Curando tu malestar con AceBliss. Cap 1: Juguete

En un piso de estudiantes, una de ellas empieza a comportarse de forma extraña tras tomarse unas pastillas para curar el resfriado.

Capítulo 1: Juguete

1

Amanecía un gélido día de enero en la ventana de Natalia, que intentaba seguir dormitando tras la débil luz que translucía tras la cortina. Con la pereza de sentir el frío al salir del sosiego de su edredón, fue corriendo al baño con la muda que iría a llevar ese día. Se extrañó muchísimo al ser la que se levantaba primero, pues usualmente cuando lo hacía no necesitaba encender la luz. En contraste al frío aire de la habitación, notaba su frente dolorida, caliente y sudorosa.

Encendió el agua y la calentó al máximo, necesitaba salir el vapor inundar sus poros y limpiar las toxinas de su piel. La ducha le reconfortó un poco, pero seguía sintiendo su propio corazón palpitar en su sien de forma intermitente. Sin terminar de secarse, buscó en los cajones del baño buscando un termómetro.

-Mierda, me he resfriado. -Dijo Natalia, que al enunciar esa frase ya notaba subir la tos por su torso desnudo.

Se puso una camiseta y una sudadera enorme encima para soportar las bajas temperaturas. No recordaba un frío así en el sur desde que aquel día en el primer año de carrera en el que salió con Inés y tuvo que pasar una semana en cama sin moverse. Había madrugado para estudiar un poco, pero decidió quedarse desayunando hasta que se despertara alguna de sus compañeras.

Se mantuvo adormilada hasta que Teresa abrió la puerta de su habitación, medio somnolienta y envuelta en una manta.

-Buenos días- Llegaron a musitar ambas. - ¿Qué te ocurre? - Preguntó Teresa al ver a su compañera con un mechón tornándose pardo tras mojarse en la taza de café.

-He cogido un resfriado del copón.

-Uy pues aléjate que a mí los resfriados se me pegan con la mirada. Además, que tengo prácticas toda la semana y hoy llego especialmente tarde.

-Joder Teresa te has levantado de buen humor…

-Perdón Nati pero ya sabes lo que me cuesta madrugar y encima si es para ir a la facultad.

-Ya tía… Yo creo que me voy de nuevo a la cama… No puedo más. Voy a mandarle un mensaje a Inés de que me compre ibuprofeno, que se me han acabado las pastillas. Porque tú hoy llegas tarde, ¿no?

-Pues sí… hoy es de los peores días la verdad. Al menos este jueves lo tengo libre.

-Jo qué suerte. Bueno, yo a ver si me encuentro mejor para ir a clase por la tarde… aunque me da que a este ritmo me alimentaré de sopa y de las pastillas que me compre Inés.

-No seas tan dramática anda. Con un poco de suerte se te pasará en un par de días.

Al cabo de unos minutos, Teresa había salido pitando para la facultad y Inés se encontraba desayunando mientras leía el mensaje de Natalia:

“Tía me he tenido que volver a acostar, cómprame pastillas para el resfriado, que tengo un dolor de cabeza de la leche”

Dos horas más tarde, consiguió abrir un ojo Natalia dentro de la total oscuridad de su cuarto. En su mesita de noche, había un vasito de agua con una caja roja con pastillas rosa. La caja rezaba “AceBliss”. No le sonaba de nada la marca, aunque leyó el prospecto.

-“Alivio sintomático de dolor de cabeza, mucosidad y tos continua”. Ale, para dentro.

Y se tomó una pastilla entera con un buen sorbo de agua. Decidió que se echaría otro rato más en la cama hasta que le hiciera efecto y se pudiera levantar; hacía ya bastante tiempo que había decidido que no iría a clase ese día.

2

-Que te he dicho que no me entero tía, no me entra en la cabeza.

-A ver Verónica, ¡no es tan complicado! Solo tienes que echarle un poco de imaginación.

-Que no lo veo Teresa, creo que iré mañana a tutoría con este hombre.

-Bueno como veas, yo voy ya a comer que con la tontería no me da tiempo y tengo un hambre mortal.

-Pues voy contigo que no tengo nada que hacer.

Ambas chicas eran amigas desde que comenzaron la carrera. Siempre habían estado la una para la otra para contarse sus cosas, aunque ahora la vida les estaba distanciando un poco. Se sentaron y se pusieron a comer del menú de cafetería, hablando de sus ligues, sus preocupaciones y sus dramas en general.

-Pues la verdad es que Carlos es muy buen chaval… aunque le falta un hervor. -Dijo mientras se introducía unos macarrones con tomate en la boca.- Algún día de estos le voy a decir que espabile, porque la verdad que está todo el día mirando a la nada.

-Eso es porque le metes poca caña, Verónica. -Dijo Teresa con una sonrisa pícara. -Es lo que le digo yo a Jero, que se fija un poco más en mí o me voy con otro con más movimiento. Fíjate que se lo digo de broma, pero se lo toma muy a pecho y suele volverse más cariñoso.

-Pues voy a tener que hacer eso… Aunque creo que todavía es muy pronto para hacerle chantajes, ¿no?- Añadió Verónica con un poco de salsa de tomate peligrosamente bailando en el tenedor.

-A ver yo te lo digo… ¡Nunca es pronto!- Rió Teresa conociendo su modus operandi a la hora de convencer al sector masculino para que le sigan el rollo.- Por cierto Verónica, te has manchado la blusa entera de tomate.

-¡Joder lo sabía! Si es que no me puedo traer ropa bonita cuando como aquí.

Verónica intentó limpiarse como pudo la mancha, pero solo consiguió que quedara una marca rojiza en una gran superficie de la tela blanca que vestía. Teresa accedía al espectáculo que su amiga le daba al frotarse el seno desde la tela con un poco de agua para eliminar el tomate, y se divertía ante la resistencia de este a marcharse.

-Mira tía mejor que te vayas a casa, te lo estás dejando peor. Además así me llevas, que creo que mi compañera de piso me ha pegado el resfriado y me estoy encontrando peor.

-¿Y si te llevas tus apuntes y estudiamos en mi casa? Si te encuentras mal tengo una farmacia debajo, y así por lo menos no nos aburrimos y nos seguimos contando la vida.

Se levantaron entonces con rumbo al coche de Verónica, un coche antiguo que le habían dejado sus padres para que se moviera de tanto en cuando. El pobre estaba algo estropeado, y cualquiera juzgaría que más por los golpes que le había dado su dueña antes de la edad que gastaba.

Mientras Verónica buscaba aparcamiento una vez hubieron llegado a su casa, paró a Teresa en la farmacia para que se comprara unas pastillas para la cabeza. Una vez dentro, habló con el dependiente.

-Hola buenos días, ¿tenéis ibuprofeno o paracetamol para el resfriado?

-Sí claro, pero si lo que tienes es un resfriado, yo te recomendaría antes estas pastillas que otra cosa. Llevan sólo unos meses en el mercado pero al parecer vienen de maravilla para el dolor de cabeza de todo tipo, incluso el menstrual.

-¡Uy pues genial! Pues creo que me voy a llevar dos cajas, que estamos en mi piso todas con un resfriado enorme.

Una vez salió Teresa de la farmacia, esperó a Verónica para subir a su casa.

-Vente a mi habitación, que tenemos sitio para las dos y así no nos tenemos que cambiar si vienen mis padres. Un momento que me cambie la blusa que estoy harta de ir por ahí con la mancha y voy a lavarla.

Y sin avisar, se desabrochó la blusa delante de Teresa dejando ante sus ojos unos pechos cubiertos con un sujetador blanco de encaje bastante bonito. Nunca se había fijado en su amiga, ni había tenido intención de hacerlo, pero le sorprendía la naturalidad con la que se cambiaba de ropa delante suya sin importarle su reacción. Más de una vez la había visto en ropa interior por el hecho de ser amigas y haber compartido charlas nocturnas en verano, pero le resultaba curioso que para ella la amistad llegara hasta tal punto.

-Jodida, ¿te han crecido o que?

-Yo creo que sí vaya. Al menos este sujetador es de los pocos que me entran. Tengo un par de les he tenido que quitar el relleno porque se salían. Aunque bueno no te quejarás tú de pecho tampoco, que para dar envidia ya están tus dos amigas.

Mientras Verónica iba a la lavadora a meter la blusa, Teresa fue a la cocina a tomarse una pastilla con un vaso de agua. Usualmente le costaba mucho tomarse pastillas, pero ésta era increíblemente pequeña y no se notaba apenas el tenerla en la boca. Fue a la habitación de Verónica que ya sí tenía puesto algo sobre los hombros, sacaron sus apuntes y se pusieron a estudiar.

3

Natalia estaba como una moto. Parecía que se había tomado 3 cafés seguidos de lo activa que estaba. Se encontraba como una rosa, la medicación parece que había surgido efecto y sus dolores habían desaparecido casi completamente. Se había sentado a estudiar y notaba que aprovechaba el tiempo el doble que lo que hacía normalmente. Como en un estado de trance, se había puesto la lista de reguetón más duro que había encontrado en Spotify, y subrayaba sus libros al compás de un suave contoneo de sus caderas.

También notaba que su apetito había vuelto, y se preparó un plato enorme de pasta para su almuerzo. Comía mientras veía una serie cuando Inés salió de su cuarto, que había estado repasando para el último examen del cuatrimestre.

-¿Qué haces estudiando loca? Si tu ya has acabado. -Preguntó casi enfadada Inés, que no entendía por qué Natalia no disfrutaba de su libertad.

-Pues mira me levanté pronto porque me dio la vena de la actividad, pero con el dolor de cabeza que me dio no tenía cuerpo para nada. Pero tía, fue tomarme lo que me diste y me han entrado hasta ganas de trabajar. ¿Cómo que has comprado eso en vez de ibuprofeno?

-Pues no sé, no tenían, y me recomendó esto la farmacéutica. La verdad que me comentó que se venden como churros.

-Puf pues sí la verdad. Después de comer me tomaré otra que pone que hay que tomarse tres al día. ¿Cómo llevas tú tu examen?

-Pues creo que bien, la verdad. Llevo estudiando bastante tiempo y creo que el examen no será muy complicado. Aunque estoy un poco cansada por ser hoy el último.

-No te preocupes Inés, seguro que lo harás genial. ¡Y prepárate que esta noche celebramos la libertad de las tres! A ver si hoy Teresa no llega demasiado tarde. -Dijo Natalia con un brillo de alegría en sus ojos verdes.

Habiendo terminado Natalia de comer, notaba como los macarrones que se hizo empezaban a pesar en su estómago y notó como necesitaba una siesta. Se tomó otra pastilla con un buen vaso de agua, y se encerró en su habitación mientras Inés se terminaba de hacer su comida. Con el pijama todavía puesto de todo el día sin salir de casa, se metió en la cama y se arropó con la sábana. Aún así de ser pleno mediodía y que el frío cesara algo, el sol no era lo suficiente intenso como para poder dormir a la intemperie. Nati notaba cómo su piel se erizaba al contacto de la fría sábana con su cuerpo, y notó como un escalofrío recorría su espina dorsal. Sentía su cuerpo ligeramente distinto, más activo gracias a la desaparición casi completa del resfriado, pero en una constante somnolencia. Tenía ganas de dormir, pero también de hacer deporte, tomarse una cerveza o incluso estudiar. Decidió intentar dormir, pero no podía. Le pesaba todo el cuerpo de su copioso almuerzo, pero notaba escalofríos de actividad por todo su cuerpo.

Decidió pues utilizar una de sus técnicas ancestrales para poder dormir con total seguridad. Lentamente, se deshizo de la sudadera que la cubría del invierno, dejando a la vista de la luz del día sus blancos pechos. Al contacto con el aire, sus rozados pezones comenzaron a endurecerse y optó por tocarlos de forma efusiva. Siempre había tenido debilidad por sus propios senos. Eran de un buen tamaño, y sobre todo muy sensibles. Le encantaban, igual que a la mayoría de chicos que los habían probado. Mientras los magreaba dulcemente con su mano derecha, la izquierda bajó por su vientre para acceder a su zona más intima. Sin quitarse la ropa interior, sí lanzó al otro lado de la habitación los pantalones de su pijama, y echó a un lado sus braguitas para tener contacto directo con su pubis. Se deleitó a sí misma con unos toques suaves y sencillos sobre su clítoris, que conllevó con un estremecimiento de sus caderas y un suave gemido en sus finos labios.

No sabía por qué, pero hoy se encontraba especialmente sensible. Cada toqueteo en su zona interior lanzaba un latigazo sobre su espina dorsal que la instaba a repetir, a seguir haciendo círculos sobre su vulva encharcada. Tanto movía sus caderas, que incluso comenzó a mover la cama de forma cada vez más notable.

Inés, que se hallaba ya en el salón tomándose una ensalada, empezó a escuchar pequeños golpes contra la pared que pegaba con la habitación de Natalia. Extrañándose por tal intermitente sonido, acercó su oreja a la puerta de la chica. Se sorprendió al escuchar los susodichos sonidos incrementándose en intensidad; incluso creyó escuchar algún ligero suspiro. Inés no era tonta, y sabía perfectamente a qué se debía esa respiración agitada.

-“Parece que ha tenido un día duro”.- Pensó Inés. –“Un día de estos creo que necesito tomarme también un capricho como el suyo, que con esto de los exámenes he estado algo agobiada y necesito relajarme.”

Natalia por otra parte seguía a lo suyo. En un movimiento armónico en sus manos, introdujo varios dedos en su interior mientras seguía con su otra mano pellizcándose sus pezones duros y golosos. En su mente recordaba momentos de excitación, y venían a su mente imágenes de chicos con los que había estado, vídeos que había visto navegando en la red, incluso se sorprendió al encontrar imágenes en su mente de alguna amiga suya en bañador o semidesnuda en la playa. Su excitación se acercaba ya a su máximo gracias al trabajo duro de sus dedos con la sincronía de una orquesta bien entrenada. Rodeaba su clítoris con sus dedos, mientras con la otra mano se alternaba una penetración con su dedo corazón o un manoseo intenso sobre su turgente pecho derecho. Notaba cómo estaba dejándolo chorreando, y cómo aparecían gotitas de sudor en su frente y cuello. Su respiración ya era notablemente entrecortada, sin disimular, y su corazón latía a mil por hora, que vertía sangre caliente sobre su entrepierna, dilatada como pocas veces había estado.

Continuó chapoteando en su interior, metiéndose dedos a diestro y siniestro, torturándose de placer mientras se mordía sus propios labios del gusto que se proporcionaba. Sentía como su orgasmo era cada vez más latente, más tangible y más intenso. Su coñito se contraía de gusto mientras seguía jugueteando de forma cada vez más violenta sobre su clítoris, que emitía descargas eléctricas que recorrían su cuerpo al completo. Sus propios jugos conformaban una fuente cuyo manantial no tenía fin, dejando sus braguitas y sábanas perdidas de lujuria. Hacía tiempo que no se tocaba con tantas ganas, necesitaba de correrse ya no solo para dormirse y estar relajada, sino para satisfacer una necesidad que parecía que no se llenaba. Continuó con la efusiva masturbación hasta que su entrepierna estalló de placer, y Natalia se corrió como una bestia con una mano en su pecho y otra en su clítoris.

Con la habitación oliendo a su sexo, descansó su merecida siesta durante dos largas horas, tras las cuales se levantó y, sin coger ropa alguna, se dirigió a la ducha aprovechando que sus compañeras estaban fuera.

-“No sé qué me pasa, pero ha sido la hostia”.- Pensó para sus adentros, satisfecha.

4

Teresa y Verónica intentaban entender la práctica que habían empezado esta mañana. Ya no solo por dificultad, el profesor era un cabrón que no explicaba apenas y tenían que conformarse con lo que tenían en los apuntes. Era con esa asignatura como las chicas estaban comprendiendo el concepto de ser autodidactas, puesto que el profesor no tenía gana alguna de impartir las clases como debería hacerse.

-Tía, creo que lo he pillado. Lo hemos estado haciendo mal todo este tiempo.- Dijo Teresa tras estar dándole vueltas unos largos diez minutos.- Sólo tenemos que quitar esto del programa, que no sirve para nada, y calcular estos tres valores que son los que necesitamos.

-Mmm vale, ¿pero entonces por qué ha dicho el profesor que tenemos que calcularlo así?

-Porque se refería de calcularlo al final, pero se ha explicado de puto culo.- Respondió Teresa con un grado alto de indignación hacia la docencia de su carrera.

-Bueno pues entonces ya estaría, ¿no? Además ya lo tenemos hecho casi.

-Sí, sí. Sólo que es un poco coñazo la verdad. ¿Oye merendamos un poco? Tanto pensar me ha dado hambre.

-Venga vale, vamos a la cocina que justo tengo chocolate.

Estando las dos chicas en la cocina, aprovecharon para volver a hablar sobre su vida más personal. Hacía tiempo que no se veían fuera del entorno de su facultad, y aunque estuvieran estudiando hoy se sentían más libres para hablar de sus cosas.

-Puf pues, con este chico la verdad, como te decía antes… Le tengo muchas ganas pero él no da el paso.-Dijo Verónica algo apenada. -¿Será que no le gusto?

-Venga ya tía no digas tonterías. Con el cuerpo que tienes ningún tío te podría decir que no. Lo que pasa es que estará un poco nervioso, a lo mejor hace poco que salió de una relación. ¿Se lo has preguntado?

-Pues la verdad es que no… Tampoco hemos tenido tanta ocasión de hablar sobre el tema. No le quiero agobiar. Y no me hagas la pelota con lo del cuerpo que sabes de sobra que tengo las caderas anchas.

-Mira no digas tonterías. Tú no tienes las caderas anchas, tienes un culo que revivía a un muerto. Simplemente dale un poco de tiempo para que se le quite el pavo, y vete incitándole poco a poco. Verás que cae enseguida.

-Bueno… Te haré caso. ¿Cómo te va a ti con Jero? Últimamente os veo poco juntos.

-Sí bueno… es que ha tenido una semana algo perdida…Aunque mañana le veo otra vez jeje. Le tengo unas ganas…

-Madre mía Teresa, ¡no pareces tú! La que hace seis meses no quería saber nada de tíos y ahora mírate. Si se te cae la babilla y todo.

-Puf es que no sabes lo bien que me lo pasé la última vez.

-¿Qué hicisteis por Dios?- Preguntó Verónica con un brillo de curiosidad en sus ojos.

-Pues de todo. Yo la verdad que salí que no me respondían las piernas. Estuve sin poder sentarme en condiciones tres días, como cuando tú estuviste con ese chaval… el de la polla grande.

-¡ Teresa por dios no lo llames así! La verdad que a ese sí que le faltaba un hervor, pero en la cama desde luego no tenía fallo alguno. Me dio bastante pena que cortáramos.

-Por dios Verónica, si se le olvidó quedar contigo durante dos semanas y dijo que era porque “estaba mal de la barriga”.

-Sí bueno... La verdad es que menos mal que acabó todo eso. Con Carlos estoy mucho más contenta. Más dulce y atento, y besa muy bien. Bueno… y cuéntame sobre Jero… que me tienes intrigada con lo que te hace en la cama.-Preguntó Verónica elevando una ceja en actitud interesante.

-Pues no sé qué quieres que te cuente…En general es muy atento en todo. Usa sus manos que es una maravilla…Y cada vez que estamos juntos me agarra con una pasión que parece que me va a rasgar la ropa. Es muy intenso, pero a la vez suave y dulce. Pero lo mejor es cuando usa su boca…- Teresa nota cómo sus mejillas se enrojecen suavemente y decide cortar ahí.-Oye, ¡que ya te he contado mucho!

-¿No me digas que te estás calentando?- Verónica sonreía divertida, sabiendo su capacidad para poner nerviosa a todo el mundo, tanto hombres como mujeres.-Sin quererlo, el tono ascendente de la conversación también le resultaba muy excitante.

-A ver… un poco. Pero aún así yo también tengo curiosidad en un par de temas. ¿Qué le haces a tu Carlos para calentarle? Porque no creo que te quedes de manos cruzadas sin intentar que te meta mano ya.

-¡Anda con la cotilla! Pues mira ya que me preguntas eso te voy a comentar la última trastada que le hice. Resulta que el otro día iba a salir de casa muy mona yo de la facultad con mi blusita azul claro y mi falda de tubo, y me llama diciendo que se iba a pasar un momento para recoger la bolsa de deporte que se había dejado el otro día. Pues aprovechando que todavía no había salido, decidí “olvidar ponerme” ropa interior. Total que tu sabes cómo es mi blusa azul, que se te ve hasta el alma. Pues imagíname encima sin nada que me tape las tetas. Cuando le abrí la puerta debió adivinarme hasta el tamaño de copa tía.

-Pero qué te encanta ponerle contra las cuerdas. ¿Y te dijo algo?

-Pues sí, no paraba de mirarme el escote y me dijo un “estás muy guapa”. ¡Eso ya lo sé yo, pero mete mano jodío! Pero no, no hubo suerte, así que decidí añadir un paso más de calentón.

-Verás que hiciste.-Preguntó Teresa con toda la picardía del mundo.

-Pues mira, sabiendo que iba a venir y preparándome para todo, subí su bolsa de deporte al altillo de mi habitación.- Verónica señaló su armario, donde en la parte superior tenía varios cajones para guardar edredones y álbumes antiguos.

-Ya me puedo imaginar qué hiciste… Qué capulla.

-Pues como te imaginas, le dije que me aguantara la silla, que me iba a subir a cogerle la bolsa. Pues tú imagínate la falda que ya me has visto puesta, que me queda apretado de culo…

-Vamos, que le diste un espectáculo de campeonato enseñándole las bragas.

-Eso quisiera él. Ni bragas ni tanga, querida. Le di una lección de anatomía asombrosa, mirando desde abajo mi chochito depilado. Además que con la situación en sí, me había puesto cachonda como una moto. Eso sí, también conseguí que él se pusiera malísimo, porque fue bajar y tenía un bulto en el pantalón que madre mía.

-No me lo puedo creer. Vamos yo soy él y te empotro contra la pared, ¡pero a quien se le ocurre! Si ese chico no ha captado la indirecta te juro que no lo entiendo.- Teresa, indignada, no entendía como Carlos había dejado pasar una oportunidad de tal calibre.

-No te preocupes tanto hija, que la historia no acaba ahí. Este viernes me ha dicho que ha reservado para cenar… y que después se ha pillado Netflix y podemos ver una serie, que la estamos empezando.

-Pues que sepas una cosa…el postre te lo vas a tomar en su casa. Ni serie ni leches, yo apuesto a que no pasáis de los créditos iniciales.

-Pues eso seguro, vamos, me voy a encargar personalmente de calentarle.

-Me parece genial, así todo lo que hagáis me lo vas comentando, que tengo ganas de experimentar con Jero.

Siguieron hablando las niñas, ya con un tono algo menos intenso pero con todavía una excitación en ambas latente. Lo que iba a ser una tarde de estudio más o menos relajado, se sustituyó por lo mismo pero sin los libros delante. Tras otro par de horas, Verónica acercó a su amiga Teresa a casa, que se acercaba la hora de la cena y Teresa, junto con Inés y Natalia habían quedado para celebrar su fin de exámenes las tres en el piso.

Teresa abrió la puerta del piso extrañada, puesto todas las luces de la casa estaban apagadas. Una vez entró en la vivienda y registró habitación una por una, notó un sonido de agua cayendo en la ducha; una de las chicas se estaba duchando. Cuando dejó las cosas en su habitación, vio que la puerta de Natalia estaba cerrada, cosa que le extrañaba pues usualmente siempre estaba abierta. Estaba cambiándose de ropa mientras se ponía el pijama, cuando notó que los efectos del resfriado de esta tarde se habían visto ampliamente mitigados. Se reservó una pastilla para después de la cena y fue a la cocina para beber un poco de agua, que la conversación de antes con Verónica había dejado su boca totalmente reseca.

Justo en ese momento salió Inés sólo con la toalla puesta. Parecía totalmente sorprendida, como si no esperara verla.

-Coño Teresa, que susto me has dado. Cada vez haces menos ruido en entrar en casa.

-Perdón tía, que estaba con Verónica y hemos hablado un poco más de lo que debería. Tápate un poco guapa, que te veo las vergüenzas.

Aunque notó que se lo había dicho con un tono algo cortante, las piernas torneadas de Inés le parecieron bastante atractivas. A pesar de su contorno corporal bastante recto, Inés tenía ciertas curvas en lugares estratégicos, lo cual realzaban su figura y le sumaban atractivo. Además, tenía unas piernas de infarto, largas y torneadas; además de unos pies delicados y esbeltos. Ante el comentario de Teresa, Inés se retocó un poco la toalla, dejando entrever algunos centímetros más de su muslo interno.

-Uf perdón, que hoy me he puesto la ducha especialmente caliente para relajarme del examen, y te juro que parece que no vivo en este mundo. Se me ha olvidado la ropa en la habitación, y juraría que si me preguntas no te sé decir ni en qué día vivimos.

-Ay, Inés no me seas tan dramas. ¿Cómo te salió el examen por cierto?-Preguntó Teresa ahora sí mirando a los ojos de su compañera de piso.

-Pues no del todo mal, creía que lo llevaba peor pero he salido contenta y todo. Pero bueno lo importante es que hoy voy a coger la botella y voy a dormir con ella jajaja.

-¡Me parece genial! Oye, ¿y sabes algo de Natalia? Hace semanas que no la veo cerrar la puerta a estas horas.

-Ni idea Teresa. Creo que también estaba bastante cansada, además del resfriado y todo eso.- Inés en ese momento recordó el traqueteo de la cama de su compañera y tuvo que recolocarse de nuevo la toalla.- Bueno, voy a cambiarme, avísala tú si quieres.

Mientras Inés se encerraba en su habitación para ponerse el pijama, Teresa llamó a la habitación de Nati.

-¡Pasa!-Oyó desde dentro.

Estaba su compañera con los pantalones del pijama puestos, un sujetador y con los auriculares puestos leyendo un libro en la cama. Quitando la parte de arriba del pijama que faltaba, parecía todo bastante correcto, aunque la nariz de Teresa detectaba algo más. Las hormonas en el aire de una chica que había pasado una tarde interesante explorándose. Con su mentalidad de libertad sexual total, no hizo comentario alguno al respecto, y la invitó a ir preparando las cosas entre todas para la cena. Nati se puso una camiseta, y ayudó a Teresa, no sin antes sacar una botella de vino para ir celebrando por adelantado.

5

-Bueno, ¿y qué tal con Verónica? Hace semanas que no la veo. Preguntó Natalia ya con una copa de vino en la mano.

-Pues genial la verdad, no le va mal en los estudios y se la ve contenta la verdad. Además está ahora medio tonteando con un chico, Carlos, y lo tiene casi en el bote.

-La verdad es que no le venía nada mal a Verónica ir ligando un poco jajaja.- Respondió la rubia, que sabía de las necesidades que empezaban a aflorar en el interior de la amiga de Teresa. Y cuando se refería al interior, era a todos los interiores posibles.

-Ya…desde luego. Pero ahora que lo pienso, no estabas tú con ese chico… Ignacio. Hace semanas que no le veo.

-Mmm es que hemos roto un poco jajaja. No os conté nada con esto de los exámenes, estaba agobiadilla y necesitaba un poco de tiempo para mí. Pero bueno ya que hemos terminado todas os cuento la historia ahora.

En ese momento, salió Inés de vuelta ya vestida con su pijama, y fueron preparando entre las tres un risotto y una pizza para su cena. Todo acompañado con un vino rosado para darle el último toque italiano. En lo que respecta al vino, ya se habían terminado la primera botella entre las tres cuando terminaron de hacerse la cena.

-Bueno Nati pues cuéntanos lo tuyo con Ignacio, que me has dejado de piedra.-Preguntó Inés con actitud inquisitiva, pues era de las mejores amigas de Natalia y le dolió un poco que su amiga y compañera no se lo hubiera contado todavía.

-Puf, es que es un poco locura… Así en resumidas cuentas, se ha ido con una de su clase.

-¡PERO MENUDO CABRÓN!.-Respondieron ambas chicas al unísono, con los ojos inyectados en ira y sangre.-¿Cómo ha podido hacerte algo así?

-A ver, la verdad es que yo ya me estaba aburriendo un poco de todo…Apenas nos veíamos y cada vez nos tratábamos con menos ganas. Me dolió muchísimo que se acabara yendo con una de su clase, pero si no lo hubiera dejado yo en ese momento habría sido a la semana siguiente. Tampoco llevábamos tanto tiempo de todas formas.

-Ya tía, lo sé.-Respondió Inés.-Pero aún así podría haber cortado antes contigo y no ponerte los cuernos.

-No, si razón no te quito. La cosa es que técnicamente los cuernos no me los puso. Simplemente me dijo que quería un tiempo porque no notaba que la relación estuviera yendo bien. Pero yo, sabiendo que a éste le tiraba la otra, pensé que para que se fuera con ella a los dos días, mejor cortaba y no me calentaba más la cabeza.

-Fua pues qué resistencia mental para no venirte abajo con todo, y encima con exámenes.-Dijo Teresa, admirada.

-Sí, bueno. Me dolió al principio pero lo acabé superando. Quizá por eso me pilló el resfriado de golpe, por el bajón de defensas.

-Bueno Nati…No te preocupes.-Dijo Teresa con tono conciliador.-Aquí estamos las dos para ayudarte, ¿sí? Y si ahora necesitas hincharte a vino, aquí tienes otra botella. Por cierto tías, os tengo que contar la historia que me ha contado Verónica sobre su rollete Carlos. He flipado, casi me tiemblan las piernas.

Y mientras le contaba la jugada a las chicas con todo lujo de detalles, notaba cómo volvía a notar entre sus propias piernas el picor que notaba hace unas cuantas horas en casa de su amiga. Además, notaba cómo los ojos de las niñas, especialmente Natalia, brillaban con la treta y la fuerza de voluntad que conformaban la anécdota.

-Puf yo le hago eso a un tío y si no cae te prometo que no me lo creo.-Respondió de nuevo la rubia, que sonreía incrédula ante la impasibilidad de Carlos.-¿Seguro que no es gay?

-Según la erección de caballo que llevaba después, parece que no. Pero vamos, razones no te faltan para pensarlo vaya.

Inés, que también estaba roja como un tomate, decidió irse a la cama por el cansancio de toda la tarde, además de las copas de vino rosado de más que había tomado.

Se quedaron pues, Natalia y Teresa hablando de otras tantas cosas…Pero sobre todo de Jero  y de chicos guapos que pudieran interesarle a Nati.

  • Teresa que no… ahora mismo no quiero hablar de tíos la verdad. Ojalá tenga yo en unos meses lo que tenéis tú y Jero, pero ahora mismo prefiero estar sola la verdad. Esta noche de chicas la verdad es que me ha venido bastante bien, la verdad. La necesitaba. Pero bueno niñas… me voy a la cama. Que descanséis guapas.

Teresa, que todavía no estaba completamente cansada a pesar de la locura de día, se tomó la pastilla tras haber cenado copiosamente y se preparó la ropa para darse una copiosa ducha. Sinceramente, la conversación con Verónica le había tocado una serie de botones en su interior que se notaba particularmente excitada. Por lo que su idea no era precisamente la de estar limpia y pulcra, sino la de masturbarse fogosamente con el chorro de la ducha.

Le encantaba la sensación del agua caliente contra su clítoris. Parecía que alguien le practicaba sexo oral, pero era ella la que portaba la húmeda y ardiente lengua. Cogió de sus cajones el pijama y ropa interior limpia, y se quedó sólo con la que llevaba puesta de hoy antes de entrar al baño.

Con la toalla en la mano, se giró ante un ruido extraño. Notaba un sonido intermitente en su espalda, que se acrecentaba por la falta de luz en el pasillo. Volviendo sobre sus pasos, siguió la pista de esos sonidos que se despejaban como crujidos leves de madera. Se acercó hasta lo que era la puerta de su compañera Natalia, y como curiosa que era Teresa, acercó la oreja para tener un mayor conocimiento del estado de la situación.

Tamaña sorpresa fue para ella, cuando de la habitación de Natalia se escuchaban ligeros gemidos entre cortados con golpes en la pared de lo que parecía ser algo robusto, como un mueble o su propia cama. El calentón que la morena llevaba de todo el día se incrementaba por momentos al imaginarse a su compañera explorándose con húmeda pasión.

No pudo evitar soltar toda la ropa y la toalla que llevaba en la mano, para acercar una mano a su entrepierna mientras se apoyaba con la otra en la puerta. Cuando tocó su ingle ya empapada por su propia excitación, y se echó a un lado la tela de la braguita para tener completo contacto con su propia piel.

Realizando suaves círculos, se masturbaba muy lentamente, haciendo presión sobre su clítoris, mientras intentaba aguantarse los jadeos para no sobresaltar a su compañera, que tras la puerta ya dejaba de disimular completamente. Con sus uñas largas, arañaba la madera negra de la puerta mientras se mordía el labio, presa del placer. Eventualmente, dejó de escuchar gemidos de la habitación de Natalia. Pegó más la oreja para comprobar si se había quedado dormida, y si mano abandonó su braguita para acercarla a la superficie barnizada.

Como poseía por un espíritu sexual, su subconsciente acercó su mano cada vez más al pomo de la puerta. Necesitaba saber si estaba dormida. Quería ver cómo dormía su compañera plácida, tras el orgasmo que ella mía se había proporcionado.

Suave como una ladrona con guantes de seda, abrió lentamente la puerta hasta encontrarse con su compañera recostada sobre la cama, completamente desnuda y cubierta con una delgada manta turquesa. El cabello rubio se dejaba caer sobre su almohada, y aunque estuviera tapada, se observaba que claramente tenía las piernas abiertas, y se había subido la manta hasta algo más de la rodilla. El habitáculo olía a sudor, sexo y hormonas, y el interior de Teresa volvió a palpitar.

Con esa visión guardada a fuego en su mente, decidió cerrar poco a poco la puerta, cuando la voz de Natalia bloqueó por completo su cuerpo.

-No te vayas tan rápido guapa…Quédate un poquito conmigo.-Y diciendo esto, suavemente retiró la manta de su cuerpo, dejando a la vista de su compañera su blanca y tersa piel al completo.

Teresa no salía de su asombro por la imagen que tenía ante sus ojos. El cuerpo de su amiga era escultural sin duda alguna. Unas piernas que, si bien no eran demasiado largas, estaban bastante torneadas y, al estar completamente abiertas, mostraban al completo una entrepierna rosada, prácticamente rasurada, con una muy fina capa de vello rubio. Subiendo por su vientre plano, dos considerables montañas coronaban el torso de Natalia. Sin llegar a ser del tamaño de Teresa, se apetecían bastante golosos, con la guinda siendo unos pezones de color rosa y forma de gominola. La boca de Teresa, sin quererlo, empezó a quedarse reseca, y toda la humedad de la misma pareció bajar a su entrepierna, que volvía a chorrear.

Natalia se levantó de la cama y fue lentamente donde se encontraba Teresa, prácticamente petrificada. Sin decir nada, simplemente mirándola a los ojos, se acercaba contoneando sus caderas a cada paso que daba. La morena, sin esperarse el movimiento de su amiga, se vio sorprendida por dos labios que la besaban con pasión. Dos labios extrañamente familiares pero aún así, completamente inexplorados por ella.

Se dejó hacer, incluso sus manos fueron a buscar a las curvas de Natalia, que ávidamente seguía besando a Teresa mientras la abrazaba con sus delicadas manos. La rubia notaba cómo sus nalgas empezaban a ser manoseadas y emitió un suspiro falto de aire entre beso y beso.

De un empujón, Natalia mandó a Teresa a la cama.

-Yo me he quedado bien satisfecha, pero por cómo hueles, intuyo que a ti te ha faltado bastante para correrte como es debido… deja que te ayude.

Le quitó las braguitas en un abrir y cerrar de ojos, y comenzó a tocar suavemente el coñito de Teresa. Este no estaba completamente depilado como el de su compañera, dejaba una pequeña tira que subía desde su clítoris hasta difuminarse en el ombligo. Antes de usar su lengua, Naty abrió los labios del coñito de Teresa como una flor para expirar aire caliente y húmedo, que dejó a Teresa expectante al placer.

-Déjate hacer…te va a encantar.

Y con una intensidad creciente, comenzó a lamer todo el interior de las ingles de Teresa. Ésta no cabía en sí misma de placer, que manoseaba sus pechos como bien podía por encima del sujetador. No entendía cómo podía sentir tanto gusto sólo con una lengua. Nati la usaba a la perfección, manteniéndolo todo siempre bien húmero y atacando continuamente contra su clítoris, que hacía tiempo ya que estaba hinchado de placer.

-Méteme los dedos por favor… No aguanto más.-Dijo Teresa abriéndose de piernas completamente.

Satisfaciendo sus deseos, introdujo primero uno…y luego otro hasta donde le dejó su mano, y empezó a bailarlos en su interior para deleite de su víctima. Teresa ya jadeaba abiertamente y contoneaba sus caderas violentamente sobre la cara de Natalia, que se follaba directamente su clítoris con su boca. Intentando incorporarse, la morena se quitó a duras penas el sujetador, dejando a la vista dos grandes senos que siguió tocando para su propio goce. No se había sentido tan caliente en semanas, quizá meses.

Naty, sabiendo que su amiga no duraría mucho más a ese ritmo, paró de chupar para decepción de Teresa, que se mordía los labios del gusto del que se le privaba.

-No te preocupes guapa, ahora tendrás más. Pero no me parece justo que tu lengua no actúe…

Y dándose la vuelta, plantó su escultural culo a la entrada de los labios de Teresa, mientras se inclinaba de nuevo sobre su dilatado chochito, para comenzar un delicioso 69 que arrancaba gemidos a ambas chicas.

Cada compañera notaba los inflados pechos de la otra en sus piernas, calientes y con un tacto de lo más suave. Pero sin duda alguna lo que notaban eran la lengua y los dedos de la otra, que exploraban sin cesar las cavidades húmedas de sus dueñas, arrancando gemidos sordos a su paso.

A pesar de haber acabado antes, Natalia estaba de lo más caliente, y con cada contacto de la lengua de Teresa sus piernas se estremecían de placer. Lo mismo pasaba con Teresa, que con la acción anterior, ya notaba cómo se avecinaba un orgasmo colosal.

La primera en explotar fue Natalia. Con las manos de Teresa agarrando y pellizcando su culo, movía sus caderas sobre su lengua, incrementando a cada círculo sus ganas de correrse. Y con un gritito sordo, notaba cómo su coñito explotaba en placer sobre la boca de Teresa, y todo ello sin dejar de lamer.

Con el exceso de movimiento, Naty metió tres de sus deditos en el interior de la morena con un una velocidad increíble, que desbarató sus defensas y se vino abajo con un orgasmo brutal.

-No pares por favor…Me corro Naty sigue dame duro, que me corrooooo.

Con una sonrisa de satisfacción, la rubia sentía cómo el coñito de su amiga se contraía intermitentemente, para dejar paso a una tranquilidad absoluta, que se reflejaba en los ojos brillantes de Teresa.

-Te ha gustado, ¿verdad?

-Ha sido…ha sido increíble Dios mío…

-Descansa guapa… ahora vengo.

Y como si fuera una sonámbula, fue a la cocina, y cogió un vaso de agua y un poco de chocolate de su despensa. Ofreciéndole una onza a su amiga, cogió ella su vaso de agua, una pastilla de AceBliss, y lo acompañó con un buen trozo de chocolate. Llenas de satisfacción en todos los sentidos, durmieron desnudas, abrazadas, y acurrucadas bajo las sábanas.

CONTINUARÁ…