te da para escoger muchas oportunidades, algunas buenas otras no tanto, algunas que regresan y otras que jamás vuelven a aparecer pero que te dan la libertad de decidir, escoger, conocer, de aprender y hasta de divertirte.

Unos meses antes de salir de vacaciones, un buen amigo en ese entonces, en una de las tantas pláticas que teníamos, me había confiado que uno de sus primos le había enseñado a algo muy rico, se quedó un poco serio y luego me dijo...a masturbarse. Que era algo bien padre, placentero y satisfactorio. Los detalles no los recuerdo, pero me llamaron tanto la atención sus comentarios, que al poco tiempo yo también, por simple curiosidad y porque las hormonas ya las empezaba a traer a tope como dije en un principio, me empecé a interesar en esos menesteres, me gustó y me volví también adicto masturbador. La carne es débil y mas a esa edad, lo tenía a la mano y no le hacía daño a nadie, así que también me hice asiduo a esa práctica innegablemente rica.

Pero lo que realmente me llamó mucho la atención fue una vez que estuvimos platicando de esas cosas que mi amigo me preguntó por cual era la inspiración que yo tomaba cuando me la estaba jalando, a lo que yo le respondí con toda naturalidad que la imaginación, o que alguna revista, alguna imagen de un desnudo que haya visto en las películas, algunos calzones que veías por descuido, como se les transparentaban los pechos y pezones a algunas mujeres por la calle y mil cosas mas, cualquier cosa era buen pretexto, le dije. ¿Por qué? le pregunte, ¿y tu en que piensas cuando te la estas haciendo?. Un poco serio, pero con una emoción extraña me dijo. ¿No te enojas?, no, le dije, claro que no. Y me contestó, pero un poco retraído y misterioso, que lo hacía pensando en las hermanas de sus amigos, en sus mamas y de vez en cuando, en sus propias hermanas y en su mamá. Me quedé helado, me sorprendió lo que me dijo. En mi vida yo hubiera pensado en eso, al contrario, pensar en ello, era como quitarme las ganas automáticamente. Le dije que estaba loco, que yo no compartía ese punto de vista y fue cuando me dijo que en mi ejemplo, tanto mi madre como mi hermana, estaban muy bien. No quise entrar en detalle, me sentí un poco incomodo a donde iba la conversación y muy amablemente le seguí el rollo por un rato para luego dar por terminada esa conversación.

No había vuelto a pensar en eso, hasta ese momento.

El recuerdo de sus palabras me llegó como un rayo. Y pude ver con toda certidumbre que tenía razón. En mi vida hubiera pensado tan siquiera en ver a mi hermana con otros ojos, pero lo que tenía en frente, nublaba por completo mi razón.

El cuerpo curvilíneo de mi hermana se veía exquisito. Con tan solo doce años se había desarrollado increíblemente y yo no me había dado cuenta. Recordaba que de mas pequeña había sido medio llenita, pero nunca llegando a la gordura, y en esos momentos el vestido que utilizaba, un poco mas abajo de sus rodillas, esos con pliegues; y calcetas que también llegaban a las rodillas, no dejaban ver lo que realmente tenía en su interior. Era alta, un poco mas que sus compañeras de clases, eso si lo recuerdo bien. Su tez apiñonada llegando un poco mas a la blancura adornaba toda su piel. Sus piernas eran gruesas, firmes y torneadas desde sus pantorrillas hasta sus muslos y caderas, verdaderamente increíbles y muy apetecibles. Los calzones que llevaba, unos rositas con puntitos blancos, se le ajustaban completamente a sus caderas, resaltándole una nalgas carnosas y paraditas y al frente, increíblemente, se le transparentaban perfectamente unos labios vaginales regordetes y abultados. Preciosos. De su vientre completamente plano asomaba un ombligo perfecto, medio cubierto por una camiseta de tirantes ajustada a su cuerpo, sin brasier pude notar, pero que reflejaban el par de volcanes que sobresalían de su pecho, no muy grandes pero si coronados por unos pezones bien paraditos, que resaltaban queriendo taladrar la tela de la camiseta. Las imágenes que llegaban a mis pupilas en esos instantes mi cerebro no los podía procesar tan rápidamente. Estaba anonadado de como mi propia hermana podía estar tan bien.

Estaba tan impactado con lo que tenía en frente que me desperté de mi embelesamiento cuando empezó a caminar después de recibir la instrucción del doctor, que por cierto yo no oí, que le decía que se recostara en un taburete alto donde hacía sus revisiones. Hasta ese momento ella tomó en cuenta que yo también seguía ahí y movió su cabeza buscándome, encontrándose con mi mirada fija en todo su cuerpo. Cuando se detuvo nuevamente es cuando yo levanté la vista y vi la interrogante sorpresa en sus ojos, reflejada por lo sorprendido que yo estaba. Busco rápidamente la mirada del doctor al igual que yo, pero al verlo distraído nuestras miradas se encontraron nuevamente, haciéndome un gesto interrogante y al mismo tiempo de negación que yo entendí perfectamente y que me decía que tanto miraba, yo negué con la cabeza y todo apenado lo único que me dio por hacer fue salirme lo mas rápido que pude del consultorio.

La esperé unos minutos mas sentado en la sala de espera, pensando en lo que acababa de pasar y todo apenado por haber sido tan obvio y se terminara dando cuenta mi hermana. Mi verga todavía seguía dando temblores de solo recordar lo que acababa de ver. Me sentí mal, me sentía incomodo, sucio, pero la sorpresa me había hecho hacer cosas que en su momento no pude controlar. Estaba luchando con mis temores morales cuando la vi salir. Con mi mirada la recorrí de arriba abajo, mis ojos jamás la podrían volver a ver como un día antes.

Pasaron algunos minutos para que intercambiáramos algunas palabras, la note un poco seria. Para romper el hielo le pregunté como se sentía y me respondió que un poco mareada por la medicación que le había suministrado el médico. Me dijo en lo que consistía su malestar y lo que tenía que hacer para recuperarse.

Me dijo el Dr. Que tenía que descansar

Lo bueno que estamos de vacaciones – Le respondí-.

Si... –me siguió diciendo-, estas vacaciones voy a descansar mucho, no me he sentido bien últimamente, no pienso salir a ningún lado...

... ¿A ningún lado? –le respondí-... pues si nunca sales...

Tienes razón, pero ahora menos... –me siguió diciendo- se me hace que voy a ver mucha televisión...

Espero y yo también... –le respondí y solté una carcajada. Ella también se rió-

¿Oye? – Me pregunto nuevamente- ¿Te puedo hacer una pregunta?

Claro! – Le dije –

¿Por qué me dejaste sola en el consultorio?

Me quedé frío. Nunca pensé que me fuera a preguntar eso. Me puse nervioso inmediatamente por el cargo de conciencia que traía.

No – le dije, tratando de disimular mi nerviosismo – Lo que pasa es que ya estaba un poco aburrido y quise salirme a tomar aire... –le mentí- además, el doctor ya te iba a revisar y no quise quedarme a incomodarte –continué diciéndole-

¿A incomodarme... porque dices eso? Tu nunca me incomodarías con nada...-me contestó- Además mi mamá te mandó a que me cuidaras. Ella siempre se queda conmigo...

Bueno –le dije- es mamá, si ella se queda es por eso, pero yo siendo tu hermano, pues no me sentí con la suficiente confianza como... – y lo pensé un momento- pues como para quedarme y verte...

Con poca ropa –me contestó rápidamente-

¡Eso! -Le dije- con poca ropa... – y se me vinieron sus imágenes nuevamente a mi memoria- Siempre hemos respetado nuestra intimidad –continué diciéndole- y pues me sorprendió un poco que te quitaras la ropa estando yo presente...

Y eso que tiene de malo –me dijo volteándome a ver a los ojos-

No, no nada –le contesté- es que como te digo, me tomaste por sorpresa... tenía muchísimo tiempo que no te veía así y pues me sorprendí –cuando terminé la frase me arrepentí de haberla dicho-

¿Te sorprendiste? –luego, luego me preguntó- ¿a que te refieres con sorprender...?

–me volvió a preguntar-

No, no –le dije- no pienses mal, al contrario. Lo que pasa es que ya haz crecido muchísimo... y pues vi que ya no eres la niñita que yo recordaba –le dije todo nervioso-

¡Aahh! –me dijo- ya entendí...

¿Ya entendiste que? –le pregunté-

Pues la cara que tenías cuando me viste... si el doctor se hubiera dado cuenta, el mismo te hubiera sacado de ahí...-me dijo soltando una carcajada-

¿Qué tan obvio fui? –le pregunté con una risita nerviosa-

Si un poco –me contestó muy naturalmente- pero no te preocupes, no se dio cuenta. De eso nada mas me di cuenta yo y queda nada mas entre nosotros dos, ¿sale?...

  • terminó diciendo-

Por mi no hay ningún problema –le respondí-

Seguimos caminando unos metros mas y lo que me dijo nuevamente me sorprendió e hizo volar mi imaginación a diez mil por hora. Pero antes de decírmelo me abrazó con su brazo izquierdo, mientras seguíamos caminando...

Oye –me preguntó-

Que paso –le respondí-

¿Y te gustó lo que viste? – volteándome a ver con unos ojos y una sonrisa picara-

Me quede viendo a sus ojos y le respondí con toda calma que sí, que me había gustado mucho. Ella bajo su mirada al piso y yo la apreté con fuerza con mi brazo y le di un beso en la frente. Te quiero mucho, me contesto, igualmente le dije. Y seguimos caminando sin decir ninguna palabra hasta que llegamos a la casa.

Al llegar, cada uno se fue a su habitación y no nos volvimos a ver en todo el día. Todo ese tiempo le di la vuelta a lo que me había dicho y no encontraba ninguna respuesta, y preferí mejor dejar las cosas así. Varias noches me encontré con esos recuerdos en mi mente, y tanto me habían impactado, que todos ellos eran los pensamientos mas eróticos que me servían de combustible para frenéticas noches masturbatorias.

Pasaron algunos días. Nuestros padres trabajando, nosotros de vacaciones. Ella se quedaba en casa y yo la mayor parte del tiempo fuera con amigos. Todo parecía volver a la normalidad cuando un día por la tarde que yo no tenía ningún plan me quede en casa. Mis padres y mi hermana habían salido y yo estaba tranquilamente viendo la TV en la sala. Al poco rato llegaron de compras y comimos. Mis padres me preguntaron cuales eran mis planes para esa tarde y les dije que ninguno en especial. Que me quedaría a ver la tele todo el tiempo. Charlamos un rato, nos divertimos y convivimos todos juntos y después de un rato, mis padres y mi hermana se subieron a sus habitaciones y yo me quedé nuevamente solo en la sala.

No pasó mucho tiempo, cuando llegó mi hermana y me preguntó si me podía acompañar...

Continuará.