Curiosidad
Un extraño encuentro con la realidad...
Curiosidad
Volvía a casa luego de dejarla a ella en la suya.
Me esperaba una noche tranquila. Estaría solo hasta el día siguiente.
La anoche amenazaba lluvia y no que equivoqué; apenas cerrada la puerta, sano y salvo dentro, se desata la tormenta.
No prendo luces, no las necesito. Conozco cada rincón de la casa como mi mano.
Está caluroso.
Tirado en la cama, tan cansado del día, ni siquiera la deshago. Sólo atino a desnudarme. Dudo en dejarme los boxers. Pero mi instinto de juego me llama, y los mismos quedan en el respaldo de la silla.
Completamente desnudo, recostado boca arriba, brazos cruzados detrás de la nuca, pudiendo ver a través de la ventana el soplar del viento y la lluvia que golpea.
El ventilador está prendido, mi cuerpo sudado. La mente comienza a allanarse de todo tipo de situaciones: simples algunas, complejas otras, pero todas excitantes; de inmediato puedo sentir la reacción que provoca en mi cuerpo esas imágenes. Concentrado, metido en mis pensamientos, apenas noto que el calor se hace cada vez más insoportable hasta que ya no lo aguanto.
Abro mis ojos. Noto que algo no anda bien. El ventilador está apagado. Trato de prenderlo sin resultado.
Miro hacia la calle, y la noto en completa oscuridad: se fue la energía.
Afuera la tormenta sigue arrasando. Pareciera que el cielo hubiera abierto sus compuertas pero no solo traían lluvia...
El ejercicio mental me trajo hambre, extrañamente y casi sin pensar me pongo los bóxers y voy a la cocina a ver que puedo conseguir para comer. Pero mi llegada a ella se ve interrumpida por un sonido absolutamente anormal a esas horas de la noche: el timbre.
Completamente extrañado y preguntándome quien diablos podrá ser, voy a la puerta y el inevitable:
- ¿Quién es?- resuena en la entrada.
Lo que oí me sorprendió aun más que el ding-dong de momentos antes: parecía ser una muchacha que vivía en la casa de al lado, cosa que me desconcertó completamente porque hacia años que las casas de junto estaban deshabitadas.
Con precaución pero muy intrigado para resistirme abro la puerta. Ahí estaba ella. Completamente mojada y con un aparente frío que le hacia castañear los dientes, aunque mi cuerpo estaba muy lejos de percibir siquiera una gota de frescor.
- Disculpá que te moleste a esta hora- dice, pero es que bajando del taxi perdí las llaves de casa y me quedé afuera. Las estaba buscando cuando se cortó la luz.
-No, esta bien- respondo. Pasá así té secas un poco.
La oscuridad me impide observarla bien, pero noto que es delgada, de suave andar, de ademanes muy delicados. Con una fuerte energía que pronto inunda todo el lugar.
Lleva una pollera, pareciera una mini de jean, una camisa blanca sin mangas, y lo que parecieran sandalia, aunque me hace dudar el silencio que produce en el parqué.
Un dulce perfume se mezcla con el olor que provoca la humedad.
¿Querés tomar algo caliente?- pregunto, así te sacas el frío.
Un bueno, dale, recibo por respuesta.
¡Ha!, espera, te traigo una toalla así té secas.
No, pero dejá, está bien. No te quiero molestar.
- No, todo bien, ahora vengo.
Dudando de sí es buena idea dejarla sola, después de todo es una completa extraña, voy a buscar un toallón al baño. Me intriga más su presencia de lo que me molesta mi sentido de la precaución.
Lo primero que hace, es secarse el pelo a lo largo, en los costados de las sienes, con la cabeza hacia abajo.
La luz de una vela me permite observarla más atentamente y mejor. Tratando de que no notara la inquietud que su presencia me provocaba.
Completando el ritual de su pelo, quiere seguir con su cuerpo, pero mi presencia la contraría.
- Venía, pasa al baño, me obligo a decir.
- muchas gracias - contesta
Para que no se vea en completa oscuridad, le doy otra vela prendida, que sumada a la mía otorgan más luz a mis ojos, su camisa mojada deja translucir su ropa interior; pereciera ser de color rosado. El pelo se le pega al cuello desnudo, bajando por su escote y escondiéndose en él.
Mi mente totalmente librada al azar.
Nunca supe si fue adrede o por un mero descuido- lo que sí estoy casi seguro de que ella pudo percibir el bullir de mis hormonas, las mujeres tiene un don especial para eso- pero dejó la puerta entreabierta.
Me acerco con la excusa de sí necesita algo. Mi voz es apenas un hilo. El espejo choca con mis ojos y me devuelve una imagen en el medio.
La llama de su vela da una penumbra con suficiente luz para poder apreciar.
La camisa ya no es parte de su piel. Su corpiño tampoco.
Con la toalla se está secando los últimos rasgos visibles de humedad.
Absorto, casi no me animo a mirar más abajo. Casi...
Su pollera está en el suelo junto a sus pies descalzos. Perversamente noto que su bombacha también.
Completamente denuda, acariciando su cuerpo con un pedazo de tela que ya no es la toalla sino mi mano proyectada. Puedo sentir su piel a la distancia, la suavidad de su cuerpo; el contorno de su figura.
Su respiración se agita, la mía también, al mismo tiempo que su mano se dirige al triángulo de su entrepierna.
Algo en esa reacción hace que levante la mirada. Allí, aguda y penetrante estaba la de ella, a través de espejo. Sonriendo maliciosamente, de forma muy dulce, invitándome.
Mi cuerpo está congelado. Como en un extraño hechizo.
Girando en si misma, quedamos enfrentados, sólo centímetros nos separan.
Imitando como si fuera una toalla, recorre con su mano todo su cuerpo, queriendo secar una humedad invisible a mis ojos, pero perceptible a mis otros sentidos.
Mi nombre pronunciado en sus labios me saca del letargo, su mirada me invita a entrar. A medida que recorro la poca distancia que nos separa, noto mi cuerpo más transpirado, el aire espeso como si se hubiera cortado.
El calor se hace insoportable; tengo sed y una erección tremenda. Casi no puedo pensar. Me siento muy pesado.
La imagen en el espejo se desdibuja. Afuera el viento parece descontrolado. Los postigos de la ventana de mi pieza golpean contra los vidrios. Sé que es en mi pieza.
El ruido me molesta, también el calor, y el aire casi irrespirable.
Quiero ir y cerrar todo, pero no puedo moverme.
La muchacha sigue ahí, tocándose en una especie de baile, un ritual de masturbación que hace contonear todo su cuerpo. Apretando sus pezones, espasmos de placer inundan sus entrañas.
Mi atención va y vuelve, de mi pieza al baño, del ritual al ruido.
Ambas situaciones se vuelven intolerables. Resonando en mis oídos y movilizando todo mi ser, voy a mi pieza a cerrar las ventanas.
Hay algo en todo esto que me parece irreal. Una duda asoma en mi mente, al mismo tiempo que termino de girar la llave del postigo.
Busco. Busco en mi cabeza la pregunta; después será turno de la respuesta.
Haciendo a un costado la excitación, la encuentro; se me revela de la misma forma que el cuerpo desnudo de la muchacha.
En ningún momento nos presentamos, ni nos dimos a conocer, entonces ¿cómo supo mi nombre?.
El aire de la habitación, completamente denso, me dificulta la respiración. Quiero volver al baño.
Siento un fuego quemando todo mi cuerpo. Estoy completamente sudado. Trato de pensar, pero lo único que me viene a la mente es el sonido de sus palabras: - Andrés, vení! invitándome a un apareamiento que no alcanza a concretarse; a un juego perverso y extraño en el que yo, soy el perdedor.
Mi visión se nubla; como última imagen, una figura en el marco de la puerta, borrosa, sin sentido. Parece una mujer, pero no puedo recordar quién es.
Afuera la lluvia se calma, el viento también. Al mismo tiempo vuelve la luz. Puedo oír el zumbar de la energía que reactiva el ventilador. Sus aspas comienzan a girar.
No puedo calcular el tiempo; ya no tengo sentidos...
y nada más.
Al otro día, en la tele reportan la lamentable muerte de un joven en su casa. Al parecer, al intentar prender el ventilador de su pieza recibió una descarga eléctrica que produjo el fatal incidente.
Las camara muestran como retiran el cuerpo de la casa.
Al mismo tiempo que los peritos examinan el baño encontrando una toalla húmeda tirada en el suelo, a través de la pantalla puede verse una muchacha de camisa blanca sin mangas y pollera de jeans curioseando por el lugar.
Fin
05-12-06