Cumplo su fantasía

A mi marido le gusta que le cuente historias de infidelidades. Un ruido en nuestro jardín durante la noche es el inicio de una que no olvidará nunca.

No sé muy bien cuando empezó a cambiar todo. Cuando mi matrimonio dio un giro radical, un cambio. A mejor.

Creo que fue un sábado, después de hacer el amor. Como siempre, como todos los sábados por la noche. Nos separamos después de hacerlo, cada uno en un extremo de nuestra amplia cama, adormilados, desnudos. Sí, creo que ese fue el principio. Él empezó a preguntarme cosas, algunas de ellas desconcertantes. Eran preguntas que no tenían nada que ver con él ni conmigo. Me preguntaba sobre otra gente, sobre que me parecían otras personas. Yo respondía titubeante y desconcertada. -¿Qué te parece Jaime, tu amigo de la infancia?-. -No sé, que hace mucho que no le veo- respondía. -No, quiero decir…él, él en sí -. No entendía nada de lo que me decía pero poco a poco empezó a hablar con algo más de fluidez y me confesó que quería que le contase quién le parecía atractivo y por qué. No sabía muy bien a donde quería llegar con eso pero yo también fui sincera y le dije la verdad, quién me parecía atractivo y quién no. Sin explayarme demasiado.

Nos dormimos y no volvimos a hablar del tema hasta el sábado siguiente que en el mismo contexto retomó la conversación como si en vez de una semana hubiera pasado tan sólo un minuto. En ese momento le dije que si quería decirme algo que me lo dijera sin rodeos y tras un inicio titubeante me lo confesó. Me quedé sorprendida y a la vez intrigada por lo que me dijo. Todo podría resumirse en que le gustaba pensar que yo podría tener una cara oculta, un deseo oculto. Le excitaba pensar que yo me excitaba pensando en otra gente, me llegó a preguntar incluso en quién pensaba al masturbarme.

A partir de ese momento me pedía que fantaseara, que me inventara momentos, escenas con otras personas, todas ellas conocidas por ambos. Estábamos en cama leyendo y me preguntaba que podría hacer una noche que me sintiera sola con Pablo el de la cafetería o con Jorge, nuestro jardinero, con nuestro vecino o con el hijo del vecino. Él se iba soltando y yo también, él me ponía el contexto y la ropa y yo ponía lo demás. Me decía: "Si mañana estuviera lloviendo y llegaras al garaje con tu vestido negro empapado y te encontraras con el jardinero…" Y yo le contestaba, le decía que pasaría, que le haría, que me haría. Lo cierto es que con ese curioso juego nos poníamos como motos y ya no hablábamos de ello después de hacer el amor si no antes. Con el paso de los días las historias daban cada vez un paso más y nuestras relaciones aumentaron en frecuencia e intensidad.

Como ya os he explicado en otros relatos soy una mujer joven o una chica madura de treinta y tantos años, casada con un hombre al que quiero y admiro mucho, el cuál es mayor que yo. Ambos trabajamos en la misma empresa de la que él es uno de los socios mayoritarios y yo ocupo un puesto de bastante responsabilidad. El trabajo nos deja poco tiempo para nosotros y menos tiempo todavía con nuestra reciente mudanza. Dejamos nuestro piso de la ciudad por una enorme casa en las afueras con todo tipo de lujo: un amplio jardín, pista de tenis, piscina…Es una urbanización cerrada con sus propios servicios. Lo cierto es que la casa todavía me quedaba grande, sobretodo porque apenas teníamos muebles en ella y para colmo mi marido estaba viajando mucho últimamente y como se suele decir se me caían las paredes.

Llevaba casi dos semanas sin verle e iba a llegar esa misma noche. Me apetecía mucho estar con él. Lógicamente le echaba de menos pero más que eso le deseaba. Deseaba que volviera para contarle alguna historia y tener sexo con él.

Estuve nerviosa toda la tarde como una colegiala en sus primeros escarceos con el sexo. Al salir del trabajo me compré lencería negra para él. Me excité yo sola en el probador al verme así. Me miré unos instantes en el espejo y con manos temblorosas me quité el conjunto. Estaba muy ansiosa, como hacía años. Nunca el sexo había despertado tanto interés en mí, ni siquiera en la adolescencia.

Llegué a casa y cuando iba a poner la cena para dos vi una luz parpadeante en el contestador automático. En ese momento me temí lo peor. Desgraciadamente acerté. No podía llegar esa noche y ni siquiera sabía cuando. Me enfadé como nunca y me fui a la cama sin cenar.

A la noche siguiente le llamé por teléfono y tras mis quejas y sus disculpas empezó a preguntarme sobre qué había hecho en las últimas 48 horas. Yo le expliqué mis nervios y mis compras lo que le hacía enfadarse más por su inoportuno retraso. Me pidió que le describiera el conjunto negro. "Son unas medias negras con bordados en la mitad del muslo, un liguero y un corpiño de encaje con un poco de relleno que me hace un pecho muy firme y erguido". Unas semanas atrás no sería capaz de hacerle esa descripción, ¡qué vergüenza! Pero tras ese maravilloso juego se lo describí sin reparos.

-¿Quieres que te cuente que hice ayer después de escuchar tu mensaje en el contestador? –

Lo dije de un modo insinuante, como cuando empezaba a relatarle una escenita con un conocido. Supongo que él en ese momento se lo vio venir y por eso me respondió:

-Así que vas a contarme algo interesante, ¿Estás en cama ya? Yo sí, estoy en el hotel.

-Sí, estoy en cama -. Mi voz era temblorosa. Estaba excitada por todo, por el momento, por él y sobretodo por la historia que iba a contar.

-¿Estás preparado? – Empecé a contar:

-Después del dichoso mensaje subí al piso de arriba dispuesta a meterme en cama, con un enfado terrible. Sin embargo decidí relajarme dándome una ducha, pensando que otro día sería y que si bien podrías haberme avisado con más antelación no tenías más culpa que esa. Apenas me había secado el pelo con la toalla cuando me aproximé a la cama y allí vi la bolsa de la tienda de lencería. No sabía muy bien por qué pero a pesar de la ducha relajante seguía un poco tensa, un poco excitada. No tenía demasiado sueño así que saqué el conjunto de la bolsa y me lo probé delante de nuestro espejo del dormitorio. Umm, estaba muy sexy, en serio. ¿Me crees? -.

-Te creo perfectamente, ya te estoy imaginando… -.

Bueno, el caso es que me veía muy bien, y más con el pelo aun mojado. El corpiño me apretaba un poco pero supongo que es normal pero las medias y las braguitas de encaje se amoldaban a mi cuerpo como un guante.

Me acerqué a la terraza y pasé las cortinas. Ayer hacía una noche de bastante calor y el corpiño me apretaba así que me lo quité y lo dejé en el sillón, ya lo verás. Y así, tal cual, me tiré encima de nuestra cama, aun no sé si a intentar dormir o a lamentarme de tu retraso.

Pero de repente

Escuché un ruido en el jardín, como un golpe. Me di un susto de muerte y temerosa me asomé a la terraza y me pareció ver una sombra entre los árboles. ¡Qué miedo! Me habría sentido completamente tranquila si hubieras estado allí. De un salto volví al dormitorio con el corazón a mil pulsaciones. No sabía que hacer aunque después me pareció obvio y pulsé el número de la caseta de seguridad de la urbanización. Les conté lo sucedido y con voz despreocupada me dijeron que irían en seguida. Yo creo sinceramente que ya en ese momento no me creyeron.

Me quedé inmóvil, sentada en una esquina de la cama. Afortunadamente pronto sonó el timbre de la puerta. Sin embargo me daba miedo hasta bajar las escaleras. "¿Y si había alguien dentro de casa?" Con mi pánico ni siquiera me había dado cuenta de que tenía el torso desnudo así que me puse lo primero que tenía a mano: mi blusa rosa que me pongo tantas veces, esa que en su día llevaba al trabajo y que ahora me pongo los fines de semana para estar cómoda en casa, esa que tantas veces me has quitado despacio para hacerme el amor. Ya sabes, tu preferida.

Volvió a sonar el timbre y esta vez sí bajé las escaleras. Abrí la puerta y ante mí se presentaron los dos hombres de seguridad nocturna. Ya sabes quién te digo, ¿no? Yo no lo sabía pero Óscar es el moreno de pelo largo que lo lleva en una cola y Ángel el rubio de pelo corto -.

-¿Son guapos? -. Interrumpió mi marido.

-¿Qué si son guapos? Buf cariño, están buenísimos. Tendrías que verlos, sobretodo Óscar pero los dos están para comérselos. No sé muy bien que edad tendrán, me es difícil de calcular, entre 20 y 30 años pero son altos, fuertes…Y el uniforme por supuesto, el uniforme azul oscuro. Son educados a la vez que brutos en su expresión facial. Pero el caso no era ese cariño, el caso es que yo seguía teniendo mucho miedo.

Óscar se fue a revisar el jardín con cara de resignación mientras Ángel se quedó conmigo en la puerta preguntándome que era exactamente lo que había visto.

-¿Y hablabas con él así, medio desnuda? -.

-No estaba medio desnuda cariño, a parte que yo estaba preocupada por otras cosas -.

Óscar volvió sin noticias. Me dijeron que sería una sombra de un árbol por el viento o cualquier cosa. "¿Y el ruido" les pregunté. "Bueno, es igual, lo mejor será que duerma señora, nosotros estaremos al tanto". No me convencían para nada y así lo expresaba mi cara. "¿Quiere que revisemos el interior de la casa?". Yo simplemente me eché a un lado y les dejé pasar, me asomé una vez más por la puerta, vi los árboles moverse por el ligero viento pero nada más.

"Revisaremos las otras puertas y las ventanas por si hay alguna cerradura forzada pero no se preocupe" me tranquilizaron. Yo los veía hablar y reírse como si me tomaran por una loca pero alguien había estado en nuestro jardín. Entré en casa y mientras ellos revisaban las puertas del piso de abajo yo miraba a través de la ventana del salón hacia el jardín. Me molestaba que no me tomaran en serio, sin embargo ya estaba mucho más tranquila. El hecho de saber que al menos seguro que nadie había estado en el interior de la casa ya me tranquilizaba, a parte que el sistema de alarma era nuevo, incluso empecé a dudar de mi misma.

Cuando estaba mirando por la ventana el rubio se me acercó por detrás y me susurró al oído que podía estar tranquila. Se quedó mirándome a escasos centímetros de mi cara… "¿Está mejor? ¿Le pasó el susto?". "Sí, ya estoy un poco mejor", murmuré. Me parecía que Ángel me entendía mejor, aunque no me creyera, pero Óscar se lo tomaba a broma y desconfiaba de mí.

En ese momento escuché a Óscar desde el otro lado del salón: "Bueno princesita vamos a ver el piso de arriba y nos vamos eh". Me pareció un poco maleducado pero asentí con la cabeza. "Esta lo que quiere es otra cosa" me pareció escucharle a Ángel. Sus cuchicheos empezaban a molestarme. Me dispuse a subir al piso de arriba con ellos y que se fueran.

Estábamos subiendo las escaleras, Óscar delante de mí y detrás Ángel. Ellos seguían diciéndose ya descaradamente en mi presencia que si me sentía sola me había equivocado de teléfono y cosas similares. "Bueno, ya está bien princesita", se paró Óscar en la mitad de la escalera dándose la vuelta. Yo también me paré quedándome sorprendida e instintivamente me solté del pasamanos y pegué mi espalda a la pared. "Si, preciosa, ya está bien, ¿te crees que no sabemos para que nos llamaste?" dijo Óscar. "¿Yo? ¿Pero que decís?" "En medio de la noche nos llamas y nos recibes así, medio desnuda, ¿te crees que somos tontos? Inventándote no se que de una sombra, creo que quien necesita la revisión no es la casa si no tú" Yo lo negaba todo mientras Óscar despegaba mi pelo mojado de mi blusa al hablarme

"¿Vas a dejar de enseñarme las bragas o te las vas a quitar?" Esa frase me hizo estremecer. Sus manos tan masculinas echándome el pelo para atrás, la excitación acumulada de dos días o mejor dicho de dos semanas me estaba afectando. Es cierto que la blusa no estaba muy bien abotonada y podría haber dado otra impresión. Sin embargo, cariño, yo no te iba a ser infiel. A pesar de mi excitación. A pesar de sus olores. De la curiosidad por ser tocada por otro hombre. De ser tomada. Usada.

"Lo siento, pero quiero que se vayan". "No lo creo decía Óscar mientras…. mientras acercaba su rostro al mío. Yo mantenía las manos en la espalda, contra la pared, acorralada. Joder cariño, ¡estaba tan bueno! Con esa barbita, con ese pelo, con ese uniforme… cientos de imágenes se cruzaban en mi mente de qué podrían hacer esos hombres conmigo. Con mi cuerpo. Estaba empezando a perder la razón. Joder cariño tienes que conseguir un uniforme de esos, te lo arrancaría ahora mismo.

-¿Te está gustando mi noche de ayer cariño? -.

-Sigue Cris, por favor, que se pone interesante. Hay que ver como eres. – Me respondió mi marido.

¿Por donde iba? ¡Ah si! Óscar puso su mano en mi vientre y yo suspiré echando la cabeza hacia atrás, contra la pared. Sin embargo le dije en voz baja:" No, no puedo hacerlo, marchaos por favor" " ¿Qué nos marchemos? La niña rica esta no sabe lo que realmente quiere, si quieres que nos marchemos… ¿me explicas esto?" Era Ángel desde abajo quién me hablaba y "esto" era mi pecho. Eran mis pezones cariño, los pezones que tu tantas veces has besado que estaban a punto de estallar, que estaban a punto de destrozar tu blusa preferida. Acto seguido empezó a pasar el exterior de su mano sobre mi blusa, sobre mi pecho, de abajo arriba, desde la base de mi pecho hasta casi el cuello. Yo estaba empezando a perder la razón y desde abajo mi cuerpo me daba señales de desesperación. De nuevo pegué la cabeza a la pared y cerré los ojos. Tragué saliva. Suspiraba. Temblaba

-¿Qué tal cariño? ¿Quieres que siga contando? -.

-Sigue por favor -. Me dijo con voz entrecortada mi marido.

Está bien. Pronto cambió el exterior de su mano por el interior de la misma, ahora eran las yemas de sus dedos las que acariciaban mi pecho. Mi corazón palpitaba como saliéndose de mi cuerpo. Mi respiración era agitada como mis sensaciones, como mi imaginación. Noté que Óscar no tardó en sumarse a su amigo y ahora eran varias manos que me acariciaban. Sentía vergüenza de mi misma a parte de excitación. ¡Qué mujer más vulgar! Más fácil imposible. Sí, me avergonzaba, pero no era capaz de mandarles parar. Por un lado deseaba con todas mis fuerzas que me acariciaran más abajo, en lo más íntimo, pero por otro empezaba a sentirme tan abierta que me daba vergüenza que lo descubrieran. Qué vergüenza.

Sentía la necesidad imperiosa de tocarles. Adivinaba sus bultos en sus pantalones del uniforme

Sin embargo mantenía las manos en la espalda, dejando que me dieran placer. Por ahora mantenían una delicadeza insospechada en unos hombres de su corpulencia y robustez y con esa delicadeza me desabrocharon la blusa, botón a botón, poco a poco, acariciando cada trozo de piel que quedaba al descubierto. Cuando por fin la desabrocharon empezaron a acariciar mi torso desnudo pero con más fuerza. Yo mantenía los ojos cerrados pero podía adivinar más o menos de donde venían las caricias por la ubicación de los chicos. Temblaba tanto por la excitación que me fallaban las piernas.

En ese momento Óscar me cerró un poco la blusa y se apartaron de mí

Yo abrí los ojos y ellos se habían apartado un poco, sólo me miraban.

Desgraciadamente para mí hicieron un gesto como de marcharse, dejándome allí. Chorreando.

Imagíname cariño

Al ver su gesto un "tocadme" salió de mi boca. Pero no salió sin más cariño, si no que mientras lo hacía abría de nuevo mi blusa. Enseñándoles mis pechos hinchados, duros, con unos pezones ansiosos no de caricias si no de mordiscos, de gritos

Les incitaba. Les exigía. Se lo rogaba.

Mi cara de desesperación, de mujer entregada consiguió el efecto deseado y se volvieron a acercar.

Mi respiración se hacía más y más fuerte mientras escuchaba sus suspiros cuando Óscar empezó a besarme el cuello. Besándome. Mordiéndome. Mis suspiros se cambiaron por gemidos cuando Ángel decidió calmar mi sed, besándome. Lo hacía con fuerza, con rabia, y después se alejaba. Dejándome con la lengua en el aire. Como una auténtica guarra cariño. Yo mantenía los ojos cerrados con la boca abierta esperando otro beso que me calmara y él volvía a besarme. Cada beso, cada caricia, significaba una gota íntima desprendiéndose de mí. Pero ellos no me tocaban.

-¿Cómo estás cariño? – Le susurré al teléfono. -¿Cómo se te está poniendo la polla con lo que te estoy contando? ¿Sabes? Yo al revivirlo me estoy poniendo un poco cachonda. Llevo puesto el pijama blanco de seda, el de camisa y pantalón. Lo estoy empapando. Lo siento cariño es que no puedo evitar acariciarme al recordar -.

-Joder Cris que guarra eres, ¿como se te ocurren esas cosas? me estás matando -. Me respondió otra vez con voz entrecortada.

La cosa se ponía cada vez peor. Yo con la blusa abierta, con mi pecho al descubierto, dejándome tocar por esos desconocidos, dejándome acariciar, manosear. Estaban aprovechando cada rincón de mis pechos, de mi cuello…El calor de los tres cuerpos se hacía cada vez más intenso. La saliva y el sudor se mezclaban en mi cuello y mis tetas. Tenía una pierna en un escalón y la otra en otro, lo que me hacía sentir más desnuda. Más abierta.

Mi desesperación llegó a ser tal que le cogí la mano a Ángel para que me tocara en lo más íntimo, pero él se resistía. Seguían dejándome a medias. Sin embargo Óscar empezó a acariciarme el interior de mis muslos sobre mis medias. Que gusto me daba cariño, no te lo imaginas.

Mientras Ángel jugaba con mi lengua Óscar puso sus dos manos en mis caderas, tirando con cuidado de mis braguitas hacia arriba, lo hacía de tal manera que mis propias bragas apretaban mi coño…Yo estaba enloqueciendo. Le pedía que tirara más fuerte hacia arriba y lo hacía...

"Nunca había visto una puta tan mojada" me susurró. En ese momento casi me corro de gusto, sin que ni siquiera me tocara. "Nuestra princesita está chorreando" me volvían a susurrar. La situación era demasiado para mí, ya no había vuelta atrás

-Me estás volviendo loco Cris -. Me decía mi marido interrumpiéndome la historia. -¿Te follaron esos dos cabrones? -.

-Espera cariño, déjame seguir contando, ¿cómo estás? Yo ya me desabotoné el pijama y me estoy acariciando recordándolo. Tengo las braguitas casi tan mojadas como ayer -. Le respondí.

Te sigo contando cariño. Como te decía ya no podía más, estaba totalmente entregada a esos hombres. Las caricias en mis pechos ya se convertían en fuertes apretones y me alegraba. Mientras Ángel me seguía devorando las tetas oí como Óscar desabrochaba su cinturón. Sabía lo que venía y no sabes lo que me alegré. Se quitó la camisa del uniforme y yo intenté alcanzar su polla con la mano. Sin embargo lo que encontré fue su mano que me agarró y violentamente me subió al descansillo de la escalera. Con un pequeño empujón caí contra la pared, los dos chicos me rodearon y

¿Sabes lo que pasó cariño? ¿No lo sabes? Pues que vi la joven polla de Óscar. Apuntaba al cielo como espero que esté apuntando ahora la tuya y… ¿sabes que? No tuvo que pedirme nada porque yo misma me tiré de rodillas a su miembro. ¿Grande? No, normal pero dura como ninguna. Estaba dispuesta a hacerle la mamada de mi vida.

Un "come puta" consiguió decidirme definitivamente.

Empecé despacio. Primero me fui metiendo sus huevos en mi boca, después recorrí con la lengua esa enorme vena que le atravesaba. Acaricié con mis labios la punta, después con la lengua hasta que me rogó que me la metiera en la boca. Primero un poquito y después me la metí casi hasta la garganta. Y sí cariño, empecé a mamársela, y cómo se la mamaba. Le miraba a los ojos mientras lo hacía para excitarle más. Para excitarme más. Imagíname con su polla en la boca, mirando para arriba.

Pronto Ángel se sumó a la fiesta pero al contrario de lo que esperaba, ya que pensaba que Óscar era el más bruto, me metió su enorme pollón en la boca. Así, sin más, de un golpe. Me la metió tan fuerte que me caía saliva por las tetas. Me gustaría decirte que no me gustaron sus maneras pero no fue así. Me calentó aun más si cabe. Que placer les estaba dando cariño, tenías que verme. Allí, arrodillada. Se la chupaba a uno y a otro sin parar, sin descanso, mirando a uno y a otro, con una polla en cada mano, cada cual más dura, cada cual más ansiosa de mi boca. Me imagino la cara de puta que tendría en ese momento y al recordarlo me mojo más y más. Yo no aguantaba más y ellos tampoco. Hacía mucho ruido al meterla y sacarla de mi boca. A veces lamiendo, otras chupando y otras resistiendo sus embestidas hasta la garganta… Me ponía tan cachonda cuando Ángel me agarraba de la cabeza y me follaba la boca… Cuando mis pechos y mi blusa eran una mezcla de saliva, sudor y semen empecé a escuchar esos gemidos y convulsiones tan típicas de los hombres antes de correrse y no tardaron en desahogarse sobre mí

Sí, cariño, sobre mí. Mientras descargaban me llamaban puta y demás insultos como los que te pido que me digas mientras lo hacemos, pero a diferencia de ti a ellos no les daba vergüenza y me lo decían con toda su rabia. Primero el morenazo de la coleta y después el chico rubito se corrieron sobre mí. En mi boca la mayor parte, pero mis labios, mis pechos y mi blusita también recibieron ese líquido tan amargo que casi siempre me repulsa pero no ayer.

-Cariño me estoy poniendo muy caliente, espero que tu también -. Susurré al teléfono.

¿Sabes que sucedió después? Me pidieron que se las limpiara. Y yo, continuando con mi papel de puta, obedecí. Lo que más me calentaba era lo que decían: "Mira como la chupa la niña rica" "Sí, nuestra princesita la limpia muy bien ¿verdad? " Al escuchar eso me volvía loca

"Nuestra princesita está un poco sucia, creo que necesita una buena ducha" Eso escuché decir a Óscar cuando yo seguía de rodillas. Esbozó una amplia sonrisa y cogiendo mis cincuenta y pocos kilos como si nada me llevó a nuestra ducha.

-No sé si contarte más, ¿seguro que quieres oírlo? – Le pregunté a mi marido.

-Continúa por lo que más quieras – Escuché al otro lado del teléfono

Está bien, está bien. Una vez en nuestro cuarto de baño yo no aguantaba más. Aprovechaba cualquier momento para echarles la mano a la polla, la boca si era posible. Cariño sé que escuchándolo así doy la impresión de ser muy guarra pero es que me tenían tan caliente…Y los muy cabrones ni siquiera me habían tocado. Óscar entró en la ducha ya completamente desnudo mientras Ángel me dijo: "Esto no lo vas a necesitar" apoderándose de mis braguitas nuevas. Esas que compré para ti y que ahora chorreaban de lo caliente que estaba tu mujer. Al ver mis braguitas empapadas se volvió a reír de mí. Cada risa, cada insulto, era otro rayo que me atravesaba el cuerpo de la nuca a los pies.

Entramos los tres en nuestra enorme bañera, donde hace ya mucho tiempo que no nos bañamos juntos. "¡Pero mírate que sucia estás! ¡Pero mira que eres puta que ni siquiera te has limpiado, joder aun tienes toda nuestra corrida en la cara!". Cariño, ya te puedes imaginar lo que me volvió a encender esa frase. Era cierto, con toda la excitación ni si quiera me había limpiado. Que vergüenza. Abrieron la ducha así, sin más. Ellos desnudos y yo todavía con las medias y el liguero de puta que había comprado para ti y con tu blusita preferida.

El agua caía con fuerza sobre nosotros. Ángel pasó la mampara de cristal y se quedaron quietos, mirándome. Yo en el medio de los dos.

Su apatía era incomprensible. ¿Acaso no me querían follar? Me moriría si fuera así. Me moriría.

Si no querían tocarme… No me quedaba otro remedio que… Lo siento cariño pero no podía más. Tú eres un hombre y no sabes lo que se puede excitar una mujer. Yo tampoco lo sabía, no hasta ese momento. Tú no sabes lo que excita chupar una buena polla. Dos pollas. De dos jóvenes tan atractivos. En una escalera. En nuestra escalera. Tú todavía no sabes lo me que excita que me traten así, con tanto desprecio. Tú no sabes lo que me puedo excitar sintiéndome como una puta. Su puta. Si ellos no querían tocarme tendría que hacerlo yo.

Lo hacía mientras les miraba. Me estaba frotando a toda velocidad, gritando, desvergonzada. "¿Os gusta verme así cabrones?" Empezaba a gritar más porque estaba a punto de correrme…"¿Queréis que me corra yo solita o me metéis la polla ya? ¡Jodedme ya cabrones o me corro aquí mismo!"

-Lo siento cariño

De nuevo conseguí lo que deseaba y

Por fin llegó el momento. Por fin se decidieron a tocarme el coño. Al comprobar realmente mi estado de locura, de nuevo risas, de nuevo insultos

Sólo pasarme un dedo por "ahí" hacía un ruido vergonzoso.

Yo estaba en medio de los dos y mientras Óscar delante de mí me decía que esas "tetitas de puta había que lavarlas" Ángel desde atrás me besaba la nuca y me frotaba el clítoris. No podía más, te lo juro. Ya sabes que es casi imposible que me corra con los dedos si no es usando mis propias manos pero lo de ayer era una excepción a todo eso. Yo cerraba los ojos y gemía con rabia, le suplicaba que no parara. Con una mano echada hacia atrás, en su cuello, y la otra en el miembro de Óscar que empezaba a recuperar todo su esplendor. Y cuando estaba a punto de…En ese momento, de nuevo con violencia me apartaron. Sí, me apartaron y me pusieron contra el cristal. Con mis manos sujetándome arriba y con las piernas bien abiertas. El agua caía sobre mi nuca y mi espalda, empapándome la blusa y las medias negras

Así me dejaron unos segundos. Los más largos de mi vida. La espera era interminable. Cerré los ojos dejando mi culo erguido. "Todo vuestro" pensaba. Mi culito era una isla blanca entre el negro de mis medias y liguero que lo rodeaban. Sólo pensaba en ser follada, penetrada, humillada. En sentir esas pollas dentro. Y se lo pedía, se lo pedía entre sollozos. Imagínatelo. Imagínate a tu mujercita pidiendo polla de otro hombre. Mi coño estaba como fuera de mi cuerpo. Y recuerdo perfectamente la frase de Óscar pero… No te la quiero decir cariño, me da vergüenza. De mi misma.

-¿Y te follaron allí? ¿En la ducha? - Interrumpió mi marido.

-¿Qué si me follaron allí? Joder cariño, no te enteras. Me follaron por toda la casa. Durante toda la noche -.

Después de lo dicho por aquel morenazo… me la metió. Así, sin más, de un golpe. Hasta el fondo. Sin apenas roce. Sin dolor. Como una espada que entra en su vaina. Como si fuera su sitio de toda la vida. Como si hubiera nacido para entrar en mí. Di un grito al aire al sentirla dentro. Sólo un grito. Sólo un golpe. Sólo carne. Sólo sexo.

¡Qué gusto dios mío! El sexo es maravilloso cariño. No me preguntaba si me dolía. Sólo me follaba. Me follaba sin parar, sin descanso. Tirándome del pelo. Aplastando mis tetas contra el cristal. Estaba completamente desinhibida y gritaba como tal. Como una puta. Como su puta de esta noche. La fiel niña rica de la urbanización de lujo gritando como una guarra.

Me preguntarás si me corrí. Imagínatelo. Imagina como me corrí cariño. Imagina como chillaba. Completamente loca. Con el agua. Con su polla.

Imagínate como entraba y salía su polla de mí.

Pero sobretodo imagina mi cara. Imagina mis gritos. Mis ojos cerrados. El agua cayendo sobre nosotros. Imagíname abriendo las piernas. Imagina el chico dándome desde atrás y mi mano en su culo empujándolo. Imagíname pidiendo más. Más polla.

-Cariño, he tenido que dejar de tocarme recordando porque no quiero correrme todavía, ni quiero que tú lo hagas tampoco. No hasta que te cuente el resto -.

Él también gritó pero ni mucho menos como yo. Se apartó de mí dejando que su semen y mi corrida descendieran por esas medias que ya te enseñaré. Bajaban por mi pierna empujadas por el agua de nuestra ducha.

Cuando aun me temblaban las piernas fue Ángel quién me la metió. Me follaba a la vez que me sostenía, como si fuera una muñeca. Un juguete en manos de esos chicos. La sacaba y metía con una rabia y una fuerza que el ruido de sus huevos contra mí y mis gemidos de placer se escuchaban por toda la casa. El placer era indescriptible. Quizás demasiado violento. Pero no me lo pareció en ese momento. Sentirme sucia era lo que me hacía enloquecer. Lo que me hacía pedir más y más. Por muy rápido que fuera, por muy fuerte que me embistiera, nada, nada me parecía suficiente.

Y se corrió. Y además lo hizo como lo haces tú, cariño. Se paró completamente y mientras escuchaba sus ridículos gemidos notaba su leche invadiéndome, llegándome hasta las entrañas. Fue demasiado rápido para mí, no conseguí volver a correrme. Quedaba mucha noche.

-Espero que te esté gustando lo que te cuento. No me quiero extender mucho más, sobretodo porque quiero correrme ya. Quiero que tú te corras mientras me escuchas -.

"Que gusto da follarse a una niña rica" me susurró mientras daba un último tirón a mi negra melena.

"De nuevo sucia" dijeron. Se rieron y con tu esponja, cariño, me lavaron mis ingles, mis pocos pelitos, mis labios sonrojados

Me volvieron a coger como un saco, salimos de la bañera hacia el salón y sin secarme me tiraron en nuestro sofá. Allí, mojada. Con mi blusita mojada y esas medias que ya verás. En ese momento descubrí porque me lavaron. El chico rubito se arrodilló delante de mí y… Bueno, supongo que ya lo sabrás. Bueno, eso…Que me comió el coño como nunca. Como nunca me lo has comido. Yo tiraba de su cabeza hacia mí

"Cómeme" pensaba

El de la coleta con una rodilla en el sofá y un pie en nuestra alfombra me metía la polla en la boca. De nuevo insultándome. "Come puta" es lo más suave que recuerdo, ya te puedes imaginar

¡Qué lengua tenía el chico! De abajo arriba separaba mi hinchado conejito en dos. Apenas apretó con su lengua mi clítoris y no pude más. De nuevo espasmos, gritos y convulsiones recorrieron mi cuerpo. Si, cariño, me corrí como la mujer más guarra que esos chicos jamás habían conocido. Tu fiel esposa. Allí. En nuestro sofá. En el sofá en el que una vez al año vemos el video de nuestra boda.

-Te ruego que esperes un poco cariño, que ya falta poco -.

Óscar acabó en mi boca. El chico se había corrido tres veces con su puta. Me lo tragué todo y me sentí orgullosa. Mi blusita mojada ya era sudor y olor a sexo otra vez.

Finalmente se consumó la infidelidad más extrema. Me llevaron a mi cama. A nuestra cama. Allí hicimos todo tipo de cosas durante toda la noche. Me dejaban descansar un rato y volvían sobre mí. Como hienas. Sin parar. Como animales. Cada rincón de mi cuerpo era blanco fácil para sus besos, para sus mordiscos. Me aprovecharon al máximo. Como si fuera una puta que cobra por noche y no quisieran desperdiciar ni un segundo.

-Ahora cariño quiero que me escuches atentamente. Quiero que te corras mientras te cuento el final de la noche, casi al amanecer -.

Mientras Ángel usaba mi cuerpo en nuestra cama una vez más, Óscar buscaba en mis cajones. Cuando el rubito salió de mí por última vez Óscar se había puesto una media mía en la cabeza. Sí, a modo de pasamontañas. "¿Era así el ladrón del jardín? ¡Eh puta! ¿Era así? "dijo a carcajadas. "Espera que tengo una idea, ven aquí" dijo tirándome de las piernas hacia la parte baja de la cama. Me colocó a cuatro patas encima de nuestra cama, de espaldas a él. Se quitó la media y con brusquedad me puso el "improvisado pasamontañas" en la cabeza, casi dejándome sin respiración y… empezó a comerme.

A comerme… A comerme el culo cariño. Utilizaba su gorda lengua y sus dedos mezclados en saliva y en mi propia lubricación para dilatarme bien. Aquel animal me iba a meter su polla en mi culito, en nuestra propia cama. En tu cama.

No puedo decir que en ese momento me diera placer pero no me quejaba, ni él se disculpaba. Lo cierto es que prefería su brusquedad a tus constantes "¿te duele?", son insoportables. Conseguía dilatarme tanto con sus dedos, como con su lengua, como con sus palabras. Sus insultos y los susurros en los que pedía "un culito de niña rica" hacían que me temblara el cuerpo. Me preguntaba si sería capaz de arrancarme un orgasmo más.

Pero aun quedaba una sorpresa más cariño. Cuando mi ano ofrecía un apetitoso agujero me bajó de la cama. Sí, cariño, tirando de mí me bajó de la cama y… ¿sabes a donde me llevó? Me arrastró a cuatro patas hasta la terraza, preguntándome:

"¿Ahora ves al ladrón? Puta… ¿Lo ves por algún lado?" Yo no le di respuesta y me empujó más allá. Sí, cariño, más allá. Me encajó la cabeza entre los barrotes de la barandilla. Así, a cuatro patas

Y sí, así me la metió. Por el culo, lentamente. Sí, con dolor, pero con placer también. Sí, cariño. Ahora es el momento en el que quiero que te corras. Quiero que te toques la polla mientras me imaginas enculada por el chico de seguridad. Mientras me imaginas con la media en la cabeza asomando por el balcón. Mientras te imaginas como me insultaba y como chorreaba tu mujer al escucharle. Mientras te imaginas como me follaba aquel cabrón, como me la metía por el culo, como tiraba de tu blusa preferida deshilachándola, destrozándola, como tiraba del liguero que había comprado para ti rompiéndolo. Como me lanzaba contra los barrotes. Como gritaba yo. Como gritaba él. Como me arrancó un orgasmo por el culo. El culo de tu esposa.

Un silencio al otro lado del teléfono me indicaba que mi historia había dado sus frutos. Al cabo de unos instantes:

-¡Hay que ver que imaginación tienes Cris! ¿Cómo puedes tener una mente tan perversa? – Volví a escuchar la voz de mi marido.

Colgamos el teléfono y me masturbé. Y para hacerlo no pensé en la historia. Ni en mi marido.

Para correrme sólo tuve que recordar.

Sí, recordando la noche anterior. Pero antes me quité el pijama y me cambié de ropa. Me tiré en mi cama de matrimonio y me masturbé vestida con mi blusa rosa deshilachada, con mis medias rotas que ya no vería mi marido y me corrí. Me corrí como nunca. Como una puta.

Como la princesita de la noche anterior.