Cura de pueblo - noche de bodas

El cura toma parte activa en la noche de bodas

CURA DE PUEBLO

NOCHE DE BODAS

Continuación de "Cura de pueblo" y "Cura de pueblo, las dos hermanas".

Prólogo: Santi venía a hacer un show erótico como boys a un pueblo del interior y lo confunden con el nuevo cura que esperaban.

Le estaba cogiendo el gusto a mi nueva situación en el pueblo: poco trabajo, buena mesa, paseos a saludar parroquianos, conferencia en la escuela, alguna romería, y un largo etcétera de actividades durísimas, siempre bien acompañadas de vinos y licores y las viandas propias el lugar. Yo cumplía a la perfección con la liturgia y las costumbres católicas, por supuesto con todo el rigor y la pompa necesaria. Le estaba sacando buen provecho a mis 6 años como monaguillo. Y todo el pueblo estaba encantado con su nuevo cura, joven y moderno. Nadie echaba de menos al pobre padre Damián.

Una de las historias más jugosas fue en el curso prematrimonial. Yo lo llamaba el curso de psico-patología pre-conyugal católica y apostólica romana. Según la agenda parroquial tocaba los miércoles de 8 a 9 de la noche, y debía durar 4 semanas.

Mejor les cuento toda la historia desde el principio:

Padre, ¿hay alguien?

Una dulce voz joven femenina, me llegó mientras descansaba junto al fuego. Me acerqué a la puerta de la parroquia.

Hola padre, soy Silvia, la sobrina del panadero. ¿Padre, que no me oye?

Me había quedado extasiado, ¡¡menuda rubia!! Rondaría los 20 añitos, preciosa de cara, con algunas pecas, coleta de caballo, para mí un fetiche. Unos melones duros y tiesos, no muy grandes, pero lo justo. Pensé que serian dulces como peritas, tiernos, jugosos. El jersey ajustado rojo le favorecía mucho. Cintura estrecha y un culito respingón. Venia con una falda larga hasta los tobillos.

Ese cuerpo invitaba al infierno, pensé, debería estar prohibido exhibirlo en sitios públicos. Incita al pecado. Me di cuenta que cada vez estaba más metido en mi papel de cura.

Dime hija.

Está anunciado en la hoja parroquial que los miércoles a esta hora se imparte el curso prematrimonial. Emilio, mi novio, y yo nos casamos dentro de poco y tenemos que hacer el curso.

Por supuesto. Si queréis bendecir vuestra unión en el santo sacramento del matrimonio es menester asistir a las 4 jornadas del curso. Hoy mismo empezamos.

Yo ya me frotaba las manos pensando como sacar provecho de semejante bomboncito.

Pasa, pasa Emilio que el padre dice que ya empezamos.

Vaya chasco. Se me plantó el novio. Lo conocía del pueblo, un chico sanote, más o menos de mi estatura y porte, pero un poco más joven. Lo había saludado a veces y me había traído algún encargo de su padre, el alcalde Don Julián. Pero si hay algo en lo que destacaba era su inteligencia. Digo destacaba porque era el más tonto del pueblo. Pero claro, su padre lo había colocado de concejal de urbanismo. El que hacía y deshacía era Don Julián, este tonto se limitaba a firmar lo que su padre decía.

Y pensar que semejante tontaina se beneficiaba a la más buenorra del pueblo. Me daba como rabia. Joder, todos los tontos tienen suerte.

Nos sentamos en la salita y empezamos la charla sobre temas banales, como la importancia del amor, los hijos, caridad cristiana, y un largo etcétera de tonterías. Al acabar la sesión me pidieron rezar un padrenuestro y que les diera la bendición. Menudo par de tontainas.

Las semanas fueron pasando y a mi me entraba una terrible calentura cada vez que venia la moza en cuestión. Pero no había manera de despegar al novio, así que yo me quedaba con el rabo, bien duro, entre las piernas. Y encima al acabar venga padrenuestros y la bendición.

Me divirtió tocar el tema de la castidad y por supuesto ambos muy serios dijeron que pensaban llegar vírgenes y castos al matrimonio. Menudo tonto es este Emilio, con un bombonazo así yo me pegaba unos lotes de lujuria que no me dejaban entrar en el cielo ni forzando la puerta. Pensar que todavía era virgen me ponía todavía más cachondo.

Cada semana más me obsesionaba con Silvia, pensando en ella y su coleta de caballo y más manía le cogía a Emilio.

La última sesión estuvimos hablando de como sería la boda y caí en la cuenta que yo sería el oficiante. Y empecé a dar vueltas a un plan.

Es importante bendecir esta unión de manera integra. No sólo en el momento de la boda, sino también justo antes de consumar las unión debo bendecir el lecho nupcial.

¿También la cama?, pregunto el tonto de Emilio.

Si hijo, es importante empezar con buen pie. Además me habéis dicho que queréis tener hijos pronto, y en esos casos la Iglesia recomienda unas plegarias específicas.

Emilio, el padre Santiago sabe más que nosotros de esto. Si él dice que debe bendecir el lecho pues se bendice y listo. ¿Que habrá que hacer padre?

Poca cosa, lo único que hay que hacer es cuando acabe la fiesta y os dispongáis a retiraros para consumar la unión, debo subir con vosotros para bendecir el lecho con agua bendita en vuestra presencia para santificarlo y rezar con el novio avemarías y padrenuestros justo antes de la unión.

La boda fue el sábado siguiente por la tarde. Estas bodas de pueblo son muy divertidas. Todo el pueblo está invitado y participa de la fiesta. En mi sermón hice hincapié en la importancia de la caridad con la Iglesia, mirando especialmente a Don Julián, dada la multitud congregada saqué una buena bolsa de limosnas. Si me salía bien el resto del plan tendría un día redondo.

La cena fue excelente. Como Don Julián casaba a su único hijo hubo entrantes de diverso tipo, embutidos y quesos, cordero asado con guarnición y una buena tarta de postre hecha por el panadero.

Yo compartí la mesa de los novios con las autoridades locales: los padres de los novios, el doctor, amigo íntimo del alcalde, y su mujer, doña Elena, una viuda socia de Don Julián, de la cual tendremos otra ocasión de hablar, y yo mismo.

La velada fue muy agradable, si no fuera por el tonto de Emilio al cual tenia cada vez más manía. Silvia estaba radiante con el traje blanco un poco escotado. Se adivinaban el principio de sus deliciosos pechos, y al ser entallado resaltaba su figura. Desde luego estaba para mojar pan. No me extrañaba que el novio estuviera más atontado de lo normal.

Yo me ocupé que Emilio bebiera abundantemente proponiendo brindis por los novios, los hijos, el pueblo, el alcalde y la madre que los parió. La fiesta se alargó hasta tarde y Emilio estaba francamente pasado de copas.

A las tres de la madrugada, Silvia comentó que ya estaba cansada. Buena parte del pueblo ya se había retirado y solo quedaban los jóvenes bailando la fiesta.

Yo les recordé que debía bendecir el lecho así que cogí al pobre Emilio que casi se tropieza con la novia y les acompañé a su casa.

Allí muy serio y formal saqué el agua bendita y el crucifijo y empecé mis salmos frente al lecho:

"Dominus vobiscum.

Sit nomen Domini benedictum.

Adiutorium nostrum in nomine Domini.

Benedicat vos omnipotens Deus,

Pater, et Filius, et Spiritus Sanctus.

Amen"

El latín siempre impresiona. Mientras, iba salpicando agua a los cuatro costados.

Ahora hija, tu vete preparando para el momento que yo me retiro con Emilio para rezar y santificar esta unión. Espera a tu nuevo marido con las luces apagadas y deja luego que el haga.

Silvia se quedó en su alcoba y yo me fui con el pobre Emilio a la sala de estar y lo senté en el sofá. Le saqué los zapatos y la chaqueta para que estuviera cómodo.

A ver Emilio reza conmigo un padrenuestro, y ahora otro. Y otro más.

El repetir de manera monótona y con voz cada vez más suave los padrenuestros hicieron su efecto y el tonto de Emilio se quedo bien frito.

Lo estire en el sofá y apagué la luz. Es la mía, pensé. Me desnude, y me acerque a la alcoba. Apagué las luces antes de entrar.

Pasa Emilio, oí la dulce voz de Silvia, te estoy esperando con ansia. Ahora ya podemos.

Me acerqué a la cama sin decir nada. Me entraba un morbo increíble. No cada día se desvirga a la novia en su noche de bodas. Y menos a una novia como Silvia.

Me deslicé a su lado y la abracé con fuerza. Estaba desnuda. Me poseía un ansia febril. Quería hacerla mía. Lo llevaba deseando desde el primer minuto que la vi en la puerta de la parroquia.

Acaricie sus pechos, redondos, de tamaño justo. No puede evitar chuparlos con ganas. Eran como me imaginé: peritas en dulce. Una delicia.

Mmm... que gusto cariño. Que bueno. Te gustan mis tetas. Te las imaginabas así.

Yo no dije nada. Seguí a lo mío. Me entretuve un buen rato. Sus pezones eran muy sensibles. Les tenía ganas de verdad. No recuerdo haber tenido la polla tan dura ni cuando a los 15 años vi a mi tía desnuda. Bajé las manos y acaricié su vientre liso hasta llegar a su sexo. Era peludito. Abrié las piernas para facilitar los tocamientos.

Ahhh, cuanto tiempo de espera. Por fin. Acaríciame el sexo. Mmm... Que bien se siente.

Bajé mis besos hasta la entrepierna. Quería saborear un coño virgen. A qué sabía. Le di besos por el ombligo, las ingles y me fui acercando a la raja. Empecé a pasar la lengua por los labios, note como jugos de un sabor agridulce manaban del sexo, se estaba empapando. Sus labios estaban hinchados.

Sigue chupando, esto es buenísimo. Emilio, eres un experto, quien lo hubiera dicho.

Con las manos acaricié las redondas nalgas. Las aprisioné. Un delicioso culito respingón. Suave y tierno. Como un melocotón. Pasé mi mano por la raja del culo. Mientras, seguía chupando. Noté como se estremecía. Supongo que habría rozado el clítoris. Aproveché para acariciar el ojete, cerradito, sin estrenar.

Me chupé un dedo y volví a acariciar el ojete, inserté medio dedo en su culo. Me costó. Estaba muy apretadito. Mi lengua seguía jugando con sus labios vaginales.

Ohhhhh, pero que maravilla, y decía mi madre que eras tonto. Si sabes muchos trucos.

Había llegado el momento, me tumbé encima y acerqué mi polla a su coño con intención de penetrarla. Estaba bastante lubricada con lo cual su vagina cedió con facilidad, le inserté medio rabo de golpe y como pareció que le gustaba le hundí el resto hasta la empuñadura. Pensé que se quejaría, pero todo lo contrario:

Menudo pollón amor, quien lo hubiera dicho. Dame caña que me has puesto muy caliente.

Dicho y hecho. Empecé a bombear con fuerza, estaba muy excitado. Se la sacaba y la volvía a hundir hasta el fondo. Su coño era muy elástico y se adaptaba muy bien a las embestidas. Mordí la sabana para no gritar. No llevaba preservativo, quería correrme en su interior.

Note abundantes chorretones de esperma. Me quedé muy a gusto. Pero seguía excitado. Me había puesto muy cachondo y quería provechar la noche.

Saque la polla y agarré a Silvia por la nuca. La obligué a bajar con la boca hasta mi rabo.

Amor pero que haces, si ya está. Ya hemos acabado.

Madre mía si la vuelves a tener dura. Que barbaridad. No se si me cabra toda en la boca. A ver si se como se hace.

No te preocupes, pensé, que yo me encargo. Acompañé su cabeza subiendo y bajando con mi mano. Para ser la primera vez que mamaba no lo hacia mal. De hecho lo hacia bastante bien. Aprendía rápido. Con la mano libre acerqué otra vez a sobar su culo. Se sentía delicioso. Santi no tendrás otra oportunidad. Ahora o nunca, pensé.

Paré la mamada, y Silvia protestó. Será una buena mamadora. Le hice poner a cuatro patas y me acerqué por detrás a su culo. Le di pequeños mordiscos en sus glúteos, sobé bien la raja del culo y me exploré con la lengua su esfínter. Estaba cerradito otra vez. Iba a costar pero el premio merecía la pena.

Empecé a trabajarlo con la lengua, primero círculos alrededor, untando bien con saliva, luego centrándome en el ojete, intentando abrirlo con la lengua. Metí un dedo y me costro menos que antes.

Emiliooooooo no seas malooo, sigue, sigue.

Metí un segundo dedo.

Ahiiii me haces un poco de daño. Ten cuidado.

Espera a que te meta el pollón y vas a ver, pensé.

Empecé a rotar los dedos, haciendo círculos para intentar dilatar el agujerito. Estuve un buen rato. Cuando parecía que no se quejaba retiré los dedos y lo sustituí por algo más grande. Puse la cabeza de la polla en su agujerito trasero, notaba los anillos cerraditos, empecé presionar. No iba a dejar mi presa.

Cuidadito me haces daños. Poco a poco. Que me vas a partir en dos.

Yo seguía a los mío. Costaba entrar, así que di un vigoroso empuje de caderas mientras la tenia firmemente sujeta.

Ahii, bruto!!. Me has hecho daño.

Suerte que el cornudo de Emilio dormía profundamente en el sofá, si no lo hubiera despertado. Me quedé quieto unos minutos, esperando la dilatación de su estrecho ano. Se sentía muy calentito y ajustadito. Realmente era virgen por todos los lados. Empecé lentos movimientos hacia delante y hacia atrás, poco a poco, avanzando cada vez más. Sin prisa pero sin pausas, un milímetro más a cada embestida.

Me estás abriendo el culo. Me va a salir por la boca. Paraa!!

Que te crees tu eso. Continúe sin hacer caso. Decidí masturbarle a ver si mitigaba su dolor.

Mejor, mejor. No pares ahora. Sigue. Sigue dando.

Bueno, la tía esta era una zorra de campeonato. Empecé a bombear fuerte mientras la masturbaba, cada vez más aprisa, con energía.

Más, más, esto es buenísimo, ooohhhh. Dame, dame fuerte.

Me corrí una segunda vez en sus intestinos, los inunde con mi esperma. Continúe la masturbación hasta que ella también se corrió.

Nos quedamos derrengados. Me hubiera dormido en sus brazos y hubiera sido el hombre más feliz de la tierra. Pero no podía ser. Mi follada debía quedar en el anonimato. Emilio era quien estaba ahí. Ahora tenia que completar el engaño.

Espere un buen rato a que estuviera dormida y salí de la alcoba. Recogí al cornudo de Emilio y lo desnude. Seguía dormido. Encendí la luz del pasillo y lo coloqué al lado de Silvia. Antes de irme le di un beso en la boca. Sonreía. Estaba radiante. Probablemente seria el primer y único beso que le daría.

Te quiero. Te querré siempre.

Ella no respondió. Solo sonreía.

Me vestí y salí por el garaje que daba a la parte de atrás. No había ya nadie por las calles. Me dormí pensando en Silvia. Por primera en mi vida aquella noche me sentí solo. Despreciaba al tonto de Emilio pero hubiera dado lo que fuera por estar en su sitio. En realidad mi desprecio era envidia.

Volví a ver a Silvia al cabo de un mes, como cada vez que la veía me quedaba más tonto que su marido.

Padre, padre, las plegarias y bendiciones fueron de gran ayuda. Me quede embarazada de mi noche de bodas. ¿No cree en los milagros?

Ehhh, si. Desde luego un milagro.

Y así fue como se corrió la voz de que el padre Santiago era capaz, con unas plegarias y bendiciones, de ayudar a concebir descendencia.