Curando tu malestar con AceBliss. Cap 2: Compañía

Tras el polvo de la noche anterior, Teresa se encuentra particularmente agitada. Para desfogar un poco su mente calenturienta, va al centro a comprarse lencería para sorprender a Jero.

Antes de nada, siento mucho los tiempos entre el anterior relato y este. Ando bastante ocupado y dedico mucho menos tiempo a escribir del que me gustaría. Espero cambiar eso para mejor poco a poco. Mientras tanto, agradezco cualquier mensaje sobre el relato, comentadme si os gusta y en qué podría mejorarse.

Para los rezagados, la primera parte del relato se encuentra aquí:

https://www.todorelatos.com/relato/165113/

Ahora sí, ¡comenzamos la segunda parte!

1

Teresa se despertó sobrecogida. Después de lo de la noche anterior, pensaba que todo lo que había pasado era un sueño. La excitación, el ver a Natalia masturbándose, y el cómo se vio atraída hacia su compañera; eran pensamientos que constantemente daban vueltas en su cabeza. Por una parte, se sentía completamente extrañada puesto que nunca había tenido ninguna experiencia con una chica. No se consideraba bisexual, aunque más de una vez había bromeado con alguna amiga sobre el tema, o habían fantaseado con alguna famosa en tono informal. Sin embargo, la experiencia de la noche anterior le pareció como montarse en una montaña rusa. Fue como si no pensara, como si no tuviera consciencia propia. Como si su propio cuerpo se hubiera apoderado de ella y sólo fuera capaz de concentrarse en la lengua de Natalia explorando su interior.

Poco a poco abrió los ojos. Esperaba encontrarse a su rubia compañera desnuda a su lado, pero se sorprendió al ver que estaba sola en la cama. Abrió lentamente la puerta de la habitación de su compañera, comprobando que no estuviera Inés cerca, y sigilosamente volvió a su habitación a ponerse algo de ropa pues estaba completamente desnuda. Buscó por toda la casa. Sin rastro de Natalia.

-        “Habrá ido a correr, suele hacerlo por las mañanas“- Supuso Teresa.

Para intentar aclararse un poco la mente, se preparó un cargado café con una tostada, junto a su vaso de agua y pastilla de AceBliss que la habían acompañado durante los últimos días. Aunque prácticamente se había recuperado del resfriado, seguía tomando tres pastillas diarias –“Para no correr riesgos”- se decía.

Mientras la cafeína comenzaba a hacer efecto en su organismo, recordó que al día siguiente había quedado con Jero. Hacía mucho que no se veían, por lo que tenía en mente prepararle una sorpresa. Sin embargo, no había pensado ni el qué, ni el dónde. Con su taza de café en la mano, revolvió entre su armario buscando un modelito despampanante con el que dejar ojiplático a su chico. Desgraciadamente, nada parecía satisfacer las necesidades de algo lo suficientemente revelador.

-“Tengo la mañana libre… podría ir al centro y comprar algo bonito”. – Pensó. No solía ir a comprar ropa puesto que no le agradaba gratamente, pero durante los últimos días se veía especialmente atractiva al mirarse en el espejo y tenía ganas de experimentar. Se maquilló, buscó unos pantalones blancos ajustados que tenía en el fondo de armario junto con una escotada blusa, cogió su bolso y cerró la puerta a su paso.

2

Inés despertó bien entrada la mañana, con algo de resaca. La animó el olor de tortitas provenientes de la cocina, que de un modo casi hipnótico la hicieron levantarse de la cama, y caminar lentamente hacia la vitrocerámica, donde su compañera Natalia se encontraba frente a la sartén tarareando mientras le daba la vuelta a una tortita.

Esta vestía únicamente un tanga negro semi cubierto por una holgada camiseta blanca, de la cual no parecía intuirse un sujetador debajo. El pelo rubio mojado empapaba su espalda, que transparentaba su camiseta a través; y movía rítmicamente sus pies mientras murmullaba en voz baja el último éxito de Lola Indigo.

-¿Te has despertado cocinera?- Preguntó Inés con la baba cayéndose por la suculencia del plato de tortitas.

-Me he despertado hace un buen rato, chica. He salido a correr y de hecho he tardado más porque me he encontrado con unos amigos. ¡Hasta me ha dado tiempo a ducharme y todo! A ti por lo que veo se te han pegado un poquito las sábanas.

-Ay déjate, déjate. Hacía meses que no bebía y ya con un par de copas de vino se me ha puesto el cuerpo tonto. No veas lo pesada que se me ha hecho esta noche.

-¿Has dormido bien?- Preguntó Natalia mientras agarraba con un poco más de fuerza la sartén.

-Sí, bueno… No sé por qué pero me desperté a mitad de la noche. Pero sí, seguí durmiendo. ¿Por?

-Ah, nada nada por curiosidad.- Respondió con un poco de tensión en su voz.- ¿Quieres tortitas?

Y cuando se giró, Inés vio cómo su compañera mostraba su pecho hacia ella, casi ofreciéndoselo. Era una camiseta sin escote la que llevaba, pero se intuía de tela bastante fina, y el frío de Enero hacía que sus pezones se marcaran a través de la misma. No pudo evitar mirar durante un par de segundos en los que el tiempo caía pesado, latente y denso. Se frotó los ojos intentando recobrar la agilidad mental y respondió que sí mientras cogía un par de tenedores del cajón.

Cogió un par de tazas y el cartón de leche, y sirvió en ambas mientras ponía a hervir una cafetera.

-        Oye Natalia perdona que te diga, ¿pero no tienes frío? Que estamos en Enero y ya con la sudadera y el pijama estoy helada.

-        A ver un poco sí. Pero si te digo la verdad me he dado una ducha caliente y de correr estoy agotada.

-        Ya bueno, entiendo. Aún así ten cuidado chica que has pasado un resfriado hace nada. Que por cierto, ¿cómo te encuentras?

-        Pues dando palmas estoy. Las pastillas están siendo maravillosas y cada vez me siento mejor. Más relajada, más tranquila y más feliz. ¿Te gustan mis tortitas?

-        Uf sí, están buenísimas. ¿Qué les has echado por dios? La masa la has hecho tú desde luego porque están que te cagas.

-        Pues sí, desde cero las he hecho. Además les he echado un poquito de un ingrediente especial para darle un poco más de alegría y sabor. Que si no estaban muy sosas. ¡Espero que te gusten!

Mientras seguían hablando, Inés seguía disfrutando tortita a tortita de la habilidad de Natalia. Desde luego que le habían quedado espectaculares, porque bocado a bocado las notaba dulces, esponjosas y densas a su vez. Cuando se dio cuenta, había acabado con el plato mientras que a Natalia apenas había comido un par de ellas. Intentaba digerir toda aquella dosis de purpurina gastronómica mientras combatía de nuevo un sueño que le pesaba segundo a segundo. Agarró su taza de café para remediar la pesadez con una dosis de cafeína pero le resultó imposible.

-Oye Natalia… creo que me voy a echar otro rato. Creo que no me he recuperado de la resaca de ayer y necesito descansar. Perdón por no ayudarte con la cocina o a recoger, pero de veras que me pesan los párpados.

-¡No te preocupes! Si te encuentras mal échate, que lo necesitas. Yo me quedo recogiendo esto… duerme bien.

Mientras decía Natalia estas últimas palabras, Inés entró a su habitación y como una sonámbula, cerró la persiana de su ventana, se quitó su sudadera y los pantalones largos del pijama, quedando en una camiseta de tirantes gris y unas braguitas. Sin cerrar la puerta, se tiró sobre la cama, y quedó profundamente dormida.

Su rubia compañera cuando vio a Inés caer desplomada, guardó la bolsa con tres cajitas rojas que le habían dado esta mañana, y cerró la que había abierto al llegar a casa. Una vez bien escondida, se hizo un nudo en su delgada camiseta a la altura del ombligo y se puso a fregar la sartén.

3

Verónica había salido esa misma mañana a comprar al supermercado. Sus padres, muy liados con el trabajo le habían pedido que fuera a por algo  de fruta y pescado para esa noche. Ya de vuelta, le pareció ver a su vecina Andrea a lo lejos de camino también a su casa.

La reconoció desde lejos por su melena pelirroja y ondulada, siempre ondeando al viento aunque no fuera excesivamente larga. Aceleró el paso para encontrarse con ella, puesto que la conocía como vecina por todos los años que llevaban viviendo en el mismo bloque. Corroboró su identificación al ponerse a su altura, momento en el que ésta se giró cruzando sus ojos verdes con los avellana de Verónica.

-¿Qué tal Andrea? ¡Cuánto tiempo! Hacía semanas que no te veía por aquí.

  • Ay qué tal Verónica. Pues sí la verdad que he estado un poco perdida, me he ido de vacaciones con mi chico.

-Ala, ¡que tienes novio! Desde luego, ya no me cuentas las cosas como antes… ¿Y desde cuándo os conocéis? Perdona por el interrogatorio, pero es que quería ponerme al día jajaja.

-Sí, bueno… Nos conocemos desde hace unos cuantos meses, que es compañero de trabajo de mi hermana y me lo presentó… es muy buen chico ya te contaré.

Y sin darse cuenta del cómo, habían acelerado el paso los últimos metros hasta llegar al portal, abrió Andrea la puerta rápidamente y se escabulló por las escaleras, dejando a Verónica con la palabra en la boca y el botón del ascensor pulsado. Mientras se cerraba la puerta, recibió un mensaje en el móvil.

Era Natalia.

4

Ya bien entrada la mañana, Teresa cogió un autobús para ir al centro, donde estaban la gran mayoría de las tiendas. Llevaba un ligero abrigo que cortaba el viento de invierno, junto con su abierta blusa roja y los pantalones blancos ajustados a su cadera, marcándole su redondo culo. Se sentía bien, atractiva y magnética. Notaba cómo la mirada de los hombres se posaba de vez en cuando en su andar, escaneándola y siguiendo cada una de sus sugerentes curvas. Incluso vio cómo un grupo de adolescentes hormonados sentados en un banco se quedaba embobado contemplaba su marcado canalillo cuando pasó a su lado. Disfrutaba escuchar el reproche disimulado de las mujeres a sus novios cuando estos volteaban el cuello de forma no disimulada para contemplar su anatomía lo mejor posible.

Por fin entró en una tienda de lencería, la cual llevaba ojeando desde hace un par de días por internet. Había encontrado varios conjuntos muy monos de tanga con sujetador, pero ella sospechaba que si iba directamente a la tienda la iban a sorprender.

Al pasar la puerta sus ojos se abrieron como platos. Numerosas imágenes de mujeres semidesnudas posando con suave lencería inundaban las paredes. Modelitos complicadísimos de vestir se repartían entre las perchas y los armarios, y un pequeño ejército de dependientas atendía a sus clientas sin dar abasto.

No pasaron ni veinte segundos, cuando una dependienta de piel morena por los rayos UVA y el pelo largo y sedoso se acercó a ella. Teresa no pudo evitar fijarse en su cuerpo. Completamente estilizada, sus piernas atléticas y amplias en curvas se adornaban con unos zapatos de tacón negro, y embutidas en una especie de malla también negra y que se ceñía a su cuerpo a la perfección. Todo lo coronaba un culo que parecía esculpido por los dioses, aunque seguramente fruto de incontables horas en el gimnasio haciendo sentadillas. En la parte de arriba, una camisa negra abotonada hasta medio escote dejaba levemente ver un sujetador que parecía de encaje, mientras se dejaba caer como una cascada sobre su cadera, incitando aún más la incógnita sobre tamaño trasero. Por lo demás, maquillada de una forma poco sutil, como el resto de sus compañeras, y unos labios gruesos y marcados por la barra de labios roja.

-Hola encantada, soy Ana ¿Puedo ayudarla en algo señorita? – Preguntó la dependienta con una mirada inquisitiva. Sus profundos ojos negros parecían leer la mente de Teresa.

-Em… sí claro. Buscaba un conjunto de lencería de noche. -Respondió todavía intimidada.

-¡Genial! Acompáñame por favor.

Y la dependienta hizo seguir a Teresa por innumerables pasillos entre toneladas de ropa, telas y encajes. A cada paso que daban, profundizaba más en la tienda, ojeando sujetadores push-up, braguitas de todos los colores y tipos, bodys de cuerpo completo y ligueros. Se encontraba completamente obnubilada por las luces, las texturas y el dulce olor de la tienda. Fue al probador y, mientras se desnudaba, Ana le pasó incontables prendas para que se las pusiera por encima de la ropa interior.

En el espejo de aquel probador, cada cosa que le ponía pensaba que le quedaba mejor. Ella nunca había sido una gran amante de la lencería, pero el estar allí, con una dependienta atendiéndola a ella sola, con la inmersiva música y las luces en cada esquina; se sentía como en una nube. A cada prenda que pasaba a través de la cortinilla del probador, Ana se introducía un poco más en el mismo, haciéndole comentarios y halagos sobre cómo la ropa favorecía sus formas.

-Y ahora, lo que opino que es la joya de la corona. Pruébate este body por encima de las braguitas y el sujetador, que verás cómo te queda genial. Además, mira cómo las transparencias tapan únicamente lo que no debe verse, dejando poco trabajo a la imaginación. Volverás a cualquier chico loco con esto.

Mientras decía todo eso, Teresa notaba cómo los calores que sintió ayer por la noche volvían a sucederse. Cuando se dio cuenta, Ana se había introducido en el probador con ella. Ésta seguía con sus comentarios.

-Mira y además, mira cómo enfatiza tus curvas… sube el pecho y marca tus nalgas. Creo que te queda muy muy bien. ¿Puedes darte la vuelta un momento?

Y mientras dijo eso, rozó con sus uñas su nalga izquierda, lo cual fue como un torpedo en la mente de Teresa. Empezó a notar cómo la sensación de calor empezaba a bajar desde su cabeza hasta su pecho y entrepierna.

En un momento, Ana corrió la cortinilla para otear si había alguien en la planta de probadores. Estaba completamente vacía, sin contar con una compañera que también vestía de negro y hacía guardia en la puerta que daba acceso a la planta. Desde la otra punta de la habitación, Ana hizo un gesto con la cabeza y su compañera entendió al instante. Se dirigió a la entrada, y cerró ambos portones que presidían la gran habitación. Cerró con pestillo, y se quedó esperando mientras Ana hacía su magia en la otra punta de la misma.

Ana volvió a entrar en el probador, y se encontró con una Teresa que apenas podía mantenerse de pie. Su mirada perdida mirándose entre la profundidad del espejo, conjugaba con su cara sonrojada y los pezones de sus grandes pechos que se marcaban incluso a través de la doble tela del sujetador y la lencería. Sus piernas intentaban mantener el equilibrio, pero a su vez realizaban frotamientos extraños entre ellas, como si quisieran llegar a algo en su entrepierna y no pudiera actuar con sus manos.

Ante todo esto, Ana pensó que era el momento de pasar a la acción.

-Creo que te queda genial… Además tiene una cosa que no te había enseñado…

Y sutilmente, sacó del pequeño bolsillo de sus mallas un diminuto mando a distancia con el que apuntó a Teresa. Cuando pulsó el botón, el mundo dio un vuelco para ella.

Primero, notó como su entrepierna comenzó a calentarse de forma descontrolada. Poco a poco, sintió una vibración entre sus labios mayores, la cual se iba extendiendo cada vez más a toda su ingle. La sensación era completamente mágica, como si todo el exterior de su coño vibrara al unísono mientras la suave lencería abrazaba su cuerpo.

De pronto, notó cómo unas manos la agarraban por detrás si se posaban en sus pechos. Ana masajeaba por encima del sujetador sus enormes y turgentes tetas mientras la vibración no paraba de crecer. Ahora, su clítoris también se veía fuertemente afectado.

-Creo que hay motivos de sobra para pensar… que esta sería una compra fantástica, ¿no crees?- Preguntó Ana mientras agarraba con fuerza sus pechos, drenando toda la fuerza de voluntad de Teresa con cada sobada.

Cuando sus piernas comenzaron a desfallecer, por un instante se miró en el espejo. Contempló su cuerpo suave, sus caderas y su pecho siendo atacado por una atractiva dependienta. Observó su entrepierna, siendo dominada por una especie de vibrador que inundaba su coñito de innumerable placer. Y por último, se vio a ella misma. Feliz, atractiva, sexy, disfrutando de tocamientos y vibraciones y sin capacidad de tener la mente en otra cosa.

Y en ese mismo momento, Ana pegó un tirón hacia abajo del body y su sujetador, dejando a la vista las tetazas de Teresa frente a ella misma y a su reflejo en el espejo.

Aquella visión fue demasiado para ella. El descubrir de forma tan intensa aquella zona tan sensible de su cuerpo, mientras el vibrador instalado en el body percutía en su clítoris a su máxima potencia, incurrió en una tremenda descarga que llenó el pequeño habitáculo del probador de una densidad en el aire sólo propia de un enorme orgasmo.

Tras quince minutos de recuperación sentada en el suelo del probador, una mano la ayudó a levantarse. Ambas compartían la misma sonrisa de tremenda satisfacción. Poco después Teresa bajó las escaleras de la tienda, con una bolsita bien cuidada con un body negro dentro. Se acercó al mostrador y dijo:

-Buenas, querría llevarme esta prenda. Hay descuento para las socias, ¿no?

5

Por segunda vez en el día, Inés despertó de su interminable letargo. Notaba cada músculo pesado al movimiento. Hasta levantar las pestañas le suponía un titánico esfuerzo después de tantas horas en la cama. No sabía ni la hora que era. Casi cayéndose de la cama, consiguió alzar el brazo para coger su móvil de la mesita de noche.

-Bueno pues no es tan tarde, sólo las 5. Justo para merendar. – Rió irónica Inés, puesto que su único alimento desde la noche anterior habían sido un plato de tortitas servidas por su amiga Natalia.

Poco a poco, fue dando un paso tras otro hasta alzarse victoriosa en si misión por salir de su habitación. Conforme la sangre comenzó a recorrer fluida su cuerpo, comenzó a sentirse cada vez más animada y con energía. Fue a la cocina a prepararse aunque fuera un bocadillo que le quitara el hambre y acabara de despertarla.

Mientras le pegaba su segundo bocado a un sándwich de jamón y queso, escuchó el termo de agua caliente encenderse. “Natalia estará pegándose una ducha”- Pensó.

Como ella también veía requerida una ducha, preparó la ropa y justo en ese momento cayó en la cuenta de que ella también estaba semidesnuda, como Natalia haría unas horas. Justo en ese momento el frio comenzó a entrar en su cuerpo, por lo que cogió una sudadera y unos pantalones; junto con lo necesario para entrar en la ducha cuando saliera su compañera de piso.

Como estaba ociosa, se dedicó a encender su móvil y comenzar a vichear a sus amistades en Instagram. Cómo le encantaba poner verde a algunas de sus amistades. Cada vez que veía alguna foto subida de tono de alguna de sus amigas; o alguna pareja que parecía haber roto, tiempo le faltaba para mandarle un mensaje a Teresa o a Verónica. Con esta última no tenía tanta relación, puesto que era Teresa el nexo entre las tres. Sin embargo, el amor de este grupo por el cotilleo y criticar a amigas y enemigas las unía de forma excepcional.

Una vez ya le hubo mandado los pertinentes mensajes a las dos, esperó pacientemente en el sofá mientras se acababa el bocata. Verónica fue la primera que le respondió añadiendo incluso más leña al fuego. Justo cuando se metió en el perfil de Teresa para ver la última hora a la que se había conectado, unas llaves tintinearon en la puerta y la abrieron lentamente.

-¿Qué pasa Tere? Desde luego que llevas todo el día desaparecida. ¿Y esa blusa? No te la había visto antes.

Como si la hubieran pillado in fraganti, Teresa dio primeramente un paso hacia atrás escondiendo la bolsa que llevaba en el regazo. Medio escondiéndola, intentó recomponerse y responder a Inés.

-Sí bueno, la pillé hace pocos días en las ofertas de Enero y me pareció muy bonita.

Sin dejar espacio a respuesta, fue directamente a su habitación y encajó la puerta.

“Menudos días más raros llevamos las tres”. Pensó para sí Inés.

Al par de minutos, salió Natalia del baño con el pelo empapado y únicamente con una camiseta holgada y ahora gris; junto con unas braguitas tipo culotte que le realzaban sus blancos muslos. Ahora el pelo lo tenía cubriendo la parte delantera de la camiseta, por lo que toda esa zona estaba completamente empapada por sus cabellos rubios. Inés se sorprendió por la segunda ducha del día de su compañera en menos de seis horas.

-¿Qué te pasa, Naty? Hoy no sales del baño tía.

-        Ah perdona, es que me estaba preparando para salir esta noche, métete ahora y arréglate tú que Verónica ha quedado con nosotras.

-        ¿Cómo? Pero, ¡a mi no me has dicho nada!

-        ¿Cómo que no? Antes de que te fueras a dormir esta mañana, te avisé de que Verónica me había mandado un mensaje por teléfono para ir a dar una vuelta, que habían abierto un nuevo bar de copas y que quería probarlo. Te dije que nos había invitado a las tres y habías dicho que sí, ¿no te acuerdas?

En la mente de Inés todo le daba vueltas. No recordaba haberle dicho nada a Natalia, y menos nada sobre un bar de copas con Verónica. Sin embargo, ese día se encontraba un poco perdida entre tantas horas de sueño y tenía la sensación de que podría habérsele pasado completamente. Además, la idea de irse de copas esa noche le hacía bastante ilusión.

En ese momento salió Teresa de su habitación puesto que había escuchado toda la conversación.

-Lo siento chicas, tendréis que salir esta noche sin mí. Había quedado con Jero. Además si os vais casi que genial para tener la casa sola.

-¡Oh no! Jo qué lástima Tere, bueno no pasa nada, así aprovechas y te lo pasas bien con Jero que hace tiempo que no os véis. – Respondió Natalia. Por una micra de segundo, Inés sospechó un amago de sonrisa en la cara de su compañera, pero no le dio importancia.

-De hecho ahora que lo dices, ha de estar al venir. -Matizó Teresa.

6

Jero acababa de bajarse en la parada de autobús más cercana al piso de Teresa. Notablemente nervioso, puesto que era la primera vez en mucho tiempo que volvían a… intentarlo. Desde la ruptura con su novia anterior, le había costado bastante volver a inmiscuirse en relaciones sentimentales, y cuando conoció a Teresa, la cosa fue bien pero decidió tomárselo con mucha calma. Sabía que eso en algunos momentos la ponía de los nervios, pero pensaba que era lo mejor. Ya intentaron acostarse una vez, y aunque la cosa fue bastante bien para ella, no tanto para él. A mitad de polvo le vinieron comentarios que ya hiciera su exnovia de él en un pasado, y tanto él como su hombría se vinieron abajo. Ella intentaba constantemente ayudarle y que se sintiera a gusto, pero él necesitaba cortar definitivamente todos aquellos pensamientos con su anterior pareja. Olvidarla completamente ponerle fin. No es que la siguiera queriendo ni mucho menos, pero precisamente esos comentarios le seguían comiendo la cabeza y no le llevaban por buen camino.

No obstante, por eso precisamente tenía tantas expectativas para el día de hoy. Se sentía cómodo y por fin tenía las ganas de satisfacer a su chica en condiciones. Se había arreglado meticulosamente, seleccionando aquella colonia que sabía que le encantaba, y arreglado cuidadosamente cada último detalle de su vestimenta.

Llamó a la puerta, y una voz desconocida respondió en el telefonillo.

-¿Sí? ¿Quién es?

-Emm… Soy Jero, abre

Y un pitido sonó en la cerradura para poder abrir la puerta.

Una vez llamó al timbre y le abrió Teresa la puerta, se encontró con el sueño de todo hombre joven. Una despampanante morena con un cuerpo de infarto y vistiendo una preciosa blusa roja y con un escote profundísimo; seguido de sus compañeras de piso teniendo una conversación al fondo de la habitación.

Una de ellas, rubia, vestía un vestido blanco y algo corto que dejaba ver un buen trozo de su pierna por encima de la rodilla. Por encima, un encaje blanco algo escotado que realzaba unos pechos firmes y de buen tamaño, aunque no tan grandes como los de Teresa.

Hablando con ella se encontraba otra chica, también morena pero ahora de pelo liso, envuelta en una toalla que apenas llegaba a cubrir las zonas más interesantes superior o inferior. Tenía la sensación de que, si se desplazaba apenas unos cuántos centímetros en cualquier dirección, podía desvelarse alguna sorpresa, y cualquiera de las dos le apetecía interesante.

Intentando mantener la cordura en la situación, se sentó en el sofá y comenzó a hablar con Teresa. Inés, que era la que vestía menos, captó la indirecta y se metió en su habitación para acabar de vestirse. Natalia, que captó las intenciones de Teresa al vuelo, se interpuso entre ella y Jero.

-Tere, Inés y yo nos vamos en diez minutos que hemos quedado con Verónica, prepárate si quieres mientras me quedo hablando un rato con Jero, ¿no crees?

Teresa captó la idea al vuelo, y dejó a la pareja solos mientras ella procedía a “ponerse guapa” para Jero.

Mientras tanto, Jero sí se encontraba más tenso puesto que tenía una densidad de bellezas por metro cuadrado que no había experimentado en su vida. Hacía lo imposible por contener una erección que comenzaba a despertarse.

El instinto depredador de Natalia se activó por un momento, aunque los planes que tenía en mente no iban en precisamente seducir a Jero.

-Oye, te voy a ser directa, ¿tú y Teresa tenéis pensado algo especial esta noche?

Completamente sorprendido, Jero intentaba escaparse de la situación como pudo. Sin embargo, Natalia era mucho más lista.

-Sí bueno em, hacía tiempo que no estábamos juntos jeje y queríamos vernos sí jeje.

-Ya… oye una cosa. No sé cómo estarás últimamente de ánimos…pero tengo una cosa que creo que te va ayudar. Mira, espera aquí.

Y levantándose, se acicaló un poco el vestido y fue a recoger su bolso, que estaba apoyado en el suelo contra la pared, en la otra esquina del salón. De forma muy intencionada y con un descaro total, se agachó dejando su orondo culo a la vista de Jero. Como el vestido no era lo suficiente largo, Jero tenía la sensación de que si agachaba un poco la vista podría verle sin problemas las bragas a su propietaria.

-Dónde estará…que no lo encuentro.- Dijo Natalia, recreándose en su búsqueda.

Para desgracia de Jero, acabó su maniobra más rápido de lo que le hubiera gustado, y se acercó la amiga de su chica con un par de pastillitas rosa en la mano.

-Escúchame, sé que piensas que eres muy joven para tomar Viagra, pero esto es muchísimo mejor. No sólo te ayudará a tenerla roca como una estaca, sino que te dará…todo el gustito que necesites. Que sea un secreto entre nosotros. Hay vasos en la cocina.

Y como un autómata hipnotizado, cogió las pastillas de las manos de Natalia y se levantó hacia la cocina, todavía embobado por sus palabras. La verdad, le parecía un plan perfecto. Por una parte, conseguía mantener una erección de campeonato y así despreocuparse de los fantasmas de su exnovia. Por otra parte, aprovechar para su propio beneficio, puesto que él también hacía tiempo que no se regalaba un orgasmo en condiciones.

Sin mediar mucha más palabra, se preparó un buen vaso de agua y arreó con las dos pastillas de un trago. Saliendo de la cocina, se encontró de nuevo con Natalia, que le guiñó un ojo y se levantó a hablar con Inés, que terminaba de salir. De nuevo, completamente despampanante. Ahora ella había dejado su reveladora toalla blanca por un conjunto no menos atrevido; una falda gris de tubo levemente por encima de la rodilla y una blusa holgada roja con estampados florales. Tenía un color parecido al que llevaba Teresa mientras estaba en el salón con ellos, pero cambiaba el pronunciado escote por unas semi-transparencias por la misma zona.

-Bueno, ¿cómo nos ves?- Posó Inés contenta por su modelito.

-Déjalo anda, que ya ha tenido suficiente por hoy…- Rió Natalia guiñando de nuevo a Jero.

Y cerraron la puerta tras de sí, dejándole con una erección en continuo crecimiento y con la imagen todavía clavada en la mente de sus piernas.

Cuando todavía pensaba que su excitación no podía ir a más, Teresa abrió la puerta de su habitación.

Con una luz tenue proviniendo de la misma, Teresa vestía únicamente un body negro que apretaba y realzaba sus formas, junto con una bata roja estilo kimono que prácticamente podría no llevarla, puesto que era prácticamente transparente. Sus piernas absolutamente depiladas y torneadas, la forma en V que hacía el body en su ingle, la suave textura de la bata sobre su piel, y sus enormes pechos ensalzados con la pieza de lencería iban a conseguir que Jero se corriera sin desabrocharse siquiera la cremallera del pantalón.

Los pezones de Teresa se adivinaban golosos tras la tela negra de encaje, aunque no se terminaban de esclarecer por el extraño juego de transparencias, que confundía la absorta mente de Jero.

Cuando quiso darse cuenta, la morena ya estaba en frente suya mirándole con sus ojos marrones y profundos, como si estuviera leyéndole el alma.

-Jero, quiero que esta noche me des polla.

Y sin mediar más palabra, de un tirón bajó sus pantalones y salió su miembro raudo y fuerte como un resorte. Completamente hinchado, notaba que la humedad de su punta no hacía justicia a la excitación que sentía en aquel instante. Podría correrse en cualquier momento.

Teresa, sin sutileza alguna, le lanzó sobre el sofá y se puso sobre rodillas. Liberó sus enormes pechos de la clausura de la lencería, y comenzó a hacerle una lenta cubana mientras le chupaba la punta cada vez que bajaba.

Jero estaba en el cielo. Había oído historias de hombres que habían muerto por un orgasmo, o de personas que habían alcanzado un éxtasis divino. Sinceramente, no sabía si el motivo era el periodo de abstinencia anterior, la excitación provocada por Teresa o las pastillas de Natalia, pero su polla no permitiría ni un roce más de aquellos perfectos pechos antes de explotar.

Y así, justo cuando Teresa bajaba su cuerpo para amoldarse a la cubana y metía el glande un poco más en su boca, notó cómo chorros y chorros de semen inundaban su garganta. Jero se había corrido como nunca en su vida, en un orgasmo que le pareció durar minutos. Teresa, ante tal cantidad de corrida, no supo qué hacer ante la situación y notaba cómo se le salía por las comisuras de la boca o bajaba por su garganta. Parte salpicó sus pechos, poniéndolos perdidos de aquella sustancia blanquecina y la otra mitad no tuvo más remedio que tragárselo, puesto que aquella fuente no paraba de manar.

Jero quedó completamente traspuesto. Sin capacidad para reaccionar, se escurrió como pudo entre los cojines del sofá y quedó prácticamente inconsciente.

Teresa, completamente desconcertada y algo frustrada, sintió momentáneamente pena de él y tiró de él como pudo para llevarlo a la cama y que durmiera en condiciones. Moviéndose como un sonámbulo, a duras penas era capaz de avanzar a pesar de estar apoyado en su chica. Esta como pudo, dejó su cuerpo sobre la cama, y cuando ya pensó que tendría que recurrir a la ducha para satisfacer sus necesidades, un vistazo rápido y una idea acudieron a su mente.

El miembro de Jero no había perdido en absoluto ni un ápice de su grosor, tamaño y dureza, y seguía apuntando al cielo contra todo pronóstico. Ella, que necesitaba algo caliente en su interior tras el ajetreo de los dos últimos días, se quitó la prenda de lencería que llevaba, se montó encima de la cama, y lentamente fue frotando su depilado coñito contra el duro falo de su compañero.

Este se mantenía impasible en el séptimo sueño, por lo que Teresa pensó que la que necesitaba ahora un orgasmo brutal era ella, y se inclinó para empalarse en aquella estaca. No era monstruosamente grande pero sí tenía un grosor más que aceptable; y nunca la había visto tan dura como hoy. Completamente mojada por la excitación de todo el día, el pollón de aquel durmiente no tuvo problema alguno en hacerse paso entre los pliegues de Teresa, que sí notó introducirse cada milímetro en su interior.

Como si se hubieran tocado los botones adecuados, la mente de la chica entró en piloto automático y sólo tenía un objetivo: cabalgar esa polla hasta conseguir correrse, tantas veces como fuera necesario.

Y así, embiste a embiste, subía y bajaba su precioso culo sobre aquella verga, estimulando cada pliegue, cada nervio y cada milímetro de su necesitado coño. No fueron necesarios ni cinco minutos hasta que Teresa notó sus piernas tambalearse y su mente deshacerse en purpurina rosa y fuegos artificiales. Cuando se dio cuenta, tenía los ojos en blanco y la lengua completamente fuera, como si hasta expirar aire le resultara placentero.

Si hubieran sido condiciones normales, en otra ocasión habría parado de cabalgar y habría desmontado aquella polla para dormir un rato con cosquillas en el pelo. Pero aquél no era un día normal. Quería más, necesitaba más. Pocos segundos después del orgasmo comenzó a cabalgar de nuevo, al principio de forma lenta pero aumentando la velocidad progresivamente. A veces, cuando notaba que el cuerpo de Jero comenzaba a moverse en sus zonas bajas, desmontaba rápidamente para desgracia de su entrepierna, pero comenzaba a chupar de forma enérgica hasta que extraía cada gota de semen de aquella polla. Normalmente lo tragaba, puesto que aquel líquido espeso, caliente y extrañamente dulzón le producía un placer incluso mayor a su propio orgasmo. Otras veces, le hacía acabar en sus pechos y disfrutaba con cómo los hacía brillar mientras se montaba de nuevo a cabalgarle. Y así, orgasmo tras orgasmo, notaba cómo sus propias piernas le fallaban del cansancio, le pesaba el cuerpo más y más, hasta que acabó rendida sobre el cuerpo de Jero, con la mente en blanco y una sonrisa bien marcada en sus labios.

CONTINUARÁ...